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Roles de la mujer en

"Otros cuentos correntinos" de Velmiro Ayala Gauna.


Para amar a la Patria Grande, hay que
comenzar amando a la Patria Chica.
Velmiro Ayala Gauna.

Hemos visto que durante la época de la inmigración se da una situación particular en


nuestro país: se da una fuerte presencia masculina y un escaso número de mujeres. Esto se
traduce en la creación de prostíbulos y en una visión particular de la figura femenina, que
puede observarse en producciones como la música de tango: se exalta la mujer-madre y
surge la mujer-pareja infiel que abandona al hombre que la ama.

Dicha concepción arraigó profundamente en la mentalidad argentina, y se traduce en


distintas expresiones que sin embargo guardan fidelidad a esta idea: la maternidad exalta a
la mujer; sus otros roles son inferiores e incluso en cierta forma denigrantes.

Quisiéramos analizar la presencia de esta visión de la mujer en una obra que retrata el sentir
del interior: "Otros cuentos correntinos", de Velmiro Ayala Gauna.

En esta recopilación de cuentos (seleccionados por el mismo autor), quisiéramos señalar


dos aspectos que nos resultan interesantes: en primer lugar el medio: la selva correntina,
donde la naturaleza y el hombre viven en un contacto íntimo e inevitable pero no por eso
menos conflictivo. Segundo, en este marco específico se suceden una serie de escenas que
retratan una sociedad real, poseedora de una mentalidad bien definida y con valores
propios. Estos valores surgen de una herencia múltiple: por un lado, la fuerte presencia
(tanto genética como en aspectos de la tradición) de la cultura guaraní y por otro, el
innegable aporte de los inmigrantes, en su mayoría de origen europeo. De la mezcla de
estas razas y tradiciones y de su relación con el paisaje emerge la estampa física y moral de
los actores de los "Otros cuentos correntinos". Vamos a detenernos especialmente en su
visión de la mujer.

"Otros cuentos correntinos" comprende dieciséis cuentos: El mal hijo, Don Ramón, mi
padre, La caída, El toro, La caricia, Pancho y el comisario, Los maestros, El gendarme,
Una manchita apenas..., Los industriales del pantano, Este coronel Toledo..., El río, El
forastero, La mujer, Donde el río brama... y Soledad. Como leemos en la Introducción,

Ayala Gauna, que iniciara la publicación de sus relatos


con el título de Cuentos correntinos, en 1952, al reunir
un nuevo volumen con posteriores narraciones quiso
insistir en una precisa localización regional y enmarcar
la continuidad de su creación. (...) El propio autor ha
encarado su revisión total atendiendo a la necesidad de
una reordenación de sus escritos...1

1
Los temas que aparecen en estos relatos son muy diversos. Señalaremos a modo de ejemplo
que se tratan tópicos tales como la relación naturaleza-hombre (cf. La caída), el abuso del
poder (cf. Pancho y el comisario), la picardía criolla (cf. Los industriales del pantano), y
diversos aspectos sociales (cf. Los maestros).

Como ya hemos establecido, nuestra intención es detenernos en los roles asignados a la


mujer, que reflejan la visión arriba mencionada.

Nuestro trabajo se organizará del siguiente modo: se dará una reseña del cuento a tratar; se
analizará el papel jugado por la mujer en el relato; se compararán las actitudes y motivos de
los distintos personajes femeninos en aquellos casos donde haya puntos en común.
Finalmente, expondremos algunas conclusiones a las que podemos arribar luego de este
análisis.

No en todos los cuentos de esta recopilación encontramos mujeres. Hemos tomado aquellos
donde la mujer tiene un lugar, ya sea como protagonista directa o como fuerza impulsora,
apareciendo en forma efectiva o sólo siendo mencionada por otros. Estos son, enumerados
en el orden en que aparecen en "Otros cuentos correntinos": El mal hijo, Don Ramón, mi
padre, La caída, El toro, La caricia, Los maestros, Una manchita apenas ..., El forastero,
La mujer, y Soledad.

Comencemos por el papel de la mujer como madre.

