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WALTER BENJAMIN POES{A Y CAPITALISMO Iluminaciones II Prologo y taduecién de Jesos Acuna taurus ; ra EL eFLANEUR» El escritor, una ver que ha puesto el pie en el mercado, mira el panorama en derredor. Un nuevo género literatio ha abierto sus primeras intentonas de orientacion. Es una literatura panorémica. Le livre des Cent-et-Un, Les Frav ais peints par euxmémes, Le diable & Paris, La grande ville, disfrutaron al mismo tiempo que los panoramas, y no por azar, de los favores de a capital. Esos libros cor sisten en bosquejos, que con su ropaje anecdético diria- ‘mos que imitan el primer término plastico de los panora- ‘mas € incluso, con su inventario informativo, si trasfon- do ancho_y tenso. Numerosos autores les prestaron sit contribucién. Estas obras en colaboracién son el sedi- ‘mento de! mismo trabajo literario colectivo que Girardin habia albergado por vez primera en el folletén. Eran ves- tuatios de salon para eseritos que de por si venian mar ceados del baratijo callejero. En ellos ocuparon sitio pre- ferente los insignificantes cuadernos que se lamaban «ft. siologias», Siguen las huellas a Upos como los que le salen al paso al que visita el mercado, Desde los tenderos ambulantes de los bulevares hasta los elegantes en el «fo- yer de la Opera, no hubo figura de la vida parisina que ino perfilase el fisidlogo. El gran momento del género coin- cide con el comienzo de los alos cuarenta. Es la escuela superior de los folletones; Ia generacién de Baudelaire ha cursado en ella, Que a éste tuviese poco que decitle, muestra lo pronto que anduvo su propio camino. 49 — En 1841 se lleg6 a contar con setenta y seis fisiologias A partir de este ano decayé el género; desaparecié con la ‘monarquia burguesa. Era pequefioburgués desde sus raf ces. Monnier, el maestro del género, era un cursi dotado de una extraordinaria capacidad para la observacién de sf mismo. Jamés traspasaron las fisiologias tan limitado horizonte. Después de haberse dedicado a los tipos, Ie HHegé el turno a la fisiologia de la ciudad. Aparecicron Paris la nuit, Paris a table, Paris dans l'eau, Paris a cheval, Paris pittoresque, Paris marié. Cuando se agot6 el filén se produjo un verdadero atrevimiento: Ia «fisiologia» de los pueblos. Tampoco se olvidé Ia «fisiologias de los ani- males que desde siempre resultaban muy recomendables ‘como tema inocente. Porque lo que importaba era Ja ino- cencia. Eduard Fuchs, en sus estudios sobre la historia de la caricatura, advierte que en los comienzos de las fisiologias estén las Hamadas leyes de setiembre, es decir, las exacerbadas medidas de censura de 1836, Por medio. de ellas se separé de golpe de la politica a un grupo de artistas capaces y adiestrados en la sitira. Y si logré éxito ‘en lo grafico, con mayor razén tenia que lograrlo en la literatura la tal manfobra del gobierno. Ya que en ésta no habia una energia politica que pudiese compararse con Ja de un Daumier. La reaccion es, por tanto, el presupuesto, spor el que se explica la colosal revista de la vida bur- guesa que... se establecié en Francia... Todo desfilaba ‘como por encima... dias alegres y dias de luto, trabajo y descanso, costumbres matrimoniales y usos propios de los célibes, familia, casa, hijos, escuela, sociedad, teatro, tipos, profesiones»* ‘Lo apacible de estas pinturas se acomoda al habito del aflameur»* que va a hacer boténica al asfalto. Pero ni si- Ce. Cuunuss Lousnnas, «Statistique littéraire de la produc. tion intellectullo en France depuis qulize anse, Revue des dewe ‘modes, 15 de noviembre de 18, pag. 58. Pouann Ports, Die Karikatur er europdischen Valker, Mu rich, 1921, vol. 1, pag. 362. En texto alemén original cl autor emplea. siempre et ‘érmino en frances. Segulmes pues su decision, sin dude apovad fn la referencia coastante que hace de este hambre que vagabut = 50 — quiera entonces se podia ya callejear por toda la ciudad. Antes de Haussmann eran raras las aceras anchas para los ciudadanos, y las estrechas ofrecian poca proteccién de los vehicules, Dificilmente hubiese podide el callejeo desarrollar toda su importancia sin los pasajes. «Los pac sajes, una nueva invencién del Iujo industrials, dice una guia ilustrada del Paris de 1852, «son pasos entechados on vidrio y revestides de mérmol a través de toda una masa de casas cuyos propietarios se han unido para tales especulaciones. A ambos lados de estos pasos, que reciben su luz de arriba, se suceden las tiendas més clezantes, de modo que un’ pasaje es una ciudad, un mundo en pe. quefio». Yen este mundo esta cl «flaneur» como en si casa; agenciaba cronista y fil6sofo «al lugar preferido por los paseantes y los fumadores, al picadero de todos los pequenos empleos posibless . A sf mismo se agenciaba lun medio infalible de curar el aburrimiento que medraba facilmente bajo Ia mirada de basilisco de una reaccién saturada. He aqui una frase de Guy que nos transmite Baudelaire: «.. quien se aburra en el seno de la multitud, es un imbécil, un imbécil y yo lo desprecio»'. Los pasajes son una cosa intermedia entre la calle y el interior. Si queremos hablar de un mérito de las fisiologias, citare mos el bien probado del folletén: a saber, hacer del bu: levar un interior. Bl bulevar es la vivienda del «flineurs, ‘que esta como en su casa entre fachadas, igual que ef burgués en sus cuatro paredes. Las placas deslumbrantes yy esmaltadas de Ios comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués una pintara al 6leo en el sal6n. Los muros son el pupitre en el que’ ‘apoya su cuadernilio de notas, Sus bibliotecas son los kioscos de periddicos, y las terrazas de los cafés balco- nes desde los que, hecho su trabajo, contempla su nego- cio. Que la vida sélo medra en toda su multiplicidad, en Ja Fiqueza inagotable de sus variaciones, entre los ado- dea, que eallejea, de este paseante en Cortes, que dirfamos en ‘asiellano, ala ciudad de Paris (N. del T), Punvinad WON Galt, Paris wd seine Salons, vol. 2, Olden- arg, 1845, pag. 2, "1, pag 33. st quines grises y ante el trasfondo gris del despotismo: éste era el secteto pensamiento politico del que las fisio- logias formaban parte, Socialmente no eran sospechosos estos escritos. Una cosa tienen en comtin las largas series de caracterizacio- nes, estrafalarias 0 sencillas, simpiticas 0 severas, que las fisiologias presentaban al lector: su inoveneia, su bona cchoneria consumada, Semejante parecer sobre’el_ pr6ji ‘mo estaba demasiado lejos de la experiencia para que no se escribiese por causas desacostumbradamente polémi eas. Procedia de una inquictud de indole muy especial Las gentes tenian que arroglirselas con una nueva situa: ‘ion, bastante extrafia, que es peculiar de las grandes ciudades. Simmel ha retenido lo que aqui esta en cues. ‘ién con una formulacién feliz: «Quien ve sin ofr, esti ‘mucho més... inguieto que el que oye sin ver. He aqui algo ccaracteristico para la sociologia de la gran ciudad. Las relaciones alternantes de los hombres en las grandes ciudades... se distinguen por una preponderancia expresa de la actividad de los ojos sobre la del ofdo. Las eausas principales son los medios piiblicos de transporte. Antes del desarrollo de los autobuses, de los trenes, de los tran- vias en el siglo diecinueve, las gentes no se encontraron cen la circunstancia de tener que mirarse mutuamente lat- {gos minutos, horas incluso, sin dirigirse la palabra unos a otrose La nueva situacién no era, segin Simmel re- ‘conoce, precisamente hogarefia. Ya Bulwer instruments ‘su descripcién de los hombres de las grandes ciudades en Eugen Aram refivigndose a la observacién goethiana dde que todo hombre, el mejor igual que el mas miserable, Teva consigo un misterio que, de ser conocido, le haria ‘odioso a todos los demas’. ¥ las fisiologias eran buenas para dejar de lado como de poca monta semejantes re- presentaciones inquietantes. Si se nos permite decirlo asi, hacfan como de orejeras para el eestapido animal de cit: £ Goons Stan, Soziotoge, Berlin, 1958, nb. 486, * Eowann Gunny Butwar Lxrv0x, Eugen Aram. A tale, Paris, 1892, pg. 314. -2- dad+*, del que habla Marx. La limitacién fundamental que daban, sl era necesario, a su vsién, Ta muestra tna descripeisn. del proletario francés en Physiologie de Pt dusirie francaise de Foucaud: «Para el obrero un goce tranguilo es ni més ni menos gue agotador. Ya puede ser la casa que habita, bajo un cielo sin mubes, verde y es tar penetrada por el aroma de las flores yanimada por los trinos de Tos pajaros, que se encontrard desocupado. Es inaccesible a los atractivos de la soledad. Pero si por ex sualidad llega a sus oidos un tono o un sibido agudos desde una fabrica lejana.., si eseucha el sonsonete mo- notono que proviene del molino de una manufactura, se slegra en sepuida su frente. Ya ni percibe el selecto per- fume de las flores. El humo de las chimeneas de las f bricas, los golpes estremecedores de Tos yungues Te hacen temblar de gozo. Recuerda entonces los. dias venturosos de su trabajo guiado por cl espiritu inventors El em: presario que leia esta descripeion, se retiraba a deseansar uizé mas sosegado que nnea De hecho lo que estaba mas a mano era dar @ las gen: tes, a unos de otros, una imagen alegre. A su manera ur dian asi las fisiologias la fantasmagoria de la. vida pa- risina. Tal procedimiento sin embargo no podéa Hevar muy lejos. Las gentes se conocian entre sf como deudores ¥ acreedores, como vendedores y clientes, como patronos ¥ empleades y, sobre todo, se eonocfan como eompetido res. Ala larga’no parecia demasiado prometedor desper. tar en ellos respecto de sus colegas Ia representacién de un ser tan inocente. De ahf que pronto se formase en este sgénero otra opinién del asunto que tendria efectos mucho Inds tnicos, Se retrotrac hasta las fisonomias del siglo dicciocho. En cualquier easo poco tiene que ver con los Sélidos empefios de aquellas. En Lavater 0 en Gall entra ba en juego un auténtico empirismo junto con la especu- lacion y la extravagancia. Los fisidlogos vivian de su cré dito sin dar nada de lo que era suyo. Ascpuraban que * eMare und Hogels aber Feverbachs, Marstngels Archi, Zeieschrft des Mars-Engeletnstiuts, Faakturt (926), pa. 2 *"Fovcatn, op. ett, pag. 222. 3 — cualquiera, incluso el ayuno de todo conocimiento ‘del ema, estaba en situacién de descifrar Ia profesién, el ca- nicter, la extraccién y el modo de vida de los viandantes, En ellos ese don se presenta como una capacidad que las hhadas Je han puesto en la cuna al habitante de la gran iudad. Con semejantes certezas estaba Balzac, y mis que nadie, en su elemento, Le iban bien a st preferencia por enunciados sin limitaciones. «El genio», escribe por ejemplo, «es tan perceptible en el hombre que hasta el ‘mis inculto, euando se pasea por Paris, si se cruza con un gran artista, sabra en seguida donde esta», Delvau, amigo de Baudelaire y el mas interesante entre los pe: guefios maestros del folletén, pretende distinguir al pit Dlico de Paris en sus diversas capas sociales tan facil: ‘mente como un gedlogo distingue las formaciones en las, rocas. Si algo semejante fuese factible, no seria entonces Ja vida en la gran ciudad ni mucho menos tan inquietante como a algunos les parecia probable, Se trataba entonces nada mas que de una floritura, cuando Baudelaire se pre sgunta: «¢Qué son los peligros del bosque y de la pradera ‘comparados con los conflictos y los choques cotidianos de la civilizacion? Ya enlace a su victima en el bulevar, ya atraviese su presa en bosques desconocidos, ¢no sigue siendo el hombre eterno, el animal de presa mas per- Fecto2" Para sa vietima utiliza Baudelaire la expresisn «duper; el término designa al engafiado, al que se deja levar de la nariz; es la contrapartida del buen conocedor de hom- bres. Cuanto menos sosegada se hace la gran ciudad, tan to mayor conocimiento de lo humano, se pensaba, seré necesario para operar en ella, En realidad la agudizada Tucha por la competencia lleva sobre todo a que cada uno anuncie sus intereses imperiosamente. El conocimiento