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SE FIRMA LA CARTA VIGENTE

Una constitución para perdurar


Pese a las reformas, críticas y algunos desaciertos, la Constitución Política
de 1991 creó una nueva democracia en Colombia. Las amenazas a este
nuevo Estado social de derecho aún perduran.

Por Antonio Navarro Wolff *

El 4 de julio de 1991, cuando sancionamos la nueva Constitución de


Colombia, en medio de los acordes del Mesías de Handel interpretado por
la Orquesta Sinfónica de Colombia, en el salón elíptico del Capitolio
Nacional sabíamos que estábamos escribiendo una página duradera en la
historia del país.

Un conjunto de condiciones difíciles de alinear habían posibilitado el hecho. El


bloqueo de varios intentos de reformas urgentes a la antigua Carta de 1886, la
esperanza que despertó la paz firmada por el M-19, la obsolescencia conceptual de
una Constitución de más de un siglo, el descuido de la clase política recién elegida
al Congreso frente a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, el valor de la
decisión tomada por la Corte Suprema de Justicia de la época al abrir la posibilidad
de un proceso constituyente sin restricciones, la reconciliación de antiguos
contrincantes como Álvaro Gómez y las guerrillas desmovilizadas generaron un
ambiente que permitió grandeza, generosidad, visión de largo plazo, concertación,
trabajo intenso.

Esa Asamblea Constituyente es el único cuerpo colegiado en la historia de que se


tiene memoria que podría competir en popularidad con el actual Presidente, pues
nunca bajó del 70 por ciento de opinión favorable. Fue un verdadero fenómeno
político. Y el producto de su trabajo fue sobresaliente.

El más destacado concepto institucional de la nueva Carta es el llamado Estado


social de derecho. Desde el preámbulo se define con claridad y se enuncia
expresamente en la primera frase del artículo primero. La Carta del 91 va mucho
más allá de la definición clásica de la democracia como un Estado de derecho" y
define expresamente a las instituciones públicas como instrumentos al servicio de la
sociedad, especialmente de sus miembros más débiles. Las herramientas
fundamentales de ese "Estado social de derecho" son la carta de derechos descritos
con precisión en 71 artículos y las garantías para su aplicación definidas en otros
12.

Buenos hijos

De las instituciones creadas por la Constitución de 1991 la más popular es sin lugar
a dudas la tutela. Su aplicación acercó la norma de normas a todos los colombianos
y la convirtió en un texto de consulta y aplicación diaria; diríamos que en un libro
de bolsillo. Me atrevo a afirmar que la tutela ha hecho que la Constitución sea hoy
un texto más leído que la Biblia. Su popularidad medida en las encuestas supera el
80 por ciento de opinión favorable. Ella es fuente de controversias que no cesan. A
los gobiernos les incomoda, en cuanto los obliga -al menos parcialmente- a no
perder la prioridad social en épocas de vacas flacas. A algunos jueces les molesta,
en cuanto los saca de la tranquilidad burocrática y les impone plazos
impostergables para producir justicia. A los reaccionarios de siempre los irrita,
porque ensucia de barro las inmaculadas instituciones que preferirían encerradas en
castillos de cristal.
La otra institución estrella es la Corte Constitucional: abierta, dinámica, política en
el buen sentido, defensora a ultranza de la nueva institucionalidad, ilustrada, audaz,
eficiente, moderna, permanente creadora de decisiones de avanzada, y en el actual
período pasa por una etapa crucial de su aún corta existencia. Nunca antes había
corrido tantos riesgos de ver recortadas sus funciones y disminuida su capacidad de
decisión.

Los intentos sistemáticos del actual gobierno de recortar elementos del Estado
social de derecho, al disminuir los alcances de la tutela y las funciones de la Corte
Constitucional, entre otras medidas, han producido un efecto lógico pero que no
deja de ser sorprendente. La defensa de la Constitución se ha vuelto una bandera
política del centro y de la izquierda, y hasta los más ortodoxos marxistas, que
atacaron duramente el trabajo de la Constituyente, cuando una contrarreforma está
hoy en curso, han entendido las bondades de una buena parte del texto del 91 y la
defienden con ardor. Yo predigo que en este terreno, la Constitución prevalecerá,
aunque no han terminado los tiempos borrascosos.

