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Tema 2:
El orden social como propuesta con capacidad pacificadora de las relaciones sociales
siempre estuvo y estará ligado a las relaciones de fuerza existente en una sociedad y a la
amenaza o el ejercicio de la violencia para hacer cumplir las leyes que emergen del propio
orden social. En ese sentido, el derecho y la paz, como aspiración o componentes de tal orden
conviven en situación inestable con las violaciones al derecho y con la violencia para
imponerlo.
En una acepción amplia, el control social responde a la pregunta de cuáles son los
elementos, positivos y negativos, que mantienen una sociedad. En su acepción estricta, supone
la definición de la desviación y la reacción a la misma .
El control social es el ejercido en la sociedad política por el aparato institucional del
poder público: sobre el común de los ciudadanos, de manera global, y sobre determinados
grupos, frecuentemente marginados o resistentes, de una manera particular . El concepto de
control social remite, así, a la relación del poder con los ciudadanos.
Instancias informales del control social son, por ejemplo, la familia, la escuela, la
profesión, etc.; mientras que agencias formales del control penal son: la policía, los fiscales, los
jueces, los procuradores, sistemas penitenciarios; quienes actúan usando un conjunto de normas:
Código Penal, Código Procesal Penal, Código de Procedimientos Penales, Código de Ejecución
Penal, etc., que se relacionan en un complejo dinámico de funciones cuyas sanciones a
diferencia de las del control social informal nunca son neutras sino negativas y estigmatizantes,
encontrándose por este motivo, sometidas a normas que tratan de asegurarle objetividad y
respeto de las garantías de las personas involucradas en el conflicto social .
Cuando las instancias informales del control social fracasan o el comportamiento del
individuo reviste una particular relevancia social o gravedad, la sociedad se ve obligada a
recurrir al mecanismo artificial del sistema penal a fin de controlar lo que los medios naturales
no pueden.
El sistema penal es el control social punitivo institucionalizado . Este sistema emerge como
medio de socialización sustitutivo sólo cuando los mecanismos primarios del control social
informal fracasan.
Así, el control penal se manifestara en la actuación de los órganos del sistema, en los
procesos de formulación legislativa y hasta en las desviaciones en que incurra el poder punitivo.
Siendo lo primordial el conjunto de las relaciones vinculadas al ejercicio de la facultad punitiva
del Estado o al ejercicio del control penal y cómo tales relaciones se integran en el devenir
social.
Según el Dr. Luigi Ferrajoli, el sistema penal se caracteriza porque el Estado ha legalizado o
institucionalizado la violencia. El primer presupuesto de la función garantista del derecho y del
proceso penal es el monopolio legal y judicial de la violencia represiva. El derecho y el proceso,
en efecto, garantizan contra la arbitrariedad en cuanto representan técnicas exclusivas y
exhaustivas del uso de la fuerza con fines de defensa social .
Las relaciones sociales y los fenómenos que se generan en nuestro país, cada día son
más complejos, muchos de estos fenómenos provocan daño social, o crean intereses o demandas
que necesitan de una protección eficaz y oportuna, transformándose en bienes jurídicos que
necesitan ser protegidos o tutelados a través de la punibilidad, lo cual nos conduce a la
configuración de figuras delictivas creadas por la Ley penal, cuyas consecuencias alcanzan a
aquellas personas que causan daño social mediante la aplicación de sanciones penales.
Este complejo de momentos e instancias de aplicación del poder punitivo estatal surge
al amparo de la Construcción del Estado Moderno, es lo que se denomina Sistema Penal, el Dr.
Roberto Bergalli lo define de la siguiente manera:
“El sistema penal de las sociedades modernas está previsto como conjunto de medios o
instrumentos para llevar a cabo un efectivo control social formalizado de la criminalidad que se
manifiesta en esas sociedades. Por tanto, describiendo y analizando el funcionamiento de las
instancias que conforman es posible entender que tipo de estrategia de control social se pretende
dibujar desde el Estado. Sin embargo, el control social estatal no es todo control ni el mejor de
los controles que tiene lugar en las sociedades avanzadas que han entrado en el posfordismo.
De este modo, el Dr. Roberto Bergalli analiza el panorama del sistema penal,
diferenciándolo en estático o abstracto, y dinámico o concreto.
El sistema penal estático o abstracto designa aquel nivel de los sistemas penales que
únicamente se ocupan (por parte de los juristas) de la producción y estudio del sistema de
preceptos, reglas o normas que definen los conceptos de delito y pena.
