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tN aed ee DUROGRCE IGT Orn eee rerio ee eae |e 1, El primer NO 2. Hogar, dulce hogar 3. Mis padres 4, Dias de sol ra le ation teeter i et Suh estes 37 eS x La libertad es libre bs 7. El servicio militar &. El segundo NO 9 Anochecis 10. La oportunidad de Dios MEERUT SUE OCH OS ooo cooccssccscssavacsssscsseesnessose troduccién ey conaceré al protagonista de este modesto 0. Llego a la direccién indicada, y para mi encuentro en la puerta un cartel de factu- esanal que dice: Ricardo S. Schneider invita a sin lamar Gracias por su visita. o la puerta de a poco, mientras me anuncio sidamente. Bs la primera yez en la vida que en- “i una casa ajena sin llamar. Me siento extra- ente identificada con la estrategia de los ladro- entonces entiendo. Tendido, totalmente inmovil, i mi protagonista, un hombre atin joven que solo de mover los ojos, esbozar algo asi como una y hablar con dificultad. No lo habia pensado S, pero ahora me doy cuenta de que no pueda fenderle mi mano porque para saludar hace falta s también se exticnda la del otro, y eso Ricardo To puede hacer. ;Cémo actuar? Deslizo mi mano © su frente, y con un emocionado beso sello mi esentacion y el comienzo de muchas horas en las e, de ahora en adelante, “de maderas de recuerdos 7 armaremos las esperanzas” (Lnamuno) La tarea no es facil para ninguno de los dos. La mente de Ricardo es lucida y su memoria, privile- giada. Pero expresarse lo agota, Pronto aprenderé que cuando pierde totalmente la voz puedo soco- tretlo dandole un sorbo de agua; uno solo, porque puede ahogarse facilmente. Entenderlo tampoco es facil, a veces casi imposible, y me duele tener que pedirle que repita lo que con tanto esfuerzo ya dijo. Con el andar del tiempo, en sesiones de no mas de una hora, la comunicacién sera un poco menos trabajosa, acaso porque nos varnos acostumbran- do, acaso porque a la tarea de entender y hacerse entender se suma la cuerda de oro del amor cristia- no gue hermana a los hijos de Dios. Es aleecionador recorrer con la vista las paredes de la habitacién de Ricardo. Haciendo abstraccién de las reglas de decoracion, las paredes estan casi “empapeladas” de cuadros y posters que le han ido regalando vecinos y amigos. Aqui, en un cuadro grande, lucc un hermoso ramo de rosas, acompa- fiado por el pensamiento de San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Mas alla, hay un poster con una pregunta inquietante: “;Hacia dénde me dirijo?” Y a renglén seguido: “Mi Libro te guiara”. En la otra pared, otro cuadro, y bajo un 8 ramo multicolor y una Biblia el texto de animo: “Confia en Dios”. En otro se pueden leer las pala- bras de Jesiis: “Yo soy la resurreccion y la vida”, Como falta espacio, arriba de la puerta, en un pai- saje en el que esponjosas nubes blancas “navegan™ en. un ciclo limpido, este mensaje: “Por encima de las nubes el cielo sigue siendo azul”, Estos mensajes que hablan con la elocuencia del silencio acompafian a Ricardo dia y noche. Con ellos, sus amigos permanccen a su lado ayu- dandolo a no claudicar. Penden otras muestras de afecto. Un cuadro al lipiz pintado por su amigo Noly muestra a Ricardo montado sobre Tostada, su potranca favorita, Ni- fios de la comunidad han dejado alli su imponde- table afecto en forma de dibujos, una manera de decirle: “Te queremos”. Rodeado de tantos amores, jquién no puede te- ner animo suticiente para vivir un dia més? Debo agradecer en forma especial al doctor Da- tio Rostin y a Luisa y Olga, hermanas de Ricardo, quienes aportaron datos y me ayudaron a redon- dear adccuadamente los apuntes, que nos propo- hiamos transformar en paginas que pudieran llegar al lector, Mi gratitud también a mi hermana Dora que me ayud6 en la tarea mecanografica. Es dificil -por no decir imposible— conocer a Ricardo y seguir siendo el mismo. Frente a él se derrumban pretensiones y exigencias, para dar lu- gar auna revaloracién de la enorme riqueza que te- nemos y en la que pocas veces pensamos: dos ojos que ven, dos piernas que caminan, dos brazas que accionan normalmente. {Tan simple y tan comple- jo! Pero sobre todo, no se puede seguir siendo cl mismo ante un ser humano que es ejemplo de con- fianza cn las provisiones de Dios y de esperanza en un mas alla venturoso. No hay quejas, no hay dudas. Esto que es facil escribir desde un escritorio es un millén de veces mas dificil vivirlo en la con- dicién limite que a Ricardo le toca vivir. El es un llamado viviente a la reflexion. Tu, ella 0 nosotros podriamos ser Ricardo. Antes de cerrar estas breves Lineas debo cumpir con un reiterade pedido de Ricardo: “Que csto sea para la gloria de Dios”. Efcctivamente, solo Dios puede llegar por medio de su Santo Espiritu hasta lo intimo de los pensamientos y los sentimicntos, y obrar el milagro de transformar un corazon de piedra en uno de carne. Al Sefior, pues, sca la gloria. epee Esther I. de Fayard Desde la fe comprenda que la noche oscura —— es parte de la vida de tade creyente, ¥ que Dios no nas ama menos cuando calla que cuando fos acaricia visiblemente, ‘Martin DescaLzo Capitulo | El primer NO te heebivres biera pasado en nach, ¥ Divs | huobieres camemes , DUEL). eat 33, No es facil estar tranquilo ante la inminencia de un veredicto, mds todavia cuando hay indicios negativos. Es lo que me ocurre hoy, 24 de diciem- bre de 1974, en la antesala del consultorio del doc- tor Dario Rostan. A la hora de encontrarnos cara a cara, él sera el juez y yo —acaso— el convicto. Como quiera que sea, me han prometido que hoy me darn el diagnéstico. Lo mio se parece al cuento de la buena pipa, la historia nunca acabar. Hace tres afios, recuerdo bien que fue el 11 de marzo de 1971, me vieron los doctores Aecio Cairus y Ratl Brinckhaus por ocasionales trastornos de equilibrio, una sensacién muy molesta, Pero como todo siguié igual. con el agravante de que, ademas, empecé a sentir falta i2 de fuerza en las piernas, dos afios después volvi al consultorio. Esa vez me vio el doctor Streihorst. Tampoco me qued6 nada en claro. El tiempo siguio pasando. No me sentia del todo mal, pero tampoco del tado bien. No falté iPOr supuesto! quien se preguntara si estaba enfer- mo o me hacia, para trabajar menos. Es verdad, el trabajo no era precisamente el santo de mi de- vocién, pero también es cierto que algo en mi no _ funcionaba bien; mejor dicho, mal, cada vez peor. Mis problemas se reiteraban cada vez con mayor frecucncia, Y aqui estoy. Otra vez frente al consultorio. (Me persigue una maldicién gitana? ;Qué me dira hoy el doctor? No importa cual sea el veredicto del meédico, tengo muy claro que estos problemas NO deben interferir cn mi estilo de vida, que quiero defender a rajatablas. En esto NO voy a ceder. iSi no fuera por ese maldito hormiguco en los ies, que aparece y desaparece y por alli, sin avi- 30 previo, vuelve! jSi no fuera por las piernas que me dan para ganar una carrera, ni siquiera para rer! |Si no fuera que camino como pisando mevos!, nadie, ni atado, me traeria a un consulto- . [Hay tantas cosas interesantes en que pasar el po! Pero aqui estoy, jjusto hoy! -con mama, 13 por supuesto, que quicre estar segura de que voy a entrar— manso como un cordero. Espero que el doctor Rostan, tras indicarme alguna medicacién, me deje en libertad. jPensar que es la vispera de Navidad! ;Qué estoy haciendo aqui? Bueno, tra- gado este trago (Iéase “aguantada” esta consulla), tengo mi plan. Cenaré en casa. Por nada del mundo quiero perderme los platos tipicos alemanes que mama prepara a la perfeccion. Después me reuniré con mis amigos y lo pasaremos jmuy bien! Toda QcasiOn especial es un bucn pretexto para salir a divertirse. Después de todo, no se es joven dos ve- ces en la vida, jno es cierto’? Dejo de pensar en mi mismo, y recorro con la vista a mis ocasionales compafieros de espera. Aguel esta muy palido y con una marcada cara de tristeza. Desde una legua de distancia se ve que se siente mal. A su lado hay una anciana, bastén en mano, con la mirada perdida en el vacio, jPobre- cita! ;Qué milagro pucde esperar a sus afios? Los recorro a todos, uno por uno, y me felicito porque, al fin de cuentas, me parece que estoy mejor que cualquiera de ellos. Se abre la puerta del consultorio y sale una se- fiora, tras lo cual el médico llama; —jRieardo Salustiano Schneider! id Mc corre como un relimpago por la columna vertebral. Me recuerda los amados de mando en los dias, todavia cercanos, del servicio militar, Pero no es momento para detenerse en recuerdos. Nos incorporamos y nos acercamos al doctor Ros- tan, neurélogo al que hemos sido derivados. Con Hila sonrisa tranquilizadora (es lo que me parece a ‘tni) nos hace pasar, y nos sentamos a esperar cl ve- Tedicto. Imagino que le aleanzard un minuto pura decir lo que tengo y otro para indicarme los medi- samentos. Imagino mal: el doctor no parece tener apuro alguno, a pesar de los que lo esperan afuera. Voz €s pausada y grave —Los estudios que hemos realizado, asi como el examen médico y la evolucién de los sintomas, Ricardo-, revelan que tienes una enfermedad Ila- mada esclerosis en placas. Por temporadas mas © menos prolongadas te has sentido bien porque ste mal evoluciona por brotes, es decir que por i solo se produce una remisién hasta desaparecer los sintomas en forma total, de modo que se tiene impresin de que el tratamiento que se esta ad- ninistrando ha producido Ja curacién, cuando en realidad es la evolucién natural de la enfermedad, spucs de un tiempo imprevisible, los sintomas uelven a aparecer, muchas veces con caracteris- 1s ticas mas severas. Estos brotes pueden reaparecer muchas veces a lo largo de los afios, hasta causar un grado mayor o menor de invalidez. Me siento como el hombre de piedra, incapaz de abrir la boca. Pero mama lo hace por mi. -.Y de qué viene esto, doctor? —-pregunta mama con la preocupacién pintada en el rostro-. Noso- tros somos gente de vida sana y sencilla... —Lamentablemente, sefiora, no se conoce atin la causa exacta de esta enfermedad. Tratamos de combatirla con antinflamatorios, antialérgicos, an- tibidticos, corticcides, etcétera, por si en la causa intervinieran factores inflamatorios, alérgicos, in- feeciosos o carencias vitaminicas. El doctor termina, tratando de alivianar la at- mdsfera pesada diciendo: —Te aseguro, Ricardo, que haremos lo mejor que esté a nuestro alcance para ayudarte. Recucr- da; no esta perdido quien cae, sino quien no se le- vanta, jArriba el animo, muchacho! Y extendiendo su mano: —En esta hoja tienes los nombres de los medica- mentos que debes comprar y en esta otra estan las indicaciones. Vuelve todas las veces que necesites. i6é Una sonrisa (;'?), un apreton de manos y salimos. No veo nada ni a nadie. No sé si camino sobre bes, sobre huevos o sobre brasas. Mama guarda ilencio, pero veo que por el rabo del ojo se le es- apan unas lagrimas. Caminamos en silencio y en ilcncio llegamos a casa, Un rincén de la cocina es un buen lugar para nsar, y alli me desplomo. “;.Queé habré querido ecir el doctor? ;Que voy a estar cada vez peor? JQue me voy a sanar? ; Que...” Siento que desde las entrafias me sube una Te- seldia incontenible. ;Y mi juventud? ;'Y el resto emi vida? ;Y mis ganas de divertirme? Por muy doctores que sean, los médicos tam- én suelen equivocarse... |Eso! jEso es lo que asa! jSuclen cquivocarse! {No puedo convertir- ¢ en un invalido! jNo quiero! ;No, no y NO!” Con un patiuelo seco la transpiracioén que me ala cara. Es el instante que necesito para que hi pensamiento gire 180 grados grados: “Bueno, ero también el doctor dijo que el mal se puede acar por varios frentes. ;Quién