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Relatos

Cortos de
campo
Volumen 3

Historias para contar en


el Manejo de Recursos
Naturales

María Luisa Villarreal Sonora


Martín Manuel Balam Perera

1
María Luisa Villarreal Sonora
Martín M. Balam Perera

SIMBIOSIS, Manejo Integrado de Recursos Naturales, SA de CV

www.simbiosismx.com

ISBN en trámite. Documento electrónico de libre difusión.

2
E
ste documento es el tercer
volumen de narraciones breves
de nuestras memorias de trabajo
comunitario; como en el primer
libro algunas de estas historias son
graciosas, otras son de reflexión, pero
todas lecciones preciosas de
aprendizaje humano para quienes
desean involucrarse en el trabajo
comunitario del Manejo de Recursos
Naturales en el sureste de México…y
disfrutan lo que hacen.

3
CONTENIDO

Extraviados en Mahahual ............................................................................................... 5


El superguia............................................................................................................................ 9
Las gallinas de Tres Garantías .................................................................................... 13
Tras lomita ............................................................................................................................ 15
El colmoyote en la Nalga ............................................................................................. 20
Las novias de Papua Nueva Guinea ...................................................................... 22

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Extraviados en Mahahual

En cierta ocasión, por ahí de 2004, volvíamos de revisar un predio en la Costa


Maya, cerca del poblado de Xcalak, sobre la carretera Mahahual – Xcalak al
sur de Quintana Roo; cuando se nos ocurrió detenernos a revisar un predio
del que nos habían hablado, pero que no conocíamos.

El predio estaba a 150 metros de la carretera y se accesaba por una brecha


estrecha desde la orilla del camino a la altura del kilómetro 28 o 29. Era
alrededor de las 3 de la tarde.

Nos acompañó en esa ocasión nuestro amigo Luis Mora, otro Biólogo muy
experimentado, con quien Martín realizó innumerables incursiones a predios
en todo el Estado.

Estacionamos la camioneta a un costado del camino y nos metimos en la


brecha. Estábamos seguros que no nos iba a tomar más de 30 minutos
revisar la mensura del predio y salir del monte.

No reparamos en que ninguno de los tres llevaba machete, mochila o


brújula – todo estaba guardado muy bien dentro de la camioneta.

Como en buena parte de la Costa Maya, el ecosistema estaba conformado


por selva baja inundable, con bejucos de diversos gruesos, enredados con
los delgados troncos de diferentes especies de árboles, torcidos hacia todas
direcciones. La brecha estaba bien marcada y limpia, así que no tuvimos
problema para adentrarnos los 150 metros y ubicar la mensura del predio
que íbamos a revisar.

Había una gran cantidad de huellas sobre el sendero y las de Jaguar eran
especialmente abundantes. Medimos y contamos cerca de 15 huellas
recientemente marcadas en el lodo fresco.

- El jaguar no debe andar lejos – dijo Martín. Tal vez hasta


encontremos una madriguera (y no reparamos en que ninguno de
los tres traía un machete o siquiera una resortera en caso de tener la
“buena suerte” de avistar al animal).

Martín y Luis, apasionados de los animales como son, se pusieron a seguir los
rastros, brincando troncos y quitando enredaderas. Yo estaba mas bien
fastidiada – porque se que se apasionan tanto que se olvidan del mundo.

Pero los seguía también, brincando troncos y arrastrándome bajo


enredaderas a unos 10 metros de distancia, detrás de ellos. Llegamos a un
área descubierta, semi inundada, con el agua hasta los tobillos. Creo que
habíamos caminado una media hora.

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Ahí perdieron el rastro. Tomaron fotos, midieron huellas y bromearon un
rato. Yo encontré un tronco lo suficientemente torcido y grueso como para
usarse de banca, y me senté pacientemente a esperar que dejaran de
divertirse.

- ¿Por donde salimos María Luisa? – me preguntó Martín

Me sorprendió su pregunta, pues yo soy “La de oficina”, no se como


ubicarme en medio del monte. Por un segundo pensé que quería
novatearme – algo que comúnmente se le hace a los inexpertos y a los
compañeros de oficina cuando se los lleva al monte.

- Ni idea, jefe - le dije – tu eres el experto y eres el que se ubica, yo solo


veo ramas y ramas y ramas…

No me gusto nadita su rostro, abrió grandes sus ojos y miró compungido a


Luis. Ambos se miraron, miraron alrededor y menearon su cabeza

- ¡Ya nos perdimos güey! – dijo Luis. Y ambos soltaron una carcajada
nerviosa

- Yo pensé que Ustedes venían viendo el camino – les reproché

- Y yo pensé que tu lo estabas checando – me rebatió Martín

- Y yo pensé que Martín lo venía checando - dijo Luis

Me sentí de pronto como en “el proyecto de la bruja Blair”. Ya me veía


moqueando y pidiéndole perdón a mi suegra por habernos perdido (había
que conservar el buen humor).

