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Palabras clave: estepa, intensificación agraria, ganadería sostenible, cultivos de secano, educación
ambiental.
Introducción
La Península Ibérica alberga dos tipos de estepas: las estepas naturales, paisajes de
relieve llano o suavemente ondulado, con una cierta importancia de las gramíneas y ausencia
de árboles o arbustos desarrollados (Suárez et al., 1991), y las pseudoestepas, paisajes en
mosaico, compuestos principalmente por campos de cereal, barbecho, pastos y terrenos
arados, bajo un sistema extensivo de rotación de cultivos de secano (Suárez et al., 1997). La
heterogeneidad de estos paisajes permite la presencia de especies singulares e incluso
endémicas, un grupo de gran importancia debido a su estado desfavorable de conservación
son las aves esteparias (García et al., 2007).
Áreas de estudio
Medinaceli
Laguna de Gallocanta
El Planerón
Los Monegros
Las extremas condiciones de las zonas áridas y esteparias han propiciado una mayor
especialización de muchos de los organismos que habitan estos espacios, originando especies
endémicas o de distribución disyunta (García et al., 2007). Un tipo de adaptaciones
desarrolladas son las morfológicas y de colorido, relacionadas con el carácter terrícola de las
especies. A su vez conlleva la presencia de patas relativamente largas y fuertes, preparadas
para caminar como medio de locomoción, tan frecuente o más que el vuelo. Además, como
hemos comentado, esta afinidad por el suelo, también repercute en la coloración. De este
modo encontramos dos tipos básicos: aquellos en que predominan los tonos pardos, negros y
arenosos (aláudidos), y otros en los que contrastan dos colores dominantes, generalmente el
negro y el blanco (collalba negra).
Para comprender el por qué del primer tipo de coloración basta con argumentar que los
tonos pardos se confunden bien con la coloración del suelo, disminuyendo de esta manera la
depredación por depredadores cuya detección de las presas se fundamenta en la vista
(rapaces diurnas). El otro patrón ha sido objeto de una mayor controversia. Unos argumentan
que este colorido, que en principio se observa bien en la naturaleza, supone una advertencia
del mal sabor de la carne del ave. Paralelamente otros piensan que en la zonas abiertas,
donde los contrastes de sol y sombra son muy acentuados, estos colores pueden ser bastante
crípticos, especialmente cuando el ave se encuentra en pequeñas cavidades (Suárez et al.,
1991).
La adaptaciones reproductivas son bastante desconocidas, pero existen indicios de que
el condicionante más importante de los ciclos reproductivos de las aves esteparias ibéricas es
el régimen de precipitaciones, que a su vez es el condicionante de la productividad de los
ecosistemas mediterráneos (Suárez et al., 1991).
Existen otra serie de adaptaciones ligadas a la actividad diaria y la alimentación
(Suárez et al., 1991), tales como el carácter nomádico de muchas especies, las adaptaciones
etológicas destinadas a la búsqueda del alimento, la preponderancia de especies granívoras en
invierno, etc.
Pesa a la apariencia yerma y carente de vida que dan las estepas el número de aves
que habitan allí es tan elevado o mayor que en muchos otro medios ibéricos. No obstante en
cuanto a número de especies son relativamente pobres al compararlas con formaciones
vegetales más desarrolladas, ajustándose a la idea de que la complejidad de la estructura de la
vegetación está íntimamente ligada al número de especies (Suárez et al., 1991).
Uno de los factores más importantes para las aves es la estructura de la vegetación
(Suárez et al., 1991). Las estepas ibéricas acogen, con su diversidad de ambientes (matorral
mediterráneo, pastizales, cultivos extensivos, pequeñas masas arbóreas naturales o cultivos
arbóreos, cantiles, construcciones agroganaderas, saladares y lagunas halófilas…) una
avifauna singular y de gran riqueza. (García et al., 2007). Esta heterogeneidad en la estructura
del hábitat está relacionada positivamente con la diversidad y abundancia de aves (Suárez et
al., 1997). Además, este mosaico de hábitats parece ser esencial para muchas especies
(Buisson y Dutoit, 2006), tales como el cernícalo primilla (Ursúa et al., 2005).
Cambios en el aprovechamiento agrario, principalmente la intensificación de la
agricultura, implantación masiva de cultivos de regadío y el abandono de la ganadería
extensiva, ponen en peligro la supervivencia de la aves esteparias. Para avalar lo dicho
podemos referirnos al declive de las poblaciones españolas de Pterocles alchata y P. orientalis
(90% de la población europea), asociado a los factores expuestos en la línea anterior (Suárez
et al., 1997).
La penúltima etapa de nuestro viaje nos introdujo en uno de los parájes más desérticos
del territorio peninsular, las lagunas saladas de Los Monegros. Esta comarca se encuentra en
un proceso creciente de intensificación de la agricultura hacia cultivos de regadío. Como se ha
comentado en la introducción de este trabajo, la transformación de cultivos de secano a
grandes áreas de regadío (concentración parcelaria, reducción del medio y largo barbecho,
utilización de pesticidas, etc.) provoca la disminución de la mayoría de las aves esteparias,
como la ganga y la ortega (Suárez et al., 1997) o el sisón común (Martínez y Tapia, 2002).
