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José María Sanz Briones

GIBRALTAR

BREVE ESTUDIO TÁCTICO, HISTÓRICO, ESPIRITUAL Y JURIDICO

DERECHOS Y MISIÓN DE ESPAÑA EN LA HORA


ACTUAL

Digitalizado por FE de las JONS

EDICIONES DEL MOVIMIENTO MADRID 1953


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INDICE
Prólogo .......................................................................................................................... 3

GIBRALTAR................................................................................................................... 4
a) Geografía de la fortaleza y posibilidades de ataque y defensa de la misma ............. 5
b) Historia de la ocupación ............................................................................................. 7
c) Negociaciones históricas para el rescate ................................................................... 8
d) Repercusión espiritual .............................................................................................. 10
e) Gibraltar, jurídicamente, es español......................................................................... 12
f) Misión de la hora presente ........................................................................................ 13

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Artículos periodísticos:
Gibraltar, la espina eterna ............................................................................................ 15
Gibraltar irredento......................................................................................................... 17
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PROLOGO
El acuciante problema de la unidad geopolítica de España aparece en nuestra
generación con caracteres de verdadera angustia ante la tremenda injusticia de
Gibraltar, ocupado por una potencia extranjera.

Todos los españoles, y recalcamos bien el adverbio, están persuadidos de tan irritante
desatino y de la necesidad de la pronta restitución de la vieja Roca al regazo de la
España eterna. Pero hace falta popularizar las razones de nuestra petición, que "el
gran público" se ilustre, exclusivamente lo necesario, sobre el problema de Gibraltar,
para que, conociéndolo bien, sea precisamente este conocimiento la espina clavada
en cada corazón, que a todos nos pinche y a todas horas, para no olvidar un solo
momento esta terrible injusticia histórica. Esto nos ha movido a publicar este "breve
estudio táctico, histórico, espiritual y jurídico", que es como un barniz de las diversas
facetas de la vieja Calpe en sus relaciones con el resto de España, al alcance de todos
los españoles honrados, que es decir, una vez más, de todos los españoles. Y esta es
la única pretensión.

No olvidemos tampoco otras espinas, y bien cercanas. En su día, y con la ayuda de


Dios, dedicaremos otros trabajos, también vulgarizados, a estos interesantes
problemas de injusticia histórica. Esta patriótica obra del rescate de Gibraltar debe de
ser, como afirmaba el glorioso autor del "Idearium", esencialmente española. La
llamada Roca de los ingleses es también un problema militar y político que puede
presentarse cualquier día y en cualquier momento. El enemigo puede situarse en la
misma Calpe sin que nosotros nos demos cuenta ni tampoco podamos hacer nada por
impedirlo. Barcos rusos atracan en sus muelles constantemente, y el dictador rojo Tito,
antiguo jefe de las brigadas internacionales que combatieron en España, ha puesto pie
hace unos días en este pedazo de tierra ibera.

Agotada la primera edición, que obtuvo una favorable crítica de prensa y radio,
generosas felicitaciones de distinguidas personalidades y de la Diputación y el
Ayuntamiento de la Cabeza de Castilla, donde se editó, por el Departamento Provincial
de Seminarios, aparece ahora esta segunda edición ampliada, igualmente divulgadora
y publicada por Ediciones del Movimiento en 1953.

Nos daremos por satisfechos con que sirva para cumplir el fin propuesto y con haber
realizado este modestísimo servicio a la Patria.

EL AUTOR
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GIBRALTAR
A los españoles que en todos los tiempos lucharon por la libertad de la Patria, por el
Pan y por la Justicia.

GIBRALTAR no es un tema de hoy, ni de ayer, ni de mañana. La vieja Calpe es un


tema eterno desde la mala hora de la usurpación inglesa, el día 4 de agosto de 1704,
por la escuadra angloholandesa al mando del almirante Rooke. Gibraltar es la espina
eterna, que decía Ganivet; espina que ha dolido tanto a nuestros abuelos y nuestros
padres como nos duele a nosotros mismos.

Tratamos en este trabajo de hacer resaltar dos puntos fundamentales para avivar el
interés por la restitución de la plaza:

1.º Que Gibraltar ha sido, desde su ocupación por los ingleses, el caballo de batalla de
todos los españoles decentes, sin distinción alguna de matiz político o religioso. Esto
es muy importante para los espíritus... apocados que presentan el problema como una
cosa artificial creada hoy.

2.º Que Gibraltar es el "tendón de Aquiles" de nuestra soberanía, muy importante


desde el punto de vista comercial y de las comunicaciones, y, por consiguiente, no es
ningún "montículo sin interés económico o estratégico", como enfocan el asunto los
seudoespañoles y seudoviriles, que, aunque escasos en nuestro clima, no faltan.

Y así, desde Felipe V, que tuvo como obsesión la vieja roca -"Como con espinas
habremos de andar los españoles mientras Menorca y Gibraltar continúen en poder de
Inglaterra"- hasta José Antonio, que logró una frase genial, como todas las suyas:
"España confina al sur con una vergüenza", todos los pensadores, tratadistas, políticos
y militares más ilustres, de cualquier credo político, se han ocupado de su rescate,
como luego veremos. - Pero nosotros, la generación que tanto ha sufrido con la
guerra, no quiere perpetuar agravios ni rencores. La España salida de las trincheras,
purificada por tres años de lucha, no acepta el concepto de los enemigos hereditarios,
que tanta sangre ha costado al mundo. Queremos únicamente liquidar las viejas
cuentas, restaurar la unidad nacional y que nadie se interfiera, en nombre de nada, en
los asuntos privativos de España. No queremos odio, queremos amor, y abrazar, como
el león hispano sabe hacerlo, en una unión fraternal, a la vieja Inglaterra, cuyo papel
en el mundo, aun en estos años de prueba para la rubia Albión, no puede
desaparecer.

