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FRERARD
GERARDWAY/FRANKIERO
FRANKIERO/GERARDWAY
‘Tengo miedo’
1. Hallar a mi presa.
Bien.
El chico rubiecito que arrojaba papeles al suelo era muy irritante.
La mocosa pelirroja amante de los libros iba a ser aburrida.
El muchacho de cabello rizado era casi tan alto como yo… y eso le
quitaba expectativa.
Necesitaba a un niño pequeño. Que fuera compacto. Que captara mi
atención.
Suspiré, colocando la cabeza sobre mis hombros y luego atisbe hacia
un grupo de críos que reían frenéticamente. Era como el Conde Drácula
pero sin vampirismo.
Les analicé con la mirada, pero ninguno llamó concretamente mi
atención. Posé repentinamente la vista en una <<señorita>> de piel
morena, cuando…
Click.
Click, click, click.
-¡Diga whisky!
Risas.
Click. Click, click.
-¿Pero qué…?
Tapé mi rostro, los ojos me titilaban como si hubiese estado mirando
al sol durante horas.
Click. Click.
-¿Uh…?
-Hola señor –dijo una voz cantarina, traspasando el vidrio abierto del
auto.- ¿No tiene calor ahí? Debería bajar. ¿Está bien? ¿Por qué no abre sus
ojos? ¿Le hizo mal el flash? Disculpe, yo sólo…
-Cállate –alcé la vista, no antes de pestañear dos o tres veces- ¿Qué
crees que…?
Parecía que no iba a poder completar ninguna de mis preguntas, al
menos hasta que saliera de ese trance. Era él. Pequeño, compacto y
llamativo.
Su cabello negro estaba completamente desordenado, con una mecha
que caía sobre su rostro, sutilmente adornado con unos ojos color avellana.
Tendría doce años, y era la presa perfecta que me permitía pasa a la
segunda instancia.
2. Atraparla.
-¿Qué tal, pequeño? –Culminé al fin, con una sonrisa tan falsa que
dudé si se la creería.
-Bien, señor. Perdone, sólo quería sacarle unas fotos a su coche –
Sonrió, enseñándome una cámara que sostenía con cuidado. –Un Falcon
’66, ¿verdad? Mi abuelo tenía uno así.
-¿Eso va en plan de ofensa? –Dije, sonriendo de lado.
-No, perdó…
-Deja de disculparte y dime tu nombre.
-Frank, Frankie.
-Frankie, es bonito –Le extendí la mano.- Mi nombre es Gerard.
Estrechó sus deditos con los míos.
-Bueno, Gerard, gracias por no enojarte con lo de las fotografías. Mi
padre me dejó su cámara estos días, así que debo aprovecharla –Rió un
poquito- Adiós.
-Espera –le detuve antes de que diera un paso- ¿Puedes traerme esas
fotos cuando las reveles? Quiero verlas.
-¡Claro! –Exclamó, con un poco de orgullo en el rostro- Mañana las
tendré, tan sólo dame tu dirección.
-Ve al West Side, a una cuadra del parque Lincoln.
3. Degustarla.
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