preciso de éstos sirve con frecuencia mucho mejor que el del mismo ser, cuando lo que hay que hacer es valorar ‘el comportamiento de un hombre. Por tanto, el don, del ‘que tan de buen grado se ufana el «flineurs, es mas bien (oot Balzac, Le cousin Pons, Paris, 1914, pag. 120. Pi 67. ss tuno de Ios fdolos vecinos a Baco en el mercado, Baude- Taire apenas ha venerado dicho idolo. La fe en ci pecado original le hacia inmune contra la fe en el conocimiento de los hombres. Se emparejaba en esto con de Maistre, {ue por su lado habia aunado el estudio del dogma con Ia aficign a Baco. Pronto quedaron abolidos los metoduelos que los fi: sfologistas vendian al mejor postor. Por el contrario, un ran futuro Ie estaba destinado a la literatura que se ate ria los lados inquietantes y amenazadores de la vida Urbana, También dicha literatura tenia que habérselas con la masa. Pero procedia de otra manera que las fisio Togias. Poco le importaba determinar los tipos; més bien perseguia las funciones propias de la masa en Ia gran ciudad. Entre ellas toma aires de urgencia una que ya un informe policial destacaba en las postrimerias del siglo diecinueve, «Es casi imposible», escribe un agente secreto parisino en el afio 1798, «mantener un buen modo de vivit ‘en una poblacién prietamente masificada, donde por asi decirlo cada cual es un desconocido para todos los demas y no necesita por tanto sonrojarse ante nadie» ". Aut la ‘masa aparece como el asilo que protege al asocial de sus perseguidores. Entre sus lados mas amenazadores se anun- id éste con antelacién a todos los demas. Esti en el ori sen de la historia detectivesca. En los tiempos del terror, cuando cada quisque tenia algo de conspirador, cualquiera Hegaba a estar en situa- cin de jugar al detective. Para lo cual proporciona el vagabundeo la mejor de las expectativas. «El observadors, dice Baudelaire, «es un principe que disfruta por doquier de su incognito» *, Y si el «flineur» llega de este modo a ser un detective a su pesar, se trata, sin embargo, dé algo que socialmente le pega muy bien. Legitima su paseo ocio- 80, Su indolencia es solamente aparente. Tras ella se oculta tuna vigilancia que no pierde de vista ai malhechor. ¥ asi es come el detective ve abrirse a su sensibilidad campos Git, en ADoLImE Semaor, Tableaux de ta révotution frame ‘guise, publies sur Tes, papiers inddits du département ct de la police Secrate de Paris, vol. 3, Leipig. 1870, pa. 7. OT, pig. 338, 38 bastante anchurosos, Conforma modos del comportamien to tal y como convienen al «tempo» de la, gran cludad. Coge las cosas al vuelo; y se suetia cercano al artista. Todo el mundo alaba el lapiz velo. del dibujante. Balzac quiere que la maestria artistica esté en general ligada al captar rapido * La sagacidad criminalista, unida a la amable negligen- cia del «flineur», da el boceto de Dumas Mohicans de Paris. Su héroe se resuelve a entregarse a las aventuras persiguiendo un Jirén de papel que ha abandonado a los juegos del viento, Cualquiera que sea la huella que el «flineur» persiga, le conduciré a un erimen. Con lo cual apuntamos que la historia detectivesca, a expensas de sti sobrio célculo, coopera en Ia fantasmagoria de la vida parisina. Aun no glorifica al criminal; pero sf que glo rifica a sus eontrarios y sobre todo a las razones de la ceaza en que éstos le persiguen, Messac ha mostrado cudl {sel empeiio en adueir en esto reminiscencias de Cooper“ Lo mis interesante en la influencia de Cooper es 10 si- guiente: que no se la oculta, sino que mas bien se hace de ella ostentacidn. En los Mohicans de Paris citados, di cha ostentacion est ya en el titulo; el autor promete al lector abrirle en Parfs una selva virgen y una pradera, El grabado del frontispicio del tercer volumen muestra ‘una calle poco transitada entonces y lena de maleza; Ia leyenda de tal vista dice: «La selva virgen en la rue En: fer.» El prospecto editorial de la obra abarca esta relacién on una floritura de gran aliento en la que nos permiti- ‘mos presumir la mano de un autor entusiasmado eonsigo mismo: «Paris — los mohicanos... estos dos nombres re- otan uno contra otro como el quién vive de dos des conocidos gigantescos. A ambos los separa un abismo; yy éste esta sacudido por las chispas de esa Iuz eléctrica ‘que tiene su foco en Alexandre Dumas.» Ya antes Féval habia colocado a una piel roja en aventuras urbanas. To- Bs Straphia, Balzac habla de na isin riplda, cuyas per expelones poner ei cums suites dispose Gea Yontase os Daljes mie opuaits ol Get “Cr. Roce Mrssic, Le eDetectif novel» et Tnfluence de a pensée setentfique, Pais, 1923 — 56 — vvah es su nombre y logra, durante un paseo en berlina, arrancar la cabellera a sus cuatro acompafantes blancos sin que el cochero lo advierta en absolute. Les Mysteves de Paris sefialan ya al comienzo a Cooper, prometiendo que sus héroes de los bajos fondos parisinos «no estin ‘menos apartados de la civilizacién que los salvajes que Cooper representa tan acertadamente». Pero es especial mente Balzac quien no se eansa de referirse a Cooper como ejemplo, «La poesia del terror, de la que estin Hlenos los bosques americanos en los que tribus enemigas se encuentran en el sendero de la guerra, esa poesia, que tan bien le viene a Cooper, se adecia exactamente hasta en los minimos detalles a Ia vida parisina, Los transeiintes, los comercios, los coches de alquiler oun hombre que se apoya en una ventana, todo ello interesaba a las gentes de la guardia de corps de Peyrades tan ardientemente como tun tronco de arbol, una guarida de castor, una roca, una piel de biifalo, una canoa inmévil 6 una hoja que se mue- ve interesan al lector de Cooper.» La intriga de Balzac es rica en formas de juego que estén entre las historias de indios y las de detectives. Hubo quien pusiera tem: Prano reparos a sus emohicanos en "spencer" y a sus “hurones en levita"s™. Por otro lado, Hippolyte Babou, siempre cerca de Baudelaire, escribe retrospectivamente fen el afio 1857: «Balzac rompe las paredes para abrir ‘camino libre a la observacién..., escucha en las puertas..., Se comporta, segiin dicen gazmofamente nuestros vect nos los ingleses, como police detective» ", Las historias de detectives, cuyo interés reside en una construccién légica, que como tal no tiene por qué ser propia de las narraciones de erimenes, apatecen por p mera vez. en Francia al traducirse los cuentos de Poe: El misterio de Marie Rogét, Los crimenes de la calle Mor- gue, La carta robada. Con la traduccion de estos mo- delos adopt6 Baudelaire el género. La obra de Poe penetts por entero en la suya; y Baudelaire subraya este estado © Ctr. Anon Le Breton, Balzac, Paris, 195, pie. 83, & Hrrovrne Banoo, Le vérlté sur te eas de Mi Champfleury, i, 1897, pag. 3 —s7— de cosas al hacerse solidariv del método en el que coin ciden todos los géneros a los que se dedicé Poe. Poe fue uno de los técnicos mas grandes de Ia nueva literatura El ha sido ef primero que, como advierte Valéry", intents la narracién cientifica, Ia cosmogonia moderna, la expo- sicién de manifestaciones patologicas. Estos géneros te njan para él valor de ejecuciones exactas de un método para el que reclamaba vigencia general, En lo cual Bau. delaire se pone por completo a su lado y escribe en el sentido de Poe: «No esta lejos el tiempo en el que se comprendera que toda literatura que se rehuse a marchar fraternalmente entre la ciencia y Ia filosofia es una lite ratura homicida y suicida»™. Las historias de detectives, las mas ricas en consecuencias entre todas las asecuciones de Poe, pertenecen a un género literario que satisface al postulado baudelairiano, Su andlisis constituye una parte del andlisis de la propia obra de Baudelaire, sin Perjuicio de que éste no escribiera ninguna historia se- mejante. Les Fleurs du mal conocen como disiecta mem- bra tres de sus elementos decisivos: la vietima y el lugar del hecho (Une martyre), el asesino (Le vin de Vas sassin), Ia masa (La erépuscule du soir), Falta el cuarto, ue permite al entendimiento penetrar esa atmésfera pre ada de pasidn, Baudelaire no ha escrito ninguna historia de detectives, porque Ia identificacién con el detective le resultaba imposible a su estructura pulsional, El calcu lo, el momento constructivo, cafan en ¢! del lado asocial Y éste a su vex total y enteramente del de la erueldad. Baudelaire fue un lector de Sade demasiado bueno para poder competir con Poe *. El contenido social originario de las historias detecti- vescas es la difuminacién de las huellas de cada uno en la multitud de la gran ciudad. Poe se dedica a este tema penetrantemente en El misterio de Marie Rogét, su cuen- to de erfmenes mis extenso. Cuento que ademas es el "fr. a introduccién de PAUL VaLiRy & 1928) de E25 Fleurs du Mal ‘Tid, T, pas. BA + 8 vreclto volver slampre a Sade.. para explcar el mal”, 1, ig. 008 Cdicion Cxts. (Pars, 38 prototipo de la-valbracién de informationes de perigdico fn orden al descubrimiento de crimenes, El detective de Foo, el caballero Dupin, no trabaja sobre la base de ins pecciones ciate, sino sobre lade os informes de la Prensa darn. Un periodico, Le Cominercel sostene la Upinign de que a Marie Roget, la asesinada, Ia quitaron de en medio los criminaler inmediatamente despues de aie hubo abandonado la casa materna, «°Es imposible aque tna persona tan popularmente conocida como la fo ven wictima hbiesn podido caminar tres eras sin que ta vera ugaien,y cualquiera que la hublese visto Tee cordaria." Esta idea nace de un hombre que reside hace ‘mucho en Pars, donde esta empleado y cuyas andanvas indad de las oficinas pablicas, Sabo que fara veces 8 Sleja mas de doce cuadras de su oficina sin ser recono- Cio o sahudado por alguien, Frente a la ampltud de sus jones personales, compara esta notoriedad con la de Ia oven pertamista, sin adverir mayor. diferencia entre mba, llega ala conclosion de que, cuando Marie sala Ae paseo no tardaba en ser reconoctdn por diversas per tones, como en au caso, Pero exio podria eer Serio si Marie hubiese cumplide Winerarios tegulares y meted Con, tan restringidos como los del redactor,yanlogos Sos suyos. Nuestro razonador va y viene intervals repularey dentro de una periferi imitada, lena de per tomas que fo eonocen porque sus Tos suyos, puesto que se ocupan de tareas andlogas. Pero cabe suponer que os paseos de Marie carecan de ru bo precino. En este caso particular lo mas probable esque haya tomado por un camino distinto de sus iincrarios acostumbrados. El patalslo que suponemos cxsta en la tente de Le Commerce! xia ex defenditie xi se trata de dos personas que atraviesan la cudad de extremo a extre mmo, En este caso, simaginamos que ls relaciones peso- miles de cada uno son equivalentes en numero, tambien {erin iguals las postilidades de que cada uno cncuentre nish einer de persons colmelina Por mi part bo sdlo creo posible, sino muy probable, que Mari haya Sndado por lay diversas calles que nen su casa con It = 59 = de su ta sin encontrar a ningin conocido. Al estudiar éste aspecto como eorresponde, no se debe olvidar nunca la tzan despreporin entre as relciones personales i ‘lso las del hombre mas popular de Paris) yl poblacion total de la ciudad», ei ree Dejando de lado el contexto que provora en Poe estas refleiones, el detective pierde su, eompetencla, pero el problema no pierde su lgencia, Est, por cierto, un poco Entornado en la base de uno de los mds famosos poctas de Tes" Fleurs dhe mal, del sonsto A ume: passant sla rue assourdissante autour de moi hurlait. Longue, mince, en grand deuil, douleur majestueuse, Une femme passa, d'une main fastueuse Soulevant, balancant le feston et Vourlet; Anil et noble, avec sa jambe de statue. oi, je buvais, crispé comme un extravagant, Dans son oeil, ciel livide oft germe Fouragan, La douceur qui fascine et le plaisir gui tue. Un éclair.. puis ta nuit! - Fugitive beauté Dont le regard me fait soudainement renaitre, Ne te verrai-je plus que dans l'éternite? Ailleurs, bien loin d'ici! trop tard! jamais peut-étret Car fignore oi tu fuis, tu ne sais od je vais, 0 toi que j‘eusse aimée, 6 toi qui le savais!»