Que vuelva Gibraltar a nuestras manos, pero que lo haga sin sangre, sin rencor y sin
estridencias. Es fruta madura que puede desprenderse cualquier día. "Gibraltar -ha
dicho el general Franco- no vale una guerra."

Y hechas estas advertencias para los espíritus timoratos, derrotistas o... traidores -que
los hay, tratando de enmascarar su condición y presentando la reivindicación de
Gibraltar como una impertinencia de última hora, pintando con negras tintas los
horrores de una posible guerra, a la que, como siempre, ellos no habían de acudir-,
vamos a realizar un breve estudio del Peñón, dividiendo nuestro trabajo en las
siguientes partes:

a) Geografía de fa fortaleza y posibilidades de ataque y defensa de la misma.


b) Historia de la ocupación.
c) Negociaciones históricas para el rescate. d) Repercusión espiritual.
e) Gibraltar, jurídicamente, es español.
f) Misión de la hora presente.
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a) GEOGRAFIA DE LA FORTALEZA Y POSIBILIDADES


DE ATAQUE Y DEFENSA DE LA MISMA

Gibraltar está constituido por una cresta rocosa y rígida de 422 metros de altitud. En la
antigüedad fue una isla, como Santoña, Peñíscola y Urgull, y de ahí que, como estas
otras posiciones, haya sido frecuentemente teatro de numerosas batallas por constituir
una magnífica posición táctica.

Hacia el este, sus laderas descienden verticalmente, lo mismo que hacia el istmo
español; el declive es menos áspero hacia el sur. Mirando a Algeciras, forma un
hemiciclo o gradería, abierto hacia la bahía, donde se encuentran la población, los
acuartelamientos, los diques y las maestranzas.

De naturaleza calcárea, el suelo está perforado por múltiples galerías, constituyendo


una fortaleza subterránea, con ventanas disimuladas, que sirven de troneras, por
donde sacan sus bocas los cañones.

En el frente de tierra, el istmo es estrecho y bajo, y la propia rigidez de la montaña lo


hace inaccesible, amén de que un canal, hace poco tiempo terminado, constituye otro
formidable obstáculo.

Multitud de piezas de todos los calibres, antiaéreos y fortines de ametralladoras


forman el armamento terrible de esta fortaleza, que fue ocupada por sorpresa,
engañando al capitán Diego de Salinas, que defendía la plaza con cincuenta hombres,
en nombre de Felipe V.

Pero Gibraltar ¿es realmente inexpugnable? Esta leyenda, con visos de realidad hasta
el moderno avance de la técnica de los armamentos, se forjó por la heroica resistencia
que en ella sostuvo el general Elliot en uno de los catorce sitios.

Gibraltar fue asediado varias veces antes del empleo de la artillería, que aparece
probablemente, y en forma rudimentaria, en el sitio de la vecina ciudad de Algeciras.
Resultó inexpugnable también para las lanchas bombarderas de los últimos asedios,
que mandaba el almirante Barceló; lo mismo que cuando lo atacaron las baterías
flotantes de D'Arcon, que su autor las consideraba incombustibles e insumergibles. El
duque de Crillón se estrelló ante la plaza con su "bala roja", que lanzó fieramente al
asalto, cooperando con la marina y el ejército de España. Las armas de fuego no
tenían ni alcance, ni potencia, ni rapidez de tiro.

Navarrete, a fines del siglo XIX, planteó la cuestión nuevamente. Habían aparecido ya
los cañones Amstrong, de gran calibre. Había más velocidad, más alcance y más
potencia.

¿Qué pasaría hoy con el poder ofensivo y destructor de la artillería y la aviación?


Sencillamente: la roca de los ingleses quedaría en un momento convertida en una pira
volcánica impresionante. Sus diques, astilleros, almacenes, depósitos de combustible
y buques fondeados en la bahía quedarían destruidos, aniquilados, en un pequeño
lapso de tiempo con el martilleo constante, con el chorro de fuego que lanzaría
continuamente la herradura fortificada que empieza en Sierra Carbonera y, por la
Sierra del Niño, de las Utreras y de la Luna, termina en Ceuta. Seguramente resistirían
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las defensas subterráneas hasta agotar sus municiones, el agua o los víveres, pero el
valor táctico de Gibraltar habría terminado.

Es interesante a este respecto la opinión del general Marshall, que nos cuenta
Churchill en sus Memorias. "No pensábamos salir de Gibraltar para Argel hasta el día
siguiente. Ello me dió ocasión para mostrar detenidamente el Peñón al general
Marshall.' Bajamos finalmente a inspeccionar la obra predilecta del gobernador: el
nuevo túnel abierto a gran profundidad en la Peña, con su batería de tiro rápido
orientada hacia el istmo. Se había realizado allí una labor prodigiosa, y al recorrer
aquel túnel nos parecía ciertamente que, fueran cuales fueren los peligros con que
tuviera que enfrentarse la guarnición, ya no debía temer un asalto por el lado del
continente. Pero el general Marshall comentó, con una ligera variación en la voz: "He
admirado su túnel, pero nosotros teníamos otro parecido en Corregidor. Los japoneses
dispararon contra la roca, haciendo blanco en ella a unos centenares de metros por
encima del túnel, y al cabo de tres días éste quedó completamente obstruido por una
enorme masa de cascotes."

El ex gobernador Harrington, el crítico militar Lidell Hart, en la revista Time; el capitán


de navío Cecil Baltine, lord Strabolgi, que preconizó el cambio por Ceuta; el general
Calwe1l, el almirante Usborne y muchos más, ingleses cien por cien, han sostenido,
en sus estudios sobre el Peñón, que sin la neutralidad española, "la roca sería
insostenible".

La vieja Calpe no pudo evitar, en la primera guerra mundial, la magnífica hazaña del
comandante alemán Von Hetsing, con sus submarinos pasando el Estrecho; más
tarde, otras unidades hicieron lo propio, y en los postreros días de la guerra, la flotilla
de barcos "U" pasó al Atlántico. Todos los submarinos alemanes, menos uno, lograron
forzar el Estrecho.

