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Esta obra, edi itada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicacién Victoria Ocampo, recibié ol apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros ¥ dol Servicio C ‘ultural de la mbajada de Francia en la Argentina El Amor y la Justicia como competencias ‘Tres ensayos de sociologia de la accion Luc Boltanski Amorrortu editores Biblioteca de sociclogia LAmour et la Justice comme compétences. Trois essais de soviologic de Vaction, Lue Boltanski © Editions Metailié, Paris, 1990 ‘Traduccién, Inés Maria Pousadela nica edicién en castellano autorizada por Editions Metailié, Pacis, y debidamente protegida en todos los pafses. Queda hecho el deptsite que previene Ia ley n? 11.723, © Todos los derechos de la edicién en eostellano reservados por Amorrortu editores 8. A., Paraguay 1225, 7 piso (1057) Buenos Aires, ‘La repraduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o me- difieada por cualquier medio mecainico o electrénico, incluyendo fo- tocopia, grabacin o cualquier sisterna de almacenamiento y recupe- racidn de informaci6n, no autorizads por les editores, viola derechos reservados. Cualquier ulilizacin debe ser proviamente solicitada, Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-184-1 ISBN 2-86424-088-1, Paris, edicion original Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Pago 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en diciembre de 2000. Para Blien In insecurity to lie, Ts joy’s insuring quality. Emily Dickinson Indice general nL 105, uy 129 131 131 138 146 161 151 452 155 160 166 169 174 180 Prélogo Primera parte. Aguello de que ta gente es capaz 1. Una sociologia de la disputa . Las bases politieas de las formas yenerales Denuncias ordinarias y sociologia critica La sociologia de la sociedad critica Un modelo de la competencia para el juicio Prineipios de equivalencia y pruebas justificables . Prucbas y temporalidad Cuatro modalidades de la accién el otro fado del informe Segunda parte. «Agape», una introduecion a log estados ae paz 1 Disputa y paz 1.1 Los limites de la justicia 1.2 Antropologia y tradicién 1.3 La tradicidn toolégica 2. Tres formas del amor 2.1 Un primer inventario 2.2 El amor como reciprocicad: Ia philia 2.8 Bl veros» y la construccién de fa equivaleneia general 2.4 El «agape> y la cancelacién de las equivalencias 2.5 La despreacupacién del «gape» 2.6 La duracién y la permanencia 2.7 El ejemplo de los Fioretti 2.8 Parabola y metfora 187 187 rot 199 207 207 Dus 218 222 226 236, 237 27 260 288 276 280 239 210 324 381 34, 10 3. El aigapes y las clencias sociales 8.1 El sdgaper: gmodielo practien, ideal o utopia? 3.2 Marx y la teorfa de la justicia 3.3 Las paradojes dol don'y el eontrasdon 4, Hacia una sociologia del «igapes 4.1 Bi modelo del «igape: puro 4.2 3 aceeso @ los estacos de -dgape- 4.5 Del amor a la justicia 4.4 De Ia justicia al amor 4.5 «Agaper y emociones Tercera parte. La denuncia piiblica Bl caso como forma social El sistema aetancial de la denuncia La exigencia de des-singularizacion La dificil denuncia de los allegados ‘Maniobras de engrandecimiento Lo gue no hay que hacer por s{ mismo Generalizacién y singularidad La dignidad ofendida La confisnza traicionada Sons ASNe Anexo 1. La canstruceiim del anzlisis factorial ‘Anexo 2. Muestra de cartas tipieas Referencias bibliograficas Prélogo Los tres ensayos sobre el amor y la justicia reunidos en este vor lumen presentan las principales lineas de fuerza de una investiga- cion realizada desde hace varios aiios. «La denuncia publica» (Terce- a parte) fue objeto, con una forma diferente, de una primera publi- cacign en 1984 en la revista de Pierre Bourdien, Actes de la Recker- che en Sciences Sociales, «Agape, una introduccién a los estarios de pazs (Segunda parte) fue escrito en 1989. Bl texto de la Primera parte, «Aquello de que la gente es capaz, apunta a hacer de lazo en- tre «La denuncien ¥ «Agapes,retrazando el camino recorrido, asi co- mo a sugerir posibles prolongaciones. Para lo cual seria necesario pasar por Les economies de la grandeur (Las economias dela magni- tud]; (en adelante, BG), obra redactada en comtin con Laurent Thé- venot, publicada por primera ver, en 1987 y que estamos reelabo- rando en vista de tna nueva publicacién. Los capttulos 5 y G de la Primera parte se refieren a esa obra, euyos principales elementos era necesario recordar para asegurar la coherencia de los textos aquf reunidos. Por un lado, porque algunos temas que aparecen en La denuncis» en forma intuitiva estan clarificades y desarrollados en BG. Por el otro, y sobre todo en la medicia en que «Agape se apo- ‘ya.en el modelo de competencia para la justicia que es el objeto de EG, para tratar de arrajar alguna luz sobre las conductas que se re- fieren al amor y no a Ia justicia, Lo cual significa que el lector debe practicar un ida y vuelta mental entre estos diferentes trabajos que conforman una totalidad. Estos trabajos han sido realizadas en ol marco del Groupe de ‘Sociologie Politique et Morale [Grupo de Sociologia Politica y Moral) (GSPM) de Ia EHESS y e! CNRS.* Se han beneficiado de la intensa actividad intelectual que reina en ese grupo, de las investigaciones caleetivas y de las discusiones en el seminario. Ein lo que se refiere a La denuncia piblica» (Tercera parte) estoy particularmente en deada con Marie-Ange Schiltz, quien se encargé, can una notable + EBS: ole des Haves Etodes en Sciences Soials (Escueta de Altos Esto- dios en Gioncins Socinlesl; CNRS: Centre Nationale de la Recherche Seientiiave IContzo Nacional de Investigaciones Cientiias). de fa 7) a antoridad, de la parte informatica y estadistica, y con Yann Darré, quion colabors conmigo en el dificil trabajo de codificaciém del mate- rial de base. «Agape» (Segunda parte) es, en gran medida, producto de mis conversaciones con Elisabeth Claverie. Debo meneionar la deuda que he contraido con esta exigente profesora que me permitié compartir su eradicisn en un terreno que yo desconocia. La presente obra también debe mucho a las diseusiones entabladas, en las diferentes etapas de su elaboracién, con dean-Blie Boltanski: asa saber, a su rigor de razonamiento y a su paciencia incansable que me devolvian, cada ver. que me encontraba presa de ia duda, 1a certidumbre de la existencia de mi objeto. Me he beneliciado del mismo modo de mi relacién con Bruno Latour y eon su obra y, en particular, de la lectura de sus ultimos trabajos. Agradezco su generosidad. Finalmente, una obyervacién de Michael Potlak sobre la virtual ausencia de reflexién acerca del amor en socfologia me estimuld en mi trabajo; espero que este texto no decepcione sus expectativas. Esta obra fue lefda y discutida por muchos otros eo- legas. He intentado tomar en cuenta sus observaciones, siempre pertinentes, aunque sin lograr resolver en tecios los casos los complicados problemas que elias planteaban, Por lo tanto, cl debate permanece abierto a futuras controversias, Agradezco partice: larmenta, por las discusiones en ol eurso de Ia redaccién del texto © por cu lectura atenta y a menudo eritica, a Nicolas Dodier, Charlee Fredrikson, Frangois Héran, Francis Kramarz, Paul Ladriére, Sebastien Mac Evoy, Pierre-Michel Menger, Patrick Phar y Heinz Wismann. Durante el afo en que preparé y redacté el texto sobre el sdgapes ine resulté extremadamente estimulante la presencia, en el seno del GSPM, de Denes Nemedi (Universidad Eotvés Lorand de Budapest) —quien trabaja sobre teoria de la aceién— y deAllan Sil vor (Universidad do Columbia), quien en este momento conduce investigaciones de gran interés sobre la amistad. En lo que se re fiere g la Primera parte, «Aquello de que la gente es eapaz» —cuyo ssesgo a veces un tanto polémico refleja hasicamente lo dificil del de- bate que el autor ha debido entablar eon su propio trabajo—, fue dis ceatida en el earso de seminarios realizados en el marco del GSPM. Estoy particularmente en deuda con Francis Chateauraynaud ¥y Philippe Coreuff, cuyas pertinentes observaciones me resultaron {de gran utilidad; con Nathalie Heinich y Claudette Lafaye: y, fi- nalmente, con Jean-Louis Derouet por el estimulante debate mantenido con él. Agradezco igualmente a Colette Platre y a Da- nielle Burre, quienes me han sido de gran ayuda en Ja elaboracién del manuserito, Pero debo decir que mi reconociniento se dirige muy particularmente @ Alain Desrosiéres, quien me elenté constan- 12 temente en este trabajo; y, por dltimo, a Laurent Thévenot, sin cuya presencia la empresa que nos ocupa desde hace cinco aos simple- mente no hubiera side posible, Sélo queda decir que, de aeuerdc con Ja formula consagrada, la versiGn final de esta obra no compromete ims que a su autor. 15 de febrero de 1990 8 Primera parte, Aquello de que la gente es capaz 1. Una sociologia de la disputa Las disputas atrajeron nuestra atencitn en el curso de los traba- jos de campo, Jlevados @ cabo entre 1976 y 1981, que acompaiaron ja investigacién que condujimos sobre la construccidn de la catego- ria del personal directivo {eadres| (Boltanski, 1982). Dentro del cen- tenar de cuadros dirigentes que entrevistamos a lo largo de ese pe- riodo —a menudo largamente y en el eurso de repetides encuen- tros—, unos cuantos, reencontrados en muy diversas ocasiones, du- rante entrevistas prcuradas por canoeidos comunes, en Tos sindica- tos o incluse en pasantias de formacién, habian experimentado, en el curso de su vida profesional, «accidentes de trayectoria» —para emplear la puidiea denominacién quo con frecuencia ellos mismos utilizaban— que los habfan.maresdo profundamente, a veces de modo irreversible. Esos «aecidentes», que habian conducido a la ma- ~ yoria de cleo al desempleo, no consistian en despidos en buena y de bida forma, sino en larges procesos de exclusién y de abandono que loshabian llevade a presentar su renuneia y también, en numerosos casos, u perder definitivamente la confianza en su aptitad para Tle- var adelante una vide activa come la que habfan desarrollado hasta ese momento. llos describian esos procesos de mode de resaltar su eostado absurdo, improvisiblo, incomprensible, de la misma mane- raen que deseriben el mundo las novelas picareseas, en las cuales cualquier cosa puede ocurrir: un dia el favor del principe, al dia si- guiente el destierro o la prisién. Repentinamente se habian aca- mulado reproches sobre sus eaberas, segiin ellos sin fundamentos, Quienes en la vispers los felicitahan por su éxito y por su entusias- mo en el trabajo y los alentaban a asumir «responsebilidades», a “lanzarse», 2 comprometerse cada vez mas, de pronto, sin que se su- piera bin por qué, ya no los invitaban a las reuniones, coloeaban por encima de ollos a j6venes directoros «incompetontes, les quita- ban su secretaria, su teléfono, su oficina, los dejaban durante largos meses sin «aisiGn>, sin trabajo, en esa situacién humillante en que Ja ocupacién de cada dia debe ser mendigada y en que la tarea a rea- lizar (barrer, por ejemplo) no se corresponde en nada con el titulo, el salario y las responsabilidades oficialmente concedidas. Poco a poco, Ww amedida que, para demostrar su buena voluntad o poner de relieve Ia injusticia que se cometia con ellos, acumulaban metidas de pata [gaffes], mezclanda los wexcesos verbales», los pedidos de explicacién cde hombre a hombre», las apelaciones a los sindieatos y las amena- yaa de acudir a recursos slogalos», eus cologas ¥ amigos se aparta- ban de ellos, ya no los reconocian y Jos evitaban como si temieran que el simple contacto los arrastrara en el mismo proceso de deca- dencia y exclusién. Esos temores no carecian de fundamento, puesto gue ellos reclamaban sin tregua el apoyo de los demés, tratando de Hevarlos « testimoniar en su favor y a recordar sus éxites del pasado —on sintesis, procurando movilizarios en aquello que en lo sucesive denominarian su «caso» laffaire| y euyo resultado era frecuente- mente un estado cuasi pataldgieo que colia ser descripta por quienes lo sufrian como «dopresién nerviosa» mientras que sus adversaries, y también a veces sus antiguos amigos, designaban, a media