Pantaleona, doña Panta como es conocida por sus vecinos, y sus dos hijos, Crisanto y
Luciano, son los protagonistas de El mal hijo. La mujer ha criado al menor con la ayuda de
su hijo mayor. Pero este joven hijo, que no ha tomado por buena senda, agravia a su madre
abofeteándola. El hijo mayor decide aplicarle un correctivo. En ningún otro caso las
palabras "si tu mano te es ocasión de pecado, córtala"2 tienen un significado tan literal. La
mano que causó la ofensa es separada del cuerpo.

Tomemos a cada personaje para comprender su relación con los otros. Crisanto, el hijo
mayor, es retratado como quien ha debido hacerse cargo de mantener a la familia desde la
muerte del padre, deviniendo el hombre de la casa. Sin embargo esta posición no ha
afectado su relación con su madre:

Y se iba, grande y manso, a inclinarse sobre la mancera


del arado, pero nunca sin dejar de pedir a la madre, con
la cabeza baja y las manos cruzadas sobre el pecho:
- La bendición, mama.
- ¡Dios te haga un santo, m'hijo!3
1
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Introducción. Editorial Huemul, Buenos Aires,
1966.
2
Cf. Mt. 5,30
3
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. El mal hijo. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.

2
Sí ha cambiado su posición con su hermano, de quien se ha convertido en padre, un padre
amante e indulgente.

Luciano,

Luchí, como le decían al pequeño, creció entre esos dos


amores: díscolo, egoísta y prepotente, siempre amparado
por uno de la cólera del otro. Sus caprichos eran
consentidos por ambos y sus faltas disimuladas con igual
indulgencia.4

El joven no trabaja. La bebida, el juego y las mujeres son su ocupación, y su hermano


mayor y su madre son sus fuentes de ingreso.

Doña Pantaleona había perdido a su hombre cuando Luciano apenas comenzaba a caminar.
El paso de los años no ha suavizado el dolor de la pérdida, pues incluso al mencionarlo

se secaba la lágrima que el recuerdo del ausente traía a


sus ojos. 5

Su actitud maternal está presente en todos sus actos, aunque es distinta con cada hijo.

Para con Crisanto, es quien maneja la casa, atendiendo a la economía familiar a la vez que a
la comodidad del trabajador hijo mayor. Se establece entre ellos una camaradería especial,
que, sin alterar la relación filial, los pone en pie de igualdad a la hora de decidir sobre la
crianza del hermano más joven. Pero esto no impide que Pantaleona ejerza su autoridad
materna: cuando se le hace evidente que el menor no ha tomado por buen camino, urge a
Crisanto para que lo lleve a trabajar con él,

pa que aprienda a ser útil...6

aunque su pedido no encuentra eco, puesto que el mayor continúa con la costumbre de
disculpar al joven con la excusa de que no ha tenido al padre. La anciana repetirá esta
solicitud, con la certeza de que está haciendo lo correcto por el hijo menor; siempre
encontrará una respetuosa resistencia por parte de Crisanto, que la mujer aceptará haciendo
honor a la relación ya señalada que ambos sostienen con respecto a Luciano.

Con respecto a este último, la actitud materna es una de protección constante, teñida de una
gran dosis de ceguera. En su niñez, Luchí es apoyado en sus repetidas ausencias a la
escuela porque, según su madre,

no va a estudear pa doutor7
4
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. El mal hijo. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
5
Ibid.
6
Ibid.
7
Ibid.

3
y porque

Mientras haiga salú lo demás no importa8

Pero cuando las travesuras infantiles se transforman en faltas más graves, es la madre, doña
Pantaleona, quien reconoce primero la necesidad de poner límites al joven. No duda, como
señalamos, en plantear el problema al hijo mayor, quien disculpa al hermano. Este planteo,
repetimos, no se da sólo una vez: la madre insiste en su postura, pidiendo al otro hijo que
actúe, sin hallar respuesta favorable.

Al iniciarse el punto central del relato, se muestran otras características de la anciana: su


sobriedad, calificada de espartana, que se traduce en el hecho de que tiene ahorros y que no
falta la comida en el hogar aún cuando

El año se presentaba malo, las heladas tardías


concluyeron con el mandiocal y la langosta devoró el
maíz aún tierno. Los pesos que nunca habían sobrado
andaban a la disparada en el rancho de los Tapia.9

La señora niega un préstamo al hijo menor. Dada la situación planteada cuando


comentamos el cambio de su visión del menor, podríamos preguntarnos si esta negativa se
debe realmente a una falta de dinero o a una decisión que ha tomado: si su hijo mayor se
niega a actuar, ella, como madre, iniciará de alguna forma la corrección de Luciano.