La evolución del armamento ha sido mucho más favorable en el concepto del ataque
que en el de la defensa, y la intervención de la aviación por la tercera dimensión ha
revolucionado la estrategia obsidional. A Gibraltar le ocurriría lo mismo que a Odesa,
Singapur o la línea Maginot, con una concentración de fuegos desde las alturas
vecinas.

No ofrece el Peñón las condiciones que el almirante sir Herbert Richmond impone para
garantizar el ejercicio del señorío del mar en caso de beligerancia española. "Estas
fortalezas -escribe- deben estar emplazadas de tal modo que, aparte su situación en
parajes donde lo exijan las fuerzas combatientes, se hallen seguras contra las formas
de ataque tendentes a su captura o a hacerlas inútiles o inhábiles." No digamos nada
sobre el empleó de las armas llamadas "ciegas", sobre todo las de desintegración
molecular.

No cabe duda de que la extraordinaria importancia de Gibraltar se debió, más que a su


posición, a su situación; su papel ha sido siempre más estratégico que táctico. La roca
de los ingleses ha sido un punto crucial en el mapa de las comunicaciones. Veintiún
mil barcos al año y 300.000 toneladas, con 12.000 pasajeros al día, equivalentes a 600
trenes de 50 vagones cada uno, la hacen constituir un baluarte de importancia
extraordinaria, que, por derecho y por historia, debe estar en manos de España.

b) HISTORIA DE LA OCUPACION

Tenemos poca bibliografía en lo relativo a la evolución de la ocupación de Gibraltar por


los ingleses. Navarrete, más adelante Julián Juderías, y el general Primo de Rivera, en
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su discurso de Cádiz, donde planteó la cuestión del cambio de Gibraltar por Ceuta,
nos han dejado algunas ideas de indiscutible interés. Añadamos la Historia de
Gibraltar, de J. Carlos de Luna, y Reivindicaciones de España, de Areilza y Castiella.

La plaza, como hemos dicho, fue ocupada el día 4 de agosto de 1704 por la escuadra
del almirante Rooke, siendo jefe del desembarco el landgrave Hesse Darmstadt, que
actuaba en nombre del archiduque Carlos, pretendiente al trono de España.

Darmstadt entregó al jefe de la defensa una carta suya y otra del pretendiente, dando
seguridades a los defensores; no obstante, el cabildo rechazó las cartas por su lealtad
a Felipe V. El capitán Diego de Salinas se rindió con sus escasas fuerzas, pero a un
príncipe que actuaba en nombre de España y en vista de la imposibilidad de una
defensa eficaz.

Después, el almirante Rooke cambió el pabellón imperial por el de la reina Ana de


Inglaterra, engañando a los defensores de la plaza.

En julio de 1705 Carlos III, el pretendiente, tomó posesión del reino de España en
Gibraltar, única plaza que le era nominalmente adicta.

No pasó mucho tiempo cuando empezaron los patriotas los primeros ataques al
Peñón, a cargo de Villadarías y del cabrerizo Susarte. Más adelante, el mariscal
francés Tessé pretendió tomar la plaza.

Inglaterra concibió entonces el proyecto de establecerse definitivamente en la Roca


para hostilizar las escuadras y el comercio enemigo, manteniendo en Utrecht un
criterio cerrado.

El marqués de las Torres efectuó el año 1737 el sitio número trece contra la plaza.
Montemar construye una línea frente al Peñón, apoyada en los fuertes de San Felipe y
Santa Bárbara, y el gobernador Portmore protesta. Inglaterra comenzaba ya a
mediatizar nuestra soberanía.

Con motivo de la sublevación de las colonias americanas España y Francia


emprenden, en 1770, una guerra contra Inglaterra. Gibraltar y Menorca eran los
objetivos del gobierno de Madrid. El duque de Crillón, después de tomar Menorca,
asedió la plaza con las lanchas bombarderas ideadas por Antonio Barceló y las
baterías flotantes de D`Arcon, pero fracasó.

En 1783 se firma la paz de Versalles. El conde de Aranda insiste en la recuperación de


Gibraltar, pero sólo se logra Menorca. Gibraltar se convierte en la base naval de la
flota, y la batalla de Trafalgar fue una resultante de la hegemonía del Peñón. Nelson
trae en jaque a la flota aliada por el magnífico refugio de la Roca. Con ocasión de la
guerra de la Independencia, los ingleses ofrecen refugio en la plaza a los españoles
que huyen, pero antes destruyen las fortificaciones de La Línea, lo que no consiguió
Portmou a cañonazos. Cuando Fernando VII se reinstaura en el trono, ordena una
nueva construcción, pero el general Don, gobernador de Gibraltar, envía una misiva al
gobernador de Algeciras en la que dice lo siguiente: "Si empieza de nuevo la obra,
dispararé un cañonazo. Si no basta, dispararé otro. Si continúa la obra, lanzaré una
andanada." Desde entonces, la indefensión de nuestra frontera, lograda con
amenazas, prosigue su avance. Los ingleses llegan a construir pabellones en tierra
española, y son inspectores de nuestra flaqueza.

En 1859, con motivo de la apertura del canal de Suez, Gibraltar adquiere mucha
importancia. Por esta fecha aparece también el cañón de acero fundido de largo
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alcance, que revoluciona la técnica artillera, influyendo en Gibraltar, que se va


acondicionando para la defensa adquiriendo los progresos de la técnica, y por fin, en
1930, el Peñón se prepara para la defensa antiaérea.