dice que no me wede tocar a mi la varita m4gica de la suerte, y e sane?” —j{Dios! {Si estis en alguna parte, si oyes, ayt- ime! jjPor favar!! “No esta perdido quien cae, sino quien no se levanta”. Me retumbaban las palabras del médico. Me duele la cabeza, Quiero dejar de pensar y no puedo. El presente se parece a una bomba de tiem- po, y el futuro a un signo de interrogacion. Final- mente, después de dar diez mil vueltas en la cama, me refugio en el pasado, “El tar, el hogar, se consiruye con “LL” de Lealtad, con “A” de Amory con "R" de Renuncia La Lealtad trae fidelidad: el Amor es fuente de vida: y fa Remuncia es siempre und eleccian, una preferencia en favor de otro” Capitulo 2 ogar, dulce hogar “Comers del uta de ra rabeqio. sends flix y a0 ind bien. En ba intimmiclaed cle 1 hogar, in siuler send como wna vid cangad de ans; tus hijos, alredodar det mesa, sera como relate ce otives " (Sal. 128:2,3, DHH} Como se acostumbraba entonces, la cigtiefia me dejo exactamente en mi casa paierna. Era 120 de abril de 1948. A mi madre y a mi nos pxilid la Sra. Anita de Minguillén, una cono- a partera, esposa del Dr. Salustiano Mingui- , excelente médico de la ciudad mas cercana, respo, Entre Rios. A los tramites propios del 0 siguid la no menos dificil resolucion del ombre. =Ya que es vardn, quiero que se Name Ricardo— yo mama —recordando a quién sabe qué ancestro e nuestro arbol genealogico. — (No le parece bien que como segundo nom- e lleve el de mi marido? —tercio Anita, acaso iendo perpetuar cn mi a su esposo, ig Si esa fue su intencion, la logré, porque desde ese dia me llamo Ricardo Salustiano. Mi Ilegada no produjo gran conmocién cn la familia, ya que era la quinta vez que ocurria algo similar, Yo era el penultimo de los seis hermanos que llegariamos a ser. Como para conformar a papa y mama, tres varones: Manuel, yo y Jorge, el menor de los seis; y tres mujeres: Luisa, Nilda y Olga, por orden de aparicién. Era la nuestra una casona de campo, sencilla como las de aquellos tiempos, con sus correspon- dientes dormitorios y una cocina generosamente amplia que hacia de sala, comedor, sala de estar y. por supuesto, de cocina. Alli giraba el centro de nuestra vida familiar. Todas las reuniones con familiares y amigos, si no se podian hacer en el patio, bajo los arboles, se realizaban en la cocina. La casa estaba rodeada por paraisos afiosos que en verano daban una sombra reconfortante y en invierno elevaban al ciclo sus ramas desnu- das cual brazos en actitud de siiplica. De algu- na manera, mama se hacia tiempo para mantener un pequefio jardin multicolor en el frente y una quinta que suplia las necesidadcs de la familia, en el fondo. jNos autoabasteciamos perfectamen- te bien! 20 Mas alld estaban los galpones que guardaban las maquinas y herramientas agricolas, los potre- s para los 25 caballos y las 70 vacas, el tambo onde cada mafiana mama y mis hermanas (los va- pnes tenian que trabajar en el campo), ordefiaban esde las 5:30 de la mafiana ja mano, por supues- ! La leche se depositaba luego en cantaros de 50 ras que Manuel llevaba en carro hasta el camino a@ncipal, donde a eso de las 8 de la mafiana eran scogidos por un camion que los llevaba a la Coo- erativa Agricola de Crespo. En otro sector cercano estaban los gallineros, mmbién muy importantes para la economia fami- . Teniamos alrededor de 2.500 gallinas. Cres- a habia sido designada la Capital Nacional de la wicultura, por los numerosos criaderos que en ese atonces florecian a su alrededor, y que abastecian -aves y huevos a los acupiadores, los que a su =z los comercializaban en los grandes mercados = Buenos Aires. A ellos vendiamos nuestros pro- ctos avicolas, inalmente se extendian las pintorescas colinas cambiaban de color segtin la época, En el tiem- ode la arada se veslian de negro. Manuel tenia el avilegio de arar con cl tractor y los peones debian icerlo con el arado de mano arrastrado por caba- llos. Era necesario aprovechar el buen tiempo para dejar los campos preparados para la siembra, de modo que habia que trabajar dia y noche. La prin- cipal época de arada es en el invierno, asi que Ma- nuel y los peones, abrigados al punto de que solo les quedaban los ojos al descubicrto, muchas veces a la salida del sol ya tenian que cambiar los caba- llos, rendidos por cl cansancio. En esas noches, tan frias como largas, también “cosechaban” perdices que, encandiladas por la luz del farol, eran facil- mente apresadas. Las pobrecilas venian atraidas por la luz, para buscar alimento jy nosotros nos alimentdbamos de ellas! Luego habia que sembrar, cubrir los surcos ¥ esperar con fe que la luvia cayera a tiempo. Hacia el final de la primavera, los campos que se habian alfombrado de verde después que el grano sembra- do habia germinado, roto Ja tierra y salido en busca de aire y sol, cambiaban el verde por el dorado, si era trigo y, dos meses después, por azul si era lino. Las ondulantes colinas alfombradas de verde, dorado y azul son un espectaculo digno de verse y admirarse. Para nosotros eran la sefial feliz de que tendriamos una buena cosecha, si el tiempo no nos jugaba una mala pasada a ultimo momento, Mas de una vez una tormenta o una granizada tardia 22 ind en una noche el estuerzo de varios meses © dura labor, El trabajador rural vive por fe. En aquel entonces la palabra “vacaciones” no ustia, al menos para nosotros. Descansdbamos olo los domingos (siempre y cuando no urgieran 5 tareas agricolas). Por la mafiana asistiamos a s olicios religiosos y por la tarde recibiamos vi- tas o saliamos nosotros a visitar, especialmente a is tios por parte de mama, que vivian en El Doll, unos 50 km. de casa. Mis padres eran religiosos. Pertenecian a la glesia Protestante del Rio de la Plata. Trataron de culcar en sus hijos la fe que los sostenia a ellos a la lucha por ganar honestamente el pan de cada a con duro trabajo. Mama nos ensefié a rezar antes de acostarnos. domingo que por causa de Iluvia o de enferme- ad no podiamos conecurrir a la iglesia, escucha- amos la lectura de la Palabra de Dios sentados rededor de la larga mesa de la cocina. Luego esayundbamos café con ribelkuchen' que ella Amor maternal Joven atin, entre las verdes ramas, de secas pajas fabricd su nido; la vio la noche calentar sus crias, la vio Je aurora acariciar aus hijos. Batio sus alas y cruzé el espacio. Busco alimento en los lejanas riscos, trajo de frutas la garganta Nena con arrultos desperté a sus hijos. El cazador fa contempld dickosa, } sin embarge dispardle wn tira; ella, ia pobre, en su estertor de muerte, abrid sus alas y cubrid a sus hijos, —GABRIELA MistRat “El argalio de ins hijo sore sus pinto” ‘De ioe padres se recdben erie y Migpuezaae™ (Proverbicn: 17:6; 19:14, DHE). Jorge Schneider y Ana Gross Ilegaron al Re- o Civil y luego al altar por obra, gracia y de- de sus correspondientes padres —mis abue- = quienes, como era la costumbre de la época, gramaban por su cuenta el futuro de sus hijos. apa vivia a cinco kilémetros de la ciudad de spo, un centro agricola importante en la zona. chacra de mis abuelos fue postetiormente casa. Mama, en cambio, era de El Doll, qucfia poblacién rural cercana a la ciudad ante, formada en aquel entonces mayori- mente por empleados de un molino harinero ado junto a una cascada que alli tiene el arro- Snsenada, y que se aprovechaba para mover ulicamente las maquinas que convertian el en harina. EE ee a ee Ambos eran descendientes de inmigrantes. La historia de ellos, y la de muchos mas radicados en esa zona, retrocede hasta el siglo XVIII. cuando Catalina TI, hija de un principe aleman, fue a Rusia para casarse con cl heredero al trono. Cuando asu- mié el poder promovié la colonizacién extranjera en la zona del Volga. Muchos alemanes, entre ellos los antepasados de mis padres, se trasladaron al sur de Rusia. Un siglo después, como gran cantidad de familias del mismo origen, sus respectivos descen- dientes se trasladaron a la Argentina, atraidos por las posibilidades de progreso que offecia el pais, especialmente en el sector agricola. Mis bisabuc- los. y muchos mas, se radicaron en la zona oeste de la provincia de Entre Rios, donde se los conocié como los “alemanes del Volga”. Estas colonias de trabajadores agricolas se ca- racterizaron por estat formadas por familias de extrema laboriosidad. No conocian horarios ni fe- riados. Nada le pidieron a nadie, a excepcion de salud a Dios, el dador y sostenedor de sus vidas. Algunos eran catdlicos; otros, protestantes. No es de extrafiar que en pocos afios se hayan convertido en duefios de las tierras que original- mente arrendaban, y pudieron legar a sus hijos educacién y un bienestar que para ellos habian sido esquivos. 26 La chacra que pap4 heredé de sus padres tenia cien hectareas de tierra fértil, que solo requeria ser debidamente trabajada. Alli nacimos sus seis hijos. Lamentablemente papa —quiza debido a los excesos cometidos en el trabajo duro de sol a sol durante toda su vida—, se enfermd del corazon. De alli en adelante mama tuvo que asumir todas las responsabilidades: dirigir a los peones que traba- jaban cn cl campo, ocuparse personalmente del ordefic de las vacas y de la venta de la leche, del eriadero de gallinas y la venta de aves y huevos, ademas de todo lo concernicnte a la casa y a la vida de una familia numerosa. Mama multiplicd asta el maximo sus fuerzas, pero no podia estar n dos o tres lugares al mismo tiempo, de modo gue Luisa, nuestra hermana mayor, twvo mucho que ver con nuestra crianza, con la comida y con demas tareas hogarefias, _ Papa fallecié en 1974, Tenia 68 afios. Su cora- estaba demasiado gastado. A pesar de todo, la montafia de trabajo y proble- aS que mama debia hacer y resolver no fue obs- lo para que cullivara su vida mterior, y espe- ente su relacién de amor y fe con su Sefior y ador. Por el contrario, las luchas eran como la ispa que ponia en marcha el motor de su fortale- 2 za. Le gustaba que lu visitaran amigos creyentes de una poblacién cercana, Villa Libertador San Mar- tin, para leer la Biblia y orar con ella. Fue asi como comenzé a asistir a las reuniones que los adventis- tas realizaban en Puiggari, un pueblo cercano a la chacra. Las promesas de Dios se afianzaron en su corazin cargado de tristezas por la ausencia de papa y por mi enfermedad. Mi madre fue la gran heroina de mi vida. Sobre- llevé mis rebeldias, mi soberbia y mi enfermedad. Durante 24 largos afios vivid las 24 horas de todos los dias para acompailarme y ayudarme en el avan- ce progresivo de mi mal, 13 de los cuales me asistio con inigualable amor, siendo yo ya un invalido total. Mil veces le he pedido a Dios que me perdonara por no haber sido el hijo con el que ella sofid y por contribuir con mis rebeldias a aumentar sus angus- tias. Una vida tan dura y tan lena de problemas come la que vivid mama obligadamente debia reperculi algan dia en su incomparable fortaleza fisica. Por afios no atendié debidamente su problema corona- rio para atenderme a mi, Una mafiana, exactaments al 8 de marzo, Dia Internacional de la Mujer, ella y Eduardo, un joven boliviano que la ayudaba en li dificil tarea de asistirme, después del desayuno mé 28 varon al bajio y alli, repentinamente, mama cayd suelo y yo, Idgicamente, tras ella. Eduardo co- id a la casa del doctor Rostan en busca de auxilio. ‘odo fue intitil. Mi madre de oro habia cerrado sus jos. Tenia 79 afios intensamente vividos. En el cementerio estan sus restos, y en mi cora- mun enorme monumento a su dedicacién y amor. Sofié que el Arca Iris, paleta y pincel en mano, salié a arreglar el mundo. Pinté de verde todas los suelos; de amarillo, rojo