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Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría (IIAO)

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLOGICAS DE


OLAVARRIA

DEL GRIS AL VERDE


Para pensar la Gestión Ambiental en la ciudad de Olavarría

LIC. MARCELO SARLINGO

Subsecretaría de Cultura y Educación


Municipalidad de Olavarría
Diciembre de 1996

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Marcelo Sarlingo - Gestión Ambiental desde el Municipio
Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría (IIAO)

Indice
Prólogo

Capítulo 1.
Algunos elementos de la problemática ambiental contemporánea .
La capitalización de la Naturaleza.
Contenidos básicos para una descripción de la problemática ambiental global.
1. Contaminación del aire.
2. Pérdida de biodiversidad.
3. La cuestión demográfica.
4. El incremento de la urbanización.
Suministro y depuración de las aguas
La gestión de residuos.

Capítulo 2.
Administración y gestión a escala local. Fundamentos y bases de una propuesta.
Medidas instrumentales para una política ambiental a escala local.

Capítulo 3.
La protección de la Naturaleza y la Economía Ecológica .

Bibliografía

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Prólogo

No puedo menos que sentir vértigo y profunda inquietud ante las constantes transformaciones que nos
toca vivir y que sacuden fuertemente nuestra cotidianeidad, aún en nuestra ciudad, en nuestro pequeño rincón
periférico. Como antropólogo, no puedo menos que maravillarme ante los múltiples estímulos que nos deparan
el presente y el futuro, la vorágine de los cambios, las fronteras que comienzan a borrarse para dibujar otras.
Vivimos un nuevo desafío cada día, en el cual coexisten las genialidades con los horrores, las maravillas
tecnológicas con las más ruines claudicaciones éticas, la sana locura de la búsqueda de lo nuevo con la perversa
locura de la destrucción en búsqueda de la riqueza. Desde el punto de vista del campo de análisis que aborda la
antropología, la evolución de la especie humana, los días actuales pertenecen a un período cuyo
desenvolvimiento implica transformaciones sin precedentes para la humanidad.

Este trabajo es la continuación de una serie de enfoques que abordan la ciudad desde un punto de vista
antropológico. En los dos trabajos anteriores, “La Ciudad Secundaria” y “La Ciudad Fragmentada”, traté de
sintetizar los elementos clave del cambio urbano desde mi enfoque profesional, que otorga centralidad a las
representaciones sociales de los actores, a lo que piensan y a lo que dicen acerca de la ciudad. También como
exigencia del enfoque holístico en que se basa la Antropología, el cuerpo de ambos trabajos conecta estas
cuestiones con otros aspectos de los problemas urbanos, buscando las claves de los nuestros por comparación
con retazos de otras experiencias de vivir y hacer la ciudad. Es continuación en el sentido en que el escenario de
reflexión es la ciudad de Olavarría, escenario a su vez derivado de mi tesis de grado, “La Ciudad Inconclusa”.
Pero al mismo tiempo es alteridad en dos sentidos: en el sentido de la problemática trabajada y en el sentido de
los contenidos volcados.

En términos de la problemática abordada, el presente informe da cuenta, de manera deliberadamente


resumida, de los aspectos más generales de la problemática ambiental contemporánea, que es el más grande
desafío que haya enfrentado jamás una especie en el planeta: cómo detener su autodestrucción, y con ello frenar
la desaparición de gran parte de la vida actual en la Tierra. La degradación planetaria es global, dramáticamente
acelerada, y la incertidumbre casi aplastante. Enfrentamos el reto de reconvertir nuestra forma de vida en pocos

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años, cambiando la lógica de acumulación material que ordena nuestro modelo de civilización. En ningún otro
momento de la historia humana se vivió un desafío tal. Pero la problemática ambiental siempre aparece opacada
por los efectos más superficiales de la actual crisis de civilización. A veces, la magnitud de los problemas que
alcanzamos a imaginar nos abruma y nos hace refugiarnos en las cosas que sí parecen estar a nuestra escala.

En término de contenidos, lo que este informe trabaja son las conexiones entre una problemática global y
modalidades de acción ambiental a escala local. En relación a los dos trabajos anteriores, el resultado de lo que
se relata a continuación es un planteo de carácter propositivo y normativo, que contiene sintéticamente una guía
de cómo abordar la gestión ambiental a nivel local con una visión moderna. Este planteo se basa en las síntesis
que he podido realizar luego de haber terminado el período de cursada de la primera Maestría en Gestión
Ambiental del Desarrollo Urbano creada en el país. En el segundo capítulo de este trabajo, y en parte también en
el tercero aunque de una manera más abstracta, he desarrollado las claves de lo que entiendo que podría ser un
futuro probable en materia de gestión ambiental a nivel local, siempre y cuando podamos comprender el reto
que tenemos por delante.

Este planteo, y especialmente los aspectos que configuran un abordaje concreto para estructurar una
política ambiental con fuerte participación estatal, ha sido construido no sólo con insumos bibliográficos ni es
únicamente una síntesis de lecturas. Si bien los capítulos en los que se describen los aspectos básicos de la crisis
ambiental a nivel planetario sí están armados en su mayor parte con información de fuentes secundarias, los
aspectos operativos provienen del trabajo de campo desarrollado todo este año. A lo largo de medio centenar de
entrevistas y del contacto con un amplio sector de docentes y personal del ámbito educativo (sobre todo antes y
después de las charlas de sensibilización para el Programa “El Arte de la Basura”, generado desde la Dirección
Municipal de Ambiente y Turismo), de las relaciones entabladas en eventos como el Encuentro Provincial de
ONGs, patrocinado por la Secretaría de Política Ambiental de la Pcia. de Buenos Aires y del que nuestra ciudad
fue anfitriona, las infinitas discusiones con quienes son mis compañeros de maestría (entre los cuáles no hay
ningún antropólogo, sino que es una multitud de arquitectos, geógrafos y algunos ecólogos), he recogido un
material muy valioso. Aquí he podido sintetizar sólo una pequeña parte, y muchos aspectos surgen del
desacuerdo y la diversidad de opinión en relación a gente con la que pude entablar un diálogo siempre
respetuoso. En muchos de ellos he percibido claramente la pulsión y la pasión de la búsqueda de una vida mejor,
más auténtica, completa y gratificante que la que se ofrece desde la publicidad.

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Hay razones de mayor peso que justifican la energía puesta en la redacción de este trabajo. La primera es
que, en este punto de inflexión en nuestras vidas, ciudadanos de una ciudad intermedia de un país
subdesarrollado, estamos aturdidos por una omnipresente cultura tecnológica que parece tener vida propia,
mecanismos que seducen continuamente aún hasta el más excluido, aún aquellos para quienes la posibilidad de
alcanzar un mínimo bienestar les está vedada. En este aturdimiento, contemplamos por televisión las imágenes
interminables de genocidios apocalípticos (Rwanda, Yugoslavia, etc.), de la destrucción de la naturaleza y de la
generalización del hambre, para después continuar deseando el 0 km.. Al usar el “yo” como unidad de medida
ética, nos olvidamos que somos parte de la humanidad y que alguna vez tuvimos obligaciones con nuestros
vecinos y con otros hombres, ciudadanos o no.

La segunda razón es que, ante la pregunta “¿Qué hacer?”, me resisto a creer que la respuesta sea “Nada”.
Me resisto a creer que, ante la magnitud de la crisis y nuestro escaso poder político para producir cambios, la
única actitud posible sea la de esperar mágicamente “algo que venga de arriba” o resignarse a la perspectiva de
desaparecer en pocas décadas, muriendo con nosotros todas las cosas por las que hemos luchado desde siempre.
No es posible contemplar pasivamente como se transforma el planeta en un supermercado, como desaparecen
trozos enteros de la Naturaleza (y no estamos hablando sólo de la ballena azul o del coral australiano, estamos
hablando de la liebre pampeana, de las martinetas, de comunidades indígenas, de pequeños productores, de
trabajadores ahora disfuncionales al sistema, etc.). No es posible seguir aceptando que por transitorias
comodidades cotidianas que dudosamente nos hacen mejores personas (como el confort de un automóvil o el
exotismo de una comida cara) debamos hipotecar las posibilidades de dignidad de futuras generaciones. Es
necesario mirar con otros ojos la forma de vida de nuestra sociedad, que aún cuando sólo la quinta parte disfruta
de las riquezas que produce el resto de la humanidad (que vive en la pobreza), debe consumir recursos a un
ritmo que nos lleva directamente a una catástrofe planetaria.

Mis inquietudes permanentes se vieron realimentadas por dos episodios, uno personal y otro relatado en
un texto. En el primero de ellos, una persona (con un coeficiente de inteligencia bastante más alto que el mío y
mayores posibilidades de acceso a la información en virtud de su actual posición económica) me planteó el error

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de dedicarse a temas ambientales, bajo el argumento de que era una problemática de los países ricos, de
sociedades que ya tenían cosas resueltas. Mientras me decía eso, iba manejando un moderno auto y frente a
nuestros ojos teníamos los terribles destapes de la explotación minera, las fábricas con el electrofiltro apagado, y
los esqueletos de los pueblos del cordón serrano que alguna vez estuvieron habitados por cientos de personas que
hoy están, en su mayoría, desocupados. No respondí su argumento, sino que me quedé pensando en las
diferentes realidades que podíamos dibujar en nuestras mentes a partir de ver los mismos paisajes.

Otro episodio, que encontré en un texto que me sirvió como insumo bibliográfico para este trabajo, es
mucho más dramático, pero también más alentador. Lo transcribiré a continuación. “...En el invierno de 1942,
la ciudad de Leningrado se hallaba en estado de sitio, rodeada por los tanques nazis. Durante novecientos
espantosos días, los ciudadanos soportaron el fuego de la artillería y los bombardeos aéreos, pero lo peor era
el hambre. Cuando se levantó el bloqueo, más de 600.000 hombres, mujeres y niños habían muerto de
inanición...En el Instituto Vavilov de Leningrado, un centro de investigación agrícola y botánica, se quedaron
treinta y un científicos para cuidar la colección única de plantas y semillas meticulosamente recogidas en sus
lugares de origen genético de todo el mundo, bajo la supervisión del legendario biólogo, genetista y explorador
Nikólai Ivanovich Vavilov. Los colegas del célebre científico estaban menos preocupados por la expansión de la
Alemania nazi o el creciente gulag de Stalin que por la expansión de la civilización industrial a aquellas zonas
del mundo natural que contenían los recursos genéticos únicos de los que dependía el suministro mundial de
alimentos y la diversidad genética. Como muchas zonas estaban también en estado de sitio, los especímenes del
instituto eran el único vínculo existente entre el pasado y el futuro. Incluso durante los peores bombardeos, los
colegas de Vavilov plantaron valientemente nuevas generaciones de cultivos a fin de renovar su fondo genético.
Y cuando las rata hambrientas aprendieron a tirar de las estanterías las cajas metálicas donde estaban
guardadas las semillas para comerse el contenido, los científicos montaron guardia por turnos a fin de proteger
el tesoro genético. En el mes de diciembre, en medio de semillas comestibles y sacos de arroz y patatas, catorce
científicos prefirieron morir de hambre a comerse los preciados especímenes...” (GORE, A.; 1993: 253).

Mientras la mayoría de nuestra sociedad mira hacia otro lado, conmocionada aún por la corporización del
fantasma de la pobreza, muchas personas están comprendiendo que lo que hacemos con lo que nos rodea nos lo
hacemos a nosotros mismos, y quitamos la posibilidad a nuestros hijos de que puedan conocer y disfrutar las
cosas que nosotros conocemos. En una ciudad donde las personas que militan en las temáticas ambientales se

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cuentan con los dedos de las manos, pero también donde hay muchos más que tienen la sensibilidad suficiente
como para conmoverse y no esperar que otros tomen las decisiones que ellos tienen que tomar, no es una utopía
ni un delirio trasnochado (en todo caso, de muchas trasnochadas, porque este informe ha sido escrito durante
largas noches) plantear que es posible organizar una gestión ambiental realmente moderna, con bases científicas
y con la pasión necesaria para construir otros futuros posibles.

Es cierto que muchos problemas impactan a una escala en la que la conducta individual parece no contar.
El calentamiento del planeta (responsabilidad casi total de la estructura industrial de los países desarrollados,
pero también de los millones de motores de combustión interna que circulan incesantemente) no pueden atacarse
desde un municipio o sólo con un cambio de hábitos en el interior de nuestras casas. Sólo se resuelven a partir de
luchas políticas. Otros problemas, en cambio, requieren más ingenio y decisión política que dinero o
infraestructura. Requieren pensar temas tradicionales, como las necesidades de saneamiento o de organización
urbana, bajo categorías construidas por quienes se han animado, en décadas recientes, a pensar y actuar de otra
manera. Pero como esto aparecerá planteado más adelante, sólo quisiera advertir que mucha información se
encuentra desplegada en una gran cantidad de material aún sin sistematizar, salvo los contenidos del capítulo 2,
espacio en el que se desarrolla el nudo de lo que entiendo habríamos de hacer en materia de gestión ambiental.

La política ambiental, como campo de intervención científica, tiene muy pocas décadas, pero sería muy
engañoso decir que arranca con la sociedad moderna. Es sólo una parte de la relación entre la esfera de lo
cultural y la Naturaleza. Allí donde hay crisis e incertidumbre en esta relación, hay una problemática ambiental.
Desde hace poco menos de tres décadas, descubrimos que esta crisis es planetaria, pero que sus expresiones son
infinitas crisis locales y regionales. Múltiples indicadores de estas crisis ya forman parte de nuestra
cotidianeidad. Es el momento de asumir que esta temática tiene que estar más que presente entre nosotros. Por
comprender esto, agradezco enormemente el clima de libertad y estímulo a la investigación que el Lic. Hugo E.
Ratier ha sabido preservar en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría.

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Capítulo 1.

ALGUNOS ELEMENTOS DE LA PROBLEMATICA


AMBIENTAL CONTEMPORANEA

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L o “ambiental” debe entenderse como el campo de la realidad en que se definen interacciones entre la
Cultura y la Naturaleza, abarcando el concepto “naturaleza” tanto los soportes específicamente vírgenes
(hoy en día muy pocas zonas del planeta), como los soportes transformados o antropizados, que ya son
objeto de una intervención social. El momento en que vivimos tiene la particularidad de evidenciar una profunda
desestructuración de lo ambiental como consecuencia de la dinámica de las actividades de la cultura occidental.
La “problemática ambiental” tiene ya el suficiente estatuto de realidad como para ser considerada un verdadero
reto planetario, incluyendo los aspectos que conlleva su status epistemológico y su demarcación como campo de
intervenciones científicas, que es el modo de conocimiento dominante en nuestra cultura.

E l reto ecológico tiene elementos constitutivos centralmente ubicados como variables sociales y políticas,
además de las económicas y de las propiamente pertenecientes a la dinámica del mundo natural. Es por
ello que la progresión y el avance, en materia de preservación del medio ambiente, resulta tan difícil, ya
que implica redefinir los modelos de sociedad, y las ideas acerca del progreso y el desarrollo.

L a herencia cultural occidental contiene, en este sentido, elementos negativos (en relación con el dominio
de la naturaleza, presentes en la inspiración bíblica de la cultura judeocristiana, y también la idea de
progreso ilimitado en un mundo con recursos claramente finitos medidos según el desarrollo tecnológico
actual), que habremos de aprender a reconvertir. Aunque tímidamente, en las sociedades democráticas el
conservacionismo empieza a introducirse en los programas de los partidos políticos tradicionales, como
consecuencia del sentir público y, quizá también, de la indefinición política y de la falta clara de liderazgo de los
movimientos ecologistas. Si bien resulta difícil vislumbrar el cómo, es evidente que la política ecológica
constituirá una de los centros sobre los que pivotará la actividad político-cultural en un futuro inmediato. Un
claro ejemplo es la diferencia de concepciones que en nuestro país están mostrando los niveles nacionales (en
donde directamente la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano pareciera gerenciar de manera
encubierta la venta de recursos naturales a multinacionales y a gobiernos de otros países) y provinciales (en

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donde la reciente estructuración de la Secretaría de Política Ambiental, con rango de ministerio, hace que la
crisis ambiental que sufre la Pcia. de Bs. As. se asuma como problema desde el poder).

P ese a que no es posible sentirnos satisfechos de los resultados alcanzados hasta ahora, es preciso es
reconocer que la progresión y conciencia acerca de la racionalidad sostenible en la relación con la
naturaleza ha sido importante, sobre todo a la vista de algunos datos históricos. Suele decirse que los
primeros movimientos conservacionistas surgieron en EE.UU. en el siglo XIX, pero es sabido que los primeros
movimientos de crítica al capitalismo por sus efectos ambientales fueron europeos. Aún antes de la aparición del
capitalismo, ya se había documentado en muchos lugares de Europa la degradación introducida por la minería
(PONTIG, C., 1992). Más tarde, especialmente importantes fue la experiencia de los denominados “Jeremías”,
grupos que tenían una estrategia activa de protesta contra los efectos que causaban en el ambiente las minas de
carbón y el talado de los bosques en el territorio de Gran Bretaña. Al mismo tiempo reaccionaban contra formas
de explotación de los seres humanos, lo que los hacía blanco permanente de persecuciones. Estas actividades
tenían profundas vinculaciones con las filosofías libertarias que comenzaban a desarrollarse, y se encuentran allí
las protoformas del anarquismo verde europeo.

L a experiencia norteamericana del siglo pasado está asociada a la conservación de especies, y proviene de
la lucha de colonos que reaccionaron a raíz de algunas catástrofes ecológicas acaecidas a especies antaño
emblemáticas por su abundancia en el subcontinente americano (extinción de la paloma migratoria,
práctica desaparición de los bisontes, etc.). A fines del siglo XIX empezaron a tomarse medidas legislativas (el
primer Parque Nacional, Yellowstone, en Estados Unidos, fue creado en 1872). En 1900 los delegados de
algunos países firmaron un protocolo para la preservación de la vida salvaje en Africa y, si bien dicho protocolo
nunca fue ratificado, constituyó el germen de la Conferencia Internacional para la Protección de la Fauna y la
Flora de Africa (Londres, 1933). El acta final, firmada en 1936, prescribía la creación de áreas protegidas, la
regulación de la caza y del tráfico de trofeos, asi como la prohibición de determinadas técnicas cinegéticas.
Importantes medidas para la preservación de la naturaleza en el mundo occidental fueron tomadas en la década
de los cuarenta, como la aprobación (en 1940 en Washington) del acta final de la Convención para la Protección
de la Naturaleza en Estados Unidos, que establecía y definía las reservas de vida salvaje.

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T ambién en 1940 se celebró en Denver una Conferencia Interamericana y se fundó, en Fontainebleau,


Francia, la Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza
(IUPN, que en 1957 cambió su nombre por el de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y
los Recursos Naturales o IUCN), que supuso un gran paso adelante en la coordinación internacional de todo tipo
de iniciativas, especialmente gubernamentales.

E n 1961 fue fundado otro de los organismos internacionales mas destacados en este ámbito, la World
Wildlife Foundation (WWF), con la finalidad de recaudar fondos para la preservación de la vida salvaje
en cualquier área del planeta. Desde mediados de los setenta, muchas veces en conjunción con
movimientos pacifistas, diversas organizaciones ecologistas no gubernamentales del mundo occidental han
adoptado la estructura de partidos políticos con el fin de poder acceder a la representación parlamentaria (die
Grünen la obtuvo en 1983 en Alemania Federal, lo mismo que Les Verts en Francia o Belgica; en el Parlamento
Europeo los partidos verdes forman parte del grupo Arco Iris).

E n la actualidad, las variantes prácticas y estéticas del conservacionismo y del ecologismo (a menudo con
implicaciones turísticas, deportivas, y también asociadas al pacifismo, a la condición de la mujer, de las
minorías raciales, etc.) constituyen un importante movimiento social con proyecciones planetarias. En el
marco de este movimiento se mueven organizaciones que movilizan millones de afiliados, como Greenpeace,
que ha sabido consolidar desde su fundación en 1971 (en la ciudad de Vancouver) una estrategia massmediática
sumamente interesante. Sin embargo, al ser un movimiento básicamente de clase media alta, sin vinculaciones
político-partidarias concretas, no pudo articular estrategias de cambio social que se hicieran masivas, por lo que
sólo han demostrado una gran eficacia en términos de denuncia de la situación mundial.

E n el Tercer Mundo existe una variante mucho más visceral y asociada a luchas políticas que no han
tenido expresión partidaria pero que han sido y son realmente más dramáticas. El movimiento
ambientalista de los países pobres, que se denomina “Ecologismo popular”, se compone de las
reivindicaciones de los pueblos y naciones del Tercer Mundo que han protestado de muchas maneras buscando
la preservación de sus recursos naturales basados en la premisa de que los seres humanos también son el

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ambiente. En la comprensión de que la desaparición de la Naturaleza implica la desaparición de nosotros


mismos, y que la desaparición de la Naturaleza se debe a la satisfacción de la opulencia de los países del Primer
Mundo, el Ecologismo Popular ha desarrollado métodos muy creativos para dar cuenta de esta problemática, que
ha llevado a enfrentar a gente de comunidades indígenas y sectores populares con multinacionales,
conglomerados de empresas, gobiernos de diferentes países y grupos económicos nacionales.