La descripción de tipos delictivos por el Código Penal y la manera en que tendrán lugar
los procesos penales o la determinación de las formas de actuar que se prevé para las instancias
de aplicación del control penal (policía, jueces, Ministerio Público y cárcel) en las respectivas
leyes orgánicas no se llenan de contenido hasta que efectivamente una persona o varias son
imputadas, incriminadas o acusadas de una conducta punible. Esto último es lo que pone en
funcionamiento las instancias de aplicación del sistema penal y el producto de sus actividades
no necesariamente coincide siempre con las previsiones abstractas del ordenamiento jurídico. Es
decir, que esas actividades producen realidad que habitualmente difiere de la prevista.
CONTROL SOCIAL
Introducción
El control social persuasivo para el logro de la conformidad funciona principalmente con ideas
y valores, que se traducen en actitudes respetuosas de las normas. Se tiende a una moral libre,
opcional, personalizada, menos reglas y con menos control.
Medios informales
Las medidas informales, son aquellas que no están institucionalizadas, como los medios de
comunicación, la educación, las normas morales, etc, las cuales no tiene una formalización a
través de normas o leyes escritas. Son más importantes que los formales porque transmiten
hábitos, normas y valores determinados. La instancia policial es un ejemplo: es un mecanismo
de control social informal que se deriva del Estado. Se inició tras la Revolución Francesa
controlando a nivel legislativo. Sus competencias garantizan el poder desmesurado del Estado,
pero es una instancia estatal con capacidad de castigo y represión contra el ciudadano puesto
que los que controlan o tienen poder someten al resto. Su función principal es el mantenimiento
de leyes y del orden público. A partir de los años 80 (siglo XX), aparece la seguridad ciudadana.
Como hecho político, se añade una función de vigilancia (represor contra las incidencias) que
desemboca en el Estado intervencionista. Se vincula a la transformación urbana de las ciudades
(las grandes avenidas permiten el paso del ejército con los caballos). A esta función de represión
se le añade la salvaguarda: prevención en primer lugar y función asistencial de la población. La
paradoja fundamental de la policía es que simultáneamente es preventiva y represora, ya que "el
policía que está para ayudar también te puede detener".
Medios formales
Las medidas formales de control social son las que se implementan a través de estatutos, leyes y
regulaciones contra las conductas no deseadas. Dichas medidas son respaldadas por el gobierno
y otras instituciones por medios explícitamente coactivos, que van desde las sanciones hasta el
encarcelamiento o el confinamiento. En los estados de derecho los objetivos y mecanismos de
control social están recogidos en la legislación explícita.
SUBSISTEMA POLICIAL
1. PRINCIPIOS GENERALES
La Policía es una institución pública, de función indelegable, civil, que opera dentro del
marco de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de los tratados y
principios internacionales sobre protección de los derechos humanos, orientada por los
principios de permanencia, eficacia, eficiencia, universalidad, democracia y participación,
control de desempeño y evaluación de acuerdo con procesos y estándares definidos y sometida a
un proceso de planificación y desarrollo conforme a las necesidades dentro de los ámbitos
político territoriales en el ámbito nacional, estadal y municipal.
Dentro del marco constitucional y de los derechos humanos: La Policía es una institución
encargada de contribuir significativamente a garantizar la seguridad ciudadana con estricto
apego a los principios constitucionales, y a los derechos humanos garantizados por la
Constitución y por el sistema internacional de protección.
Democrática y participativa: La policía debe ser una institución abierta al escrutinio de los
ciudadanos, facilitando la intervención de los mismos en la planificación del servicio, el control
y evaluación, gestión conforme a parámetros predefinidos y suficientemente conocidos, que
faciliten su mejoramiento y corrección.
2. LA FUNCIÓN POLICIAL
Estas acciones definen el marco de la función policial general, que por mandato
constitucional, es concurrente entre los tres ámbitos político territorial del poder público
nacional, estadal y municipal. Por lo cual son competentes para ejercerlas, la policía nacional y
las policías estadales y municipales. Para el cumplimiento de esta garantía, el Estado cuenta con
los órganos de seguridad ciudadana, entre los cuales está la policía.
Roberto Bergalli
(Universitat de Barcelona)
Explicar los términos que conforman el título dado a este intervención podría ser una
tarea sencilla, toda vez que ambos pueden ser comprendidos sin mayores aclaraciones, aunque
los lenguajes jurídico-penal y sociológico no sean de divulgación amplia. Sin embargo, según la
tradición en la cual primero se acuñó la expresión sistema penal para luego, muy
posteriormente, quedar inscripta en el glosario y los principios del constitucionalismo social,
parecería un contrasentido ligarla con el segundo término del título elegido. Me explicaré, por
partes.