- Bueno – a ver saquen la brújula o el GPS – dijo Martin

- Esta en mi mochila – rió Luis a carcajadas – y esta en la camioneta


(pensé que le estaba dando un ataque de nervios, pero en verdad
estaba divirtiéndose)

Los tres rompimos a carcajadas (creo que ya estábamos entrando en pánico


y esa fue una reacción inicial), no parábamos de reír y cuando nos cansamos
de reír, vino la cruda moral…

- ¿Y ahora? – pregunté tragando saliva

- Tu quedate aquí - dijo Luis – veamos si encuentro nuestros


rastros…en alguna parte. Yo voy por aquí y Martin por allá – tú no te
muevas María Luisa.

- ¡Noo me vaaayan a dejaaar aquiii! – casi lloro cuando les dije.

Bromeaba y les gritaba para que aunque se alejaran no me perdieran de


vista. Unos 20 minutos después regresaron. Decía todo con la mirada.

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- Naaaaada, güey – dijo Luis visiblemente preocupado.

- Y ya va a anochecer – observé. – ¿Traen cerillos de perdis?…Si, en mi


mochila que esta en la camioneta – me respondí solita (yo era la
única que fumaba en esa época)-.

- Pues la carretera debe estar hacia el Este, es una línea de 60


kilómetros, si vemos el Sol, ubicamos el Este y salimos – reflexionó
Martín

- Son casi l as 6 de la tarde…el Sol ya esta atrás de los árboles - ¿Cuál


Sol? -Respondió casi de inmediato Luis

- ¡Puta Madre!- exclamó Martin. Los tres chingones perdidos por ir al


Monte como “Chulos”* – continuó muy molesto.

(Esa es otra anécdota. “Chulo” es un término creado por un cliente nuestro


para referirse a un técnico que no lleva equipo ni herramientas cuando va
acampo, como quien va a pasear solamente, porque, va de “Chulo”.)

Oscurecía y comenzamos a preocuparnos de verdad. Se escuchaban solo los


grillos y de pronto, a lo lejos un sonido familiar, más urbano, menos, mucho
menos silvestre, acercándose rápidamente.

Primero estaba disperso, luego pudimos ubicarlo y paso rápidamente por


algún lugar de derecha a izquierda.

Era agudo y largo el sonido – piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

- ¡Es un pito! – gritamos (es decir un claxón)

Alguien había visto la camioneta estacionada a la orilla del camino, en la casi


oscuridad, en medio de un lugar muy solitario y sonó el claxon…tal vez
pensando que alguien tenía problemas…¡y si que teníamos problemas!

Pero no se detuvo.

- Ahora solo hay que esperar que alguien más suene su pito – dijo
Luis, -y nos vamos ubicando.

Ya casi oscurecía y decidimos tratar de avanzar hacia la derecha. Caminamos


otros diez minutos cuando escuchamos otro motor, y de nuevo un claxon
largo y agudo pasando de largo a la izquierda (iba de Norte a sur).

- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii – y volvió a perderse a la derecha

- Creo que ya se de donde viene – dijo Martin. Y comenzó a caminar,


Luis y yo lo seguimos trastabillando.

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La maleza se volvió cada vez más chaparra, señal de que nos acercábamos a
la orilla del camino, y luego vimos el pavimento…¡¡¡¡¡nunca estuve más feliz de
ver el pavimento!!!!!!

Salimos a 600 metros al Norte de la camioneta, justo cuando otro conductor


sonaba su claxon, mientras pasaba junto a nuestro vehículo

- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii – ¡nunca me sentí más feliz de que


alguien me pitara!

¡Caminamos en silencio hasta la camioneta, medio por el cansancio, medio


por el sustote! Durante mucho tiempo no le dijimos a nadie que nos
habíamos perdido de forma tan estúpida…¡como viles chulos!

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El superguia
Durante un tiempo Martín estuvo trabajando para una cadena de
Hoteles, diseñando y localizando rutas de ecoturismo para el recién
creado concepto de Ecoturismo de High Class, es decir, bungalows
muy, muy, muy caros, un hotel de alto nivel, para ecoturistas de alto
nivel. Yo daba clases de inglés al personal y a los guías. Mientras,
Martín ayudaba a trazar rutas y la hacía de chofer.

Este grupo de guías, seleccionado de lo mejor, de lo mejor, de lo


mejor (si, como los hombres de negro), eran chicos de entre 18 y 23
años, saludables, entusiastas y…muuuuy inocentes.

Casi todos los chicos y chicas eran del Distrito Federal, Veracruz, uno
que otro Chetumaleño, y un par des guías locales, de comunidades
aledañas, estos últimos de esos que SI conocen el monte.

Bueno, pues para entrenar a este grupo de superguías, la empresa


contrato al “Padre de los superguías” (obvio el nombre por aquello de
que se ofenda – no tenía mucho sentido del humor este personaje).
Graduadísimo de alguna escuela europea de ecoturismo (¿Dónde
quedará la selva en Francia?)