A ún cuando tengan un mismo objeto, el Ecologismo Popular o Ecologismo de los países del Sur, muestra
notables diferencias históricas e ideológicas con las experiencias del Norte. Aquellos pueblos que se han
organizado para defenderse de la depredación de recursos y de procesos extractivos que han amenazado
su supervivencia, han consolidado (sin proponérselo en la mayoría de los casos) experiencias que han permitido
sostener la emergencia de un Ecologismo Popular.

E l planteo central de esta corriente se centra en la defensa del acceso comunitario a los recursos naturales
frente a la depredación introducida por el Mercado o por los Estados Nacionales. Se genera una reacción
filosófica y práctica contra la degradación ambiental, contra los excesos en la extracción de recursos
generados por la pobreza y por el intercambio desigual. Cuando la organización popular logra trascender
planteos ubicados en el eje de la base material, toma posiciones sustentadas en conceptos provenientes de
diversos sistemas simbólicos (como los proporcionados por religiones biocéntricas, opuestas a las religiones
antropocéntricas occidentales, o el ecofeminismo esencialista).

E l Ecologismo Popular se ha desarrollado intensamente en la India, en Kenia, en Brasil, en Malasia, y en


otros países del Tercer Mundo donde las condiciones de vida de las masas los obligan a agotar sus ya
depredados recursos simplemente para poder sobrevivir a corto plazo. Los terribles efectos de las
diversas modalidades de colonialismo fueron obligando a numerosas comunidades a la acción directa, y a
rescatar experiencias como la de la desobediencia civil (el caso del Movimiento Chipko en la India, fuente de
inspiración de numerosos grupos a partir de 1973, la de los caucheros de la Amazonia, etc.) y otras variedades
de técnicas de protesta.

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L a riqueza del Ecologismo Popular no está, justamente, en el hecho de ser un movimiento de los pobres, y
justamente es peligroso oponerlo de esta manera a las prácticas de las sociedades ricas. Lo interesante de
su constitución es la diversidad y plasticidad (ya que las experiencias de lucha se cuentan por miles, en
todos los ecosistemas y lugares del planeta donde hay espacios amenazados también lo están las comunidades
que viven en él) para estructurar planteos a partir de la recuperación y resignificación de su identidad cultural.

M i posición es la de no plantear una alteridad tan tajante entre un Ambientalismo o Ecologismo de los
ricos o de las clases medias altas, que ciertamente existe (tanto en el Norte como en el Sur), y otro de
los pobres y desposeídos, sino diferenciar tipos de ecologismo. También en los Estados Unidos hay un
ambientalismo de los pobres, el movimiento llamado Justicia Ambiental, que defiende la salud de los habitantes
de localidades amenazadas por residuos tóxicos, que nunca son zonas ricas sino vecindades obreras de latinos o
de gente de color, espacios de indígenas o simplemente los lugares en donde viven los pobres urbanos y los
excluidos del sistema.

L a tónica central del Ecologismo Popular va ganando organicidad al comenzar lentamente a trabajar con
los presupuestos teóricos de la Economía Ecológica (Martínez Allier, 1995), a los que agrega planteos
acerca de direccionar una transformación radical de la cultura occidental. Aunque las experiencias de los
ambientalistas del Sur aún no son demasiado conocidas por la falta de redes de intercambio, y tampoco existe
una filosfía o una modalidad de sociedad, al estilo utópico, hacia donde el movimiento del Sur plantea avanzar,
es en la preservación de la diversidad cultural articulada a los ecosistemas en donde esta diversidad se ha
desarrollado el principio de su accionar. Ha surgido como una reacción clara a la expoliación europea.

L a diversidad y riqueza del Ecologismo Popular ha sido, paradójicamente, dada a conocer por los
ambientalistas del Norte. Este es un proceso claramente contemporáneo, y no es en absoluto lineal desde
el punto de vista político. Se relaciona con el cambio tecnológico y con el crecimiento en el mercado de
las redes de comunicación mediante ordenadores, el avance en las comunicaciones satelitales, etc.. Lo que se
denomina globalización de las comunicaciones ha permitido que se estructuren redes planetarias de intercambio

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de experiencias de luchas en materia ambiental, las cuales en muchos casos han comenzado sólo como defensas
espontáneas de ecosistemas locales, y se han expandido a planteos sociopolíticos nacionales.

Q ué es lo que encontramos si miramos los temas que hegemonizaron la relación Cultura/Naturaleza en


medios masivos de comunicación y en aparatos educativos?. En toda Latinoamérica, es posible ver una
clara hegemonía de una representación de lo ambiental como un temática secundaria y subordinada a las
cuestiones de la economía de mercado. Las cuestiones ambientales, una constante conflictiva por cuanto casi
todos los pueblos americanos se opusieron a la transformación de la diversidad en monocultivo, al deterioro de
los términos de intercambio y la explotación de la fuerza de trabajo en nombre del mercado, no aparecieron
nunca como luchas o reivindicaciones históricas. El paradigma del desarrollo económico, pero antes todas las
estrategias coloniales, opacaron en la propia identidad latinoamericana la lucha por la preservación de los
recursos. Recién con la recuperación de la dignidad latinoamericana que significó el triunfo cubano, en algunos
lugares (especialmente en Centroamérica) se denunciaron los efectos ambientales de la explotación realizada por
los países del Norte.

L a década del '60, tan polisémica y controvertida, se caracterizó como la década del Conservacionismo.
Luego, el lenguaje de los medios de comunicación habló ya del Ecologismo, con un enfoque que tendía a
acercarse a lo social. En la década del '80 el rótulo va cambiando hasta la denominación de Ambienta-
lismo, que agrupa una complejísima diversidad de movimientos, ideas y prácticas sociales. Ya se conocían
mundialmente las experiencias de reivindicación de muchísimos grupos, y la ocurrencia de catástrofes
ambientales hizo inocultable el drama de los grupos humanos afectados. La actual década se nos presenta, a
través del discurso de los medios de comunicación, como la década de la sustentabilidad. Se instala con peso
propio en el discurso el concepto de desarrollo sustentable (SUNKEL, OSVALDO; 1990:38).

Y es interesante ver como la aparición en los medios de estas categorizaciones, y de la producción simbó-
lica que se agrupa bajo ellas, contribuye a desatar efectos movilizadores. En nuestro país es
especialmente notable como, desde principios de los '90, los medios de comunicación van generando
imágenes y posibilitando la estructuración de ideas sobre la temática. Noticias como la aparición de miles de

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pingüinos empetrolados en las costas patagónicas o la tala indiscriminada de árboles para construir autopistas en
San Isidro poseen una eficacia simbólica notable, especialmente en los estudiantes adolescentes y en los niños.
Quienes a su vez, al incorporar el interés por los temas ecológicos a su vida cotidiana, presionan a docentes y
educadores, obligándolos a "ecologizar" sus currículas.

T ambién está cumpliendo un papel importante en este proceso de "ecologización" de los "órdenes conce-
bidos" el impulso del eco-turismo. Si bien éste aparece frecuentemente como una estrategia comercial
más, conlleva elementos que contribuyen a revalorizar los marcos naturales regionales y moderar su
mercantilización.

L a Educación Ambiental ha tomado una fuerza especial en lugares donde esta actividad es una fuente de
recursos económicos. En nuestro país, son los docentes de Biología y los Profesores de Educación Física
los primeros que empiezan a valorar el ambiente como un espacio de aprendizaje, y comienzan así a
articular varias dimensiones, auqneu sin producir material sistematizado. Algunas de las formas en que se
produce el aumento de la presencia de temáticas ambientales en el discurso público y en el imaginario social de
ciertos grupos (presencia que se aparenta transferirse al campo de la acción y de las prácticas sociales colectivas)
pueden asimilarse al fenómeno globalmente conocido con el término de "greening", que podríamos expresar
como equivalente a "ecologización”.

E l término "greening" se refiere a cómo se le asigna un valor cultural al ambiente. Esta asignación no es
estática, sino que depende de la interrelación de factores históricos, y uno de los indicadores que nos
señala el proceso de "greening" es justamente los ámbitos en que los campos semánticos que estructuran
lo que los grupos humanos refieren sobre el ambiente se vuelven visibles y predominantes. Así, el "greening" o
"ecologización" comienza a hacerse presente primero en el discurso público, luego en las gestiones de empresas,
y más tarde en las políticas educativas y en la esfera de las políticas públicas.

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L a etapa más profunda del proceso se da cuando comienza cuando la participación de los conjuntos
sociales en el "debate verde" ( y por consiguiente, en la producción de sentido) se vuelve significativa,
para culminar en efectivas y reales tomas de decisiones consensuadas como "ambientalmente" favorables.
Esta última etapa, que para países como el nuestro aparecen como grados superlativos de evolución política casi
ficcionales, "...es un ejercicio holístico que requiere de la integración de una ética ambiental en la práctica
académica e institucional".(PIKE Y SELBY, 1991).

E s claro que este proceso es conflictivo y no puede ser analizado de manera lineal. No se aplica la idea,
siempre presente en el sentido común, de la famosa “toma de conciencia”. La concientización aparece
como un paso fundamental en el proceso, pero sin la construcción de experiencias de intervención, no
resuelve nada por sí misma. Es más, abona el terreno para que las personas esperen el cambio de estructuras de
manera pasiva, porque se piensa que a la larga todo se ecologizará.

L a dimensión de las políticas sociocomunicacionales se revela clave para que no se reduzca la riqueza y
diversidad de la temática. En un mundo globalizado, los procesos de semiosis social poseen cada vez más
componentes mediatizados tecnológicamente. Lejos de negarlos y de proponer un utópico/distópico
regreso a la ruralidad pre-industrial, la coyuntura nos dice que nuestra única alternativa es la producir
significados que rechacen y repudien la idea de esta nueva expansión semiológica del capital. Las operatorias
simbólicas construidas por el Ecologismo Popular aparecen como una fuente de significados de mayor riqueza,
en tanto los desarrollos del Movimiento Verde del mundo desarrollado alcanzan una interesante profundidad
teórica. Propongo aquí que nos movamos en la búsqueda de nuevas síntesis posibles.

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La Capitalización de la Naturaleza.

P ara comprender las bases de la crisis ambiental contemporánea, sin precedentes en el ritmo de destrucción
de recursos y sin antecedentes en su escala, ya que no queda ningún rincón del planeta sin contaminantes
producidos por la civilización industrial, es necesario entender la agudización del proceso de
capitalización de la naturaleza. Es el marco a partir del cual se construye el Ambientalismo.

E l reconocimiento de la crisis ambiental a escala planetaria está sirviendo como factor de reestructuración
política y económica al sistema capitalista en su conjunto. Ahora, argumentando tener en sus manos la
salvación del planeta, el capitalismo ha construido un nuevo concepto para autolegitimarse: el uso
racional y sostenible de la naturaleza. Esta idea aparece como respuesta en el seno del capitalismo: a) al
ostensible problema de oferta que acarrea la disminución de los recursos naturales y la degradación de los
servicios ambientales que se requieren para sustentar la producción de bienes de consumo, y b) a la resistencia
por parte de comunidades y de sociedades enteras a la degradación ecológica y cultural provocada por la
expansión del capital.

Martin O’Connor (1994: 17) ha planteado que:

“...el modus operandi del capital como sistema abstracto experimenta una mutación lógica. Lo
que anteriormente se consideraba un ámbito externo y explotable, ahora se redefine como un
stock de capital. En consecuencia, la dinámica primaria del capitalismo cambia, pasando de la
acumulación y el crecimiento alimentados en el exterior de lo económico a ser una forma
ostensible de autogestión y conservación del sistema de naturaleza capitalizada encerrada sobre sí
misma. A este proceso, que también lo podríamos llamar la expansión semiótica del capital se
une la co-opción de personas y movimientos sociales en el juego de la “conservación”...”.

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E l resultado de esta expansión semiótica del capital no es la armonía, el “equilibrio” o justamente la


conservación, sino el incremento de la terrible y despreciable competitividad en la apropiación de los
recursos naturales recurriendo a cualquier medio y sin ningún tipo de escrúpulos. El resultado es la
profundización del proceso de expansión planetaria depredatoria de la civilización occidental y el reforzamiento
del signo ideológico (en cuanto a la libre disponibilidad de la naturaleza) que orienta tal proceso.

L a conflictividad de este proceso ha llevado a señalar a la crisis ambiental como la Segunda Gran
Contradicción de la sociedad capitalista: si la primera es el antagonismo entre el Capital y el Trabajo (que
creó las condiciones para la aparición del Movimiento Obrero), no menos importante resulta la
contradicción entre el Capital y la Naturaleza (que creó las condiciones para la emergencia del Ambientalismo).

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CONCEPTOS BASICOS PARA UNA DESCRIPCION DE LA


PROBLEMATICA AMBIENTAL GLOBAL.

L a finalidad de este punto se centra en reunir las claves de la problemática ambiental en la que estamos
insertos, aún cuando desde Olavarría aparezca como muy lejana y poco visible. Nuestra ciudad no es
superpoblada, no enfrenta demandas de otros países por el exagerado ritmo de sus emisiones, nuestro
nivel de consumo no se acerca al de las ciudades más ricas del planeta. Tampoco la calidad de vida urbana y los
componentes ambientales nos acercan a los lugares más contaminados del mundo. Pero nuestro estilo de vida es
totalmente similar en términos cualitativos, ya que nos alimentamos y usamos las mismas fuentes de energía que
los habitantes de cualquier país occidental, y nuestra estructura de servicios colectivos es decididamente la de
una ciudad moderna. Así que el resumen de una larga serie de textos científicos y de divulgación que
representan las páginas siguientes tiene el valor de ubicarnos en aquellos procesos que están conformando
nuestro presente y se hallan bastante ocultos porque nuestra sociedad privilegia debatir otra cosa.

U na manera de entender las interacciones entre la Cultura y la Naturaleza es mediante los intercambios de
energía que se producen entre los seres humanos ( a partir del uso cultural de esa energía) y la que
produce la Naturaleza bajo la forma de un conjunto de sustancias químicas presentes en los tejidos
vegetales y animales sustentados a partir de la transformación de la energía solar. Una posible manera de
comparar las culturas humanas es mediante la mediciónd e sus ritmos de extracción de energía de la naturaleza,
de la utilización de elementos que se hallan presentes en la Naturaleza en sus diferentes reinos, y del uso de las
tecnologías disponibles para ello. Encontramos así que la cultura occidental, para sostener sus pautas de
consumo y los aspectos valorados por sus gobiernos y habitantes, extrae constantemente, a un ritmo de saqueo,
recursos naturales que a la dinámica natural le lleva mucho tiempo producir. Pero no ha sido la única cultura a lo
largo de la historia humana que se ha excedido en el ritmo de extracción de energía alimentaria. Sólo que si es la
única que amenaza con agotar los recursos a escala planetaria.

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U na necesaria perspectiva ecológica en la consideración de la utilización de la energía ambiental por el


ser humano puede conseguirse con la introducción del concepto y de la clasificación de la energía en
energía endosomática o metabólica, de la que hacemos uso para nuestra actividad como organismos
(crecer, reparar los tejidos del cuerpo, reproducirnos, actividad física, etc.) y energía exosomática o externa,
que utilizamos para muchas de nuestras actividades.

E I consumo de energía endosomática no ha variado demasiado a lo largo de los siglos, ya que la especie
humana ha seguido -a grandes rasgos y durante milenios - pautas de alimentación similares y no ha
evolucionado, por ejemplo, hacia formas gigantes, como hicieron otros grupos de organismos (como los
conocidos dinosaurios). La energía metabólica representa solo una pequeña parte del total de la energía que
necesitamos y que aproximadamente no excede el 7,5 %.

E l consumo de energía exosomática en las sociedades primitivas que todavía sobreviven duplica el
consumo de la energía endosomática, pero llega a ser hasta diez veces mayor en las sociedades ricas y
desarrolladas. En la actualidad, la media del metabolismo biológico del hombre es equivalente al
consumo de una lamparita de 120 a 150 vatios que estuviera encendida sin interrupción, mientras que la energía
exosomática media consumida por la humanidad es diez o doce veces superior.

E sta diferencia proviene de todos los desarrollos culturales (la infraestructura económica, especialmente
los procesos industriales, el consumo urbano, los desarrollos de la sociedad de la información, etc.) que la
sociedad moderna ha introducido en los últimos doscientos años, y de los que (indudablemente) no
parece haber vuelta si no es a partir de una catástrofe planetaria o sin un rápido cambio en los modos de
producir, de consumir y en las tecnologías utilizadas para producir bienes. Porque esta proporción no puede
mantenerse indefinidamente.

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P or otra parte, el consumo de energía aumenta con la renta per cápita de los diferentes países, como es
fácilmente comprobable. A mayores salarios, más introducción de elementos de confort que han sido
fabricados industrialmente, y mayor dinámica industrial que posibilita mayor acumulación de capital.
Aquí es necesario mostrar como se puede operativizar esto que llamamos energía endosomática y energía
exosomática. Para entendernos, la energía exosomática o energía externa es la que nos aportan los alimentos. La
leña que quemamos cuando hacemos un asado, por ejemplo, es energía externa. Pero especialmente lo es la
energía eléctrica, que procede, muchas veces, del suelo, a través de evaporación, de la lluvia y los ríos. E incluso
es energía exosomática la antigua energía interna, asimilada por vegetales que vivieron en otras épocas y que ha
permanecido en el carbón de piedra y en el petróleo y que el hombre utiliza como energía externa, como si
tuviera un pequeño sol que puede dominar a su antojo. Utilizamos la energía externa para cocinar, para
iluminarnos, o para regular el clima pero, sobre todo, para la industria y el transporte.

E n realidad, el hombre adquiere poder como especie gracias a la manipulación inteligente y colectiva de la
energía externa, situándose, de forma creciente, en el centro de la red, cada vez más poderosa, de
conmutados y multiplicadores que su civilización ha instalado en las vías de energía externa. Así, por
ejemplo, la dependencia de la agricultura es tal que se ha dicho que, actualmente, la agricultura o más bien la
industrialización de cultivos se transforma en una técnica capaz de convertir la energía del petróleo ( riegos,
fertilizantes, tractores, plaguicidas) en la energía de los alimentos.

L os únicos ecosistemas explotables en cierta escala son aquellos que están sometidos a condiciones de
clima fluctuante, que tienen un exceso de producción (es decir, producen más materia, más seres vivos
que los que van muriendo para mantener a los que viven) y que están formados por especies de
crecimiento rápido y con poca biomasa. Son buenos ejemplos las zonas de afloramiento oceánico consideradas
como de gran pesca (las cuales tienen, sin embargo, una producción pulsacional no continua y están sometidas a
crisis intermitentes). Por el contrario, donde mayor abundancia de biodiversidad existe, como en las selvas
tropicales, no es posible la explotación capitalista porque esta biodiversidad se destruye con facilidad cuando se
somete a ritmos de explotación mucho más veloces que lo que esta biodiversidad tarda en reproducirse. Este es
el fenómeno de las tierras brasileñas ganadas para la agricultura, que en cinco años se transforman en páramos,
porque eran suelos adaptados para sostener una gran cantidad de biomasa pero no la explotación intensiva de un
sistema agrícola simplificado (integrado por una sola especie y sus plagas o predadores).

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E n el Tercer Mundo, la extracción de recursos para derivar a los países del Norte desarrollado ha
provocado el agotamiento de muchos ecosistemas. Pero desde tiempos prehistóricos, el avances sobre los
recursos boscosos ha sido fuente de problemas y de incertidumbre ambiental. En la zona mediterránea
europea, originariamente poco productiva, y en otras muchas zonas áridas y menos productivas aún, el ser
humano ha extinguido muchos de los ecosistemas originales, llegando en ocasiones incluso a arrancar, para
quemar, las raíces de muchas plantas. Y es que el uso tradicional de la madera, de la biomasa, para obtener
energía está arruinando en la actualidad muchas comunidades vegetales, especialmente en países áridos, donde el
crecimiento de la vegetación es lento y acusa notablemente la explotación sufrida. En la actualidad hay casi cien
millones de personas, habitantes de países pobres, que no pueden obtener suficiente leña (que es el principal o el
único combustible) para satisfacer sus necesidades. En pocos años estas gentes o no podrán cubrirlas o se verán
obligados a consumir a un ritmo superior al que puede reponer la naturaleza. Además, al escasear esta materia
prima las personas deben emplear mas tiempo en su búsqueda, el cual, inexorablemente, va en detrimento del
que podrían dedicar a actividades de desarrollo y al cultivo. En países como Nepal o Tanzania, muchos de sus
habitantes dedican mas de 200 o 250 días al año sólo al aprovisionamiento de leña.

E n la actualidad los problemas de conservación son cada vez más cuestiones que dependen de decisiones
juiciosas. El análisis de las decisiones, relativas a las disponibilidades de energía externa por parte de las
comunidades avanzadas, ha de tener en cuenta muchos factores. Se trata de una cuestión muy compleja,
en la cual, sin embargo, no debería caerse en el maniqueísmo de creer que cualquier consumo de energía externa
superior al de las sociedades primitivas supone una dilapidación de recursos. En realidad, la energía externa
contribuye a aumentar la supervivencia y puede también contribuir a incrementar razonablemente el bienestar.
La energía consumida en obtener agua de una mejor calidad, una dieta más equilibrada o una mejor sanidad ha
contribuido a dilatar la vida humana. Ahora bien, como señala uno de los más prestigiosos ecólogos españoles,
el prof. Ramón Margalef: “...gran parte de la energía externa se invierte en el transporte y el transporte está muy
ligado a la organización del espacio. Es evidente que se ha tendido hacia un desarrollo exagerado de la
concentración ciudadana y hacia el uso de una agricultura mecanizada, lo que implica vías más largas en el
transporte de los recursos, incluyendo un mayor riesgo de enormes acumulaciones de materiales medio
consumidos y de polución.” (MARGALEF, R.; 1985: 176).

