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necesariamente el pensamiento del editor. Se autoriza la reproducción total o parcial del conte-
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ÉTICA JUDICIAL Y SOCIEDAD CIVIL
2 2 De Zan: o. cit.
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Definiciones
2 3 Adela Cortina: ‘‘Universalizar la aristocracia. Por una ética de las profesiones’’, en Actas del 2.º Congreso Nacio-
nal de Bioética Fundamental y Clínica, Madrid, 1999, pp. 50-51; transcripto en De Zan: o. cit.
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deliberativo del discurso público con los propios afectados, a fin de saldarlos.
Esto lleva a la pregunta acerca de si se pueden justificar, en el ejercicio de la
función pública, acciones que son inaceptables en la vida privada.
¿Cómo debe decidir el funcionario público ante un conflicto de valores?
Es un hecho que las decisiones y las acciones del funcionario público son juzga-
das por la sociedad con criterios morales más consecuencialistas que deon-
tológicos, es decir, más por los resultados que por los principios aplicados en
sus decisiones.
Generalmente, lo que cuenta para los afectados no es la cualidad intrínse-
ca de los actos y la buena intención del político o del juez, sino, ante todo, los
resultados y las consecuencias directas e indirectas de estas decisiones de ca-
rácter público para los fines de la sociedad.
Podría decirse que la función pública, en cierto modo, es la facultad de
hacer ciertas cosas que serían inmorales si las hicieran las personas privadas
(ejemplo: matar o tomar bienes ajenos), pero no lo son si las hace un funcionario
público (ejemplo: un soldado o un recaudador de impuestos). No se nos escapa
que la justificación de esta diferencia es la justificación de la existencia misma
del poder político y del Estado, tema de la filosofía política y de la filosofía del
derecho, que excede estas líneas. Pero es un punto que no puede pasarse por alto
para ilustrar la especial situación del funcionario público y sus responsabilidades.
Pueden señalarse dos situaciones particularmente conflictivas que tienen
que ver con la naturaleza representativa y el carácter institucional de la función
pública. Son los llamados problemas de las manos sucias y de las muchas
manos.
El problema de las manos sucias es el de los hombres dispuestos a asumir
acciones moralmente reprochables, por el éxito de su tarea pública. El problema
de las muchas manos que intervienen en la orientación de las políticas y elabora-
ción de las decisiones es que, en definitiva, hace anónimas las decisiones y pare-
ce hacer sujetos del posible reproche moral a las instituciones.
El primero de los dilemas aplicado a la judicatura se formula al preguntar-
se si la ética de la función pública puede justificar, en una situación excepcional,
ensuciarse las manos para cumplir los fines judiciales. Esto es, que un juez
obre mal, cometa una injusticia con algunas personas, cargue en su conciencia
con la culpa y se exponga incluso a la indignación de los demás, con la esperanza
de que estas acciones sean perdonadas y olvidadas, en agradecimiento por los
resultados obtenidos con ellas. Esto sucedería si se detuviera una decisión judi-
cial por escrúpulos morales, apropiados en las relaciones interpersonales priva-
das; se producirían consecuencias nefastas para el bien común y estas conse-
cuencias le serían reprochadas como un incumplimiento de las responsabilidades
asumidas.
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Definiciones
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Definiciones
2 6 Código Modelo Iberoamericano de Ética Judicial, ‘‘Exposición de motivos’’, artículo III , Cumbre Judicial Iberoame-
ricana, 2006.
2 7 Es el caso de la prohibición a los jueces de estar afiliado a un partido político en Paraguay. Si bien la mayoría de los
regímenes disciplinarios de la región establecen esta obligación, no era el caso de este país. La elaboración y
sanción de un Código de Ética Judicial fue la oportunidad para establecer tal prohibición, más apropiada para una
ley o reglamento que para un código de ética.
2 8 Es el caso de Panamá, que incluye en su Código Judicial un capítulo llamado ‘‘Ética judicial’’, y carece de un código
de ética formulado por los magistrados.
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que incardinan en ellas una sumatoria de normas del derecho positivo y de los
principios que son nucleares a un ethos social definido.29
En la actualidad, la existencia de un Código Modelo Iberoamericano de
Ética Judicial,30 redactado en el 2006 por un grupo de expertos, según mandato
de la Cumbre Judicial Iberoamericana, brinda un excelente punto de partida para
analizar los aspectos nucleares de la ética judicial y entender sus características
específicas.
El Código Modelo se estructura en torno a principios, entendidos como
exigencias centrales, con un contenido intrínseco valioso, cuya concreción histó-
rica queda sujeta a circunstancias de tiempo y lugar. Esta formulación permite la
pretensión de universalidad del discurso moral, a la vez que brinda posibilidades
de especificación nacionales e históricas, en el sentido dado al discurso ético.
Los trece principios de ética judicial que el Código Modelo consagra, en
buena medida, ya han sido recibidos en códigos vigentes en Iberoamérica, y con-
tiene prescripciones supererogatorias, junto con otras de carácter estrictamente
obligatorio para cualquier ciudadano que pretenda ejercer la magistratura. Estos
principios son: 1) independencia, 2) imparcialidad, 3) motivación, 4) conocimien-
to y capacitación, 5) justicia y equidad, 6) responsabilidad institucional, 7) corte-
sía, 8) integridad, 9) transparencia, 10) secreto profesional, 11) prudencia, 12) di-
ligencia, 13) honestidad profesional.
Los dos enunciados principales de la ética judicial, sin discusión, son los dos
primeros: independencia e imparcialidad. No se concibe el ejercicio de la magis-
tratura en una democracia liberal sin ellos. Otros de los principios señalados, como
la capacitación, la honestidad profesional y la responsabilidad institucional, pue-
den asimilarse a los deberes propios de las profesiones sociales, ya explicados.
Otro grupo de los principios enunciados puede considerarse como el míni-
mo obligatorio exigible a todo juez, establecido por leyes y reglamentos. Son los
casos del deber de motivación de sus decisiones y la integridad: un juez que no
cumple con estos requisitos puede ser sancionado o incluso removido.
Analizaremos los principios de independencia e imparcialidad, entendidos
como el núcleo de la ética judicial.
El principio de independencia está universalmente aceptado como parte
esencial del equilibrio de poderes en el constitucionalismo moderno, y así lo rati-
fican prácticamente la totalidad de los Códigos de Ética Judicial vigentes, si bien
con diversas acepciones.31
29 Armando S. Andruet: ‘‘Independencia judicial. Relación con la ética judicial y la capacitación de los jueces’’, IX
Congreso Nacional y I Congreso Iberoamericano de Capacitación Judicial, ‹http://www.justiciacordoba.gov.ar/site/
Asp/Escuela/Congreso2005/Ponencias/PNac2.doc›.
3 0 Ver Anexo I.
3 1 Lo ratifica su consagración en prácticamente todos los Códigos de Ética Judicial vigentes, si bien entendido de diversas
maneras. En respaldo de lo afirmado, pueden consultarse: el Código de Ética Judicial de la Provincia de Santa Fe, art. 3.2;
Código de Ética para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Córdoba, arts. 3.1 a 3.4; Código de Ética para
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