™, El soneto A une passante no presenta «ta mulitud como asilo del criminal, sino como el del amor que se le feseapa al poeta, Cabe decir que trata de la funcion de la multitud no en la exsteneia del cludadano, sino eu la del erotico. Dicha funcién aparece a primera vista como ne- gativa: pero no To es. La aparcion que le fascinn, lejos, may Tejos de hurtarse al erdtico nla mllitad, es en la Iulitad donde Unicamente se le entrega, El encanto. del acm Auan Po, Centos, trad de 1. Corer, pgs. 48 488, Madrid, 1970. 7 ‘Tid, , pg. 106. habitante urbano es un amor no tanto a primera como a liltima vista, El «jamais» es el punto culminante del en- ‘cuentro en el cual la pasién, en apariencia frustrada, bro- ta en realidad del poeta como una llama. ¥ en ella se claro que no se eleva de ella ningin ave fénix imo nacimiento del primer terceto abre tun pano. rama del suceso que se manifiesta muy problematico a la luz de Ia estrofa precedente. Lo que hace quo el cuerpo se contraiga en un espasmo no es la turbacién por eso ‘cuya imagen se apadera de todos los recintos de st ser, tiene més del choque de un imperioso antojo que se le viene encima sin aviso alguno al solitario, El aditamento ‘comme un extravagant» casi lo expresa; el tono que dis- pone el poeta, segiin el cual la aparicién femenina esta de luto, no se para en ocultarlo, En realidad hay una hon- da ruptura entre el primer cuarteto, que abre la escena, y los tercetos que la transfiguran, Al decir Thibaudet de estos versos «que slo pudieron surgir en una gran ciu- dado", se queda en su superficie. Su figura interior se acrisola al reconocerse en ellos el amor mismo estigma- tizado por la gran ciudad *. Desde Luis Felipe encontramos en la burguesia el em- pefio por resarcirse de la pérdida del rastro de la vida privada en la gran ciudad. Lo intenta dentro de sus cls- tro paredes. Es como si hubiese puesto su honor en no dejar hundirse en los siglos ese rastro sino de sus dias sobre esta tierra, si al menos de sus articulos y requis tos'de consumo. Incansable Je toma las huellas a toda luna serie de objetos. Se preocupa por fundas y estuches para zapatillas y relojes de bolsillo, termémetros y hue- veras, cubiertos y paraguas. Prefiere las fundas de ter ciopelo y de felpa que conserven la huella de todo con- = Aumerr Tinsavver, Inérieurs, Parts, 1924, pay. 2. * Un pore det primer George scope también el toma del amar ‘su dame, "homeden, anhelantes, Shundsendase en lan tuyas™ rare Gronon,Hymen Papefahrten, Be in 1824, pag 2. Baudolave no doje Tagar Gude weer do Qe Inuese tro hondamente Tos clot «la mujer: que Pats —a— tacto. Al estilo del final del Segundo Imperio la casa se Te convierte en una especie de estuche. La concibe como uuna funda del hombre en la que éste queda embutido on todos sus accesorios; y esparce sus rastras, igual que la naturaleza esparce en el granito una fauna muerta. No hay por qué pasar por alto que el proceso tiene sus dos lados. Se subraya el valor sentimental o real de los ob- Jetos asi conservados. Se sustrae a éstos de la mirada profana de quien no es su propietario y su contorno queda especialmente difuminado y de manera muy significativa, No hay nada de extraio en que la repulsa del control, que en el asocial es una segunda naturalera, retorne en la burguesfa propietaria. En estas costumbres podemos percibir la ilustracién dialéetica de un texto aparecido en el Journal officiel en ‘muchas entregas. Ya en 1836 habfa escrito Balzac en Mo- deste Mignon: «iPobres mujeres de Francia! Querriais de muy buen grado seguir siendo desconocidas para hilar vyuestra pequefia novela de amor. Pero eémo vals a poder lograrlo en una civilizacién que hace consignar en las plazas pablicas la salida y la Hegada de los carruajes, que cuenta las cartas y las sella una vez a su recepeién y otra a su entrega, que provee a las casas de nimeros y que pronto tendré a todo el pafs catastrado hasta en stt minima parcela»®, Desde la Revolucién francesa una ex- tensa red de controles habla ido coartando cada vez con més fuerza en sus mallas a la vida burguesa. La nu. ‘meracién de las casas en la gran ciudad da un apoyo muy ‘itil al progreso de la normatizacién, La administracion napolednica la habia hecho obligatoria para Paris en 1805, En los barrios proletarios esta simple medida policial tropez6 desde luego con resistencias, En Saint-Antoine, el barrio de Ios carpinteros, se dice todavia en 1864: «Sia al: uno de los moradores de este arrabal se le preguntase por su direccién, dard siempre el nombre que lleva su casa y no ‘el nimero oficial y frio»*, Tales resistencias no fueron Buzac, Modesto Mignon, Paris, 1850, pi. 99 © ‘Stoatxo Excise, Geschichte der framsisiachen Arbeiter Associationen, vol. 3, Hamburg, 186373, pap. 126. ea desde Iuego a la larga capaces de nada en contra del em. peflo por compensar por medio de un tejido miltiple de registros la merma de rastros que trajo consigo la des: aparicién de los hombres en las masas de las. grandes ciudades, Baudelaire se encontraba tan perjudicado como tun criminal cualquiera por este empelio, Huyendo de los acreedores, se afilié a cafés y a circulos de lectores. Se dio el caso de que habitaba a la vez dos domicilios, pero en los difas'en que la renta estaba pendiente pernoctaba con frecuencia en un tercero, con amigos. Y asi vaga ‘bundes por una ciudad que ya no era, desde hacia tiempo, Ja patria del «flaneurs. Cada cama en la que se acostaba se le habia vuelto un elit hasardeux» *. Crépet cuenta en- tre 1842 y 1858 catorce direcciones parisinas de Baude- laire, Medidas técnicas tuvieron que venir en ayuda del pro eso administrative de control, Al comienzo del procedi- miento de identificacién, cuyo standard de entonces esta dado por el método de ‘Bertillon, esté Ia determinacién personal de la firma, ¥ el invento de la fotografia repre- seta un paso en Ia historia de este procedimiento, Para la criminalfstica no significa menos que lo que para la escritura significé la invencidn de la imprenta, La fotog fia hace por primera vez posible retener claramente y a Ja larga las huellas de un hombre. Las historias detecti- veseas. surgen en el instante en que se asegura esta con: quista, la mas incisiva de todas, sobre el incdgnito del hombre. Desde entonces no se aprecia que terminen los cesfuerzos por fijarle césicamente en obras y palabras. El famoso cuento de Poe EI hombre de la multitud ces algo as{ como la radiografia de una historia detect: vesca. El material de revestimiento que presenta el eri men brilla en él por su ausencia. Si que ha permanecido ‘el mero armazén: el perseguidor, Ia multitud, un des conocido que endereza su itinerario por Londres de tal modo que sigue siempre estando en el centro. Ese des: conocido es el «flaneurs, Y ast lo entendié Baudelai que ha lamado a éste en su ensayo sobre Guy «I"homme Tid, pag. 5. 6 des fouless, Pero la descripeién de Poe de esta figura esta libre de la connivencia que Baudelaire le prestaba, El eflaneur» es para Poe sobre todo ése que en su propia sociedad no se siente seguro. Por eso busca la multitud; y no habré que ir muy lejos para encontrar la razén por la cual se esconde en ella, Poe difumina adrede la dife- reneia entre el asocial y el «flneurs, Un hombre se hace tanto mis sospechoso en la masa ctianto més dificil re sulta encontrarlo. Reposando de una larga persecucién, resume para sf el narrador su experiencia: «Este viejo, dije por fin, representa el arquetipo y el género del pro fundo crimen. Se niega a estar solo. Bs el hombre de la rmultituds *, Y no sélo para este hombre reclama el autor el interés del lector; por lo menos se apega en igual grado a la des cripeién de la multitud. ¥ ello tanto por motives docu mentales como artisticos. En ambos aspectos el narrador sigue el espectaculo de la multitud. Tambien le sigue, en luna conocida narracion de E. T, A, Hoffmann, el pariente desde su ventana de chaflén, Pero qué apocada es la mi rada sobre la multitud de quien esta instalado en su vida ‘casera, Y qué penetrante es la del hombre absorto en ella a través de las lunas de los cafés, En la diferencia de los puestos de observacion estriba la diferencia entre Ber- lin y Londres. De un lado el rentista; se sienta en el mirador como en una platea; y cuando quiere darse una wlta por el mercado, tiene en la mano unos gemelos de opera. De otro lado el consumidor, el ianominado, que entra en el café y en seguida lo abandona atraido por el mn de la masa que ineansablemente le vapulea, De un Jado un gran surtido de pequefias estampas de género que forman todas ellas un album de liminas coloristas; de otro lado un bosquejo que hubiese podido inspirar a un ‘gran grabador; una multitud inabarcable en la que na cesta del todo claro para el otro y nadie es para otto en- ‘eramente impenetrable, Al pequefioburgués alemén le hhan fijado estrechos limites. Y sin embargo, Hoffmann cra por idiosincrasia de la familia de los Poe y los Baude- ELA. Poe, op. city 1, pig. 256. 4H Inire, En la nota biogrifica a Ia edicién ori liltimos escritos se advierte: «Hoffmann no fue nunca es pecialmente amigo de la naturaleza, El hombre, comuné cacién por aqui, observacién por alld, el mero ver a los hombres valia para él mis que todo. Si paseaba durante el verano, cosa que con el buen tiempo sucedia.diaria mente por la tarde... no habia taberna confiteria en a que no entrase para ver si habla alli alguien y qué clase de personas eran: *. Mas tarde se quejari Dickens, estando de viaje, de la falta de ruido callejero, indispen. sable para su produccion. «No puedo decir eusinto echo en falta las calles, escribia en 1846 desde Lausanne, co- gido como estaba por el trabajo en Dombey and Som. Es como si diesen algo a mi cerebro de lo cual no puede ste pasarse, si ha de trabajar. Una semana, quince dias, si que soy capaz de escribir maravillosamente en un lugar apartado; basta luego con un dia en Londres para remon- tarme otra yez... Pero son enormes el esfuerzo y el tr bajo de escribir a diario sin esa linterna magica. Mis f. guras parece que quisieran quedarse quictas, si no tienen 4 su alrededor una multituds®. Entre las muchas cosas que en la odiada Bruselas ponen a Baudelaire fuera de si hay una que le lena de un encono especial: «No hay escaparates en las tiendas. El callejeo, tan grato a los pue- blos dotados de imaginacién, es imposible en Bruselas. No hay nada que ver y los caminos son imposibles» Baudelaire amaba la soledad; pero la queria en la mul-| titud. A correr de sus narraciones Poe deja que oscurezea, ‘Se detiene en la ciudad bajo la luz de gas. Sélo con di cultad cabria separar la iluminacién de gas de la apa: riencia de la calle como interior en el que se resume la Fantasmagoria del «flaneurs. La primera luz de gas pren- dié en los pasajes. En la nie de Baudelaire se hizo el Beast Tasmoe Auaseus Honuany, Ausgewiite Schriften, vol WS Lebor und: Nacht, Von labs Esard Mig Sut art 108, pap. OY it anon, (Pranz Munwxc): «Charles Dickens», Die Neue eit, 3181142, wh T, pg 2 Tuan, no, -6— Baudelaire contaba con unos lectores a los que Ta lec- tura de la lirica ponia en dificultades, A esos lectores se dirige el poema introductorio de Les Fleurs du mal. Con st. fuerza de voluntad y con su capacidad de concentracién no se llega muy lejos; dan preferencia a los goces sensuales; ¥ estin familiarizados con el «spleen» que acaba con el interés y la receptividad, Resulta extrafo encontrarse con lun lirico que se atiene a tal ptiblico, el més desagradecido, Claro que la explicacién esté a mano, Baudelaire queria ser entendido: dediica su libro a los que son parecidos a I, EI poema al lector concluye apostrofando! Hypocrite lecteur, mon semblable, mon frere! El estado de Ia cuestin se manifiesta més fecundo formulado de otra manera, dicho de la manera siguiente: Baudelaire escribié un libro que de antemano tenia pocas probabilidades de éxito inmediato entre el piiblico. Com. taba con un tipo de lector tal y como lo describe el poe. ma introductorio. Y resulta que