Su intento va a tener una consecuencia inesperada. El joven está decidido a obtener lo que
desea a cualquier costo, y cuando Pantaleona trata de alejarlo del sitio donde guarda sus
ahorros, Luciano la golpea. ¿Cómo reacciona la madre?

-¡M'hijo!...- solamente atinó a exclamar la mujer


dolorida, más que por el golpe por la ofensa.10

Recalquemos las palabras dolorida por la ofensa. En el medio donde transcurre esta
historia se tiene un fuerte sentido del respeto debido a los progenitores. La ofensa, que
quizás a los ojos de la actualidad no es tal, pues su razón pasa por una antigua costumbre
que ha sido dejada de lado, es de una gravedad incalculable. Golpear a la mujer en cuanto
compañera era una muestra de amor e interés. Golpear a la madre, una afrenta espantosa.

Lo extendido y arraigado de esta concepción se ve en la reacción del mayor y la de los


vecinos, que acuden atraídos por los gritos de Pantaleona tratando de detener a Crisanto:
horror en las mujeres, desprecio y deseos de venganza en los hombres.

8
Ibid..
9
Ibid.
10
Ibid.

4
La explicación, por su simpleza, no viene sino a reforzar este punto: todos comparten el
mismo valor moral de respeto:

...le pegó a mama... le pegó a mama...11

repite sin consuelo el hijo mayor. Y mientras las vecinas acompañan a la anciana llorosa al
interior de la vivienda, los hombres son testigos del castigo al ofensor: Crisanto

alzaba una y otra vez la hoja justiciera, hasta que, como


una flor marchita, la mano cortada rodó sobre la hierba
salpicada de sangre.12

En el sentir del hombre del interior, la mujer como madre es digna de todo respeto.

En La caricia13 se trata también el rol de la mujer como madre, aunque el marco dado
difiere en muchos aspectos.

Una mujer, de quien se dice que

lo mismo podía tener treinta que cuarenta o cincuenta


años14

llega a la casa señorial de los Dorantes y se emplea como doméstica por un día. Nadie le
pregunta su nombre, y ella no establece relaciones con nadie. Simplemente se establece
escuetamente que

Después de colaborar en la cocina, lavó pisos y ayudó a


arreglar el salón para la fiesta.15

Su actividad en la limpieza se ve interrumpida por una señorita, cuyo aspecto físico y su


actitud contrastan grandemente con la actitud humilde y la apariencia de la mujer. La joven
es de una indecible belleza, y trata a la empleada con frialdad y altivez. Es la nieta de la
dueña de casa y es el día de su boda.

En otro cuarto, Enriqueta Saavedra de Dorantes reflexiona. Es a través de esta reflexión que
conocemos los principales puntos de la historia: la joven es hija ilegítima de Diego, hijo de
Enriqueta. La han anotado y cuidado como hija del matrimonio de Diego, cuya esposa
falleció poco después del nacimiento de la niña. La verdadera madre había sido obligada
por sus propios padres a entregar a su bebé a los Dorantes, con la única concesión de que la
hija conservaría su nombre. Ahora esa niña, ya mujer, contraerá matrimonio y así asegurará
su porvenir.

11
Ibid.
12
Ibid.
13
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
14
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. La caricia. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
15
Ibid.

5
La boda es un éxito. Luego de la fiesta, la recién casada entra en la habitación donde la
mujer contratada por un día ayuda a otra empleada a preparar el equipaje. La anciana rompe
involuntariamente un frasco de perfume, y como castigo, recibe una bofetada de la joven.
Todos se horrorizan, pero justifican a la "señorita".

La joven se va, y terminan los servicios de la mujer. Al despedirse, desea gritar que ella es
la madre de la recién casada. Pero mantiene el triunfo para sí, contenta sólo con ser testigo
de la felicidad de la hija que hace veinte años perdió.