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L os efectos ambientales que genera la aceleración tecnológica en la extracción de energía de los


ecosistemas terrestres no son nuevos ni desconocidos, ya que a lo largo de la historia humana hubo
muchas sociedades que se desestructuraron debido a problemáticas ambientales (o sea, incertidumbres en
la relación Sociedad/Naturaleza), como los primeros estados de la Mesopotamia asiática o los mayas. Pero lo
novedoso para nosotros es que la sociedad industrial introduce la degradación ambiental a escala planetaria, ya
que no queda ningún rincón del planeta sin contaminar ni ninguna sociedad que no esté amenazada frente a una
serie de problemáticas globales. Algunas de estas problemáticas que se desenvuelven a escala planetaria (y que,
por consiguiente, la solución depende de soluciones planetarias) se describirán brevemente a continuación.

1. CONTAMINACION DEL AIRE.

E n muchas de las grandes ciudades del mundo, la contaminación del aire se está convirtiendo en un grave
problema con efectos duraderos sobre la salud de las personas, la de los ecosistemas en su conjunto y la
de los edificios, por el llamado “mal de la piedra”.

L os efectos desfavorables de la contaminación atmosférica por sustancias nocivas determinan, entre otros,
las siguientes consecuencias: creciente aumento de la presencia de sustancias tóxicas y nocivas en el
cuerpo de los organismos; aumento de las enfermedades respiratorias, cardiovasculares y dérmicas;
conjunción de las condiciones favorables (al disminuir las defensas de los organismos) a la propagación de las
epidemias y epizootias; pérdida o deterioro de muy importantes fuentes de proteínas, especialmente por lo que
respecta. a los medios acuáticos y, por último, dificultades crecientes y, en ocasiones, muy graves en el
abastecimiento de agua.

S egún los resultados emitidos por diferentes estudios, la incidencia del cáncer de pulmón es algo superior al
doble en el medio urbano que en el medio rural, siendo el porcentaje mucho más elevado en algunas
ciudades que soportan un elevado índice de contaminación. Así mismo, dichos estudios establecen que la

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contaminación atmosférica determina un aumento de las enfermedades respiratorias (bronquitis, asma, enfisema,
etc.) y de las cardiovasculares, retrasos en el crecimiento y defectos en la osificación del
aparato locomotor, entre otros perjuicios de tipo patológico.

N o debe olvidarse que la naturaleza de la contaminación atmosférica puede suponer, en muchos casos - al
no existir suficientes mecanismos de control - una peligrosa vía de importación/exportación de
contaminación, ya sea mediante las migraciones naturales de los organismos o por el transporte y
comercialización de carnes y otros productos alimenticios, así como de piezas de caza en áreas distintas de las de
su procedencia. Por ejemplo, tiempo después del accidente de Chernobyl, se detectaron en algunos mercados
españoles alimentos con elevados índices de radioactividad.

E 1 aire de nuestras ciudades contiene una mezcla inquietante de sustancias contaminantes, entre las que
destacan el dióxido de azufre y de nitrógeno, producidos en las centrales energéticas, en las combustiones
industriales y de los motores de explosión y también en las plantas incineradoras. Las industrias
petroquímicas, las refinerías y los vehículos a motor expelen hidrocarburos y monóxido de carbono si las
combustiones industriales y las de los automóviles son deficientes. Además las industrias y los motores de
explosión aportan metales pesados. Por otra parte, la industria química vierte una considerable variedad de
productos orgánicos, algunos de los cuales poseen potenciales efectos devastadores en casos de accidentes.
Como si fuera poco, la capacidad tóxica de muchas sustancias se multiplica en la atmósfera, dado que en ella se
combinan con otros componentes y forman compuestos todavía más perniciosos.

E s preciso considerar además que, a consecuencia de las características regionales de la circulación


atmosférica, las lluvias ácidas y otros fenómenos derivados de la contaminación se pueden producir a
gran distancia de los focos contaminantes originarios. E incluso, estos efectos trascienden totalmente las
fronteras políticas, por lo que los contaminantes vertidos a la atmósfera por la industria de un grupo de países
está contaminando ecosistemas y territorios muy alejados geográficamente, por lo que la regulación
internacional y la aplicación de normativas implica también un alcance planetario.

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E l fenómeno de la lluvia ácida es uno de los aspectos más preocupantes derivados de la contaminación
atmosférica. La lluvia ácida es una precipitación acuosa, de pH anormalmente bajo, que contiene en
disolución los ácidos sulfúrico y nítrico, producidos por la combinación de los óxidos de azufre (S02) y
de nitrógeno (N02) con el vapor del agua atmosférico. Una lluvia se considera ácida si su pH es inferior a 5,6.
Suele considerarse que este valor correspondería a unas condiciones preindustriales si solamente dependiera del
C02 atmosférico.

G randes extensiones boscosas, principalmente las formaciones de coníferas, características de la taiga de


Canadá y del norte de Estados Unidos, así como los abetales y los bosques de pícea del centro y del
norte de Europa, han sufrido las consecuencias de este problema, a menudo originado a grandes
distancias geográficas. Al igual que los bosques, los lagos de montaña quedan también afectados, de modo que la
acidificación de sus aguas acarrea el empobrecimiento de sus comunidades biológicas y la desaparición de sus
poblaciones piscícolas, en particular, los salmónidos.

E l incremento de dióxido de azufre se origina por la combustión de ciertos tipos de carbón mineral, (del
que la producción eléctrica en las centrales térmicas consume grandes cantidades), del petróleo y de sus
derivados. En cuanto al dióxido de nitrógeno, éste se origina en los procesos de combustión a elevadas
temperaturas (superiores a 1.000 ºC) y en los motores de combustión, especialmente en los de tipo diesel.
Aunque los procesos que transforman algunos gases de la atmósfera en ácidos pueden producirse de forma
natural por la actividad volcánica - se calcula que la reciente erupción del volcán Pinatubo en las Filipinas,
originó la emisión más importante a la atmósfera de estos gases en la última centuria - o la acción de las
bacterias del suelo, la realidad es que la utilización masiva de combustibles orgánicos provoca que se emitan a la
atmósfera grandes cantidades de S02 y N02. La secuencia de reacciones químicas que originan las lluvias ácidas
se producen en la troposfera. Estas reacciones se inician cuando un fotón de luz choca con una molécula de
ozono (03) procedente de la estratósfera o de la tropósfera y origina una molécula (O2 ) y un átomo (O) de
oxígeno. Este átomo es muy reactivo y se combina con una molécula de agua para formar dos radicales
hidroxilos (-OH). La combinación del óxido de nitrógeno (N02) con un radical (-OH) origina ácido nítrico
(HNO3).

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P or su parte , la formación del ácido sulfúrico es más compleja, pero se inicia de manera análoga, por
combinación del óxido de azufre con un radical hidroxilo presente en la atmósfera. Mientras que el ácido
nítrico se disuelve en las gotas de agua de las nubes, el ácido sulfúrico se condensa y forma gotas
microscópicas. Este proceso se produce entre los 10 y los 12 km. de atmósfera, inmediatos a la superficie
terrestre, interviniendo en él el ozono (proveniente de capas más altas o formado por acción de contaminantes),
siendo el factor limitante de los ácidos formados la concentración de contaminantes del aire. Las partículas de
sulfato actúan como núcleos de condensación del agua. Por dicho motivo los bosques de las zonas altas,
expuestos al contacto directo con la base de las nubes, se encuentran por tanto especialmente afectados, con la
consiguiente muerte de los árboles y reducción del crecimiento . Sin embargo , el negativo efecto de la lluvia
ácida sobre los bosques se debe más a las perturbaciones que ìndirectamente ocasiona -sobre los detalles de las
cuales existe una cierta controversia - que a su directo efecto letal, pues los árboles suelen morir finalmente
víctimas de diversas enfermedades infecciosas o a causa del ataque de parásitos.

L os efectos de las lluvias ácidas en la vegetación han sido estudiados en amplias zonas de Europa y de
América del Norte. Los más repetidamente comprobados han sido la corrosión de las hojas y la reducción
general del crecimiento de los árboles, que puede incluso provocar la muerte del ejemplar. Otra
consecuencia sumamente importante es la acidificación de las aguas de los ríos y lagos, determinando la muerte
de su fauna convirtiendo las aguas en no potables. También la lluvia ácida origina una acidificación del suelo e
introduce una secuela de empobrecimiento en ciertos nutrientes que son arrastrados por los sulfatos. Tampoco
hay que descartar, por su importancia creciente y por los efectos que sobre la salud de las personas pueden
ejercer, otro tipo particular de lluvias ácidas: el de las nieblas bioquímicas. Estas se originan en la creciente
contaminación de determinadas áreas industriales, el vertido indiscriminado de metales pesados, por los efectos
de aguas subterráneas contaminadas sobre las aguas litorales, la alteración brusca del equilibrio entre los
diferentes nutrientes naturales, la corrosión de estructuras metálicas, etc..

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O tro fenómeno de reciente detección y discusión, y especialmente importante en su envergadura


planetaria lo constituye el denominado “Calentamiento Global”, estrechamente vinculado al “Efecto
Invernadero”. Este problema es tan complejo que su análisis atraviesa todo el conocimiento disponible
acerca de la dinámica de la atmósfera. Esta protege al planeta de tal manera que, si no existiera, las oscilaciones
diarias de temperatura serían enormes. Algunos de los componentes gaseosos de la atmósfera, principalmente el
agua y el dióxido de carbono, retienen parte del calor solar que ha logrado atravesar la envoltura gaseosa
(aproximadamente la cuarta parte de la energía radiante procedente del Sol) y alcanzar la superficie. Por este
motivo se dan cosas tan sencillas como que las noches serenas y sin nubes son más frías que cuando el cielo está
nublado.

S e supone que, en la atmósfera primitiva, el dióxido de carbono era un componente esencial, quizá
constituyendo hasta tres cuartas partes de la atmósfera. Aunque desde aquellos remotos tiempos el Sol ha
aumentado su efecto radiante, la temperatura de nuestro planeta se ha mantenido relativamente estable,
debido a que los niveles de dióxido de carbono han descendido. Se cree asimismo que la atmósfera actual es
secundaria -la gravitación terrestre no habría sido capaz de retener la envoltura primitiva- fruto
fundamentalmente de la actividad de los seres vivos y de las emanaciones del interior del planeta. El
calentamiento global se produce a partir del aumento acelerado del dióxido de carbono, provocado por el propio
hombre a partir de la Revolución Industrial. Cada año, más de 7.000 millones de toneladas de dióxido de
carbono son aportadas a la atmósfera, en sus dos terceras partes procedentes de la quema de combustible fósiles,
mientras el resto lo originan la desforestación y la combustión de la madera.

L as estimaciones científicas parecen indicar que se producirá un calentamiento global y un progresivo


aumento de los niveles térmicos del planeta -a escala climática global, no local -.Ello podría acarrear
importantes desequilibrios geológicos (inundación de zonas litorales ricas y densamente pobladas como
consecuencia del aumento del nivel del mar, a raíz de la fusión de parte del hielo de los casquetes polares); en la
correlación faunística y florística, lo que acarrearía importantes tensiones geográficas con respecto a la
habitabilidad regional, y profundas transformaciones que afectarían a la agricultura y a la ganadería. Según el
oficialista Grupo Intergubernamental sobre el Cambio del Clima (IPCC), la temperatura media mundial

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aumentará de aquí al año 2100 entre 1,5 y 4 ,5 o C . Debe señalarse que, durante los últimos 100.000 años -y
pese a las oscilaciones térmicas de los períodos glaciares e interglaciares -, la temperatura media del planeta no
parece haber variado más de 2ºC.
,

A demás , el dióxido de carbono tiene otra función importante: absorbe parte de los rayos infrarrojos que
emite la superficie terrestre, lo cual impide que se pierdan hacia el espacio exterior. Este proceso se
llama efecto invernadero, atendiendo a que los efectos del dióxido de carbono, respecto de la energía
radiante, se parecen a la función que realizan el vidrio o el plástico en un invernáculo. En la superficie terrestre,
el CO2 se origina en grandes cantidades cuando se queman combustibles orgánicos, como la madera, los
carbones y los hidrocarburos naturales (gas y petróleo). petróleo). Así mismo, todos los organismos lo liberan
durante la respiración. Durante milenios, el contenido de CO atmosférico se ha mantenido estable alrededor de
280 ppm (partes por millón), valor denominado preindustrial. A principios del siglo XX, el valor era de 290 ppm
y en la actualidad es de unas 345 ppm, con un ritmo de crecimiento anual de 1 ppm. Realizando una simple
extrapolación lineal de los aumentos medidos, es de prever que, a mediados del siglo XXI, se habrá duplicado la
cantidad del C02 atmosférico y, en consecuencia, el efecto invernadero será mayor.

L as causas del aumento del C02 son, en primer lugar, el continuo crecimiento de la utilización de los
combustibles orgánicos; de la deforestación (tanto directa, por la reducción del consumo que los
vegetales realizan del C02 atmosférico, como indirectamente, si la desforestación es consecuencia del
fuego, por cuanto los vegetales, que han fijado grandes cantidades de C02 durante la fotosíntesis, lo devuelven
en buena medida a la atmósfera, como consecuencia de la combustión de la madera); la desecación de las zonas
húmedas y ciertas prácticas agrícolas, ecológicamente agresivas. La naturaleza exacta de la incidencia climática
de este proceso es difícil de predecir, aunque no existen dudas de que provocará un recalentamiento general de
la superficie terrestre y de la troposfera. Sin embargo, todavía no se conocen con precisión los factores
estabilizadores del clima ni la acción de los océanos en la captación del C02, elementos sin duda determinantes
para el resultado final del proceso. Los científicos están tratando de desarrollar modelos matemáticos que den
cuenta de la complejidad de los procesos regulatorios de la atmósfera.

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R elacionado con el tema puntualizado anteriormente, se encuentra la cuestión del agujero en la capa de
ozono. Desde finales de la década de los setenta y durante la de los ochenta, la ozonosfera ha
protagonizado una gran polémica e importantes investigaciones, en relación con la disminución de su
densidad. El hecho comprobado es que en la atmósfera situada sobre la Antártida, la concentración de ozono ha
menguado más del 40%, lo cual ha originado el llamado agujero de ozono de la Antártida. Trabajos recientes
parecen confirmar que también en el Polo Norte se produce una reducción de la capa de ozono. E1 significado y
las causas de este fenómeno todavía no pueden ser evaluadas con suficiente perspectiva, puesto que aún se
desconocen muchos de los
parámetros que pueden influir en la dinámica del ozono atmosférico. Generalizando, se cree que el ciclo natural
de formación y destrucción del ozono atmosférico está siendo afectado por la acción humana, a causa de la
emisión a la atmósfera de determinados tipos de productos. Concretamente, entre estas emisiones hay que
destacar las de los óxidos de nitrógeno (lo originan los aviones que vuelan a gran altura) y los CFM o
clorofluorometanos. Los más importantes (frecuentes) de tales compuestos son el CFCl 3 y el CF 2 Cl 2, que se
utilizan como refrigerantes en neveras; en instalaciones de aire acondicionado (tanto en las industriales como en
las domésticas, como en las de la industria del automóvil); como propulsores, empleados hasta ahora, en la
inmensa mayoría de pulverizadores y de aerosoles o utilizados para la obtención de plásticos y espumas
expandidas de poco peso. Una de las propuestas actuales de Greenpeace se basa en el desarrollo de
refrigeradores domésticos e industriales que no tienen los efectos nocivos que muestran las tecnologías de las
últimas décadas.

E n septiembre de 1987, veinticuatro países firmaron en Montreal (Canadá) un protocolo en el que se


comprometían a tomar medidas a partir de enero de 1989, para reducir las emisiones a la atmósfera de
productos susceptibles de dañar la capa de ozono. En febrero de ese mismo año, representantes de
ochenta países participaron en la Conferencia de Helsinki, en la cual se acordó acabar con la producción de los
CFM. Para los países industrializados, la sustitución de los CFM por otros productos no plantea problemas
demasiado importantes, a causa de su desarrollo científico y técnico. Por contra, los países del Tercer Mundo
difícilmente podrán hacer esa sustitución, ya que no tienen la tecnología, ni las posibilidades de investigación, ni
la estructura financiera para hacer las inversiones necesarias, por lo que el efecto político de la reconversión
industrial profundizará la dependencia política y económica de muchas regiones.

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2. PERDIDA DE BIODIVERSIDAD.

A ún cuando pongamos entre paréntesis el derecho a la vida de los demás seres vivos, la creencia de que el
hombre es el Rey de la Creación y por consiguiente que puede disponer a su antojo de la existencia de
todos los seres vivos de la tierra ha desencadenado una problemática que aún no comprendemos en toda
su dimensión. La reducción de la variedad de especies sobre el planeta tiene un terrible impacto en nuestro
presente y en nuestro futuro, aún considerando sólo las posibilidades de aprovechamiento racional. Solamente
un 1% de las especies biológicas han sido adecuadamente estudiadas en cuanto a su valor para la humanidad en
el terreno de la medicina, la agricultura o la industria. Mientras, de aquí a fin de siglo es posible que un millón
de animales y plantas hayan sido abocados a la extinción por la presión humana. De seguir al ritmo actual antes
del final del siglo XXI habrían desaparecido más de la mitad de las especies actualmente vivas.

P or qué es tan grave la pérdida de biodiversidad?. La razón es simple, aun sin tener en cuenta criterios
culturales, estéticos y morales. Hasta ahora hemos obtenido en buena parte nuestros alimentos y nuestras
medicinas de la diversidad de especies naturales, o por lo menos nos hemos inspirado en su conocimiento
para hacerlo; cada especie que se extingue sin que conozcamos las potencialidades de su patrimonio genético es
una puerta que cerramos a nuestro propio progreso material. Sólo la decidida cooperación internacional (que ha
de implicar la ayuda económica a los países en desarrollo para que puedan elevar su calidad de vida y efectivizar
el control demográfico) puede invertir esta tendencia, aunque algunas medidas paliativas pueden aliviar
circunstancialmente la situación. Entre dichas medidas, necesarias pero insuficientes, cabe citar además de las de
control y prohibición de aquellas actividades puestas a la conservación de las especies (caza, pesca, tráfico
comercial), las de carácter subsidiario para compensar a aquellas zonas y núcleos de población cuya actividad
económica tradicional pueda verse afectada por las medidas reguladoras, la restauración de áreas dañadas y el
establecimiento de reservas, espacios protegidos y parques naturales así como el fomento de la propiedad
pública de tales zonas. La pérdida de una sola especie es una tragedia. Es un almacén de sustancias

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irreemplazables que se destruye (a menudo antes de conocer sus existencias). Todas las civilizaciones han
enraizado sus cimientos en el aprovechamiento de la riqueza de su entorno natural. Pero no es necesario
remontarse a los usos de civilizaciones antiguas para darse cuenta de su importancia. Veamos sólo algunos casos
actuales.

L a codeína y la morfina son dos poderosos analgésicos con los que millones de enfermos encuentran algún
alivio a sus dolores. Son productos naturales, obtenidos a partir del látex de la adormidera. La digitalina,
extraída del tóxico digital, regula el ritmo cardíaco de numerosos enfermos del corazón. E1 árbol de la
quina suministra la quinina, el mejor antídoto, por el momento, frente a la más nefasta de las enfermedades
infecciosas: la malaria. El curare, extraído de una liana sudamericana con el que los aborígenes emponzoñaban
sus flechas, es un poderoso bloqueador de la musculatura que se ha usado eficazmente en las intervenciones
quirúrgicas y en el tratamiento de la esclerosis múltiple y de la enfermedad de Parkinson. La vincapervinca de
Madagascar suministra drogas que ayudan a combatir la leucemia infantil, reduciendo considerablemente la
fatalidad de su pronóstico. El tejo del Pacífico contiene la droga más eficaz contra ciertos tipos de cánceres
descubierta en los últimos decenios, etc.. En el terreno de la agricultura los ejemplos son así mismo elocuentes.
La variedad de ganado doméstico y la mejora de la producción de carne y de leche procede de las reservas de
diversidad genética de las poblaciones naturales. Lo mismo sucede en las cosechas. El repollo, el nabo, el
brócoli, la coliflor y la col de Bruselas proceden todas ellas del patrimonio genético de la col silvestre. A lo largo
de los siglos el hombre se ha limitado, sin crear nada nuevo, a la singularización, a la producción de estirpes
separadas. La historia de los cereales cultivados es parecida. Explotación de la variabilidad natural e
hibridaciones espontáneas sucesivas fueron mejorando la producción del trigo y del maíz. En el caso de este
último, ya los antiguos cultivadores permitían en sus campos la presencia de teosinte porque aumentaba la
producción.