y azul todas las flores; de rosado tadas fas mefillas; de blanca los corazones de la humanidac toda... i¥ se hize color cielo Ja alegria de vivir! “Estas triste? Mira a tu alrededor! El sol brilla también para ti, y también para tt las flores se abren, ofreciéndate la delicadeza de sus colores y la suavidad de su perfume; Jos malos se vuelven buenos y los huenas se fornan mejores”, —ANSELMO FRACASSO 29 Capitulo 4 Dias de sol “Dale teutisa ediucacih vel vigio ds movtana James fe ebenctonard" Prowethins 22:6, DEH), os de tie comer anf Crome cantaremios fagia {Salmon 90:14, DEH) Mi inlancia no tuvo dias nublados, Acaso por- que cra cl mds travicso de la familia, mis padres ereyeron que era también el miis inteligente de sus hijos, el genio que devolveria con creces los sa- crificios que ellos hicieron por mi. No imaginaron. cudntos problemas les acarrearia el haberme con- vertido en cl mimoso de la casa. Me contaron que a los tres afios les di el primer susto. Desapareci de la casa y sus alrededores, y puse en vilo a toda la familia. En el campo hay mil lugares peligrosos para un nifio pequefio: el pozo de agua, los animales, un potrero que por descuido quedo abierto, los alambrados con puas, la casa sin cerca, etc, Buscaron, lamaron y gritaron. Todos colaboraron, Nada, Cuando la angustia ya se ha- 30 ja posesionado de mis padres, Luisa, mi hermana mayor, me encontré durmiendo placidamente de- bajo de la mesa de la cocina. El castigo consistio en estrujarme a fuerza de besos y de abrazos. Todo Jo que hacen los nifios a esa edad se pons y fes- teja, y asi ocurmié conmigo. Cuando cumpli cinco afios mis padres me hi- cicron cl mas lindo de los regalos: un petizo. No hay jugucte comparable al juguete que respira. Olga fue la encargada de enseflarme a mentar y a cabalgar. A los scis afios lo hacia a la perfeccion, sceun pensaba yo. Un dia que nos habiamos aleja- do bastante, quise demostrarle a mi hermana que ya sabia todo acerca de andar a caballo, y le pedi que me dejara regresar solo a casa, Pronto mis in- fulas de sabelotodo se desvanecieron. Sin darme cuenta, habia dejado las riendas demasiado flojas y mi petizo querido sc convirtid, sin quererlo, en mi enemigo. Salié disparado como con un repentino alaque de locura, y me fue imposible dominarlo. En una curva, no pude mantener la estabilidad, volé por el aire y fui a dar contra un galpén. Cuan- do desperté, mama estaba arrodillada a mi lado tra- tando de darme aire. Me habia desmayado. Esc dia supe que no era Siiperman. Por aquel entonces mi hermano Jorge, tres afios Hy y medio menor que yo, era mi aliado de correrias. Como yo tenia el pelo erizado, me apodaron “el Pirincho” . Por légica consecuencia, Jorge pas a ser Pinnchito. Nuestra principal preocupacién era imaginar qué podiamos hacer para divertirnos. Un dia el “jefe” (era yo) tuvo una idea genial. En los alcros de nuestra casa anidaban muchas palomas. -Cacemos una paloma, Pirinchito -dije. —,,Para qué? —pregunté mi hermano. —Ya vas a ver. Tengo una idea. Después de la explicacidn, sin mas ni mas pusi- mos manos a la obra. Con bastante trabajo y ries- gos, finalmente conseguimos capturar una paloma. Con toda la eficiencia y paciencia del mundo, plu- mita tras plumita, le desplumamos totalmente el cuerpo y las alas. Las de la cola quedaron de ador- no, Seguro que no habia en el mundo una paloma tan coémica como la nuestra. Como si fuera poco, a una patita le atamos un piolin largo, como si se tra- tara de un barrileie, con la peregrina idea de traerla de vuelta cuando remontara. jPobrecita! ,Como pudimos ser tan crueles? Otro dia salimos a cazar cuices. El cuis se pare- ce mucho a una rata grande. Vive en cuevas, bajo tierra, y cuando sale se esconde en los matorrales. 32 Por supuesto, el tiempo y el esfuerzo realizados €f ese operativo no valié para nada mas que para ‘Tegtesar a casa como los conquistadores de antatio, con los trofeos obtenidos en la guerra, Nuestros _trofeos eran los cuices que ensartamos prolijamen- te en una flecha, al mejor estilo de una Tepugnante _brochette, “Gcnialidades” de este tipo se repetian a diario, Lo tmico bucno era que haciamos trabajar nuestra imaginacidn. Cuando cumpli siete afios mama me anuncid que ya cra tiempo de que empezara a tomar la vida en serio. Como no habia escuela rural cerca de asa, con cuatro o cinco chicos vecinos recorria- mos a caballo los cinco kilémetros. y medio que os separaban de la escuela N° 105, que funcio- ba en Crespo, Solo nos salvabamos los dias que ovia fuerte. El cncierro de la escuela no me caia ien. Era més lindo trotar con mi petizo a cam- 0 traviesa, libre como el viento, sin necesidad de mperme la cabeza pensando si tal o cual palabra escribe con 4 de burro o v de vaea, y si 2x 3 son 66, Pero alli tenia que estar. ;Qué podia hacer para asarlo mejor? Pues, desatender a la “sefiorita” y parme en preparar balines de papel destinados 33 a hacer blanco en la cabeza de mis compafieros cuando se presentara el momento oportuno, o sim- plemente mirar como volaban las moscas. El arse- nal de balines cstuvo siempre bien surtide, y nunca falto alguna mosca a la que seguirle el rumbo. Ilacer los deberes,.. jotro dolor de cabeza para mama!, que ella solucioné dejéndome de lunes a viernes en el internado Concordia, a 3 6 4 cua- dras de la escuela. Alli vivi mis 4° y 3° grados. Eramos alrededor de treinta chicos, mayormente hijos de colonos que vivian demasiado lejos para que sus hijos fueran a la escuela y volvieran a sus casas todos los dias. Yo, en cambio, estaba porque mam pensé que necesitaba un régimen de vida mas disciplinado. E] Sr. Hornus, un alem4n muy serio y recto, era el director del intermado Concordia. Por la mafiana concurriamos a la escuela y por la tarde nos tenia- mos que reunir en un salén grande, para hacer los deberes bajo la atenta y severa mirada del director. Cumplida esta parte, durante una hora el Sr. Hor- nus nos enscfiaba a leer y escribir en aleman. Na- turalmente, siempre encontrabamos alguna razon “valedera” para hacerlo enojar. Cuando la medida de su paciencia rebosaba del limite, afloraba su temperamento prusiano y nos devolvia la “genti- 34 leva” con un sonoro “jpach-pach!”, que daba un hermoso tono sonrosado a nuestras mejillas, y con el maiz que siempre tenia preparado en un rincon, donde nos tenfamos que arrodillar los mas rebel- des. Perdi la cuenta de las veces que el Sr. Hornus tuvo estas “gentilezas” conmigo. Unos meses antes de finalizar el ultimo afio escolar que estuve en el Concordia junto con un gtupo de chicos, el Sr. Hornus nos prepard para que tomaéramos la Comunion. En tren de decir la verdad, confieso que estaba mas interesado en el traje que por primera vez en la vida luciria, y en la fiesta yo seria cl homenajeado, que en la doc- trina y en las practicas religiosas que con pacien- cia y perseverancia cristianas habia tratado de in- culcarnos el Sr. Hornus. Mi tia Juanita Schneider y Rubén Heinze, un sobrino de mama, fueron mis padrinos. Tanto en la escuela como en el internado cra popular, y quiza por eso me sentia querido. Cosa Tara, porque era camorrero y todo problema lo so- lucionaba distribuyendo bofetadas. Cuando empecé el ultimo grado de la primaria, Pirmchito ya sabia cabalgar, asi que ese afio me liberé del internado y del Sr. Hornus y reanude, con mi hermano y los chicos vecinos, las idas y wenidas a caballo, una verdadera fiesta diaria. Milagrosamente, terminé la escuela primaria con un “aprobado”. Me sentia un “doctor” (por lo menos, en el dificil arte de aprobar sin estudiar) Tenia entonces catorce hermosas primaveras. Dias de cielo azul y de sol brillante fueron aquellos. Si tus proyectos alcanzan un ato, sientbra pigo; Si llegan a diez afios, planta un drbol, Si fegan a cien ates, insiruye a un pueblo. Sembrando grano una vez, cosechards und vez; Plantanelo un drhal, cosechards diez veces; Trstruyende al pueblo, clen veces. —PROVERBIO CLUNO 36 Capitulo 5 EI “doctor” “Aplica te rawnte y ises ofetog oe hx Instrcodn yo feos conecimiontos” (Proverbios 73: 12, DHE). Mis padres querian que yo fuera “aleuien”, —Quiero que sigas estudiando, Ricardo —me dijo ama en las vacaciones 1962-1963. El trabajo en el po es muy duro. ;le gustaria ser doctor’? {Doctor yo? Jamas lo habia imaginado siquiera. —jSi! -dije pensando mas cn una chapa brillante con mi nombre estampado que en lo que hay que estudiar para poder lucirla, Pero, como hasta aqui habia aprobado sin abrir los libros... a lo mejor... En rigor de verdad, no me interesaba el estudio. 0 era mi meta. Mejor dicho, no tenia meta, Para olmo, tampoco queria quedar en casa trabajando el campo. No podia soportar la idea de estar jo el mando de Manuel, mi hermano mayor, que 3? ocupaba ya, en buena medida, el lugar de papa. Yo era auténticamente reacio a toda autoridad y, logicamente, con Manuel me Ilevaba mal. Pero no queria reconocer que era mi culpa. Debido a su enfermedad, papé fue dejando en manos de mama no solo las tareas del campo sino también la toma de decisiones. Ella se dio cuenta de que su querido y travieso Ricardo no adelantaria en sus estudios a menos que estuviera contenido cn un colegio con intenado, asi que, a pesar del sacrificio econdmico que ello representaba, mama me Ilevé al entonces Colegio Adventista del Plata (hoy univer- sidad) para que iniciara mis estudios secundarios. Eramos cerca de trescientos varones internos y mis de doscientos sefioritas. No habia —por su- puesto— un celador para cada alumno. El preceptor y los celadores velaban por el cumplimiento de los sdlidos reglamentos que regian el “Hogar de Va- rones” y, hasta donde les era posible, del aprove- chamiento de las horas de estudio. Cada cual debia estar en su respectivo dormitorio, Como a esa hora habia que guardar silencio, me dedicaba a dormir. Por la mafiana no tenia mas remedio que asistir a las clases, pero el tiempo restante lo pasaba ja- gando al fiitbol, al tenis o lo que fuera, menos cs- tudiando. Légicamente, las notas de fin de afio in- 38 dicaron que debia repetir. Esto me cayé como una piedra en el estomago. Podia detallar los nombres de los profesorcs que me habian “bochado” sin ra- zon valedera, Todos —menos yo- tenian la culpa. Sea como fuere, mama insistid, y el siguiente afio volvi al Colegio para repetir. Gracias a mi inteligen- cia y a la experiencia adquirida el afio anterior, detec- té—con olfato de sabueso- a los peores, y ellos fueron mis amigos. Me ayudaron a encontrar faltas en los profesores y administradores del Colegio, me ayuda- ron a seguir perdiendo el tiempo y también a dejar a un lado la fe en Dios que, aunque debil, todavia tenia. Naturalmente, este inteligente repetidor tuvo que rendir casi todas las materias a fin de afio. Pero, aunque “dejando la lana en el alambrado”, como dice cel hombre de campo, pasé a segundo aio. Después de las reconfortantes vacaciones al aire puro y libre del campo, regresé al Colegio. Pero ya estaba “fichado”. El preceptor y los celadores eran ahora detectives que seguian mis pasos. Sabian que dormia, jugaba y perdia el tiempo no solo yo, sino mbién buscaba prosélitos que me acompafiaran en indisciplina. Los viernes de noche, mientras se alizaba en el templo del campus estudiantil una nion religiosa especialmente preparada para los mnos, yo aprovechaba la oscuridad para escapar 39 snicker te iin basiudbilceteniealc cs) ala casa de Olga, que vivia a unos tres kil6metros del Colegio. No habia nada de malo en ir a la casa de mi hermana. Lo malo era hacerlo sin avisar, sin contar con el correspondiente permiso y contrarian- do los reglamentos. Para evitar que mi ropa se