Los elementos extremistas españoles se unen al coro de la traición y denuncian en la


prensa inglesa y francesa, y aún más, en las Cancillerías, durante nuestra guerra de
Liberación, que fortificábamos Sierra Carbonera. Alvarez del Vayo, embajador de los
rojos en Londres, publica en 1940 un artículo denunciando el peligro para Gibraltar de
la fortificación de las costas circundantes. Lord Strabolj, jefe de E. M. en Gibraltar, dice
en el Journal des Nations: "Todas las honradas gentes del Reino Unido deben desear
ardientemente la victoria del gobierno legal de España, ya que los únicos amigos
seguros que siempre tuvimos en España..."

Esta es, brevemente, la historia de la ocupación. Una nueva afrenta habíamos de


sufrir, esta vez a cargo de sir Harrington, ex gobernador de la plaza, el cual tiene la
osadía de decir, en 1939, en una conferencia celebrada en Londres y próxima ya la
guerra mundial número dos, que la mejor solución para la defensa del Peñón sería
apoderarse de veinticinco millas de terreno a su alrededor.

Esta es una muestra del respeto de ciertos "sires" y de ciertos "lores" a la libertad
sagrada de los pueblos y a su derecho de autodeterminación.

c) NEGOCIACIONES HISTORICAS PARA EL RESCATE

Empezaron estas negociaciones en el reinado de Felipe V, para el cual Gibraltar fue


una obsesión. Por voluntad del cardenal Alberoni, emprende Felipe en 1718 la
campaña de Cerdeña y Sicilia, y entonces el embajador francés Nancré y el enviado
inglés Stanhope ofrecen Gibraltar a cambio de que España suscriba un acuerdo con la
Cuádrupe Alianza y desista de la ofensiva en Italia; pero los asuntos de esta campaña
marchan mal, y entonces los ingleses reaccionan con furor, hasta en contra de su rey.
Stanhope insistió, pues esperaba obtener a cambio ventajas en la América española.
Todo quedó en buenas palabras: "No me detengo en asegurar a V. M. mi prontitud en
satisfacerle por lo que mira a la restitución de Gibraltar." (Carta de Jorge I a Felipe V.)
Reconoce el rey inglés, por consiguiente, la usurpación del Peñón y hace promesa
formal de devolución.

España, no viendo claras las negociaciones, firma un pacto con Austria. Al conocerlo
el gobierno inglés, pide explicaciones, y la Cámara de los Lores nos exige el abandono
definitivo de nuestras pretensiones sobre Gibraltar. Los tornillos se van apretando.

En 1748, durante las negociaciones para firmar la paz de Aquisgrán, el enviado de


España, don Melchor de Macanaz, insiste en la devolución, y en 1757, con motivo de
la guerra francoinglesa, los dos bandos nos ofrecen la restitución de la plaza.

Carlos III considera a Gibraltar y Menorca los dos objetivos más apremiantes de su
política en el exterior. Durante la guerra de 1779-1783 existió la máxima posibilidad de
rescate, ambicionado entonces por Floridablanca y Aranda, por una serie de
circunstancias largas de explicar.

Lord Shelbourne trató de compensar Gibraltar con las Antillas. Floridablanca trató de
canjear Gibraltar por Puerto Rico y Caracas, y Godoy ofreció a Francia la Luisiana por
la restitución de Gibraltar. En el siglo pasado se habla del canje con Ceuta, según
leemos en documentos del capitán Warren, del general Grey, secretario de la reina
Victoria, etc.
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"Durante este siglo, las autoridades británicas de Gibraltar consideraban a España


como si fuera una insignificante y desordenada república sudamericana, condenada a
sufrir periódicamente revueltas y motines." Es afirmación literalmente copiada de un
ilustre escritor inglés.

También ha habido ingleses que han tratado de la devolución del Peñón. Entre ellos,
citamos a Cobden: "Únicamente motivos inconfesables pueden justificar la persistencia
del pabellón inglés en Gibraltar." Bright: "Inglaterra tomó posesión del Peñón sin
hallarse efectivamente en guerra con España, y lo retiene actualmente contra todos los
principios de la moral." Balfour, en 1814, preguntaba a Gladstone si había tomado
alguna resolución para devolver Gibraltar.

Sagasta, que había dicho: "Gibraltar es una espina que llevamos clavada en el
corazón", ordenó a Rancés, embajador en Londres, que planteara nuevamente el
asunto de la restitución de la plaza, pero los altos funcionarios ingleses le contestaron
en unos términos, según cuenta Romanones, que no admitían contrarréplica. Don
Segismundo Moret, librecambista y anglófilo a ultranza, reclamó por los abusos que
constituían las edificaciones británicas en suelo español, pero la respuesta fue el
imponer nuevas limitaciones a nuestra soberanía. En 1899 se nos obliga a que
garanticemos la no fortificación de Sierra Carbonera. El gobierno español, pusilánime,
accedió a esta nueva merma de soberanía.

Cuenta el marqués de Villaurrutia, ministro de Estado en 1905, lo siguiente: "Díjome


lord Lansdowne, ministro de Negocios Extranjeros, que, para que los marinos pudieran
dormir tranquilos, se le había ocurrido que podríamos llegar a un acuerdo, en virtud del
cual Inglaterra y España se garantizarían mutuamente la posesión de sus dominios
mediterráneos; es decir, que España garantizaría a Inglaterra la posesión de Gibraltar,
y ésta garantizaría a España la posesión de las islas Baleares y la de sus plazas de
Levante." ¡No se puede llegar a mayor vergüenza! Este fue el preludio del Pacto de
Cartagena.

Alemania y Austria, por boca del príncipe de Ratibor, nos ofrecen manos libres si nos
inclinamos por los Centrales.

Don Eduardo Dato intentó negociar la cesión de Gibraltar y Tánger a cambio de


nuestra neutralidad. Contestación francoinglesa: "España es demasiado débil para
dejar en sus manos plazas de tan gran valor estratégico". También Romanones intentó
negociar ingenuamente, tomando como base los catorce puntos de Wilson, pero
fracasó.

