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Hay muchas formas de adquirir tecnología, como las licencias, la contratación externa de
la investigación y desarrollo (I+D) o la participación en proyectos conjuntos con otras
empresas y organizaciones de investigación.
Cuando se trata de nueva tecnología, las empresas deben elegir entre "hacerla o
comprarla" y, si optan por esto último, entre adoptar una estrategia incorporada o
desincorporada. La adquisición externa ofrece un rápido acceso al conocimiento
tecnológico, algo muy importante cuando la empresa no está familiarizada o no es
competente en un mercado o una tecnología nuevos. Con todo, si las capacidades
tecnológicas de la empresa no están a la altura de la capacidad de transmisión de la
fuente, el resultado es un tapón importante. Y resulta muy caro solventar ese problema.
Por ello, las empresas suelen movilizar sus recursos internos.
Cassiman y Reinhilde sostienen que no deberían pasarse por alto las posibilidades de
combinar tipos de adquisición externa a modo de estrategia de innovación
complementaria. Aunque las estrategias sean excluyentes a nivel de proyecto, la
combinación de fuentes externas crea un amplio margen para complementariedades,
sobre todo a nivel de la empresa, más allá de los proyectos. En cualquier caso, la
adquisición externa, sea cual sea la estrategia que se siga, aumenta la innovación
.
La combinación de fuentes es una buena estrategia, pero depende de una serie de
factores: la dependencia de la I+D; el tamaño de la empresa y la capacidad para absorber
nueva información tecnológica. La decisión sobre la adquisición externa también depende
de la tecnología utilizada y de lo transferible que sea ésta en el mercado. La decisión no
es fácil pero si la estrategia es la acertada, el know-how externo puede aumentar la
eficiencia de la I+D interna.