1) El sistema penal del que hablan los juristas está limitado al campo de los
ordenamientos jurídico penales, procesales, policiales y penitenciarios. De esta manera, los
fundamentos, los límites, los objetos de conocimiento y los métodos para llegar a describir a
estos, quedan circunscriptos al análisis del universo normativo dentro del que queda encerrado
el debate jurídico-penal y así entonces queda determinada la epistemología jurídica, al menos en
la tradición continental-europea. Semejante debate tiene lugar sobre los mayores o menores
espacios de libertad dentro de los cuales tanto la responsabilidad criminal (culpabilidad) del
autor de un delito, como la determinación de las consecuencias jurídicas a esa acción punible
deben decidirse jurisdiccionalmente. Tal concepción arranca de un origen liberal iluminista el
cual, por su propio surgimiento e instalación en la Modernidad, reinvindicó su origen humanista
y humanizador. Pero, el sistema penal del que en propiedad nuestras actuales sociedades son
herederas es aquel que, a partir del constitucionalismo social de la Segunda Post-Guerra
mundial, ha guiado las orientaciones de la intervención punitiva posterior y es uno dentro del
cual han de tenerse en cuenta otros fundamentos, otros límites, otros objetos de conocimiento y
otras metodologías. Lo que estoy queriendo decir, en definitiva, es que hemos de hablar y
plantear el cambio epistemológico ocurrido en el campo del conocimiento criminológico, del
cual poco se habla. Ello así, pues este segundo concepto ampliado de sistema penal que heredó
del primero sus fundamentos humanistas, se vio exigido a expandir su campo de conocimiento
con el fin de poder aplicar y desarrollar los principios del constitucionalismo social; es decir,
con el fin de incorporar a la actividad de las instancias o agencias de aplicación del control
punitivo-estatal los nuevos objetivos o fines que las constituciones atribuyeron a la pena y a
toda la actividad complementaria de las policías, las jurisdicciones penales y las cárceles o
instituciones penitenciarias para la aplicación concreta de las penas.
2) En lo que atañe al segundo término del título -exclusión social-, éste requiere una
aclaración relacionada con las transformaciones que han estado y siguen provocando en los
tejidos sociales las consecuencias de una globalización económica con efectos dañinos sobre lo
social, lo cultural y, obviamente, lo político. En efecto, en todos estos planos de la vida de los
pueblos –tanto en Occidente como Oriente, aunque con variadas gradaciones, como es
comprensible- aquellas consecuencias se están demostrando como perniciosas y destructivas de
unas formas de relaciones e intercambios entre los humanos, establecidas y fijadas a lo largo de
los últimos períodos de la Modernidad. Muchos estudios se han difundido acerca de dichas
consecuencias, pero quizá uno de ellos sea el más claro y cercano a ellas (cfr. Baumann 1998).
Aquí es donde este tipo de apreciaciones se entrecruza con el ya difundido debate acerca del
surgimiento y vigencia de una post-Modernidad. La superación del s. XX, con todas las
contradicciones y las ambigüedades que había heredado de la Modernidad, ha puesto en
evidencia que se ha abierto un período posterior para la Humanidad y, en especial, para aquella
parte suya que habita en el Occidente del mundo (cfr. Guarracino, 2000). Muchos fenómenos
que siempre se han manifestado en la existencia de las sociedades humanas, tales como el delito
y la inmigración, por citar los más representativos del malestar que atraviesan nuestras vidas
contemporáneas, son últimamente objetos de análisis y tratamientos jurídico-penales,
presentándose ambos como expresiones típicas de exclusión social . No obstante, conviene
desde ya aclarar que también el delito y la inmigración nunca fueron expresiones propias de
inclusión pese a que, con matices, en diferentes períodos de la industrialización occidental y de
la incorporación de áreas de ese sector del planeta al comercio mundial, sí constituyeron
situaciones o procesos a través de los cuales sus actores pudieron integrarse a la vida productiva
y activa de determinadas sociedades (cfr. en particular respecto a la emigración italiana, la vasta
obra coordinada por Bevilacqua; De Clementi; Franzina 2001 y, en relación a la inmigración en
Argentina, Devoto 2003) . En algunos casos, los delincuentes condenados y los inmigrantes se
convirtieron en los agentes de crecimiento y desarrollo de países que en los tiempos presentes
son modelos de desarrollo (Australia, Nueva Zelanda)1, aunque es mucho más común el ejemplo
de los países que se han afirmado, incluso como casos paradigmáticos, sobre el principal
componente inmigratorio de sus poblaciones (Estados Unidos de Norteamérica y Argentina). La
misma voz exclusión social, ha sido considerada en las disciplinas sociales de ámbito castellano
hablante como proceso social de separación de un individuo o grupo respecto a las
posibilidades laborales, económicas, políticas y culturales a las que otros sí tienen acceso, y
suele concebirse como opuesto a inclusión social, aunque también a integración social (v.