mezclara con la que iba al lavadero general, la metia en una bolsa y la mandaba a casa para que mama me la devolviera lavada y planchada. La queria jimpecable! Un dia, caminando frente al campus, vi en el jar- din de una casa un cachorrito precioso. Sin pensarlo dos veces, tomé el animalito y lo meti cn la bolsa de la ropa. Después lo mandé a casa para que me lo criaran, Lo que ignoraba era que los ducfios del perrito me habian visto desde atras de las cortinas de la ventana, y hablaron con el director del interna- do, el Sr. Daniel Ramos. Naturalmente, yo tuve que enfrentar al preceptor para explicar lo inexplicable, y el cachorrito tuvo que hacer el viaje de regreso a la casa de sus duefios, la familia Brouchy. No tengo mas que palabras de reconocimiento hacia el pastor Daniel Ramos, un hombre tolerante y un consejero extraordinario. Lastima que a mi tedo me entraba por un oido y salia por el otro. Después de dos afios y medio de permanencia en el CAP. ya habia acumulado métitos suficientes como 40) para que el pastor José Tabuenca, a la saz6n el Direc- tor General, enviara a mis padres una carta, algunos de cuyos parrafos decian asi: “Apreciados amigos: Ricardo va a su casa estos dias de vacaciones de invierno. La oportunidad es prapicia para hacer un balance de los resultados de sus sacrificios come pa- dres y de lo que Ricardo ha hecho haste acui. “Lamentablemenie Ricardo ne ha estado crecien- do acorde con las oportunidades que padres y maes- wos le hemos concedido, Sus notas no son buenas y algunas de ellas, decididamente pobres. Su compor- tamiento tampoco ha sido satisfactaria. No hemos visio resultados mas que por muy breve tiempo. Nues- Wo consejo seria que Ricardo quedase va en casa, y no regresara. No obsiante, Ricardo pide una aportu- nidad mas. En atencion al sacrificio de ustedes y par- ficularmente las esperanzas y arhelos de su madre, que anhela verlo formarse en un hombre educado y ati! para la inmanidad, quizé podriamas otorgarle le oportunidad que solicita, entendiendo que la primera falia lo colocaria fuera de le institucién”. En el fondo, sé que queria seguir estudiando en el Colegio, pero cra demasiado soberbio para so- eterme a los reglamentos y Ia disciplina. Ya de regreso de las vacaciones, aun a sabien- das de que mi permanencia en el colegio pendia 4] de un hilo, me escapé para encontrarme con uni joven de la vecindad. Sorprendido in fragantti, me fui antes de que me fueran. Asi, sin penas ni glorias, en aguas de borraja sucumbid mi titulo de “doctor”. El placer es una cancién de libertad, pero no es libertad ¥ habria que cantarla con plenitue de corazon, pero sin perder el corazon en el canto. Situ alma te pregunta: ¢Como distinguir lo buen de Jo que no es bueno en ef placer? Mira ius jardines y comprenderds que ef placer de la abeja es reunir mie! de las flores. Pero es también placer de la flor ceder su miel ala abeja. Porque para una abeja, una flor es fuente de vide ¥, para la flor, una aheja es un mensajero de ant ¥ para ambas, abeja y flor, el dar y recibir placer es una necesidad y un éxtasis. Que tus placeres sean como el de la abeja y lee fle —KHALIL GiprANn 42 Capitulo La libertad es libre “Hey eamines gue parecen derechos, pera al final de ellos std fa meerse” (Proverbies 14:12, DH). “Alsigrate jowen ev fu fuventiud, p tame (placer ins corazon en ins dias de ew venciur; » amula em fos eaminas de tw yen fa vista de des afes; pores suhe que sobre tnclor fas cong te jucgams Dios". (Belesizstés 11:9, DHH} Habiendo naufragado el “doctor”, mama deci- 16 que solo me quedaba el camino de trabajar en chacra, Para mi, “trabajar” era solo una manera de lecir, ya que ch ese momento no me interesaba mo fin sino como medio para tener dinero con mé divertirme los fines de semana con los com- inches que habian quedade a un lado durante mis as de cstudiante. Comencé entonces a llevar una vida doble. En sa, ante mis padres, cra respetuoso y obediente wun los firmes cédigos y limites en los que ha- biamos sido criados. Afuera... jla libertad es libre! ueria ser como mis amigos. Fumaha, bebia y, pa- 43 sado de copas, me volvia envalentonado y prepe- tente, Fl aleohol hace pasar a su victima por cuatro etapas representadas por cuatro animales. La pri- mera etapa cs la del pavo, en la que el bebedor es orgulloso y se si¢nte superior a quienes lo rodean. Se cree mas hombre, mas moderno. En segundo (érmino, viene la etapa del mono. Piensa que cs el personaje mas gracioso del mundo, y no cesa de hablar incoherencias acompafiadas por gestos que se le ocurre que son geniales y sumamente di- vertidas, La tercera etapa es la del ledn. Se erce el mas inteligente, el mas fuerte, el mas todo, el rey, y no tolera que nadie se interponga en su camino de bravucén digno de mejor causa. Finalmente, la etapa del cerdo, del ser despojado de su dignidad, casi de su calidad de ser humano, que se revuelca en el lodo de su miseria. En esta cuarta y ultima etapa, el alcohdlico se siente un miscrable en sole- dad, un incomprendido cautivo en su propia cércel, de la que quicre y no puede salir si no pide ayuda, y se resiste a pedirla. Por estas cuatro etapas pasé infinidad de veces. Quiero recordar aqui a mis amigos especiales de aquellos dias. E! Paton, un afio mayor que yo, era mi amigo inseparable; came y ufia en las buc- nas y cn las malas. Lo lamabamos Paton por sus 44 pies enormes. Calzaba el N° 45, jPobre Paton! Mu- Tid. atin joven, de una embolia cerebral. Al segundo lo [lamabamos Chancho porque a #1 todo le venia bien, aun cuando tuviera que “revolearse” en el ba- tro, No tenia reparo ni problemas, ni siquiera con _ el poco elegante apodo que le pusimos, De vez en cuando el Chancho me visitaba. Al tercero espe- cial lo llamabamoes Zapallito. Era mas bajo y gor- dito que los demas, jredondito como un zapallito! Los cuatro formabamos algo asi como “el es- cuadron de la muerte”. Nos potenciabamos mutua- mente para fumar, beber, andar de boliche en bo- liche haciendo desastres, y, ;por qué no?, también para protegernos y querernos a nuestra manera. Deseo afiadir un nombre mas, amigo de ley, que murid en su ley: Roque Lepen, gran bebedor, que se enferm4 de cirrosis hepatica siendo ain muy jo- ven. Un dia fatal, estando totalmente ebrio, se tird sobre un colchén incendiado y murié ahogado por el humo. Amigos queridos arrehatados prematuramente del mundo de los vivos, deberian haberse convertido en un llamado de atencién contundente, Pero no sucedid asi. No teniamos discernimiento propio ni tomaba- mos en cuenta los consejos ajenos. La soberbia des- preocupacidn por el futuro nos costaria muy caro. 45 A los 18 afios senti que ya era hombre y que, por lo tanto, tenia derecho a vivir mi vida: trabajar lo menos posible y divertirme lo mas posible. Me parecia enormemente divertido, por ejemplo, ir a los bares a beber y a molestar a los parroquianos con la prepotencia del matén. Los sAbados de tarde salia de casa vestido como un gentleman y vol- via hecho una miseria. Un sébado de madrugada regresaba a casa totalmente borracho e, incapaz de dar un paso mas, no alcancé a entrar y cai pe- sadamente cn cl patio, Los ladridos de los perros despertaron a papa y a mama. Misericordiosa, casi piadosamente, me levantaron y me Ilevaron a la cocina, donde me atendicron como solo los pa- dres saben hacerlo, Mama aproveché cl momento para rogarme que cambiara mi manera de vivir por amor a mi mismo, por amor a mi futuro y por amor a ellos. Pero estaba en la etapa del cerdo, al que nada le encanta mas que revolverse en el lodo. Otro s4bado de noche sali con Jorge. Ademas de hermanos ¢ramos muy amigos. Tanto que un tiempo trabajamos en sociedad (hasta que no quiso continuar porque él] trabajaba y yo gastaba lo ga- nado). Pero seguimos saliendo juntos para “diver- tirmos” en los boliches de Crespo, donde yo legué a ser muy conocido, tanto porque la ciudad es pe- 46 DOSER quefia como por mi temperamento irascible. jTris- te fama la mia! Aquella noche, el camino estaba especialmente dificil porque habia Hovido mucho y, por supuesto, en aquel entonees no habia asfalto. Para colmo, volviamos a pic. Habia bebido tanto que mi capacidad de controlarme estaba en la luna _ y mi cuerpo en cl camino de barro. Sin poder ya dominarme, cai al suclo cuan largo soy (mido 1,85 m.), y no pude levantarme a pesar de los muchos esfuerzos que hice. El ebrio es orgulloso. Piensa que no necesita ayuda, que todo lo puede, asi que le dije a Jorge: —Anda adelante, hermano, que yo algun dia voy a llegar a casa. —No, hermano —dijo el bueno de Jorge—. Sali- mos juntos y juntos vamos a volver. Acta seguido me carg6 sobre sus hombros y, sacando fuerzas de donde no tenia, me llevé con él a casa. Otro dia, con Jorge y cl Patén fuimos al mon- te a buscar lefia con el tractor al que le habiamos enganchado el acoplado. Sabiamos que la jorna- da seria larga, asi que llevamos comida y bebida. _ Como siempre, bebi en exceso, a tal punto que a la hora de regresar estaba en la etapa del mono, por lo que me pareciéd muy gracioso hacerles una mala jugada a los dos. Yo estaba al volante del tractor, y gq cuando Jorge y Paton se dispusieron a subir al aco- plado, arranqué y los dejé mirando cémo me iba sin ellos. Fsta jugarreta la repeti un montén de ve- ces, asi que los mas o menos diez kilémetros que debiamos recorrer se parccicron bastante al viaje alrededor del mundo de Julio Verne. Era tradicién para nosotros hacer alguna “haza- fia” en la vispera de Afio Nuevo. Actuando como “ele”, con Jorge y Carlos, mi primo, salimos un vispera a concretar una hazafia “divertida”. Ampa- rados por la oscuridad de la noche fuimos hasta el campo de un vecino de apellido Garay. Habia alli, en medio del campo, un pozo que proveia de agua a los animales, y no tuvimos mejor idea que tirar en él cuantas herramientas encontramos, y hasta un ara- do, Como si fuera poco, después abrimos cl portén del corral de los terneros, los que salieron corriendo hacia los cuatro puntos cardinales. Lucgo regresa- mos a casa totalmente convencidos de que ¢ramos heroes. Confundiamos maldad con diversién. Pero aquella vez confundimos algo més. Creiamos que era la vispera de Afio Nuevo y era la de jNavidad! Nuestra hazafia, no solo habia sido una maldad sino también una mala hazafia fucra de tiempo. Un 25 de mayo, aprovechando que era feria- do patrio, fui de paseo al CAP con mis amigos 48 especiales: el Chancho, el Patén y el Zapalilito, Queria mostrarles cuantas chicas bonitas habia alli, y enorgullecerme ante ellos de que algunas de esas hermosas ex compaficras fueran mis ami- gas. Recorrimos después la calle comercial de Villa Libertador San Martin, y paseando frente al Hotel Central recordé que alli habia un nego- cio de articulos cléctricos, Invité a mis amigos a entrar. Como en ese momento no habia nadie, cada uno de los cuatro aprovechd a servirse de algo. Yo robé una radio, que escondi bajo el pu- llover. Lo que no sabiamos era que una sirvienta mas “viva” que nosotros nos habia visto y habia avisado a la policia. Mi hermana Olga se desma: yo cuando me vio llegar a su casa y atras de mi, pisandome los talones, la policia. No solo tuve que devolver la radio, sino también Mevar a los agentes del orden a la casa de cada uno de mis amigos para que ellos también devolvieran lo robado. Después nos llevaron a la comisaria de Diamante, y aquella noche dimos con nuestros huesos en el calabozo, (Quicén podria hacer algo para que yo cambiara? { Cambiar? Ese era un tema con el cual ni siquie- Ta soflaba en aquel cntonces. No sospechaba que Dios me tenia reservada una sorpresa contundente, 49 Lleg6, por supuesto, la edad de “mariposear” alrededor de las chicas. No sé si gracias a mi es- tampa o a qué, lo cicrto es que con ellas tenia éxito y, sin vanidad, podria decir que me acosahan tanto que en un momento llegué a tener tres novias si- multaneamente. Por supuesto, eran informalidades que pronto terminaron en la nada. En ese entonces solo tenia cabeza para pensar en el sexo, Alos 19 afios este picaflor se fue de su casa por una tazon color rosa. Me habia puesto de “novio™ con una jovencita de quince afios, ¥ como mis pa- dres no se mostraron de acuerdo con mis planes, me fui a vivir con ella a Parana en la casa de sus padres. Logicamente, eso no podia durar mucho. Pronto los desentendimicntos erosionaron el fuego de la pasion, y el amor murié. Regresé a casa como el hijo prédigo. Solo que, a diferencia del de la parabola, no valia la pena que hicicra planes serios porque ahora tenia por delante el servicio militar. {Lograrian alli doblegar mi autosuliciencia y mi indomable espiritu aleman? Dios tiene sus tiempos y sus métodos. Hoy es- toy seguro de que no fue casualidad ni suerte que mas de una vez me haya salyado de la muerte. Dios estaba tratando de decirme algo y yo, reitera- damente, prestaba oidos sordos. 