Una reforma institucional más polémica pero también duradera es la de la justicia.


La creación de la Fiscalía y los pasos recientes para consolidar un sistema
acusatorio no tienen reversa. Seguirá por muchos años la discusión acerca de si es
el mecanismo para lograr la pronta y cumplida justicia que todos necesitamos, pero
el nuevo esquema llegó para quedarse; y en lo concerniente a los crímenes más
graves, su eficacia ha sido ya probada. No todas las instituciones judiciales tienen la
misma solidez. Pero la autonomía de la rama judicial parece garantizada.

En el terreno del pluralismo político el trabajo de 1991 también produjo cambios


duraderos. El bipartidismo cerrado y excluyente de 140 años ha desaparecido. Hoy
la sociedad colombiana es impensable sin una amplitud que parece a veces
exagerada. Debe encauzarse mejor el ejercicio de la política, pero la época en que
un puñado de jefes liberales y conservadores manejaban sus partidos como una
finca no volverá nunca jamás.

Cambios y riesgos

La reelección inmediata que se abre paso irrefrenablemente, si bien es un cambio


profundo en el ejercicio del poder en el país, es una transformación constitucional
relativamente menor que no desnaturaliza su corazón. El riesgo es que el poderoso
reelegido, investido de un mandato supremo por una victoria aplastante en las
urnas, decida persistir en debilitar otro de los logros constitucionales más
importantes: la separación de funciones entre las ramas del poder público. La
tendencia a un ejecutivo más poderoso, con menos controles y capacidad
aumentada de gobernar con instrumentos excepcionales al estilo del antiguo
"estado de sitio", es hoy el reto más formidable para la Carta de 1991.

Otro concepto de gran fuerza de la Constitución parece languidecer. La "democracia


participativa", como complemento indispensable de la representativa, parecía ser la
innovación más destacada de la Asamblea Constituyente. Sin embargo su aplicación
ha sido marginal y el estreno del referendo constitucional fue en verdad poco
auspicioso. Sin embargo, estoy convencido de que vendrán mejores tiempos para
esa participación directa de los ciudadanos, pues la madurez política de los
colombianos va en aumento.

La de 1991 es una constitución verde gracias al esfuerzo poco reconocido de Misael


Pastrana Borrero. En ese terreno, nuestra legislación es de avanzada para países
del mundo en desarrollo. Lo es también en la legislación para las minorías étnicas,
especialmente los indígenas, que están a punto de ver creadas por la ley de
ordenamiento territorial las Entidades Territoriales Indígenas (ETI), especies de
municipios donde se ejercerá el autogobierno.

En la Carta del 91 la economía tiene más aciertos de los que se le reconocen. La


autonomía de la Junta Directiva del banco emisor es un acierto indiscutible, aunque
sectores de opinión crean que su función no se puede reducir a mantener la
moneda sana. La flexibilidad de las instituciones económicas creadas ha permitido
que la concepción neoliberal actúe desde los gobiernos sin modificar el texto
constitucional. Quienes critican que ello sea así no pueden, sin embargo, negar que
lo mismo podría suceder si los gobiernos del futuro fueran de signo totalmente
opuesto. Esto es propio de una concepción de largo aliento, que permite aplicar
ideas opuestas dentro del mismo marco institucional, pues fue escrita para que
fuera perdurable.

En el ordenamiento territorial el trabajo se quedó en la mitad. Es tal vez el capítulo


más flojo de la Carta. Han funcionado inapropiadamente autonomías como las de la
televisión o los intentos de eliminar el clientelismo y la corrupción.

No cabe duda de que el cambio constitucional de 1991 es uno de los más


importantes eventos de la historia del siglo XX y seguramente de buena parte del
siglo que comienza. La nuestra es una Constitución hecha para durar, por lo menos,
un siglo.

*Senador de la República. Copresidente de la Asamblea Constituyente de 1991

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