Con un sueldo de cinco mil pesos diarios (hace más de 10 años), 5 mil
de los de ahorita – uno pensaría que este hombre era una mezcla de
Tarzán, el cazador de cocodrilos, Tom Cruise (por aquello de misión
imposible) y un bosquimano busca rastros del centro de Africa.

- ¡¡¡¡Pues no es cierto!!!! – como decía Adal Ramones (jeje)

La mayor parte del tiempo solo agotaba a los muchachos, los dopaba
con pastillas para el dolor y se perdía en la selva, dando sus cursos de
supervivencia (con todo y GPS, equipo, brújula y un guía de
comunidad experimentado).

Martín la hacía de chofer la mayor parte del tiempo, y los guías de las
comunidades los utilizaba como cargadores negros de Safari
africano… por más que Martín y los guías trataban de aconsejarlo
sobre cómo NO meter la pata, solo conseguían molestarlo mucho,
mucho, mucho y meter a los chicos en más problemas.

En uno de los viajes de campo, Martin trató de advertirles que los


vehículos (vans automáticas extralargas) iban a derrapar en el lodo de
la reciente lluvia…sólo consiguió que lo relevaran de su trabajo de
chofer en ese viaje…lo cual fue afortunado porque el superguía
derrapó (efectivamente) y terminó ensartando la van #1, con la van #
2 (le descontaron los daños de su sueldo).

Pero la metida de pata más memorable de este individuo fue quizás

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cuando perdió a un grupo completo de 10 muchachos, y un guía
experimentado, en una zona selvática del sur de Quintana Roo.

Se trató de otro de sus eventos de supervivencia extrema, y los llevó a


un ejido. Martín consiguió a uno de los guías más experimentados del
ejido, y los condujo a la entrada del área forestal. Esta es una de las
áreas forestales más grandes del Estado, en el ejido Laguna Om
(también conocido como Nicolás Bravo).

Los dejó a la entrada, y el superguía le ordenó los esperara al otro


lado del área forestal como a la 1 o 2 de la tarde. Eran las 6 de la
mañana.

Los chicos llevaban sus mochilas atiborradas de víveres, pero les


ordenó dejar todo en la camioneta y llevar un poco de agua (total,
iban a salir en unas horas).

- Pero está lejos el camino “don” – le dijo el guía – yo ya lo


recorri y..
- ¡Nada! – le calló el Superguía - según mis cálculos salimos en
unas 7 horas, asi que vamos – y comenzó la marcha.

Los chicos lo siguieron entusiastas, bromeando y con muchas ganas


de aventurarse en la selva.

Esa fue la última vez que los vimos, solo encontramos un


video…¡Heeee! Que dijeron, ¡la bruja de Blair!

No. Lo que pasó fue que Martin tomó el vehículo y fue a comer al
pueblo, dio una vuelta, saludó amigos en Nicolás Bravo y alrededor
de las 12 se estacionó en el punto donde se le ordenó.

Y dieron la 1 y las 2 y las 3 (como la canción), y nada de los


muchachos.

Cuando dieron las 4 de la tarde y no salieron, realmente se preocupó,


¡¡¡algo terrible debía haber pasado!!! Pues aún con el superguía y el
guía experimentado de la comunidad no habían podido salir.

Alrededor de las 6 de la tarde se regresó al pueblo, pidió ayuda al


representante del consejo de vigilancia, y propuso que se organizara
una partida de búsqueda en cuanto amaneciera.

Martín regresó al punto de encuentro, junto con el presidente del


Consejo de Vigilancia del ejido.

- Por si aparecen los muchachos – se dijo.

Llegó media noche y después llegaron las horas de la madrugada. Se


durmieron como a las 3 de la mañana y se despertaron alrededor de
las 6 de la mañana. Esperaron y esperaron, mientras en el pueblo se

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organizaba la partida de búsqueda para encontrar a estas 12
personas.

Poco después de las 9 de la mañana aparecieron sobre el camino


polvoriento los muchachos, el superguía y el guía de la comunidad.

Todos estaban bien… bien cansados, sucios (bien chamagosos, de esa


mugre impregnada y escurrida con sudor) y lucían una cara de
desconsuelo como quien viene contando pasos que le parecen
interminables.

Martín los vió antes de que lo vieran a él, y les sonó el claxon.

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Maaaaaaarttttiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinnnnn!!!!!! –
gritaron los muchachos mientras recuperaban fuerzas de la
debilidad y corrían a toda prisa los últimos 200 metros.

Subieron a la camioneta de un brinco y desbarataron las mochilas


buscando comida, y agua para lavarse la cara y para calmar una sed
de 24 horas.

- ¿Qué pasó? – preguntó Martin por encima del ruido del


alboroto y alegría de los muchachos. ¿Por qué salieron hasta
ahorita?

