Professional Documents
Culture Documents
ERÓTICA MÍA
Saúl Ibargoyen
Erótica mía:
Escribiré en tu espalda
con un trazo de dientes
una sola historia:
no puedo mirarte
sin sangre en los ojos
no puedo amarte
fuera del incendio.
Besar es oficio
que a veces nos pierde
en bocas de bestias oscuras
en grietas dolorosas
que el sudor ilumina.
Erótica mía:
Tendremos silencio en estas palabras
habrá un aire escondido
debajo de las camas
un olor a furia
una espesura de grasas derrotadas.
No puedo hablarte
sin saliva que espera
el comienzo terrestre de tu piel cercana
no puedo tocar tus axilas
sin la empapada presencia de mi lengua.
Y no puedo repetir este amor
esta sola historia
que escribo en tu espalda
Erótica mía
sin mancharme los dientes
sin quemarme las manos
sin dejar que mi borroso corazón
se hunda
pausadamente
entre tus sábanas.
CASI UNA CARTA
Erótica mía:
Hoy estamos en una fecha
sin lluvia de tu tiempo
junto a una ventana
de vidrios y moscas
mientras la tinta se endurece
más allá de mi cintura
tensando la tela de aquel pantalón
que compré contigo
en una esquina
(pues salíamos del fuego
y estábamos desnudos:
tú elegiste una camisa
que tus nalgas empezaron
enseguida a devorar
y que tu ombligo absorbía
entre crueles suspiros).
Y mientras -te decía papel arriba-
mi cintura escapa de los turbios fantasmas
que tus labios levantan
en minuciosos y pensados besos
me olvido de los temas
y debo comprar
-atorado por el humo caliente que dejaste-
una piel que no tenga
las entradas a tu cuerpo
una piel que no coincida
con los agujeros mordidos de tu cuerpo
porque estoy vestido con tus jugos recientes
y para ser lo que apenas soy
debo desnudarme también
de otra manera.
Erótica mía:
Me despido con el temblor de siempre
y extiendo esta casi carta
en la confusión
de tu almohada encendida.
TU RESPUESTA
No / dijiste a mi casi carta
No / dijiste despegando mi cara
del espejo
No / pensaste al descubrir memorias
de un futuro con luz en otra parte
No / repetiste al soñar
con pálidos caballos
chocando con la luna
No / gritaste al bajar del autobús
sin sentir que manoseaban tus caderas
No / negaste inventando
una dura negación a los filósofos
No / afirmaste con tu dulce pescuezo
que ese día desdeñó
los jabones y las toallas
No /gemiste al bailar
con amigos favoritos en alguna discoteque
No / silenciaste hacia un retrato
que ciego quedó sin tu palabra
No / escupiste hacia mi boca
tantos dioses tantas culebras tantos estornudos
No / jadeaste sobre esta cama
Erótica mía
para que yo también creciera
en medio de tus lágrimas.
FISIOLÓGICA
Antes de irme
debo escribir en la pared más lejana
Erótica mía
la información precisa de mi nacimiento
la clave del registro general de amantes
los códigos de pasión
que más utilicé
estos noventa minutos de espera
enterrado en la esquina lluviosa
disparando blasfemias contra tu nombre
contra los poros no tocados de tu cuerpo
hablando de ti con las vitrinas
pisoteando tu piel en las baldosas
rojo de semáforos
alucinado como un bicho en un satélite:
Debo escribir que me voy de aquí
como un poeta en medio de sus huesos
como un hombre despeinado
por los almanaques
con sus lentes de agua confusa
con sus vísceras quemadas por la agrura:
Debo escribir que dejo
tremendos agujeros en el aire mojado
y que pasó una muchacha
como una increíble visión de sí misma
y que fui tras ella por los trenes infernales
y que dijo llamarse María
y que mañana estaremos en este sitio
bajo otra lluvia desigual y diferente
y no entiendo si es ayer
o será hoy o fue ahora que escribo
en la pared que aún permanece
Erótica mía
cuánto semen me cuesta
el pago puntual
de todas tus ausencias.
LAS SIETE DIRECCIONES
Erótica mía:
Norte está en el rumbo
de tu intestino más feroz:
toda tempestad es útil
si sabes estremecerte en medio
de tanta materia acumulada.