Y después del cambio que propuso el general Primo de Rivera -y que más adelante
rectificó- en su conferencia "La cuestión del día: Gibraltar y Africa", pronunciada en
Cádiz, de permutar Gibraltar por Ceuta, ya no ha habido más intentos. pues la
ansiedad nacional se durmió con la República. Hasta nuestros días, en que el honor
nacional reclama su devolución.

d) REPERCUSION ESPIRITUAL

Gibraltar fue tomado a los moros en 1462 por don Alonso de Arcos, alcaide de Tarifa.
Perteneció después al duque de Medina Sidonia, y sufrió ocho asedios en las luchas
con los moros, en los siglos XIV y XV. Isabel de Castilla lo unió, en 1502, a la corona
de Castilla, percatada de su importancia estratégica.
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Existía en Gibraltar una mezquita, que se consagró a Nuestra Señora de Europa, que
fue muy popular entre la gente de mar, adquiriendo por ello la plaza un carácter
marcadamente religioso. Los marineros ofrecían obsequios cuantiosos, hijos de sus
acendrada fe, a la iglesia citada.

Cuando los ingleses ocuparon la plaza, se registraron toda clase de sacrilegios.


Nuestra Señora de Europa fue sometida a una refinada destrucción, arrojándose los
objetos de culto al mar y convirtiéndose otras iglesias en almacenes y cuarteles.

Comienza el éxodo de los habitantes de la plaza, los cuales la abandonan con gran
tristeza, presididos por el estandarte con las armas que les otorgaron los Reyes
Católicos, y fundan en las cercanías de la ermita de San Roque la ciudad de este
nombre, "en la que reside la de Gibraltar".

Menéndez y Pelayo, el ilustre polígrafo, nos cuenta amargamente que Gibraltar fue la
primera tierra ibera en que imperó la herejía, y que constituye un refugio de disidentes
y es centro de la propaganda angloprotestante. El obispo de Gibraltar es el jefe de la
iglesia protestante española.

El escritor británico Frederic Harrison dice que "durante los doscientos años que
ocupamos esta ciudad, la hemos convertido en refugio de contrabandistas, gitanos,
vagabundos, maleantes de toda especie y conspiradores españoles".

Allí se implantó la primera logia masónica en tierra española, que se extendió por
Andalucía, y Giner de los Ríos fue invitado -aunque no aceptó por un residuo de
patriotismo- a fundar en Gibraltar la Universidad Libre, al ser expulsado de España por
Cánovas.
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e) GIBRALTAR, JURIDICAMENTE, ES ESPAÑOL

Estudiando detenidamente los tratados de Utrecht y de Sevilla, y aun el de Versalles,


firmados entre Inglaterra y España en diversas fechas del siglo XVIII, no se encuentra
base alguna "de jure" que justifique la transferencia de soberanía. No puede hablarse
en ningún caso de "cesión de derechos de soberanía" ni de su enajenación.

Inglaterra no puede alegar en Gibraltar ni el simple derecho de conquista, pues se


apoderó de la plaza engañando a su glorioso defensor, el capitán de batalla Diego de
Salinas, cambiando el almirante Rooke el pabellón imperial del archiduque Carlos,
pretendiente al trono de España, por el de la reina Ana de Inglaterra. No se puede
tomar como argumento el propugnado por un escritor inglés, que dice que el tiempo
transcurrido ha santificado ya la usurpación.

Es bien expresivo, y no deja lugar a dudas, el artículo X del tratado de Utrecht, firmado
entre la princesa Ana, reina de Gran Bretaña, y Felipe V, la majestad católica 3-
borbónica, y que dice así:

"El rey católico, por sí y por sus herederos, cede por este tratado a la Corona de la
Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar,
juntamente con su puerto, defensa y fortalezas que le pertenecen... (pero para evitar
cualesquiera abuso y fraude en la introducción de las mercancías, quiere el rey
católico que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña, SIN JURISDICCION
ALGUNA TERRITORIAL y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino
por parte de tierra. Y su majestad británica, a instancia del rey católico, consiente y
conviene en que no se permita, por motivo alguno, que judíos ni moros habiten ni
tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se dé entrada ni acogida a las
naves de guerra moras en el huerto de aquella ciudad, con lo que se puede cortar la
comunicación de España con Ceuta."

Hay que distinguir, y muy especialmente en este caso de Gibraltar, el derecho de


jurisdicción del derecho de propiedad. Esta puede ser transferida lo mismo a
extranjeros que a nacionales, pero la jurisdicción es siempre de los soberanos de la
nación cesora. Este es el caso de Gibraltar, jurídicamente considerado. LA
SOBERANIA, ESTO ES, LA JURISDICCION, PERTENECE POR ENTERO A
ESPAÑA.

El autor francés Raoul Genet, que publicó el año 1938 una magnífica obra titulada "El
Peñón de Gibraltar", dice, refiriéndose al tratado de Utrecht, lo que sigue: "En ningún
lado se habla de cesión territorial; se habla únicamente de una atribución inmobiliaria
referente a construcciones superficiales, y jamás al suelo que las sustenta."

Don Antonio Goicoechea, contestando en las Cortes al conde de Romanones, el día


22 de mayo de 1935, afirmó lo siguiente: "La situación "de jure" es la que se
desprende de los tratados de Madrid y Utrecht, de marzo y julio de 1713, que no es
más que ésta: Que se cede Gibraltar, pero que se cede sin anexión alguna territorial,
sin comunicación ninguna por parte de tierra, y dejando expedita la comunicación con
Ceuta."

Pero además se especifica una especie de derecho de retracto a favor de la nación


soberana, pues se dice, en el tantas veces referido tratado, que en caso de abandono
de Gibraltar por la potencia ocupante, tendrá derecho España a un legítimo retracto
sobre dicha plaza.
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No posee tampoco Inglaterra el llamado "jus abutendi", pues se establece bien


claramente en Utrecht "que no puede hacer modificaciones en la propiedad otorgada
sin consentimiento del soberano", que es el rey de España.