Silencio selpucrural

Los muchachos en silencio engullían sus sándwiches, papitas y


galletas, y miraban de reojo, como niño maniatado, al superguía. Pero
la cara del guía de la comunidad lo decía todo:

Miró con odio de reojo al superguía, se acercó a Martín y le dijo en


voz baja:

- ¡¡¡¡Le dije a este pendejo que estaba muy lejos!!!!!

- Pero ¡¡¡Nooooooooooooo!!! – continuó con tono de reproche -¡¡¡¡Es


el chingón¡¡¡¡¡¡

- ¡¡¡Que su GPS ese, que su brújula, que el mapita!!!!…

Ya no hablaba en voz baja

- ¡¡¡¡¡Le dije!!!! No es por ahí, nos vamos a perder!!!!!, pero


¡nooooooooo! Es el chingón.

– ¿sabes que me dijo?¡¡¡¡Que me callara , que él nos iba a sacar!!!!!!!! – y ahí


va don pendejo;-¡¡¡¡ nos vamos a perder!!!! le dije un montón de veces….no es
por ahí – se le dije un montón de veces…

- ¿Sabes que me dijo? – ¡¡que el era el jefe!!

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- ¡¡¡¡Déle, jefe pendejo!!!!, y nos perdimos. - dijo gritando el guía.

Martín se aguantaba las ganas de reír, y el superguía solo sorbía su agua,


sin decir nada.

Tomo aire y siguió vociferando:

- Cuando amaneció les dije: ¿ya se cansaron de estar perdidos? –¡¡¡¡ora


si vamos a salir por donde YO diga!!! – dijo aun mas exacerbado - Y
los saqué en dos horas.

De regreso, en el camino al Hotel, el superguía sólo le dijo una sola cosa


a Martín

- No me vuelvas a contratar a ese guía, ¡¡¡NO SABE SEGUIR


ÓRDENES!!!

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Las gallinas de Tres Garantías
Cada vez que me invitan a una fiesta en un ejido, no olvido a las gallinas de
Tres Garantías.

Estaba recién casada y recién comenzaba a trabajar en comunidades. Me


hice muy amiga de varias familias en la comunidad de Tres Garantías, al
Sureste del Estado de Quintana Roo.

Uno de nuestros guías organizó una fiesta de quince años y nos pidió
asistiéramos como invitados de honor. Yo nunca había sido invitada de
honor y me pareció que debía echar la casa por la ventana y lucir
despampanante, ya “saben pipa y guante”.

Tres Garantías esta a un par de horas de Chetumal (no por la distancia, si no


por lo malo del camino), así que llegué temprano al salón de belleza en
Chetumal: manicure, pedicura, depilada de cejas y maquillada.

Me compre mi ropitas muy nice y unos zapatos carísimos, que me parecían


excesivos, pero lucían espectaculares (buuueeeeeno, asi me sentía -, que
quieren era mi primer quinceaños ejidal).

Me subi a la camioneta y nos enfilamos Martin, Cecilia (nuestra hija que tenia
poco mas de un año) y yo.

Atosigué a Martín todo el camino,

- ¡Frena despacito que se me desenchinan los churros (neta)!

- ¡No pases los baches muy fuerte que se me arruga el vestido pipiris
nice que me cargo!

Finalmente llegamos y me bajé como invitada de honor que era,


sintiéndome en la alfombra roja de los oscares (neta!)

La fiesta ya había comenzado e hice mi entrada triunfal cuando ya casi


estaba lleno el patio y todas las sillas estaban ocupadas…

Nos habían dejado unas sillas bajo un bellísimo árbol con luces…y al fondo
había, casi a oscuras, otra mesita vacía.

- ¡Ah No! – pensé – yo quiero sentarme bajo las lucecitas y me senté.


Martín me siguió y nos acomodamos.

Estaban sirviendo ya los tacos de cochinita y relleno negro, y nuestro


anfitrión nos ofreció amablemente la mesita a media luz.

- No – le dije – aquí estamos bien, muchas gracias

- ¿Seguros? – preguntó compungido, pero no dijo nada más.

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Todos miraban mientras me servían mis tacos

- ¡Qué hambre ¡ - pensé - y quise dar el primer bocado

- Puajjjjjjj – me cayó algo caliente en la mano que sostenía el taco

- ¿Me echaron salsa? – me dije, y apenas pensé eso…

- Puajjjjjj – me cayó otro tortazo de “salsa” en el hombro

- Puajjj – y otro tortazo en la cabeza

En el hombro, _ puajjjj!!!!

En los pies – con mis zapatitos caros, también - puajjjj

y cuando miré arriba para ver que pasaba

- Si --- puajjjjjj!!! A un costado de mi boca

- ¡Mierda! – gritó la gente. ¡¡¡Se cagaron las gallinas sobre la bióloga!!!!