Giménez 1998: 285). Este último, el de integración social, como noción central en el
estructural-funcionalismo parsoniano, o sea tendente a querer demostrar que las sociedades
pueden ser modelos de participación común sobre valores y creencias, es sabido que se opone a
los modelos de sociedades asentadas sobre el conflicto, las cuales no han sido analizadas
únicamente desde esta perspectiva por la originaria versión del conflicto marxiano de clases
(cfr. Marx; Engels 1975, vol. 2), sino también por toda la sociología del conflicto ulterior, no
necesariamente marxista (un sintético pero preciso panorama de ésta puede encontrarse en Rex
1981). Ambos modelos han sido propios del desarrollo de la civilización industrial. Mas, en las
últimas décadas, el concepto de la integración social ha quedado desnudo en toda su
esencialidad ideológica por efecto de los dos más grandes sucesos que han sacudido a las
sociedades occidentales, uno de naturaleza política y otro de raíz científico-tecnológica cuales
han sido, por un lado la desaparición de uno de los dos polos que controlaban la vida mundial
después del acuerdo de Yalta mientras, por el otro, el avance de la post-industrialización en la
cual, como se ha insinuado, ha influido decisivamente el cambio tecnológico, a partir de la
segunda Post-guerra mundial y los fenómenos agregados a ella, tales como la automatización.
De aquí en más, se ha producido lo que quizá es una verdadera hecatombe social con profundas
repercusiones económicas, aún cuando de lo que se habla es de una decisiva transformación
cultural ya que se alude al nacimiento de una nueva era caracterizada por el fin del trabajo
humano y el extravío del mayor sujeto histórico construido durante el fordismo, o sea el obrero
y sus organizaciones laborales (cfr. Rifkin 1997: 219-236; Gorz 1997). Por tanto, quien no se
integra o no puede incorporarse a la sociedad, sea la de las mayorías obedientes en el caso del
delito, sea la de acogida en el caso de la inmigración, puede resultar excluido. Pero, el camino
más veloz hacia la exclusión se ha construido en los últimos tiempos mediante la pérdida del
1
El empleo del banishment (destierro o deportación) como política para el uso de la mano de obra cautiva y, a la vez,
como colonización fue un instrumento de política criminal en el Reino Unido, a lo largo del s. XVIII (cfr. Ignatief
1978; Spierenburg 1991)
modelo social fordista, asentado –tal como he adelantado- en la cultura del trabajo industrial,
explotado y dependiente, pero gestor de un sistema de relaciones a través de las cuales se
obtenía respuesta a las fuertes demandas sociales (keynesianismo). Así fue que la economía de
mercado que emergió con el postfordismo incluyó un salto cualitativo en los niveles de
exclusión. El redimensionamiento de la economía ha supuesto tanto la reducción del mercado
laboral primario, como la expansión del mercado secundario o irregular y, asimismo, la creación
de una clase subalterna con un desempleo estructural (cfr. Young 2003: 21). Es de estos modos
como las sociedades post-industriales generan exclusión social.
El neo-liberalismo coincide con las ideas de la nueva derecha antes que con el
neoconservadurismo; así lo ha afirmado y demostrado Anthony Giddens (1994: 37-45) desde
que los mercados económicos juegan un papel tan destacado en aquellas. Para los neoliberales,
la empresa capitalista no es más vista como la fuente de los problemas de la civilización
moderna. Por el contrario, ella es el centro de todo lo bueno que se produce en su entorno. Un
sistema de mercado competitivo no maximiza únicamente la eficiencia económica, antes bien se
presenta como el principal garante de la libertad individual y la solidaridad social.
Así las cosas, las señas de identidad del sistema económico presente son, por una parte,
la concentración de la riqueza en pocas manos y, por la otra, la difusión de la miseria en las más
vastas mayorías que han pasado a conformarse con los nuevos excluidos sociales. En unas pocas
palabras, la globalización económica, impuesta desde ese proceso de concentración manifiesta,
ha generado una estratificación de las desigualdades que crecen hasta el punto de generar este
fenómeno de exclusión social (cfr. Gallino 2000: 51-96), al cual se pretende replicar con más
uso del sistema penal.