50 Recuerdo aquel dia cuando Paton, totalmente alcoholizado, me convirtid repentinarnente en el blanco de su revélver. No solo apuntd, también tird jy solo me roz6 el cabello! ;Podria haber muerto! Otra vez discuti jcudndo no! con un pedn. El hombre se ofuscd tanto que casi me acuchilla de una pufialada. |Milagrosamente alcancé a zafar! Un dia, jugando con Jorge, me clavé profunda- mente la navaja de un corlaplumas. Debieron apli- carme suero antitetanico y yo, desoyendo las indi- caciones del médico, bebi, comi huevos y carne Cuando me senti morir por la descompostura, me llevaron nuevamente al consultorio, Cémo estaria que al llegar cai desvanecido, jpero tampoco mori! Un dia, con Jorge trasladabamos una tropa de animales por una carretera asfaltada, y el perro que hos acompafiaba empezd a ladrar como loco. Yo, Por ir tras él, no me di cucnta de que un auto que avanzaba en sentido contrario estaba casi encima de mi. Gracias, Pirinchito, porque gritaste con toda la fuerza de tus pulmones y asi ayudaste a Dios a salvar mi vida. También salvé milagrosamente la vida aquel Afio Nucvo que festejamos en familia en la costa del rio Parana, a la altura de Diamante. Hablamos ai comide opiparamente y conversabamos de bueyes perdidos a la sombra de los arboles, cuando de pronto aparceié flotando pot el rio un arbol seco y, recordando que la oportunidad tiene un solo cabe- Ilo, sin perderla, de un salto nos instalamos sobre el tronco, felices de la aventura que presuponia na- yegar de una manera tan original. Pero la alegria se fue transformando en preocupacién y luego en te- tror a medida que el tronco seguia la corriente del tio ¥ nos llevaba inexorablemente hacia una zona cada vez mas profunda, sin que pudiéramos hacer nada para impedirlo. No fue suerte ni casualidad que en una curva el arbol chocara contra la orilla, lo que permitié a mi cufiado Osvaldo saltar a tierra y auxiliar a los demas, Milagrosamente nos salva- mos de morir ahogados. Esta vez, joh casualidad!. la idea genial no habia sido mia. jGran consuelo! Mi culpa fue no tomar en cuenta en su momento estas reiteradas llamadas de atencidn. Estaba clego y sordo a las providencias de Dios. Un tiempo despues del diagndstico del Dr. Ros- tan, regresaba solo de Paranda a casa. Naturalmen- te, habia tomado unas cuantas copas. Pero no crei que eso fuera problema. Yo sabia manejar muy bien. jEra un tigre! No sé cémo, lo cicrto es que me dorni un instante, el auto “mordié” la banquina, y 32 después de dar tres vueltas “olimpicas” quedé de costado. Los paisanos que vieron el accidenle se acercaban, miraban el auto y repetian a cada ins- tante: “|Un milagro, hermano! ;Tendrias que estar muerto...!" Pero estaba vive. Alguien que pasaba circunstancialmente me Ilevo a la policia de Cres- po. Ellos vinicron, retiraron el auto y lo Ilevaron a casa, Mas de una vez, mirando la carroceria abolla- da, me pellizqué para estar seguro de que yo era yo, y me dije por lo bajo: “Ricardo: tendrias que estar muerto; {pero estas vivo!” ;Casualidad o causali- dad? No lo sabia ni me preocupaba por averiguarlo. 53 No hay difieultad que suficiente amor no venza. No hay enfermedad gue suficiente amor no cure. No hay puerta que suficiente amor no derribe. No hay pecado que suficiente amor no redima. No importa lo profiundamente asentado que esté el problema ni lo desesperanzado que parezca. No importa lo enredada que esté ta maraha ni io enorme que sea el errar. La comprension del amor lo disolverd todo. ¥ si Gi pudieras amar lo suficiente, serias la persona mds feliz wv poderasa del mundo. ee: ae eae ae ir ES Capitulo 7 EI servicio militar “Es precise sameterse a fax aedavidasker, an sito para cvitar ef castige, sino coitra un deber de conciencia™. {Romnnes 13:5, DUM), A los veinte afios me converti en el conscripto 604. Mi destino fue la Escucla de Ingenicros de Campo de Mayo, Buenos Aires, que estaba bajo la direccién del coronel Carlos Ceferino Feroglio. Al principio, seguramente por la novedad de una vida tan distinta de la que estaba acostum- brado, todo me parecié casi deslumbrante. A esta apreciacién contribuyé el hecho de que, por algu- na razon que ignoro, le “cai bien” al Coronel y me puso en un lugar de privilegio, segun la opinion de mis compafieros de armas: encargado de la cafete- ria del casino de oficiales, Este excepcional estatus me hizo acreedor a privilegios que otros soldados no tenian; entre ellos, tomar tanto café como se me ocurriera. Siguiendo mi costumbre de ser im- femperante cn todo, la cafeteria se convirtié en mi aa perdicadn, ya que fomaba altededor de 25 poerifos cada dia. Estos excesos, sumados a un vago males- tar que venia arrastrando desde hacia un tiempo, me hicieron sentir fisicamente mal. Seguramente la prestancia de mi porte habia disminuido lo suficiente como para que el coronel Feroglio, que me queria mucho, y a quien yo tam- bién respetaba y queria, lo notara. —jQué le pasa, soldado? ;Tiene miedo? —me dijo un dia el Coronel al pasar por la cafeteria. -Ni al diablo le tengo miedo, mi Coronel —le contesté, cuadrindome ante la autoridad. Le expliqué que no me sentia bien, que tenia poca fuerza en las piernas y que no era un problema nuevo porque de vez en cuando habia sentido ese malestar. —kn la primera baja lo voy a dejar volver a su casa —me prometié cl Coronel Feroglio. El corazén me dio un saldo de gozo. Mi fami- lia, mi casa, mis amigos, el campo, la libertad, todo lo que habia quedado atras cobraba ahora una nueva dimension. Ese mismo dia, el Coronel hizo venir a un medi- co, el que después de revisarme me mando al Hospi- tal Militar de Campo de Mayo, donde estuve inter- 56 nado un mes. A pesar de los estudios que realizaron, no hubo un diagnéstico definido. Por el cuadro fe- bril que presentaba, pensaron que podia tratarse de tubéola, Y me mandaron de vuelta al cuartel. La promesa de dejarme en libertad en la pri- mera baja no se cumplid. Por el contrario, fui de- clarado imprescindible y ello, lejos de halagarme, fue el pretexto para que cumpliera mis obligacio- nes con mayor desgano atm. No estaba desconten- to del todo, pero la vida ordenada y la disciplina del cuartel no eran precisamente la horma para mi zapato. Para colmo, descubri que la novia amada y “fiel” que habia quedado en Crespo csperando mi regreso me habia hecho una zancadilla conso- Jandose con otro, Fue tan grande mi amor propio crido que crei que todas eran iguales, y cn las ino- entes me vengueé de la culpable. Un dia el Coronel me mand6 a buscar a un sar- nto. Ambos demoramos en regresar, Supusimos no habia razon alguna para apurarnos y nos ‘eci6 magnifica la idea de andar por ahi, libres, atando el tiempo, Desgraciadamente, el coronel eroglio no pensaba como nosotros, asi que cuan- llegamos nos pregunté, con la severidad tipica 1 militar, por qué habiamos tardado tanto. Como sabia que gozaba del afecto de mi jefe, me apre- BF suré a echarle la culpa al pobre sargento, el que recibio una dura reprimenda. También en el cuartel Hegué a ser el hijo mal- criado a quien nadie podia enderezar. Nunca en- contré —para despracia mia— quién me entrentara, asi que me resulté normal ser prepotente y llevar- me cl mundo por delante. Al cabo de un afio, y habiendo cumplido con la patria, me dieron de baja y volvi a casa. Todo me parecia raro, todo me parecia nuevo. Se habian terminado los 25 pocillos diarios de café, pero el reencuentro con mi familia y mis amigos suplid con creces mi privilegiada vida de conscripto. Nada valedero para mi vida civil habia apren- dido. La enfermedad, que se acentuaba cada vez mas, {seria la encargada de ensefarme lo que no habia querido aprender en tiempos mejores? 38 Dios, te pedi fuerzas para lograrlo todo y me hiciste débil para que aprendiese a obedecer: Dios, para lograr grandes cosas, te ped! salud me hiciste enfermizo para que mejores cosas hiciese. Para poder ser feliz te pedi riquezas, ime hiciste pobre para lograr sabiduria. Para que los hombres me adulasen pedi poder, yme hiciste débil pare que te necesitase a ti. De todo te pedi para gozar de este vida, me diste vida para que de toda gozara. Nada me diste de lo que te he pedido ¥ aun asi todo le ansiada lo he conseguido. Oiste mis plegarias a pesar de mi mismo, ¥ entre todos los hombres me escogiste para ser jRicamente BENDECIDO! Capitulo 8 El segundo NO “Que nadie de isteniey rmactique te adi i se dedique a ka hechiicerite né cst Sehediitamienios, wi cangulte a hoe adidas" (Dewterenomic 18:10, DHE), Después del diagndstico del neurdlogo del Sana- toric Adventista del Plata cn la vispera de la Navidad de 1974, pasé una temporada de profunda angus- tia mental que me esforeé por disimular bebiendo cada vez mas. |Qué cicrio es el proverbio japonés que dice: “Primero el hombre toma un trago, luego el trago lleva a otro trago, y luego el trago toma al hombre”! Asi ocurrié conmigo, La predisposicién, ya incontenible, a la bebida me evé a buscar mas y mas los lugares de diversién donde terminara de olvidar mi realidad, que no podia ni queria aceptar. Un tiempo atras habia ocurrido un grave hecho de sangre en las proximidades de Crespo. Habia sido asesinado a mansalva un agricultor muy rico (nosotros lo llamabamos “el ricachén”). La policia se habia puesto en movimiento para 60 encontrar al asesino pero, como no aparecian prue- bas de ningim tipo, pusieron en marcha la imagi- naciOn, Hacia poco tiempo que yo habia regresado del servicio militar, Fuera de toda duda, pensaron, en esc afio habia aprendido a ser diestro en el ma- nejo de las armas. Para colmo, era més que conoci- do como gran hebedor, prepotente y peleador, “No estara por este lado cl culpable del asesi- nato?”, se preguntaron los agentes del orden. Una noche llegaron, amparados por las som- bras, seguramente para evitar que fugara, el jefe de operaciones de la Policia de Parana secundado por tres agentes. Dos quedaron escondidos afuera, ametralladoras en mano, y el otro entrd cubriendo las espaldas del jefe Todos estibamos mudos de asombro. El agen- fe, que fuera de toda duda me conocia bien, dijo, seflalindome: —Este es Pirincho. Y sin una palabra mis me arrimdé la ametralla- ta a las costillas. Papa, con una indescriptible cara de angustia, me acered y me dijo: —|Qué hiciste! 