Salté de la silla y vi el árbol lleno de gallinas, mientras me sacudía una docena


de cacas de pollo calientitas…de mi cara maquillada - $100 pesos, mi pelo
con churros $150 pesos, mi mano con manicura $80 pesos, mis zapatitos
caros $600 pesos…

Ser cagada por gallinas en medio de un quinceaños ….no tiene precio

Ahora voy con tenis y pantalón de mezclilla, me peino bien y me perfumo…y


reviso que no haya árboles, ni gallinas sobre mi cabeza.

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Tras lomita
Cuando un guía o persona de la comunidad me dice que vayamos
caminando a su predio y que esta allí, “tras lomita”, prefiero tomar la
camioneta y comprobarlo tras el volante…la última vez que me tragué
el cuento de ir caminando a revisar un predio “tras lomita” caminé 22
kilómetros en el barro.

Caobas es uno de los ejidos mas extensos del Estado de Quintana


Roo, y posee aún algunas de las áreas de selvas mejor conservadas de
todo el sureste de México. En cierta ocasión lleve a un grupo de
estudiantes (5 estudiantes) al ejido para visitar un cultivo de vainilla
que me habían comentado estaba fantástico, y que una y otra vez me
había comprometido a visitar.

Era época de lluvias y llevaba una camionetita Ford, de cabina y


media. Tres chicos y dos chicas me acompañaron a mí y a nuestro
anfitrión para visitar el cultivo. No anduvimos ni dos kilómetros
cuando nos encontramos ante un verdadero río de fango, la época
de lluvias y los vehículos pesados habían hecho estragos del camino
(el único camino de acceso) y podíamos quedarnos atascados.

- ¿Qué tan lejos está el predio? – le pregunté a nuestro guía


mientras estacionaba la camioneta a un costado del camino.

- No muy lejos, “tras lomita” uno o dos kilómetros – dijo con


mucha seguridad – además hay una aguada bien bonita
donde anidan los pavos de monte

- ¡¡¡¿¿¿En serio?????!!! – dijeron los chicos a coro

- ¿Quieren ver el lugar? – pregunté conociendo la respuesta

- ¡¡¡¡Siiiiiiiiiiiii!!!!! – respondieron casi al unísono

- ¿No les importa caminar un par de kilómetros? – les dije


mostrando el camino destruido y señalando nuestras mochilas

- No – respondieron igualmente coordinados

- ¿Cómo a que hora crees que salgamos? – pregunté para


calcular la cantidad de víveres y agua que debíamos llevar

- Un par de horas a lo mucho (eran las 6 de la mañana)-dijo


con mucha seguridad nuestro anfitrión

- ¡Ok! ¡Vámonos que quiero llegar temprano a comer! – les


ordene contundente. Y todos nos enfilamos a conocer el

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cultivo de orquídeas y la aguada de los pavos.

Caminamos entusiasmados brincando charcos, tratando de no


resbalar los primeros metros, con la bruma cubriendo todo, como en
un paisaje fantasmal. Pancho nos iba contando los pormenores del
cultivo de vainilla, y los chicos prestaban atención emocionados,
tomaron fotos de milpas y de aves, y se fotografiaron unos a otros,
riendo y bromeando, saltando charcos y quitando el lodo de las
botas, divertidos…los primeros tres kilómetros.

- ¿Pancho que tan lejos estaba tu parcela? – pregunté mientras


veía casi las 9 de la mañana en mi reloj de pulso

- ¡Ya falta poco! – nomás pasamos ese manchón de selva tras el


cerrito y llegamos – dijo sin detenerse

Le calculé un kilómetro y un poco más, todos me miraban cansados y


les sugerí detenernos a desayunar. Nos sentamos al lado del camino y
sacamos sándwiches, galletas y agua de las mochilas. Comimos con
avidez y bromeamos un rato sobre las capas y capas de lodo bajo
nuestras botas que nos hacían ver “mas altos”.

- No se olviden de la aguada – comentó Pancho – es un lugar


muy bonito y si llegamos temprano verán a los pavos de
monte…

- No estoy muy segura Pancho – interrumpí - ya caminamos


bastante y los muchachos están cansados - ¿Qué tan lejos
esta la aguada? – inquirí

- No está muy lejos, como a unos 800 metros de aquí y como


unos 100 metros dentro del monte – calculó rápidamente

- ¡Eso es casi un kilómetro! – los chicos me miraron angustiados


– no, creo que lo dejamos para otro día Pancho

- Va a ser rápido – insistió

- No olvídalo, mejor seguimos avanzando a tu parcela ¿Qué


tan lejos está?- le pregunté un tanto molesta

- Puees, nos quedan como, como, como un buen tramo – dijo


tragando saliva

Calcule un par de kilómetros más, y ordené continuar la marcha.


Todos seguimos a Pancho ya no tan alegres ni festivos.

Yo comencé a contar mis pasos, 552 pasos por kilómetro,


aproximadamente. Y me preocupé cuando llegué a 1500…los chicos
se veían agotados y muy, muy frustrados.

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- ¡Pancho! – casi le grité - ¿Cuánto falta para tu parcela? - Y me
detuve en seco.
- No falta mucho – nos dijo – y se internó dentro de una
angosta brecha en la selva – síganme, falta poco.