En el tratado de Sevilla, firmado en 1729, no se habla en absoluto para nada de


Gibraltar. Todo sigue igual, y lo mismo acontece en el tratado de paz y de amistad
firmado entre las dos potencias en Versalles en septiembre de 1783. Y así, hasta
nuestros días, no se ha modificado, por acuerdo de las dos potencias, ninguna de las
cláusulas firmadas solemnemente en Utrecht. Gibraltar, pues, españoles, nos
corresponde en derecho, mejor dicho, no ha dejado nunca legalmente de ser nuestro.
Y con este aval jurídico es como hemos de plantear nuestra justa y legítima
reivindicación.

f) MISION DE LA HORA PRESENTE

¡Españoles! Nuestra patria es la única nación de Europa en cuyo territorio -según frase
de Otto Jessen- tiene una colonia otra potencia extranjera. Todavía no hace mucho
tiempo que el gobierno de Londres ha tenido la osadía de "liberar a Gibraltar" como
colonia e incorporarlo -así, por la brava- al Commonwealth de naciones británicas.
Gibraltar ha de ser el primer objetivo, no el único, de nuestras reivindicaciones.
Después hablaremos de Orán, Marruecos y África Ecuatorial y Occidental...

Mientras la unidad patria no se restablezca, el rencor contra el British Empire será


superior a nuestra buena voluntad. Como muestra de esta buena voluntad por parte
nuestra, el general Franco ha propuesto, en una conferencia de prensa celebrada con
el corresponsal del "Sunday Times" en el palacio de El Pardo, en noviembre de 1951,
la apertura de unas negociaciones con Inglaterra con el fin de convertir a Gibraltar en
puerto franco bajo la soberanía de España. Inglaterra conservaría las factorías a título
de arrendamiento y con carácter temporal. A más concesiones no podemos llegar sin
merma de nuestra dignidad.

Que no se nos diga a los españoles que Inglaterra, por boca de Nelson, luchó en 1800
por "la libertad de los mares"; medio siglo después, por "la libertad de comercio"; en
1914, por "los pequeños pueblos oprimidos", y en 1940, por "la civilización cristiana".
Nosotros contestaremos a esa palabrería vana con un solo argumento: ¡¡Gibraltar!!

No nos interesa cazar con los ingleses, como lo hicieron en otros tiempos los
aristócratas anglófilos y desvergonzados, por las pendientes bruscas y los jaramales
de Sierra Carbonera, ni tampoco queremos repasar, como otros desventurados
compatriotas, los fríos cascos de la Home Fleet.

En 1704 se violó la unidad de la tierra hispana; en 1830 se llamó a Gibraltar ¡colonia!;


en 1935, con motivo del jubileo de la Corona británica, se encontraba representado en
el desfile de Londres este trozo de tierra española al lado de malayos, indios y negros.

Vamos, para terminar, a citar una frase de Napoleón, que, aunque neutral en la
contienda, se apasiona al hablar de Gibraltar: "España tiene una afrenta perenne e
imborrable: Gibraltar. Ese peñón de fatídica recordación para los españoles hiere
continuamente lo más íntimo del sentimiento patrio. Inglaterra se apoderó
alevosamente de Gibraltar."

¡Cómo nos suenan a puñaladas a los españoles los cañonazos que diariamente se
tiran en la torre de San Jorge, y que no son contestados, también diariamente, por
nuestras baterías, para demostrarles nuestra continua alerta!
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¡Vamos a iniciar el XV asedio de Gibraltar! ¿Cómo? Manteniendo la fe viva en la


justicia de nuestra causa; aprovechando todas las. coyunturas internacionales que
favorezcan su retorno a la patria, o, como ha dicho recientemente García Sanchiz,
instituyendo un homenaje anual de las banderas hispanas al glorioso pendón de
Gibraltar que, sacado por los moradores de la plaza el día de la usurpación, se
conserva en la ciudad de San Roque, por ellos fundada, a cargo de la familia de los
Domingo, o llevando a cabo, en fin, si es preciso, la interrupción del trabajo de los
doce mil obreros españoles que diariamente acuden al Peñón.

¡Españoles! La patria "confina al sur -como ha dicho José Antonio- con una
vergüenza". Nuestra generación, que no se ha doblegado ni ante el hambre ni ante las
amenazas, que ha mantenido en alto, en las circunstancias más difíciles, el honor y el
orgullo nacionales, tiene en la hora actual una misión concreta y definida: ¡el rescate
del Peñón!

¡POR LA LIBERTAD DE GIBRALTAR!

¡POR SU RETORNO A LA PATRIA!

¡ARRIBA ESPAÑA!
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GIBRALTAR, LA ESPINA ETERNA


No es un título altisonante ni un grito histérico, ni pertenece su construcción a la
psicología del momento. Ángel Ganivet, el glorioso autor del "Idearium español",
profundo filósofo, a quien se llamó "el hombre superior a su tiempo", es el creador de
la patriótica frase que encabeza este artículo.

Gibraltar no es un problema artificial creado en esta hora alocada y febril de


reivindicaciones. La diplomacia ha trabajado por su rescate, se puede decir que desde
la mala hora de la usurpación inglesa, en 1704. Ya hemos expuesto brevemente en
otras ocasiones, y en estas mismas columnas, el indiscutible derecho histórico y legal
de España sobre Gibraltar desde el mismo momento en que las fuerzas de la reina
Ana de Inglaterra, mandadas por el almirante Rooke, engañaron al valiente Diego de
Salinas, que defendía la plaza con cien hombres.

Pero el que quiera empaparse de derechos y de argumentos no tiene más que hojear
dos excelentes obras, que han tenido un gran éxito de público y de crítica:
"Reivindaciones de España", de José María de Areilza y Fernando Castiella, y "La
historia de Gibraltar", de J. Carlos de Luna. No encontrará el iug;és antídoto que anule
la excelente argumentación y el concienzudo análisis de estos autores, que, con
magnífica documentación, han logrado formar dos eruditas obras de consulta.