vor y en privado», con el términa «paranoian.) * Las enteevistas ms interesantes fueron relicadas a partir de wn dispositive reprobado por los manvales metedaligies dade ane parece romper con Ins exizen fas de exterioridad, de nautralidad, de objetvidad y de no seplieacién que darante lavgo tiempo feran consideradas eviteris de cienlificidad en la relacion ent Investigador @seestigado. Bras entrevisns se prodiciam, on fect, en el curse de ‘sr cma we veladan ex ue ne enim renee lee asgor eerie ue Tbubinn coneertade Is reunién entre ol weidlogo 9 los ejeeutives feadres| entrevista des. Ahora bien, este dispositivo —que, seg Ia claifeaci propiesta wn EC, po- Aria sor ealifiado come doméctico— preaoatabe numeroaan ventajes pare el objeto fe le investigacicn, sobre todo Ja de generar entre antroviatader y entrevistado un ‘lira de confianen que raramente se obtiene cand Ia persona entrevista es cn {nctads directamentaen la empree, en eepecinl cians el scilogo les presente por micmbros de la jerargufa, lo que lo hes facihmente eospesinso da complica fon In sdirecidns. Este cima de cnfinnea failisnba el relata de las injustice sul de ya adopeice de ung ectitud tien par pari del informante. Ademés Is rece. ia de amigas comunes eerefa robrelasituacion wna ooaecidn Que favorsea Ia bis ‘quod do justfieacores elides on apoyo de denuneine que, para cer legitims, de Bian elevarse por enim del caso personal da victims y generalsaree fla ene: s4-en su conjunto. Bsta presencia suscitaba también une expectativa de eaberenci Diogrsfes ¢ monaco dic de satisiace. Ln eleto, on la mayeria de ue aos e208 amigos de large dats habian conoe\do al ejeentve imerrognda en tin momento ance ior de ga carrera en el cual, leas de eitiear n su empresa, se encontraba a gusto er tila yon frecuencia vo retaceaha elogioe pars sos empleadoresy sos condiciones oe trabajo, Entonces, la pregunta que se le hacia explititamente 0, més” mend, {citamente-- gra, en custancia, le siguiente: Zeamo hnbia podido permanceer ante tanto tempo cegn a las exactioies ya is injusticias cnet a x aleededr 2, m65 an, cimo estar segures de Que dl maismo no haba Leni algo ave ver con alin asunto desegradable? Sometisa a esta coaceliny que pess sore mamercete -areepentils: 0 vsidentes, la vietima ne slo debe ustiiear sus acusactones sino tambien exculparse dela acusacién tacit de compliidad ton eae soueadoa de hoy. 48 Ante todo nos dedicamos a desorihir esta clase de «casos», tratan- do de conservar, en la medida de lo posible, las caracteristicas que Jes eran propias y, en primer término, la extraordinaria incertidum- bre que los rodeaba, En eada caso examinado, Ins versione’ de los diferentes actores eran divergentes. La de la vietima no eoineidin eon la de los representantes de los sindicatos, ni con Ia de su mejor amigo, ni con la del jefe de personal, ni con la de-su mujer, ete. Cads uno tomaba partids, producia una interpretacion més veraz, mojor informada y mas inteligente que ln de los otros interlocutores. Pare- cia imposible abordar estos casos sin quedar de inmediato atrapado en esa situacién, sin caer a su vez en ellas, es decir, sin alinearse « su turno con una u otra de las interpretaciones propuestas o sin pro- porcionar una interpretacién plausible propia; es decir, sin tomar partido y elegir un bando, En cuanto sociologos, estabamos bien pro- vistos para ello. Disponiamos, en nuestro arsenal, de mltiples he- rramientas interpretativas y, por no decir mas, de una ciencia que nos autorizaba a seitalar, en Ultima instancia, de que se trataba. De hhaberlo hecho, habriamos sido rechutados « nuestro turno por la vie- tima, por el sindicato, por la asistente social, ete. Nos rehusamos a ello, Lo que nos interesaba era el caso en si mismo, su desarrollo, su forma y las constantes formales que pareeian surgir al comparar casos on aparioncia muy diferentes. ‘Nuostro proyecto consistié en constituir Ia forma caso en cuanto tal y en hacer del caso un concepto de la sociologia. Para ello resulta- a necesario recopilar un cuerpo suficientemente importante de ca- sos, surgidos en los contextos mas diversos que fuera posible. No se puede acceder a un objeto semejante por medio de les métodos habi- tuales de la sociologia: el cuestionario o la entrevista. Ello seria co= mo buscar una aguja en un pajar. Tras haber tomado contacto con los protagonistas de casos suficientemente prolongados e importan- tes como para haber tenido eco on la pronsa, y observado que las per- sonaa involucradas en ellos eseribian sin descanso —frecuentomen- te a los periddicos— para movilizar a In mayor cantidad de gente posible en torno de su causa, nos dispusimos a averiguar, en las re- dacciones de varios diarios, si podiamos encontrar rastros de esas cartas que nos pondrian sobre Ia pists de objetos interesantes. Nuestros esfuerzos fueron recompensados cuando nos pusimos en. contacto con la redaceidn de la seccién «sociedad» de Le Monde, di- rigida entonces por Bruno Frappat. ste tenfa la buena eostumbre —por motivos que todavia no hemos aclarado por completo, pero en {Como no penser, en efecto, que no abrié los ojos mis que cuando las eonductas| ‘niet, coneuetudinarins en in inettasgn, xe volvieren en ra contra? 19 Jos que se mezclaban sin duda la curiosidad del investigader y la ‘compasién del humenista—deresponder todas las cartas que le le gaban directamente o que eran reenviadas a su equipo por otras sec- ciones del diario, y de conservar esa importante correspondencia. Y tuvo la generosidad de permitimos aecoder a ella. Nos encontramos entonces frento a varias decenas de cajas Henas de cartas acompa- Radas de expedientes, a menudo voluminosos. Esos expedientes, contenian montones de documentos heterogéneos —testimonios, folletos, actas notariales, recibos, resolueiones procesales, fotocopias deeartas, ete— que los remitentes inelufan en sus envios para exhi- birlos a titulo de prueba de su buena fe y la legitimidad de sus razo- tes. Hicinos entonces la experiencia que tan bien conocen los histo- riadores especializados en el examen de archivos judiciales, Una vez abierto, cada uno de es0s expedientes ponia de relieve un caso com- plejo, a primera vista impenetrable, a veces muy antiguo, a menu- do tragico, con una multitud de protagonistas, un séquito de perso- nas, objetos, pruchas y sentimientos tales como devociones, adios inexpiables, injusticias abominables, ete. Pasamos muchos meses, simplemente leyendo, tomando notas, intentando elasificaciones siempre provisorias y hablando con los periodistas. En esas conver saciones se ponia enseguida en primer plano el problema de la nor malidad. Algunas de estas historias son reales, nos decian, Pero en muchoe sacoe cotames tratando con parancicos. En otros, finalmen- te, no podemos saberlo. Les preguntamos cudles eran Ios signos por Jos cuales decian descubrir, de una sola ojeada, Ia locura del remi- tente. Su semiologia era mas o menos la misma que nosotros utili- zabamos espontinesmente. Pues también para nosotros ciertas cartas parecfan normales mientras que otras pareeian provenir de enfermos o locos. La euestién de la paranoia, con Ja cual ya nos ha biamos topado en las entrovistas realizadas en las empresas, termi- 1nd por eolocarse en el centro de nuestros interrogantes. Tomamos Ia decisién de considerarla no a la manera del psiquiatra —o sea, dar de ella una definicién sustancial que pudiera servir de punto de apo- yo para un diagnéstico o un peritaje juridieo— sino a la manera del ‘Socidloge —es decir, intentar describir el tipo de competencia que permite a cualquiera realizar el mismo diagnéstico y; tambien, es- forzarnos por comprender las situaciones en que personas hasta en- tonces normales se velan inducidas a comportarse de un modo tal que debia atraerles infaliblemente la calificacién de locas—. Lo que nos interesaba no era, entonces, la locura en cuanto tal, sino las diferentes manifestaciones del sentido ordinario de la normalidad que todos somos capaces de poner en prietiea en la vida cotidiana, Eneste camino nos habfan precedido diferentes trabajos, sobre todo 20 norteamerieanos, y en particular el articulo pionero de Lemert (reproducido en Lemert, 1967), asi como algunas de las investigacio- nes realizadas en torno de Ia Law and Society Review, especinlmen- te la de Festinger y su equipo (Festinger, Abel y Sarat, 1981). La ? Utiizando métodos de tipo etnogriice, B. M. Lamert eatudié eacas de porconas sometidae a cuidados pigoiateieos y com un dlagastice de psranoia, a calr de sitns ‘Sones originndas en 4 lugar de trabajo. A parr de la veconstruccion desu histovia 9 do antrevietat on las empresas dande caso habia camenzado, W. Lemert sere ‘onta hasta laa ofeness sufiidas por a viecns y fundaments en la realidad» loque sl shordaje peiqsitrico trata con la forma de! fantasma (cl coude comunidad cone: pirstivan, Pertenccientas ala corronte de In labeling theory (tors det ‘alentol, esas investigaciones —que presentaron la iamensa ventaja de despejar el camino para un abordaje secolégice de fendmonos coneiderados hasta entonces camo puramente psiecligicns opsiguistricas tienen el defect de olocsrse en us relacién polémica con la psiquiatra, cava posicién simplemente favierten [Us portura adoptada por los trabajos publiondes alrededor dae déceds de 1980 en 1a Law and Society Reviow —tigades al programa norteamericano de estudio de los Uiigio (Cia Litigatzon Research Project) en maa radical. Reta programa, que ¥- ‘ia eam prionidad la middle range dispatengbitigios de alcance medio) —exchiyec: to, por en lado, foe Liigiow peranates que porraaneen enteramente al argen dela {nstituei judicial y, por el otro, los grondascanfictoe con una dimension explicit ‘monte eolectivao politica, es interesante porque deseanca en uy método que apr tna reconsituir la ligica a quo obodece la evolueign de Ine dispstas en el tewpo. Festinger, K Abs!y A. Sarat dstingguen as! eros fase: en la prunera (naming [dene ‘minactn}, el perjuicio @ ientfiesdo, nombrado y eonatituide xm tal a titulo de ypereioad i4jurous experleneas vexporiencia pertbica como agraviancor;e> Uh ‘und fase la respousabilidad del perjuleio se imputa a otro actor contra cl cual se blantea un reeammo (blaming? lncueaein}; por Stim, on la toreera face la ocusacion $e pone en conocimionto de otras personas —-en particular del eausante del probie~ ‘ma- acoropanada por una demanda de reparacién (elaine) idemarna), El pring pal interés de este enfoque consets en que aplioa In perspectivay los mstodos cons- tructivistas a abjetos que hasta entonces sq trataban dentro de un manenjuridicoo sxioldgiea,y euya especiticidad se definja, en gran moti, en oposciin ol derecho {Ea utiizacion de Ia perspectiva constractiviata permits en exe campo Ta mist apertura que, por ejemplo, en los dominios de la socologia de las crisis poiticaa {Dobry, 1958) 0 de las controvarsias eietifices (Latour ed, 1982). Bn el caro de lee trabajos lela ESR ave ond Society Revie), ests perspectiva ests Himitade por el hecho de que pestula, en el punto de partida de toda disputa,leeistencin de une Lnparesied injurious experiance experiencia agraviantao peribia] que precede a Su toma de couciencia y a su ealieaein, por Ia busqueda de-va-mftndo que perm ta defini, registrar y eventunlmonte ealealar esos porjeicioa no advertigee por los actores (Coates, Pred, 1980; Miller, Sarat, 1880), In eva iene a relnserible en la perspestiva adoptada preocupacionesligadas a una eoocepeién esencialista ce los onfietos y dese cauear, Kx prociamente para acapar a ess forma deesencialiamo |qe, en estudio de os ltgies de consumiores —parcialmente inspite por los ‘éodoe pucstes a préctica por la Law and Secity Review, JL, Tropos hace u20 Sel concepto de eristalizacione de un cas, que remitea la ver al frtalecimiento que Je aporta nu inecripcin en formas y ala movilizacin que acompana su desplierueen et tlempe Crepe, 1988), y que permite ahorrarsoconjeturesinveriicables ralatvas f22as cnusas sprimerase ce tos casas consideradon 21 ‘ucstién de la normatidad y del sentido de Ia normalidad tenia un vvineulo directo con la cuestién de la