dicho céleulo fue enor memente perspicaz. El lector al que se orientaba no se le asocié sino en tiempos posteriores. Que sea asi, con "pe. 18, — 123 — otras palabras, que las condiciones de la recepeién de la literatura lirica se volviesen mas desfavorables, es algo {que se prueba por tres hechos. El primero es que el It Fico dejé de pasar por el poeta por antonomasia. Ya no ¢s el avater, como lo fue todavia Lamattine; ha en trado en un género. (Verlaine hace que esta especial zacion sea palpable; Rimbaud era un esotérico que ex officio mantiene al pablico alejado de su obra.) Un se- gundo hecho: después de Baudelaire no se ha dado nin- gan éxito masivo de poesia litica, (Todavia la lirica de Victor Hugo alcanzé al publicarse una poderosa resonan. cia, En Alemania el umbral lo seftala el Buch der Lieder de Heine). Una tercera circunstancia viene dada con el hecho anterior: el puiblico se hizo mas reservado incluso frente a la poesia lirica que se le transmitia desde antiguo, EI margen de tiempo del que hablamos podria datarse aproximadamente a mediados del siglo pasado. En esa misma época se extendié sin interrupcién la fama de Les Fleurs du mal. El libro que conté con lectores muy poco propicios, y que al principio no habia encontrado a de- masiados propensos en su favor, se convirtié al eorrer de unos decenios en un clisico; también Fue uno de los que mas se imprimicron, Si se volvieron desfavorables las condiciones de la recepcion de la literatura lirica, no ser& dificil imaginarse {que sélo en excepeiones conserva la poesta liriea el con- facto con la experiencia de los Iectores. Y tal ver sea asi Porque esa experiencia se ha modificado en su estruc ura. Podemos dar por bueno este punto de partida, pero tanto mas embarazoso sera designar lo que en ella haya cambiado. En tal situacién habré que interrogar a la file soffa. Se tropieza entonces con un peculiar estado de la ‘cuestién. Desde finales del siglo pasado se ha hecho tuna serie de tentativas para apoderarse de la experiencia «verdadera» en contraposicién a una experiencia que se sedimenta en la existencia normatizada, desnaturalizada de las masas civilizadas. Es costumbre clasificar dichos tanteos bajo el concepto de filosofia de la vida. Esté muy claro que no partieron de la existencia del hombre en la sociedad. Se reclamaban de la literatura, mejor atin, de = 14 — Ia naturaleza, y por ultimo, con cierta preferencia, de la edad mitica, La obra de Dilthey Vida y poesia es una de Jas primeras en esta linea, que acaba con Klages y con un Jung adscrito al fascismo. Sobre esta Iiteratura se alza ‘como monumento eminente la madrugadora obra de Berg: son Matidre et mémoire. Mas que las otras guarda ésta su conexidn con la investigacién exacta. Se orienta en la biologia, Su titulo manifiesta que considera decisiva para Ja experiencia filosofica Ia estructura de la memoria. De hhecho Ia experiencia, tanto en la vida colectiva como en Ja privada, es un asunto de la tradicién, Se forma menos de datos tigurosamente fijos en el recuerdo que de los {ue acumulados, con frecuencia no conscientes, confluyen en la memoria. Desde luego la intencién de Bergson no fs de ninguna manera especificar histéricamente lame: moria, Mas bien rechaza toda determinacién histérica de la experiencia, Sobre todo, y esto es esencial, evita acer- carse a esa experiencia de la que ha surgido su propia filosofia o mejor atin a la que ésta ha sido transmitida. Es la experiencia inhospitalaria, deslumbradora de Ia épo: cea de la gran industria, Los ojos que se cierran ante dicha experiencia han de habérselas con otra de indole comple- mentaria que dirfamos que es su copia esponténea, La filosofia de Bergson es una tentativa de detallar y fijar esa copia. Procura de este modo una referencis’ mediata a la experiencia que Baudelaire pone a la vista palmaria ‘mente en la figura del lector. ia Matidre et mémoire determina la naturaleza de la ex: pericncia en la «durée», y el lector tiene entonces que de- cirse: sélo el poeta es el sujeto adecuado de esa expe- riencia, Y un poeta ha sido el que ha puesto prueba la teorfa bergsoniana de la experiencia. Se puede considerar la obra de Proust A la recherche du temps perdu como un intento de elaborar, por caminos sintéticos y bajo las ac- = 125 — tusles condiciones sociales, Ia experiencia tal y como la concibio Bergson. Ya que cada ver contaremas menos con su veifcacion por ‘una via natural Ademés Provst ne se evade en su abra del debate de esta cussion, Tncluse pone en juego un momento nuevo que iplica una eitiea Inmanente de Bergson. Este no pier In ocasion de sub rayar el antagonisino imperante entre la ela activay 9 In especial vita contemplativa> que. abre la: memoria Pero en Bergson se plantean las cosas como sh alrontar la presentizacion contemplative del flujo vital Faese una resolueién libre. De antemano anancia’ Proust. termina Iogicamente su convenciiniento discrepant. La memoria pura~—=mémoire pure» de la tcoria bergsoniana se uel teen dl involuntaria ~memoire involonaiter~- Proust Confronta sin dilactones esta memoria tavlutaria con 1a voluntaria que se halla dominada por la intligencta A las primeras paginas de su gran obra incumbe ‘poner en claro esa relacidn. En la consideracion que Introduce | a termine Prost habla de lo pobremente que durante Iuchos afos ae ha ofreido a su memoria le ciudad de Combray, en la que transcurrio sin embargo tna parte de su infancia. Antes de que el sabor de la magdaena sobre el que vuelve a menudo, le transportase una tarde 4m vison tempos, Pout extn limtad fae Te Proporcionaba una memoria gue se doblega a la llama aoa stencin. Hata sola smoie ylentles, tn se tuerdo voluntario; lo que pasa com ella co qu ls infor Tmaciones que imparte sobre el preterit no retienen nada de éste.«¥ asi oeurre con nucsto pasado. En vano Dus caremos conjuarlo « nuestra volunfad todos los esfuer 4zos de nuestra Inteligencia no nos sitven de nadas® Por {0 Proust no tiene reparo en expicas como resumen que tlipreterito se encuentra sfucra del ambito dea intl sencia y de su campo de ifluencia en cualquier objeto Fea Adsms tampooo sabernos en cual, Y'es cosa dl azar que tropecemos con él antes de morit que no Hos Tovencontremos jams 5 Mancet Proust, A fa recherche du temps perdu, wol. 1: Da org de chez Swann, pa. Pais, 87 7 — 126 — bee wens Segiin Proust, es cosa del azar que cada uno cobre una imagen de s{ mismo, que pueda aduefiarse de su experien- cia. ¥ en modo alguno resulta evidente que en tal asunto se dependa del azar. Las aspiraciones interiores del hom- bre no tienen por naturaleza un cardcter privado tan irre- mediable, Sélo lo adquieren después de que disminuyen las probabilidades de que las exteriores sean incorporadas a su experiencia, El periddico representa uno de los mu hos indieios de esa disminucién, Si la Prensa se hubiese proptesto que el lector haga suyas las informaciones como parte de su propia experiencia, no conseguiria su objetivo. Pero su intencin es la inversa y desde luego la consigue. Consiste en impermeabilizar los acontecimientos frente al ambito en que pudiera hallarse la experiencia del lec: tor. Los principios fundamentales de Ia informacién pe- riodistica (curiosidad, brevedad, fécil comprensién y so- bre todo desconexion de las noticias entre sf) contribuyen al éxito igual que Ia compaginacién y una cierta conducta Tinglstica, (Karl Kraus no se cansaba de hacer constar Io mucho que el habito linglistico de los periédicos pare liza la capacidad imaginativa de sus lectores.) La. im- permeabilidad de la informacién frente a la experiencia depende ademas de que la primera no pertenece a la etra icine, Los periédicos aparecen en grandes tiradas. Nin- ‘gin lector dispone con tanta facilidad de eso que el otro ‘uisiera que se contase de él, Hay una competencia histé- rica entre las diversas formas de la comunicacién. La atrofia creciente de la experiencia se refleja en el relevo que del antiguo relato hace la informacion y de ésta su vex la sensacidn, Todas estas formas se destacan por su parte de la narracién que es una de las formas comu: nicativas més antiguas, Lo que le importa a ésta no es transmitir el puro en-si de To sucedido (que ast lo hace la informacién); se sumerge en Ia vida del que relata para participarla como experiencia a los que oyen. Por eso Hleva Inherente la huella del narrador, igual que el plato de ba- rro leva la huella de la mano del alfarero. ‘La voluminosa obra de Proust da una idea de todas fas disposiciones que eran necesarias para restaurar en la actualidad la figura del narrador. Proust acometié la oe ‘empresa con una coherencla magnifica. Desde el comienzo se enfrenta con una tarea elemental: hacer-un relato de la propia infancia. ¥ mide toda su dificultad al exponer ‘como cosa del azar que dicha tarea sea o no realizable, En el contexto de estas consideraciones acufia el concepto. de memoria involuntaria. El concepto lleva las hiuellas de Ia situacién en Ia que se ha formado, Pertenece al in- ventario de la persona privada en su miltiple aislamiento, Cuando impera la experiencia en sentido estricto, ciertos ‘contenidos del pasado individual coinciden en la memoria on otros del colectivo. Los cultos con su ceremonial, con sus fiestas, de las que en Proust apenas se habla niinca, levaban a cabo renovadamente Ia amalgama de estos dos materiales de la memoria. Provocaban la reminiscen: ccia en determinados tiempos y segufan siendo manejo de Ja misma durante la vida enéera, Reminiscencia volunta- ria y reminiscencia involuntaria perdian asi su exclusi vidad reefproca, rr Es aconsejable volver a Freud en busca de una deter inacion més sustanciosa de lo que en la emémoire de intelligence» de Proust aparece como desecho de la teoria bergsoniana. En el ano 1921 se publica el ensayo Mas alld del principio de placer, que establece una correlacién en- tre la memoria (en el sentido de memoria involuntaria) y la consciencia. Dicha correlacién tiene figura de hipé- tesis. Las reflexiones que le afiadimos seguidamente no tienen el empefio de probarla, Deberén contentarse con ‘comprobar su fecundidad en orden a estados de la cues tion muy distantes de los que estuvieron presentes en la concepcién freudiana, Mas bien son discipulos de Freud los que tropezarian con ellos, Las elaboraciones en las que Reik desarrolla su teoria’ de la memoria se mueven cen parte muy en la Tinea de la distincidn proustiana entre reminiscencia voluntaria e involuntaria, «La funcién de a memoria», leemos en Reik, «es proteger las impresio = 128 — nes. El recuerdo apunta a su desmembracién. La memoria es esencialmente conservadora; el recuerdo es destruc. tivo*. La proposicién fundamental de Freud, que esté cen la base de estas exposiciones, formula la suposicion de que «la consciencia surge en el lugar de la huella de un recuerdo", «Estarfa entonces marcada por una sin- gularidad: el proceso de estimulacién no deja en el fen todos los demas sistemas psiquicos, una modi duradera de sus elementos, sino que por ast decielo se malgasta en el fendmeno’ de hacerse conscientes‘, La [ormula fundamental de dicha hipdtesis es «que hacers consciente y dejar huella en Ia memoria son incompati- bles para el mismo sistema». Los residuos del recuerdo son a menudo mas fuertes y mas flrmes, cuando el pro: ‘eso que los deja atrés jamas llega a ser consciente> '. Tra- ducido a la manera de hablar de Proust: solo puede ser ‘componente de la memoria involuntaria To que no ha sido vividos explicita y conscientemente, lo que no Ie ha ‘ccurrido al sujeto como evivencias, eAtesorar huellas dr raderas como fundamento de la memoria en procesos de estimulacién es algo, segin Freud, reservado «a otros sis temas» que hay que concebir como diversos de la cons- ciencia **. Segin Freud, la consciencia en cuanto tal no acogerfa ninguna huella' de la memoria, Por el contrario, ‘ Tunwon Rese, Der iiberraschte Paychologe. Ober Erraten und Verstchen ambewusster Vorgange, pag. 132, Leyden, 198. ® “Stouuno’ Frato, Jenseits des Lastprinipe, page 3, Vien, 193, <+_ Prout ala mute ws de goo ana, Pais fe'cansa de hablar de lee imgtnes ue en elas depone la merce, ‘So to Senden n ninguna sea dela conscience ¢ Erampen eo ia de’ odo Inmediat, canndo una caer un braso‘o un Hombre {at inatnaraen aca te pee gue ace 7a te ‘Sano olor temas profess de Prous, — 129 — tendria otra funcién importante, la de presentarse como defensa frente a los estimulos». Para el organismo vivo, defenderse frente a los estimulos es una tarea casi mas importante que la de acogerla; esta dotada de una pro- vision energética propia y debe aspirar sobre todo a pro- teger las formas de transformacién de la energia, que operan en ella especificamente, de la influencia nivelado. 