El Peñón de Gibraltar, la llamada "Roca de los ingleses", la única colonia en territorio


continental europeo, hoy a la Gran Bretaña no le sirve, técnicamente, para nada. Para
España es un puñal clavado en su carne. ¡Cuántos velos de las vestales de la
democracia se hubieran rasgado si España poseyera en territorio metropolitano
británico, por ejemplo, el puerto de Plymouth!

Gibraltar ya no es inexpugnable. Lo fue hasta para las lanchas bombarderas del


asedio último, que condujo maravillosamente el almirante Barceló, y las baterías
flotantes de D`Arcon, supuestas insumergibles e incombustibles, y lo fue también
frente a la "bala roja" que Lanzó al asalto el duque de Crillón.

Pero a fines del siglo pasado Navarrete planteó de nuevo la cuestión cuando
aparecieron los cañones Amstrong, de grueso calibre. Hoy, con el alcance, la
velocidad y la potencia de la moderna artillería, que ya no tiene que acercarse, sino
que alejarse del objetivo, para ocultarse y disminuir su vulnerabilidad, la vieja Calpe,
en un momento determinado, quedaría convertida en un infierno. Los muelles, diques,
almacenes, buques y depósitos de combustibles arderían en una pira volcánica
impresionante, amartillados por la herradura de fuego que empieza en Sierra
Carbonera y, apoyándose en las sierras del Nilo, de las Utreras y de la Luna, termina
en Ceuta. La población sería destruida y la escuadra abandonaría rápidamente el
puerto para huir del aniquilamiento. Únicamente aguantarían algún tiempo las baterías
ocultas y los depósitos y refugios construidos en la roca. A este infierno constante de
fuego se uniría el machaqueo periódico de los grandes bombarderos. Gibraltar
perdería al mismo tiempo su único aeródromo en nuestra frontera.

Dos ingleses, el famoso crítico militar Liddell Hart y el ex gobernador de la plaza,


Harrington, que tienen suficientes motivos para opinar, han reconocido el escaso valor
táctico de Gibraltar si España no mantuviera su neutralidad. De todas las formas, y de
siempre, el valor del Peñón ha sido más estratégico que táctico.

Por derecho y por historia, la vieja roca debe volver a España, y así lo reconocieron
desde el mismo Felipe V y Fernando Vh pasando por Floridablanca, Aranda, Godoy...,
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nuestros hombres de Estado, los mejores pensadores, historiadores y tratadistas


militares más ilustres. Entiéndase bien: Gibraltar no puede ser bandera de ningún
partido ni organización, y sería un craso error que la agitase nadie que no fuera en el
nombre exclusivo de España.

Gibraltar es la espina eterna, que decía Ganivet, y que ha dolido tanto a nuestros
abuelos y a nuestros padres como a nosotros mismos. ¡Providencial espina, que logra
fundir en un ideal común a todos los españoles! Que vuelva otra vez a la patria. para
completar nuestra geografía, y que vuelva sin sangre, sin rencor y sin estridencias. A
Inglaterra no le sirve, ni militar ni económicamente, para nada. El general Franco ha
dicho, no hace mucho tiempo: "Gibraltar, hoy, no vale una guerra. No hay sino que
esperar a que caiga, como fruto maduro, cualquier día."

Dios quiera que nuestra generación, la del 18 de julio, que sabe bastante de los
sufrimientos y de las privaciones de la guerra, y hasta del desencanto posterior, pueda
entregar a sus hijos, como su mejor ejecutoria, este pedazo de la patria, desgarrado
en mala hora de la unidad hispana.

¡Gibraltar, Gibraltar! ¡Cómo palpita el corazón, cómo se excita el ánimo, cómo nos
hierve la sangre al oír tu nombre!

José María SANZ BRIONES

(Artículo publicado en "La Voz de Castilla", de Burgos, el 24 de octubre de 1951.)


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GIBRALTAR IRREDENTO
ERA el mes de septiembre de 1941. Habíamos llegado a Algeciras -al fin- después de
una noche "verbenera", en el asmático exprés que salía la noche anterior de la
estación de Atocha. Material veterano, superviviente de una guerra fratricida.
Nosotros, modestos ex combatientes, llenos de sueño y de carbonilla, avizorábamos el
Estrecho. Divisamos en lontananza el puerto y el caserío de Ceuta. ¡África misteriosa y
soñadora En el Yebala arisco teníamos que cumplir nuestra misión de paz, misión
ecuménica de la España eterna.

De pronto un escalofrío tremendo, una emoción extraordinaria sacudió nuestro sistema


nervioso. Estábamos contemplando, un poco difuminada por la espesa bruma, desde
la terraza de un barroquísimo café del puerto, la cresta rocosa y rígida de Gibraltar, la
amplia bahía y los barcos de guerra ingleses -señores del Estrecho- en aquella
belicosa hora. También, con unos excelentes prismáticos, él símbolo de la soberanía
de S. M. británica.

Creédnoslo, porque os hablamos con el corazón: una rabia brutal se apoderó de


nosotros. La Alube de los fenicios, la Calpe de los griegos, la Gebel al Tarik de los
árabes, una de las dos columnas de Hércules de nuestra soberanía del Estrecho, la
misma tierra españolísima de la Línea de la Concepción está cortada por una frontera
artificial, creada por el engaño perpetrado por el almirante inglés sir Jorge Rooke, del
que fue víctima el sargento general de batalla -general de artillería- don Diego de
Salinas, que defendía la plaza con cien hombres y doce cañones en nombre de Felipe
de Anjou, coronado Felipe V. Un pleito de familia -dichosa guerra de Sucesión que
pagó España con creces, y cuyo precio hubiera sido mayor si las fuerzas del príncipe
Hesse-Darmstadt, que guerreaba en nombre del pretendiente Carlos de Austria,
hubieran podido crear otros "Gibraltares", como pretendieron, en Barcelona o en
Valencia.