6F = Custodiado por los que estaban afuera, me me- tieron en la camioneta policial y me Ilevaron a la comisaria de Crespo, y de alli a Parana, Para tranquilizar a mi padre, el jefe le dijo que en un rato me traerian de vuelta a casa, Pero no fue asi. Afortunadamente, en Parana comprobaron por radiocomando que en el momento del crimen yo estaba en Buenos Aires, cumpliendo con el servi- cio militar. Antes de dejarme en libertad, el jefe se me acer- cd ¥ me dijo: —No tengas malas compafiias, muchacho. Un buen consejo. ,Alguna vez haria caso a al- guien? Los remedios no surtian efecto. Por el contra- rio, cada vez me sentia peor del cuerpo y del alma, a medida que comprobaba que mi discapacidad avanzaba lenta pero inexorablemente. No podia quedar de brazos cruzados. Algo te- nia que hacer. En alguna parte seguramente exis- tia un neurdlogo stiper especializado que podria ayudarme. Era asunto de encontrarlo. Y antes de encontrar, logicamente, hay que buscar, Pero... 78e ofenderia el Dr. Rostan? 62 Con la sencillez y la lealtad propias de la gente de campo, con Teodoro, mi cufiado, fuimos a la casa del Dr. Rostan a preguntarle su opinién acerea de nuestro plan de consultar a otros especialistas. Con la amabilidad que lo caracteriza (lo he com- probado mil veces), me dijo: -Por supuesto, Ricardo. Ta y tu familia tienen todo el derecho del mundo de consultar con cuan- tos médicos quicran, pero tengan cuidado. Estoy seguro de que van a gastar ntucho dinero para que- dar finalmente en el mismo punto donde estas aho- ta, No obstante, los comprendo plenamente. A partir de alli comenzé una nueva peregrina- cién. Primero vimos a un médico de Crespo, que nos recomendaron mucho, Nada. Después fuimos a Parana. No queria darme por yencido. Seguramente en la Capital estaba el hom- bre que yo necesitaba, jPara encontrar hay que buscar! Pero... Nada. -En Santa Fe —-nos dijo alguien— hay un neuré- ‘ogo de primera linca. |Ese si que sabe! A la sefiora emi tio... 63 Fuimos a Santa Fe. La billetera se enflaquecio en forma alarmante. Pero... Nada. Todos eran buenos, Todos prometieron. Pero... Nada. —jNo saben ustedes que lo mejor de lo mejor esta en Buenos Aires? nos comenté otro alguien—. Yo también estuve mal, pero mal en serio, y alla el doc- tor Fulano de Tal me dejé como nuevo. | Vayan! Fuimos. El médico “milagroso” atendia en el Hospital Italiano. Nada. Terminé siendo una enorme verdad el prondsti- co del Dr. Dario. Habiamos gastado mucho dinero y estabamos como siempre. La tmica diferencia era que en el bolsillo teniamos menos dinero y en el corazon un manojo de promesas marchitas. —jPero! -dijo un paisano que vino de visita-. Los doctores tendran muchos libros en la cabeza y sabran muchisimo, pero en estos casos lo que hace falta es un hombre que tenga un poder cspccial. Eso no lo dan los libros. Lo da Dios. Te ponen la mano encima jy listo! Te sacan los “gualichos” en un santiamén, hermano. 64 Lo mire asombrado. Esto no se me habia ocurrido. —Mira, hermano. Aqui, a pocas leguas, en Dia- mante, hay una curandera. Qué te cuesta ir a ver- la? No cobra nada... Fuimos. Le expligué mi problema, y prometié curarme. Comenz0 encendiendo velas, me tocé la frente varias veces, y en voz alta y autoritaria Ila- m6 a los espiritus, a quienes impreco para que me ao sacaran el “dafio” que yo tenia en el cuerpo. A la entrada del “consultorio” habia una mesa con una canasta lena de billetes. Arriba, sin disi- mulo, estaban los de mas valor. —Esto es gratis, querido, pero si estas agradeci- do podés dejar un billetito para la virgen... Fui dos 0 tres veces. Nada. Mi hermano Jorge por ese entonces ya vivia Isletas, una localidad ubicada cn la provincia Santa Fe. Cuando vino de visita y le conté mi stracion con la curandera de Diamante, me ha- con entusiasmo de Don Zapata, un curandero uloso que hacia verdaderos milagros alld en tas. —Probar no cuesta nada, hermano. 63 Alo mejor Pirinchito tenia razon. Fui a Tsletas. Don Zapata invocé a su espiritu en voz baja, hizo los pases magicos de practica, y me dijo que como era un caso dificil, debia volver varias veces, Tampoco Don Zapata cobraba, pero la canastita [lena de billetes, los de mas valor arriba, estaba en exposicion. No volvi. Me quedaba demasiado lejos para mis cada vez mas menguadas fuerzas. Por supues- to, no me cure. Como por arte de magia me fui enterando de los “mano santa” que actuaban mas cerca. En mi Crespo querido habia dos: Don Caballero y Dojia Lanz. Por qué ir Iejos si la ceremonia de todos son similares? Los vi a los dos. Las velas, las in- yocaciones, las canastas con los billetes grandes arriba... todo igual... Se agotaron las csperanzas. {Serian todos char- latanes, comerciantes que decian no cobrar pero exponian los dinerillos de las almas “agradecidas y generosas” que habian pasado antes que yo por alli? ,Esta bien que el poder de Dios se mezcle con los billetes? Por otra parte, zc6mo podrian ellos 66 ayudarme espiritualmente si yo no estaba dispucs- to a ayudarlos materialmente? El ultimo curandero al que acudi vivia en Lagu- na Paiva, Provincia de Santa Fe. Todos lo llamaban “el sabio”. El no solo imponia las manos, encendia velas y convocaba a los espiritus. También admi- nistraba remedios. Su gran capacidad para llevar adelante su “minisierio” de sanamiento parecia evidente, ya que siempre habia una larga fila de personas esperando con santa pacicncia para con- sultarlo. Tenia una personalidad magnética, Atra‘- do por ella, fui dos veces. Pero., Nada. Mi busqueda habia terminado. NO habia pro- fesional ni mano santa que pudiera ayudarme. NO debia seguir insistiendo en hacer posible lo impo- sible. No obstante, NO podia aceptar la realidad: NO queria aceptarla. El Dr. Dario tenia razon. ;Por qué fui tan necio? oF Pecar En la armonia eterna, pecar es disonancia; pecar proyecta sombras en la blancura astral. El justo es una misica y un verso, una fragancia y un cristal. En la madeja santa de luz de los destinos, pecar es negra nudo, tosco nudo aislador. Pecar es una piedra tirada en los caminas del amor. Pecar es red de acero para e! plumaje ingrdvide, membrana en la pupila que quiere contemplar el ideal; puralisis en el ensuefio, avide de volar. (Ok, mi alma, ya no empefies tu pura esencia ignota, no te rezagues de la bandada que, veloz, raza una gran V trémula en la extension remota! jOh, mi alma, une al gran coro de los mundos la nota de ty voz! —AMaAn) NERVO 68 UT carte a eae DIOS... dame: FORTALEZA para aceptar con serenidad las cosas que ne pueden ser cambiadas. VALOR... para cambiar las cosas que pueden y deben ser cambiacdas SABIDURIA... para distinguir las unas ¥ las otras. 69 Capitulo @ Anochecié Bnav ety Berm cane am fag alas de etl viel! Lo wistesa neaba con mts fucrzas euerpe se asta dabilitando!" (Salinos 31:10, DH), “Bt gue se snirega al placer, el ving y lar perfimes, tennidnarat en Jer pobre” (Proverbioe 21:17, DHH). Aunque exteriormente trataba de que mi vida siguicra siendo la de siempre, interiormente se acentuaba el presentimiento de algo definitivo. De vez cn cuando volvia a sentir ese extrafio hormi- guco en los pies, falta de fuerza en las piernas y una marcada sensacion de inestabilidad. A veces también me dolian los rifiones y en otras oportu- nidades sentia como si Ia descarga eléctrica de un relampago me corriera a lo largo de la columna vertebral. Siendo que de pronto el malestar des- aparecia como por encantamiento, trataba de olvi- darme de todo y me animaba con aquello de que “no esta perdido quien cae, sino quien no se le- vanta”. Queria imaginar que esos problemas no sc repetirian, asi que segui trabajando en el campo de 70 lunes a viernes y el fin de semana lo dedicaba a be- ber y divertirme en C: Tespo, donde seguia teniendo muchos amigos. Un dia, joh casualidad!, estaba trabajando en se- no. Era la época de la cosecha y yo tenia que levantar unas bolsas de maiz para que fueran llevadas en ca- mion al galpén. El esfuerzo fue mayor que mi fuerza, y cai al suelo. Mi cufiado Teodoro, que también esta- ba alli trabajando y que conocia mi predileccién por las bebidas alcohdlicas, le pregunté a Paton: —,Qué le pasa? :Est4 tomado? —No —contesié Paton—, tiene problemas con las ernas. Para mi fue algo asi como la declaracién oficial y publica de que estaba enfermo. Ya no podia ocul- tarlo mas. Estaba marcado. Es justicia que aqui me detenga para rendir un Justo homenajc a Tostada, una potranca briosa que, por especial, lleg6 a gustarme mas que los demas caballos. Cabeceaba mucho, siempre como que- tiendo correr mas velozmente de lo que le daban las riendas. Tanto cabalgué en ella que finalmente Tuc mia por mutuo consentimiento, aunque jamds nadie me la dio. Era mi compayiera inseparable, la potranca con quien correteaba por el campo y la /i- mousine en la que llegaba de paseo a los boliches. 71 En una palabra, Tostada era mis piernas. Un dia la enfermedad seguia su marcha- sali a recorrer el campo montado, por supuesto, en Tosta- da, Las suaves colinas matizadas de verde de todos los tonos se unian en el horizonte con el azul de un cielo diafano. Yo disfrutaba a todo pulmon de la serena belleza del paisaje pero, evidentemente, Tostada lo queria disfrutar a su manera. Imprevis- tamente, cabeceé de tal manera que el freno zafo y yo quedé sin riendas para dominarla. Enloquecida con su libertad total, saliéd disparada como un co- hete y enfild hacia dos portones que daban acceso al predio donde estaba nuestra casa, y cmbistio cl primer porton, Como no obtuvo el resultado bus- cado, embistié el segundo y, al abrirse bruscamen- te, Tostada frend en seco. Fue tal el simbronazo que cai al suelo semi desvanecido. Desde el patio de casa papd y mamé habian estado obscrvando con extrafieza la alocada carrera de Tostada, y por fortuna me vieron caer, asi que acudieron al ins- tante para Socorrerme. Este inoidente fue una excepcién digna de un ani- mal brioso. Tostada conocia mis cada vez mayores dificultades para montar y se mantenia quietecita, como esperando con santa paciencia a que yo lograra resolver mi problema, Durante cuatro © cinco afios, con fidelidad digna de la mejor y peor causa, me ayu~ a do a conducir los animales a los campos de pastorco y también me Ievé al pueblo para que diera rienda suelta a mis vicios. Jamas me abandoné cuando no la traté bien por haberla montado totalmente borracho. Fue siempre mi aliada incondicional, Un dia, no pude subir al lomo de Tostada. Las piernas, decididamente, no me daban mas. Creo no equivocarme si digo que ese fue el dia mas triste que hasta entonces habia vivido. Sin Tostada era un prisionero de mi mismo. Sin Tostada mis idas a “farrear™ con los amigos habian terminado y tam- bi¢n mi “amor” al vino, ya que en casa no se servia ni en la mesa. Me asalto una tremenda angustia fisica y emocional, un cnorme vacio existencial_ Nadie —m mi familia, ni mis amigos— estaba preparado para ayudarme. En plena juventud era, irreversiblemente, prisionero de mi cuerpo. ‘Tam- poco yo estaba preparado para ayudarme. No tenia reservas morales mi espirituales para enfrentar la tealidad que consciente o inconscientemente habia venido negando por afios. Ahora las sombras de la noche habian caido dcfinitivamente? sobre mi vida. En mi mente, Ic- as pero claras, seguian acompafiandome las pa- abras del Dr. Rostdn: “No esta perdido quicn cae sind quien no se levanta”™. Estoy caido, ;Quién me ayudard a levantarme? #2 Una noche tuve un suefio... Sofié que estaba caminando por fa playa con el Senor, y a través del cielo pasaban escenas de mii vida. Por cada escena que pasaba percibi que queda- ban dos pares de pisadas en la arena; une era mia y otro del Seftor: Cuando la tiltima escena pasd delante de nosotros, miré hacia ards, y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban solo un par de pisadas en la arena. Noté, también, que ese sucedia en fos momentos mas dificiles y angustiosas de mi vivir. Eso reaimente me perturba, y preguntdé entonces al Sefior: —Sefior, Tu me dijiste cuando resalvi seguirte, que andarias siempre conmigo todo el camino, pero durante las peores mamentos de mi vida habia en la arena sélo dos pisadas. 