misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lvame ms y ms de mi maldad y lmpiame de mi pecado (Salmos 51, 1-2). Jess vino a este mundo con una multitud de piedades y de misericordias, para borrar con su preciosa sangre el pecado de todos nosotros. David prosigui su oracin diciendo: Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado est siempre delante de m. Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos. Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio (Salmos 51, 3-4). David reconoce su condicin de rebelde y de empedernido pecador, y clama a Dios por la medicacin de Jesucristo como su sustituto durante el juicio de Dios. Ms an, David reconoce su condicin genticamente determinada para hacer mal, diciendo: He aqu, en maldad he sido formado, y en pecado me concibi mi madre (Salmos 51, 5). Por ello Jehov carg sobre Jesucristo el pecado de todos nosotros, para que la preciosa sangre de Cristo nos libre de la muerte eterna. David luego aade: Purifcame con hisopo y ser limpio, lvame y ser ms blanco que la nieve. Hazme or gozo y alegra, y se recrearn los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis rebeliones. Crea en m, oh Dios, un corazn limpio, y renueva un espritu recto dentro de m. No me eches de delante de Ti, y no quites de m tu Santo Espritu. Vulveme el gozo de tu salvacin, y espritu noble me sustente.
Entonces ensear a los transgresores tus caminos, y
los pecadores se convertirn a Ti (Salmos 51, 7-13). nicamente la sangre de Cristo puede purificarnos, limpiarnos y permitir que, con la trompeta final, en un abrir y cerrar de ojos, nuestra naturaleza corruptible y mortal sea vestida incorruptible e inmortal. nicamente el mensaje de la cruz nos llenar del gozo de la salvacin y sustentar nuestro espritu, para ensear a los transgresores el nico camino hacia Dios, que es Jesucristo levantado como la serpiente en el desierto, para que todo aquel que lo mire (crea) no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque los sacrificios de Dios, son el espritu quebrantado; al corazn contrito y humillado no despreciars t, oh Dios (Salmos 51, 17).