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Coordinación: René Drucker Colín


Editora Responsable: Patricia Vega

Lunes 27 de abril de 1998

ARTICULOS DE OPINION
Victoriano Garza Almanza
La hipótesis de Masters

Jaime E. Contreras Díaz


Más sobre TQM y ventaja competitiva

Antonio Peralta Sánchez


¿Cuánto vale la vida para el médico?

Antonio Sánchez Ibarra


Los días de las ciencias

Victoriano Garza Almanza


La hipótesis de Masters
¿Existe alguna relación entre la contaminación ambiental y el crimen violento de las
ciudades? El investigador Roger Masters supone que sí. Próximamente aparecerá en las
librerías una obra de toxicología ambiental que contiene un polémico capítulo:
Environmental Pollution, Neurotoxicity and Criminal Violence. En él, Masters, profesor del
Dartmouth College, del estado de New Hempshire, presenta los resultados de un estudio en
el que correlaciona contaminación y crimen, y lanza una arriesgada hipótesis: hay una
asociación entre los índices de contaminación ambiental y los índices de criminalidad.

En su afán por entender por qué en Estados Unidos hay poblaciones con 100 crímenes
violentos por cada 100 mil habitantes y otras de similar tamaño con más de 3 mil, Masters
agotó todas las posibles correlaciones socioeconómicas y demográficas -pobreza, densidad
poblacional, raza, desempleo, drogadicción, alcoholismo, expulsiones escolares, migración
y otras- sin resultado alguno. Coligió que esa información no era suficiente para explicar la
estadística criminal de homicidios, violaciones y atracos con violencia.

Al indagar sobre otras posibles causas encontró, como


elemento distintivo entre los lugares con menor y mayor
criminalidad, la poca o mucha contaminación ambiental.
También halló vasta información científica sobre algunos
tipos de contaminantes que alteran la fisiología humana y
afectan algunos mecanismos de control nervioso, con lo
que la conducta de los individuos se puede ver
modificada.

En especial, se dedicó a estudiar el plomo y el manganeso,


metales tóxicos que abundan como residuos de procesos
industriales y que afectan las funciones nerviosas. Grosso
modo, los altos niveles de plomo dañan las células gliales,
encargadas de asear el cerebro de sustancias indeseables, y los altos niveles de manganeso
reducen la habilidad del cerebro para emplear la serotonina y la dopamina,
neurotransmisores asociados a los impulsos conductuales.

Según Masters, cuando el cuerpo humano absorbe estos dos contaminantes, producidos por
fundidoras, plantas químicas, gasolinas con plomo, sistemas de agua entubada y otras
fuentes, hay una sinergia y la habilidad del cerebro para bloquear las respuestas violentas se
inhibe.

Sus primeras aproximaciones las realizó en prisioneros, y encontró que los criminales
violentos tenían más plomo y manganeso en el cuerpo que los criminales no violentos.
Otros estudios han revelado que niños problema en edad escolar tienen mayor cantidad de
plomo que los niños no-problema.

Para probar lo que él llama la ``hipótesis de la neurotoxicidad del crimen violento'', analizó
el inventario de emisiones tóxicas (TRI) de los condados estadunidenses que la Agencia de
Control Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) tiene registrados, y comparó los niveles
de emisión de plomo y manganeso con las tasas de criminalidad reportadas en las
estadísticas del crimen que lleva la Oficina Federal de Investigación (FBI). Su conclusión
fue que los condados contaminados con altas cantidades de esos metales tóxicos tienen
tasas de criminalidad 300 por ciento encima de la tasa nacional. Finalmente, Masters
asegura que los índices de contaminación son tan buenos predictores de la criminalidad
como la pobreza.

Si bien se ha demostrado de qué manera ciertos metales tóxicos y sustancias peligrosas


afectan al organismo, definir en qué grado la contaminación incrementa las tasas de
criminalidad todavía representa un largo camino por recorrer.

Aún más: la fortaleza de los contaminadores está en que, si bien pueden ser objeto de
vigilancia y control respecto a lo que arrojan al ambiente, es sumamente difícil, costoso y
legalmente utópico vincular sus contaminaciones con algún efecto sobre la salud pública,
máxime si se trata de la conducta humana.

garzavic@infolnk.net

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