justiciay del sentido de la justi- cis hacia la cual habiamos encaminado la inverrogacién sobre los ca 808. En ofecto, en los easos es siempre la justieia lo que esté en eues- {én aun cuando, como ocurre a menudo, no terminen en los tribuna- Jes. En un caso, quienes protestan lo hacen porque su sentido de Ia Justicla ha sido ofendido. Pero incluso antes de examinar si estan no en su legitimo derecho, debe resolverse otra cuestion, que es la precondicién dela admisiblidad de su demanda: la de saber si quien Ja formula es ono normal. Asi, se ponia de manifiesto que, més alli de los numerosos obstiiculos —a menudo muy reales—- que se opo- nen al reclamo, y que son del arden de la violencia —o, lo que viene ser lo mismo, de la amenaza y del temor—, existe una coaceién no ‘menos importante constituida por las reglas de nermalidad que el autor de Ia queja debe observar para que su demanda sca considera- dda como digma de ser examinada, Ahora bien, nada indica a priori que siempre sea posible respetar esns reglas. Asi pucs, ciertas pro- testas no podrien, en auseacia de toda violencia y de toda presién explicita o implitita, evarse sin riesgos al espacio de los debates pi blicos. La euestién que tomamos por abjeto pasé a ser entonces Ja si- guiente: qué condicién debe satisfacer la denuncia publica de una injusticia para ser considerada admisible (sea eual fuere el curso da- do ala demanda). Aportar un esboro de respuerta a arta eueetion ‘eaponia tratar con los mismos instrumentos las emandas juzzadas ‘como normales y las estimadas como anormales, en ven de conten- tarse —como hasta entonces era frecuentemente el caso— can una Clasificacion previa, ya efectuada por los dispositivos sociales que se ccupan de las protestas y de los protestatarios —sindieatos, ins- tancias médias, psiquidiricas, judieiales, policies, de trabajo s0- cial, ee —. Habia que renunciar asimismo a la divisién entre disci- plinas, que remite ciertos objetos a la sociologia y otros a la psico- logia social, ala psicologia, ¢ incluso a la psiquiatria, Bra necesaria una recolection de easos previa a todo reporte entre disciplinas , en cierto modo, desordenada, para tratar de establecer las propiedades” de los casos en general e identifiear las rasgos distintivos de los ¢a- sos normales en oposicién a los easos anormales; en sintesis, para intentar constituir una gramdtica —~entendida como vn conjunto de ~ voaccinies que se imponen a todos—de a protesta contra Is injust- cia y en la aeusacién que le os inherente.} Puesto que, para exigir ® Pocieros encontrar otro sjemple de elloen el ans realizado por V. Delameurd (Delamourd, 1985) de un corpus de oeseiontas cares envindss por desomploados al Presidente dela Repiblica con el nde exponerle su caso, pedirle que intercedicra fn su favor para que les fuera ctorgade un emples, hk analiiss0 rear «las opera 22, reparacién, quien protest contra la injusticia que le he sido infligi- da debe necesariamente designar a su autor 5, por tanto, poner en marcha un proceso de acusacidn que aquel a quien sefiala tambien puede, a su ve2, destacar como una injusticia. En estos easos no pue- de saberse a priori quién ea el perseguidor, y quién, el perseguido. Pere la intencién de tomar los casos como objeto y tratarlos como tuna forma social, propia de una sociedad determinada y cuya histo- ria podria elaborarse,* eonduefa a una ruptura atin mAs temible, La ‘eiipresat no €F5 posible mas que « condicién de renunciar a la parti- ‘eign sobre la cual descansa la divisién de las diseiplinas dentro de las cfencias humanas —y, en cierto modo, las ciencias sociales mis- ‘mas— entre lo que remite a lo singular y lo que remite a lo general —o, para conservar el lenguaje habitual de Ia eocioiogia, de 10 cole tivo—y, de esa manera, dejar de tomar en cuenta la distineién entre Toque remitirfa a un nivel «microsocials ¥ lo que remitirfa a un nivel smacrosocialy, Bn efecto, entre los casos que habiamos recalectado, ‘clones cognitivas pestas en prdetica on eso ensayo epistolary en especil, alas me plobras de justfiescionzealizadas por os solicitantes con el fn de que se edmitfers lavalsder do su cramite. Asi, ol emtadiod exe corpus porte capear Ine coaeciones & ‘que debe someterse, para ser aceptable, uns certa que reclasne In intereesién del Presidente Bsus resricelones, que funcionan del rienie mode que una gramatis, fonstituyen uo ejemplo le saber comparrio, somo io Uasamonian las nuaterosas figuras dlaldgicas que hacen referencia a le objeciones de un intenlocutor ova 26 ‘900, stongo porfots concieneia de que.) Bilas se lercencobre laconstrarcin {el dispositive de interpelacign a) Prosidente (co la tenaién entre cl Presidente def Fido en sus ofsibuciones republicanas y en sus atribuciones mendrqutem), sabre Le ‘neon de le demanda partiealar en beneficio de un individua singular eon wn Dien Comnin vido para todes inciose, por ejemplo, sobre Ie presentacisa que haze de t ‘imo para justifiear la priondad de su daragnda do empleo. Algunas da estas ma- plobras pueden entrar en tensi6n. Ast, por ejemplo, para apoyar su demanda el slicitante o menudo atliaa el argumenta dela urgencia 8 soictud oo preitaria porque a sondicign de dasseupado searre ln disminacion de us eapecidades—que, 1 ausenicia de practice disuelven—y ln destruceién progresiva de su personal ‘ad. Pero quiones so valen de este argummenta también daben mestrar que sigwen tiondo capaces de tener nnovamenten emplen y que possun todavia las cualidades iRegeeavins para oeupar el pucsta que ee Tes ofrzce “Hawt el memento ne @uste, en nuestro coneciionto, a histori sstemstice fe In nocién de coura como forma secial especies. En ls trabajos disponibles La nec de causa os oto ds construcciones diferentes segue sea abordada deede la problematies del espacio publico (FHsbermaas, 1978), del nacimlento deta erticn (Gcosselleck, 1979) ode la historia de la opinin publica (Baker, 1987) Bl intoeds de Jos actuaies trabajos de B, Claveri sobre ls conatitucion de lp causa como forma so cial en los sigloe XVIH y XIX —y, ms procinnonte, entre ef caso Calas y el caso Dregfue —raciea en que vincwlam ostrechammente la historia judieia I historia po- Lite a emongencin deta forma caso 3 la eemstvuccin de le toncepeién republican de fa ciudadanta (Claverie, 987, 23, algunos eran minésculos, invohueraban a un pequeno mimero de se- tores durante un periedo limitade y movilizaban pocos recursos (por jemplo, una «agarrada> entre dos técnieos una maéana en un ta- tier otras, en eambio, eran enormes, se extendian a lo largo de mu- cho tieropo y movilizaban un nimero importante de actores y una multitud de recursos heterogéneos. Empero, al comienza de un caso nadio puede decir a priori hasta donde Negara. Quién hubiera creido que la degradacién de un capitan del ejéreita, judio y presunto espia & sueldo de Alemania, movilizaria en pocas atios a la cast totalidad de la nacién francese y Ia totalidad de los recursos de que sus miem- ‘bres disponian para crear una eausa y exponer sus razones —pren- sa, ciencia, literatura, politica—, legando a separar incluso a quie- nes se encontraban unides por Ios lazas mas sdlidos: intograntes de una misma familia, de un mismo partido, de una misma corriente liveraria, de un mismo efrculo de amigos, etc, Bl estudio de los casos supone, pues, ia renuncia a calificar previamente el objeto de estudio y, particularmente, a establecer sus dimensiones. Ahora bien, la distribucion de un proceso entre las disciplines depende fan- damentalmente de sus dimensiones. Si una seeretaria protesta contra una injusticia, se obstina en ou protesta sin Jograr movilizar una cantidad importante de personas ni comprometer en su causa arepreventantes de instituciones, sindicalistas, periodistas, ete, su problema serd tratado como puramente personal, Hila sigue sienda ‘un cago singular. Lo que se pondra en cuestién sera su personalidad, por lo que se Ja enviaré a ver a la asistente social, al médico laboral al perito psiquidtrico. Pero si, por el contrario, su protesta es eseu. chad, si ella consigue que la sigan, si ciertas instancias autorizadas —particularmente los sindicatos— establecen wna equivalencia en- tre su caso y otros casos considerados «similares»; si su caso, defini- do entonces como Jos que establecen, a fin de cuentas, el cardeter individual o colectivo: del objeto. Por su construceién, esos procesos se le exeapan si acepte como autoevidentes las clasificaciones que los actores logran e=ta- bleeer. Pues en el curso de un caso a apuesta principal dele dispute fon que se encuertran involuerados los diferentes protagonistas es precisamente el carcter individual o colectivo, singular o general de aquel. Segiin la configuracién del caso, ciertos actores se las ingenian‘para -desinflarlos, para mostrar que ha sido weampletae mente montado», para «reducirlo a sus justas proporcionese, mien- tras que otros, por el contrario, se apresaran en todos los sentid para revelae su «verdadero rosiro-, mostrar sus «facetas oculta hhacer ver eon ello que el cazo conciorne, ven realidad», s bastante ras gente de lo que hubigrames podide imaginar a primera vista aque concierne a todo el mundo». Es a ese precio que se lo transtor- ma en una eausa coleetiva, Pues las causas —de las mis pequedias Jas maa grandee, de las mas extraiias a primera vista alas mi vie dentemente leitimas para nuestro sentido dela justicia- tuvieron que elaborarse, construisse, establecerse, probarse en aligin mo ‘mento y, por sélidamente instaladas que parezcan, siempre pueden © Al estudiar itis ocurridas en st mareo de fa SNCF (Sockets Nationale dee hemins de Fer), Philippe Coreaff(Coreuf, 1969) proporcion act el ejemplo de ca 05 que, basades ce un principio eobre cies eabos similares, se sedujeron ale indi Alva o, por el contrario, se generalizaron hasta adgulre un eardeter colectiva, De igual updo extlaroce rol quo en esas operaciones tuvieron pucilogeey vndcalis {le , indirestamente, las diseiplina sre neque fundan, a menos en parte, log {imidad de aus acciones —es desir, la psicolegia para los primevosy le Sociologia del ‘trabajo pare les sogundos —. Ceasiderense, en primer loger dee caso de baja de ridquinie, es decir, de use def wabajo de ennduseién —ne de elles tempersrio— 9 {de recateyorizecién. En tos dos cao0e analizadee, in medida de sospensisn dela con ‘uceidn se toma trate de problemas ervieaoss de los maquinistasewestionados, La Jntarvenciin médio-peiclduiea permite reduce caso l orden de lo singular ego Ge un echozo de proveta v de recurso los eindicats, El exit de la intervencign, rece estar ligada al establecimienta delaras personales y de nna relat de ton fignza entre ls egentes sancionades y ous terapeotas. Los conductores renuncian a ceri la aja de maquina de que han side objet en -huchx colectivas, lo aatmen & titslo de decision personaly coo el fin, segtin parece, de no tener que soportar el tssto do uns ruptura de lazce persanalea dm le trapeutas qe las han tomate 8 cargo. Asi es como uno de estos magulnistes explica, més adslanta, su histrie: doshacerse, de igual modo, mediante esos mismos procedimientos. Indirectamente busedbamos también proveernos de un método ‘para analizar la manera en que las parsonas crean causas, buenas causas, causas colectivas, prolongando de ese mado nuestra tentati va de arrojar luz sobre el inmenso esfuerze colectivo que fuera nece- sario, entre las décadas de 1930 y 1960, para hacer del personal di- rectivo, como eategoria social, una causa digna de existir y de ser apoyada (Boltanski, 1982). En este lugar no reproduciremos en detalle la descripeién del método utilizada ni los resultados del anélisis que el lector encantre- ron la Torcora parte de este volumen, quo retoma —con uns forma modificada— el trabajo de 1984. Hemos renunciado, en efecto, & someterlo a modificaciones demasiado profundas —que indudable- mente nos hubieran Ilevado a recomenzar la tarea desde cero, par indolencia pero también para dejar a la vista el trabajo de investiga. cién que et producto terminado —o considerade provisoriamente como tal— nevesariamente conduce a desdibujar Nos