Vaya un lugar extraño para tener una parcela de vainilla sin camino
de acceso – pensé, y lo seguimos. Brincando troncos y tratando de no
resbalar en la hojarasca húmeda…era un bajo, supuse que era un
lugar adecuado para cultivar orquídeas, pero caminamos y
caminamos y caminamos…480 pasos y llegamos a un claro…

…la aguada estaba ahí, en medio de un claro, llena de lechugas de


agua (una planta acuática que lo cubre todo) y no había ni una sola
pluma de ave….ni un sonido por ningún lado

- A poco no está bonita – nos dijo nuestro guía, de pie junto a


la aguada, inflando el pecho con orgullo….y volteó a vernos

Todos lo mirábamos con, sin una definición mejor, lo mirábamos con


odio, la mirada fija y las ganas de asesinarlo fueron muy pero muy
claras. Pancho trago saliva, rió nerviosamente y, fingiendo que nada
pasaba (que no había 6 personas con ganas de matarlo) dijo:

- ¡Vamos a la parcela! – y emprendió graciosamente la retirada,


nosotros lo seguimos de cerca, en silencio, brincando troncos
y cuidando de no resbalar. Contando los pasos.

Cuando salimos al camino otra vez (otros casi 500 pasos más) tuve
miedo detenerme, había perdido la cuenta del total de pasos y temía
que mis piernas no respondieran si ordenaba sentarnos a descansar.
Asi que mi rabia se convirtió en resignación y seguimos a Pancho en
silencio, otros 800 pasos.

La parcela perdió su encanto cuando llegamos allá, estábamos


agotados y nos tiramos al piso, sobre los troncos y sobre una
comodísima cama de hojarasca que tenían para preparar composta.
Nadie dijo ni una palabra, ni el parlanchín de Pancho. Eran la 1 de la
tarde…¡Habíamos caminado 7 horas!

Comimos algo y Pancho nos mostró las orquídeas de vainilla, eran


muy bonitas pero la cara de angustia de todos indicaba que
estábamos más preocupados por el regreso, chorrocientosmil pasos y
las 7 horas adicionales de camino de regreso…eso y no dejar que los
músculos se nos enfriaran del todo (o el dolor iba a ser insoportable).

- Pancho…- pregunté con mucha seriedad y guardando mi


enojo - ¿Qué tan lejos está el pueblo?

- 10 kilómetros hasta donde esta la camioneta

Todos nos miramos sorprendidos y furiosos por haber sido

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engañados.

- ¿Y cuantos metros fueron de la orilla del camino a la aguada?

- Como un kilometro de ida y otro de vuelta – dijo resignado

- ¡¿Estas loco?! – vociferé – ¡¡¡nos hiciste caminar 12 kilómetros


en el lodo para ver tu parcela!!! – (y una pinche aguada vacía
– grite para adentro de mi).

Y como mis piernas estaban comenzando a enfriarse (y sabía lo que


vendría luego – dolor )– ordene reanudar la marcha.

Ese día comprendí el poder de la mente sobre la materia. Mis piernas


se reusaban a seguir adelante, y yo les daba órdenes en silencio.
Primero les rogué:

- ¡Por favor un paso más! – ¡uno más, no sientan el dolor,


concéntrense en dar otro paso, plis!

Luego, cuando dejaron de obedecer y comenzaron a temblar a cada


paso, me encanijaron y comencé a darles órdenes

- ¡Chingada madr&%$! – les gritaba dentro de mi cabeza – ¡van


a seguir caminando hasta que yo diga! (si lo se, suena
neurótico y psicótico, pero créanme estaba desesperada)

Finalmente encontré la fórmula perfecta: contar pasos y solo


enfocarme en contar los pasos hasta la camioneta, no pensaría en mi
cansancio, ni en el peso de la mochila, las capas y capas de lodo en
mis botas o la madriza que tenía ganas de darle a mi buen amigo
Pancho.

Conté casi cinco mil pasos a la camioneta. Subimos en silencio,


bajamos en silencio y mientras los chavos esperaban su turno para
bañarse y quitarse las capas y capas de lodo, compré una caja de
analgésicos y les di un par de pastillas a cada uno.

- Tómenlas – les ordené

- Pero no nos duele nada – replicaron los chicos

- Esperen a que se enfríen sus piernas más noche - ¡tómenlas!


Les ordene y obedecieron.

Dos de los chicos tuvieron desgarres, un par más tuvo calentura, el


resto estaba simplemente adolorido, yo apenas pude manejar de

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regreso a Chetumal con mis estudiantes.

Ese día caminé por el resto de mi vida, con lodo y equipo encima, 22
kilómetros, desde entonces cada vez que me canso caminando en
algún sitio en campo, utilizo las técnicas de resistencia al dolor que
aprendí de emergencia ese día en Caobas.