Este relato gira alrededor de tres mujeres. Dos de ellas, madres, ambas unidas por seres que
aman: Diego y Mili.

Enriqueta ha tenido un hijo, Diego, fallecido dos años antes. Recuerda a este hijo como
muy querido y muy malcriado. Indudablemente, el amor a permisivo de su madre y su
holgada posición han contribuido a hacer de Diego un mujeriego y un jugador
empedernido. Su amor maternal también se manifiesta en el cuidado que brinda a su nuera
enferma y luego a la nieta, la "señorita Mili". En cuanto a la nuera, trata de rodearla de
cuidados y comodidades en cuanto sabe que la enfermedad de ésta es grave, y que sus días
se van apagando. Incluso trata de ocultar la paternidad de Diego para no herir los
sentimientos de la joven esposa. Al fallecer ésta, encariñada con su nieta y para cumplir con
una promesa, cría a la niña como a su legítima heredera. No se dan detalles de otros hijos
de esta dama. Podemos decir que Enriqueta Saavedra de Dorantes representa a la mujer de
posición holgada que se pone a la cabeza de su familia y ocupa el lugar de privilegio, dado
que no hay en su entorno un hombre lo suficientemente fuerte para hacerlo. Ejerce el
matronazgo en forma eficiente y natural. Es la mujer capaz que dado su sitio en la sociedad
puede, y de hecho lo hace, tomar el liderazgo.

La otra madre es Romilda, la verdadera madre de Mili. Haciendo honor al respeto a los
progenitores que ya hemos mencionado, debe ceder su bebé por orden de sus padres. En su
caso, como en el de Enriqueta, su amor maternal no se abate por las desilusiones o la
adversidad. A pesar de la actitud altiva de la joven Mili, y de todos los Dorantes, Romilda
no toma revancha. Llega un momento de lucha interior: puede

vengar el dolor de veinte años de martirios, de veinte años


de sufrimientos por la hija arrancada de su lado...16

pero decide que la felicidad de su hija hace a la suya propia, y guarda silencio. En su alma,
sabe que ha sufrido una afrenta terrible: ha sido abofeteada por su hija. Sin embargo decide
no vengar esta y otras tantas ofensas, y el perdón que ofrece convierte el dolor del golpe en
la caricia de una mano que ama. Su amor de madre, concebido veinte años antes, ha pasado
su prueba de fuego.

Romilda ha sufrido el destino de tantas jóvenes del interior en la época en que se desarrolla
el relato. Es la madre joven, sola, que debe enfrentar una sociedad formidable que la
presiona, y ante la que debe ceder.

16
Ibid.

6
En estos dos cuentos, donde las actitudes de los hijos hacia sus progenitoras son el pivote
alrededor del cual giran los desenlaces, vemos que se atribuye a la mujer en cuanto madre
la posesión de una grandeza que no es superada, ni siquiera alcanzada, por cualidad alguna
en ningún otro papel que deba desempeñar.

La mujer como madre aparece también en Don Ramón, mi padre...17 aunque como un tema
secundario y como un recurso para reforzar la figura del padre que se presenta.

Don Ramón, mi padre... es de carácter autobiográfico. Velmiro Ayala Gauna recuerda a su


progenitor, que se convierte así en el personaje central. Pero en este cuento, que se organiza
en tres grandes partes, también aparece una madre.

La primera parte del cuento presenta a don Ramón y su actitud frente al estudio; la segunda,
su capacidad de lector, que lo convertía en un centro de atracción en una época cuando
otros medios de distracción tales como la televisión y el teatro no estaban al alcance de los
habitantes del pueblo; la tercera, que es la que nos concierne, refiere su actitud caritativa
hacia una madre.

