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El beso en la Biblia - Los besos de Jonatan y David

http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_07_01_archive.html

Un latinoamericano (exceptuando los argentinos) lee esto de los besos de


David y Jonatan (1S 20:41) y tomará una de dos reacciones: si es un
homosexual o alguien de avanzada dirá “¿y qué tiene de malo? ¡Deje los
prejuicios!” Si no lo es, dirá: “¿y estos tipos qué? Eso está como raro.”

Lo anterior es un pequeño ejemplo de lo que ocurre con la lectura de la Biblia;


la leemos desde nuestras presuposiciones. No puede ser de otra manera; sólo
podemos leer así. Sin embargo, el lector debe cuidarse de violar el texto. Si
bien la subjetividad es inevitable, no estamos condenados al subjetivismo, por
muy de moda que esté y por muchos nombres sofisticados que se le pongan en
inglés o francés: “reader-response criticism”, “différance”, “deconstruction”.
Resulta chistoso ver a los defensores de estas ideas hablar de sus malos
intérpretes.

Otro ejemplo: Si un juzgado por medio de una sentencia le impone a un padre


irresponsable una suma mensual para pagar la manutención de los hijos que
abandonó, ese padre no es libre de interpretar el documento a su antojo.
Mientras interpreta los hijos se mueren de hambre. Las autoridades lo sacarán
de dudas con un embargo o una encarcelada y le preguntarán: “¿qué fue lo
que no entendió?”

Los libros de la Biblia se escribieron desde una cosmovisión y cultura


específicas, en circunstancias históricas concretas, para personas reales en
situaciones de vida particulares. No siempre es posible determinar cada cosa
con exactitud, pero esa es precisamente la tarea del intérprete: ir más allá de
la mera intuición. Llegar a la Biblia es como llegar a otro país. Hay costumbres
comunes, otras sospechosas y algunas que no entendemos. Uno no se da
cuenta de eso con la Biblia porque la lee traducida; lo entiende todo (piensa el
lector) y no escucha ningún acento, porque él mismo es el que lee. Pero
cuando uno está en otro país, especialmente si allí se habla otro idioma, notará
diferencias: observará que en un país la gente en el tren no te mira, en el otro
te miran demasiado; una mujer se ofende si un hombre le abre la puerta, otra
si no se la abre; en un país la gente religiosamente respeta las señales de
tránsito, en otro no existen o se ignoran por completo; cuando comen, unos
eructan en señal de satisfacción, otros casi ni mueven la boca; hay gente que
en vez de hablar grita, a otros ni se les oye cuando hablan; hay países donde
los hombres se saludan de beso, en otros apenas le dan a uno la puntica de los
dedos. Eso es la cultura. El extranjero no puede asumir mucho ni criticar tanto.

Es muy distinto ver dos hombres saludarse de beso en Londres o San Francisco
que en Buenos Aires o en la Biblia. Por cierto, una vez estando en Buenos
Aires, me descuidé y un tipo me dio un beso de despedida. En otra ocasión, un
africano me agarró la nalga para indicarme que quería decirme algo. A este
último casi le pego. Para mí fue una gran ofensa, para él un acto de
amabilidad. Ninguno de los dos era homosexual ni me estaba haciendo
propuestas. Pero el que ellos lo hagan no significa que yo debo hacerlo. No se
trata de un deber moral, sino de una costumbre cultural. Se debe hacer una
salvedad. No todo lo culturalmente aceptado es lo mejor ni lo más humano.
Hay prácticas culturales nocivas y peligrosas que se deben revisar y cambiar.
Por eso toda cultura debe ser autocrítica.

¿Cómo se deben leer entonces los besos de David y Jonatán? Si decimos que
David era homosexual, tendríamos que decir más bien que era bisexual pues
tenía esposa. No es cuestión de “por qué no” o “esto está raro”; se trata de
entender la cultura del beso como ellos la veían. Hay culturas donde el saludo
de beso entre hombres cercanos es lo normal. La cultura bíblica es una. Un
comportamiento diferente implicaría distancia o rechazo. Es decir, no son raros
ni homosexuales.

Finalmente, la última cosa que se le hubiera pasado por la cabeza a los


lectores originales para quienes se escribió esta historia, es que David y
Jonatan fueran homosexuales. Por otro lado, este es un beso acompañado de
llanto. Sería como decir que Blanca Nieves era una prostituta que se acostaba
con los 7 enanitos, uno cada noche. Al lector que así lo interprete se le
consideraría no solamente un lector incompetente, sino un degenerado. Pero si
uno todavía quiere justificar la conducta homosexual con la Biblia, tendrá que
buscar otra historia porque esta nada tiene que ver.