Pues bien, de todo esto pienso ocuparme en lo que sigue, o sea de cómo los sistemas
penales contemporáneos han dejado de ser un control punitivo-estatal con fines de
resocialización o reintegración social para sus clientes, para pasar a constituirse en formidables
agentes profundizadores de la exclusión social, ésta como rasgo esencial de los modelos de
sociedad implantados por las reglas del mercado y la desaparición de aquellos modelos que se
regían esencialmente por las normas del Estado.
- en términos de los efectos sobre el mercado laboral y sobre los recursos para la
atención de los niños, el progreso de la “sociedad de mercado” ha constituido un elemento clave
en las tensiones y presiones que ha debido soportar la “unidad familiar”. Los problemas de la
fragmentación familiar, ampliamente informados, incluyendo la rápida aparición de la familia
monoparental como un “problema social”, fueron claramente conectados con el impacto que
tuvo el desencadenamiento de las fuerzas del mercado sobre los modelos de vida de los
norteamericanos de clase baja y las comunidades étnicas establecidas
Estos principios rectores, pisoteados por el derecho penal autoritario de los Estados
totalitarios de entre guerras, fueron restablecidos por el constitucionalismo social y
constituyeron las bases de un nuevo sistema penal orientado a una pena-fin, mediante la cual,
además de cumplir con su naturaleza retributiva, también debía servir para alcanzar el objetivo
rehabilitador o resocializador. De esta manera, la intervención punitiva estatal debía recoger las
propuestas del modelo integral de ciencia penal (Gesamtestrafrechtswissenschaft) de principios
del s. XX, agregando todavía los aportes que las disciplinas de la conducta podían suministrar
para hacer comprender a los condenados a penas privativas de libertad la necesidad de corregir
sus comportamientos y así poder llevar, después de su liberaciones, un vida sin delitos. Estas
fueron las propuestas que, inscriptas en las constituciones de los Estados democráticos y de
derecho, recogieron los ordenamientos jurídico-penales de Europa continental.
Este sintético cuadro de la situación europea posibilitó que los sistemas penales
pretendieran alcanzar los objetivos resocializadores que fueron atribuidos a la ejecución del
encierro carcelario, algo absolutamente imposible de cumplir mediante el aislamiento o
secuestro institucional. Este aspecto es el que muestra con más evidencia hasta cuál punto la
ideología resocializadora estaba ligada a un modelo de sociedad de bienestar, aunque al mismo
tiempo también lo estaba a una orientación correccionalista.
Mas, esta orientación que ya los sistemas penales contemporáneos habían revelado
desde por lo menos hacía unas décadas, sufrió una agudización extrema a partir de lo que ya se
conocen como las consecuencias penales de los sucesos del 11. septiembre de 2011, al ser
atacadas las Twin Towers de New York. Si el nuevo imperialismo desarrollado hasta entonces
desde los centros del poder mundial, instalado en el seno de las empresas multinacionales y de
las instituciones militares de los Estados Unidos, había dado muestras de total menosprecio por
un número de países cuyas dependencias de las actividades económicas y bélicas
norteamericanas cuyos intervencionismos eran patentes, después de aquellos luctuosos sucesos
esta capacidad se convirtió en el eje del un impulso agresor. Afhganistan y últimamente Irak lo
muestran con toda evidencia.
Pero, junto a tal agresividad, el comportamiento que se exhibe desde la White House y,
en especial desde otras instituciones y centros de poder que actúan en su entorno como actividad
satelitaria para la difusión de la ideología bélica, están influyendo de una manera decisiva en las
filosofías punitivas de los Estados.
Una primera expresión de tal agudización, siguiendo la distinción hecha en relación a
los dos niveles de los sistemas penales modernos (abstracto o estático y concreto o dinámico),
se ha verificado en el terreno del derecho penal material. Esta expresión tuvo, sin embargo,
precedencia a los sucesos del 11. septiembre de 2001 y comenzó a verificarse con las
transformaciones propias a la globalización. La reclamada ineficacia del derecho penal para
controlar el aumento de la criminalidad comenzó a verificarse mucho antes de esos hechos. Ello
tuvo lugar a partir que los efectos de la globalización se hicieron sentir sobre la existencia y
alcance del concepto de derecho, en particular en lo que atañe a su producción y aplicación. En
efecto, desde el momento que el desarrollo de la economía globalizada impuso la necesidad de
que las reglas jurídicas alteraran su racionalidad, en el sentido que no sólo debían concretarse a
amparar relaciones limitadas al ámbito de los Estados nacionales y extender su alcance a
aquellas que iban más allá de las fronteras estatales, las nociones clásicas de la cultura jurídica,
en cuanto a espacio y tiempo, se demostraron insuficientes. Esto ocurrió, primero en el campo
del derecho privado, en lo que se refiere a la regulación de contratos y obligaciones. Mas, de
inmediato también el derecho público reveló su inadecuación para limitar situaciones que
siempre habían caído bajo el control estatal. Por otra parte, los cambios de la tecnología
facilitaron movimientos de bienes y servicios muy difíciles de vigilar, como asimismo
facilitaron recursos que usados de manera imprudente o irresponsable generan daños a personas,
grupos humanos o bienes colectivos.