Doña Candelaria, hija de su cultura y de su época, no sabe leer ni escribir. Es viuda y tiene
un hijo que está en la marina. Sabe de él a través de las cartas que éste le envía y que ella
oye de labios de don Ramón. La relación de amistad entre don Ramón y doña Candelaria
podría también verse como una de respeto filial. Vemos que don Ramón atiende con suma
cortesía a la anciana, incluso retando a su propio hijo mayor cuando éste comienza a
comunicar el verdadero contenido de la misiva que Candelaria ha llevado para que le sea
leída: la comunicación del fallecimiento del hijo amado. En la rápida reacción de Ramón,
en su interrupción y llamado de atención dirigido al joven, en la acción posterior de mandar
él mismo cartas a la anciana, que cree que son de su hijo, somos testigos de la caridad filial
para con Candelaria. A su vez, la actitud de la anciana para con su hijo, a quien no sabe
muerto, es de una madre que a pesar de la lejanía mantiene intacto el amor hacia su
vástago. Esta madre, que ha conocido el amor del hijo, ha hecho de él el centro de su vida,
aunque la distancia (producida primero por el trabajo del joven y luego por la muerte) los
separa.

En estos tres relatos, el papel de madre desempeñado por la mujer está impregnado de un
amor sin condiciones, constante y profundo. La visión que se presenta es de una maternidad
que lleva unida en sí tanto el dolor como la esperanza, y que es digna de todo respeto y
reverencia. Veremos luego que, en contraste con los otros roles jugados por la mujer, éste
es el más sublime, el más grandioso.

Un segundo papel asignado a la mujer en estos "Otros cuentos correntinos"... se ve en La


mujer, Soledad y El toro18.

17
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
18
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.

7
La mujer nos presenta a dos hacheros que luchan juntos por sobrevivir en medio de la
selva. El calor y el cansancio ha hecho que su diálogo se haya reducido a gestos y palabras
sueltas:

- Calor, ¡eh!
- ¡Ajá!19

Esta convivencia pacífica entre Pedro López y Críspulo Galarza, chaqueño uno y correntino
el otro, se desarrolla sin alteraciones

Hasta que una noche llegó la mujer... (...) Era un


lastimoso desecho humano; flaca, desgreñada,
haraposa...20

La recién llegada, que se presenta como Ciríaca, se convierte en una más del grupo. En
silencio, sin preguntas y sin contratos, toma el lugar habitual de la mujer en aquella realidad
social: se ocupa de la comida y de la limpieza.

Ya hemos señalado que la mujer es poco atractiva y a pesar de alimentarse regularmente y


de gozar de cierta estabilidad,

seguía siempre arrugada y fea como una bruja.21

Sin embargo, la soledad de los hombres, su juventud y sus ansias insatisfechas hacen que
vean en la vieja sólo su esencia: es una mujer.

Quien primero avanza es Pedro, y Ciríaca no se resiste. Pero Críspulo, cegado por celos
irracionales, puesto que la mujer jamás ha hecho nada por conquistar a ninguno de los dos
hombres, ataca a su compañero, defendiendo un supuesto derecho a los favores de la vieja.

Como resultado de la lucha, ambos hacheros resultan heridos; la mujer solicita ayuda y los
tres son trasladados a un hospital de la ciudad más cercana.

Es allí donde los hacheros tienen su epifanía. En el hospital tienen oportunidad de ver a
otras mujeres, y de compararlas con Ciríaca. Ninguno de los dos parece creer posible lo que
ocurrió. La fealdad de la mujer, más evidente aún en medio de otras mujeres más jóvenes y
con otro estilo de vida, hace que ambos reaccionen y consideren la locura de su proceder.

Pedro y Críspulo piden continuar trabajando juntos, riéndose cruelmente de la mujer que no
mucho antes fue la causa de su conflicto.

19
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. La mujer. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
20
Ibid.
21
Ibid.

8
La situación es similar en Soledad22. Lucio Sosa y Elviro Gómez comparten un orden:
viven en una isla, subsisten por la pesca, cambian cueros y plumas por provisiones y
dinero; con el dinero, compran bebidas alcohólicas. Tienen un acuerdo tácito.

Pero un día, Lucio vuelve del pueblo con Marcela,

una muchacha de largas trenzas negras, grandes ojos


oscuros y roja boca sensual.23

Elviro les deja la única habitación del rancho. La joven, tal como Ciríaca en La mujer se
hace cargo de la cocina y de la limpieza.

Tal como en La mujer, la soledad y la presencia de la mujer provocan a uno de los


hombres. Elviro trata de besar a Marcela, quien se resiste con poca convicción.