P ero muchos cultivos modernos, el maíz entre ellos, dependen estrechamente de la intervención humana.
Sin una selección continuada de las semillas las cosechas rápidamente decaerían. Pero es más,
recientemente ha habido que recurrir al patrimonio genético silvestre para salvar muchos cultivos
amenazados gravemente por las enfermedades. Un único gen procedente de variedades etíopes silvestres protege
la cosecha de cebada del mundo occidental. Un gen de una variedad de trigo turco permitió recientemente
combatir con éxito las royas -hongos parásitos- de los trigales americanos. El denominado hallazgo botánico del

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siglo fue realizado a finales de los años setenta cuando un estudiante mexicano localizó, en el estado de Jalisco,
unas escasas poblaciones (al borde de la extinción) de un pariente silvestre del maíz cultivado, la perenne Zea
diploperennis, cuyos genes le pueden conferir resistencia frente a sus principales enfermedades. Por otra parte,
sin la resistencia a los hongos aportada por razas peruanas autóctonas las mejores variedades de tomate actual
habrían sucumbido. La resistencia a la enfermedades de la mandioca -un alimento básico para muchas culturas-
se ha visto recientemente multiplicada unas veinte veces por la transferencia de genes -mediante cruzamientos-
procedentes de parientes silvestres. En parecidos términos ha discurrido la mejora de las variedades cultivadas
de girasol. Buena parte de los cafetales de Brasil proceden de unos pocos árboles importados de Africa. En 1970
una enfermedad atacó a los cultivos y hubo que recurrir a variedades africanas silvestres, también en esta
circunstancia en vías de extinción. ¿Qué hubiera sucedido en cada uno de estos casos si aquellas variedades
silvestres se hubieran extinguido previamente?.

3. LA CUESTION DEMOGRAFICA.

L a presión sobre los demás seres vivos deviene de las acciones humanas, y muchas de estas acciones están
orientadas por cuestiones centradas en las necesidades de mantener una población creciente con recursos
que se percibieron siempre como escasos (desde la óptica occidental). Buena parte de los problemas
ecológicos que nos afligen actualmente proceden de la explosión demográfica que ha caracterizado la evolución
de la humanidad en los últimos decenios. No parecen existir sin embargo soluciones plausibles. La única posible
consistiría en detener el actual crecimiento de la población. No obstante, cualquier medida global tendiente a
limitar el número de nacimientos está condenada a la ineficacia a no ser que logre enraizar en las conciencias
individuales, algo que, a corto plazo, no resulta aún concebible.

L a población humana tardó miles de años en alcanzar la cifra de mil millones de habitantes a la que se
llegó poco después de 1800. Cien años más tarde, esta cifra se había duplicado y a punto de finalizar el
siglo XX la población humana supera ya los cinco mil millones de habitantes. Si sigue el mismo ritmo de
crecimiento, se calcula que la población humana se duplicará en 35 años. EI crecimiento de la población va
acompañado de un aumento de la vida media o esperanza de vida del ser humano, lo cual hace que viva mucho

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más allá de su período reproductor y que en la actualidad sea normal la coexistencia de tres y hasta de cuatro
generaciones. En realidad, el aumento de la población está creando los más importantes problemas de
disponibilidad de alimentos, de energía y de infraestructuras. Las cifras de la población humana alcanzan niveles
tales que incluso resultan significativas a nivel de biomasa global. Así puede apreciarse a partir de una estima de
la biosfera que permite valorar su biomasa en unos 250 millares de millones de toneladas de carbono (una
tonelada de carbono equivale a 2,4 toneladas de materia orgánica seca y a unas 10 toneladas de peso total en
fresco o con el agua de las células).

P or su parte, 4.000 millones de seres humanos representan, en un cálculo por defecto 20 millones de
toneladas de carbono orgánico, y necesitan 400 millones de tonelada anuales de carbono en alimentos. En
este sentido, el consumo de alimentos por el hombre representa solamente el 0,5% de la producción
primaria neta de la biosfera. Sin embargo, sólo se consume una parte de lo que es producción agrícola, aunque
los campos de cultivo representan el 12-14% de la superficie de los continentes, explotándose el resto, otro 20
%, en forma de prados, pasto para animales, etc.. Además, el hombre come carne y el factor de conversión para
pasar de producción vegetal a producción animal es, por lo menos, de 1/10, de manera que 1 kg. de carne
requiere, como mínimo 10 kg. de grano o hierba. En consecuencia, para detener la presente explosión
demográfica sólo parece teóricamente posible atender a que el mundo subdesarrollado se desarrolle o recurrir a
una planificación familiar a gran escala. Una y otra medidas no parecen demasiado factible puesto que la propia
explosión demográfica de una comunidad es un auténtico freno para su desarrollo, mientras que una voluntaria
contención basada en decisiones individuales no es tampoco demasiado imaginable en un medio cultural frágil.
Mientras tanto los problemas sociológicos derivados de esta explosión demográfica desbordan los límites de
cualquier aproximación parcial al fenómeno y plantean, forzosamente, la consideración acerca de cuál es el
límite máximo de población humana que puede soportar el planeta. Algunos comités internacionales de estudio
lo han calculado en una cifra aproximada a unos 30.000 millones de individuos, que al ritmo actual se alcanzaría
hacia el año 2075. Otros grupos, especialmente los ambientalistas europeos, plantean que la máxima capacidad
de sustentación se alcanza con 15.000 millones, la mitad de la cifra planteada inicialmente. Sólo si de inmediato
se empezaran a aplicarse medidas de control eficaces podría lograrse una cierta estabilización alrededor de los
10.000 millones de individuos para el año 2050.

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P ero el verdadero problema poblacional está total y absolutamente asociado al modelo de desarrollo
occidental y a la distribución de la riqueza. En términos individuales, en muchos países del Tercer Mundo
y en las zonas marginales del mundo desarrollado, tener muchos hijos es una de las medidas más eficaces
contra la pobreza extrema. Pero en términos colectivos, el aumento de la población termina profundizando la
pobreza a partir de que aumenta la presión sobre los recursos ambientales y la competencia entre los grupos
familiares a los que se les achica su horizonte de recursos. En muchos países pobres del Tercer Mundo, la
población se ha duplicado en los últimos veinticinco años. Sus economías, generalmente ya devastadas por el
impacto colonial europeo y la violencia del proceso de descolonización, no permiten niveles aceptables de
empleo y bienestar frente a tales incrementos. Si embargo, las Naciones Unidas reconocen que la distribución de
la riqueza a escala mundial es una problemática verdaderamente oprobiosa para el género humano. Casi el 80 %
de la riqueza mundial se concentra en la quinta parte de la humanidad, y un 11 por ciento restante en otro
quintal. La Guía del Tercer Mundo 1996/1997 certifica que tres de las quintas partes de la humanidad vivien
totalmente en la miseria, atados a la supervivencia de hoy para mañana.

P or si fuera poco la naturaleza de la economía mundial hace que a todos los niveles el rico tienda a ser más
rico y el pobre más pobre, de manera que en los países más pobres la presión demográfica acaba siendo el
principal factor generador de pobreza. En tales circunstancias los gobiernos se aprestan a sobreexplotar
sus recursos naturales a fin de poder hacer frente a su deuda externa y las capas desprotegidas de la población,
que no suelen tener acceso a las tierras fértiles, se ven abocados a degradar y talar los ecosistemas naturales en
busca de recursos inmediatos que comprometen su futuro mediato. En resumen, más que el problema intrínseco
del aumento desmesurado de la población, lo que lo hace particularmente grave es el hecho de que, en la
actualidad, más del 90% de los nacimientos tienen lugar en los países en vías de desarrollo, estimándose que
hasta fin de siglo la población de estos países aumentará en 900 millones de individuos mientras la de los países
industrializados lo hará en apenas 50 millones. Algo que contribuirá aun más a agravar el desigual reparto de la
riqueza, y a aumentar las tensiones regionales.

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L a desigual distribución de la riqueza y la perversidad de los mecanismo de acumulación a escala


internacional se ven rápidamente al analizar las cifras de la deuda externa de los países pobres, que
alcanzan valores escalofriantes. La deuda externa de los países africanos en su conjunto se asemeja a su
PNB (Producto Nacional Bruto) global y representa más de tres veces del total de los ingresos por
exportaciones, de manera que la deuda devora, literalmente, cualquier intento razonable de nivelar la balanza.
Brasil, el mayor deudor del mundo, tenía una deuda externa en 1990 de más de 110.000 millones de dólares, y
México de 95.000 millones. Aunque inferior, la deuda de Filipinas que ascendía a 30.000 millones de dólares,
representa casi el 90% de su PNB, una situación bastante más ejemplar de la presión económica que agobia a
muchos países pobres, los cuales, a pesar de que dedican grandes sumas a condonar las deudas, ven aumentar el
monto total de las mismas a causa de los intereses. El ejemplo paradigmático es el de nuestro país, que ha
realizado un ajuste estructural de acuerdo a la recetas del FMI en los últimos diez años, vendiendo las empresas
del Estado en “paquetes financieros” que totalizaron una suma cercana a 30.000 millones de dólares. Lejos de
descender en su monto total, la deuda contraída durante la dictadura militar y capitales privados (y estatizada en
1982) trepó de 60.000 millones a una cifra cercana a 100.000 millones. Así es que esta hipoteca no sólo pende
sobre nuestro futuro, sino que también sobre nuestros recursos naturales.

E I aumento de la deuda y el estancamiento de los niveles de ayuda produce una situación aparentemente
insólita del flujo financiero internacional. Los países pobres financian a los ricos. El esfuerzo
económico por hacerlo mengua la capacidad de consumo de los países pobres, lo que representa
problemas para las economías productivas de los ricos que ven limitados sus mercados. Las políticas
implementadas por el Banco Mundial para poner remedio a esta grave crisis mundial no han servido de mucho.
Basadas a menudo en predicados de austeridad económica y ajuste duro, las ayudas concedidas a los países
pobres han insistido en la necesidad de recortar el gasto público, con lo que la atención social y la educación se
han resentido más todavía. En un caso -Costa de Marfil- el Banco Mundial ha reconocido que como resultado de
la aplicación de sus políticas casi se duplicó la pobreza. Es que los efectos de la retracción del Estado se ven
inmediatamente en materia de condiciones de vida, y este deterioro profundiza la depredación del planeta porque
los pobres dependen para su supervivencia cotidiana de los recursos locales que su ambiente puede ofrecer. De
manera tal que las sociedades del Norte aparecen responsables de la crisis ambiental en un doble sentido: por
contaminar la biosfera mediante el estilo de vida hiperconsumista y por condenar a los países pobres a
profundizar la pobreza y agotar los recursos naturales sólo para sobrevivir y pagar la deuda.

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E l efecto en las condiciones de vida de los países pobres es dramático. Unas 250.000 criaturas nacen cada
día. De ellas, la mayoría en los países del Tercer Mundo, dado que mientras la tasa de crecimiento de la
población en Europa Occidental es del 0,2% y del 0,8% en América del Norte, la población de los países
subdesarrollados crece a un ritmo del 2% anual, cuando no del 3%. Esto representa su duplicación en menos de
25 años. En China esta tasa es del 1,3% y en la India y sur del continente asiático del 2,1%, igual que en
Sudamérica en su conjunto. Por el contrario la mortalidad es mucho más elevada - por falta de condiciones y
atención sanitaria- en los países pobres. Alrededor del 40% de la población de esos países tiene menos de 15
años. La tasa de mortalidad infantil que es de 63 por cada 1.000 niños nacidos vivos a nivel mundial, es de 95
por 1.000 en África (con máximos superiores a los 150 en Mali y Sierra Leona) . En Sudamérica es de 52 por
1.000 y en Asia del 64 por 1.000 (en Afganistán es superior a 160 muertes por 1.000). En cambio en Estados
Unidos, Europa Occidental y Japón esta tasa es igual o inferior al 10 por 1000).

J unto a la mortalidad infantil, la muerte por sobreparto es elevadísima -por falta de cuidados sanitarios- en
los países pobres. Cada año mueren por dicha causa, aunque el cómputo exacto es improbable, alrededor de
medio millón de mujeres en el mundo, de ellas el 99% en los países pobres (más de 1.500 en Burkina Fasso
frente a sólo dos por cada 100.000 en Canadá). Por otra parte, mientras que en Europa y Japón la esperanza
de vida supera con creces los 70 años, la esperanza actual de vida para el conjunto de la población africana es de
54 años (43 en Gambia, 47 en Angola) y de 65 para la asiática. La pobreza se nutre de los niveles escasos de
educación. Al mismo tiempo la pobreza impide, en la mayoría de países del Tercer Mundo, mejorar esos niveles.
Unas pocas cifras bastan para comprender la magnitud del problema. Más del 25% de los adultos del mundo
entero no saben leer ni escribir y más de 100 millones de niños no reciben ni tan siquiera educación primaria.
Más del 40 % de los adultos de países subsaharianos y del Africa Oriental, a los que pueden unirse Afganistán y
Pakistán, son analfabetos, y más de la mitad de los niños africanos en edad escolar, (con las excepciones de
Egipto, Argelia, Zambia, Camerún, Túnez y Kenia) no van a la escuela. La escolarización creció tras la onda
descolonizadora de mediados del siglo XX, sufrió -por causas económicas y sociales - un fuerte retroceso hacia
los años `80 en la mayoría de los países subdesarrollados. Las inversiones en educación han disminuido en estos
dos últimos decenios, a causa de las guerras, las crisis económicas, la profundización de la explotación de los

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países del Norte y la desigualdad generada por las estructuras financieras, en muchos países especialmente
necesitados.

4. EL INCREMENTO DE LA URBANIZACION.

L a concentración de la población en las ciudades agrava, en muchos países, la pobreza de sus gentes. El
éxodo rural hacia las urbes ha provocado que las inmensas poblaciones urbanas de muchas ciudades
superpobladas vivan en condiciones de hacinamiento y con déficit higiénicos y sanitarios graves. La
mayor parte de las ciudades del Tercer Mundo cuentan con kilómetros de suburbios, arrabales de chabolas y
otras construcciones deficientes alrededor de pequeños núcleos herederos de la época colonial en donde se
concentran las instalaciones oficiales y los escasos servicios. Cuando existen, las industrias se hallan a menudo
en pleno centro urbano. Así, millones de personas se hacinan en los suburbios de ciudades como El Cairo,
Bombay, Manila, Ciudad de México, São Paulo, Yakarta, etc. EI enorme trasvase campo-ciudad ha provocado
patéticas bolsas de pobreza y con frecuencia gran inestabilidad, debido a que la transformación ha sido
demasiado brusca.

E n la actualidad diecinueve de las veinticinco ciudades más grandes del planeta pertenecen a países del
Tercer Mundo. En 1940 solamente el 1% de la población mundial vivía en ciudades de más de un
millón de habitantes. En 1980 esta proporción era ya del 10%. A este ritmo, la llegada de nuevos
habitantes a las ciudades del Tercer Mundo no ha podido acompañarse de la necesaria adecuación de servicios.
La población urbana en los países subdesarrollados de más de 1.000 millones de personas se ha cuadruplicado
desde 1950. En África la población urbana crece a un ritmo del 5% anual, duplicándose en apenas quince años.
A este ritmo, para finales del siglo XX, un tercio de los africanos, tres de cada cuatro latinoamericanos y tres de
cada cinco asiáticos vivirán en ciudades.

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L os habitantes de los países del globo viven en un entorno cada vez más urbanizado y un numero creciente
de ellos pasarán toda su existencia viviendo y trabajando en ciudades, en general sin comprender cómo se
las construye y administra, y sin una idea clara de cómo su participación y su compromiso podrían
mejorar su propio entorno y el de los demás. Para una alta proporción -que va generalmente en aumento- de los
habitantes de virtualmente todas las ciudades del Tercer Mundo y para un porcentaje creciente de los habitantes
del Primer Mundo, su experiencia cotidiana y permanente es una vida de pobreza y privaciones.

A pesar de la enorme diversidad existente entre los países del Sur subdesarrollado, tanto en lo que
respecta a sus tamaños, poblaciones, niveles de urbanización y estructuras económicas, como en lo
referido a la magnitud de la crisis generada por la actual recesión y el creciente endeudamiento, en
general las condiciones de vivienda para una alta proporción de sus habitantes son extremadamente deficientes.
Los problemas resultan más visibles y más intensos en las ciudades. En las últimas décadas, en virtualmente
todos los países, la población urbana creció mucho más rápidamente que el número de viviendas de calidad
razonable y con servicios básicos tales como agua corriente y desagües cloacales (u otros métodos para la
disposición higiénica de aguas servidas). Ni gobiernos nacionales ni locales han podido expandir servicios tales
como la recolección de basura o asistencia sanitaria a un ritmo adecuado para mantenerse al nivel de las
necesidades, asi como tampoco han podido dotar a la mayoría de las nuevas áreas residenciales, de caminos,
electricidad, aceras o alcantarillas.

E sto ha dado como resultado un rápido incremento del número de habitantes que viven hacinados en sitios
alquilados de condiciones miserables, denominados generalmente conventillos, villas de emergencia,
favelas, callampas o pueblos jóvenes; o directamente en urbanizaciones ilegales (ya sean éstas
ocupaciones ilegales o subdivisiones ilegales) . En muchas ciudades hay también miles de personas que carecen
de todo tipo de alojamiento. Uno de los aspectos centrales del problema es que las transformaciones
estructurales de las economías nacionales han sido incapaces de generar un número suficiente de puestos de
trabajo con salarios adecuados. Por supuesto que la pobreza rural y la urbana están interrelacionadas y los
pobres se concentrarán donde las posibilidades de supervivencia sean mayores. Pero el hecho de que en general
ha existido, en la mayoría de los países, un rápido flujo de migrantes desde las áreas rurales y las localidades
pequeñas hacia determinadas ciudades grandes no significa que en éstas últimas exista un número suficiente de

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puestos de trabajo con salarios adecuados para la mayoría de los migrantes, ni siquiera para la mayoría de
quienes residen en la ciudad desde mucho tiempo atrás.

L as ciudades del Sur se han ido convirtiendo , cada vez más , en centros de pugna : se compite por una
habitación para alquilar, por una porción de terreno donde construir una vivienda precaria, por vacantes
en una escuela, por el acceso a agua potable, por una cama en un hospital, por un lugar en un ómnibus o
en un tren, por un espacio en una plaza o en una vereda donde vender mercaderias, todo esto al margen de la
enorme competencia existente para ocupar los pocos puestos de trabajo estables y con salarios adecuados.
Ningún mercado no regulado de bienes o servicios puede ser de utilidad para aquellos que carecen del poder
adquisitivo suficiente para entrar en ese mercado. Y puesto que un alto porcentaje de la población urbana no
percibe los ingresos suficientes para costearse una vivienda legal o los servicios de salud, e inclusive la
alimentación suficiente, ante 1a ausencia de una acción estatal que les garantice el acceso a ese mercado , tienen
sólo dos opciones : o prescindir directamente de el, o, como en el caso de la vivienda, recurrir a soluciones
totalmente inadecuadas y, en general, ilegales. Este es el nudo básico del contexto de las ciudades de toda
Latinoamérica. Nuestro país, como resultado de la aplicación de las políticas neoliberales, camina más hacia una
“latinoamericanización” de sus centros urbanos que hacia la consolidación de las condiciones de vida que la
Modernidad prometió universalmente. Hay que reconocer especialmente que las ciudades de Europa Occidental,
del mundo islámico, de América del Norte y de los ex-países socialistas en proceso de desarrollo económico
también muestran procesos de pauperización dramáticos. El deterioro de la calidad en las condiciones de
habitabilidad es uno de los indicadores más visibles de la velocidad de estos procesos. Sin embargo, estos
procesos tienen particularidades que se reflejan en las modalidades de crecimiento, en la estructuración de sus
espacios urbanos, en la organización de los medios de transporte y en sus funciones urbanas.

Criterios de comparación Ciudades de Europa Ciudades del


Occidental y EE.UU mundo subdesarrollado

Modalidades de crecimiento Crecimiento fuerte y continuo Crecimiento espectacular


desde el siglo XIX desde los años ‘50 y ‘60 (5 a
7% anual, se duplica la
población cada 15 años).

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Estructuras espaciales y En Europa las ciudades crecen Si bien hay diversidad según
planificación en coronas urbanas alrededor consideremos América Latina,
de un centro histórico, Asia o Africa, predominan las
mientras que en EE.UU urbanizaciones ilegales, sin
dominan los planes servicios, con estructuras
geométricos en damero. En desordenadas y contrastes muy
ambos se planifica la marcados entre los barrios de
rururbanización del espacio y ricos y pobres. Ausencia casi
el establecimiento de zonas generalizada de planes
residenciales directores.

Características de los medios Transportes públicos muy Transportes caóticos en


de transporte desarrollados en Europa, general, monopolizados por el
inclusive con alta tecnología lucro privado, vías de
como los TGV, dominio del transporte deterioradas e
auto y de la autopista en inexistentes inversiones.
EE.UU. Diferencias en niveles de
desarrollo.

Funciones Funciones de reagrupamiento Dualismos muy marcados


de sectores comerciales y de entre los servicios para ricos y
servicios, fuerte para pobres (comercio,
desindustrialización y hotelería, servicios sociales y
oposición entre viejos barrios culturales, etc.). Territorios de
industriales y los parques desarrollo de las economías
periféricos. informales urbanas.

