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Coordinación: René Drucker Colín


Editora Responsable: Patricia Vega

Lunes 14 de septiembre de 1998

ARTICULOS DE OPINION

Victoriano Garza Almanza


Frontera sin ciencia

Norma Avila Jiménez


El esplendoroso Sol y sus perturbaciones

Gilberto Reséndiz Romero


Educación y apertura comercial: la maquila

Victoriano Garza Almanza

Frontera sin ciencia


Las poblaciones fronterizas del norte de México fueron, al principio, lugares aislados que
por decenas de años sobrevivieron al desierto a instancias de la agricultura y el comercio
transfronterizo; al paso del tiempo, fueron utilizadas como punto de reunión y cruce de
braceros; finalmente, de 1966 en delante se convirtieron en terreno de
ensayo y éxito de la industria maquiladora.

En 1906, un grupo de visionarios fundó en Ciudad Juárez, Chi-huahua, una


de las primeras y más importantes escuelas de agronomía de América
Latina: la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar, que por
extrañas sinrazones fue cerrada y transformada en parque público en 1993.
En los años 60 y 70, respectivamente, la tenacidad de sus ciudadanos logró instituir el
Tecnológico de Ciudad Juárez y la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Sin embargo,
en el escenario fronterizo de comercio e industria, de trabajo y oferta de atractivos artículos
de consumo, la educación superior se convirtió en un escalafón para acceder a un mejor
nivel de vida.

Hay que resaltar que hoy en día la necesidad de empleo no es prioridad en los habitantes de
Ciudad Juárez; de hecho, en las recientes elecciones sólo 3 por ciento de los votantes
encuestados manifestaron que la creación de fuentes de trabajo debería ser prioritaria en el
programa del próximo gobierno municipal. Es tanta la oferta laboral local, que el trabajo es
lugar común de los estudiantes universitarios durante los primeros semestres de la carrera,
de modo tal que, al terminar sus estudios, se integran natural y completamente a la industria
maquiladora.

La gran mayoría de los jóvenes universitarios de la región son hijos o nietos de migrantes
que llegaron a la ciudad para cruzar y que -literalmente- los atrapó la oportunidad de
trabajo. Cubrir necesidades materiales fue la primera lección aprendida y enseñada a sus
hijos. En ese contexto, y en un ámbito de insuficiente cultura científica en la formación
académica, el estudiante adquiere la visión/meta de una vida como profesionista exitoso:
algo mucho más claro, seguro y mediato de lo que podría entender que es la vida como
científico, si es que alguna vez cruzó esa idea por su mente.

Sin duda alguna, desde la perspectiva del desarrollo regional la educación superior ha
respondido con creces la emergencia de la industria maquiladora que, directa e
indirectamente, genera más de 300 mil empleos en Ciudad Juárez y que mantiene una
constante demanda de personal calificado. ¿Pero qué sucedió con el desarrollo científico?
Sencillamente no ocurrió como hubiera sido deseable. La investigación, principalmente en
las llamadas ciencias duras, ha sido escasa.

Al cruzar la línea internacional hacia el norte encontramos que, a partir de las


negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC), las universidades de las ciudades
vecinas, como la de El Paso, Texas, han encontrado en los asuntos fronterizos un filón para
el desarrollo científico y académico, y son favorecidas y apoyadas por agencias,
fundaciones, sistemas universitarios y gobiernos. Para rematar, buscan flacas alianzas hacia
el sur del Bravo para justificar sus solicitudes de fondos para proyectos binacionales y tener
franco el cruce para muestrear o explorar de este lado. Basta mirar el directorio de
proyectos binacionales del SCERP (Southwest Center for Environmental Research and
Policy) o del Border XXI para encontrar que las universidades estadunidenses mantienen
absoluto liderazgo y control sobre los proyectos científicos.
Tal vez ya sea hora de que las megauniversidades mexicanas y las
agencias gubernamentales pertinentes tomen nota de esa situación y
apoyen a las pequeñas universidades -sobre todo las situadas en
zonas vulnerables como la frontera- en vez de evaluar, a las
instituciones y sus investigadores, con el mismo rasero que aplican a
la UNAM o al IPN/Cinvestav, medida inequitativa que las deja en
desventaja cuando se trata de distribución de recursos y con poco incentivo para la
investigación.

El estudio por el conocimiento y la dedicación a la ciencia es un modelo de vida poco


conocido por el estudiante universitario fronterizo. Si antes la ciencia reñía con la religión,
hoy en la frontera es la antítesis en la búsqueda de una mejor calidad de vida.

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