Lucio los ve, y también como Críspulo reacciona violentamente. Elviro, que no tiene su
arma, decide escapar nadando hacia el Paraguay. Lucio, haciendo gala de su habilidad de
pescador, arroja sus avíos. Clava los anzuelos en el vientre de su antiguo compañero,
desgarrándolo y causándole la muerte.

Mientras tanto, Marcela observa, tan sólo esperando. Pero Lucio ya ha calmado su ira, y su
sola reacción es pedir a la mujer que le cebe unos mates. Él también ha hecho una elección.

En ambos relatos, la mujer representa un momento de conflicto entre dos compañeros que
han compartido el trabajo y la soledad. En ambos casos, son los celos los que disparan la
acción. Las actitudes de las mujeres son también similares: se caracterizan por ocupar el
lugar que los hombres les asignan en su mundo particular. En silencio, toman a su cargo las
tareas de la cocina y la limpieza. Cuando son abordadas, ambas responden con una fingida
resistencia.

En cuanto a las diferencias. Ciríaca es una simple casualidad en la vida de Pedro y


Críspulo. Su encuentro y posterior estancia en el campamento no es una circunstancia
buscada por ninguno de ellos. En cuanto a su apariencia, repetimos, es una mujer vieja y
desaliñada. Por el contrario, Marcela, joven y atractiva, llega a la vida de Elviro como la
mujer de Lucio. Por esta causa, la acción de éste es la que la visión moral de su entorno
consideraría natural y justificada: Lucio ha recibido una afrenta real y ha debido actuar en
consecuencia.

Más allá de sus similitudes y diferencias, en los dos relatos se presenta el rol femenino en
su relación con el sexo opuesto, y los efectos que ejerce en el trato mutuo de los otros
miembros de estas pequeñísimas comunidades. No es un rol activo. Podríamos decir que es
sólo el hecho de ser mujer combinado con el paisaje y el estar con dos hombres solitarios lo
que precipita el desenlace. En ninguno de los dos casos se produce el contacto físico por
22
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
23
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Soledad. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.

9
insinuaciones o acciones directas de las mujeres. Si bien se las presenta como tentadoras,
ninguna de las dos lo hace por propia iniciativa.

En El toro24 , nuevamente vemos el tema de la mujer en su relación con los hombres. Pero
en este caso, distinto a los que ya hemos comentado, el rol de tentadora es voluntario.

Agapito Etchebere, el personaje central, es

hijo de vasco y de correntina. De uno heredó la tozudez y,


de la otra, el pelo negro e hirsuto...25

Progresista, decide comprar un toro de raza para mejorar su ganado, pero ve con creciente
enojo que sus vecinos, por el simple método de hacer pasar sus vacas por sobre el
alambrado del campo, también se benefician de su esfuerzo económico. Decide poner freno
a esta situación, redoblando su vigilancia del toro.

Paolo Sacco, uno de sus vecinos, que también decide aprovechar la inversión, trama con su
esposa el que ella distraiga a Agapito hablando de libros o por cualquier otro medio,
mientras él lleva sus vacas hacia el toro. La joven cumple con lo planeado, usando todos los
medios a su disposición... y el toro queda olvidado.

El resultado es que, así como los terneros de todos los vecinos manifiestan rasgos genéticos
del toro de Agapito, así el hijo de los Sacco tiene los ojos y el cabello oscuros... ¿una
alteración genética? El comisario del pueblo reflexiona frente a Agapito:

...el gringo Sacco es rubio, casi tirando a colorado, la


mujer es rubia también, y sin embargo, el hijo le ha salido
con el pelo y los ojos negros... (...) Los padres rubios y el
hijo con el pelo negro, ansina casi como el tuyo...26

En este cuento, que carece de la crueldad demostrada por los hacheros hacia doña Ciríaca o
del deseo de venganza de Lucio que causó la muerte a Elviro, el desenlace es realmente
cómico y lleno de picardía.

Comparemos ahora la actuación del personaje femenino. Anita de Sacco también actúa
entre dos hombres, pero esta vez sus encantos son usados en forma consciente e
intencionada, y por orden de su marido. En este caso, ella toma la iniciativa, es quien da el
primer paso, y la relación se consuma. Si bien podemos considerar también en este relato la
existencia de una relación en triángulo, también observamos una actitud completamente
diferente por parte de la mujer y de los hombres que la rodean. Anita utiliza su femineidad
para lograr un objetivo. A diferencia de las mujeres en los otros dos cuentos ya citados,
toma la iniciativa y seduce a Agapito; a diferencia de Marcela específicamente, actúa en
cierta forma con la anuencia de su esposo.