Identidades poblacionales Segregación social y racial Contrastes y asimetrías en el


muy marcada, reflejada acceso al consumo y a la
espacialmente calidad de vida, violencia
urbana y represión frecuente,
luchas populares espontáneas
e inorgánicas.

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Tendencias generales Compromisos dinámicos entre Ausencia muy marcada de


intereses públicos y privados, poderes locales, planificación
recuperación de centros reducida y equipamientos
históricos, conformación de colectivos insuficientes.
redes de ciudades en Europa y Aumento de la dinámica de la
de megalópolis en EE.UU. urbanización ilegal. No hay
Conciencia de los problemas perspectivas rápida de mejoras
ambientales crecientes. en la calidad de vida de las
Poderes locales y regionales grandes masas urbanas.
fuertes y con capacidad de
planificación.

El cuadro de la página precedente, recuperado de un trabajo anterior sobre Olavarría realizado también para el
Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría y que se titula “La Ciudad Fragmentada”, nos muestra
una comparación general y esquemática de las diferencias generales entre ciudades del Norte desarrollado y
ciudades de los países pobres.

E n las ciudades de todo el mundo aparecen desafíos cotidianos, bajo la forma de series de problemas de gestión
ambiental urbana. Estas problemáticas afectan a miles de millones de personas diariamente. En casi todo el
planeta, salvo posiblemente la experiencia de China, aunque habría indicios de urbanización muy acelerada en
las dos últimas décadas, el crecimiento de las ciudades es un fenómeno ligado a la explotación de los combustibles
fósiles y a la industrialización generada durante el siglo XIX, así como al desarrollo de un mayor comercio y de
transacciones comerciales más complejas a escala nacional y mundial. A pesar del mayor nivel de salud del mundo
industrializado, las ciudades se han convertido en zonas donde se concentran problemas medioambientales, en muchos
casos específicos de la vida urbana. Estos problemas van desde la contaminación atmosférica producida por los
vehículos hasta las malas condiciones de vida ejemplificadas en las urbanizaciones compuestas por grandes bloques
de pisos en los que se hacinan las personas, en un espacio habitable muy limitado (característica muy marcada de
Japón y la ex- Unión Soviética), los larguísimos viajes para llegar al trabajo, a menudo en sistemas de transporte
público sumamente peligrosos e inadecuados, el excesivo nivel de ruido y la multitud de problemas sociales que han

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sido mencionados en párrafos precedentes. Los dos problemas básicos de una gestión ambiental urbana son los que
describen a continuación, y que están siendo analizados cada vez con mayor rigor y preocupación a escala mundial.

Suministro y depuración de las aguas.

L as ciudades, como centros de aglomeración humana, son un sumidero para cualquier sistema hídrico, y al
mismo tiempo un foco de emisiones que afecta a ese mismo sistema. La creciente necesidad de agua y la
menor disponibilidad son dos de los principales problemas a los que se enfrentan hoy los gestores de las
grandes urbes y aún los de las ciudades intermedias. Se calcula que en nuestro planeta existen aproximadamente unos
1.500 millones de km3 de agua, de los que el 97% se encuentra formando parte de mares y océanos, es decir, se trata
de agua salada y por tanto no utilizable directamente. Del porcentaje restante, tres cuartas partes están inmovilizadas
en forma de hielo en los casquetes polares y los glaciares dispersos por distintas partes del mundo. El resto, salvo una
pequeña porción que permanece en la atmósfera en forma de vapor de agua, constituye la masa de ríos y lagos, o sea,
el agua dulce susceptible de ser consumida.

P or lo tanto, aunque su porcentaje sea reducido sobre el valor total, la cantidad disponible es más que suficiente
para sustentar a la humanidad, o al menos en teoría, pues hay dos factores que empeoran dicha situación. En
primer lugar está el hecho de que ese agua dulce no se encuentra distribuida de manera uniforme, por lo que
hay regiones donde abunda y es excedente, mientras que en otras muchas constituye un bien escaso y de alto valor. En
segundo lugar, la creciente contaminación está inutilizando muchos de los acuíferos utilizables para el consumo
humano. Para el funcionamiento del organismo de una persona, atendiendo a todas sus necesidades fisiológicas,
suelen ser suficientes unos 5 litros diarios. En ciertas zonas, sobre todo en función de las condiciones climáticas, esa
cifra puede elevarse a 20 litros. Sin embargo, el consumo real experimenta grandes variaciones según las distintas
áreas del planeta, alcanzando los máximos valores entre los pobladores de las grandes ciudades del hemisferio norte.
Así, por ejemplo, mientras que un habitante de la India tiene un consumo medio de 25 litros de agua diarios, en Nueva
York esa cifra asciende a 300 litros. Comparemos las cifras medias de nuestra ciudad, nuestros 25 litros por persona
y por hora y veremos las magnitudes del despilfarro de nuestra riqueza ambiental, pensando también en cómo la
devolvemos al ambiente después de usarla, qué sustancias le incorporamos (todo tipo de productos químicos,
sustancias producidas industrialmente y algunas de ellas no digeribles por los ecosistemas naturales)

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E 1 uso del agua en la agricultura y en la industria, junto con la creciente concentración de la población en
centros urbanos dificulta a menudo el suministro a esta última, a causa de la escasez puntual provocada por
estos factores, lo cual obliga a depurar el agua disponible con objeto de incrementar su calidad y a reciclar una
parte de la utilizada. Así es que la gestión del agua se convierte en un área central para la vida urbana contemporánea.
El gran problema del agua al que se enfrenta la humanidad, no radica tanto en su escasez, que no es tal, sino en su uso
inadecuado, por lo que una buena gestión de los recursos es esencial para resolver gran parte del problema. Bajo los
auspicios de las Naciones Unidas, durante el decenio de los ochenta, se llevó a cabo un programa destinado a
garantizar el suministro de este elemento a toda la población mundial. Un proyecto de tal envergadura requería
enormes esfuerzos, no sólo económicos, sino también de planificación. La crisis económica global y las decisiones
políticas de concetración de capital en otros sectores o áreas (como la producción de armamentos, por ej.) impidió que
se alcanzaran plenamente estos objetivos. Sin embargo, por primera vez, se han estudiado de forma global los
problemas concernientes al suministro de agua a la población del planeta y, en particular, a las zonas rurales y
suburbanas. Se trata ésta de una cuestión de suma importancia por cuanto constituye, así mismo, la base de una
medicina preventiva eficaz, de enorme importancia para los países del Tercer Mundo, donde enfermedades como la
malaria y el cólera encuentran el caldo de cultivo idóneo por las deficientes condiciones de higiene.

C ualquier medio natural posee una capacidad notable de autodepuración y de eliminación de aquellos residuos
que podrían serle peligrosos. El mar o los ríos pueden absorber una cantidad importante de esos productos
gracias a las complejas cadenas de organismos que, en las distintas etapas, se encargan de transformarlos en
sustancias inofensivas. Así ha sucedido desde la antigüedad con los residuos de la actividad humana, en su mayor
parte de tipo orgánico. Sin embargo, las actividades industriales generan también residuos de difícil transformación,
que, sin embargo, los ecosistemas acuáticos han podido absorber. Con el inicio de la era industrial y el aumento
explosivo de la población, la situación experimentó un cambio radical, que se ha acentuado en los últimos años. Los
residuos orgánicos, procedentes de las ciudades y de la ganadería intensiva en los países desarrollados, han
sobrepasado la capacidad de autorregeneración de los ríos, conduciéndolos a un proceso de eutrofización, con el
consiguiente empobrecimiento biológico de sus aguas e incluso la desaparición, en muchos de ellos de toda forma de
vida superior. E1 problema se agrava con los nuevos residuos industriales o agrícolas, que contienen sustancias
tóxicas en cantidades letales para los seres vivos. La muerte biológica de los ríos y la necesidad de emplearlos como
fuente de suministro de agua potable ha determinado, a pesar de su elevado coste, la necesidad de depurarlos para
obtener un agua utilizable, aunque en muchas ocasiones de sabor y olor desagradables.

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L a depuración de las aguas exige un doble planteamiento: por una parte, tratarlas para que resulten aptas para el
consumo y, por la otra, evitar su deterioro, para lo cual es necesario, primero, instalar depuradoras y, segundo,
emplear filtros y unidades de tratamiento de residuos en aquellos puntos donde las industrias o las actividades
agropecuarias realizan sus vertidos, impidiendo de este modo contaminarlas. Aunque existe una normativa a este
respecto, en muchos países su cumplimiento no siempre es el adecuado y los accidentes de todo tipo provocan
frecuentes catástrofes. A nivel de la ciudad, la generación de agua se hace a partir de la producción sostenida por los
acuíferos de la zona, cuyo perfil geológico permite una depuración por filtrado y requiere solamente la cloración
obligada por ley. Sin embargo, no hemos evaluado todavía el impacto ambiental de la incorporación de pesticidas y
agroquímicos, los que se sabe que más tarde o más temprano contaminan las napas de agua de consumo humano.
Nuestra sociedad, a escala local, todavía no ha evaluado ese riesgo.

La gestión de residuos.

L a eliminación o transformación de los residuos, que generan el funcionamiento de la actividad urbana y las
necesidades vitales de los habitantes de la ciudad se ha convertido en uno de los principales problemas
ambientales al que están haciendo frente, sobre todo, las urbes de los países desarrollados. La capacidad de
eliminación de esos residuos se encuentra desbordada en muchos lugares, lo cual, sumado a los residuos industriales,
amenaza con colapsar el funcionamiento de los mecanismos de mantenimiento del medio. Ello ha generado un
nuevo tipo de exportaciones, el de basuras procedentes de países industrializados hacia países del Tercer Mundo que,
a cambio de unos ingresos vitales para sus economías, se convierten en vertederos. En general existe un notable
paralelismo entre el grado de desarrollo de una urbe o una sociedad y la composición de las basuras que generan.
Mientras que en los países del Tercer Mundo la cantidad de basuras producidas por habitante y año es reducida y
comprende principalmente materia orgánica, en los países más desarrollados el volumen generado alcanza cifras muy
elevadas. Dentro de estas cifras los metales, el papel y los plásticos, en forma de envases y otros productos
eliminables, constituyen un porcentaje mayoritario.

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L a cantidad de basura originada depende además de los hábitos de consumo y el grado de educación de los
ciudadanos para enfrenar los problemas ambientales que esos residuos causan. Así, por ejemplo, en la
consumista ciudad estadounidense de Los Angeles, cada ciudadano genera 3 kg. de basura al día, cifra que en
Nueva York se reduce a 2,1 kg. y en una ciudad europea como Londres a 1,8 kg., cantidad similar a la producida en
Tokio. La gestión de estos residuos, por tanto, depende del tipo de basuras generadas. Para un país europeo medio,
como por ejemplo España, un estudio de la composición de este tipo de basuras en un medio urbano revela lo
siguiente: casi un 50% está formado por materia orgánica; el papel y el cartón suponen un 20%; el vidrio casi un 8%;
los plásticos un 7%; los metales un 4% y el resto lo forman madera, textiles, cuero, goma, cerámicas, cenizas y
productos diversos. Pueden incluirse en este último apartado las pilas y las baterías, pero, en general, en casi todas las
ciudades desarrolladas, existen en la actualidad unidades de recogida especiales para este tipo de residuo, que son un
foco de contaminación muy importante para el medio ambiente, debido a su contenido en plomo, cadmio y otros
metales. Sin embargo, el tema cultural se ve rápidamente si analizamos el caso de Buenos Aires, cuyo promedio de
generación de basura trepó en pocos años (de 1991 a 1994) de 700 gramos diarios a 1,5 kg. diarios por día y por
persona. Las explicaciones arriesgadas desde diferentes sectores (en especial el grupo de ambientalistas ligados al
partido político recientemente formado y denominado “Nueva Dirigencia”) no son demasiado convincentes, pero
arriesgan algunas razones sociológicas que tienen que ver con la incorporación de pautas culturales vinculadas a la
economía del “descartable”. Como el problema es demasiado complejo para abordarlo sin tener un estudio serio, lo
unico que es cierto es que la capacidad de compra y consumo de los argentinos que viven en Bs. As. no creció en la
misma medida que su capacidad de generación de basura.

U na ciudad como Olavarría genera una cantidad de basura entre 600 y 800 gr. por habitante y por día, y
aproximadamente un 35 % es materia inorgánica y un 65 % es materia orgánica. Esta cifra es cercana al
promedio del país, aunque son estimaciones estadísticas que todavía no están basadas en buenos estudios de
terreno y sí en las cifras finales de depositación. EI destino que se da a estas basuras guarda también estrecha relación
con el grado de desarrollo del país o de la urbe. Los principales sistemas de tratamiento de basuras son el vertido
incontrolado (que se denomina basural a cielo abierto cuando se deposita en las zonas periurbanas o rurales cercanas a
los espacios urbanos densamente poblados), que tiende a reducir su participación como modalidad de tratamiento de
los desechos en relación al total de basura generada en los países desarrollados, el vertido controlado (generalmente

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tratado mediante tecnologías basadas en el relleno sanitario), el compostaje de la materia orgánica (utilizándose aquí
parte de los residuos obtenidos en las plantas de tratamiento de aguas fecales), la incineración y el reciclado. Este
último método posee un interés creciente tanto por reducir el volumen de residuos como por el valor económico del
material recuperado.

P uesto que el volumen de residuos y su composición son factores que dependen básicamente de los hábitos de
consumo del ciudadano, la tendencia actual pretende, como medida adicional, modificar estos últimos para
atajar el problema en su base. La sociedad industrializada se ha basado en un modelo de producción constante y
de consumo exponencial, que desperdicia las riquezas naturales y sin considerar que éstas pueden agotarse. Los países
más desarrollados tienden a transformarse en una sociedad conservacionista, en la que los recursos de todo tipo sean
considerados como un bien escaso que deben gestionarse cuidadosamente y cuyo uso debe evaluar constantemente su
impacto sobre el medio ambiente. Ambas cosas guardan estrecha relación, pues la menor producción de residuos no
sólo sirve para ahorrar materias primas, sino que alivia de modo considerable el impacto que la sociedad moderna
ejerce sobre los ecosistemas naturales. Este cambio de mentalidad supone dejar de considerar los residuos
exclusivamente como un problema y contemplarlos como un elemento intermedio en el ecosistema urbano, del que
pueden obtenerse rendimientos, de modo que sólo de un porcentaje mínimo quede como residuo inutilizable.

L a materia orgánica presenta una potencial ventaja en cuanto a su tratamiento, y que es el componente de las
basuras que puede eliminarse de manera más sencilla o, casi directamente, aprovecharse. En los basurales o
vertederos, su propia descomposición acaba por transformarlo y hacerlo desaparecer, pero genera, en el curso
del proceso, una serie de elementos residuales de gran peligrosidad y toxicidad que inutilizan el suelo y contaminan
las aguas. La incineración de las basuras es una de las soluciones relativamente menos malas al problema. En ella se
queman las basuras en su conjunto o bien, realizando una selección previa, sólo los materiales desechables. En
Europa, donde este método está más difundido, hay dos tipos básicos de plantas incineradoras: las que recuperan la
energía y las que no. En las primeras, el calor generado puede utilizarse para obtener energía eléctrica o agua caliente
para el suministro urbano, como sucede en numerosos países escandinavos. Las plantas de este tipo pueden producir 1
Mw de energía eléctrica por cada 17.000 t/año de basura tratada. Sin embargo, las plantas incineradoras tienen el
problema de las emisiones de gases, que han de controlarse para evitar una contaminación adicional. Cuando esta
cuestión está sometida al lucro privado, los controles de las emisiones terminan contribuyendo al calentamiento global
y a la generación de lluvia ácida. Cuando los Estados no han sido presionados por la opinión pública organizada,

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también se ha producido idéntico resultado contaminante. De manera tal que frecuentemente la solución de la
incineración genera problemas en otros niveles.

E l segundo destino que se da a las basuras orgánicas es un empleo en plantas de compostaje, que permite
obtener de este modo un producto, el compost, útil para fines agrícolas o de jardinería. Especialmente buscado
para fertilizar zonas devastadas por la erosión por sobremecanización, el compost asegura un rendimiento
importante en materia de cultivos. De todos modos, la solución que hasta ahora se revelado como más racional para
todo el volumen de residuos para por el reciclaje. Mirado globalmente o más bien desde la perspectiva ecosistémica, el
reciclaje de los residuos urbanos es un método que posibilita la reincorporación de éstos al ciclo general de la materia,
al igual que sucede en la naturaleza. En este aspecto, a medida que las sociedades desarrolladas avanzan en la
discusión de la problemática ambiental, intentan abandonar modelos consumistas y acceder a nuevos hábitos más
adaptados a la escala humana, las pautas de comportamiento de la sociedad en su conjunto y de sus medios urbanos e
industriales, el conflicto que este cambio genera adquiere una mayor complejidad. Si observamos el problema desde el
punto de vista técnico, la perspectiva nos dice que los procesos de tratamiento deberían incorporar la mecánica, o por
lo menos ser análogos, a los procesos que tienen lugar en la naturaleza. En ésta no hay un modelo simple ni una
cadena trófica que se limite a unos pocos elementos, sino que son cientos los organismos distintos que participan.
Pero desde el punto de vista cultural, la problemática se centra en niveles de mayor complejidad, la cual (a riesgo de
simplificar tanto que se termina desnaturalizando los matices) se dirime en el planteo de dos modelos básicos de
gestión de los residuos para su reciclaje.

E stas dos modalidades básicas para aprovechar los residuos producidos y obtener de ellos materiales útiles son
las siguientes. La primera consiste en la gestión pública de las basuras, encargándose las autoridades de la
ciudad de su recogida y tratamiento. Disponen para ello de un servicio de transporte y de unas plantas
especializadas, ya sean propias o bien de empresas privadas, en las cuales se procede a la clasificación de basuras y a
su utilización. Las autoridades municipales incluyen en los impuestos determinadas tasas destinadas a costear estos
servicios, y obtienen unos beneficios que a veces repercuten en los ciudadanos en forma de una reducción de los
mismos. Con frecuencia, diversos municipios gestionan una planta común de tratamiento e incluso se organiza un
sistema global de recogidas para conseguir una mayor rentabilidad.

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E l otro modelo supone una participación activa del ciudadano, voluntaria en unos casos, incentivada en otros
mediante rebajas en los impuestos u obligada bajo pena de multas. En cualquier caso, la clasificación de las
basuras se realiza en el mismo lugar donde se generan. Pueden depositarse cada una de ellas en un recipiente
independiente o bien se separan y se llevan a unos contenedores especiales. Este es el caso de los destinados a papel y
vidrio. Casi todas las ciudades de los países desarrollados disponen de este tipo de recipientes especiales, debidamente
identificados, que se sitúan en puntos estratégicos para que los ciudadanos puedan depositar allí sus residuos y que se
vacían con una regularidad determinada. Además de los de papel y vidrio, existen también los destinados a envases
metálicos y otros para las pilas y materiales especialmente contaminantes. El resto de las basuras, principalmente
orgánicas, se depositan en los recipientes habituales para este fin. La ventaja de este segundo método es doble pues,
por un lado, los materiales reciclables aparecen ya separados de origen, lo que facilita mucho su posterior tratamiento,
y, por el otro, la participación del ciudadano incentiva a éste hacia una menor generación de residuos y una mayor
atención hacia los problemas del medio ambiente.

E n nuestro país, y especialmente en la Pcia. de Bs. As., varios municipios como el Trenque Lauquen y el de
Laprida han desarrollado programas de reciclado de residuos que constituyen una combinación de los dos
modelos, logrando una gran adhesión popular. Desde el punto de vista neoliberal y economicista, estos
programas son criticados porque no han conseguido todavía una adecuada articulación al mercado para colocar los
materiales recuperados (especialmente ciertos metales), por lo que la tasa de recuperación de la inversión es
claramente favorable. Pero las críticas no tienen en cuenta las externalidades, es decir los costos que la sociedad paga
por la generación privada de residuos que se liberan en los espacios públicos y que terminan afectando recursos
naturales cuya propiedad debería ser colectiva, incluyendo a las futuras generaciones. Si estos costos pudieran
calcularse, el argumento economicista se desploma, porque los costos que no se pagan hoy en prevención de
contaminación los termina pagando la sociedad entera cuando debe atender la salud de los seres humanos que
enferman por vivir en un ambiente deteriorado.

S in embargo, las cuestiones económicas asociadas a la reutilización de la basura no dejan de estar mitificadas en
gran medida. A fines de 1996, se conoció que gran parte del mercado del reciclaje de Alemania se estaba
moviendo con basura importada de lugares tan lejanos como Brasil. Es que tantos años de prédica ambientalista
están dando resultado, y los ciudadanos alemanes están cambiando tímidamente sus pautas de consumo y buscando
derrochar menos. Esto ha llevado a la bancarrota a las empresas oportunistas que se formaron en los años de oro del
movimiento ambientalista alemán, que logró que todos los municipios incorporaran legislación que los obliga a

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transformar su basura localmente. El capitalismo alemán comenzó a desarrollar tecnologías que permitían generar
electricidad a partir del procesamiento de desperdicios irrecuperables para otros procesos. A principios de los años
‘80, muchos gobiernos locales de todo el territorio alemán construyeron grandes plantas de tratamiento de
desperdicios. Pero la población redujo la producción de desperdicios, muchas industrias modificaron sus tecnologías y
el resultado fue la rápida bancarrota de los circuitos económicos montados sobre las toneladas de desperdicios
domiciliarios. Una ciudad de mediano tamaño como Augsburgo invirtió 520 millones de dólares en la construcción de
un gigantesco horno para producir energía al tiempo que eliminaba partículas nocivas para el ambiente. Hoy estas
instalaciones, y muchas otras en todo el país, se encuentran totalmente parados a consecuencia de la escasez de basura.
El promedio de impuestos nacionales recaudados para financiar y pagar los precios de la tecnología invertida en la
economía de la basura se incrementaron en un 84 %. Así que el sueño de los ambientalistas es la pesadilla de los
oportunistas que apostaron a enriquecerse con la basura que generaban sus compatriotas.