©2009Milton Acosta

El beso en la Biblia [2] Uno para cada ocasión


http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_08_01_archive.html

En la Biblia hay 57 registros de besos. Estamos hablando de los besos en la


Biblia, no de besar la Biblia. Los besos ocurren en escenarios diversos:
bendición y unción (Gn 48:9–10; 1S 10:1), recepción cortesana (2S 14:33;
15:5), tributo a una divinidad (1R 19:18; Sal 2:12; Job 31:27; Os 13:2),
encuentros y despedidas (Rut 1:9, 14). El beso de David y Jonatan es de afecto
mezclado con emociones profundas, incluyendo el dolor; así otros: Esaú y su
hermano Jacob (Gn 34:4), José y sus hermanos (Gn 45:15).

La práctica de besar objetos de culto es antiquísima. En una situación cúltica,


el beso comunica gran reverencia, es sinónimo de “adorar”. Jehú en Israel fue
un matón, pero, como el mico sabe en qué palo trepa, en el famoso Obelisco
Negro (Museo Británico) aparece postrado en el piso, besándole los pies al
Salmanasar III, rey de Asiria. Eso se hace en señal de lealtad cuando se paga
tributo (Sal 2:12).

Los besos apasionados también son parte de la cultura bíblica. En el Cantar de


los Cantares los amantes expresan su deseo de besarse (Cant 1:2; 8:1; cp. Prov
7:13). También se encuentra en la Biblia el beso del político en campaña.
Absalón maquina un golpe de estado contra el rey David, su padre (2S 15:5).
Como es costumbre, el político en campaña busca todos los medios para que
su potencial seguidor (y víctima a fin de muchas cuentas y cuentos) sienta al
político como su igual, como alguien cercano y que lo comprende. Absalón
hace tres cosas que se practican hasta el día de hoy: critica el gobierno actual,
no permite reverencias, y saluda a todos de besos y abrazos. El método
funcionó y sigue funcionando. Curiosamente, David y Absalón se habían
reconciliado antes con un beso (2S 14:33).

Como lo atestigua un texto del segundo milenio a.C, “Hubo una ciudad”, los
babilonios también se besaban. ¿Se puede imaginar usted la Ley del Talión por
un beso ilegal? No conozco evidencia de tal ley, pero conociendo las otras, no
es difícil imaginársela mutatis mutandis; le habrían cortado el labio al infractor;
si era el superior, el reo quedaba con sonrisa permanente, pero sin poder
volver a besar.

Pasando al Nuevo Testamento, Jesús le reclama a un fariseo que no lo besó


cuando llegó a su casa; en contraste con la mujer “pecadora” que le besó los
pies (Lc 7:45). Jesús les lavó los pies a los doce y uno de ellos le dio un beso
traidor. El hijo pródigo es recibido a besos por su padre (Lc 15:20); besos de
perdón, bienvenida y reconciliación. Falta que hacen éstos. En la iglesia
primitiva se practicaba “el beso de la paz”. Después de la resurrección de
Jesús, los discípulos no permitían que les hicieran venias ni se inclinaran ante
ellos. La parafernalia alrededor de los ministros se gesta cuando el cristianismo
constantiniano se imperializa de la mano de Roma: besar el anillo, inclinarse,
hacer la venia, entre otras.[1]

En una ocasión intenté darle un beso de felicitación a una amiga asiática en su


grado. Me frenó en seco y me dijo “¡Si me besas tienes que casarte conmigo!”
Siendo yo apenas un estudiante universitario y por ende, de pocos ingresos,
decidí que era mejor dejar los labios en reposo. Hay otras culturas donde el
beso es considerado una porquería. “¡Qué asco!” Así lo ven muchos niños...
hasta cierta edad. Y no es para menos; con tanto virus y bacteria, el beso
pierde las connotaciones amorosas y adquiere otras mortíferas. Resulta mejor
maleducado saludable que amable hospitalizado o cremado. Y si la manera de
neutralizar los virus gripales posmodernos es la careta, el beso hasta podría
extinguirse. Alguien ha definido el beso como “intercambio de microbios.” Pero
para eso hay productos tipo “Baygon bucal” que se usan como antibiótico para
el aliento. El ajo es bueno y barato, pero es repelente.
La Biblia habla del beso como expresión cultural de afecto. Sin embargo, en
culturas donde tales prácticas son inaceptables, hay dos extremos que se
deben evitar: imponer el beso (“si eres mi hermano en la fe tienes que darme
un beso y dejarte besar”) y cambiar la traducción de la Biblia (“saludaos unos a
otros con un estrechón santo de manos”). Lo importante es la expresión de
afecto, no el medio por el cual esta se hace. Si bien la traducción de la Biblia
debe ser fiel al texto en forma y contenido, hay otra traducción que hacer, la
de la práctica. En cualquier caso, lávate las manos con aguan y jabón.

©2009Milton Acosta

[1]Al emperador romano, por ejemplo, sus súbditos le besaban el borde de su vestido.
Hugh Elton, "The Transformation of Government under Diocletian and Constantine," en A
Companion to the Roman Empire, ed. David Potter (Malden: Blackwell Publishing, 2006),
199.

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