24
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
25
Cf. Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. El toro. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
26
Ibid.

10
Por lo tanto, observamos que en los tres relatos se trata a la mujer en su papel de pareja del
hombre. Notamos que no están en un plano de igualdad: es el hombre quien encabeza la
relación y quien determina la conducta de la mujer. Lejos de la dignidad que se le otorga en
su carácter de madre, su plano de acción queda reducido a las tareas domésticas y a
complacer los deseos (de cualquier tipo) de su compañero.

Este mismo tema, pero desde un punto de vista distinto, se toma en El forastero27. En las
tres historias tratadas antes, se parte desde el deseo experimentado por los hombres. Aquí,
vemos a Jacinta, una joven viuda, quien, después de años de soledad, se ve enfrentada a sus
propias necesidades naturales, disparadas por la presencia de un trabajador ocasional. Están
solos en la chacra de la mujer, y al tratar él de poseerla, Jacinta recuerda a su esposo
muerto, se resiste y expulsa al hombre de su casa, para luego arrepentirse y desear estar con
él. Pero él ya se ha ido.

Disímil en cuanto a la situación, El forastero presenta la narración desde el punto de vista


de la joven viuda. En este caso, resalta la fidelidad al esposo muerto, su amor por su
progenie y la realidad de su soledad. Pero sus necesidades físicas no sobrepasan su
moralidad sino hasta que vuelve a estar sola, cuando ya es demasiado tarde.

Este cuarto personaje femenino presenta a la mujer como un ser humano con necesidades
semejantes a las del hombre, pero con una actitud distinta en cuanto a ellas: hay una
negación y una resistencia, que luego se ven quebradas.

Aún otro papel asignado a la mujer es no ya el de madre o pareja, sino el que promueve
sueños y esperanzas.

Antenor Gamarra, personaje principal de La caída28, viene de vuelta hacia su lugar natal.
Viaja atravesando la selva montielera, con el corazón encendido de amor por Eugenia, su
novia. Pero en el camino algo espanta a su caballo, y el joven cae de tal forma que se
lesiona gravemente la columna y muere con la sola compañía de un carancho. En este
relato, donde la naturaleza asiste indiferente a la agonía y muerte de Antenor, la mujer, en
la joven Eugenia, representa el motor que impulsa al hombre. Luego del accidente,
consumido por la fiebre, llama a su madre y a su novia alternativamente. El niño que hay en
él pide por quien le dio la vida; el hombre, por la mujer que ama.

Una manchita apenas...29 representa el drama de un joven que, en el comienzo de una vida
llena de promesas y expectativas, descubre que sufre de lepra. Sabe que por las
características de su enfermedad y por las condiciones imperantes, deberá alejarse de todo
lo que ama. Su novia, de quien ni siquiera se da el nombre, recibe su visita inesperada, que
él sabe es la visita del adiós. Luego se dirige a las vías del ferrocarril. El fin del relato
queda abierto.

Enfoquemos nuestra atención en la novia del muchacho. En este relato, en que, repetimos,
sólo se la conoce por su relación con el protagonista, la mujer, en su papel de novia,
27
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
28
Ibid.
29
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.

11
representa una promesa de felicidad futura, que está vedada al joven. A diferencia de
Antenor, el enfermo tiene la oportunidad de despedirse de la persona amada.

En ambos relatos la mujer simboliza un futuro posible, una esperanza, un porvenir juntos,
que por distintas causas no se concretará.

El trabajo de la mujer en relación de dependencia con el Estado también aparece en "Otros


cuentos correntinos". Retratando una realidad social que lamentablemente no ha cambiado
en muchos aspectos, Los maestros30 presenta una situación muy común en el pasado
reciente. En la primera parte de este cuento, un maestro toma el puesto en un pueblito
correntino, para después renunciar y convertirse en tropero. Lo reemplaza una maestra, que
también renuncia para contraer matrimonio con el almacenero del pueblo.