TIPOS PENALES
Una característica del derecho penal es la sanción de figuras delictivas, cuyas conductas
son descriptas por el legislador del modo más preciso posible, y a ellas debe adecuarse el caso
concreto, en su acción o inacción, sometido a juzgamiento, para ser punible. La necesidad de
seguridad jurídica hizo que existiera una protección constitucional para que nadie pueda ser
condenado si no existiera una ley que califique su conducta como antijurídica y punible,
debiendo ser esta ley anterior al hecho. Las leyes penales no poseen efecto retroactivo.
La norma no podría decir por ejemplo “el que cometa un hurto” sin señalar que
características definen el delito de hurto. Así el Código Penal argentino en lugar de decir al que
cometiera un hurto, expresa en su artículo 162: “…el que se apoderara ilegítimamente de una
cosa mueble, total o parcialmente ajena”.
2. Objetivos: Se refiere a todas las acciones percibidas por los sentidos que configuran
la conducta delictiva punible. Por ejemplo, art. 140 del Código Penal argentino “El que redujere
a una persona a servidumbre”, es una acción totalmente comprobable, que nos da idea del
accionar que se quiere reprimir.
Prostitución Forzada su raíz comienza con los valores principales, pero su causas es
principalmente por múltiples necesidades.
Delitos contra la Propiedad. Esta se encuentra más hacia la necesidad causa principal
de la exclusión
Delitos contra las personas este delito es el que reúne todas las causas de la
exclusión.
Ahora bien, resumiendo todos esos delitos ya mencionado y que son las causas
fundamentales de la exclusión social, y que sus factores principales son: la educación, el
trabajo, la salud, alimentación hábitat y vivienda, y que por múltiples razones les son negados
dentro de una sociedad, sobre todo “la capitalista”, en donde la riqueza y las prosperidades están
en manos de un pequeño grupo social y el resto entre una población sin capacidad de responder
por carecer de herramientas necesarias para su bienestar social.
Cuestión que nadie discute, sino que es la opinión de la comunidad de los tratadistas
que han estudiado los problemas sexuales, es la de que el origen de los delitos de esta índole se
encuentra, con mayor frecuencia de la que podría imaginarse, en las aberraciones del instinto
genésico, como que ellas determinan en gran parte la perpetración de los delitos antes
mencionados.
Hasta hace muy pocos años, por la circunstancia de que los problemas sexuales se
hayan tratado siempre en privado, como hechos inmorales en todos los casos, se mantenía a los
niños en estado de absoluta ignorancia de todo lo relacionado con el sexo, por lo que aquellos
debían arriesgarse a la propia experiencia de esas condiciones, con la consecuencia lamentable
de no pocos traumas psíquicos que desembocan en verdaderas aberraciones.
En este punto se trata de ofrecer el tratamiento legal y consideración social a un tema
controversial como es el aborto provocado. Donde el ordenamiento jurídico ha venido
regulando desde la antigüedad.
En la Grecia y la Roma antiguas el aborto, así como el infanticidio, estaban
generalmente permitidos y socialmente aceptados. Desde que el Derecho se humanizó por
influencia del cristianismo, el aborto se ha castigado siempre como un crimen.
La ley penal no sólo tiene como fin la persecución del delito, sino también ayudar a
conformar la conciencia social sobre los valores básicos de la convivencia, estimulando a los
ciudadanos a no cometer lo que se penaliza.
• Delitos contra la Propiedad. El delito de invasión es una de las acciones ilícitas que
está bajo la lupa criminal de las autoridades. 10 años de cárcel y el pago de 200 Unidades
Tributarias es la máxima pena para los implicados en el hecho punible. El Código Penal
Venezolano sanciona la invasión. La Constitución Nacional garantiza el derecho a la propiedad
y la Ley del Régimen Prestacional de Vivienda y Hábitat prohíbe ese delito, y establece que
aquella persona que incurra en la acción irregular pierde las garantías de acceder una vivienda.