contentare- mos, entonces, con recalcar lo que nos parece hoy particularmente defectuoso en ese trabajo ya antiguo, y también con volver a indicar brevemente el modo en que la reflexion sobre el modelo sumario al que habiamos llegado nos condujo hacia modelos mas sofisticados, al punto de hacer sungir nuevas preguntas. Ante todo, una palabra acerca del método. En el trabajo de 1984 eptamos por un procedi- miento que pasaba por la codificacién y el andlisis estadistico —miis precisamente, por el andlisis factorial de correspondencia—. Lo en- ‘BEntonces, ahi empecs a no entender lo que patuba, as que, claro, eriticaba todo. Grticabe Ta structure sineal ln estroctura patrona, ete. Cuando, en realidad, ne se trataba deo, sino de mi extractors “En un tereer cis cxaminado,o! de una empleada contratadge que trabalabs en la ventanilia do una ostasiin y que fue despedids por ~inewpacidad fsio~ tuogo de un ‘examen paiquistrice, el resultado es totalmente distin, Este eas, en feet, sere oportunidad para que la CT construya una cause coletiva demunciando ola usliza- ‘e la medina y de Ie picolgin eon fines represivoa, Pera ela movilize los re sists de Ia yoluntad eolectivay de a opinién bea: conferencias Ge prensa, Ih ‘mamienta a parsonalidades (como Félix Guatlan), ete. El seciologo micro, cuya _rineipal patiipacidn enol caso es sindical es objete de on trabajo de reeluaiien: tc. Al edauiriscarsetercoledtivo, al eavo omnduce ala diteecifn, alee médica 9 alee pstelogos a comprometarse 9 cu vee con mayor determinaeidn y vigor a fm de 800 rmular pruchas dela enfermedad mental dela emplenda euestionads ¥atribuirle un {rado cevado de irwversibilidad, Per el motive peiguidtrico dl duspide no 26 hace oficial, BY sindicato intanta entonces atacar 1 irreversibitidad del dlagnostico de ‘anormalidad deshaciendo les vincelos entre las iferentes iencias yor enfermedad para confericies un caracter cantingente, luegn presanta tn recurso ante el LADY: yal edoninistcativ, 26 ‘contramos acertado. Tras un comienzo a tientas, codificames un poco todo Io que se presentaba, lo que sobresalia y pareca tener alguna pertinencia —ya fueran, por ejemplo, tanto las caracteristi- ‘cas del easo, el contexto en que habfa surgido, su duracién, ete., co- mo ciertas propiedades estilisticas 0 grificas tales como el uso de ‘una méquina de escribir o de papel con membrete, la presencia de numerosos subrayados, de insultos, ote.—. Pose a todo, ese trabajo se sostenia gracia® a dos operaciones sin las cuales el anilisis no hu- biera sido legible. Por un lado, la constitucién de un jurado, com- puesto por personas comunes que pusieron en juego su sentido corriente de la normalidad y de Ia justicia y que se encargaron de otorgar, luego de una primera lecture rapida de los documentos, una calificacion de normalidad a cada expediente. Por otro Lado, Ia defi- nicién de un sistema actaneial* do ia denuncia que comprende a cuatro aetantos: una victima, un denunciante, un perseguidor y un juez. Cada uno de los actantes fue codifieado segiin su taano Ifoillel sobre un eje singular-general. La introduccién de estas dos nociones dependia directamente de las operaciones de codificacién. Lo que nos incité a investigar les dimensiones que permitian califi- car nuestros objetos en su forma mas general fue ante todo la volun- tad de reducir la extrema diversidad del material codificando con Jas mismas nomenclataras casos en apariencia completamente disimi- les. Poro a] mismo tlempo nos voiamos en Ia necestdad de eftetwar desplazamientos en relacién con algunas de las nociones mejor osta- blecidas des sociologia, lo que nos libraba desu tutela y abria nues- ‘tro esquema a !a posibilidad de tomar en cuenta una diversidad de magnitudes posibles. Asi, Ja sustitucida de la opasicién individual! colective—mds familiar la literatura sociolégica— por ia oposicién singular/general autorizaba la diversificacion de las operaciones concebibles sobre ese eje del cual el pasaje de Jo individual « lo colective no es mas que un easo particular. Del mismo modo, hablar de tamaio (novién que B. Latour utilizaba en su andlisis de las con- troversias cientificas} permitié, en un primer momento, no especifi- car qué la constituia y, asf, prescindir de conceptos tales come los de status», «poder», «capital, etc. Con este sistema muy general de co- dificaci6n podiamos integrar todos los casos reunidos. Asi, por ejem= plo, un deseonovido agredido en Ia calle se codifieaba como una vic- "BI modelo aetuncil jastancie tiene sw orig om la ngistia, coma sn intent Ae vincula el inventariode funciones de os personajesa les funcionessinteticas de J longus. Hate concepeisa nace con Tesniére 3 aleansa plane desarrllo con Gre sae, quien introduce lp noelon de nctante larton- Lis aelantes de Greima son = jeto, objets, miour, destinatsefo, adversario y ausiliar Las relaciones entre ellot ‘onsticayen un medelo. siotema aetanelal. UV. de aT} tima menor, mientras que un militante que invocaba una eausa co- Jectiva o, mas atin, una asociacién, se codificaban como vietimas de mayor tamafio, Silo el juez no fue codificado, Consideramos, en efe to, que en ese caso se trataba siempre de la sopinién pilbliear, ins- tancia que quiere referinse a ia pretensién de aparecer en un perid- dico como Le Monde y, por tanto, actante de gran dimensidn, Por otra parte codificamos los grados de proximidad de la relacién entre Jos actantes, proximidad que podia variar desde la identidad (por ejemplo, cuando la vietima y ol demunciante son una solay la misma persona) hasta la alteridad maxima, cuando vietima y denunciante zunca tuvieron ninguna relacién previa a Ja situacién de injusticia aque Jos retine (como, por ejemplo, cuando alguien eseribe porque ha visto a un joven magrebf ser maltratado por poliefas a la satida del subte). La codificacion y el anslisis de correspondencia nos permitie- ron aeceder répidamente y, en cierto modo, de manera sintética, & hipétesis eobre la gramatica de la protesta y el tipo de coacciones ‘que reconoce el sentido de Ie normalided y de la justicia. Lo cierto es que, por definicié, este método conducia a aplastar el material y a constituir equivalencias a prioré (ese es et sentido mismo de la ope- racién de codificacién, y el anélisis factorial de correspondencia puede reducirse a una codifieacién de eodificaciones). No nos permai- tia seguir paco paso lus relaciones establecidas por las personas mismas entre las diferentes vinculaciones que comportan lus expe- dientes y ol trabajo de interpretacién que realizaban todo el tiempo. Sobre todo, el método results perjudicial porque ya no nos autori- zaba a tener en cuenta el lugar que ocupaban los diferentes docu- mentos en Ia historia del caso. Ahora bien, en los casos y, especial mente, en los de larga duracién, la dimensién temporal es esencial, tanto mas cuanto que, con el tiempo, nmmerosos casos diferentes se incorporan unos @ otros y se entrelazan.? ats erftice nos he sido formuleda por F. Chateauraynaud, cuyos esfuers0s se sconsegran sctusimente a Ja busqueda ie una herrsmienta information cxpaa de asistir al investigador en su expleracin de casos sin provocar al efecto de splast "ienta de los datoe que prodves cl ansbisieeetagistice (Chateauraynaud ¥ Mac ‘quar, 1988) 28 2. Las bases politicas de las formas generales La eritics principal que podemos hacer rotrospectivamente a ese trabajo se refiere al hecho de que el modelo descansa, en lo esencial, en Ia posicién ocupada por los diferentes actantes sobre un solo eie particulargeneral. Nuestra interpretacién era, sucintamente, la s- guiente. Una denuncia de injusticia aparece como anormal cuando Jos diferentes actantes no ocupan Ia misma posicién sobre el eje sin- gular-general. Ahora bien, como el juez siempre es, en los casos ana- Hzados, un actante de grandes dimensiones, los easas cuya expos ‘ion permanees en el orden de lo singular —es der, los que no han sido objeto de un trabajo de des-singularizacién a través de su apro- piacién por parte de una instaneia cuyo eardcter colective pueda sostenerse de manera cresble—aparecen como anormales (es, por ejemplo, el caso en que el querellante escribe pars acusar de injasti- cia a su vein, yuiea a oe vee ly acusi de lnaberle subd uni esc lera). Lo que es nxas, hemos considerado que los querellantes juzga- dos anormales poseian el mismo sentido de la normalidad que las personas normales, y que produefan todo un conjunto de elementos interpretados por los demas como signos de anormalidad precisa- mente para tratar de satisfacer los requerimientos de la normalidad en situaciones particularmente delicadas. En efecto, lo que parece anormal en estos documentas son precisamente las maniobras que Jos querellantes despliegan para tratar de engrandecerse y, en con- secuencia, para ponerse a la altura del jez —eminentemente colec- tivo puesto que se trata de la opinién paibliea— al quo somoten su ‘caso (por ejemplo cuando se presentan como si los apoyara un co- mits de defonsa de! cual son el prosidente y el tinico miembro, ¢ in , ‘ya sea cientifica 0 ética, exe «vitriolo del alma», como dice Latour ci- tando a Tournier (Latour, 1984, pig. 171). Lejos de reprochar al so- (Chateauraynaud, 1989, pag. vii). Al igual que el juez, el sociélogo de Ja critica pone en escena el proceso recogiendio y registrando los informes de los actores, y su informe de investigacién es ante todo tun eta de esos registros, un informe de informes. En efecto, el so- cidlogo se obliga s seguir muy de cerca a los aetores en su trabajo interpretativo, abriéndose camino a través de los informes que ellos, hha constituide. Toma en serio sus argumentos y las pruebas que proporcionan, sin tratar de reducirlos o de descalifiearlos oponién- doles una interpretacién mas fuerte, std atento a la forma en que los propios actores construyen informes que se sostienen y que 55 apuntan a la objetividad y a la generalidad, mediante un trabajo de seloccién, on e! contexto del caso, entre lo que puede considerarse necesario yo que puede quedar librado a la contingencia, En efecto, ese trabajo de simplificacién realizado por los actores apunta, al igual que e! del sociélogo, a constituir una realidad que se sostenga, cexperimentando la solider y 1a coherencia de las situaciones ma: teriales» (Chateauraynaud, 1989, pag. 10), y a darle forma en un in- forme satisfactorio (Thévenot, 1986), on el sentido de que encuentro ‘un equilibrio entre el enunciade brove pero inconsistente y el relato tan denso en rodes de relaciones que es imposible de interpretar. De ese modo el socislogo renuncia 2 fundar su propia interpretacién en una forma estable construida mediante el aprovechamiento de los recursos particulares de que dispone, del orden de lo que los socislo- g0s cldsicos corrientemente denominan «estructura social», para de- Jarse llevar por las formas estables que apareden en los informes de los actores. Pero sin embargo, y tal como hemos dicho, el sociélogo no aban- dona ol respaldo del laboretorio y no suprime Ia asimetria entre sx posicidn y la del actor, y elo esencialmente por das razones. Por un lado, en tanto que profesional exterior al caso, con recursos a su dis- posicién mas importantes que aquellos con que cuenta separada- mente cada uno de los aciores y tiempo suficiente —puesto que no fest sometido a Ia ungeneia de juzgar, es decir, €e conclesir—, puede ‘zcumular un conjunto de informes que ningguno de jos actores toma doen particular esta on condiciones de constituir, aun exando cada ‘uno de ellos pueda haber tenido conocimiento de informes (telefoni- cos, par ejemplo) a los que ei socidlogo jamas tendré acceso. Puede, sabre todo, confrontarios en un mismo espacio, cosa que los actores noestén en condiciones de hacer. Por lo tanto, el proceso que pone en escena es un priceso imaginario sin posibilidad alguna de conere- tarse, de manera idéntica, en la realidad. Bn efecto, tal como le muesira el andlisis del modo en que los actores se preparan para el proceso y; por ejemplo, ol inmenso trabajo de seleecion y de puesta en forma que exige la presentacion de un caso litigioso por parte de