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CAPITULO 2
ADMINISTRACION Y GESTION AMBIENTAL A ESCALA LOCAL.
FUNDAMENTOS Y BASES DE UNA PROPUESTA

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L os puntos sintetizados en el capítulo anterior nos fueron introduciendo en los aspectos más locales de la
problemática ambiental contemporánea. Para analizar con cierta profundidad este aspecto de la cuestión, quiero
plantear un camino que considero necesario, aunque las reglas de la política actual parecieran decir lo
contrario. Es que me parece un error concentrar todas las energías y recursos únicamente en las posibilidades de
respuestas rápidas, porque es justamente esta metodología (la de ocuparse de lo urgente y postergar el problema de
fondo) la que contribuyó a agravar velozmente la desestructuración de los recursos naturales.

E n este sentido, uno de los puntos esenciales de este planteamiento requiere una definición acerca de los
fundamentos de una gestión ambiental a escala local. La esencialidad proviene de reconocer que nuestra
calidad de vida, en la cotidianeidad olavarriense, no parece estar tan amenazada como para que se dicte ya la
“emergencia ambiental” (como pienso que debería hacerse en amplias zonas de Capital y del Cono Urbano
Bonaerense), y tal cual se hace en otros lugares del planeta con los que no tenemos una total similitud cultural, aunque
si poseemos muchos factores que nos acercan en términos socioculturales e históricos. Por ejemplo, el sistema de
emergencias ambientales de Ciudad de México, reconocido como insuficiente y precario, es una experiencia en la cual
los administradores de una metrópolis como Buenos Aires deberían reflexionar profundamente. Aunque las
condiciones ecológicas de nuestra capital sean totalmente diferentes, los procesos socioculturales que han llevado a la
degradación de la calidad de vida de millones de personas son, por lo menos, homólogos.

E l primer punto que es necesario revisar para no caer en el facilismo de la solución inmediata es el papel del
Estado, pensando en que la profunda reestructuración de los aparatos estatales (por lo menos en toda
Latinoamérica) ha sido efectuada bajo principios filosóficos y prácticos aportados por ideologías neo-
conservadoras. En ellas, el Estado el Estado es hallado culpable de todos los males de la sociedad actual: la
ineficiencia, la burocracia, el sobredimensionamiento, la voracidad recaudadora, el derroche de recursos, etc.. Sin
intentar cuestionar o reafirmar estas afirmaciones, hondamente instaladas en el sentido común, es necesario decir que
si las mismas se aplicaran a la cuestión ambiental, el problema se complejiza de una manera sumamente significativa.

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P or un lado, no dejaríamos de encontrar indicadores de la displicencia del Estado en materia de gestión


ambiental. La ineficacia en la aplicación de legislación, la inoperancia para controlar y regular sin asfixiar las
actividades económicas de los particulares, la improvisación y precariedad de las soluciones, se ponen total y
absolutamente de manifiesto a lo largo de la historia nacional. Casos como la degradación del Riachuelo, la deficiente
gestión de Obras Sanitarias en materia depuración de desechos cloacales en Bs. As. y su conurbano, la política
forestal, la degradación minera, las décadas de importación de pesticidas y agroquímicos prohibidos en todo el mundo
menos aquí, ( y la lista podría seguir hasta totalizar varias decenas de problemas complejos), etc. muestran que el
Estado Nacional ha tenido responsabilidad concreta en la desestructuración de los ecosistemas y la pérdida de recursos
valiosísimos en todo el territorio nacional.

S i enfocamos brevemente la mirada hacia la experiencia de otras sociedades, el resultado de la concentración del
poder político generó catástrofes ambientales en todo el mundo socialista, las que se conocieron en los días
previos a la caída de la ex-URSS, y horrorizaron a todo el mundo por su magnitud. No sólo Chernobyl está
atravesado por una deficiente gestión estatal, sino también otros procesos como la depredación del Mar de Aral, los
innumerables casos de contaminación de villas industriales como la de Copsa Mica (Rumania), ejemplo emblemático
de los desastres de la explotación minera sin control local. En el Tercer Mundo, las catástrofes locales y regionales
brotan como hongos, y sólo los capítulos de la lucha por la preservación de zonas como el Amazonas o los bosques de
Indonesia llenarían infinitas páginas. En ellas, la inacción del Estado y la permisividad en la explotación de los
recursos harían pensar a los habitantes de muchas comunidades que la esfera de las decisiones de la política nacional
está mucho más cerca de los intereses de las trasnacionales que de la supervivencia del propio pueblo.

P ero no es sólo el Estado el causante de las innumerables problemáticas regionales y locales y de la degradación
planetaria. Este no tiene el papel más destacado, sino que las palmas se las llevan los intereses económicos que,
buscando una tasa de ganancias lo más elevada posible, no vacilan en exterminar ninguna especie ni acabar con
cualquier recursos natural. El Estado, en sus diferentes niveles, frecuentemente se somete a las leyes económicas que
postulan que cuanto más escaso es un recurso, más alto es su precio. El núcleo original de toda la problemática se
encuentra en el único afán de utilizar la naturaleza para obtener el máximo beneficio económico en el menor tiempo
posible. Pero, como veremos más adelante, sucede que es todo un modelo de civilización lo que nos va llevando a la
profundización de la degradación, en tanto todo el planeta (y potencialmente el espacio) se convierte en un
supermercado.

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A escala de una ciudad como Olavarría, más que atacar los problemas de a uno, es imperioso hacer un esfuerzo
importante por instalar el tema ambiental como un tópico de discusión política central. Al no existir un grado
importante en la degradación de algunos recursos (como el aire o el agua), pero al reconocerse (v. PACTO
ECOLOGICO BONAERENSE) indicadores de futuros problemas, entiendo como fundamental una fuerte presencia
del Estado en la instalación de la temática. En esta discusión, es necesario explicitar que uno de los postulados a partir
de los cuales pensar el problema es la imposibilidad de dejar librado el mantenimiento de los recursos naturales y del
ambiente a la buena voluntad de los agentes económicos. La apropiación y el uso, con sentido absoluto, abusivo,
arbitrario, avariento y exclusivamente mercantilista, son totalmente injustos desde lo sociocultural y sumamente
negativos desde lo ambiental. De manera tal que la intervención del Estado para orientar a la sociedad hacia objetivos
de preservación y uso racional no es nada más que una cuestión ideológica, sino que se convierte en especialmente
práctica y necesaria.

A sí lo han comprendido y lo demuestran las economías más avanzadas del planeta, como las de EEUU y
Europa, quienes después de décadas de libre rapiña se encuentran con la supervivencia tan amenazada que
han puesto severos límites a la explotación de la Naturaleza. Particularmente en Europa, donde a lo largo de
los siglos los recursos naturales han sufrido un notable deterioro (extinción de bosques y de toda clase de especies
vivas, contaminación de los ríos, de los mares y de los lagos, corrosión de valiosas construcciones representativas del
patrimonio sociocultural, etc.), las regulaciones estatales encuentran a las estructuras municipales y los parlamentos
regionales como actores hegemónicos de cambios legislativos y controles estatales. La experiencia norteamericana,
centrada en el papel de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA), pudo estructurarse como confluencia de
la creación de una gran cantidad de organismos originados en movilizaciones de diferentes grupos de ciudadanos,
movimientos urbanos de muy diversa índole(como el de “Justicia Ambiental”, surgido para protestar y proponer
soluciones a la práctica del capitalismo norteamericano de depositar desechos tóxicos en las zonas étnicamente
conflictivas, como los barrios de negros pobres y de latinos) que reaccionaron ante los innumerables síntomas de
degradación ambiental que emergían a lo largo y a lo ancho de la nación. Se cuentan, como logros exitosos de la
gestión ambiental desde el Estado Norteamericano, la reorientación de la política de conservación de suelos, la
depuración de cuerpos de agua y el manejo ambiental de zonas como el Valle de California (donde el Estado ha
enfrentado a sectores poderosísimos desde lo económico), la experiencia de la Tennesse Valley Authority (organismo
regional de regulación de uso de las aguas de riego), etc.. Estos son ejemplos ya demasiado conocidos de la
preocupación norteamericana por poner límites severos a la depredación. Claro está que en la base de todas estas
experiencias, lo mismo que de las europeas, existe un grado importante de movilización y demanda popular. En los

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últimos cinco años, toda la compleja negociación para la puesta en marcha del NAFTA estuvo co-conducida por
sectores de ambientalistas obsesionados con el riesgo de que la integración con México destruyera los beneficios
obtenidos en la últimas décadas luego de arduas batallas legales. Uno de los puntos innegociables con el gobierno
mexicano fue la baja de estándares en materia de control de contaminación, aspecto particularmente elaborado en los
EEUU. y totalmente descuidado en México (en gran parte por los las acciones de evasión de los mismos capitales
norteamericanos que huyen de las normas de su propio país). El gobierno norteamericano otorgó un espacio muy
importante a los representantes del movimiento ambientalista y a científicos, quienes participaron con poder de
decisión en los cientos de comisiones locales y regionales que hicieron del NAFTA el acuerdo comercial internacional
más “verde” que se haya negociado hasta ahora.

E n términos de fundamentos de una gestión ambiental a escala local y regional, no se puede menos que postular
la centralidad del rol del Estado en el manejo de la problemática ambiental y en la definición de las
estrategias de preservación de los recursos. Esta es una cuestión que no tiene que ver con la “cantidad de
Estado” que es necesario disponer para abordar esta temática. Los aspectos cuantitativos de los recursos que el Estado
tiene para cumplir sus funciones son el gran tema que se discute hoy, con el actual nivel de reflexión política, en
materia de la reflexión acerca de los criterios de las políticas de administración pública. Pero pareciera que se olvidan
intencionalmente muchos de los aspectos cualitativos que se requieren para que el Estado cumpla verdaderos objetivos
colectivos (y no sólo sea el garante de la acumulación económica de unos pocos).

D entro de estos aspectos cualitativos se encuentra la incorporación de la dimensión ambiental en las políticas
de Estado. Esto no es, por supuesto, una temática nueva. La mayoría de las problemáticas comenzaron a
discutirse a mediados de los años ‘70, ante las ya significativas evidencias del deterioro de muchos
ecosistemas. En general, la temática aparecía derivada de los efectos indeseables de la aplicación de planes y
programas de desarrollo económico impulsados por los EEUU, y luego del fracaso parcial de la mayoría de los
ensayos que se realizaron en toda Latinoamérica. En esta materia, los diversos sistemas de gestión que se pusieron en
marcha pueden ser agrupados de la siguiente manera:

a) en algunos casos, las dirigencias nacionales creyeron que se trataba de maquillar “ecológicamente" a los Planes de

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Desarrollo puestos en marcha durante los años ‘50 y consolidados bajo la inspiración de la AlPro. Con ello se buscaba
cumplir las recomendaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (Estocolmo,1972),
ideas que pusieron mucho énfasis en la incorporación de los aspectos ambientales en la planificación del desarrollo.
En el seno de los Ministerios, Oficinas, Consejos o Institutos de Planificación del Desarrollo Económico y Social se
crearon así "áreas ambientales". Una vez confeccionado el Plan, o durante el proceso de su elaboración, el órgano de
planificación - a través de esas unidades ambientales propias y apoyado por otras oficinas de información - hacía una
"lectura ambiental" del Plan de Desarrollo y se le incorporaban los recaudos que se consideraban pertinentes. Esta
modalidad, adoptada por países como Perú, Panamá, Ecuador, Bolivia (en 1986 creó la Comisión de Medio
Ambiente y RRNN), Honduras (en 1990 se creó la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo y Guatemala, no
profundizó en la discusión política como para ver que diversas circunstancias, especialmente el estallido de la "crisis
de la deuda" de 1982, pero también otras anteriores y posteriores, llevaron a los gobiernos a dar prioridad a políticas
de corto plazo concentradas en la difícil coyuntura económica y financiera. Esas políticas directamente no se
vincularon a los objetivos y metas de mediano y largo plazo que
estaban previstas en los planes de desarrollo. También, y desde la opinión de innumerables expertos, estos planes de
desarrollo adolecieron de una fuerte rigidez tecnocrática, ya desde la misma metodología utilizada para su elaboración.
Ambos factores los convirtieron directamente en letra muerta, arrastrando en ello a los propósitos ambientalistas que
intentaban plasmar.

b) en otros países se pensó que, concentrando las responsabilidades de elaborar y dirigir la política ambiental global
del Estado nacional en un área administrativa nueva o preexistente pero reformulada, quedaba resuelto el nuevo
desafío. Es el caso de Venezuela (Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales Renovables/MARNR), Colombia
(Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables y del Ambiente/INDERENA), México (secretaría de Desarrollo
Urbano y Ecología/SEDUE), Nicaragua (Instituto de Recursos Naturales y del Ambiente/IRENA), Uruguay
(Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente), Brasil (ex Secretaría Especial del Medio
Ambiente, hoy Instituto Brasileño del Medio Ambiente), Costa Rica (Ministerio de Recursos Naturales, Energía y
Minas), etc.. Sin embargo, estos organismos tuvieron y tienen muy serias dificultades para que el conjunto del aparato
estatal , en todas sus áreas sectoriales horizontales y verticales de descentralización territorial, Ilevara a la práctica
dicha política ambiental. Algunos expertos opinan (KOOLEN, R.; 1993:426) que no se pasó de manifiestos de buenas
intenciones
sin haber alcanzado mayores modificaciones positivas en las condiciones ambientales de los países. Por el contrario,
estas últimas han continuado deteriorándose.

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c) En un tercer grupo de países, ya sea en forma exclusiva o en combinación con la creación de organismos
ambientales, se ensayan también organismos colegiados (Comisión Nacional de Medio Ambiente, o Consejo Nacional
Ambiental, etc.) , integrados por representantes de diversas áreas del sector público -y a veces privado- responsables
de la definición de los aspectos globales de la política ambiental nacional, aunque con una función eminentemente
"coordinadora" de las áreas estatales tradicionales (agricultura, bosques, obra pública, educación, industria, salud,
energía, etc.). Son los casos de Chile, Honduras, Costa Rica, Panamá, Guatemala, etc.. A esta cuestión debe agregarse
que, además de la creación de organismos o comisiones que en cada caso se han reseñado, en algunos países se ha
organizado un Sistema Nacional de Gestión del Medio Ambiente que asigna responsabilidades en la materia a
variados sectores de la administración pública nacional y de las instancias verticales
inferiores. Es el caso de Brasil, Cuba, Ecuador, Honduras y Costa Rica.

E n la Argentina se creó la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano (1973), dependiente del
Ministerio de Economía, que comprendía a las áreas de recursos naturales renovables (flora, fauna, bosques,
parques nacionales), minería, recursos hídricos (incluyendo a Obras Sanitarias de la Nación y al Instituto
Nacional de Ciencia y Técnicas Hídricas) y ambiente humano. La dictadura la disolvió repartiendo esas áreas entre
las de Obras Públicas y transportes, Agricultura y Salud. Recién en 1986 se creó la Subsecretaría de Política
Ambiental, dependiente de Ia Secretaría General de la Presidencia de la Nación, luego reemplazada por la Comisión
Nacional de Política Ambiental. Esta fue disuelta y reemplazada por la Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente
Humano, que depende directamente del Presidente de la Nación. Analizar toda la gestión actual de este último
organismo daría por sí solo un largo trabajo. Un especialista del Centro Latinoamericano de Estudios Ambientales,
Ricardo Koolen (op.cit.: 427) destaca que: “ EI régimen federal de nuestro país hace que muchas de las
responsabilidades y atribuciones ambientales radiquen en los gobiernos provinciales; por este motivo debe señalarse
que muchas provincias han creado, a su vez, organismos ambientales y de protección o regulación de los
recursos naturales (Buenos Aires, Córdoba, Chubut, Río Negro, Mendoza, Misiones, etc.). Una evaluación crítica de
esta variada gama de experiencias y opciones sobre la administración pública del medio ambiente y de los recursos
naturales, ensayadas en el país y la región durante las dos últimas décadas, permite constatar que la situación del
medio ambiente natural y antrópico, medida en términos generales, no ha mejorado. Sino que, por el contrario, ha
empeorado a un ritmo muchas veces más acelerado que en épocas anteriores. Han continuado los fenómenos de
deforestación, erosión de suelos con aptitudes agrícolas o ganaderas, desertificación, extinción de especies de flora y
fauna, contaminación de aguas, suelos y aire, incremento de las urbanizaciones, metropolizaciones y migraciones

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poblaciones espontáneas y desordenadas -que presentan graves condiciones de hacinamiento habitacional y


marginalidad, carencia de sistemas de abastecimiento de agua potable y saneamiento básico, recolección y disposición
de basuras, en las que se expanden las epidemias de la pobreza como el cólera-. Cada vez hay mayor indefensión
frente a las catástrofes naturales; los contaminadores permanecen impunes y no se protege el patrimonio natural.”

L La larga cita anterior alcanza para demostrar que el criterio de agregar más organismos que se encarguen de un
nuevo problema, la administración de los recursos naturales, y pensar que con la creación de un Ministerio,
una Secretaría o una Comisión ya se resuelve la amenaza ambiental, está realmente lejos de ser acertado. El
Estado tiene que hacerse cargo de la problemática ambiental, pero vale la pena profundizar sobre cuáles ejes debe
hacerlo. Y pensando sobre todo en que reparar en estos ejes significa ya estar pensando en una propuesta adaptada a
nivel local o regional.

E l carácter global de la problemática ambiental implica considerar un concepto que creo necesario elevarlo a la
categoría de postulado: la transectorialidad, como característica fundamental de una política ambiental a
cualquier escala territorial. En nuestra experiencia histórica, y en especial en los niveles de análisis en los que
estudia el estado moderno, el criterio de departamentalización ha sido la constante, y es innegable que ha dado
interesante resultados en temas claves como la organización de la cobertura de salud, el desarrollo de la agricultura, de
las obras públicas que han posibilitado el incremento de las posibilidades de acumulación de muchas ramas de la
industria, en la conformación de servicios públicos (capital social que luego fue transferido a manos privadas), etc..
Sin embargo, lo que puede revelarse exitoso en determinados aspectos (por ej., la promoción del crecimiento de
determinadas ramas de la industria) puede tener consecuencias no tan deseables para otras áreas de las cual el mismo
estado es responsable (la excesiva concentración de la riqueza y el deterioro de la salud colectiva).

Cuál es el significado de la transectorialidad, en tanto fundamento de una política ambiental?. Significa que los
objetivos de protección del ambiente y gestión sostenible de los recursos son un insumo básico en la toma de
decisiones y en las responsabilidades del conjunto del aparato estatal. En la práctica, implica pensar menos en crear
nuevas oficinas específicas abocadas al “medioambiente” y centrar el trabajo en “ambientalizar” todo el aparato
del Estado y los organismos conectados a él. Lo cual implica que la información ambiental y los principios políticos
que orientan la construcción de esta información deben ser mínimamente compartidos por organizaciones no

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gubernamentales, sectores empresarios y grupos de intereses particulares, agentes educativos de diferentes niveles,
comunicadores generadores de la opinión pública, etc..

A poco de andar podemos ver que esto no es lo habitual en el Estado Latinoamericano, especialmente por el
centralismo instalado por las burocracias autoritarias originadas en las décadas de gobiernos militares. Sólo
en los municipios a pequeña escala, la dinámica particular de los sistemas clientelares y del ejercicio
democrático va amalgamando procesos históricos muy diversos, y mi opinión es que parece constituir el nivel de toma
de decisiones más adecuado para poner en práctica esta idea de transectorialidad. También porque las posibilidades de
resolución de los conflictos implican la posibilidad de procesos de concertación y de mediación mucho menos
complejos que cuando existe la superposición jurisdiccional. Y fundamentalmente porque el ejercicio del aprendizaje
democrático va mostrando ciertos caminos y configurando identidades colectivas que posibilitan un mayor dinamismo
frente al cambio acelerado y a la amenaza ambiental.

