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Ministerio juvenil “Guerreros de luz”

Reflexiones juveniles

ALZAD VUESTROS OJOS Y MIRAD LOS CAMPOS

Otra vez nos encontramos listos para otra charla sobre conflictos de la juventud.
Cierto día un grupo de jóvenes con muchas expectativas en cuanto a su futuro,
escucharon de labios de su maestro un desafío que cambiaría sus vidas y la de
muchos otros jóvenes que fueron influenciados por sus palabras.

Estaban en las afueras de la ciudad y tenían hambre, fueron en busca de


provisiones y cuando regresaron encontraron a su líder abocado a la tarea de aliviar
con palabras de vida eterna la carga de una mujer que tenía su vida arruinada por
el pecado y la desilusión. Al instante intentaron cambiar las prioridades del maestro
rogándole que se una con ellos en un reparador almuerzo a lo que recibieron una
propuesta mejor que la de ellos y con implicancias eternas.

Leamos el relato de San Juan 4:31 en adelante: "Entre tanto los discípulos le
rogaban diciendo: Maestro, come. Él les dijo: yo tengo una comida que
comes que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros:
¿Le habrá traído alguien de comer?, Jesús les dijo: mi comida es que haga
la voluntad de él que me envió y que acabe su obra; ¿No decís vosotros que
aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?, he aquí yo os digo alzad
vuestros ojos y mirad los campos que ya están blancos para la siega.

Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que
siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho:
uno es el que siembra y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que
vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores".
¿Cuántas veces, querido joven, te has encontrado en una situación así, ocupado en
tareas terrenas con motivos egoístas pensando sólo en satisfacer tus propios
apetitos y planes personales y descuidando la gran comisión de ir a alimentar y
saciar la sed del mundo con la proclama del evangelio?. Puedo imaginar la escena,
los jóvenes aprendices volvían de sus compras en la ciudad con sus mochilas
repletas de víveres, y pensaban: ¡Qué lindo pic-nic vamos a organizar con el
maestro!, en las afueras de la ciudad lejos de la muchedumbre, sin enfermos que
curar ni hambrientos que alimentar, a solas con Jesús.

¡Es todo nuestro!, pero al llegar vislumbraron desde lejos que el maestro no estaba
sólo, una mujer conversaba con él. Habrán dicho: ¿Ven?. Ya hay un intruso, ¿Pero
es que no tenemos derecho también nosotros de conversar a solas con él?, pero la
mujer se aleja y el Señor queda sólo otra vez. Ahora sí, vamos y llegando: Rabí,
come, ven siéntate, descansa.

Un lindo almuerzo, luego una reconfortante siesta y después un tiempo de


preguntas y respuestas. ¿Qué te parece la idea?. Tal vez un silencio de parte de
Jesús comenzó a arrojar dudas en las mentes de estos jóvenes respecto a sí había
sido buena su propuesta o no, y entonces las palabras del Señor: "Yo tengo una
comida que vosotros no sabéis", ¿Otra comida?, claro él estaba colaborando con el
pic-nic y seguramente aportaría el postre de una manera milagrosa digna de él,
pero. ¿Donde está tu comida maestro?, ¿no vemos canasta ni mochila ni cántaro?.
Muchas veces perdemos el tiempo intentando someter a Dios a nuestros planes
cuando él tiene otro mejor para nosotros y de mayor magnitud.

Casi siempre nuestros planes comparados con los suyos son como la canasta de
esos jóvenes comparada con la cosecha de millones y millones de almas que ya
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estaban blancas y que serían corona en la eternidad, si acabamos Su Obra. De ahí
la pregunta del versículo 35: "¿No decís vosotros que aún faltan cuatro meses para
la siega?". Uno de los síntomas de que estamos fuera de la voluntad de Dios
interponiendo nuestro plan al suyo es que le damos más crédito a nuestras
palabras e ideas que a las que Dios no revela en Su Palabra.

¿No decís vosotros?. Cuidado con este grave peligro. En el mismo error cayó la
iglesia en Laodicea. Apocalipsis 3:17 dice: "Porque tú dices: yo soy rico y me he
enriquecido, y no sabes que eres un desventurado, miserable, etc".Cuando
lo que yo digo habla más fuerte que lo que Dios dice, nos encerramos en un plan
mezquino y egoísta y perdemos la óptica de lo que Dios tiene para nuestras vidas
que siempre es más grande. Tal vez la causante de nuestra negativa para
involucrarnos en aceptar el desafío de la gran comisión como propia, se deba al
hecho de que la vemos como una carga impuesta por otro, en lugar de verla como
una necesidad personal.