74 No comprendo por qué Tt me dejaste en las horas en que vo mets fe necesttaba. El Sefior me respondia: =Mi querido hijo, yo te amo, p jamas te abendonaria en las momenios de sufrimiento. Cuando viste en la arena solo un par de pisacdas fue justamente alli donde yo te cargué en mis brazos. aa Capitulo 10 La oportunidad de Dios “Ti erguifo te he evgotiady... » por exo hax Hegauo u creer que nadie puede derriinarte, Paro aungue fe clever coma ef dauile [y paeimgers se tel vt bas extrettar, de ali we Auard come" (Abdias 3,4, DHE). Como ya dije, papa fallecié en 1974, Para ese entonces mis hermanos y hermanas ya se habian casado. Mama y yo quedamos solos. Mi enferme- dad seguia avanzando. Las realidades iban gol- peando, y cnsefiando como una sabia macstra. Con una menie mds madura por los afios y el suftimiento, comencé a recordar con sabor a nos- talgia mis dias en Villa Libertador San Martin. En el Colegio, los profesores siempre me habian aconsejado bien. Alli habia estudiantes con ideales elevados. Lamentablemente, yo habia buscado a los peores. También en el Sanatorio habia encon- trado gente humana, para quienes el enfermo no es un numero ni un objeto generador de ganancias. Alli podria estar cerca del Dr. Dario y de otros mé- 76 dicos, hombres especiales en lo profesional y en lo humano. Estaba seguro de que ellos me socorre- rian cuando los necesitara. Me Ilevo un afio convencer a mama que nos mudaramos. Comprendo su resistencia, Todo lo que habia en la chacra lo habia hecho ella con cl sudor de su frente, y le dolfa demasiado dejar en otras manos el fruto de las suyas. Por otra parte, ,como podria atenderme a mi sin descuidar la gran cantidad de trabajo que significaba llevar adelante las tareas del campo? Y si yo seguia empeorando, sin teléfono cn la casa, sin asfalto en los caminos, iqué podria hacer sola? En 1975 se vendid la propiedad, y mama com- pro una casa y un departamento cuyo alquiler nos ayudaria a sobrevivir. {Fue casualidad? Hoy creo que fue providencia de Dios el hecho de que la casa que conseguimos esta a solo 60 m de la del Dr. Dario Rostan, quien desde entonces es mi mé- dico, consejero, amigo y hermano. En ese entonces vivia dominado por una angus- tia incnarrable. A partir del veredicto del doctor Dario, las puertas se habian ido cerrando irreme- diablemente y los peores presentimientos, cual aves de rapifia, rondaban permanentemente a mi alrededor y ennegrecian mi futuro. #7 Queria hacer algo, y no sabia qué. Estaba dis- puesto a intentar lo que fuera, pero, jacaso no ha- bia agotado ya todas las posibilidades? Mi mente era un feroz, campo de batalla, y me resistia a ser el perdedor. Un dia, me visité un pastor que, como yo, era descendicnte de los alemanes del Volga. El pastor Feder estaba de paso, pues reside cn los Estados Unidos. Con cautela, y sin alentar en mi falsas es- peranzas, me aconsejé probar un tratamiento natu- rista, con barro “puro”, Podia hacerlo en casa y sin costo alguno, Necesitaba aferrarme de una esperanza, asi que me “aferre” del barro. Mi amigo Goyeneche cavé una fosa en el patio y en ella echo tierra “pura”, que se extrae a partir de mas de cincuenta centime- tros de profundidad. La trajeron del campo donde vive mi hermana. Mama afiadié el agua necesaria para transformar la tierra en barro... y “jal barro pato!”... Durante dos veranos —con excepcidn de los dias frescos o de Iluvia—, tuve la constancia de meterme en la fosa y permanecer alli dos horas embarra- do de pies a cabeza, transformado en un horrible “bicho”. Después mama, con su santa bondad ¥ paciencia, tenia el trabajo nada facil de bafiarme ¥ 78 devolverme la calidad de ser humano. Tampoco este tratamiento dio resultado. Pero esos dos afios fueron el tiempo que yo necesitaba para que decidiera iniciar otra busqueda; la defini- tiva: buscar fortaleza en la Palabra de Dios. ¥ la hallé en las palabras de Jess registradas en Mateo 6:27. “;Quién de vosotros podrd, por mucho que se afane, afiadlir a su estatura un codo? Comprendi que debia aceptar lo que no estaba en mi cambiar. A partir de alli, la rebeldia y la ansiedad fueron cediendo sus lugarcs a una paz increible, Fuera de toda duda, Dios estaba haciendo algo importante en mi corazon. Tenia que recorrer atin un largo y dificil cami- no, pero estaba en el camino. Con el tiempo fui conociendo a vecinos que se interesaron en mi y que ayudaron a mama, alivian- dola de muchas tareas. También conoci a estudian- tes, a jévenes empleados y a adultos afectuosos, creyentes todos, que venian a acompaflarme para ahuyentar mi soledad. Unos entonaban himnos, otros me leian promesas de la Palabra de Dios y oraban pidiendo al Padre de misericordia que me diera su fuerza para seguir viviendo confiado en sus providencias, Nuevos amigos, renovada espe- ranza, Son tantos que anticipadamente pido per- 79 d6én a los que olvidé mencionar. Recuerdo al Dr. Victor Ampuero, un teélogo prominente y cristia- no de ley. E] me ayud6 a comprender el problema césmico que se esconde detras del dolor. Mc cnse- fié a amar y entender a Job, mi “compafiero” en el sufrimiento. Recuerdo a Pablo y Susana Beskow, un extraordinario matrimonio cristiano que junto con su hija Olmis, que les sobrevive, me visita- ba fielmente todas las semanas para explicarme un tema biblico. Un jueves, a la hora en que ellos solian venir a casa, Ilovia torrencialmente. Esta- ba absolutamente seguro de que no vendrian. Pero Pablo y Susana, ancianos como eran, paraguas en mano, Ilegaron como siempre, Su actitud fue un impacto tan tremendo, que termind por quebrar mi rebeldia contra Dios. En la vida de ellos y de los muchos hijos de Dios que me visitaban vi a Cristo personificado, Por precepto y por ejemplo. Continio con mi galeria de amigos. ;Cémo olvidar a los que estdin lejos? Recuerdo al pas- tor Victor Esterri y su esposa Albina, residentes en la Argentina y en las Islas Canarias por par- tes iguales, a Javier Moliner Tello, un estudiante de Teologia que cambié la carrera militar por el apostolado, y que ahora me escribe desde Madrid, 80 a Enzo Caputo y Franco Evangelisti, también en- tonces estudiantes de Teologia, radicados ahora en Italia, a Nelly Canale y sus hijos Juan Carlos y Fernando, actualmente radicados en los Estados Unidos pero que siguen jacordaéndose de mi! {Como olvidar a los que estan cerca? Ismael Ravinovich, gran amigo a quien escucho y veo en Sistema Satelital, y Juan Carlos Siguard en FM Oasis ,Como pasar por alto la bondad de mis ve- cinos, Don Alejandro Heinze y familia, Carlos y Vicky Kalbermatter, que tanto hicieron por mama, Noly Alonso y Celsa, su esposa, amigazos, y Cris- tina Martin, que dedicé tiempo y afecto para ayu- dar a mama con los mandados? ,Cémo olvidar a Krumm y Kolozwa, que se tomaron el trabajo de visitarnos cuando aim viviamos en el campo, ro- bando tiempo del descanso que requeria sus aje- treadas vidas, y a Jorge Iuorno, que intercedié por mi ante un funcionario para que recibiera tempo- rariamente una ayuda econémica? gComo olvidar a mi entrafiable amigo, Ismael Kosch, que me vi- sita cuantas veces puede? Estan también los que seguramente se escapan de mi mente, pero que Dios conoce y recompensa- ra oportunamente. Esta pléyade de instrumentos de Dios lograron al que mi corazon se fuera abricndo de a poco para que el Espiritu Santo ocupara el lugar del orgullo y la al- taneria que hasta entonces habian dominado mi vida. De ellos aprendi una frase que no olvidaré nunca: “La extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios”. Es exactamente lo que ocurrié en mi vida, Agotadas todas las posibilidades humanas, que me habia empefiado en buscar, mis amigos me ayudaron a darme cuenta de que habia una posibilidad que yo alin no habia intentado: encontrar a Dios. Me ayudaron a conacerlo, a amarlo, a poner su voluntad por encima de la mia, a mirar mas alld de mi actual invalidez, al dia cuando yo, junto con “los que confian en el Sehor ltendremos] siempre nuevas fuerzas y [podremos] vo- lar como las deuilas, [podremos} correr sin fcansar- nos] y caminar sin [fatigarnos}” (Isa, 40:31).! Gracias a Dios, alcancé a poder leer la Biblia de tapa a tapa. Lo hice con mucha atencién y reve- rencia. Le pedi a Dios que me diera sabiduria para entenderla y memoria para retener en la mente los pasajes mas importantes para mi. ¥ Dios obrd ese milagro. Fl sabia que no podria volver a sostener su Palabra en mis manos, y también sabia gue el "De aqui en adelante los corchetes que apurczcan en una cita biblica indicardn un cambio en Ja inflexién verhal, o en los pronom- bres , sin alterar el sentide del texto Yeon el Gnico propdsito de dar mayor fuerza al sentido personal del mismo. &2 gradual deteriore de mi vista me impediria leerla nuevamente. Gracias al Sefior, hoy puedo recordar de memoria muchisimos pasajes que me permiten vivir con esperanza.* El 17 de abril de 1976 fui sepultado cn las aguas bautismales. Oficiéd el pastor Humberto Cairus y los amigos Suschevich y Jones, me ayudaron a ba- jar al agua sentado on una silla. Alli, simbdolica- mente, mori a mi vida disipada y, “sepultado con Cristo por el bautismo” (Rom. 6:4), resucité a una “vida nueva (vers. 5). No fue obra mia, ni siquiera de mis amigos. El corazon lo transforma el Espiritu Santo. Ahora, la vida tiene otro sentido porque sé que voy hacia un futuro glorioso. San Pablo dio gracias a Dios por sus cadenas. Yo le doy gracias por mi enfermedad. Estoy seguro de que ninguna circunslancia menos dolorosa hubiera quebrantado mi temperamento rebelde, Dios obra en mi vida el milagro de mantenerme humilde a fin de prepararme para ser, por su gracia, misericordia, perdén y amor, un ciudadano de su Reino. Mi extrema necesidad es la oportunidad de Divs. “La mente de Ricarda ha registrado centenas de versiculos que puede cilar a la perfeccidn, incluso mencionande cl hbre, capitulo y versiculo de referencia, Nota de redaccidn. 