Sur es un punto imaginario
que se enraiza con la cuenca
de tu ombligo
y allí vas y vamos a beber.
Este resulta de la amarga dirección
con que empujas tu aliento para hacerlo
una oscura bandera de ti misma.
Oeste es un astro a contramarcha
de todo el Universo
que en ti alcanza
situación de luz.
Arriba es el lugar
adonde has nacido:
una mesa de cocina ensangrentada
un andén a plena sombra
una piedra que el viento
vuelve silenciosa.
Abajo es el sitio
que tus voces eligen
para nombrar toda húmeda presencia
exaltada por la tierra.
Y el séptimo sendero
corresponde a muchos otros:
sale desde ti
pues ya lo has caminado:
es el que repite Erótica mía
tus lejanías conmigo
es la más precisa vereda
en que me embarco
como un astronauta que empieza a olvidar
el peso de su cuerpo
y el olor de tu vientre
después del orgasmo.
LA CENA
Nunca te he buscado
Erótica mía al menos
en estos últimos cien años.
A veces pierdo la fe
pero conservo siempre
la impaciencia.
Te dije que tu piel azulada
emitía intocables sabores de humedad:
eso fue junto al autobús y a la lluvia
que me alejaron de tus patrias de Oriente.
Dije por teléfono
una tarde de apretados automóviles
que todavía no estabas dispuesta
para pelear en los sucios rumbos
del amor / de aquel amor
(¿lo estarás ahora
inundando otras camas
con toda tu arena
y toda tu miel?).
Volví a decirte que escribiría
altísimas palabras para ti:
y así te hablaba
con tinta y aire
con saliva y papel
(aún exiges mis versos de amante
de sufrido amador
de queriente desplazado
por todo aquello que vives cada día
y que jamás pude explicar).
Una ocasión regresé
a la estrecha puerta de tu casa
como un perro cualquiera
que no reconoce señoríos:
allí estaba tu olor
ardiendo bajo un sol sencillo
y a tus pies volaban
las hojas del té
que pasó por nuestras tazas
cierta vez
(¿cómo haces todavía
para poner en tus ojos
tanta sombra
tanta desolación
donde esta boca
te ayudó a gritar?).
Dije que no importaba
que dijeras
el fervor ninguno
que sientes por mí
(de todos modos
he chupado tus agrias lenguas
y me senté en tus pechos
para oírte mejor).
Y de tanto decirte y decir
de tanto renunciar y de tanto encontrarte
de tanto ser el escribano de ti
Erótica mía
ahora serás nombrada
La Desconocida y el Mar
porque soy fiel al primer orgasmo
y a mi primera palabra
aunque jamás conozca
la espuma y la sal
de tu tiempo que vendrá.
LA CABELLERA ESCONDIDA
Hoy no tengo
el menor asunto que informar:
es por eso así sencillamente
Erótica mía
que recurro a tu cabellera
lanzada sobre esta mesa
donde el humo de tus reiterados frijoles
se mezcla con el aliento acuciante
de mis sopas terrestres.
¿Por qué hay tantos cabellos en ti
por qué pienso que son raíces
ya abandonando un fruto complicado
que con furor alimentan?
¿Por qué a veces
entre ellos se cruzan
los olores de un aceite impuro
las espumas de un pescado muerto?
¿Por qué desde ellos descienden
cáscaras ensalivadas
y burbujas de azúcar que sopla tu entrelabio?
Pregunto y no puedo responder
porque mis manos cocinan
en el sudor de tus nalgas
mi plato favorito de carne destilada:
porque mi lengua chupa
los jugos ofuscados de tu boca profunda:
porque estamos muy por debajo
de manteles y cucharas
en un derrumbe de huesos
de negras lechugas y de escamas.
Porque ahora
casi fuera de todas las palabras
descuelgo tus calzones
de mi bigote erizado
y en un costoso acto que nunca imaginaste
voy tejiendo un nudo
con tus altos cabellos
y tus ásperos pelos escondidos.
Erótica mía: desprecia el temor
pues hay muchos cuchillos
y demasiadas tijeras en el mundo
LA FIESTA
Ya no preciso de ti
gritabas al caer el sol
Erótica mía
porque ese momento es el más seguro
porque apenas permanezco
como una figura dudosa
de su frente y su perfil.
