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Más bien, la cura para cualquier sistema enfermo consiste en extirpar los holones que
han usurpado su posición en el sistema general, abusando de su poder de causación
ascendente o descendente. Esta es exactamente la cura que vemos funcionar en el
psicoanálisis (los holones sombra se niegan a su integración), en la teoría de la crítica
social (los holones ideológicos distorsionan la comunicación abierta), en las
revoluciones democráticas (los holones monárquicos o fascistas oprimen el cuerpo
político), en las intervenciones de la ciencia médica (los holones cancerosos invaden un
sistema benigno), en las críticas feministas radicales (los holones patriarcales dominan
la esfera pública), y así sucesivamente. No se trata de librarse de la holoarquía per se,
sino de detener (e integrar) a los holones arrogantes.
Añadamos también que, según la propia definición de Eisler, lo que las jerarquías de
dominación suprimen son de hecho ¡las propias jerarquías de realización del individuo!;
lo que ella llama “las aspiraciones más elevadas de la humanidad” en vez de las
“cualidades más bajas (degradantes)”. En otras palabras, la cura para la jerarquía
patológica es la jerarquía de realización, no la heterarquía (que produciría más
acumulaciones y fragmentos, no totalidades y curaciones).
(*) La Heterarquía, o red, es un sistema de organizar el espacio, el tiempo y la sociedad entendidos como
autónomos, con individuos y grupos autoinventados y autosuficientes, cuya estructura cambia
continuamente de acuerdo con los cambios necesarios y las condiciones. Por eso, los miembros de una
sociedad heterárquica se perciben unos a otros como autónomos, valoran la cooperación más que la
competición, pero conociendo que la ganancia para unos, no lo es para otros.
Mientras que la jerarquía patológica es un tipo de fascismo ontológico (en el que uno
domina a muchos), la heterarquía patológica en un tipo de totalitarismo ontológico (en
el que muchos dominan a uno).
DISTINCIONES CUALITATIVAS
El hecho de que las jerarquías de realización implican una graduación que sigue la
capacidad holística creciente – o incluso una clasificación de valor – resulta muy
molesto a quienes creen en la heterarquía extrema, los cuales rechazan categóricamente
cualquier tipo de categoría real o de juicio, sea el que sea. Señalan, con muy buenas y a
menudo muy nobles razones (muchas de las cuales apoyo de corazón), que la
categorización es un juicio jerárquico que a menudo se traduce en opresión social y
desigualdad, y que en el mundo de hoy la respuesta más justa y compasiva es un sistema
radicalmente igualitario o pluralista: una heterarquía de valores iguales. Aunque estos
críticos están, como he dicho, inspirados por nobles ideales, algunos se han hecho muy
rencorosos, incluso violentos, en su condena verbal de cualquier tipo de jerarquía de
valores. “Más alto” se ha convertido en su palabra malsonante universal.
Pero como niegan conscientemente la jerarquía en sí, deben oscurecer y ocultar la suya,
deben pretender que su jerarquía no es una jerarquía. Sus categorías no son reconocidas,
permanecen escondidas, encubiertas. Además no solo su jerarquía está encubierta, sino
que es contradictoria: es una jerarquía que niega la jerarquía. Están presuponiendo
aquello que niegan; niegan conscientemente lo que su postura real asume.
Esencialmente su postura se resume así: “Tengo mis categorías, pero tú no puedes tener
las tuyas. Y además, pretendiendo que mis categorías no lo son” – este movimiento es
inconsciente – “diré que no tengo categorías en absoluto; y entonces, en nombre de la
compasión y de la igualdad, despreciaré y atacaré las categorías donde las encuentre,
porque son muy malas.”
Su heterarquía es una jerarquía sigilosa, borran todas sus pistas y después pretenden no
tenerlas, y por tanto evitan y reprimen la cuestión realmente profunda y difícil: ¿Por qué
los seres humanos siempre dejan huellas? ¿Por qué la búsqueda de valor en el mundo es
inherente a la situación humana? Y, sabiendo que, aunque decidamos valorar todo de
igual manera, ello implica rechazar a los sistemas de valores que no propugnan lo
mismo, ¿por qué es inevitable que haya algún tipo de escala e valores? ¿Por qué las
distinciones cualitativas están construidas dentro del tejido mismo de la orientación
humana? ¿Por qué tratar de negar los valores es en sí un valor? ¿Por qué negar las
escalas de valores es una escala de valores en sí? Y, esto supuesto, ¿cómo podemos
elegir de forma saludable y consciente nuestras inevitables jerarquías y no caer
meramente en la ética del no reconocimiento, de la supresión y del oscurantismo?.
La cuestión es que, como Taylor expresa, aunque este individuo abrace la diversidad y
la igualdad de valores, la idea no es nunca que “cualquier cosa que hagamos es
aceptable”:
Quiero defender la tesis extrema de que vivir sin marco de referencia nos es
absolutamente imposible; dicho de otra manera, los horizontes dentro de los que
vivimos nuestra vida y que le dan sentido tienen que incluir estas fuertes
discriminaciones cualitativas (jerarquía de valores). Además, esto no es únicamente una
verdad psicológica cambiante acerca de los seres humanos que podría llegar a no ser
cierta en algún momento para algún individuo excepcional o un nuevo tipo de humano,
para un superhombre objetivamente desvinculado. Más bien, la afirmación es que vivir
dentro de horizontes fuertemente cualificados constituye la condición humana…y no un
extra opcional del que podríamos prescindir.”