Así lo veía Cristo por eso Él dijo: hacer la voluntad de mi Padre es mi comida, lo
necesito, me deleito en ello, lo disfruto igual que ustedes disfrutan esa comida
dentro de esa canasta. ¿Disfrutas tú el hacer la voluntad de Dios?, ¿te deleitas en
ser protagonista de Su Plan?. Creo que es tiempo, mis queridos jóvenes que
comencemos a levantar nuestra mirada de nuestros pobres planes y empecemos a
involucrarnos en la mies del Señor, es tiempo que miremos los campos pero que no
nos quedemos mirando esperando que otro vaya sino diciendo: Heme aquí Señor
envíame a mí.

Claro que es muy disfrutar de mesa junto al maestro, de la comunión con los
hermanos, del descanso recostado en su pecho y aún es necesario pero hay una
realidad de muerte a nuestro alrededor ante la que no podemos ser impermeables.
Ese compañero de escuela o colegio, esa compañera de universidad, tu amigo de la
infancia que cada vez le ves más perdido en el pecado, tu compañero de trabajo u
oficina, mueren y se van al infierno y tú debes darle el agua eterna que puede
calmar su sed.

El siglo 18 y comienzos de 19,estuvo caracterizado por el gran movimiento


misionero a nivel mundial y fueron jóvenes valientes los que dejando todo salieron
a los campos del servicio y conquistaron más naciones que las dos guerras
mundiales juntas y hoy ¿Qué?, ¿Y tú qué?. Ellos hicieron la obra pionera, ellos
abrieron el surco, ellos quitaron grandes piedras del camino y hoy, tu y yo, como
dijo el maestro a sus discípulos en los versículos 36-38, hemos entrado en sus
labores tenemos medios masivos de evangelización que ellos no tuvieron, tenemos
medios de transporte que ellos no tuvieron (muchos de ellos hicieron la obra a lomo
de mula), tenemos la misma semilla que ellos tuvieron, pero tenemos miedo,
tenemos vergüenza, somos indiferentes y no nos damos cuenta que nos perdemos
gran gozo aquí en la tierra y fruto para vida eterna en los cielos. Querido/a joven
que se plantea este desafío, estamos en los comienzos de un nuevo siglo, ¿por qué
no revolucionar el mundo con el evangelio como lo hicieron aquellos jóvenes
discípulos después de escuchar aquel desafío?, ¿por qué no ser protagonista de otro
movimiento misionero mundial como el del siglo pasado?. ¡Joven, a ti te digo:
Levántate!. Si continúas leyendo el pasaje de San Juan, verás el resultado de la
charla que Jesús tuvo con aquella mujer, toda la ciudad creyó en Cristo por el
testimonio de ella. Es que es la ley de la cosecha. Siembras uno cosechas miles.
Imagínate la abundante cosecha que levantarás si te propones en lo que resta del
año ganar a uno para el Señor, mira lo que te digo uno por año. Si todos los
creyentes hiciéramos lo mismo algo sucedería en el mundo, ¿No lo crees?.
Capacítate, descubre al Señor compasivo en las páginas de los evangelios y su
compasión se hará tu compasión.
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Pídele hoy a Dios una oportunidad para testificarle a alguien de tu fe, lleva siempre
un folleto en tu agenda para entregarle al que se siente a tu lado en el ómnibus,
haz obra de evangelista. Infórmate acerca del estado de la obra misionera en todo
el mundo. Apoya un misionero, ora por él, aprovecha tus vacaciones para visitar
alguna obra evangélica necesitada, ora por un país específico, asiste a las
actividades evangelísticas de tu iglesia, lee biografías de misioneros en zonas
inhóspitas.

La mies es mucha y los obreros pocos. No hay plan más supremo que el ser parte
de la empresa evangelística eterna de sembrar la palabra de Dios y de ver muertos
resucitar para vida eterna. Sé parte de esos milagros, gasta tu tiempo en la vida de
personas. Sólo hay dos cosas eternas: Las almas de los hombres que pasarán una
eternidad o en el cielo o en el infierno, y la palabra de Dios que permanece para
siempre. ¿No te parece que vele la pena invertir en estas dos cosas y tener una
cosecha eterna?. ALZAD VUESTROS OJOS Y MIRAD LOS CAMPOS PORQUE YA
ESTÁN LISTOS PARA LA SIEGA. ¡Que el Señor te bendiga!.

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