Después empezaste a esperarme
a horas inseguras
detrás de las puertas
con un cuchillo cotidiano
que afilabas en mis poros
o con una lima de aluminio muy usada
para disminuirme el corazón.
Luego retiraste mi plato de las mesas
clausuraste mi silla
por razones de seguridad
rompiste el teléfono
para evitar otras respiraciones
otras voces que igualmente
vendrían a mí.
Finalmente quitaste dos patas a la cama
escupiste en mis almohadas
borraste la maculada crónica
de colchones cobijas y sábanas
extraviaste calcetines
perturbaste camisas y calzones
hincaste profundos alfileres
en los sensitivos sitios de cada pantalón.
Erótica mía:
qué inútil tu minuciosa batalla
tu guerrilla de salivas incompletas
tus jugos negándose a abrazar
mi hostigada cintura
tus pezones protegiéndose
detrás de rígidos huesos
tu horrible jadeo de perra mancillada
ante múltiples testigos
o de mosca poseída
en un aire polvoriento:
qué inútil todo tu conflicto
Erótica mía
porque esta soledad tiene fronteras
porque dejé mis lentes
flotando entre palabras
para que veas la recámara en ruinas
tus rodillas desgarradas
tu ombligo sangriento
y no puedas llorar.
LA MUJER IMPOSIBLE
Buscarte es perder
tu contrafigura a cada paso
Erótica mía:
buscarte es no encontrar
nada más que un camisón
con tu calidez total enfriándose.
Me dirás que siempre
fuiste cercana
que admitías mis dientes
en tu pescuezo
y mis dedos tactando
tu audaz nalguerío
que señales populosas aumentaban.
Sabrás repetirme que tus besos eran
un mecánico reflejo de los míos:
nada de culpas pues
nada de fibras tuyas responsables
y así el amor fue siendo fácil
Erótica mía:
fue deshaciéndose en nosotros
como largas arenas expulsadas por el mar
como playas rotas por un viento descuidado.
¿Para qué buscar entonces
lo que sólo puedo encontrar en mí?
A contramor trabajas Erótica mía
pues detienes estos mis labios
y con mínimo gesto
los quitas de esta cara.
(¿Pero habrá quien recogiéndolos fabrique
una sobrecarga de tensa humedad?).
Sí a contramor te digo
que es tu método:
¿quién puede beber un aire intacto
como frontera entre humos y fuegos?
Erótica mía:
es difícil dormir con tu silencio.
MENSAJERO DEL AMOR
¿Recuerdas otra vez Erótica mía
que me entregaste un mensaje
de tus labios colgantes?
Y mientras toda la lluvia de aquel día
-cuyo nombre se borró del almanaque-
desgarraba con furia
los rasgos polvorientos de calles y veredas
yo envolví mis alas descarnadas
en el papel de tus antiguas cartas
y pude abrir el paraguas
que por única herencia me dejaste.
Porque jamás renuncié a mi fiel mensajería
al traslado de tus dudosas palabras
hacia tantas orejas atentas o segadas
por un hálito carnal
o por el sórdido sonido que emites
para que así se escuche con torpeza
aquello que más importa
conocer siempre de ti.
Pues en mi recado principal
en el empapado desorden de mi mandadería
vas entregando a entusiastas amantes
justamente lo que poco que nunca
se desprende de ti.
Y yo voy recorriendo las veloces ciudades
el tránsito ofuscado por hoteles y palomas
y tan extraño soy
tan de otros e ilusorios mundos
que las gentes me ven y me saludan
como a un navegante de feroces realidades
-porque hay en sus gestos y sonrisas
un dolor incompleto
un placer no cumplido totalmente
una tristeza de faldas levantadas
un sueño en colores que la sábana oscurece.
Erótica mía: ¿recuerdas
ahora la razón de tu mensaje?
El amor deposita sus babas de cansancio
y tú deseas no estar ya más aquí
ni en sitio ninguno semejante a una cama
ni en postura que señale
tu entrega de inicio y tu fuga final
ni sentada a una mesa de brusca ceniza
adonde escribes las sílabas escasas
que mis plumas estropeadas alcanzan a firmar.
Y entonces sí entrego
mi cuerpo tiritante
a todas las manos ajenas
que existen en ti.
PEQUEÑA ODA A TUS OMBLIGOS