sindicalistas (Corcuff, 1989), los informes que el socidlogo de la tica encuentra la manera de cotejar —como, por ejemplo, una nota de la direceién o palabras intercambiadas en privado por tos prota- gonistas durante aria comida— tienen pocas posiilidades de figu- rar en el espacio det debate al mismo tiempo y tal como tuvieron In gar. Sin clausurar « priori le lista de los informes, el socidlogo debe hacer frente al espinoso problema de la interrupcicn de las investi- gaciones, Sabedor de que nunca acumulara todos los informes y que Jamas tendrd acceso, por ejemplo, a eonversaciones telefonicas man- 56 tenitlas por los protagonistas en su ausencis y sin su conocimiento, gen qué momento debe decidir que sabe lo éuficiente para ofrecer luna representaciGn satisfactoria de las operaciones criticas efectua- das por los actores y, al mismo tiempo, interrumpir sus investiga- siones? Por otra parte, tos enunviados que figuran en los informes de Ios actores son a menudo veloces y lacénieos. El socidlogo no puede pro- cesarios sin clarificarlos. Si bien renuncia a oponer a ins interpreta ciones de los actores una interpretacién mas fuerte, de eu propia co- secha, el socislogo de la eritica no puede shorrarze un andlisis que apunte a explicitar y aclarar las palabras de los actores, es decir, a poner a prueba su grado de contingencia tratando de ver en qué me- dida pueden sostener Ja relacién con elementos més estables, {Se ‘trata de comentarios intercambiados val pasar», labiles y «sin impor- tancia», como dicen las personas cuando so empefian en relativizar sus afirmaciones, 0 de frases que «importanr, es decir que tienen una pretensién de consisteneia y una intencién de generalidad? Pax ra ser eoherentes con nuestro marco de andllisis,no podlemos poner a prueba los enunciados relaciondndolos con elementos estabies que consistan en propiedades inscriptas en las personas de una ver ¥ para siempre, tal como tenemos derecho # hacerlo en lus sociolo- _gias del agente, en las cuales los enunciados y las aeciones sélo se aprehenden en ealidad de-mareadores y de huellas que remiten 5 propiedades subyacentes, ellas mismas definidas por referencia @ ‘una dattografia de-Ie-~estructura socials, Para aclarar los enuncia- dos de las personas debemos, pues, ponerlos a prueba por medio de su confrontacién con una estabilidad de otra orden, es decir, més precisamente, relacionarlos con las cotvencioiés que sostienen su inteligibilidad y su aceptabilidad por parte dé un avimero indefinido dé otros actores. En ese caso la clarifieacién eonsiste en desplegar los etcétera, para retomar un concepto etnometodaldgice que cada ‘uno de los intorlocutores podria extraer del enunciado al reflexionar separadamente-y permanecer a la ver. en el mismo espacio seménti- 9, e incluso en , como dice P. Ricweur i $6, pig. 238), es decir, remontar la cadena argumentat posibilided est tigada, en primer lugar, a Ia capaeidad de que Sspone el Tnvestigador para liberarse de a eaneién temporal aie pesa sabre ia cadens hab a, dado que si ei Ingusjenuncia alaciones, las enuncta poop porque se eearolla ‘cnet tfenipor (Weil, 1807, 1g. 2)-Htenguaje puede wer operasivo y superar ale ver ‘sa covecin temporal on te modida en qua lee Nablantes pueden apoyazee ecbre con ‘Vensionss come. Por, 2 eferencin de quien eet inveluerade tn In accion de ha blag, el investigador Loma por objte precisamente esas convencones, que debe ex tonees expliotor para velvercomprensinleelenuncindo deesroliando aus relasionee ‘Que quedaban implictas 57 va hasta enunciados de elevaca generalidad, en el sentido de que son aceptables para actores no especificados y de que su validez ya no depende de las dimensiones contingentes de Is situacién, Al des- plegar la aclaraci6n presentamos un mayor nimero do relaciones de Ias que comprende el enunciado. Para realizar estas operaciones ne- cesitamos modelos que convaliden enuneiados generales repre- senten en forma explicita las eonvenciones sobre las que estos se apoyan, con Jos cuales sea posible confrontar las enunciades rece dos por medio de procedimientos empiricos.® En ese sentido puede hahlarse, en este caso, de sociologia anaiiticn. EI trabajo de analisis| comparable, en ciertos aspectos, ul de Ia filosofia analitica— apunta aqui a modificar ol cargeter implicite can que el actor puede contentarse, de modo tal de formular hipotesis cobre las categoria que utiliza para orientar su accién y edescribir los funcionamientos 6gicos muy complejos que nos presentan los conceptos de la vida co- tidiana» (Strawson, 1962, pag.107). Bn ese sentido nuestra empre- sa se asemeja a una «metafisiea descriptivas, para retomar Ios tx minos de Strawson (Strawson, 1973, pag. 9), con la diferencia de que no apunta a clarificar universales sino, tal eomo lo hace la antropo- logia cognitiva para las sociedades exéticas, a explicitar las implica- ciones metafisicas de las acciones y las argumentaciones de las per- sonas corrientes en nuestra sociedad. Ahora bien, para realizar este trabajo, e sociblogo de la critica debe comparar cada enunciade particular de las actores con modelos construides en el laboratoriv. Para construir esos modelos el inves. tigador se coloca en Ia posicién, ficticis o real,’ que adoptaria si 3 Bn Ia pricsica de ls compas Jos que se refertn sussinasinvestigasiones, la ceuestién de la Libertad de que dispone ol ineestigedor para clarifier enuneiadoe ce ‘spinosa. Cuando e propio actor. bjp las enacciones de la situacibn ye particular, bho ol efecto dela ertice, se ba visto an In mecesidad de eevarse hacia la general dad volver mdso menos explidioel principio de joatcia sabre el cual reposa su sgumentacion le claifcacin por partedelinvostigadertene altsianas posibligades ‘de aparecer como nna parsfrasis sin interés. Ala snoores, cuando los enuntiados del factor son ambigues oestan poco expeuiieados, uns clarieaeisn que tanga por objeti+ ‘So romantareea lot principio paode parecer abusive yarbiteaia, Sea, por eenple, Iu exclamacion «Alabado sea Digs yes Weta considerar este enunciodo como uns forma de eomprometar la naturaleza inepiraga en la stuacion? el same ino e ‘que l estilo postin debe, sogun Aristtales, encontrar un equilbrio entre lo bane y Ivenignstio, para tener axito la carifcacién debe cotocaree a nna Exons dlstancia ‘el objeto, fr de escapar& fa Yeduadarcia,y perinanocor a la vere La eefera deb ‘reeonocimieste Bu eect, su valider esta suboreinada a su capaced de ser recon. ‘ida pore ecto, euyo eentidy ertio puede one aeeptar Ia proposicion de intelgib- Edad que se le orm, “BY programa «Prethisee, deserollade por F Chatenuraynaui y G. Macquart on 1 marco del Centre de M#Audo de TEmploi [Centr de Hstudia de! Emplee} utiliza t i : | : | | | | | tuviera que programar a un autémeta que, en el curso de una dispu: ta inscripta en un dispositive de situaeién determinado, fuera capaz de engendrar acciones aceptables, lncual supone la definicién de los objetos que ese autémata deberia estar en condiciones de reeonocer y laescritura de las reglas quc habria que ensefiarle para que pudie- ra producir juicios ajustados a las eoacciones de la situacién. Dire- mos que somos capaces de comprender las acciones de las personas eando, con el uso de este modelo, hayamos recuporado las eoac- ciones que debieron tener en cuenta, en Ja situacién en que se ha- aban, para hacer que sus criticas o sus justificaciones resultaran aceptabes para los dems, Pero estos mocielos son en sf mismos pro- ducto de un trabajo de elaboracién realizado a partir de Tos argue mentos planteados por los actores y de las situaviones en que se de- sarraliaron, é {Fin qué consiste ese trabajo de modelizacién? Apuata a reconsti- ‘uit la competencia a que los actores deben poder toner acceso para producir, en sitnaciones determinadas, argumentes aceptables para Jos demas 0, como suele decirse, convincentes, esto es, capaces de sostener una pretensién de inteligibilidad y dotados también de un elevado grado de ohjetividad y, por cansiguiente, de universalidad. En efecto, la posibilidad que tiene un argumento de pretender una validez universal es lo que sostiene su objetividad y lo hace, por 1 feauio, aceplable para lus dents 0, como se die habituaimente, tn- Aiscutible. Esta competeneta, cuya existencia os necesario suponer para dar cuenta de ia capacidad, empiricamente constatable, que Jos aetores ponen en juego cuando deben emitie juicios, desarrollar justificaciones o salir de una disputa concayendo acnerdos s6lides —es decir, legitimos-—, es cognitiva en el sentido de que debernos formular la hipstesis de que tiene un equivalente en el equipamien. to mental de Jas personas aun cuando, eomo en el caso de la gra mitica generativa —de Ia eval tomamos prestado el eoncopto de competencia (Chomsky, 1981)—, podamos dejar a los peicélogos la tarea de explorar los modos de almacenamiento de esta compe- tencia; las revelaciones propuestas sobre sus modatidades de inte- riorizacién, no obstante, son susceptibles de mostrarse titiles para el las herramientas de la inteligencia anifeisl para procesar las dats textuses con ‘Utwidas por ls muleiples informes recogidas tao un eax. El antomata es capes de ‘dentificarcoherencias 0 incohoreacias enue abjetas de diferentes mundas ¥ poner cn evidencia caminos,redes o arborescencias de relaciones entre cbictos. La ind ‘quina permite en espocial vefectuar rapidamente yen forma lgica eamanos que oi ‘uruario ne poade realizar sino muy difeultosamente inediante ua largo treba fn torpretativor(Chateauraynaud 9 Macyuart, 2988), 59 aniilisis del trabajo cognitive de los actores (Boltanski y Thévenot, 1989). Pero hablar de competencia no supone sin embargo una adhesin a una representacién mentalista del funcionamiento de la vida social. Ea efecto, para que una competencia sea tal, para que st phesta en priictica pueda ser efieaz y se distinga, porlo tanto, de una, actividad fantasmagérica 0 utépica, debe ajustarse al orden de los, mundos a los que se aplica, La construccidn de un madelo de com- petencia debe, pues, apoyarse asimismo sobre un andlisis de la dis- posicién de las situaciones en que las personas se ven en la nece- sidad de realizar operaciones de critica @ de justificacién, sobre los dispositivos situacionales y sobre los objetos que los componen. Ala ‘onstruccién de un modelo de compatencia de este tipo esta dedicade EG, cayas grandes lineas mencionaremos mas adelante. Ese mode- Joes un modelo do justicia, que apunta a esclarecor los principios de Justicia en fos cuales se apoyan las personas cuando se entregan a la critica o plantean justificaciones, y a explicitar las oporaciones me- diante las cuales aseguran lo bien fundado de sus asereiones relacio- nandolas con la realidad por medio de pruebas. +S La-puesia en priictica de modelos de competencias es necesaria pare esclarecér los enunciaios de los actores porque, en las situaci nes conicretas de la vida cotidiana, Jas personas raramente seven en Ia necesidad de realizar hasta el final el trabajo que consiste en re- montarse al principfo do justicia que sostiene gus argumentos (Do- dicr, 1989), En efecto, et trabajo de justificacién encuentra au prin. cipio en Ia necesidad de responder a la critica (Habermas, 1987). Puera de las situaciones eritieas, la justifica: bien, por un lado, las personas ne we involucran continuamente en situaciones eriticas, si bien estas son mucho més freeuentes de lo gue admitia la sociologia clasiea, atenta sobre todo a las situaciones signadas por relaciones de fucrzas que impiden la eritica al asegu- rar la dominacién absoluta de ciortos actores sobre otros o bien por situaciones de ajuste téicito, on Ins cuales el arden de! mundo parece sutaevidente. Por otra parte, las personas pueden salir de la critica y converger nuevamente hacia ¢} acuerdo sin efectuar completa- mente el trabajo de remontarse a.los principios, tal come puede ver- seen dos casos de figura analizados en el mareo de XG, el compromi- soy la relativizacion, ¢ incluso en el easo anelizado en Ia segunda parte do esta obra, del vuelea hacia estados en que ya no se busea la equivaioncia