L as experiencias prácticas que han demostrado que la regionalización bajo objetivos de manejo ambiental es
posible no son muchas en el mundo. La más valiosa, por su complejidad y por los desafíos que ha tenido que
enfrentar es la Comunidad Urbana del Gran Lyon, en Francia. 55 comunas se pusieron de acuerdo para
compartir jurisdicciones, sumar recursos, dictar normativas legales regionales, procesar información global,
economizar recursos en la realización de obras públicas y privadas. El primer paso de esta experiencia fue la
invención de la figura de la Comunidad Urbana, que si bien no tiene el mismo valor jurídico que el Municipio, se
pensó como ámbito de articulación para varias municipalidades que no podían administrar racionalmente los
ecosistemas debido a los límites políticos y parcelarios. La Comunidad se creó en 1966, y comenzó a funcionar en la
práctica en 1969. En 1994, alcanzó un presupuesto de 1.100 millones de dólares, y una estructura administrativa que
contiene 5.200 personas en sus diferentes niveles. Está organizado alrededor de un Consejo de la Comunidad, de 140
miembros que han sido designados por los equivalentes de nuestros consejos deliberantes de cada una de las 55
municipalidades que integran el Gran Lyon. La cantidad de habitantes de cada municipalidad o jurisdicción (en
Francia se denominan comunas) define el nro. de representantes ante el Consejo, de esta manera 42 municipios tienen
una sola banca, mientras que el área más poblada, el Gran Lyon, tiene 46. Este cuerpo, que se reúne 10 veces año para
tratar un centenar de temas, es el que define las políticas generales de la Comunidad Urbana, y toda la información, el
análisis y la elaboración de planes se trata en las 15 comisiones permanentes. Los temas que se han convertido en ejes
de la toma de decisiones de este organismo son dos “universos” : por una parte el urbanismo y el hábitat
(desarrollando un esquema director, planes de ocupación de suelo, sistemas de viviendas y alojamientos sociales,

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procesos de renovación urbano-territoriales, etc.), y por otra parte la administración de servicios públicos esenciales
(transporte, estacionamiento, manejo de recursos hídricos, en especial la recolección de líquidos cloacales, residuos
sólidos domiciliarios, etc.). Cinco de las comisiones permanentes están directamente relacionadas con temáticas
medioambientales: “Limpieza urbana”, “agua y tratamiento de líquidos cloacales”, “Sistemas de recolección de
residuos sólidos y disposición final”, y la más abarcadora y que provee insumos para los demás, “Ecología Urbana y
Medio Ambiente”.

E s interesante detenerse a analizar algunos logros operativos de semejante organismo, que parece
burocráticamente monstruoso pero no tanto si tenemos en cuenta que el Gran Lyon sostiene la vida de
millones de personas. A principios de los ‘90, se aprobó la puesta en marcha del Observatorio de Cambios
Ecológicos, que es un centro que recibe constantemente datos sobre el estado de las principales variables ambientales
de toda la región. Por ejemplo, para monitorear la calidad del aire, existe desde 1979 una entidad creada por ONGs,
industrias y gobiernos locales, que tenía montada una gran cantidad de captadores automáticos que tomaban muestras
de aire. Sistemas similares para aguas y otros aspectos básicos se articularon en este Observatorio, de manera tal que
la información de todos los sistemas de monitoreo se telecanalizan a un ordenador central. Este ordenador ensambla
cada 15 minutos las mediciones provenientes de muy diversos puntos (74 dispositivos de medición dispersos en 33
lugares clave de la región). La población es rutinariamente informada de los índices de contaminación atmosférica y
opera diversos procedimientos para recuperar la calidad del aire cuando esta disminuye. (ROSSEAUX, P.; 1994:12,
GUILLAUME, R. 1994: 20) Procedimientos como este son modelos de referencia a nivel mundial, y en Argentina (a
partir de las conexiones realizadas por FUNAM, la ONG dirigida por Raúl Montenegro, uno de los ambientalistas
argentinos más relevantes) la Municipalidad de Córdoba ha empezado a tratar de organizar un sistema semejante para
su Area Metropolitana. En el caso cordobés, el Area Metropolitana de Córdoba agruparía a 48 centros poblados de las
inmediaciones. La puesta en marcha de este sistema se produce luego de que el Municipio cordobés resolviera un
procesos de descentralización político-espacial sumamente interesante, y que se articulara con el sistema de
planificación estratégica montado también a principios de los ‘90.

L a verificación que introduce el análisis de esta experiencia es la posibilidad de hacer una efectiva
transectorialidad aprovechando las ventajas de la escala municipal. También a este nivel o a escala de un
partido son mucho más fáciles de realizar las tareas que el Estado no puede delegar:

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• el diagnóstico y la evaluación permanente del estado de los recursos naturales, de los ecosistemas de su territorio y
de las condiciones de vida de los conjuntos sociales,
• la innovación jurídica y legislativa, incluyendo el desarrollo de instrumentos concretos de regulación,
• el control y la vigilancia socioambiental (que en la mayoría de los casos significa organizar un sistema de
cruzamiento de datos que ya tiene sus bases en la sistematización que realiza cada departamento o secretaría del
aparato municipal),
• la formulación de una visión ambientalista de políticas, planes y programas para sectores específicos, y la
coordinación de políticas generales con otros sectores relevantes: educadores, empresarios, dirigentes vecinales,
etc.,

U n intento por sistematizar estos criterios orientadores de la práctica está siendo sostenido desde la experiencia
de la Secretaría de Política Ambiental de la Provincia de Buenos Aires. Lo interesante de esta todavía
incipiente experiencia es el fuerte comienzo: la sanción de una Ley Marco de Política Ambiental, la nro.
11.723, y de la Ley de Radicación de Industrias, nro. 11.459. Ambas otorgan un papel central a la esfera de acción
municipal, y le otorgan aún mayor centralidad que las atribuciones que podríamos pensar que se desprenden de los
principios que se enuncian en el párrafo anterior (como, por ejemplo, la responsabilidad que le cabe al municipio en
materia de educación ambiental y en el desarrollo de monitoreos y evaluaciones de impacto de obras públicas y otras
actividades antrópicas). Pero estas formulaciones corren el riesgo de quedar en la letra muerta de la ley si no se dan
una serie de experiencias que implican abrir la esfera de la acción política y del poder público a múltiples actores.
Podríamos decir que otro de los fundamentos de la política ambiental es la participación, pero esto nos llevaría a un
lugar común del que no es fácil salir. De manera tal que lo que me interesa decir acerca de este punto es muy breve:
los espacios de participación se construyen, y para ello es necesario un reconocimiento de la diversidad social y una
permanente reflexión sobre la propia historia ejercitadas en alto grado(dos cosas por la cuales nuestra sociedad no se
destaca en particular). Esto es una cuestión central que no sólo se deriva del análisis histórico o de la experiencia
europea, sino que deviene reflexión obligada a partir de analizar mínimamente la situación ambiental de la provincia
de Bs. As. . El primer problema que existe y que impide un funcionamiento coherente del mecanismo legal es la falta
de estudios ambientales profundos en la órbita oficial. El surgimiento relativamente reciente por los temas ambientales
no se condice con el prestigio alcanzado por la carreras agrupadas bajo el paraguas de las Ciencias Naturales en la
Universidad Nacional de La Plata, que ha contado con científicos relevantes y con capacidad para hacer importantes
contribuciones al conocimiento del ambiente pampeano. Entre los pocos diagnósticos existentes se encuentra el ya
citado del Pacto Ecológico Bonaerense y una serie en producción financiada por la Fundación BaPro. Son sumamente
insuficientes para dar cuenta de una situación tan compleja. Un segundo nivel de problemas ambientales está dado por
el carácter regional de la crisis ambiental, en la que zonas como La Plata, Berisso y Ensenada constituyen una región

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atravesada con infinitas jurisdicciones y toda la zona del Gran Buenos Aires otra muy diferente. Estas diferencias son
especialmente culturales y microsociales, no sólo diferencias de base ecológica o de sistema hídrico. La cuestión legal
(la diferencia de jurisdicciones, las reglamentaciones particulares, etc.) agregan otra complejidad especial, que hace
pensar que este paquete sólo puede ser enfrentado con un superorganismo como la Comunidad Urbana de Lyon. Las
atribuciones del estado municipal, provincial y nacional muchas veces se tornan contradictorias y lo que prima
finalmente es la inacción y la postergación del problema. Esto desata también un caos administrativo, a partir de las
confusiones que se dan sobre las áreas de competencia y los organismos de aplicación. Los particulares afectados por
problemas ambientales generalmente no saben a quien recurrir, y terminan siendo derivados de una dependencia a otra
sin encontrar respuesta a sus reclamos.

L a contracara de esta ineficiencia se da también en uno de los aspectos centrales del abordaje de lo ambiental
desde el Estado. La recientemente creada Secretaría de Política Ambiental (que depende directamente del
Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires y que reemplaza en esta función a la Dirección de Medio
Ambiente del Ministerio de Salud), a pesar de ser jerarquizada, cuenta sólo con 37 inspectores para cubrir la
totalidad del territorio bonaerense y supervisar a las miles de empresas instaladas en él. Muchos de los inspectores no
pueden realizar su tarea por falta de recursos tecnológicos, económicos, y también por la falta de voluntad política de
funcionarios de otros niveles del aparato estatal. Frente a la marcada displicencia que muestran los empresarios de la
región en relación a la temática ambiental, arrojando permanentemente efluentes sin ningún tipo de tratamiento u
ocultando accidentes que se producen en sus plantas, los escasos e insuficientes intentos de estructurar una política
ambiental terminan siendo una fachada publicitaria, que en vez de contribuir a instalar seriamente el debate sobre los
problemas ambientales no hacen más que enmascararlo. La discusión de estas temáticas lleva a ver que la cuestión de
los fundamentos de la gestión ambiental y su correlato práctico es el inicio de lo que debe revisarse, porque no es
posible producir esfuerzos casi ciclópeos, como la sanción de una ley, para que desde lo básico este esfuerzo se
sabotee. Acá es la experiencia particular de cada municipio lo que juega un papel fundamental.

S aliendo del terreno de los fundamentos, y transitando justamente por la experiencia histórica local, reconocer
nuestra diversidad como municipio implica ver qué procesos sociales han permitido construirla. Encontramos
así que, a la manera más típica del ambientalismo del Tercer Mundo, nuestro pasado contiene eventos que
poseen signos que permitirían clasificarlos como luchas ambientalistas, aunque no contáramos aún con la evolución
de un movimiento social “verde”, al estilo europeo, que les diera organicidad. El más significativo de estos eventos es
el proceso de movilización que generó el reclamo por la destrucción del paisaje debido a las explotaciones mineras de

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la zona serrana. Si pensáramos en este argumento, en el resarcimiento a la sociedad que el capital privado debe
efectuar por la destrucción de un bien colectivo, encontramos no sólo un argumento que los ecologistas clasificarían
como “cosmético” (que se preocupa sólo por los aspectos estéticos de la Naturaleza, sin tener en cuenta los factores
socioculturales asociados), sino un objetivo más profundo de sostenibilidad: los recursos que las explotaciones
mineras transfieren al Estado, idealmente debían ser para la búsqueda de alternativas económicas para las
generaciones futuras que no pudieran vivir de la producción minera. Las fuerzas que confrontaron, los argumentos
que se pusieron en juego, las instancias generadas por el cambio tecnológico, el flujo de recursos que el gravamen a
las explotaciones significó para la economía local, son todos aspectos que explican el particular desarrollo de la
experiencia local, y también la profundidad de su crisis. Lo que verdaderamente le da una dimensión histórica al
proceso es la articulación del Estado desde el origen mismo de la explotación minera, aunque el gravamen sobre la
explotación de canteras no fuera estratégico, como lo señala Aurora Alonso de Rocha:

"...Los canteristas lo discutieron siempre y hubo épocas de mucha evasión, y por consiguien-
te, multas y expedientes por cobros atrasados. Una época especialmente difícil fue la de
1908- 1912, con huelgas y cierre de las canteras de Aust (lock-out patronal). En 1913
aparece una consulta del abogado municipal al procurador de la provincia, y éste falló en
favor de la Municipalidad. Se trata del expediente del 11 de junio de 1913. El dictamen dice
que responde a una consulta del intendente Emilio Condé ante reclamos de los canteristas
que alegan una doble imposición con la provincia: ["...en virtud de la autonomía que gozan
las municipalidades a ellas corresponde dictar y quitar las disposiciones que rigen el gobierno
y los intereses de los municipios como también interpretarlas..."] (La Plata, 21 de junio de
1913). En un expediente de 1948 contra María Ginocchio se transcribe la ordenanza más
conocida, la de Lara, que repite los términos de todas las anteriores. Hay dos novedades: una
equivalencia entre peso y bolsa, para el cemento, y la creación de las inspecciones diarias en
lugar de las rendiciones de cuentas mensuales de las fábricas a la comuna. Para esto se
designaron dos inspectores, uno de ellos llamado Jose Eyler, que tenían que repartirse, con
otro más, tres zonas de explotación minera. Iban todos los días, con planillas que llenaban
por triplicado para la fábrica o cantera. El sistema duró poco, por más o menos dos meses,
porque era técnicamente difícil, costoso y prolongado en el tiempo. Antes de 1948 nunca
dejó de existir y cobrarse el impuesto, que no era una gran fuente de recursos municipales.
Empezó a serlo con el auge del cemento (oligopolio y obras públicas). antes, hasta más o
menos 1930, el campo florecía y daba mucha plata en guías, señales y marcas, tablada,

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hectárea, etc. y otros impuestos o tasas, como el de las casas de prostitución, lo superaban..."
(ALONSO DE ROCHA, AURORA, 1987, ms.).

El "Impuesto a la Piedra" se transformó en una herramienta importantísima cuando la producción de las cementeras
locales creció significativamente, dado que los ingresos por el canon llegaron a ser un gran porcentaje del
presupuesto. El municipio utilizó esos ingresos en la construcción de equipamientos colectivos. Se lo destinó funda-
mentalmente a la obra pública, y esta posibilidad otorgó una identidad particular a la ciudad, cuyo
resquebrajamiento estamos viviendo ahora.

P ero la lucha por el control del “Impuesto a la Piedra” no es la única experiencia en la cual los factores
socioculturales giran alrededor de reivindicaciones ambientalistas. Si hubiera que hacer la historia ambiental del
Partido, tal cual lo propuse en otros trabajos anteriores, veríamos el ascenso y el ocaso de sistemas de fábrica
con villa obrera, relacionados no sólo con la disponibilidad de calizas superficiales, sino con políticas de especulación
de reservas de mineral que ponen de manifiesto la lucha por la apropiación de un recurso para el futuro. Pueblos
fantasmas de la zona serrana, como Villa Mónica o La Providencia, desaparecidos hace poco más de una década,
cuentan a sus habitantes dispersos en la planta urbana y nosotros sin reaccionar todavía frente a este proceso que va
impactar en la reconfiguración de nuestras identidades. Pero así como el cambio tecnológico nos llevó al ocaso y a la
práctica desaparición del obrero industrial (y a la forma de vida que éste representa, en materia de hábitos de
consumo, de estructura familiar, de socialización colectiva, de disciplinamiento corporal, etc.), también la aparición de
nuevos procesos productivos en la producción de cemento (incorporando materiales de desechos de otras actividades
secundarias, como derivados del petróleo y del plomo previamente industrializados y consumidos en otra parte de la
cadena de industrialización, re-utilizados como combustibles para hornos, etc.) nos colocan ante una incertidumbre
aún mayor que la desatada por la trasnacionalización de capitales. Y al mismo tiempo muestran todavía la fuerte
hegemonía de una lógica que ha hecho poner entre paréntesis indagar sobre los potenciales impactos ambientales para
no incomodar al capital privado.

O tros procesos vinculados a los recursos naturales han sido conflictivos de manera periódica, como por ejemplo
la relación entre la fabricación de productos industriales para la construcción y el uso de la capa de tierra fértil
(tierra “negra”). Estos conflictos se han planteado tanto en relación con las grandes fábricas de cerámica como
con las explotaciones artesanales conocidas como “hornos ladrilleros”. La discusión en torno a la sanción de

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regulaciones a la actividad productiva desde la órbita municipal fue uno de los pocos momentos en que se asumieron
discursos netamente ambientalistas desde las dirigencias locales impulsoras de la regulación. El tema quedó
empantanado en la falsa contradicción Preservación del Ambiente/ preservación del Trabajo, dado que el problema sin
resolver consistía en la reconversión de la centena de puestos de trabajo que la explotación artesanal permite sostener.
Pero también esta contradicción aparece como argumento desde diversos sectores en otros temas, como por ejemplo
en los argumentos opositores al planteo de la Comisión de Cultura y Turismo de Sierras Bayas, que se encuentra
actualmente enfrentada a un grupo de canteristas de Sierras Bayas. Esta Comisión ha anunciado su decisión de
preservar unas cuevas de alto valor espeleológico, amparada en la legislación que protege la Naturaleza en tanto
patrimonio colectivo. Los canteristas se oponen a la conservación, argumentando los peligros derivados de organizar
un circuito turístico en el corazón de una zona de intensa explotación minera y sugiriendo que iniciativas de este tipo
ponen en peligro la fuente de supervivencia de noventa familias (literalmente, es lo que aparece en el texto del pedido
de informes enviado al Honorable Concejo Deliberante a mediados de 1996). Algunos de estos temas atraviesan
aspectos que han significado deterioro concreto de las condiciones de vida de grupos de habitantes de nuestro partido.
Particularmente en Sierras Bayas las incomodidades provenientes de efectos no previstos en la organización de los
procesos productivos mineros han sido una constante, y pocas veces estas incomodidades han tomado la forma de una
problemática ambiental concreta debido a la hegemonía de los agentes económicos locales. En otro trabajo
(SARLINGO, M.; 1993) mencionamos el patente temor de personas que se animaban a comentarme aspectos
negativos de la producción minera, por otra parte ampliamente reconocibles desde el sentido común, debido a
potenciales represalias. Aún cuando repetidas veces mencionara que estaba investigando otros aspectos de la realidad
(la construcción social del espacio urbano), el temor persistía.

L as contradicciones entre la calidad de vida, el ambiente y la producción minera no han sido las únicas temáticas
que están en la historia local como parte de la relación Sociedad-Naturaleza. Toda la lucha del Estado
Municipal para prevenir inundaciones, los desvelos de funcionarios, técnicos y ciudadanos particulares forma
parte de un capítulo importantísimo para comprender otros ejes de la problemática. En el segundo capítulo de mi tesis
de grado, vinculé el tema de las constricciones ambientales que padece nuestro ambiente urbano y en especial el de las
inundaciones, al concepto de racionalidad. Así es que la alteridad entre la racionalidad económica, entre los saberes
urbanísticos y socioculturales que orientaban a las avanzadas de la sociedad blanca a ubicarse estratégicamente sobre
los cursos de agua, y la dinámica de los ecosistemas pampeanos se va incrementando con cada intervención
antrópica (la introducción de nuevos medios de transporte, la puesta en marcha de nuevos procesos productivos, la
expansión del espacio urbano y el incremento de los insumos energéticos para sostener esta expansión, etc.).

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E n los últimos quince años, nuestra sociedad ha redoblado esfuerzos, a escala local, por tratar de mitigar esta
alteridad, mediante la realización de estudios y obras de prevención de inundaciones. Este intento es uno de los
capítulos más interesantes de la política ambiental regional, no sólo por la envergadura de recursos que se han
movilizado, sino también por los marcos de conocimiento que se han puesto en juego y por los aspectos
socioculturales que comenzaron a imbricarse. Luego de más de una década de trabajos, las dirigencias locales tomaron
conciencia de la particular relación que los habitantes de nuestra ciudad han establecido históricamente con la Cuenca
del Tapalqué y están buscando un equilibrio entre sus múltiples usos (económicos, recreativos, simbólicos, vertedero
de desechos, etc.). Algunos episodios de esta búsqueda están totalmente articulados con las alternativas de la política
urbana. Otros aspectos no se han visualizado tan claramente debido a la inadecuación de escala de la mayoría de
nuestras representaciones del mundo natural: no hemos aprendido que los aspectos de nuestra realidad concreta
forman una trama dinámica e indisoluble con otros que están geográficamente alejados. Así es que frecuentemente
pensamos en sólo en el trozo del Arroyo Tapalqué que atraviesa la planta urbana, y nos representamos la cuenca sólo
ante el peligro de inundación. Así es que la diferencia de jurisdicciones se convierte en barrera insalvable desde el
punto de vista mental no por la inadecuación de las legislaciones, sino por nuestra inconsciencia colectiva acerca de
las múltiples relaciones de cada aspecto con una totalidad más amplia que la ciudad y la cuenca, que es el ecosistema
pampeano. De esta manera, muchos aspectos del manejo ambiental que han significado eficiencia en la prevención de
inundaciones, representan incertidumbre acerca del uso de los recursos hídricos en tiempos de sequía o cuando se
añaden las dimensiones del abastecimiento de agua para uso poblacional. Esta temática, típicamente ambiental por
cuanto involucra profundamente la esfera de la cultura con la dinámica de los sistemas naturales, ha sido
hegemonizada por un saber técnico lo suficientemente especializado como para generar cierta concentración de poder
en las decisiones, lo que ha hecho del municipio el actor central en materia de este área de la gestión ambiental. El
plan de ordenamiento hídrico regional posee fundamentos sumamente interesantes, en los que no me detengo porque
un análisis serio supondría la dedicación de un gran número de páginas. Es interesante decir que su formulación
constituye un resumen de la lógica que hegemonizó la política ambiental de la ciudad.