Ley del Régimen Prestacional de Vivienda y Hábitat: Artículo 155: Se prohíbe las
invasiones u ocupaciones ilegales de terrenos públicos o privados por parte de personas
naturales o jurídicas, en atención a lo establecido en el Artículo 115 de la Carta Magna.
El Estado no dará beneficio o garantía alguna a las personas naturales o jurídicas que
realicen invasiones u ocupaciones ilegales de tierras, en contravención con lo establecido en la
presente Ley y su Reglamento.
Necesidad extraordinaria.
Delitos contra las personas: La designación adoptada por la ley en este caso difiere
de las que se emplea en la mayor parte de los títulos del código, pues generalmente éste toma de
base, como principio clasificatorio, el bien jurídico tutelado por las incriminaciones
correspondientes. En este caso, sin embargo, agrupa bajo la designación “delitos contra las
personas” a los delitos contra la vida homicidio, aborto y la salud lesiones ya sea en figuras que
se orientan en general, hacia la represión del daño consumado o en figuras que tienden al
castigo de acciones que crean riesgos considerables para la vida o la salud duelo, abuso de
armas, abandono.
Por su importancia en los delitos contra las personas, señalaremos los comprendidos en
el titulo IX, Capitulo I y II del Código Penal, desde los artículo 405 hasta el 420 y podemos
mencionar los siguientes: homicidio, rapto, secuestro, lesiones personales, entre otros
Delitos Comunes
Artículo 104: Incurre en contrabando y será penado con prisión de dos a cuatro años
quien, mediante actos u omisiones, eluda o intente eludir la intervención de las autoridades
aduaneras en la introducción de mercancías al territorio nacional o en la extracción de las
mismas de dicho territorio. Igual pena se aplicará en los supuestos siguientes: La conducción,
tenencia, depósito o circulación de mercancías extranjeras, si no se comprueba su legal
introducción o su adquisición mediante lícito comercio en el país. El ocultamiento de las
mercancías en cualquier forma que dificulte o impida el descubrimiento de los bienes en el
reconocimiento. El transporte o permanencia de mercancías extranjeras en vehículos de
cabotaje no autorizados para el tráfico mixto y la de mercancías nacionales o nacionalizadas en
el mismo tipo de vehículos, sin haberse cumplido los requisitos legales del caso. La circulación
por rutas o lugares distintos de los autorizados, de mercancías extranjeras no nacionalizadas,
salvo caso fortuito o fuerza mayor. La rotura no autorizada de precintos, sellos, marcas,
puertas, envases y otros medios de seguridad de mercancías cuyos trámites aduaneros no hayan
sido perfeccionados, o que no estén destinados al país, salvo caso fortuito o fuerza mayor. El
despacho o entrega de mercancías sin autorización de la aduana, en contravención a lo dispuesto
en el artículo 26 de esta Ley. La descarga o embarque de mercancías en general, de
suministros, repuestos, provisiones de a bordo, combustible, lubricantes y otras destinadas al
uso o consumo a bordo de los vehículos de transporte, sin el cumplimiento de las formalidades
legales. El trasbordo de mercancías extranjeras efectuado sin el cumplimiento de las
formalidades legales. El abandono de las mercancías en lugares contiguos o cercanos a las
fronteras, al mar territorial o en dependencias federales, salvo caso fortuito o fuerza mayor.
La Violencia Intrafamiliar La definición jurídica de este tipo penal tiene una
génesis netamente internacional. En la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia Contra la Mujer, Convención de Belem Do Pará, se define a esta
violencia como toda acción o conducta contra la mujer basada en su género, que le cause
muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como el
privado,” y se reconoce que la intrafamiliar es una de sus formas.
Violencia sexual. Art. 15, 8º Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida
Libre de Violencia. Artículo 46 de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una vida
Libre de Violencia.
Obrar con superioridad física o mental, sobre cualquier integrante del grupo familiar.
No fue hasta 1960, que se reconoció que la violencia y el maltrato en el ámbito familiar
eran un problema social. Antes de esta fecha, la violencia contra la mujer se consideraba como
algo anormal y se les atribuía a personas con trastornos psicopatológicos o problemas mentales.
La existencia de este tipo de violencia indica retraso cultural en cuanto a los valores que
son tan importantes como la consideración, tolerancia, empatía y el respeto por las demás
personas; independientemente de su sexo. Este tipo de violencia no es precisamente un mal de
la actualidad, pero si es más común que se vea.