y que, por coneiguiente, eseapan a una inteneidn de Justicia. De donde se sigue que los informes producidos por los acto- res y que el socidlago de la critica haya recogido durante su trabajo de campo presentan enunciados en los que los prineipios de justicia a los que remite la argumentacin y que aseguran su validez se ex- 60 { | pleitardn de manera muy desigual, ¥ solo en situaciones relativa- mente raras, marcadas por una elevada tensién y un trabajo de configuracién muy elaborado, que pone en juego todos los recursos disponibles, esos principis de justicia aparecerdn eon toda laridad en Jos enunciados de los actores, Pero si el socidlogo de la critica conserva realmente el apoyo de un laboratorioyy si, como lo hemos sugerido, las diversas maneras de hacer un laboratorio pueden caracterizarse por diferentes tipos de sacrificios, Zeudl es, en el easo que nos ocupa, el sacrificio que acepta ei investigador? No puede ser ya, evidentemente, el sacrificio de sus ‘tusiones, del que se vanogloriaba el sociélogo critics. Pues, al efec- ‘uiar Ja conversion nesesaria para tomar por objeto la critica como tal, penetrames en un mando sin ilusiones. Fn efeets, la ilusién sa- ponta, para existir, un espacio en dos niveles: ol de las crvericias del actor y el de la realidad profunda a la cus sdlo el sociélogo podia te- ner aéceso. Ahora bien, ese espacio va no es el nuestro, y en adelante yya no podemos apoyarnos en la forma de asimetria que le era consti- tutiva. Tomamos los argumentos de los actores tal como se dan, sin someterlos a nuestra critica, y nos conformamos con confrontarlos ccon modelos que son en sf misios el producto de un trabajo de expli- citacién y de sistematizacién de la competencia comin, Al mismo ‘tiempo, én cuanto personas ya no estamos sometidos al desdobla- mnieabs que afectaba i sueidlogo erftivo, obligude a abandonur sus ilusiones al entrar en su laboratorio, sin perjuicio de retomarlas al salir, por ejemplo cuando dejaba Ia sociologia del arte para asistir a una exposicién —pues eome persona corriente no podia, al igual que el resto, prescindir de ios valores y los prineipios de juicio deseriptos en sus trabajos como ilusiones comunes—. En este paradigma nues- ra sacrificie es de otro orden, All renunciar a invocar una eapacidad de andlisis radicalmente diferente de la del actor, x partir de la cual pudiéramos explicar sus rambos en su lugar y mejor de lo que é! mismo podria hacerlo, saerificamos nuestra invetigencia, en el sen- tido en que Erie Weil utiliza este término para desenbira la vez una actitud frente al mundo y una categoria de la filosofia (Weil, 1965). Renunciamos a presentar nuestra propia versin con la intencién de quedamnos con la diltims palabra y, dé ese modo, nos negamos una actividad de la cual el actor no se priva. Ast, como en el easo de la flusién, al prohibirnos efectivamente tomarnos las libertades que tiene el actor, reestablecemos una asimetria que funda y justifica nuestra actividad de investigacién. En la sitima parte trataremos de examinar en qué medida la consideracion de modos de relacion dificitmente traducibles por los propios actores podria Hevarnas a aumentar nuestro margen de maniobra de cara al informe de les ac- 61 ores y; por consiguiente, a transgredir las exigencias éticas y meto- Aolégicas asociadas al giro lingitfstico. Pero ante todo es preciso que demos algunas indicaciones acerca de! modelo de competencia para 1a justicia expuesto en BG, indieaciones necesarias para abordar la Segunda parte de esta obra que, a la vez, 2c basa en ese modelo y apunta a arrojar luz sobre un modo de actividad que se le escapa. a 5, Un modelo de la competencia para el juicio Bl principal objetivo del marco —elaborndo en eomtin con L. Thé- venot y presentado en EG—consiste en prover un instramento pa- ra analizar las operaciones que los actores llevan a eabo cuando, en- tregados a la critica, deben justificar Ias eriticas que proponen, pero también cuando se justifican ante Ja eritica o colabaran en la buis- queda de un acuerdo fundamentado, Su objeto privilegiado esta, pues, constituide por situaciones sometidas a un imperative de jus fiffeacién que, como lo atestiguan las investigaciones empirieas que ‘acompaiaron la construceién del modelo de EG, lejos estan de esca- sear en la vida cotidiana. De ese modo el mareo rompe con las cons: ‘tucciones que, orientadas @ asimilar en viltima instancia todas las relaciones sociales a relaciones de faerzas—como sucediéa menude con los trabajos de inspiracién marxista— 0, eomo en las diferentes formas de sociologia derivadas de] utilitarismo, a las estrategias que los actores ponen en préctica para optimizar sus interases, no po- Gian atender a las exigencias de justicia exprosadas por las perso- nas y que fueron tratadas como otras tantas méscaras ideol6gicas, ‘cuando no simplemente ignoradas. Construido a partir de una serie de idas y vueltas entre el trabajo de campo y la modelizacién, tiene a vocacién de servir a investigaciones empiricas acerca de ia mane- ra en que las personas ponen en juego su sentido de Ia justicia para entregarse a la erftica, justificar sus aeciones 0 converger hacia el acuerdo, Pero eso también quiore decir que nose trata de una teoria de la sociedad que protenda competir con Ins numerasas teorias ya. Propuestas para dar cuenta de lo social. En efecto, el marco de BG ho propone prineipios de explicacién que permitan reducir la dispa- ridad de los fenémenos sociales refiriéndoles a causas subyacentes, No se funda sobre e] establecimiento de vinculos estadisticas esta- bles entre hechos sociales de orden morfoldgica, demogriifico o eeo- ‘hiémico, y no se apoya en la referencia a estructuras sociales o siste- mas, Si bien se inscribe en ol mareo de uha teoria dela aceién y no en el de una teoria de tos hechos socisles (Nemedi, 1959), no apunta adar cuenta de la conducta dé los agentes relaciondndolos con de- terminismos que los muevan a actuar, Por lo tanto, su objetivo no 63 consiste en volver visibles determinaciones que, inseriptas de una vez y para siempre en los agentes, gufen sus maniobras cuslquiera sea la situacion en que se encaentren. Al renuneisra la explicacién, no aspira tampoco a tina comprensidn exhaustiva, y seria vano bus ‘car en él una gritia que permita describir la realidad social en todos ns aspectos. El mareo de andlisis presentado en BG esta orientado ala cuestiOn de la Justicia. Apunta a proporcionar un inodele del tipo de operaciones a las que se entregan los actores euando se vuelven hhacia ia justicia y de los dispositivas sobre los eusiles pueden apoysr- se, en las situaciones coneretas en que se despiiegan sus acciones, para fundamentar sus pretensiones de justicia que, evidentemen: te, no se limitan a Jos easos—, observables sobre todo ewanda 96 s fuen casos que han adquirido tna eierta dimension y que se extien- den por un perfodo prolongado, en los cuales las actores Hevan sus reclamos ante el arhitraje del aparato judicial Ahora bien, las personas no estén continuamente orientadas hacia la justicia y la exigeneia de justicia no ests prasente ~igjos de ello-—- en todas las situaciones en que interaecttian. Si bien el marco Ge BG tiene la intencidn de haéer justicia a la justicia, por asi deck. Jo, tomando en serio las pretensiones que en Ja materia manifiestan las personas en numerosas ocasiones de In vide cotidiana y sv ideal de justicia,! en vez de denunciazlos como otras tantas ilusiones que 2 {Qué hazor eon los isles? Sibien no ela plantes con frecwensi en estes ter pos, esta progunta es central on la probleméties de as eionciassoeales tal com eo ‘conatituyera en el siglo XIX, que contiene, en la mayor partede ous relizaciones, ‘pasion entre ol Heal y la realidad, St nposieign se eumbina de diversoa fortias ‘on el eardcterconselente v inconsciente,veluntarioo invalontaro, de fos motivas {que guia Ia aceicn. Al combinar la epocicin de lv des! y J real con Ta de To cone Cionte I inconscionte se tiene una matriz ineresarte para oxplorsn, puesto ue ‘permite identitieary distinguirdifereaten teori de nvo social, As, Ins torlas del Ossenmascaramiente oponen una aceién valuntaria dirigida «-up ideal —con ‘iderada eomo pura lusién- la realided deta aseiin denvinada por mativos insane Giontea y dria a [a vealizacien de un interée paricalar. El uiibariamo iambign reconoce el cavacierinteresaco de las aciones, pro no tiene nacesidad de repriznelo cn on inconscieate porque, en la trodicin dela economia liberal. seatsbuye la pe bilidad deseconctitairun bien comén por medio do esa aetocia de ra25n oe cere septa el efecto benéfico engendrad por la convergencia de oxneintereses partons +96 (Hirschman, 1877) Sobre este punto posicin de Durthoim es compen y eet Sujotaa variacions, Sin reiionarlo es demasia es indudable quo ce podria ad ‘arte woe opcisn sein Ia cual en efetas candicianes tos ndvidnos pueden apunar ‘Un ideal por modio de acconas involuntarias, purgus an coanto matmbros de en lgrupo aon partadores de une inclinaeién altrusta. Pere no veunes-ninguma eons. ‘ruecién consegrade a deearrellar de manera consistente la posiilidad ds que las personas apanten aun ideal craves de una acicn volnntaria, i bion asa poaibil Ged mubyoce a certos usos gue Max Weber hace del concent de legitimidad. En lax feonstruetiones que tomar en cuenta Joe Wales reivindicades por las aetarce¥ Que 6 disimulan determinaciones de otra naturaleza —es decir, esencial- mente, del orden del interés o de la fuerza—, y si bien de ese modo reconcee, sin someterla sistemdticamente a ta sospecha, ta posibili- dad que les es dada de fondar sus eritieas sobre esas exigencias de jnsticia o de converer on la biisqueda de acuerdos justificables, no pretends, sin embargo, efectuar la reduceién de to social asimiléndo- Ioen su conjunto a Ja cuestion de Ja justicia, Los actores no estiin jempre orientades hacia la justicia y no todas las situaciones estan sometidas en el mismo grado « un imperativo de justificacién. En efecto, la exigencia de justifieactin esta indisociablemente ligada « Jn posibilidad de ia critica. Es necesaria para sostener Ja critica 0 para responder a ella, Ahora bien, por un. Jado, la critica no es igual- ‘mento posible en todas las situaciones ¥, por el otro, las personas eri- ticadas no siempre estén obligadas « explicarse y a replicar argu mento por argumento. Hn particular, pueden imponer sus posicio- nes apoydndose en la amenaza, implicita o explicita, de la violencia, 2 incluso —lo que es practicamente lo mismo— en la justificacién de Ja urgencia, como se ve sin lugar a dudas en las situaciones militar res en que la urgencia del combate exeluye la discusion de las érde- nos. Pero esas situaciones limite no pueden extenderse indefinida- mento, de modo que Ja justicia debe ser tratada como uno de los re- _gistros eapaces de reglar las disposiciones sobre las que descansa la actividad social, Mas adelante daremos una idea general de la for zma en que ereemos que se pueden abordar otros modos de accién, pero entonees sera necesario que saigamos de! marco de EG, que tie- ne el objetivo de analizar situaciones sometidas a un imperativo de justificacién. ‘Para analizar esas situaciones y la elase de acciones que en ellas se despliogan no partiremos de una definicién de la justicia apoyada sobre una construccién @ priori caya validez. sea independiente de las pretensiones manifestadas por las personas. En ese sentido nuestro modelo no tiene un enfoque trascendente, pese a que la con- sideracién de las pretensiones de justicia supone siempre la referen- Cia un nivel légico que traseiende la diversidad de ias situaciones concretas.2 No tiene siquiera un enfoque normativo en el sentido de Jn vex mantionsn una opasiciin clara entee os Weston afronados y una realidad Dbasaca on Ta ndequeds inconsciente de interesesparticularee,locentral pase a sr la ‘cuestign de la relacién entre esas dos inatancios (ct, sobre cela panto, la Segunda parte de ests obra, 8.8) * Bata tenciGn mantiane el vineulo entra nusetro modele yun marco darkhelmis- ano. En efecto, como mosirara D, Nemedi (Neme, 1989), la