1a, esto es, edestructiva de las energias demasiado grandes que trabajan en el exteriors’. La amenaza de esas energias 2s Ia del shock, Cuanto més habitualmente se registra en Ta consciencia, tanto menos habra que contar con su re- pereusién traumitica. La teoria psicoanalitica intenta en- tender la naturaleza del shock traumtico «por las brechas {que se abren en la defensa frente a los estimulos», En su opinion el terror tiene «su significacién» en una falta de disposicion para el miedo» ". La Investigacion de Freud parte de un suefio tipico en neuréticos trauméticos que reproduce la catastrofe que les sobrevino. Suefios de tal indole «buscan —segin Freud— recuperar el dominio de los estimulos desarrollando el miedo cuya omisién se ha convertido en causa de Ia neu- rosis traumiticas ". Algo parecido debe de tener Valéry en mientes. Y merece la pena tomar buena nota de esta coincidencia, ya que Valéry es uno de los que se han in- teresado por la manera especifica en que funcionan los ‘mecanismos psiquicos bajo las condiciones actuales de existencia. (Ha sido ademas capaz de conciliar dicho in- terés con su produccién poética, que ha seguido siendo puramente lirica. Con ello se presenta como el tinico autor que remite inmediatamente a Baudelaire). Las impre- siones y las sensaciones del hombre —dice Valéry— per- tenecen, consideradas en y por si mismas, al género de Jas sorpresas; atestiguan una insuficiencia humana... El recuerdo es... una manifestacién elemental que tiende a ‘otorgarnos el tiempo, que por de pronto nos ha faltado, Pa, ne 3. Bing £ Bae "Bie 6 BE = 130 — para organizar la recepcién de los estimulos» *. La recep: eign del shock queda aliviada por un entrenamiento en el dominio de los estimulos, al cual, en caso de urgencia, pueden contribuir tanto el recuerdo como el suetio. Freud supone que en Ios casos normales dicho entrenamiento es de incumbencia de la consciencia despierta, la cual tiene su sede en una capa cortical del cerebro equemada en tal grado por la accién de los estimulos»™ que ofrece con diciones favorables a la recepeién de los mismos. Que el shock quede apresado, atajado de tal modo por ia cons- ciencia, daré al incidente que lo provoca el carieter de vi- vencia en sentido estricto, Esterilizaré dicho incidente (al incorporarlo inmediatamente al registro del recuerdo cons ciente) para toda experiencia postica, Apunta la pregunta acerea de eémo pueda fundarse la poesfa lirica en una experiencia para la cual la vivencia del shock se ha convertido en norma. De dicha poesia debiera esperarse un alto grado de consciencia; desper- taria Ta idea de un plan que pone por obra al hilo de st propia claboracién. Lo cual concierne plenamente a la poe- sia de Baudelaire. Entre sus predecesores le liga a Poe; y entre los que le suceden, con Valéry. Las consideraciones que Proust y Valéry han hecho sobre Baudelaire se com: plementan de manera providencial. Proust ha escrito un ensayo sobre Baudelaire cuyo aleance queda superado por ciertas reflexiones de su propia obra novelesca. En Sifua- tion de Baudelaire, Valéry aporta una introduccién elasica a Les Fleurs du mal. Dice en ella: «Para Baudelaire el pro- Dlema se planteaba sin duda de Ia manera siguiente: llegar 4 ser un gran poeta, pero no Lamartine, ni Hugo, ni Mus set. No afirmo que semejante propésito fuese en él cons lente; pero estaba en él forzosamente, mas atin, ese pro- sito era Baudelaire mismo. Era su razén de Estado» *, Resulta un tanto extrafio hablar de la razén de Estado de un poeta. Implica algo notable: la emancipacion de las 2 Paut. Vauity, Oeuvres, ed. Hytier, vol 2, pig. 74, Paris, 1960, aun, & ¢, pag. 3. Baunsiais, Les Fleurs du mal. Avee une Introduction de Paul Valery, ed. Grés, Paris, 128 = vivencias. La produccién postica de Baudelaire esta orde- nada a una tatea, Le atrajeron espacios vacios en los que instal6 sus poemas, Su obra no sélo es susceptible, como ‘cualquier otra, de una determinacién histérica, sino que ‘quiso serlo y asf es como se entendié a sf misma Cuanto més particpe el shock en su momento en cada una de las impresiones, cuanto may incansablemente pla rifigue In consciencia en interes de la defensa frente Tos Cstimulos: ewanto mayor sea el eit con el que se abe je, tanto menos se acomodara todo a la experiencia, Tan to mejor se realizar el concepto de vivencia, Out so pueda al fin yal cabo vera funcion peur dln defenca Frente al shock en que asignn al neldent, a expensas de In integridad de su contenido, un puesto temporaltente exacto'en Is conscienia, Se tratari de una Figen de In reflesién, que del incdente harfa-una vivencig, Ea 9 defecto se instalaria el terror (ya sea el placentero 0am Yoria de las veces ef cargado de disgusto, auc es el que Seatin Freud, sanciona In falta de defensa frente alos Shocks. Baudelaire ha retenido. este diagnéstico en una imagen cruda. Habla de un ducloen cle el ast, am tes de ser veneido,grita de espanto% Dicho duclo eel incidente de crear: Baudelaire ha coleado, por tanto, la experiencia del shock en el corazén mismo de sa trabajo artstico. Incomibe una gran importanca. aca aut testimonio. Y varios coctancos lo apoyan con sus expe Stones. Para Baudelaire no revalta rare que, abandon al espanto, produzea expanto el mismo, Valés nos Tellre sus excenricas muiccas"yPontmartin’advirte nostro embargado de Baidelace enn retrao de Nargeot; Cats de se detiene en el tono cortante del que se servis al en Raman, Charles Baudelaire, op. cit, ha. 317. Gtr. Juuns Vatths, Charles Baudelaire, pag. 12, Pais, 193 — 12 blar; Gautier nos dice cémo le gustaba ir puntuando sus declamaciones"; Nadar describe su paso abrupto™ La psiquiatria sabe de tipos traumatéfilos, Baudelai hizo asunto propio parar con su persona espiritual y fi sica los shocks, ‘cualquiera que fuese su procedencia. Al describir a su amigo Constantin Guy, Ie busca a la hora ‘en que Paris duerme: «inclinado sobre six mesa, penetran- do una hoja de papel con la misma mirada que hace un ‘momento dedicaba a las cosas, esprimiendo su lapiz, st pluma, st pincel, escurriendo la pluma en suroso, violento, activo, como si temiese que las image- nes se le escapasen, peleador, aunque solitatio y recibien- do él mismo sus. golpes» ”.Cogido en esta escaramiiza fantastica, se ha retratado Baudelaire a si misino en la cstrofa inicial del poema Le soleil; y es éste el nico pa saje de Les Fleurs du mal que le muestra trabajando poe ticamente: sLe long du vieux faubourg, olt pendent aux masures Les persiennes, abyi des secrites luxures, Quand le soleil cruel frappe a traits redoublés Sur la ville et les champs, sur les toits et les blés, Je vais m'exercer seul a ma fantasque escrime, Flairant dans tous les coins les hasards de la rime, Trébuchant sur les mots comme sur les pavés, Heurtant parfois des vers depuis longtemps révés» La experiencia del shock cuenta entre las que deter minaron la factura de Baudelaire, Gide trata de las in termitencias entre imagen e idea, palabra y cosa, inter mitencias en las que la excitacién poética de Baudelaire en- cuentra su verdadero puesto®. Rivigre ha seialado los Or. Buchs Mansan, Les cannes de M. Peul Bourget et le bom chote de Phiinte Petit manuel de thomme éégant. pagina 239, Paris 1928, ‘5 Cir. Masuiano, La cité des intllectuels, op. cit, pA. 362 = TL pig. 34 = 1 pie 96 Gir, ANuRE Gwe, «Baudelaire et M. Faguets, en; Morceau hoist, pag. 128, Parts, 192, = 13 golpes subterréneos que han sacudido al verso baudelai- iano. Es como si una palabra se derrumbase sobre si misma. Rivitre ha puesto de manifiesto dichas palabras claudicantes*: Et qui sait si les leurs nouvelles que je réve Trouveront dans ce sol lavé comme tne gréve ‘Le mystique aliment qui ferait leur vigueur?»™, © tambici Cybele, qui les aime, augmente ses verduress Y aqui ti poem 1¢ igualmente su sitio el famoso comienzo de «La servante au grand coeur dont vous étiez jalouses®, Que estas leyalidades ocultas cobrasen su derecho tam- bin fuera del verso, es la intencién que persiguis Baude- laire en Spleen de Paris, sus poemas en prosa. En su de- dicatoria de la serie al redactor jefe de La Presse, Arsine Houssaye, dice: «Quién de entre nosotros no ha sofiado, cen sus dias de ambicidn, el milagro de una prosa poética, ‘musical sin ritmo y sin rima, suficientemente gil y Io bastante bronca para adaptarse a los movimientos Iiricos del alma, a las ondulaciones del ensuefio, a los sobresal- tos de la consciencia? Este ideal absesivo nace sobre todo dela frecuentacién de ciudades enormes, del cruce de sus innumerables relaciones»*, Este pasaje facilita una formulacién doble. Por un lado instruye acerca del contexto intimo que se da en Baudelaire entre la figura del shock y el contacto con las \ ie de Ja gran ciudad. Pero ademds informa sobre qué debemos entender propiamente por tales masas. No se (Cr Thoaues Ravibne, Etudes, pég. 4, Paris, 1988 T pig. 28, T, pg 3 pag. 13 pa. 405, — 14 trata de ninguna clase, de ningin colectivo, cualquiera que sea su estructura, No se trata de otra cosa sino de la amorfa multitud ‘de los transetintes, del publico de la calle *. Esa multitud, cuya existencia Baudelaire no olvida jamés, no ha posado como modelo para ninguna de sus “obras. Fs una figura secretamente estampada en st crea tividad, tal y como la expone la figura también secreta del fragmento citado. En ella desciframos la imagen del luchador: Ios golpes que reparte estén destinados a abrir: Je un camino a través de la multitud, Claro que los «fau: bourgs», por los que se va metiendo el poeta de Le Soleil, estin vacios, sin gente, Pero la constelacién escondida (en ella se vuelve transparente hasta su fondo la belleza de In estrofa) debe entenderse asi: es Ja multitud fantasmal de las palabras, de los fragmentos, de los comienzos de tun verso, y con ella y en las calles abandonadas se bate cl poeta por su postico botin, v La multitud: ningin tema ha alcanzado mas atribu- ciones cara a los literatos del siglo x1x. Acerté con las dis- pposiciones necesarias para constituirse en piblico en am- plias capas en las que leer se habia hecho algo corriente. Proporcionaba encargos, queria encontrarse, como los do. nantes en los cuadros de la Edad Media, en ia novela con- temporanea, El autor de més éxito del siglo siguié esta cexigencia por una coaccién interior. La multitud fue para 41, casi en el sentido antiguo, multitud de clientes, de pa blico. Hugo es el primero que alude a la multitud en los titulos: Les Misérables, Les Travailleurs de la mer. Hugo cra el nico que podia competir en Francia con la novela 1 racin mi tiny dl “lone posta un na Ar ‘Baudelaire tin ‘clerios retejo de eon on, Taal pot 1D ‘ma no ha terminado ‘de’ deampetar ‘papel El ananimisna, de Siler nlomtita eo uno de sus namirados Sra tarde 135 = por entregas. El maestro del género, que comenz6 a ha: cerse para las gentecillas fuente de ‘una revelacién, fue, ‘como ¢s sabido, Eugéne Sue. En 1850 fue elegido por gran mayoria de votos representante de la ciudad de Paris en €l Parlamento. No es, pues, extrano que el joven Marx fencontrase motivo para adentrarse en un careo con Les Mysteres de Paris. Ya temprano se propuso como ta rea extracr la masa férrea del proletariado de aquella ‘masa amorfa a la que entonces procuraba adular un s0- cialismo esteticista. Por eso la descripeién que Engels con- sigue de esa masa en una obra