Las consecuencias de éste y de cualquier otro tipo de maltrato son que la autoestima de
la persona disminuye y afecta el desarrollo emocional. En la mayoría de los casos la persona
termina en drogas y alcohol y hasta en delincuencia; también si no se recupera a tiempo suele
repetir este patrón de maltrato. La baja autoestima se manifiesta en todas las personas que
sufren de algún tipo de maltrato y se refleja mucho en el ámbito escolar, se tiene problemas de
identidad y mucha dificultad en cuanto al manejo de la agresividad. Se le hace difícil construir
relaciones afectivas por la desconfianza, ya que el maltrato psicológico tarda mucho en
convertirse en maltrato físico. Una vez se vuelve en maltrato físico ya se ha destruido la
confianza en sí mismo del individuo afectado y el resentimiento ha ido en aumento.
La violencia familiar incluye toda violencia ejercida por uno o varios miembros de la
familia contra otro u otros miembros de la familia. La violencia contra la infancia, la violencia
contra la mujer y la violencia contra las personas dependientes y los ancianos son las violencias
más frecuentes en el ámbito de la familia. No siempre se ejerce por el más fuerte física o
económicamente dentro de la familia, siendo en ocasiones razones psicológicas las que impiden
a la víctima defenderse.
Es un hecho que en una relación de pareja la interacción entre sus miembros adopta
formas agresivas. En todas las relaciones humanas surgen conflictos y en las relaciones de
pareja también. Las discusiones, incluso discusiones acaloradas, pueden formar parte de la
relación de pareja. En relaciones de pareja conflictivas pueden surgir peleas y llegar a la
agresión física entre ambos. Esto, que podría alcanzar cotas de violencia que serían censurables
y perseguibles, formaría parte de las dificultades a las que se enfrentan las parejas. El maltrato
nada tiene que ver con esto; en el maltrato el agresor siempre es el mismo: Por definición, el
conflicto es una modalidad relacional que implica reciprocidad y es susceptible de provocar un
cambio. Por el contrario, el maltrato, aunque adopte las mismas formas –agresiones verbales y
físicas-, es unilateral, siempre es la misma persona la que recibe los golpes.
Los rasgos más visibles del maltrato son las palizas y los asesinatos, son los que
trascienden del ámbito de la pareja; sin embargo, los maltratos de baja intensidad, los maltratos
psíquicos que mantenidos en el tiempo socavan la autoestima de la mujer, son los que
mayoritariamente se dan. Cuando trasciende un caso de maltratos, la mujer puede llevar años
sufriéndolos. Y si los maltratos pueden producirse en cualquier etapa de la historia de la pareja,
es en el momento de la ruptura y tras esta, si se produce, cuando llegan a exacerbarse.
Es frecuente tratar el tema de los maltratos como casos individuales, los maltratadores
sufrirían una suerte de trastornos que les conducirían a maltratar a la mujer y a ésta, en su
fragilidad, a recibir esos maltratos. Esta sería una visión del problema tranquilizadora que no
pondría en cuestión el modelo patriarcal.
La mujer maltratada es aquella mujer que permanece en una relación donde su pareja la
agrede sistemáticamente. El ciclo de la violencia tiene tres etapas sucesivas primordiales. En la
primera etapa se incrementa la tensión y la victima intenta progresivamente tratar agradar al
abusador para que suceda la violencia. Si la violencia sigue este ciclo, la victima puede
enfrentarse con la pareja porque ha visto que la violencia es inevitable. Al hacer esto la tensión
cada vez se vuelve mayor. La segunda etapa es donde se inicia la violencia de cualquier forma y
siempre es dolorosa. Finalizando el ciclo, el abusador pide perdón a la victima, su pareja, por el
remordimiento y probablemente dice que jamás sucederá por la realización de un
comportamiento positivo. La victima puede sentirse recompensada y lo perdona, creyendo que
no va a suceder la violencia de nuevo.
Cualquier persona sana piensa que la mejor decisión seria abandonar la relación ya que
hay amenaza de violencia, pero no se descarta tan ligeramente. Cinco razones por cual la
terminación de la relación es cuidadosa son las siguientes. La victima teme por su seguridad
personal u otros miembros de la familia tanto como el capital económico y de vivienda del
mismo. Otra razón por cual no se deshecha la relación es la esperanza de cambio en el
perpetrador. Creencias personales que la victima no esta dispuesta a cambiar. Una de las
razones más persuasivas a veces es la misma familia quien dice que no terminen la relación. La
presión de vida en general a veces no deja que uno tome la decisión correcta.