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Debo dejar de ser un niño que se distrae con los fuertes guerreros
que hago con mis deditos…ya tengo ocho y en mi futuro no viajaré en
aeroplano por seguir fantaseando…qué malo he sido al soñar
despierto y al seguir pensando puerilmente…prometo desde esta
clara noche de estrellas orgullosas, ser un adulto encerrado en este
pequeño cuerpo…
Mis amigos ríen entre la sucia caja de arena, el viejo árbol de frutas
secas y el humeante tobogán recién instalado…mi corazón late con
fuerza, las rodillas danzan encantadas con el son de la inseguridad y
la derrota…mis padres verán decepcionados la letra carmesí con la
que han marcado mi hoja. Sabrán que ya no seré aviador…
No soporto más que se asombren por la letra gigante y roja que lleva
mi examen final de religión…algunos me miran y se burlan, otros
menos amigos me dan una calurosa bienvenida a sus ociosos
grupos…siento rabia contra mi mismo y contra mi torpeza, que
gentilmente la profesora me ha hecho ver en frente de mis amigos…
pero el lío más grande está por llegar…
El autobús avanza tan raudo, como el viento que llevó a mis manos la
hoja que guardo con tan profunda tristeza en el fondo de mi bolsillo
izquierdo…se detiene en frente de la casa de sólo un piso pintada de
blanco mate y ahí está ella esperando mi llegada con un cálido abrazo
de dama preocupada…pobre ella…no sabe aun la noticia tan amarga
que le espera…
Señora, perdóneme…la letra que hay en mi hoja de examen dice que
soy un gran tardo…lo siento, ya no podré ser lo que te había
prometido desde siempre…perdón madre…ya no seré aviador.