También se ha demostrado que el factor más importante que permite la presencia presencia
del cernícalo primilla es la existencia de bordes de cultivo, sin importar el tipo de agricultura
utilizada (Ursúa et al., 2005). Resumiendo la uniformización del paisaje que lleva asociado el
proceso de intensificación agraria es muy perjudicial para las aves esteparias, ya sea por
pérdida de hábitat o por disminución de sus recursos tróficos.
Unos días antes de la salida una noticia copaba todos los periódicos de la comarca de
Los Monegros y de todo Aragón. “El desierto aragonés de Los Monegros podría albergar en los
próximos años un gran complejo de ocio llamado Gran Scala, en el que se invertirían 17.000
millones de euros y que supondría levantar en ese paraje singular cinco parques temáticos, 32
hoteles-casino, un hipódromo, una plaza de toros y un centro de convenciones” se anunciaba
en un reportaje del periódico El Pais. La falta de información acerca del proyecto en los meses
siguientes al anuncio, unido al rechazo de las principales asociaciones ambientalistas de la
comunidad por su potencial impacto en el entorno y el poco interés social hacia el juego (y
todos las mafias asociadas a él), hacen pensar que Gran Escala se encuentra en la línea de las
operaciones inmobiliarias que han resultado ser exclusivamente especulativas.
Una vez más el principal problema con el que nos encontramos es la falta de educación
ambiental. La asociación Amigos de Los Monegros nos recuerda que la valoración del paisaje
árido de Los Monegros es mayor cuanto más lejano es el lugar de origen del observador. Así
pues uno de los principales objetivos en este territorio debería ser mejorar la valoración social
de este enclave único, donde “Ama lo próximo” debería convertirse en un nuevo
“mandamiento” ambiental en las estrategias de conservación. Iniciativas como “Estepas
ibéricas, el paisaje olvidado” realizada por SEO/BirdLife (2006) son un buen ejemplo a seguir.
Una alternativa bastante esperada para los naturalistas en Aragón es la creación de un espacio
protegido en Los Monegros, siguiendo así las experiencias en la reserva de La Crau en Francia
(Buisson y Dutoit, 2006). Las plantas amenazadas como Limonium stenophyllum (Fig. 1F) y
sobre todo, la vistosidad de las aves esteparias, candidatas para ser especies emblemáticas,
pueden ayudar en la educación social. Las características de algunas de ellas facilitan su
utilización para este fin, el caso de la avutarda, el sisón o las dos especies de gangas, cuya
librea y tamaño ofrecen interesantes posibilidades para una campaña de divulgación dirigida al
conjunto de la sociedad (Yanes y Delgado, 2006).
La última parada de nuestro viaje fue el Parque Natural de las Bardenas Reales de
Navarra. Al principio de esta visita el biólogo Alejandro Urmeneta expuso la experiencia
realizada en la finca “El Serrón” de Valtierra cuyo objetivo ha sido el de armonizar dos
intereses, el particular y el común: la rentabilidad del ganadero y el sostenimiento de un
ecosistema natural frágil, compatibilizando agricultura, ganadería y medio ambiente (Sayés,
2006).
Durante los diez años que ha durado este experimento se ha mantenido el sistema
tradicional de año y vez, una hoja llamada de cultivo y otra de descanso, ensayandose diversas
alternativas en ambos tipos de hojas (Fig. 2). El modelo propuesto presenta muchas ventajas
para el ecosistema en general y para las aves esteparias en particular debido a los siguientes
logros: i) reduce la erosión, problema que se ha comentado con anterioridad debido a la
pérdida de hábitat que provoca (García et al., 2007), ya que la tierra no se trabaja en primavera
y mantiene por más tiempo la cubierta vegetal; ii) el orden en los aprovechamientos con el
ganado favorece a la fauna ya que no existe un continuo ir y venir por las parcelas; iii) el
pastoreo se hace además de una manera pausada, no hay aglomeraciones que originen
pisoteos dañinos que pueden ser un importante desencadenante para la desertificación (Labani
et al., 2005); iv) se propician lugares de refugio para la fauna ya que el pastoreo se realiza
gradualmente en la superficie de cultivo, éste además, es fuente de alimento para varias
especies de aves esteparias (Delgado y Moreira, 2000); v) por último, al no cosechar el grano
con maquinaria se evita el riesgo de muertes por atropello.
Lo más importante de la propuesta elegida es la diversidad de cultivos que presenta
tanto espacialmente como temporalmente. El sistema de rotación de los cultivos entre cereal,
leguminosa y rastrojo determina un paisaje heterogéneo o en mosaico, cuya diversidad de
hábitats y recursos alimenticios favorece la presencia de aves esteparias (Delgado y Moreira,
2002; Sánchez-Zapata, 2003; Buisson y Dutoit, 2006).
Conclusiones
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