¿Cuál es la razón de esta actitud frente a la tarea docente?

Los maestros duraban poco en Capibara-Cué,


especialmente en aquel tiempo en que estos abnegados
servidores llegaban a pasar hasta cuatro años sin cobrar
un centavo.31

La maestra, a quien sólo se la identifica como tal, es una mujer delgada y de ojos vivaces,
de gran energía y carácter. Se conduce por el pueblo con la seguridad que le da el ser la
maestra, tratando a todos los habitantes como si fueran sus alumnos.

En una ocasión, un muchachón trata de cortejarla de un modo inocente pero torpe, a lo que
ella responde con agresividad: descarga su puntero en la cabeza del galán, continuando con
tales golpes hasta que el comisario rescata al joven de su ira. Uno de los vecinos, el dueño
del almacén, interviene:

- ¿Qué pasó, señorita?


- Ese asesino que quiso ofender a una indefensa
mujer...- le respondió ella y se desmayó en sus
brazos.32

La "indefensa mujer" abandona su carrera docente al casarse con el almacenero:

A los tres meses se casaron, y la maestrita dejó el cargo


para cuidar del nuevo hogar y ayudar en el negocio.33

30
Ibid.
31
Ayala Gauna, B. Velmiro, Otros cuentos correntinos. Los maestros. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1966.
32
Ibid.
33
Ibid.

12
Aunque la señorita es sin dudas dueña de una gran decisión y empuje, y muy capaz de
valerse por sí misma, el desenlace nos señala una ideología muy encarnada en nuestra
sociedad, que aunque ha ido disminuyendo, aún no ha desaparecido. En efecto, el hecho de
ser ama de casa parece no concordar con el de trabajar fuera del hogar. La mujer,
presentada aquí como capaz de autosostenerse, abandona su carrera no sólo ante la realidad
del abandono del Estado, sino frente a la posibilidad de devenir base de una familia. La
mujer, de acuerdo al desarrollo de la historia, podrá tener su tarea fuera del ámbito
doméstico en tanto y en cuanto no esté casada.

De lo analizado, podemos observar lo siguiente: la mujer en "Otros cuentos correntinos"


cumple los roles de madre y compañera.

En el primer caso, se la presenta como un ser digno del mayor de los respetos, que debe ser
honrado en toda situación y sin excepciones. Es representada con derecho a intervenir, a
tomar resoluciones, a ser oída y obedecida, a ser cuidada y amada. Es capaz de grandes
decisiones y de grandes sacrificios. Es poseedora de una sacralidad dada por el hecho de ser
transmisora de vida. En este sentido, los relatos reflejan una actitud que hasta tiempos
recientes se ha conservado en nuestra sociedad, pero que ahora lamentablemente ha
comenzado a diluirse como consecuencia de cambios en las esferas económica y social. En
suma, este rol es el más encumbrado que se le atribuye.

El papel de compañera puede analizarse en dos aspectos: como pareja consumada del
hombre, destinada a cumplir el mandato bíblico:

Seducirás a tu marido y él te dominará,34

y como parte de un proyecto en común, aún no realizado, en el que es deseo y esperanza.


Es en este carácter de pareja en el que se acentúa más la concepción de dependencia de la
mujer con respecto al hombre: ella seduce, él domina.

Quizás desde nuestro punto de vista actual nos resulte chocante el ver que la mujer es
colocada en una posición subordinada, sirviendo a propósitos no del todo aceptables, pero
debemos reconocer que la lectura atenta de ésta y otras obras del autor nos proveen de un
retrato fiel de hombres y mujeres reales, con un recuento vívido de costumbres y
tradiciones que hicieron y hacen al ser del interior, y que son fruto de una situación
histórica concreta.

Indudablemente, los roles desempeñados por la mujer en "Otros cuentos correntinos"


reflejan un concepto parte de la idiosincrasia argentina. Esta forma de pensar, que comienza
a moldearse desde la alborada de nuestro país y que refleja etapas específicas de nuestro
desarrollo se traslada también al interior y da nacimiento a relatos como los que hemos
analizado y comparado, y que son parte innegable del ser argentino.

34
Gen. 3, 16b.

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