Podría pensarse que cuando hablamos de amar o de querer
estamos hablando de lo mismo. Pero no sólo es distinto, sino que puede ser todo lo contrario.
Cuando amamos aceptamos a los seres queridos como son y
vemos ante todo sus cualidades, animándolos a ser lo mejor que puedan ser. Cuando los queremos nos centramos es en sus defectos y exigimos que los cambien para que sean lo que soñamos.
Cuando amamos somos generosos con los seres queridos, damos
con gusto y sin llevar cuentas ni esperar nada a cambio. Cuando los queremos damos sólo lo que nos conviene, o reclamamos retribuciones por lo que les hemos dado
Cuando amamos disfrutamos con los triunfos de los seres
queridos, pero estamos a su lado para apoyarlos cuando fallan. Cuando los queremos asumimos sus éxitos y fracasos como propios, vanagloriándonos de los unos y rechazándolos por los otros.
Cuando amamos procuramos liberar a los seres queridos,
promoviendo su autonomía y sus atributos para que puedan ser los protagonistas de su vida. Cuando los queremos procuramos controlarlos y resolverles la vida para mantenerlos dependientes.
Cuando amamos cuidamos a nuestros seres queridos como si
fueran un tesoro, y los tratamos siempre con respeto y consideración. Cuando los queremos no tenemos reparo en ofenderlos o humillarlos en aras de corregirlos.
Cuando amamos creemos que nuestros seres queridos son lo
máximo. Cuando los queremos vivimos comparándolos y presionándolos para que sean mejores que los demás.