de juventud preludia, tt midamente como siempre, uno de los temas ‘marxianos, «Una ciudad como Londres, en Ja que se puede caminar horas enteras sin llegar siquiera al comienzo del fin, sin topar con el minimo signo que permita deducir la cerca: ria de terreno abierto, ¢s cosa muy peculiar. Esa centrali- zacién colosal, ese amontonamiento de tres millones y me- dio de hombres en un solo punto, han centuplicado su fuerza... Pero sdlo después se descubre las victimas que. hha costado. Cuando se ha vagabundeado durante un par de dias por las calles principales adoquinadas es cuando se advierte que esos londineneses han tenido que sacri car la mejor parte de su humanidad para consumar todas las maravillas de la civilizacién de las que su ciudad re- bosa; se advierte también que clentos de fuerzas, que dormitaban en ellos, han permanecido inactivas y han sido reprimidas... Ya el hormigueo de las calles tiene algo de repugnante, algo en contra de Io cual se indigna la naturaleza humana, Esos cientos, miles que se apretujan lunos a otros, ¢no son todos ellos hombres con las mis: ‘mas propiedaides y capacidades y con el mismo interés por ser felices?... Y sin embargo corren dindose de lado, como si nada tuviesen en comin, nada que hacer los unos con los otros, con un tinico convenio técito entre ellos, el de que cada'uno se mantenga en el lado de Ia acera que esta 4 su derecha para que las dos corrientes de la aglomera- clon, que se disparan en uno y otro sentido, no se deten- gan la una a la otra; a ninguno se le ocurre desde Tuezo se mueve através dela multitud y que eleflltonistay se aprende de carrrila, Para ‘Engels la multitad tiene algo que consterna, Provoca en él una reaccién moral. Junto a la Gaal desetpeia st papel otra que es estétiea; le estlla desagradable el tempo con el que los transcintes se die Paran unos a lado de ots. El Incentive de su descripeiin Se constituye en Ia mezea de un insabornable habito rt. tio y del antigua tenor patriarcal. El autor procede de tina Alemania todavia provinciana: qulsl janis Te haya leanzado la tentaciin de perderse en un rio de personas. Cuando Hegel, poco antes de su muerte, vino a Parfs por primera ver, cxeribio su mujer: «Voy por las calles y Tas. gentes parecen las de Berlin, trajeadae igual y con rostros aproximadamente iguales, con el mismo aspecto, pero en tna masa populost»®. Para el parisino era algo halural moveree en esa asa, Por muy grande que Fuese Ta distancia a que pretendiese ponerse por si parte, que- daba tefido por ella y no podia vera desde fuera como Engels, En lo que conciemne a Baudelaire Ia masa es para dV algo tan poco externo que en su obra se sigue obmo, alraid y embelesado, ae defiende sin embargo de ella. ‘La masa es fan inrinseca en Baudelaire que en van0 bbuacamos en lsu desripeln apenas nunca encontramos sus tomas més importantes en forma de descripelones. Como ingeniosamente dice Desjardins, ae da mis que: Ta imagen en la memoria que adornarla Tanto en Les Fleurs du mal como en Spleen » ENcHs, Die Lage der arbeitenden Klase in England, op. cit, pig, 37 5G. WF. Heont, Werke, Vollstindige Ausgabe durch einen Verein vow Freunden des’ Verewirten, vol. 19, pig. 257, Lelpzig. oa Dessimoiss, «Charles Baucdelaires, art. city pig. 23 137 de Paris buscaremos en vano correspondencias con las pinturas de Ia ciudad en las que Victor Hugo era maes- ‘0, Baudelaire no describe ni a los habitantes ni In ciudad, Esta renuncia le pone en situaciéa de evocar a los unos cen Ja figura de la otra. Su multitud es siempre la de la sgran ciudad; su Paris ests siempre superpoblado, Esto es lo que le hace muy superior a Barbier, porque el pro: ceder de éste es la descripcidn, esto es, que las masas y Ja ciudad van por lados diferentes *. En Tableaux pari sions se puede comprobar casi siempre Ia secreta presen cia de las masas. $i Baudelaire aborda el tema del amane- cer, hay siempre en las calles vacias algo de ese «silencio de un enjambre» que Hugo rastrea en el Paris nocturno, Tan pronto como Baudelaire posa su mirada sobre las laminas de los atlas de anatomia dispuestos para la venta en los quais polvorientos del Sena, la masa de los muertos ‘ocupa como si nada en esas hojas el sitio en el que antes se veian esqueletos aislados. En las figuras de la Danse s,, Remus carctriticg det procediniento de Barber a poems Hondres que deserve a eudad ey vlnicunratineae Dart eanchit forpemente con ios egwlnte verte rin, dans amas de chores, sombre, inmense, Ul Soupte nor cant ot murant cm stones Desires por aos, scent Finale fatal, BB courant eprds Por parte ben ete mel {Avauere Bassa, Jambes et potmes, pig. 80, Par, 14D, Baudelaire {uo nfuenciado mas de "que dulneramnoa tener pat cero pot ‘algunos poems de Barer, toe todo. por et cei. Lesa. Et oe ‘det 'Crepuseule ou so¥ de Basdelte ise aa je tone destinde et vont vers le goulfre commun: hope o rempi detours supe: Pas tan INe"ienara plus cnerer ta ave’ parfune ‘i coin 10 Te Sir anpres une Ge ence CE A, 100, noSetnargnan to con el final de te ectava etote de Miners de Bt pus un qul rea dans te fond de son éme ‘Au dowcetrs gs, & Toot ey de sa femme, Trouwe eu centre du gure um cterel tombeas, {Son unos pocot retoques maristrales converte Bandlate Ia muerte otiminero en ein! Will del home doi gran clad, = 138 — macabre se mueve hacia adelante una masa compacta, Destacarse de esa gran masa con tn paso que no es capaz de mantener el tempo, con pensamientos que ya no saben nada del presente, es lo que constituye el heroismo de esas mujeres arrugadas a las que sigue el ciclo Les pe- rites vieilles. La masa era el velo agitado a través del cual vyela Baudelaire Paris *, Su presencia determina uno de los ms célebres poernas de Les Fleurs duc mal Ninguna locucién, ninguna palabra indica por su nom bre a la multitud en el soneto A une passante, ¥ sin em- bargo el ineidente se apoya tinicamente en ella, igual que el viaje del velero tiene su apoyo en el viento: «La rue assourdissante autour de moi hurlait Longue, mince, en grand deuil, douleur majestueuse, Une femme passa, d'une main fastueuse Soulevant, balancant le feston et Vourlet; Agile et noble, avee sa jambe de statue. Moi, je buvais, crispé comme un extravagant, Dans son oeil, ciel livide on germe ouragan, La douceur qui fascine et le plaisir qui tue. Un éelair... puis la nuit! — Fugitive beauté Dont le regard m'a fait soudainement renaitre, Ne te verraije plus que dans léternité? Ailleurs, bien loin d'ici! trop tard! jamais peut-étre! Car ignore ot tu fus, ne sais oi je vais, 0 toi que jreusse aimée, 0 toi qui le savais! Con velo de viuda, misteriosa al ser arrastrada muda- ‘mente por la muchedumbre, cruza una desconocida por la mirada del poeta. Una sola frase retiene lo que quiere dar a entender el soneto: la aparicién que fascina al hal ‘a fantaamagoria en I. que el que expere pasa, su tiempo, 1a Veneta faricnda en los Dosa que et Tmperio simula cand th such pars low Pecans: ve nawegtod eu panel demos ‘Por eso lau paatjer no apereven em Basel, » 1, pag. 106. = 139 — | | b te guar pee 2) tante de la gran ciudad (nada mis lejos de él que tener en la multited solo ur rival, no-més gue’ un lemento host es precisamente la multitad quien se la acsres Elarrobo del hombre dela capital noes tanto ut amor a primera como a «tina vista, Es’ una despedida para Siempre que en el poema coincide cone instante de Ta Seduccién. Y ases como el soneto representa la figura del shock, la figura incluso de una eatitrote que ha Hegado a aleanzar Ia naturalera del sentimiento de quien tanto se emociona Lo que hace que el cuerpo se contrat —tcrispe comme un extravagante- no ce el embeleso de quien se ve poseido por el eros en todas las cdmaras de Su ser tiene més de esa confusion serial que sobre: viene al solitari, No nos dice demasiado que sents Wer So slo hayan podido sarin en una gran ehudad, stn Spina Thibaudet®. Ponen de manifesto los estigias que Ievstenca en ne al amor Ai Proust este soneto y por ello ha provisto de un nombre tan pre fado de referencias como cla Parsienner ala copia tarda de esta mujer de to que un da se le aparece en Albee tine. «Cuando Albertine entré de" nuevo en mi custo tenia peso wn etd neo de stn. La hacia mata ¥ semejaba a ese tipo’ de parisina fogosa y sin embargo Pilida que, desacostambrada al are Hove, contagiada pot Su vida en medio de Tas masasy qui tambien por ein flujo del vito, es fil de reconocer en una mirada sim Bre crante cn melas sin fle de carmins Toda on oust es ast como mira el objeto de un amor que solo el habtante dela gran citdad experimenta; yates come Baudelaire en su poema conguista ese amor del que no raras veces podra decire que le ha sido mis bien ah. rrado que nogado el cumplimiento, 3 Bustos ntricurs, op, cit, nt. 22 2» Maren, Paoust, A fa‘recherce du temps perdu. La prison rire, pg 18, Pats, 193, Tee — 140 — vi Entre las mas antiguas versiones del tema de la mul titud puede considerarse como la mas clasica una narra. cin de Poe traducida por Baudelaire. Pone de bulto al lgunas curiosidades y basta con seguirla para tropezar ‘con instancias sociales tan poderosas y tan escondidas ‘que sélo de ellas procederd una influencia maltiplemente mediada, sutil y penetrante, sobre la produccida artistica, La narracién se titula El hombre en la multitud; su es- cenario es Londres, y de narrador hace un hombre que después de una larga enfermedad se adentra por vez pri- ‘mera en Ia agitacion de la ciudad, En las diltimas horas de la tarde de un dia de otofo se instala tras los ventana- les de un gran café londinense. Examina a los clientes que Te rodean y examina también los anuncios en un perié: ico; pero su mirada se dirige sobre todo a la multitud ‘que pasa, apretujada, ante su ventana. «Dicha calle es una de las principales avenidas de la ciudad y durante todo cl dia habia transitado por ella una densa multitud. Al acercarse la noche, Ia afluencia aument6, y cuando se en- cendieron las ldmparas pudo verse una doble y continua corriente de transetintes pasando presurosos ante la puer- ta, Nunca me habla hallado a esas horas en el café, y el tumultuoso mar de cabezas humanas me lend de una emocién deliciosamente nueva. Terminé por despreocupar- ime de lo que acurrié adentro y me absorbi en la contem- placidn de la escena exteriors *. La fabula de la que forma parte este preludio es tan importante que tiene sentido por si misma; hay que considerar el marco en que se des: arrolla. ‘La multitud londinense aparece en Poe tétriea y con: usa como la luz de gas en la que se mueve, Y esto no vale solamente para la chusma que con la noche se arrastra © Pos, bey I, pe. 247. at sfuera de sus guatidass". Poe describe de este modo la clase de los altos empleados: «Todos ellos mestraban se ales de cavicie y la oreja derecha, habituada a sostencr desde hacia mucho’ un lapiero, aparecla extrafamenie separada, Noté que siempre se quitaban o pon el sm brero con ambas manos y que levaban relojes con cortas caddenas de oro de maciza y antigua formas = ¥ ain mile sorprendente resulta Ia destripetn dela mulitud por sa ‘manera de moverse: «La gran mayorla de los que iban Dassndo tena un ss tn serio como stich y slo Parecian pensar en la mlancra de abritse paso en ol aps famiento. Fruncan ls cejasy itaban vivampons los ote Cuando otros transtnes fos empuian, no daban nin una sefal de impactencia, sino que se allaaban la rope ). = 146 ‘estos de conmutar, oprimir, echar algo en algin sitio, tuvo consecuencias especialmente graves el «disparoe dei fotégrafo. Bastaba apretar con un dedo para fijar un acontecimiento durante un tiempo ilimitado. El aparato Iimpartia al instante por asi decirlo un shock péstumo. Alas experiencias tactiles de esta indole se le afiadieron las épticas, como las que traen consigo la pagina de anun- cios de un'periddico y el tréfico de una gran ciudad. Mo- verse en éste condiciona a cada uno con una serie de shocks y de colisiones. En los cruces peligrosos le cor traen, iguales a golpes de bateria, rapidos nerviosismos. Baudelaire habla del hombre que se sumerge