El ruido de las cadenas indica la entrada de los agentes penitenciarios al pabellón.
-¡Recuento!- empieza el día en la unidad penal, es el inventario de los internos. Somnolientos salen de sus celdas y se dirigen al ambiente del locutorio, la inercia de la prisión, a pesar de la modorra guía sus pasos cansinos y aburridos, el frío de las paredes y el aspecto sombrío del pabellón pretenden paralizar sus cuerpos, pero la cárcel metida en sus conciencias es mas fuerte y, autómatas van ingresando lentamente al locutorio. Uno...dos...tres...el guardia cárcel los va contabilizando mentalmente mientras sus compañeros revisan las celdas en busca de algún rezagado. Los cuerpos cerca uno del otro, hasta rozarse. Decepciones, frustraciones, esperanzas, ilusiones y demás sentimientos albergan el ambiente. Rostros desdibujados por el sueño piensan en la agenda del día: trabajar, cocinar, volver a sus camas, lavar sus ropas, estudiar... Todos con un objetivo en común: no doblegar sus espíritus antes las miserias de la prisión para que cuando salgan en libertad no seas remedos de hombre, que se conformen con una libertad indigna, que se conformen con tan solo...respirar. -¡Continuar! grita el agente penitenciario. El ganado esta completo.