3 “Seftor yo te bendigo porque tengo esperanza; Muy pronto mis heridas se enjoyardn de luz. Hay un presentimiento de Sol en lontananca, i Me punzan mucha menos los claves de mi cruz!” Lo dijo un poeta que no recuerdo. Pero me apropio de sus palabras, porque es exactamente lo que yo siento. “Cada experiencia de nuestra vida, cada obstdculo que tenemos que afrontar, es como un cincel que esta trabajando sabre nuestra estatua, modelandola, modificdndola, dan- dole forma, Somos parte de toda lo que nos ocurre” —Orison S. MarvEn, Canto a Jestis Piélide Rabine de carnes de lirio, porque conociste todos los martirios, porque levantaste tu cruz de dalar, porque arremetisie contra fas (Perversos, porque tus palabras eran coma versos, (vo quiero cantarte mi canto de amer! Ya que nada puedo, Setar, ofrendarte, un ramo de versos vengo a deshojarie con la pena vieja de mi corazdn. ¥ en cambio, te pido con ruego anhelante, que en cada pisada dejabe unc flor... Fuelve por los debiles, por los angustiosas, por las gue conocen todos los sollezos, por los que no saben qué es el amor. Fuelve por los mansos, vuelve por el triste, por ef que no sabe que el pesar existe, vuelve por el malo, jpar ef bueno ven! Por todas fas rosas de todos los junios, por fas hostias blancas de las plenilunios, ie ruego, Maestro, que vuelvas... Amén, —Leoncio GIANELLO 85 Capitulo |] Dias sin noches “Enionces mo Henan de alegria a cause de! Sorbae we} Saved, Te alabard fhay} aunque we florezoan tus igueras ni den fruso tng viriealur 9 fog ofivveresy: samgue ied campos no den sw cosecu; dangawe se aeaden Ins rebates ol: ovejas ¥ Ne ftenwr raves 27 live establas (Hab. 1:17.18, DHH)., ‘El angel ie dija: leew loo gave hart aide invitadios ofa festa de boelaw eel Carder’ (Apoe. 16-5, DEH}. La unica actividad a la que me puedo dedicar extensamente es a sofar despierto, echando al vuclo mi imaginacién. En sus alas, llego al dia que anhelo con mayor vehemencia, cuando Jestis vuelva a buscar a sus hijos -a buscarme a mi- para devolvernos la salud que perdimos, los seres amados que perdimos, la felicidad total que por causa del pecado perdimos, Este suefio no es una guimera, una fulsa ilusién. Tiene el respaldo del mismisimo Hijo de Dios: “No se angustien uste- des. Confien en Dios y confien también en mi En la casa de mi Padre hay muchos lugares don- de vivir; si no fuera asi, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar. ¥ después de irme ee ee y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar” (Juan 14: 1-3, DHID), Ese dia yo seré uno de los muchos a quienes el Sefior dira: “Afirmad fas rodillas endebles” (Isa. 35:3). Por su misericordia, seré uno de los muchos en quien el Hijo de Dios cumplira su promesa: “Los lisiados saltaran como venados”’ (vers. 6). Me veo a mi mismo fuerte, agil y totalmente sano, porque mi Salvador me promete que “ywestra ia- turaleza corruptible se revestird de lo incorrupti- ble, y nuestra cuerpo mortal se revestird de inmor- talidad” (1 Cor. 15:53). Mi mayor deseo es que esta esperanza “bien- aventurada” (Tito 2:13) se transforme pronto en una realidad. Mi segundo gran deseo —con el que suefio des- pierto cada dia— es que mi familia en la sangre y en la fe formemos parte de la “gran nmultitud de todas las naciones, ienguas y pueblos, vestidos de blanco que [hablardn] con voz fuerte diciendo: la alabanza, la gloria, la sabiduria, la gratitud, el honor, el poder y la fuerza sean dados a nuestro Dios por todos los siglos” (Apoc. 7: 9-11). {Qué maravilloso seria que, sin faltar uno, estemos to- aF dos juntos en el mundo donde “siempre [vivire- mos] alegres"'| (Isa, 35:10). Mientras aguardo ese dia, suciio que junto a mi lecho de invalido se reine mi querida familia: mis padres y Luisa, Nilda, Olga, Manuel y Jorge, y las familias que Dios les dio el privilegio de formar. También estan mis amigos de la juventud, los que festejaron mis bravuconadas y transitaron conmi- go por los caminos del vicio. Veo a mis amigos especiales: Patén, el Chancho y Zapallito. Los demas —Roque Lepen y los otros— también estan. Para todos ha pasado el tiempo, y las realidades de la vida nos han ayudado a ser mas refiexivos y mas dispuestos a pensar cn el sentido trascendente de la vida. En mi suefio también estas ti, amigo lector, un caminante mas ocupado en la dificil tarea de andar y aprender las lecciones que nos ensefia la universidad de la vida. No te conozco personal- mente, pero deseo para ti lo mismo que para mi, mi familia y mis amigos conocidos: que lleguemos juntos al destino para el cual Dios nos dio la vida. En mi suefio, a todos los que estén aqui, junto ami cama, les pregunto: “;Qué han venido a ver? {Aun hombre derrotado, postrada? ;A compade- corse? ,Acaso a acusarme, como |o hicieron los ‘amigos’ de Job? Si es asi, aqui me ven: soy un de- rrotado en la batalla contra la enfermedad, lo que equivale a ser un derrotado en todo lo que sc puede aspirar en la vida”. Pero suefio que han venido a comprobar lo que Dios puede hacer. Mis familiares, mis amigos y los que me conocieron antes de mi enfermedad saben que tenia un corazén de piedra, que nada ni nadie logré doblegar. Quiero decirles que el poder del amor de Dios hizo el milagro: un maravilloso tras- plante de corazén: “Pondré en ustedes [prometié Dios] un corazdn nuevo y un espiritu nuevo. Qui- taré de ustedes ese corazon duro como la piedra y les pondré un corazon docil” (Eze, 36:26). —{Queé quiere decir, Pirncho? ~pregunta Ma- nuel. —Pues quiere decir que, a partir de la compren- sién dei amor de Dios y de su plan para mi vida, tengo una nueva manera de pensar y de sentir: soy sensible a su voluntad, aunque no siempre coinci- da con la mia. -No pongan cara de incrédulos si les digo que soy feliz. Soy feliz, porque el Sefior “es fie! » justo para perdonar [mis pecadas] y [limpiarme| de toda maldad” (1 Juan 1:9). Soy feliz porque sé que es- toy incluido entre aquellos a quicnes Dios les dice: 89 “Aunque [tus] pecados sean como el rojo més vivo, yo los dejaré blancos como la nieve” (Isa. 1:18). Soy feliz porque sé que “aunque por fuera vamos enveje- ciendo, por dentro nos rejuvenecemos dia a dia. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto Pasa; pero Hos trae como resultado una gloric eter- na mucho mas grande y abundante. Porque no nas fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ja que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas” (2 Cor. 4: 16-18). Podria hablarles horas enteras acerca de mi ac- tual sufrimiento, Pero eso es poca cosa frente al g0Z0 que gracias al sufrimicnto hoy vive, Por su- puesto, €s un gozo que nada tiene que ver con la botella cmpinada ni con nada de lo que antes me divertia. Tiene que ver, si, con la fe y la esperanza. Ya que no puedo sostener la Biblia ni manejarla con mis manos, en mi suefio pido a los que me ro- dean que lean algunos pasajes que logré retener en 1a memoria cuando la lei. Empiczo con mi familia: Manuel, mi hermano mayor, lee Proverbios 9:1. “La sabiduria construyd su casa, la adornd con siete columnas”’. —{jSaben? —les digo—. La sabiduria representa a nuestros padres que nos ensefiaron el bien, !as colummas somos nosotros, sus hijos, que debemos oO perpetuar en nuestras vidas todo lo bueno que ellos nos inculcaron. Yo confieso, y lo digo con enor- me pena, que casi nunca fui una columna de honra para mi familia. Pero Dios, en su amor, me cambid. Créanme. Luego le pido a Pirinchito, el menor de todos, que lea Salmo 133: 1 y 2. “jean qué bueno y agradable es que los her- manos vivan unidos! Es como el huen perfume que corre por la cabeza de los sacerdotes”. —Gracias, hermanito, ~ligo— por haberme ayudado siempre. Gracias Luisa, Nilda, Olga, Manuel y Jorge por haberme tenido paciencia. En mi suefio, nos abrazamos los seis hermanos junto con nuestros padres, y damos gracias a Dios por nuestro hogar. Miro después a mis amigos de correrias, y le pido a Zapallito, cl mas “redondito” de los tres “especiales”, que lea Proverbios 16:28. “El perverso proveca peleas; el chismoso es causa de enemistades””. Asi fui yo, amigos. Me perdonan? El Chancho afiade el versiculo 24 del capitulo 18. “Algunas amistades se rampen facilmenie, pero hay amigos mas fieles que un hermano”. a Finalmente Patén lee del mismo libro los versi- culos 9 y 10 del capitulo 27, y del capitulo 26 los versos 18 y 19. “Para alegrar el corazon buenos perfimmes; para endulzar el alma, un consejo de amigos. Nunca abandones a tus amigos ni a los amigos de tu padre”. “Como un loco que lanza mortales fle- chas de fuego, asi es quien engafta a su amigo y luego dice gue todo era un juego”, —Yo no fii un buen amigo, muchachos, en el sen- tido amplio de la palabra, Ustedes saben, fui violento y orgulloso, y nada hice para que todos fuéramos por el buen camino que mis padres me habian ensefiado. Pero, gracias porque ustedes fueron fieles como un hermane y no me abandonaron. ;Saben una cosa? Arriba, ustedes y yo tenemos un Amigo en el que nunca antes pensamos. El dijo “Ustecdes son mis ami- g08, si hacen lo que yo les mando” (Juan 15:14). Suefio que mis amigos quieran ser amigos del Amigo. {Se hara realidad? EI bueno y recto Sr. Hornus se levanta y, para que sus ex alunos entendamos cudnto nos ama el Amigo, lee Juan 3:16. “Pues Dios amé tanta al mundo, que dio a su Hijo unico, para que todo aquel que cree en él no an muera, sing que tenga vida eterna”. La voz del Sr. Hornus es firme y recia, igual a la que tenia en el internado Concordia, Lagrimas de alegria corren por nuestras meji- Ilas cuando, en el suefo, los amigos nos abraza- mos, unidos cn una misma fe y esperanza, Un poco mas alla, veo a mis amigos creyentes, los que me ayudaron a conocer al gran Amigo que entrego su vida para salvar la mia. Mi qucride doctor Victor Ampuero repite al unisono conmigo las palabras de Job: “Hasta ahora, solo de oidas te conocia, pera ahora te veo con mis propios ojos” (Job 42:5). El venerable y querido Pablo Beskow me recuerda las palabras que Dios me dirigiéd por medio del profeta Isaias: “Yo te purifiqué, pera no como se hace con la plata, sino que te probé en el horno dei sufrimiento” (48:10). Victor Esterri lee Miqueas 7:18,19. “No hay otro Dios como fi, porque ti perdonas la maldad y olvidas las rebeliones de este peque- fio resto de tu pueblo. Ti nos muestras tu amor y ho mantienes tu enojo para siempre. Ten otra vez compasion de nosotros y sepulta nuestras malda- des”. Y afiade: oF -Todos, Ricardo, necesitamos el perdén de Dios; no solamente ti fuiste rebelde. Finalmente yo también quiero intervenir, y re- pito de memoria un versiculo que por primera vez me leyo el amigo don Victor: “El conoce cada uno de mis pasos; puesto a prueba, saldré pura como el oro”. ¥ les digo: Alabo a Dios porque gracias a la noche de su- frimiento que enyolvié mi vida en sus pliegues de angustia y desesperacién, en mi alma amanecié el sol de la esperanza en la vida eterna. -Mis queridos amigos, {qué son unos afios de suftimicnto comparados con una eternidad feliz’? De pronto, en mi suefio escucho como un es- tampido atronador, una fuerte voz que parte del Trono de Dios, que dice: “Dios vive ahora enire los hombres. Vivira con ellos, y ellos serdn su pueblo, y Dios mismo estard con ellos coma su Dios. Secara todas las lagrimas de ellos, y ya no habra muerte, ni Han- to, ni dolor; porque todo lo que antes existia ha dejado de existir’”’. Y este cuerpo mio en un instante (1 Cor. 15:52) se viste de salud, fortaleza ¢ inmortalidad. jQué feliz soy! og eee No quiero despertar; pero si, despierto. Sigo inmovil en m cama. No importa. Tengo la certeza de que pronto la realidad superara a mis suefios, Entonces podré abrazar realmente a mi amada familia, a mis amigos amados y a mis queridos lectores con el abrazo eterno del amor perfecto de los dias sin noches, iluminados para siempre por nuestro Sefior, el Sol de Justicia. “Al que nos amo, y nos lave de nuesiros peca- dos con su sangre, a él sea gloria e imperio par los sigios de los stglos. Amén” (Apoc..1:5, 6). 5 vo dificil —par nev deci impasiile— cana- cewa Rica adv yy seqety stende et misma. Frente: a él, se dorrumban- pretensianes: y exé- gencias, para dar lugar a una revalaracidr de: ta ename tigueza que: tenemas y en ba gue pocas: veces pensamas: das ajas que wen, das piewnas: quce caminamn, das: brazas: gete- necianarn normal mente, Caw simple y law campleja! Pera, por sade tad, no se puede seguir sionda- ef mismo- ante wu ser humane gue ex ejemplo de confianza ew las: prowisianes: de Bias y de esperanza en sv mis alld venturose, Na hay quejas, no hay dudas. Esta, gue: es: facil eseridéw desde wy es- eritaria, es unmillénde wees mas dificil uinieta ew la candictdn lanifs dm pte se encuentra. El es- un Hamad viviente ata weflexidn. Tei, ella | nosotros podvdamas sex Ricarda. ; 800 - FAYa - 2010 -c4 Ain 006100M = a OCR s2u00" eee

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