teoeia duvhelmlna el conocimiento aeepta Ia sistincion kantiann entre lay categoriasy Tas impre- 685. intentar establecer un imperative de justicia con pretensiones de validez universal, esté 0 no en concordaneia con lus eonvenciones sobre las cuales descansan lass protensiones de los actores. Como ya hams tenido Ia ocasin de subrayar, el modelo de EG se apoya en un andlisis de las justificaciones provistas por los actores ¥ de los dispositivos en los cuales ellas se asientan, tal como se las puede rrecoger 8 partir de un trabajo de encuesta, aun cuando et pasaje de las observaciones de campo a la construceién de} modelo supone reeursir a otras fuentes y poner en préctiea operaciones formales que no estan en continuidad directa con el trabajo ompiries. Es por eso que se presenta como un modelo de competencia, es decir, como tuna puesta en forma de la competencia que los actores ponien en Juego cuando actiian por roforencia ale justicia, y de los dispositivos que, en Ja realidad, apoyan y reafirman esa competencia aseyu- réndole la posibilidad do resultar eficar, Esta competencia no es solamente una competencia de longuaje, En efecto, 1a competencia que buscamos anallizar debe permitir tanto formar argumentos aceptables en términos de justicia como construir conjuntos de objetos, dispositivos duraderos cuya justeza ‘pueda comprobiirse, La necesidad do someter el despliegue de este modelo s una construceidn formal se desprende directamente de la voluntad de tomar en serio las pretensiones de justicia de las aeto- ras. En efecto, para que puoda asczurarse la solidez de vaus proton siones y evitarse que se las reduzca con demasiada facilidad a ma- niobras hipcritas ligadas a la defensa de infereses paiticilares o ilusiones sin fandamento, es necesario poder mostrar de qué mane- ¥a satisfacen condiciones de validez que toleren una oxigencia de universalizacién, y hacer explicita el tipo de racionalidad en que se spayan. Ahora bien, esta exigencia de fundamentacién en una for- ma de racionalidad defendible on términos generales no puede com- probarse directamente por medio de un simple registro de los enun- iados de los actores —quienes, como hemos dicho, se detienen ame. nudo en el compromiso ahorréndose el trabajo de remontarse a los rineipios—o.a partir de una observacién de los dispositives que no siones empiricase,constituida de aeuerdo em Ia eposiciin entre lo eantingente y to novesario, Pero si las entegurfas tienen wn exedeter a rian y nn puccen derivarse de Ja experiencia, eben rer tratadas como camponentes tansitiricas de a scien, le ual tendo a sustraerias del control empicico. AJ inversay la adhesin 1a teas sempirieta quita ala razéa todo caracter de necesldad, de mode gue Durlceitn tends A redusis el empirisme aun ieracionaliemo, Lo que le prmite superar la opereiin {e) trascendentalismoy el irraconalismo Is eonatitucion do un espacio cn doe ne ‘ele, ef primar ocupado por personas, y el segundo, por eonvenciones soci que Dermiten ealficarlas'y estublecer un laze jastifcabe entre elias, 66. esté armada de Ia posibilidad de referir Ie realidad empiricamente observable al modelo formal cuys existencia es necesario suponer para dar cuenta de la solidez de ésos enunciados y dispositivos euan- do son sometidos a la prueba de la critica, Pero 80 no equivale em- pero a afirmar Ia Hicitud de que esos modelos formales pretendan, sin més examen, una validez univereal, Surgidos de la puesta en forma de la competencia para la justicia verifieable actualmente en nuestra sociedad, sélo pueden extenderse a otras sociedades 0 a tras épocas al término de un minucioso trabajo de andlisis dirigido a ponerlos a prueba en relacién con lo que podemes saber de ios ar- gumentos desarrollados por las personas pertenecientes a esas 60: Giedades y de Jas situaciones en las cuales esos argumentos podian ser utilizados. Asi, no es posible determinar con anterioridad a todo examen su drea de validez y las modificaciones que convendria ha- cerles para asegurar su extensiGn a otras sociedades a otras ép0- cas. En efecto, las diferentes ciudades que el modelo debe integrar para dar cuenta de la competencia para la justicia de los miembras de nuestra sociedad poseen un cardeter histérico, pese a que el es- tudio de su génesis, apenas esbozado en BG, noha constituido por el momento e] abjeto de investigaciones detalladas; al proponerse el objetivo de construir un modelo que permitiera compronder la forma en que las porsonas de nuestra sociedad ponen en juego ‘actualmente su sentido de la justiela, 2G pudo ahorrarse, al menos enun primer momento, e] trabajo —que excedia largamente el mar- code nuestra obra—consistente en investigar el origen oen hacer la genealogia de los recursos sobre los cuales pueden apoyarse las ape- raciones de justificacién ode critica. En este breve resumen nos cen- ‘traremos aliora en los rasgos que definen la especificidad del modelo yen los principales conceptos que utiliza. Ante todo, algunas indicaciones eabre las entidades que el made- lotiene en cuenta. EI modelo reconoce, en primer lugar, la existencia de personas que actiéan en situaciones. Apunta, primero, a aprehen- der las coacciones que limitan las posibilidades de accién que se ofecen a las personas cuando se ubican en el régimen de la justicia, Pero esas coacciones no son tratadas como deverminaciones inter nas. Como ya hemos visto, no nes proponemos la tazea de aprehen- der propiedades que, inseriptas de manera irreversible en los agentes y en sus habitos corporales, determinen aus conductas en todas las circunstancias, En efecto, esas propiedades —que en otras ‘eonstrucciones es necesario tomar en cuenta—ne intervienen en las operaciones que las personas llevan cabo para hacer justieia, y precisamente cuando estas creen denunciar el cardeter injusto de una situacién, van en su biisqueda para hacer ver eusl es su impor- er tancis. Las evacciones que intentamos poner en evidencia son en- tonces eoacciones que obedecen al dispositive de la sitnacién en que se encuentran las personas. Consideramos que aprehenderlas y te- nerlas en cuenta forma parte de Ia competencia de todos los miem bros normales de una misma sociedad. A la manera de las reglas gramaticales, no poseen un cardeter inconseiente en el sentido de que existan censuiras ligadas a intereses o a prohibiciones que se opongen asu explicitacion por parte de los actores, aun cuando en la mayor parte de las situaciones précticas estos no necesiten explici- tarlas y remontarse a los principios que otorgan sentido a sus accio- nes, Pero consideramos que esa explicitacion es siempre posible bajo ciertas presiones, ya se trate, por ejempio, de responder a la critica ‘encendida de un adversario ¢ incluso a las interrogaciones de un en- ‘uestador. Pero, al margen do su explicitacién completa, esas coac- ciones siguen presentes, especialmente por medio del dispositive de objetos que componen la situacion. Precisamente la imposibilidad de tener en cuenta esas coacciones define, en nuestro marco, lo que el sentido corriente pretende designar cuando senala el cavdicter anormal de una persona considerada como demente, excéntrica © fuera de sus cables, ‘Lo eual quiere decir también que no fundamos ta posibilidad del acuerdo en la pertenencia a un mismo grupo, de la cual dependa la posesion de una misma cuivura, en ef sentido de un conjunto de normas y esquemas implicitamente compartidos, al estilo del «no hace falta decirio», cualquiera sea el origen étnico, regional, de cla- se, etc., de ese grupo. Esa negativa se inscribe en et linaje de nues- tros trabajos anteriores. A propésito de un geupo particular —el de Jos cuadros dirigentes—, esos trabajos nos Hevaron a renunciar & una coneepeién que hacia de la unidad del grupo y de su cohesién et producto de una similitud sustancial entre los miembros y de un in- teres objetivo compartido, con el fin de prestar atencidn al inmenso trabajo historieo necosario para unificar entidades dispares alreds- dor de un mismo sistema de representacién, constituir la realidad de ese conjunto hetcrogénco, inscribirlo en dispositivos mediante un intenso esfuerzo de objetivacién y definirle un interés comin. Nos dedicamos también 2 mostrar que, inchigo en el caso de un grupo fuertemente abjetivado, ese trabajo debia continuarse y retomarse en forma perpetua, ¥ que cada uno de los miembros se veia en la ne- cesidad do rehacorlo por'su propia euenta en el momenta de resolver sobre bu identidad (Boltaneki, 1982). Pero atin hay mas. En el caso de ia justicia, las construcciones que se presentan como unidades basicas de los grupos y las culturas no pueden dar cuenta de un acuerdo entre miembros de grupos diferentes —que comparten cul- 68 turas diferentes y estin dotades de diferentes intereses— sino en términos de relaciones de fuerzas. Ahora bien, aunque la existencia de relaciones de fuerzas no puede deseartarse, desde hnego, nes inte- resaba precisamente mostrar que on eiertas situaciones existe la po- sibilidad de Hegar a acuerdos justificables y universalizables, que deben ser entonces capaces de resistir d eu'demuncia éomo simples relaciones de fuerzas disimuladas como relaciones de justicia Esta perspectiva, necesaria para seguir los argumentos de las personas cuando se entregan a Ja critica o proponen justificaciones, nos llevaba 2 romper con los dos principales tipos de explicsciones utilizadas por lis teorizs de ht sociedad. EI primero de esos conjum tos de explicaciones hace referencia a ls fuerza, a la dominacién, al poder. Bi orden no reina més que en apariencia: es el resultado de una dominacién, del poder ejercido por los fuertes sobre los debiles. 1La apariencia de coordinacién es entonces el resultado de una vio lencia permanente y técita. Esta temsitica puede orientaree por dos vias relativamente diferentes sogiin cudl sea la relacién que intro- uzes entre justicia y poder, Puede contener una denuncia implicita de la dominacién ery nombre de la justicia. Se opondr entonces al objetivo de un orden justo @ la realidad de Ia injusticia presente: el orden en la sociedad debe ser justo, pero en la realidad actual impe- va Ia arbitrariedad de la dominacién de los fuertes sobre los débiles. La tarea de los hombres en sociedad consiste en realizar este objeti- vo de justicia. La ciudad armoniosa por venir puede ser abjeto de tuna descripcién detallada —como en fa utopia—o permanecer en la indeterminacién del futuro; pero en todos los casos este enfoaue escatolégico supone apoyarse en uns antropologia que especifica las capacidacies de los seres humanos y que, de ese modo, abe el cami- no a una reflexién sobre las condiciones a satisfacer para que su hu- manidad se realice plenamente. Este objetivo escatologico esta presente, por ejemplo, en la obra de Mars. Si bien, como a menudo se ha recalcado, Ia descripeién de una ciudad armoniosa se encuen- tra en ella apenas desarrollada (mucho menos que, por ejemplo, en Ia obra de Durkheim), esa obra contiene no obsianie una antropolo- fla que insiste sobre las eapacidades ereadoras de los hombres y, en particular, sobre el valor creador del trabajo que, liberado de 1s ex- plotacion y sometido a la ley del deseo, puede constituir en si mismo ‘una gratificacién capaz de asegurar la felicidad. Asociada a una filo- sofia de la historia (la historia como tribunal del mundo), esta antro- pologia aporta un sostén a ta critica del mundo presente, ala cual se consagea esencialmente Ia obra de Marx y, mediante su difusién, a Ja denuncia ordinayia de las injustieias cotidianas (ef. infra, Segun- da parte, §5.2). 