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El colmoyote en la Nalga
Una tarde mientras estábamos en Tres Garantías en un campamento que
recién acabábamos de comenzar a operar, nos sentamos al final del día a
platicar sobre la selva y el tema favorito de plática de las tardes: todos los
parásitos horribles que puedes adquirir en la selva.

A mitad de plática uno de nuestros visitantes nos confesó que hacía unos
días tenía molestias en un glúteo (comúnmente denominado “nalga”), una
especie de barrito que le punzaba y picaba y que últimamente había estado
dándole muchas molestias.

- Probablemente sea un Colmoyote – le dijimos

- ¿Y eso que es? – preguntó angustiado rascándose la susodicha parte

- Es un gusano de pelos negros que se te mete en la carne y te va


barrenando y alimentándose de tu sangre

- ¿Y será que me puedan checar? – suplicó angustiado

Todos nos miramos más angustiados aún (yo no pensaba ni tantito por un
momento checarle la nacha a otro canijo)…

- ¿Por favor? – suplicó de nuevo mientras se rascaba su glúteo

- Bueeeno, dijo uno de nuestros compañeros (no digo nombre pa no


quemarlo) vamos a checar esa roncha…aquí atrasito de la cabaña.

Automáticamente todos levantamos una ceja (esto iba a ser muy


interesante). Y guardamos un profundo silencio, no por respeto, sino para
escuchar bien lo que nos imaginamos iba a suceder…

Esto fue lo que se escuchamos (y no es chiste barato):

- ¿A ver? – compañero – déjeme ver el grano

- ¿Lo ve? – turista – ¿es uno de esos?

El grano tenía un hoyo en el centro y se encontraba inflamado, nuestro


compañero no se atrevió a inclinarse a observar de cerca, por aquello de las
apariencias y no tuvo que esperar mucho para que el gusano peludo saliera
a saludarlo (sin albur)

- ¡Chin! – (compañero) – ¡es un colmoyote, canijo!

- ¿Esta grande? – turista - ¡Me molesta mucho! ¡Sáquemelo por favor!


¡Sáquemelo!

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¿La respuesta a coro de los presentes?: -¡¡¡Búsquense un cuarto puercos!!!!

Comenzaron las risas y los albures, lo cual hizo correr a nuestro compañero.
No hubo ningún valiente para sacarle el gusano con pelos al pobre turista, y
se tuvo que aguantar con su colmoyote en su nalga hasta llegar a la ciudad
y atenderse con un médico.

Lástima que no se lo sacaron esa tarde, esta hubiera sido una muy buena
anécdota.

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Las novias de Papua Nueva Guinea
Una de las cosas que más agradezco de mi trabajo es la oportunidad de
viajar y conocer otras personas y otras idiosincrasias.. Esto lo hace a uno
tolerante, más sabio (a veces) y más paciente…

¡¡¡¡y te da chance de contar unas historias bueniísisisimas!!!!! (jeje)

Pues resulta que hace un buen número de años fui asistente del presidente
de la mesa directiva, de una organización internacional forestal. Las
reuniones periódicas de la mesa directiva las realizaban en diferentes países, y
en cierta ocasión tuvimos una reunión en la Ciudad de Port Moresby, en la
isla de Papua Nueva Guinea.

Para los que se estén preguntando -¿Y eso donde está? – les diré que esta
justo arribita de Australia y se localiza en una franja de islas conocidas como
“La Melanesia” (porque la gente de estas islas es de piel muy oscura).

Pues volamos desde la ciudad australiana de Cairns hasta el aeropuerto de


Port Moresby. Llegamos a la ciudad y nos instalaron en uno de los hoteles
con vista a la Bahia frente a la Ciudad, El Travel Lodge Hotel.

El servicio era muy bueno, te boleaban los zapatos y los dejaban en tu


puerta, te destendian la cama por las tardes y te ponían chocolates en la
almohada y te llevaban el periódico antes del desayuno.

Precisamente un día me llevaron el periódico y me llamó la atención el


encabezado (estaba en inglés, aunque la lengua de la Capital es el Pigin –
suena a piyín). Decía algo así:

¡BRIDES
BRIDES Price drops due to drought!
(Baja el precio de las NOVIAS por la sequía!

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ay caray!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! – me sorprendí - creo


que estoy traduciendo mal.

- Seguro – pensé – debe ser el nombre de algún cultivo local.

Así que me lleve el periódico para consultar el término con nuestro anfitrión.

Quiero hacer un preámbulo sobre nuestro anfitrión, es una de las personas


más inteligentes y serias que he conocido; nativo de Papua Nueva Guinea, es
un abogado luchador incansable de las causas de la conservación y del
manejo sustentable de las selvas y bosques en su país. Educado en Australia,
es un hombre muy preparado que viaja por todo el mundo, tiene su
Organización No Gubernamental y colabora con organizaciones civiles en
todo el Pacífico Sur.

