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ARTICULOS DE OPINION
Impacto de la maquila
Victoriano Garza Almanza
Lo que en 1960 comenzó como un proyecto de rescate del mercado fronterizo en la zona
internacional México-Estados Unidos dio lugar, en 1966, a la industria maquiladora de
exportación. Aquella iniciativa, escribió Antonio J. Bermúdez, director del Programa
Nacional Fronterizo, fue "para resolver uno de los problemas más importantes: el logro de
nuestra independencia económica".
A la fecha hay más de 3 mil maquiladoras en el país, y se calcula que emplean a poco más
de 1.2 millones de obreros y profesionistas. La parentela de esos trabajadores es de unos 4
millones de personas. De tal manera, poco más de 5 por ciento de la población mexicana
está económicamente supeditada a esas industrias. Si a eso se agrega el número de empleos
indirectos asociados a la maquila prestadores de servicios y proveedores y sus familiares,
tendremos que 10 por ciento de los mexicanos dependen de la maquila. Aunado a eso, se
afirma que 45 por ciento de la exportación nacional proviene de la industria maquiladora.
A pesar del agotamiento de los acuíferos en la región y la falta de recursos humanos, las
maquilas continúan arribando a la frontera. Eso está produciendo una sobreoferta de
trabajo. En consecuencia, diariamente, desde 1998, cientos de veracruzanos son reclutados
en su estado natal por agencias coyote, que les ofrecen empleo en la frontera, y traídos a
Ciudad Juárez para cubrir el déficit de mano de obra.
Tan imperiosa es la necesidad de personal que tienen las fábricas, que se lo disputan entre
sí. Los autobuses pirata que transportan a los veracruzanos son esperados entre callejones y
lomeríos, y tan pronto llega la gente a la ciudad es transbordada a vehículos de las maquilas
contratantes. Los números conservadores del gobierno de Ciudad Juárez indican que unos
50 mil veracruzanos han llegado a radicar en los dos últimos años. Miles de inmigrantes
más, procedentes de todos los estados de la República, se suman a ese éxodo.
Las estadísticas señalan que el aumento de la población en los últimos años es del orden de
los 60 mil habitantes por año.
El impacto social y ambiental de esa diáspora nacional hacia el norte de México no se ha
evaluado en toda su magnitud. Es evidente que los servicios básicos son insuficientes, y los
que existen se están desgastando rápidamente. No hay escuela digna para todos. Miles
carecen de servicio médico. Los asentamientos humanos irregulares son masas amorfas que
crecen como cáncer en las márgenes. Hay cientos de kilómetros de calles sin pavimentar y
miles de autos que las transitan y levantan cientos de toneladas de polvo sobre la población.
El transporte urbano (camiones escolares de desecho provenientes del país vecino) es
indigno.
A diferencia de otros flujos migratorios que se han dirigido a otros países o han tenido
como destino a México, y han traído consigo una preciosa carga de intelectuales que
enriquecieron con su cultura y sabiduría a los pueblos que los recibieron, a la frontera norte
llegan decenas de miles de gentes pobres y con poca o ninguna educación. Sin duda tienen
todo el derecho, pues buscan el sustento que en sus estados de origen no les dan. Pero esa
ola de migrantes nacionales aumenta el índice de analfabetismo en la frontera y gesta un
fenómeno contracultural que ya pesa en el erario y los servicios de los estados del norte de
México.
¿Cuánto durará el fenómeno? ¿Qué pasará cuando los acuíferos que abastecen de agua a
Ciudad Juárez se acaben en diez años y no podamos tocar el líquido del Bravo porque es
del vecino país? ¿Qué sucederá con los millones de habitantes de las ciudades fronterizas
cuando la maquila emigre?
vgarza@uacj.mx