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Abri la puerta y dio su primer paso con el pie derecho. Su filosofa personal
inclua todas las supersticiones que cabe imaginar.
Lo primero que hizo foco en su conciencia fue un intenso aroma a moho.
Olor a casa de abuelo, record, mientras sus narinas se dilataron
involuntariamente.
-
Un silencio diferente pase por la siniestra habitacin. Olivia intuy que si permaneca
unos minutos simulando ser una estatua correra el peligro de escuchar el eco de
palabras muertas y as, en un instante, traspasar el umbral que nos separa del
territorio de los muertos.
-
El mejor suicidio no ser, acaso, aquel en el que otro ejecuta lo que nosotros
deseamos pero no nos atrevemos llevar a cabo? mastic cada palabra en ambos
hemisferios del cerebro, con desafiante lgica y vibrante imaginacin.
Una brisa sutil roz su blanco y pecoso rostro, alzando unos mechones descolgados
de su cola de caballo. Una extraa nebulosa absorbi la habitacin.
Se desconoci a s misma en el reflejo del antiguo espejo.
- Desde cundo tengo este llamativo abrigo rojo? balbuci en voz baja sin dar
crdito del fuerte color, puesto que nunca haba disfrutado de llamar la atencin.
Sus manos, a diferencia de estas que perciba, eran blancas y tersas.
Su abultado pecho, el que ahora no poda dejar de contemplar, la confundi hasta la
mdula.
Gir, instintivamente, noventa grados hacia su derecha.
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Hace muchos aos luca as. Qu bella era! Joven. Llena de vida Pero esos
Tan bella y curiosa Pero qu tristeza sin fondo hay en esos inquietos ojos!
Un cambio de dimensin nos vendr bien a las dos, por algn tiempo sonri