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Bien, pues me senté a la mesa con él y saque el periódico, pensando que
después de que me explicara el nombre del Cultivo, me daría oportunidad
de bromear sobre la traducción al español, de Brides, como “Novias”.

- Oye ¿Cuál es la traducción de esta palabra? – y señalé BRIDES,


mientras le daba un sorbo a mi café

Él miró tres segundos el encabezado y me respondió mientras volvía a su


desayuno:

- ¿BRIDES? – NOVIAS, ya sabes las mujeres que uno compra para


casarse.
- ¡¡¡¡¿¿¿¿Cómo???!!!!! – me atraganté con mi café

- Si – me respondió sin mucho interés – es que ha estado muy dura la


sequía y tuvieron que rebajar los precios de las NOVIAS, porque no
salen.

Recupere la compostura y espere unos segundos para ver si mi amigo


rompía en carcajadas y me decía algo así como

– ¡!Eeeeehhhhh te engañéeee!

Pero no se rió ni bromeó. El resto de la mesa guardaba silencio y me miraba


a mí y a él, incrédulos. Olvidé decirles que en la mesa había integrantes de la
organización de otros países de Europa, Norte y Sudamérica, y todos nos
atragantamos.

Aún así pensé que estaba tomándome el pelo y pensé desafiarlo –

- ¿Y tu eres casado? – le pregunté

- Si – me respondió, sin dejar de comer sus huevos estrellados con


tocino (o algo así)

- ¿Y cuanto te costó tu esposa? – le pregunté desafiante

- Mh – tragó su comida y repuso – me costoooó…déjame ver, dos


puercos, una vaca y 40mil quinas (la moneda local)

- ¡¡¡¡¡pero!!!!! – me escandalicé - ¿Compraste a tu esposa?

- Si – repuso medio fastidiado (los demás sólo miraban) – eso hice,


pero yo soy de los “modernos”, solo tengo una esposa.

Casi se me salió la comida por la nariz.

- ¡¿Pues cuantas puedes comprar?! – le pregunté sin poder creerlo

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- Pues – meditó un momento, y dio un sorbo a su café – Pues, las que
puedas comprar, dos, tres, cuatro. Mi papá era el jefe de la aldea y
tuvo tres esposas.

- ¡¡¡¿Tres esposas?!!!!!- repetí angustiada

- Si – me dijo mientras se acomodaba en la silla – pero mató a una de


ellas

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¿Mató a una de ellas???????!!!! – le dije repitiendo la frase

- Si – me respondió asombrado de mi asombro, y en ese momento se


percató, del asombró de todos en la mesa, y trató de justificar lo
dicho

- Es que era muuuy terca, y no obedecía, y mi papá se fastidió y le


partió la cabeza ¡paz! – hizo el ademán de tirar con un arco
imaginario - Con una flecha.

- ¡¿Y que le hicieron?! – me apuré a preguntar

- La enterramos – respondió como con tono de “¿pos tu que crees?”

- ¡¡¡¡¡¡¡NO!!!! – me corregí - ¿Qué le hicieron a tu papá?

Me miró extrañado, creo que realmente le extrañó la pregunta y respondió


con tono fastidiado

- NADA – dijo – era su propiedad. Solo la enterramos….- y remató:

- antes nos comíamos a los muertos pero ya no…

- ¡¡¿Se comían a los muertos?!! – casi me desmayo y vomito sobre mi


desayuno (primero vomito y luego me desmayo)

- Si – replicó sonriendo por mis “extrañas” preguntas, y luego casi


susurrando me aclaró:

- Es que ya no es seguro comerse a los muertos, tu sabes con eso del SIDA y
las vacas locas, ya no sabes lo que te comes….

De nuevo pensé que me tomaba el pelo y le pregunté desafiante:

- Oye, ¿y tu has comido carne humana?

- Si – respondió en seco, mientras devoraba su último bocado del


plato. – Sabe a carne de puerco.

Silencio absoluto en la mesa

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- ¿Y a quien te comiste? –le pregunté sin saber si realmente quería
escuchar la respuesta

- Mi abuelita – dijo, e inmediatamente replicó – ¡pero fue hace


muchos años, muchos años¡ y me tocó un pedacito, estaba yo muy
chico.

Nunca olvidaré a mi anfitrión, un ilustre abogado, educado y una bellísima


persona, un anfitrión fabuloso , que se comió a su abuelita de niño, no pudo
comerse a su madrastra y pagó con cochinos a su esposa….hablando de
conocer gente interesante.

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Próximos
Próximos volú
volúmenes
menes

Volumen 4

La “experta”

Durmiendo en el lodo

La víbora sin cabeza

Atrapados en Chiapas

Elefantes, Cobras y Sanguijuelas en Sri Lanka

Volumen 5. Supernaturales
(juramos que sucedieron…en nuestros cinco sentidos)

La Pirámide
Pirámide

El Alux en la cocina

La Xtabay

Las luces en Tulum

Chichan Há

El niñito perdido

El jaguar de madrugada

La sombra en la casa

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