en Ia mul titud como en una reserva de energia eléetrica. Trazando la experiencia del shock, le lama en seguida «caleidosco- pio provisto de consciencia»®. Si los transedntes de Poe lanzan, aparentemente sin motivo, miradas a todos lados, los actuales tienen que hacerlo para orientarse acerca de las seftales de trafico. La técnica ha sometido el sensorio humano a un entrenamiento de indole muy compleja. Lle 6 el dia en que el film ha correspondido a una nueva y lungenite necesidad de incentivos. La percepeién a modo de shock cobra en el film vigencia como principio formal. Lo que en la cinta sin fin determina el ritmo de la produc: cidn_es en el film base de la recepeién, No en vano subraya Marx que en el trabajo manual Ia interconexién de cada uno de sus momentos es continua. Esta interconexién se independiza cosificadamente en la cinta sin fin frente al obrero de la fébrica, La pieza traba- jada alcanza ese radio de accién sin contar con la volun: {ad del obrero. Y se sustrae a éste con igual obstinacién. «Es comin a toda produccién capitalista —escribe Marx— gue no sea el obrero el que se sirve de las condiciones de trabajo, sino al revés, que éstas se sirvan del obrero;, pero sélo con la maquinaria cobra esta inversién una rea- Tidad técnicamente palpables ®, En el trato oon la maquina aprenden los obreros a coordenar «su propio movimiento, al siempre uniforme de un autématas *, Estas palabras arrojan luz propia sobre las uniformidades de indole ab: surda a las que Poe ve que esta sometida la multitud. Uni formidad en el vestir y en el comportarse y no en tiltimo término uniformidades en la expresién del rostro. La son: risa da que pensar. Probablemente se trata de la que hoy es corriente en el «keep smiling» y figuraba entonces como amortiguador mimico de choques, ‘Todo trabajo en la miquina —se dice en el texto an- tes aludido— exige un adiestramiento previo del obrero» Dicho adiestramiento debe distinguirse del ejercicio. Este, nico determinante en el artesanado, tiene todavia sitio, en Ia manufactura, sobre cuya base «cada rama especial de Ia produccién encuentra en la experiencia la figura téenica que le corresponde y que va perfeccionando lenta mente». La cristaliza pronto «en cuanto se alcanza un cierto grado de madurezs *, Pero por otro lado esa misma manufactura produce «en cada obra manual de la que se apropia una clase de obreros que llamamos no especial zados a los que el artesanado excluia rigurosamente. la especializacion simplificada se desarrolla en virtuosismo a costa de la capacidad de trabajo, comenzaré a hacer una especialidad incluso de la falta de todo desarrollo. En lugar de una ordenacién por categorias aparece la simple division en obreros especializados y no especializadoss Al obrero no especializado es al que més humilla el adies- tramiento en la maquina. Su trabajo se hace impermeable 4 la experiencia, El ejercicio pierde en él su derecho *, Lo que el Luna Park consigue con sus diversiones no es ‘més que la prueba del adiestramiento al que el obrero no especializado esta sometido en la fabrica (una prueba ‘que a temporadas se convertia en el programa entero, va que el arte del excéntrico, en el cual el hombre cualquiera podia dejarse adiestrar en Luna Park, tomaba auge con © Manx, ibid Mazx, 1c, pg. 323 © Mae 1 € pa. 336 + ‘Cunnto mas corto ea! Uempe de formacton de xn 1 Inds, tao mis large hee el de un tr: Tat wes forme Durte do ie. prepartcign Ge ln sociedad pars la queree fal gee {lereco’ pave de In praxis de In production a ta praxis Go in deo = 48 — cl paro laboral). El texto dé Poe vuelve transparente la verdadera interdependencia entre disciplina y barbarie. Sus transedintes se comportan como si, adapiados a los autématas, solo pudiesen expresarse automaticamente. Su conducta es una reaccién a los shocks. «Cuando los em: pujaban, se deshacian en saludos hacia los responsables Y parecian llenos de confusion.» Ix AA la vivencia del shock que tiene el transetinte en Ia ‘multitud corresponde la vivencia del obrero en Ia maqui naria. Lo cual no permite suponer que Poe tuviese. Ia menor idea del proceso industrial del trabajo, En cualquier ‘caso Baudelaire estuvo muy lejos de esa idea. Pero si es: taba obsesionado por un proceso en el que ef mecanismo reflejo que la méquina desata en el obtero, puede esti diarse de cerca, como en un espejo, en el desocupado, FI juego de azar representa dicho proceso, La afirmacién pa- recer paradsjica. Una contraposicién, edénde se estable- ce con mas crédito, si no es entre el trabajo y el azar? Alain escribe de manera esclarecedora: «El concepto. de juego... implica... que ninguna partida dependa de la precedente. El juego no quiere saber nada de ninguna posicién segura... No tiene en cuenta los méritos adqui- idos antes y por eso se diferencia del trabajo, El juego acaba pronto el pleito con ese importante pasado en el ue se apoya el trabajo» "El trabajo que Alain tiene en mientes es sumamente diferenciado (y puede conservar, como el espiritual, ciertos rasgos del artesanado); no es el de la mayoria de los obreros de una fbrica y menos atin de los no especializados. Claro que al de estos siltimos les falta el empaque de la aventura, el hada Morgana que atrae al jugador. Pero de lo que desde luego no carece es de la futilidad, del vacto, de la incapacidad para con- © ALaLy, Les idées ot les Ages, pag. 183, Paris, 1927 — 49 — sumarse inherentes a Ia actividad del obrero asalariado. fen una fabrica, Incluso sus gestos, provocados por el ritmo del trabajo automético, aparecen en el juego, que no se Ileva a cabo sin el rapido movimiento de mano del que apuesta o toma una carta. En el juego de azar el Ila mado «coup» equivale a la explosién en el movimiento de la maquinaria. Cada manipulacién del obrero en la ‘maquina no tiene conexién con la anterior, porque es su repeticién estricta. Cada manejo de la maquina es tan impermeable al precedente como el «coup» de una par. tida de azar respecto de cada uno de los anteriores; por eso la prestacion del asalariado coincide a su manera con Ja prestacién del jugador. EI trabajo de ambos esta igual- mente vaciado de contenido. Hay una litografia de Senefelder que representa un club de juego. Ni uno de los retratados en ella sigue el juego de modo habitual. Cada uno est4 poseido por su pasién; ste, por una alegria confiada; el otro, por la desconfianza para con su compafiero; un tercero, por una desesperacisn sorda; un cuarto, por el afin de pendencias; uno de ellos incluso toma disposiciones para abandonar este mundo. En actitudes tan multiples se esconde algo comén: figuras representadas muestran eémo el mecanismo al que el jugador se entroga en el juego de azar, les acapara en cuerpo y alma. Incluso en su esfera privada, por muy apasionades que sean siempre, no serdn capaces de actuar més que mecinicamente. Se comportan como los tran- setintes en el texto de Poe. Viven st existencia como aut malas y se asemejan a las figuras fieticias de Bergson que han liquidado por completo su memoria. No parece que Baudelaire se entregase al juego, aun- que haya encontrado palabras de simpatia, incluso de homenaje, para los que sucumben a él®, El tema que fraté en su poema nocturno Le jew estaba, a su entender, previsto en lo moderno. Escribir sobre él formaba parte de su tarea. La imagen del jugador era para Baudelaire el complemento moderno de la imagen arcaica del lucha: dor. Al uno y al otro los tiene por figuras heroicas. Bérne © 1, pie. 456; Mh, pig. 630, — 150 — ‘ela por Ios ojos de Baudelaire al escribir: «Si se ahorra Sen Ia fueraa Ta pasion.-.que cada ano se desilfaron en Europa en las mesas de juego. bastarfan para formar ‘un pueblo romano yuna historia romana, Prollaro, como todo hombre nace romano, la sociedad burguesa intent desromanizarlo,y por exo ha introducido juegos de sear ¥ de sociedad, novelas, dperasitalanas y peraicos cle antes». Solo en el siglo decinucve lego asentarce ca Ia burguesa el juego de azar; enel siglo dieiocho jugs ba Gnicamente in noblea. Lo propagaron los ejérelton a Poleinicos y formé entonces, parte del espeetieul In vida elegante y- de miles de existencas Hotanes, que circulan en los subterrineos de una gran cludads, See espectaculo en cl que se empeiaba Baudelaire eer ho heroico «tal y como es propio de nuestra. épocas Si conccbimes el azar no tanto en su aspecta weno como en el psicodgica, se revelard la enorme lmportancls de la concepcion de Batdelatve. Es evidente que al jogs. dor ntenta ganar Sin embargo no llamarimos. deseo en el sentido propio del tering a su esfusrzo por ganar ¥ por hacer dinero. Quizd por dentro le invade Ts aiden, Auizés una oscuraresoluclén. En cualquier easo cota eg tun estado do animo que no le penmite hacer demasiadas cosas con la experiencia *. El deseo, por el entrar, por tenece a Tos drdencs de la experiencia. Goethe dice uc «lo que descamos en la juventud se cumple en la edad avanzadas. Cuanto antes formless un deseo en la vida, tanto mayores sevn las probabilidades de que se cupla ‘burgoFrankfurt, 1862, 7 a “2 tre tg a sight St eta gat oe ae ity cating dena ca a oe Sang erent ae te ee Sipe ea Caer eto ae fertere canner Salat me ie, rt aes ee fee suas meena erence i ote Sucre gina coe ein See eS Se SLs <1 Cuanto més lejos alcance un deseo en el tiempo, tanto ‘mejor podremos esperar su cumplimiento. Pero lo que nos conduce a la Iejania del tiempo es la experiencia que To Tlena y estructura. Por eso el deseo cumplido es la co- ona que se destina a la experiencia. En Ia simbdlica de los pueblos Ia lejania del espacio puede hacer las veces de Ja del tiempo; de abi que Ia estrella fugaz, que se hunde en Ia infinita lejania del espacio, se haya’ convertido en simbolo del deseo cumplido. La bolita de marfil que va ro dando hasta la casilla préxima, la carta siguiente, la que esté encima de todas, son auténtica contraposicién de Ia estrella fugaz, El tiempo contenido en el instante en que la luz de la estrella fugaz brilla para un hombre es del mismo material que el del que perfila Joubert con Ia se- guridad que le es propia. «El tiempo —dice— se encuen- tra de antemano en Ia eternidad; pero no es el tiempo terreno, el mundano... Ese tiempo no destruye, sélo con- suma> *. Es lo contrario del tiempo infernal, en el que discurre Ia existencia de los que no acaban nada de lo que acometieron, De hecho el descrédito del juego de azar viene de que el jugador mismo pone mano a la obra. (Ua incorregible cliente de Ia loterfa no caera en igual pros. cripeién que el jugador de azar en sentido estricto). Empezar siempre de nuevo y por el principio es la idea regulativa del juego (y del trabajo asalariado). Tiene por tanto un sentido exacto que Baudelaire haga aparecer Ja manecilla de los segundos como compafiera del ju sgador: «Souviens -t0i que le Temps est un joueur avide Qui gagne sans tricher a tout coup! c'est ta lois, En otro texto Satén ocupa el puesto del segundera ‘mencionado™. Sin duda que pertenece a su distrito ese infierno silencioso que ef poema Le jeu sefiala para los que han sucumbido al juego de azar: & Joumeer, op. cit, vol. 2, pg. 12 » pag. 34 1 pags. 455459, = 152 — «Voila le noir tableau qu'en un réve nocturne Je vis se dérouler sous mon oeil clairvoyant, ‘Moi-méme, dans un coin de Vantre taciturne, Je me vis accoudé, froid, muet, enviant. Enviant de ces gens la passion tenace> El poeta no participa en el juego. Esta de pie en un rincén; no es mas feliz que los jugadores. También . Tal determinacién hace transparente el cardcter cultual del fendmeno, Lo esencialmente lejano es inaccesible: de he- cho Ia inaccesibilidad es una cualidad capital de la imagen cultual). 