***

Al atardecer entrábamos en La Línea. A un paso, la bandera británica; detrás,


Gibraltar. La misma tierra, el mismo paisaje, las mismas gentes, la misma ¡España!
Pero una frontera cruel mutila allí mismo la unidad sagrada de la geografía hispana.
Nosotros, españoles, teníamos prohibido el paso a una tierra propia, que está allí, a
cien metros, esperando con ansia, con dolor y con rabia, el día de la liberación, la
ausencia definitiva del constante "Have you?... I have... I love".

Dos oficiales ingleses coincidieron con nosotros en un lugar de La Línea. En honor a la


verdad, eran dos caballeros distinguidos, educados y amables. Uno de ellos hablaba
regularmente el castellano.. Empezó una ardorosa y apasionada discusión.

Defendíamos patrióticamente nuestros opuestos puntos de vista sobre la legitimidad


de la ocupación del Peñón. Nosotros citamos a los oficiales ingleses dos testimonios
irrecusables de dos patriotas británicos, liberales avanzados por más señas, Cobden y
Bright, y que a continuación repetimos. Dijo Cobden en diversas ocasiones y en los
Comunes: "Únicamente motivos inconfesables pueden justificar la persistencia del
pabellón inglés en Gibraltar." Pero Bright arremetía aún con más fuerza: "Inglaterra
tomó posesión del Peñón sin hallarse efectivamente en guerra con España, y lo
retiene actualmente contra todos los principios de la moral."
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Nuestros colegas acusaron el golpe de forma insospechada, pero no contraatacaron;


se limitaron a callar. Había ganado España, holgadamente, el primer asalto, vamos a
llamarle, jurídico y moral.

Nos preparamos para, con más ímpetu, atacar en el segundo "round", táctico por
excelencia. Citamos los testimonios del famoso crítico militar Lidel Hart, del capitán de
navío Cecil Baltine, del ex gobernador de la plaza Harrington, de lord Strabolgi (que
propugnó, el cambio por Ceuta), y del almirante Usborne, todos ellos ingleses de pro,
los cuales, en sus concienzudos estudios sobre el Peñón, insisten en la inutilidad de la
vieja Calpe, no contando con la neutralidad de España. También acusaron estos
valiosos argumentos nuestros camaradas británicos. Tácticamente, Inglaterra había
sido derrotada por amplio margen de puntos.

No se rompió por ello la incipiente amistad. Aquella tarde, sirviéndonos de


salvoconducto los oficiales británicos, cruzábamos la desgraciada frontera, y después
de un paseo salpicado de bares y salas de fiesta, cenábamos en un lindo chalet,
desde el cual se domina maravillosamente la bahía de Algeciras.

Nos colmaron de atenciones. Ya en la madrugada, cuando la dinámica manzanilla


española había surtido su efecto, en ese momento clásico de las tormentas de Baco,
en que se abren de par en par las puertas del corazón, insistimos en que Gibraltar no
era un problema artificial creado en esta hora alocada y febril de reivindicaciones; que
la diplomacia, la política y las armas habían trabajado constantemente por su rescate
desde la mala hora de la usurpación. Inesperadamente, uno de los oficiales ingleses
se confesó ante nosotros de forma francamente sincera. "Escuché vuestros
argumentos en La Línea -dijo nerviosamente- con mucho interés, y puede ocurrir que
la razón esté de parte de España; pero a la Gran Bretaña, desde la heroica defensa
del general Elliot, el Peñón le ha costado muchas vidas y... muchas libras. Nosotros no
podemos ceder nunca el Peñón sin una fuerte compensación., a pesar de su ya
escaso valor táctico. Gibraltar es la colonia mimada del Imperio".

Al oír esto, el oficial español que nos acompañaba le contestó a bocajarro: "¿Entonces
usted cree que debemos matarnos para conseguir la vieja roca?" Ante tan incisiva
pregunta nuestro camarada británico contestó imperturbable: "Eso nunca; la
diplomacia lo resolvería."

***

Al regresar a Algeciras, ya casi de día, meditaba en el coche las ideas expuestas por
el capitán inglés, y creí ver en ellas cierto tono esperanzador. Me pareció interpretar en
las palabras sinceras de nuestro colega británico el pensamiento del ejército de Albión
sobre este delicado . tema.

El Peñón de Gibraltar, la única colonia en territorio continental europeo, por derecho y


por historia debe volver a España. Así lo reconocieron desde el mismo Felipe V,
pasando por Floridablanca, Aranda, Carlos III, Alfonso XIII, nuestros hombres de
Estado, los mejores pensadores, historiadores yo tratadistas militares más ilustres.
Que vuelva otra vez a la patria para completar nuestra geografía, y que lo haga sin
sangre, sin rencor y sin estridencias. "Gibraltar, hoy, no vale una guerra -ha dicho el
Caudillo-. No hay sino que esperar a que caiga, como fruta madura, cualquier día."

Brindamos la emoción imborrable de aquellos momentos vividos en la vieja roca, en


que sentimos con más fuerza "la espina" eterna de Ganivet, y que, según Sagasta,
"llevamos clavada en el corazón los españoles", la espina de GIBRALTAR
IRREDENTO, porque nuestra generación, la del 18 de julio, pueda entregar a sus
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hijos, como su mejor ejecutoria, este pedazo de la patria, desgarrado en mala hora de
la unidad hispana.

"LA PATRIA CONFINA AL SUR CON UNA VERGUENZA", dijo José Antonio. Nuestra
generación, que no se ha doblegado ni ante el hambre ni ante las amenazas, que ha
mantenido en alto, en las circunstancias más difíciles, la bandera del honor y del
orgullo nacional, tiene en las hora actual una misión concreta y definida: "EL
RESCATE DEL PEÑON".

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