68 La temitica de la fuerza se orienta por una via completamente ditinta coando renuncia a apoyar la critica en la perspectiva de una ciudad armoniosa en un mundo future posible y abandona la cue tion de la justicia, que se trata como ilusoria o, lo que viene a ser précticamente lo mismo, queda librada, come én Max Weber, « la contingencia de las elecciones personales (tener el caraje de «escu- char sus demonios»), Esta temstiea —que encuentra su formulacion ‘nds Iograda en Nietzsche y que se difunde en el mundo moderne a partir de las ciencias soviales, que fan ampliamente la han adopia~ offece la posibilidad de una aetitud Permite situarse en una posicién que, Hberada de la tirania de Jos valores, se ‘poya alternativamente sobre cada uno de elles para velverlos unos contra otros, y devela en cada oportunidad los intereses que les sub- vvacen, es deci, reduce en todo momento et bien comin a un interés particular (procedimiento que Marx utiliza, por ejemplo, en si eriti ca del derecho hegeliano, pero sin adoptarlo como aetitud general frente al mundo social) (Marx, 1975). Asi, referencia a cada uno de Jos valores ee encuentra cubordinada a tun proyecto eritico que pre- tende trascenderlos a todos que, al identificar por doquier Fuerzas subyacentes, hace de toda determinacicm, en tanto que negaciéa de pposibles opciones laterates, el resultado do una vielencia. Uno de los sfectas de esta generalizacién es ol de no hacer ya posiblala dictin, isn entre lo que reeonocemos como «violeneias en nuestra experien- cia corriente del mundo social y lo que identificamos como conformi- Gad, derecho, disciplina libremente consentida. La manera en que se realicen lus denuncias tomard entonces wna direoeién completa- mente diferente ya sea que se apoyen sobre una w otra de estas dos orientaciones. EI segundo conjunto de explicaciones, que conoce diferentes variantes (mas durkheimianas o mas culturalistas, por ejemplo), hace referencia a valores comunes, 2 una cultura comun, a repre: sentaciones y con frecuencia a un ineonaciente: las personas tienen conductas orquestadas porque han interiorizado los mismes mode- Jos, los mismos valores 0 los mismos esqnemas que las guian desde el interior y que, unidos 2 los perfles de su voluntad, les dan forma al modo del habito y otorgan a le eonecién el carseter de lo natural, En la forma durkheimiana, analizada més en particular en EG (ca pitulo 5, § 6.1.5), la coordinacion de las acciones individuales es el resultado de un doble proceso de exteriorizacién e interiorizacién: el grupo, que no es reduciblea la simple suma de sus partes, es ellugar de las representaciones colectivas que con reinteriorizadas por las personas. 70. i i | | i | i | : i I No ignoramos el papel —desigual segin las situaciones, has sociedades y las épocas— que juega la violencia en las relaciones po- jjticas entre las personas, asi eomo no ignoramos lo que las rutinas iebon al cuerpo y & las interiorizaciones eorporales. Pera ponemos en duda la pretensién de dar cuenta de todas las situaciones a partir dela violencia o de la ruting. El modelo de EC apunta a establecer que en determinadas situaciones —es decir, en las situaciones en que las personas se enfrentan, o podrian enfrentarse, ala critica—, ue soa bastante namerasas, para Tegar a un acuerdo es preciso es tar en condiciones de justificarse por referencia a un prineipio valid pasa todos. Aeuerdos Semejantes son necesarios para poner fin a la disputa o para evitarla, Esas situaciones en que las personas so en- frentan a un imperativo de justifteacién, con Ins que constituyen et foco del modelo de EG. Nada exeluye que dichas situaciones puedan volearse hacia la violencia, y el pasaje a esta es una bifurcacion siempre posible que nos dedicaremos a examinar un poco mas de cerea en lo que sigue de esta exposicién. Pero entonces deberemos adoptar un punto de vista desde el que pueda constituirse la perti- nonin de modos de accién que no competen a la justieia y, por consi- guiente, abandonar ol marco de EG. Pues a partir dei modelo de competencia para Ia justicia no ce puede hacer otra cosa que desea tar como no pertinentes las situaciones que prescinden de justifiea- clones y que se retacionan con fa violencia —sobre la eual el modelo no tiene nada que decir—o se abandonan en la eontingendia. ‘La dase de acuerdo en que nos eentramos en BG es, entonces, an acuerde activo. Las personas trabajan para lograrlo, EI hecho de poner el acento sobre el trabajo que las personas deben llevar a eabo en el aqui y el ahora para construie el mundo social, conforirle sen- tido y asegurarie un minimo de durabilidad, acezea nuestra empre- sa @ las sociologias fenomenologicas, igualmente atentas a seguir * Jas actividades performativas de los actores. Pero, para simular las coaeciones que pesan sobre los actores cuando se involueran en la |justicia, nuestra modelo no puede contar solamente con personas en Situaciones. Debe reconocer también otros dos tipos de entidaides eu- _ya pertinencia no siempre es reconoeida por las sociologtas de inspi- racién fenomenologica, contradas en las personas humanas. Por un lado, entes motafisicos, especialmente los gue denominamos ciuda- des; por el otro, como lo examinaremos mas adelante, objetos, ¥par- ticularmente cosas. En efecto, a diferencia, por ejemplo, de la etno- ‘metodologia —-que abarda todos las estados posibles del mundo que pueden presentarse en el aquf y el ahora sin dotarse, por una deci- Sidn de método, de recursos exteriores a la situacidn—, el modelo de EG apunta a dar cuenta de estados justificables, en los cuales Ia a Justificacion apela a reeursos comunes que trascienden la situacién Y es precisamente ese recurso a principios de construecién que trascionden la situacidn lo que hace posible Ia identificacién de las situaciones y ia selecein de los argumentos y arregios que son per- tinentes en ellas, Esa tarea es inmenea y casi irrealizable caando ros asignamos, como en la etnometodologia, un universo en el que cualquier entidad puede involucrarse en cualquier situacién, atra- pada en Is indeterminacién absoluta de un aqui y ahora que se ofre- ce sin resistencias a las libres intorpretaciones de los actores. En el modelo de EG la posibilidad misma de vn orien social des- eansa sobre una construeeién en dos niveles —por un lade, perso- as; y, por el otro, formas de bienes comunes que permiten estable- cer una equivalencia entre las entidades y, de ese modo, definir sus ‘magnitudes relativas-~. En el centro de ese modelo de competencia figura, por lo tanto, lo que podemos denominar capacidad metafisi- ‘ca, Dotamos a Jas personas humanas de una capacidad metafisiea y consideramos que.esa capacidad es esencial para comprender la, posibilidad de un iazo social. En efecto, para converger hacia un acuerdo las porsorias'deben hacer referencia a algo que no son per- sons y que las traseiendo. Ess esta referencia comin lo que llama- ‘mos principio de equivalencia. Cuando e! acuerdo es dificil de esta~ blecer, para realizarlo las personas deben aclarar sus pasiciones de gusticia, adecuarse a un imperative de justifiescién y, para justificar, oben sustraerse de la situacién inmediata y alcanzar un nivel més alto de generalidad, Asi, se orientan hacia la busqueda de wna posi- ‘in apoyadas en un principio generalmente vslido, es decir, en un principio con pretensiones de validez universal. ‘Tratamos de mostrar —y cata ee la primera parte de nuestra construceién—que eats capacidad metafisica es presupueste por las ciencias sociales, que sin embargo no extraen de ella todas sus consecuencias. Para ello partimos de la controversia entre Ia sa- iologia durkheimiana y la economfa liberal, que es una forma de la controversia mis general entre holismo ¢ individualismo. Sus tér- ‘minas son conocidos: las corrientes que adhieren a Ja tradicién de In economia liberal reprochan a ia sociologa durkheimiana su holis- ‘mo, considerado como un producto de la metafisiea. Los «grupos» que Ja sociologia durkheimiana reconoce no existen. Ls eolectives 50n artificios, Solo existen personas individuales provistas de inte- reses, Durkheim, por su parte, establece la existencia de realidacies colectivas en la polémica que mantiene con la economfa liberal; exta polémica es indisociablemente ética y cientifica. Bl individuo ra- ional de la economfa liberal es un egofsta (el término es de Durk- hheim en su critica al individualismo) y un artiicio, un hombre sbs- 2 tracto, que n0 pertenese a ninguna época ni a ningtin lugar. Recono- ccemos, con ia tradicién individualista, que et esquema durkheimia no se basa en una metafisica. Pero intentamos mostrar que la cons- truccién de un vinculo politico justo sobre la base de la relacidn mer- cantil también supone una metafisica: en el mercado, las personas ose encuentran en su eondicidn de particulares, tal como el uso del término de individuo habitualmente lo deja entender. Si estuvieran sumorgidas en su particularidad no tendrian motivo para busear lot, smismos bienes, para concordar en la bxisqueda de los mismos bienes yy para estar en competencia por elles. Afmmamos, entonees, que las personas en el mercado son sere’ morales, en e} sentido de que son capaces de abstracrse de su particularidad para entenderse sobre bienes exteriores enya lista y definicién son universales (Thévenot, 43989), Consideramos que osta metafisica subyucente no es un dofee- to de las ciencias sociales. Bstas reconocen el papel jugado por la ca- pacidad de las personas humanas para concluir un acuerdo justifi- cable en la construccién de la sociedad cuando, procisamente, recu- ren a conceptualizaciones de aapecto metafisico. Un acuerdo semejante, justifcado por referencia a un principio aque trasciende la situacién puesto que pretende ser generalmente vvalido, ex lo que denominaremes un acuerdo leaitimo. La justifica- cidn es en verdad portadora de una pretensién de universalidad (Habermas, 1987). En efeet, ef la persona que esta en desacuerdo , que desigoa ahora la justifeacin a posterior de {int relucidn de dominssion: «Todas las dominacienes prossran ceepertar y ante der la ereencte en ou “legitimidad"s (pag, 220). Ba Nieusche seancuentra una aorta ‘ela justficacion com engado, expresada cas en les mismos termine ~Cualquore fea su situaccn, el Hombre hone neresidart de icion do valor gracias a los cuales Justfies ante sus propios ojos —y sobre todo ante los de quienes lo adean— us 2 tos, es intonciones y sas estados, dicho de otro mode, oxsu manera degleificarte ‘iraismo. Toda moral natural express la satisfacién deaf misma que experiment Una cierta clase de homabreae (Nietzsche, 1048, vol. 1 py, 224), En esta eogunda de finiein, el eurdctarlogttime do un erden —siempre arbitranio por esencia, «x door, fGncaco en tia instancia en ona w otre forma de vclencin de voluntad de poder ‘ode retentimento-~ depende de 20 capacidad para hacer creer 9 la geate que realmente se basa en el idea que proclam. Tat legitimidiad, para evestion decree Ga, es enlences una iusisn mantenida colectivamente, La sovilogia ldsica, gue ha ‘etonide sobre todo esta segunda defnicin, an eee caso hublara sis bien de sleglt 1bseiéne, abandanando le segitimidads a esas dicinlinas con repulacn de winge- smoate que son el derochoy la Hlosfla polities (Lagroye, 1587) 14 ; | | I ‘Bn efecto, formulamos Ia hipétesis de que los actores son eapaces de distinguir entre argumentos o arregloe legitimos —en ¢l sentido de que, frente a le eritien, pueden eer objeto de justificaciones general- mente validas y ponerse en juego para sostener acuertos universe: lizables— y, por otro lado, argumentos o arreglos ilegitimos que, si bien puesien ser movilizados por los aetores en eiertas situaciones para sostener convenios en beneficio de las partes, no pueden justi- fiearse nj sostener acuerdos que apunten ala generalidad del hien % 6. Principios de equivalencia y pruebas justificables Considérese a personas dediendae a la demostracién de evitieas quese quieren admisibles por otros, aun cuando los arguimentos que se les oponen ne coneuerden con los suyos, e incluso en la realizacién tie acuerdos justficados y legftimos capaces de poner fin a una disputa o de evitarla. A qué se referirdn la critica 0 el acuerdo? Al cardcter justo injusto dela situacién, Para especificar lo que se de- be comprender aqui por justicia y darnos la postbilidad de comparar, por medio de ue misma nocién, disputas en apariencia muy dist miles, diremos que las disputae condueidas por roferencia ala justi- cia tienen siempre por objeto el orden de las magnitudes en Ia situa-

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