'No es preciso que subrayemos lo versado que estaba Proust en el problema del aura, Con todo resulta notable ‘que en ocasiones roce conceptos que incluyen su teoria: ‘sAlgunos, amantes de Ios misterios, se halagan pensando ‘que en las cosas permanece algo de las miradas que una ‘vex. se posaron sobre ellass, (Naturalmente la capacidad de devolverlas.) «Opinan que los monumentos y los cua- dros s6lo se presentan bajo el delicado velo que el amor y la veneracion de tantos admiradores tejieron a su alre- dedor a lo largo de los siglos.» Y Proust concluye con una digresién: «Esa quimera seria verdad si se refiriese a la \inica realidad presente para el individuo, a saber, a su ‘mundo de sentimientoss *, Parecida a ésta es la definicion de Valéry de la percepcién en el suefio como aura, aunque dicha determinacién es de mayor alcance, ya que esti orientada objetivamente. «Si digo: veo esto ahi, no se es: tablece por ello una equiparacién entre yo mismo y la ‘cosa... En el suefo, por el contrario, si que se da una equi- pparaci6n, Las cosas que yo veo me ven como yo las veo a ellas» ", Propia de la percepcidn ontrica es la naturaleza de los templos: «L’homme y passe a travers des foréts de symboles Qui observent avec des regards familiers.» Baudelaire supo mucho de todo esto; tanto mas certe- ramente se inscribié en su obra lirica la decadencia del Waren Bawnan, , cuya forma de vivir baa todavia con un destcllo conciliador la inminente y desconsolada del hom- bre de la gran ciudad, El flaneur» esta on el umbral tanto de la gran ciudad como de la clase burguesa, Nin guna de las dos le ha dominado. En ninguna de las dos Se encuentra como en su casa. Busca asilo en la multitud. En Engels y en Poe encontramos contribuciones tempra nas a la fisonomia de la multitud, Esta es el velo a través, del cual Ia ciudad habitual Ie hace al «flaneurs guiios de fantasmagorfa. Tan pronto es paisaje como estancia. Uno y otra edifican el bazar que hace que el callejeo sea “til para la venta de las mercanefas. El bazar es el iltimo. olpe del «flineurs En el «fldneur» la inteligencia se dirige al mercado. Esta piensa que para echar un vistazo, pero en realidad va a encontrar un comprador. En ese estadio intermedio, fen ef que todavia tiene mecenas, pero empezando yaa familiarizarse con el mercado, aparece como bohemia, A lo indeciso de su posicién econémica corresponde Ia indecisién de su funcién politica, Esta se hace palpable en los conspiradores profesionales que pertenecen por entero a la bohemia. Su campo inicial de trabajo es el ejército, més tarde lo serd la pequefia burguesia y en ocasiones cl proletariado. En los jefes de este tiltimo ve este grupo a sus enemigos. El Manifiesto Comunista acaba con su existencia politica, La poesia de Baudelaire — 184 — saca su fuerza del pathos rebelde de ese grupo. Se pone del lado del asocial. Su tinica comunidad sexual la realiza con una puta. Pacilis descensus Aver Vinorm: Betta Es singular en la poesia de Baudelaire que las imé genes de la mujer y de ln muerte se compenctren en tina tercera, la de Paris. Bl Paris de sus poemas es una ciudad sumergida y més submarina que subterrénea. Los cle rmentos ctonicos de la ciudad —su formacién topogré fica, cl viejo y abandonado lecho del Sena— han dejado en él huella. Sin embargo en Baudelaire, en sus «idiios funerarios» con la ciudad es decisivo un substrato social: el moderno. Lo moderno es un acento capital de su poesia Con el espleens hace pedazos el ideal (Spleen et idéa) Pero lo moderno cita siempre Ia protohistoria. Lo cual sucetle por medio de la ambigledad propia de las circuns- tancias y los productos de esa 6poca. La ambiptiedad es Ta manifestactin alegoriea de Ta dialética, Ia ley de la dialéetica parada. Esta detencién es utopfay la imagen ialéctica 6s, por tanto, una quimera, Es una imagen que expone la mereanefa por antonomasia: en cuanto fetiche. Imagen que exponen los pasajes que son casas ala ver que astros, Imagen que expone la prostituta que es a la ver vendedora y mercancia Je voyage pour connatire ma géographie. Anotaciones de un loco (Paris, 1907). FI tiltimo poema de Les Fleurs du mal: Le Voyage. <0 mort, vieux capitaine, il est temps, levons 'ancre.» El lltimo viaje del «flaneurs: Ia muerte. Su meta: lo nuevo. — 185 — «Au fond de l'inconnu pour trouver du nouveau.» Lo nuevo es una cualidad independiente del valor de uso de la mer- cancia. Es el origen de ese halo intransferible de las imé- ‘genes que produce el inconsciente colectivo. Es la quinta- esencia de la consciencia falsa cuyo incansable agente es a moda. Este halo de To nuevo se refleja, tal un espejo en otro, en el halo de lo-siempreotra-vez-igual. El producto de esta reflexién es la fantasmagoria de la «historia de la cultura> en Ia que Ia burguesia paladea su falsa cons iencia. El arte, que empieza a dudar de su cometido y deja de ser sinséparable de lutilité» (Baudelaire), tiene due hacer de lo nuevo su maximo valor. Su arbiter rerum novarum es el snob. El snob es al arte lo que el dandy a la moda, En el siglo diecisiete el canon de las imagenes dia: Iéeticas es Ta alegoria; en el siglo diecinueve lo es la nouveauté». Los periddicos estin de lado de los «ma gasins de nouveautés, La prensa organiza el mercado de los valores espirituales, que es donde surge la especulacion alcista. Los inconformistas se rebelan contra un arte en- tregado al mercado, Se agrupan en torno al estandarte del arte por el arte. De esta consigna resulta Ia concepeién de una obra artistica total que intenta impermeabilizar el arte frente al desarrollo de la técnica. La consagracién con la que lo celebra es el contrapeso de Ia dispersién que transfigura a la mercancia. Ambas hacen abstraccién de la existencia social del hombre. Baudelaire sucumbe a la seduccién de Wagner. — 186 — VI HAUSSMANN 0 LAS BARRICADAS Fai te culte due Beau, du Bien, des grandes Tchoses, De ta belle nature inspirant te grand at, Oui enchante Foreile ou charme te regard; Tai Vemour du priniemps en fleurs: femmes et roses Barow Havssaann: Confession dun Hon dlevenu ‘view El ideal urbanfstico de Haussmann eran las vistas en perspectivas a través de largas series de calles. Lo cual corresponde a la inclinacién, que advertimos una y otra ver en el siglo diecinueve, de ennoblecer necesidades téc- nicas haciendo de ellas finalidades artisticas. Las institu. ciones del sefiorio mundano y espiritual de la burguesta encuentran su apoteosis en el marco de las arterias ur banas, Estas quedaban tapadas con una lona hasta st terminacién y se las deseubria como a un monumento. La eficacia de Haussmann se ensamblaba en el iddea- lismo napoleénico. Este favorece al capital financiero. Pa tis vive entonces un florecimiento de la especulacién, El juego en la bolsa desplaza las formas del juego de azar hneredadas de la sociedad feudal. A las fantasmagorias del espacio, a las que se entrega el «flaneurs, corresponden las fantasmagorias del tiempo de las cuales se deja llevar el jugador. El juego transforma el tiempo en un estupefa- ciente, Lafargue explica el juego como una copia en pe- quefio de los misterios de 1a coyuntura. Las expropiacio- nies de Haussmann dan vida a una especulacién engafiosa. Las sentencias de la Corte de Casacidn, inspirada ésta por la oposicién burguesa y orleanista, aumentan el riesgo financiero de la empresa de Haussmann. Este intenta apo- yar su dictadura colocando a Paris en un régimen de ex- ‘epcién. En 1864 expresa en un discurso en Ia Camara st odio contra la desarraigada poblacién de Ia gran ci — 187 = dad. Pero ésta se multiplica precisamente por sus em- presas. La subida de los precios de alquiler empuja al proletariado a los arrabales. Los barrios de Paris pierden su propia fisonomia. Surge el cinturén rojo. Haussmann se dio a sf mismo el nombre de eartiste démolisseur>. Se siente Ilamado a realizar su obra y lo subraya en sus me morias. Asi aliena a los parisinos de su ciudad. Ya no se sienten en ella en casa, Comienzan a ser conseientes del cardcter inhumano de ia gran ciudad. Paris, la obra mo numental de Maxime Du Camp, debe su nacimiento a esa consciencia, Las Jérémiades d'un Haussmannisé le dan la forma de una lamentacién biblica La verdadera finalidad de los trabajos haussmannianos cera asegurar Ia ciudad contra la guerra civil. Queria im posibilitar en cualquier futuro el levantamiento de barri- cadas en Paris. Con esta intencién introdujo Luis Felipe el entarugado. Y sin embargo las barricadas desempeiia- ron un papel en la revolucién de febrero, Engels se ocupa de la técnica de la lucha en barricadas. Haussmann quie- re impedirla de dos maneras. La anchura de las calles haré imposible su edificacion y calles nuevas estableceran el camino mas corto entre los cuarteles y los barrios obre- ros. Los contempordneos bautizan Ia empresa: «Liem- bellissement stratégiquen. Feis soir, en déjouant la ruse O'République, 2 ces pervers Ta grande face de Meduse ‘i wen de rouges eli. (Cancion obrera de hacia 1850) En la Comuna resucitan de nuevo las barricadas. Son mas fuertes y estén més seguras que nunca. Se alargan sobre los bulevares y a menudo alcanzan la altura del Primer piso. Cubren las trincheras que se ocultan tras, ellas. Igual que el Manifiesto Comunista termina con la época de los conspiradores profesionales, la Comuna aca- — 188 — ba con Ia fantasmagoria que domina la libertad del pro- letariado. Gracias a ella se disipa la apariencia de que la revolucién proletaria tenga por cometido consumar ‘mano a mano con la burguesia la obra de 1789. Esta ilu sidn domina el tiempo que va desde 1831 hasta 1871, des de el levantamiento de Lyon hasta la Comuna. La’ bur guesfa jamas participé de este error. Su Iucha en contra de los derechos sociales del proletariado empieza ya en Ja gran revolucién y coincide con el movimiento filantr pico que la disimuia y que conoce bajo Napoleén TIT su desarrollo més importante. Entonces surge la obra mo- numental de semejante orientacion: Ouvriers européens de Le Play. La filantropia ha tomado actitudes encubier- tas; la burguesia en cambio ha endosado siempre abier- tamente la lucha de clases. En 1831 reconoce en el Journal des Débats: «Cada fabricante vive en su Fabrica como el propictario de una plantacidn entre sus esclavos.» La des- sracia de los antiguos levantamientos obreros es que nin- guna teorfa revolucionaria les sefiala el camino; cae del ‘otro lado Ia condicién de Ta fuerza y del entusiasmo con, que se acomete cl. establecimienio de una sociedad wueva, Ese entusiasmo, que aleanza su punto culminante cen la Comuna, gana a veces para los obreros los mejores, elementos de la burguesia, pero a la postre les leva a°s0- ‘meterse a los peores. Rimbaud y Courbet profesan la Co- ‘muna. El incendio de Paris es Ia digna conclusion de la obra de destruccién de Haussmann, Mi buen padre estuvo en Pars Kant Gerexow: Cartas desde Parts (1882) Balzac fue el primero que hablé de las ruinas de la burguesfa, Pero es el surrealismo el que primero ha abier- to sobre ellas una perspectiva. Fl desarrollo de las fuerzas de produccién hizo que se derrumbaran los simbolos op- tativos del siglo pasado antes de que se desmoronasen'los — 189 — ‘monuimentos que los representaban. En el siglo diecinueve ese desarrollo ha emancipado del arte a las formas con- figurativas, igual que en el siglo dieciséis las ciencias se Tiberaron de la filosofia. Bl comienzo lo marca la arqui- tectura como construccién de ingenieria. Sigue la repro- duccidn de la naturaleza como fotografia, La creacién de Ja fantasia se prepara para convertirse précticamente en publicidad. La creacién literaria se somete en el folletén al montaje. Todos estos productos estén a punto para dirigirse al mercado como mercanefa. Pero vacilan en el umbral. Los pasajes y los interiores, los panoramas y los ppabellones de las exposiciones proceden de esta época. Son residuos de un mundo imaginario, Valorar en la vi- gilia estos elementos de ensuefio es un ejercicio escolar del pensamiento dialéctico. Por eso el pensamiento dia- Iketico es el Srgano del despertar historico. Cada época zo sélo suefia Ta siguiente, sino que sofiadoramente apre- ‘mia su despertar. Lleva en si misma su final y lo desplie- ga —segiin Hegel— con argucia. Antes de que se desmo- ronen empezamos a reconocer como ruinas los monumen- tos de Ia burguesa en las conmociones de la economia ‘mercantil. — 190 —

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