E sta lógica puede también percibirse en la reorganización del aparato estatal luego de la dictadura militar. El
área ambiental como problemática específica a nivel municipal apareció recién en el gobierno justicialista de
1987, y el organigrama la ubicaba con una importancia equivalente a la de la Secretaría de Salud, subsumiendo
sectores como Bromatología, la gestión de espacios verdes, etc.. Los funcionarios a cargo del área intentaron aplicar
un criterio holístico, buscando en la práctica reducir los límites de la departamentalización y de la fragmentación de

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poder a pequeña escala. La inexperiencia y la repercusión local del golpe de mercados del 1989 hizo trizas la
posibilidad de realización de muchos objetivos, y algunos logros (como la instalación de la Cabina Sanitaria o la
gestión de la Escuela de Educación Ambiental que funcionaba en las instalaciones del Zoológico La Máxima) se
diluyeron ante la ingobernabilidad del proceso. Otros aspectos, especialmente los que buscaban generar nuevos
espacios de participación, aprovechando el éxito organizativo que significó la distribución del bono solidario (como la
apertura de la administración de La Máxima a entidades populares) significaron rotundos fracasos, fundamentalmente
por la incapacidad de dirigentes y punteros barriales de incorporar el tema ambiental.

L as repercusiones negativas de estos últimos aspectos hicieron que el área se restringiera, en la práctica, a unos
pocos problemas urbanos, y que fuera perdiendo su respaldo político. Luego del triunfo radical de 1991, la
cuestión ambiental perdió jerarquía en el organigrama, y su actuación se centró en la renovación estética de los
espacios verdes urbanos y en la reconversión del sistema de depositación de residuos urbanos. A pesar de las
limitaciones presupuestarias y de los inconvenientes de relacionamiento con otras áreas del mismo municipio, la
Jefatura de Gestión Ambiental y espacios verdes logró erradicar el basural a cielo abierto (sistema de depositación de
residuos que se utilizó a largo de todo el desarrollo urbano de la ciudad) e imponer el sistema de relleno sanitario. En
los inicios de esta transformación, se plantearon algunos ejes que hubieran significado avances interesantes en el
enfoque de los temas ambientales urbanos. Hay que destacar que no fue por falta de voluntad del funcionario
responsable del área que la temática ambiental no se instalara a fondo como problemática con un status propio, sino
por el predominio de la lógica política del “problem solving”, que es la ideología dominante en este proceso de
reforma del Estado. También un factor sumamente restrictivo de esta gestión ambiental fue la incapacidad de la
dirigencia empresarial de la ciudad de comprender los elementos básicos de la problemática. Esta incapacidad también
se manifiesta en otros aspectos que van más allá, como la clara oposición que han manifestado los empresarios locales
a la aplicación de la ley provincial 11.459 (Ley de Radicación de Industrias).

T anto la gestión ambiental a nivel municipal del gobierno peronista como la experiencia 91- 95 del gobierno
radical no han logrado superar la impronta desarrollista de la ciudad y la marcada hegemonía de la obra
pública. Sabemos que esta concepción desarrollista de la Sociedad/Naturaleza no es sólo olavarriense, sino que
es propia de un momento histórica, y sabemos también que está fuertemente arraigada no sólo en las dirigencias
locales, también es un núcleo central de las representaciones colectivas de los habitantes de la ciudad. Esta cuestión no
es un tema menor: implica que toda aquella formulación que intente cuestionar los beneficios de la búsqueda del

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progreso es estigmatizada negativamente. De esta manera, los discursos de los ambientalistas locales siempre se han
minimizado o se han considerado como poco importantes y no prioritarios. En general, lo que se conoce sobre la
problemática ambiental está atravesado por la información que se divulga acerca de problemas que no parecen tener
relación inmediata con las problemáticas de la política urbana local. Tampoco en la experiencia local existe un sector
de activistas ambientales organizado y representativo. Las valiosas experiencias locales en materia de acciones de
carácter ambientalistas han estado centradas en grupos de personas con formación técnica en Ciencias Naturales que, a
partir de una gran sensibilización con la problemática, comenzaron a investigar puntualmente algunos aspectos
ambientales ya desde principios de la década del ‘80. Algunas de ellas se insertaron en el aparato estatal y dieron
origen a la experiencia de gestión ambiental en el marco del gobierno justicialista cuyos resultados comentamos
brevemente. Pero no ha existido a nivel local un movimiento ambientalista con expresión orgánica que pudiera
operativizar acciones de política ambiental.

C omenzamos este capítulo considerando los dos aspectos fundamentales de una gestión ambiental
contemporánea. En la experiencia local es posible verificar que uno de ellos, la presencia del nivel municipal
como actor central ha sido y es importante. La gestión ambiental a nivel municipal es uno de los aspectos
estructurales del modelo institucional heredado de la experiencia colonial. Las normativas de urbanización, de
organización del espacio, de control de alimentos, de estructuración de los servicios públicos, de ubicación de los
cementerios y mataderos, las sucesivas regulaciones que dieron su fisonomía a la ciudad, son aspectos que han
normatizado la relación con la Naturaleza, han orientado su socialización y han pautado y siguen pautando la
construcción de la calidad de vida. Constituyen un capital fundamental para evolucionar desde lo institucional, sobre
todo teniendo en cuenta que se remontan desde fines del siglo pasado.

E l otro fundamento que consideramos especialmente esencial, la transectorialidad, es una cuestión que debe ser
construida y que requiere un ejercicio de voluntad política y de apertura mental. A ciertos niveles, lograrla
significaría producir un verdadero cambio cultural. Es necesario tener en cuenta que la evolución urbana ha
introducido nuevos problemas, y que el cambio planetario nos implica razonar con nuevas categorías. Sería un error
pensar que existe una contradicción entre los requerimientos del cambio de mentalidad que exige los problemas
ambientales, y las categorías mentales que tendríamos que desarrollar para enfrentar los cambios en la esfera del
trabajo y del empleo, de la concentración de la riqueza, de la política de Tercera Edad, la escasez de vivienda, el atraso
educativo, la descentralización del poder o la rigidez de los instrumentos financieros. La especificidad de la cuestión

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ambiental no implica un abordaje independiente de todos los demás problemas, porque lo que está en crisis y en
transformación es la expresión local de un modelo de civilización.

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MEDIDAS INSTRUMENTALES PARA UNA POLITICA AMBIENTAL A


ESCALA LOCAL

L a cuestión clave a nivel operativo que es necesario comprender es que la gestión ambiental no se restringe
exclusivamente al ámbito y al territorio de un municipio. Es que el complejo sistema denominado medio
ambiente rara vez limita sus flujos de materia, energía y cultura a los arbitrarios límites del ejido municipal.
Resulta más correcto referirse a la administración local del ambiente humano. La lectura del término debe ser
realizada en dos sentidos distintos:

1. Difícilmente pueda hablarse de manejo de recursos naturales a nivel municipal, siendo que éstos generalmente
extienden la dinámica de los sistemas ecológicos a los que se integran mucho mas allá de los límites de un municipio;
los ríos, los suelos, las aves, los bosques, poseen una geometría de distribución mayor que la del territorio municipal;
por este motivo su gestión debe responder a políticas emanadas de, o coordinadas en, los niveles superiores del
Estado, aunque se descentralicen funciones operativas.

En el caso olavarriense, los desarrollos provinciales en materia de legislación ofrecen un inmejorable marco para
avanzar en la temática, como también lo ofrece la constitución de la Región TOA, en los cuáles nuestra ciudad puede
aportar las experiencias ya comentadas.

2. Tampoco es apropiado hacer referencia a la gestión del ambiente humano con exclusión del nivel municipal,
viendo que la percepción real del ambiente por parte del hombre rara vez supera los límites de su lugar de residencia;

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su ambiente es el ruido del ómnibus que lo lleva al trabajo y es la sombra del árbol donde se refresca, es el olor que se
levanta de la zanja cercana y el lugar dónde pesca o juega fútbol los domingos.

Lo anterior implica que el municipio deberá trazar una estrategia de negociación con múltiples actores: municipios
vecinos, grupos de presión de otras localidades (en el caso de la región, los empresarios mineros han solicitado que se
demore la implementación de la Ley 11.459, que los obliga a monitoreos periódicos de los efectos ambientales de los
procesos productivos), otros niveles de gobierno, Organizaciones No Gubernamentales, comités formados para temas
específicos, en los cuales los interlocutores poseen determinados niveles de información y formación. Esta estrategia
requiere también recurrir a otros niveles de planificación, basada en criterios más participativos.

El punto 2 tiene otras implicancias totalmente diferentes, ya que se articulan procesos de educación ambiental,
evaluaciones de impacto, relevamientos puntuales con metodologías participativas, y el compromiso de muchas
entidades intermedias y grupos informales que puedan desarrollar trabajos de base. La promoción ambiental aquí no
requiere en absoluto el montaje de nuevas infraestructuras institucionales, sino que se trata de partir del conocimiento
experiencial que poseen los habitantes de la ciudad y de sus experiencias organizativas a la hora de desarrollar
proyectos a escala microsocial. Se requiere aprovechar la motivación comunitaria, por ejemplo la demostrada por gran
cantidad de trabajadores de la educación en diferentes niveles, que en los últimos años han hecho un gran esfuerzo por
introducir tópicos ambientales más allá de las exigencias curriculares. También el liderazgo vecinal puede ser
sensibilizado con el material adecuado. Esta es la base de una gestión ambiental genuina, ya que los aspectos
descriptos en el punto 1 son estratégicos para la toma de decisiones, pero poseen una tendencia evidentemente
tecnocrática.

E l sistema ambiental a nivel local es muy complejo, porque sus características naturales y culturales no se
siempre se correlacionan positivamente. Uno de sus problemas centrales es la respuesta a la siguiente
pregunta : ¿cuál es la calidad de vida deseable?. Por complejas razones históricas, por intereses particulares y
por la hegemonía de determinados grupos, por imitación, el modelo de vida idealizado por muchas comunidades las
condena a vivir en el corto o mediano plazo en un ambiente insalubre, de costoso mantenimiento o en progresiva
degradación. El caso olavarriense es el de una elevación constante de la calidad de vida mediante un gran impulso
proveniente de la obra pública, y esto ha retardado los efectos nocivos del desarrollo industrial. Pero no nos coloca a
salvo totalmente. En las metrópolis y en los ecosistemas que las rodean, el sobreconsumo de agua, la industrialización

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irracional, la aplicación de agroquímicos sin control alguno, la pavimentación sin planificación hidráulica y otros
ejemplos comunes también a muchas regiones urbanas de nuestro país someten a sus pobladores al padecimiento de
enfermedades, a la pérdida de monumentos naturales o culturales, al desdibujamiento de su identidad, al
encarecimiento de servicios públicos, a padecer anegamientos. En Olavarría, estos elementos son insumos básicos de
la política urbana. Esto nos coloca en la posibilidad de plantear directamente acciones y propuestas que profundicen la
gestión ambiental que un Municipio como el de nuestra ciudad requiere.

E l abordaje de la cuestión ambiental debe hacer pensando en los recursos que la sociedad utiliza y observando
fundamentalmente la calidad de los mismos. La estructuración de una política ambiental local debe partir de un
terreno que ya está abonado en gran medida, y que puede adquirir aún mayor visibilidad social: el manejo de
los recursos hídricos. Por facilidad de resolución de los inconvenientes técnicos asociados al monitoreo y al control de
fuentes de contaminación, la cuenca hídrica superficial resulta la unidad geográfica más útil para comenzar a resolver
los problemas ambientales. Todos los habitantes de una cuenca pueden ser fácilmente ilustrados sobre las causas de
contaminación del agua y sobre la responsabilidad individual en la degradación cualitativa y cuantitativa del recurso.
La propia dinámica del agua ofrece criterios para la corrección de los problemas: si la contaminación se mueve de las
divisorias a los cursos y por la red de drenaje de cabecera a desembocadura, quedan claramente establecidas las
responsabilidades de las diferentes localidades a partir de las cuales podrán convenirse metas de corrección y modos
de asociación para la resolución técnica y financiera de los problemas existentes. Este tema se planteó claramente a
partir de la propuesta de recuperación como espacio recreativo del Molino Viejo, en las afueras de Sierra Chica.
Particularmente interesante en este tema pueden resultar los trabajos que la Facultad de Ingeniería está financiando y
que tienen como objetivo la modelización del comportamiento del Arroyo Tapalqué. En el tema de la contaminación
hídrica puede avanzarse a partir de abordar problemáticas postergadas, como la contaminación del agua subterránea en
la localidad de Sierra Chica (problema que ya lleva varios años, y en el cual se pensaba que la contaminación con
restos de hidrocarburos provenía del filtrado de los tanques de una estación de servicio de la localidad, pero los
estudios realizados sobre los tanques demostraron la inexistencia de fisuras). Sobre esa base territorial pueden
ampliarse las acciones originalmente emprendidas para resolver los problemas hidráulicos. Además de las
responsabilidades por contaminación, es necesario evaluar las responsabilidades por sobre-explotación. Si bien esta
temática posee el componente adicional del proceso de concesión de la explotación de los recursos hídricos durante un
período de 25 años, la capacidad de regulación que se reserva el Estado implica que podrá avanzarse sobre esas
responsabilidades.

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M ucho más compleja es la tarea vinculada a la contaminación atmosférica, para cuyo monitoreo es necesario
contar con costoso equipamiento, información meteorológica previa y profesionales altamente capacitados.
Quizá debiera esperarse un avance decidido en esta materia en las grandes áreas metropolitanas de nuestro
país, donde el riesgo por cantidad de población afectada y número de emisores justifica el desarrollo de minuciosos
modelos de dispersión de gases y partículas para la determinación de las políticas ambientales necesarias para
minimizar los impactos. En una ciudad como Olavarría, la acción atmosférica tendrá que empezar por el control de
emisiones de fuentes fijas (fábricas y sistemas domésticos de calefacción e incineración) y móviles (vehículos). Pero
así como la cuenca hídrica brinda criterios técnicos para fijar areal y metodológicamente la escala de actuación de los
municipios, existe
otro patrón geométrico y dimensional que debe ser tenido en cuenta en las acciones ambientales: la percepción del
vecino. Esta define un mapa de prioridades ambientales que no es posible construir sin emplear instrumentos propios
de las ciencias sociales. Relevar las prioridades de la comunidad permite ir construyendo un vínculo necesario entre
las acciones públicas -que serán vistas como respuestas a necesidades reales- y privadas. Ya se mencionó a la
educación ambiental como uno de los objetivos amplios de gestión en el nivel local. Un ejemplo de las dificultades
que va encontrar una gestión ambiental coherente lo constituyen las altas valoraciones que poseen los automóviles
particulares para la identidad individual. El control de la calidad del aire en la ciudad pasa por controlar también los
escapes de los vehículos: poca gente conoce que el aporte contaminante de los vehículos nafteros, casi en su totalidad
particulares, es notablemente más peligroso para la salud que el de los gasoleros, afectados en forma predominante al
transporte público de cargas y pasajeros.

A dentrarnos en estas temáticas nos lleva a distinguir instrumentos concretos de acción municipal. Me he
manifestado contrario a la creación de un organismo sectorial. Pero la gestión ambiental a nivel municipal
debe organizarse bajo la forma de PROGRAMAS MUNICIPALES DE ACCION AMBIENTAL. Desde el
punto de vista técnico, mi propuesta es la de realizar una distinción operativa que permita organizar los criterios
para la acción en un municipio de las características de Olavarría, e inclusive en aquellos que pertenecen al TOA.
Los programas y proyectos pueden agruparse en:

Programas y proyectos de gestión ambiental polivalentes:

son aquellos de carácter básico y general, concebidos para todo tipo de población que pueda haber en una ciudad y
en comunidades urbanas y rurales. Atacan aquellas problemáticas ambientales que son propias de la dinámica de la

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relación Sociedad/Naturaleza, y cuya incertidumbre no cesa en tanto exista la sociedad. Los programas de Gestión
de Recursos Hídricos o de Ordenamiento Territorial son únicamente abordables mediante un criterio de polivalen-
cia. Los objetivos de estos programas y proyectos pretenden responder a los desafíos de la problemática ambiental
de manera global, abordando los ejes de trabajo que requieren planificación a mediano y largo plazo, y haciéndose
de cargo de las incertidumbres ambientales que poseen vinculaciones con los niveles macrosociales, con otras
jurisdicciones, etc.. Las exigencias de la política urbana local obligan a que los programas polivalentes desarrollen
numerosas vinculaciones entre sí porque, por ejemplo, en nuestra ciudad no puede hacerse obra pública sin
planificación hidráulica ni radicar industria o generar microempresas sin tener en cuenta los criterios de ordena-
miento urbano. Los programas polivalentes deben tener, además, una característica: son el núcleo ordenador de los
programas sectoriales o específicos, que constituyen la otra categoría de esta propuesta. La infraestructura que
requieren para su funcionamiento no implica la creación de nuevas oficinas, sino el trabajo de articulación de los
organismos existentes, una vez que se ha tomado la decisión política de trabajar la temática. El factor clave son los
recursos humanos, y la capacidad que estos tengan para sintetizar experiencia y nueva información.

Programas y proyectos de acción ambiental específicos:

son aquellos diseñados para responder a una problemática ambiental específica, situaciones problema que pueden
solucionarse mediante obras a muy pequeña escala, o mediante la instalación de controles y regulaciones puntuales.
Es decir, abordan problemas que poseen una solución concreta y/o en casos en que puede prevenirse su reaparición.
Generalmente, requieren una escasa movilización de infraestructura (cuando no se trata de obra pública puntual),
son programas o proyectos de desarrollo breve, y frecuentemente utilizan personal muy especializado. Atienden las
problemáticas que afectan a grupos reducidos de personas. En general, y pensando en las realidades locales o de
algunas zonas del partido, los programas y proyectos específicos deberán organizarse a partir de las metas no
cumplidas por los programas polivalentes, y una vez que el programa específico cumple sus metas, se sistematiza la
experiencia como insumo para aquellos. Son instrumentos flexibles de trabajo, y su ejecución puede realizarse
recurriendo a contratos breves y puntuales, inclusive utilizando mecanismos de licitación o de contratación de
servicios, aspectos que se están volviendo comunes en el actual marco de transformación del Estado.

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Esta distinción es central porque la lógica del problem solving funciona a partir de acciones concretas reactivas a
la demanda, por lo que la mayoría de las acciones, y especialmente las que tienen que ver con la esfera de lo
ambiental, son específicas. La administración por programas no es una cosa nueva ni novedosa, pero ciertamente
no ha sido lo dominante en la experiencia del municipio “desarrollista”.

V eamos tipos de programas que propongo como un modelo de gestión ambiental a escala local, modelo
asentado sobre las características de polivalencia enunciadas en los párrafos anteriores.

1. Carta Socioambiental del Partido de Olavarría.


Se trata de un relevamiento de la base ambiental del partido, de las características ecológicas y de todos los procesos
de articulación social (las actividades económicas, los aspectos demográficos, los procesos de evolución urbana,
etc.). Se diferencia de los estudios geográficos tradicionales en dos aspectos básicos: incorpora las dimensiones
simbólicas de los frentes culturales urbanos y se le adicionan aspectos dinámicos (se plantean escenarios de
evolución de las variables y sus interrelaciones, por ejemplo, si se analizan los aspectos económicos se plantean los
posibles escenarios sociales resultantes de la desocupación, del cambio de perfil productivo, etc.). Esta última
cuestión es la que le da el carácter de herramienta fundamental de planificación estratégica, porque el “mapa” de los
recursos del Partido sirve para evaluar perspectivas a mediano plazo. Algunos aspectos de esta carta pueden resultar
dificultosos de llevar adelante, como por ejemplo estimar las reservas de minerales del Cordón Serrano. El carácter
de oligopolio que poseen las cementeras les confiere un aura de poder que asusta a mucha gente, y la información
sobre las reservas es considerada estratégica, al punto tal de parecer un tabú contemporáneo. Estas cuestiones hacen
que la carta ambiental no sea un simple diagnóstico o un amontonamiento de variables. Es la clave para ordenar más
tarde el sistema de monitoreos de impacto ambiental a escala de todo el Partido, o potencialmente, de toda la región.
En los municipios que han realizado la experiencia, caso el Partido de General Pueyrredón, los resultados de los
relevamientos están siendo utilizados también como insumos de procesos educativos. La Carrera de Geografía de la
Facultad de Humanidades de la UNCPBA está elaborando un atlas del Partido con bases de datos similares a las que
se utilizan para cualquier carta ambiental, y el atlas se publica en uno de los diarios locales.

2. Programa de renovación de la legislación ambiental y adecuación a las especificidades locales.

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Así como en la génesis del municipio americano la regulación ambiental mediante los condicionamientos al desarrollo
del ejido urbano son fundamentales, la aparición de nuevas problemáticas requiere una constante revisión de la
legislación. Si nuestra sociedad decidiese tomar el camino hacia la búsqueda de la sustentabilidad, sería necesario una
transformación de muchos aspectos legislativos, inclusive funcionales (como la incorporación de otras formas de
participación y de territorialización urbana, la re-discusión de la política energética, etc.). Los insumos de información
se vuelven clave, y en materia ambiental una característica es que ciertos niveles de información provienen de sectores
científicos muy específicos, no existiendo en los municipios mecanismos aceitados para sintetizar y divulgar la
información. Muchos procesos de toma de decisiones no se hacen en base a información actualizada, y con las reglas
de juego actuales, se invierten recursos considerables en el marketing político. Proyectos puntuales como por ej. la
realización de ciclos de sesiones informativas sobre la problemática ambiental contemporánea, la constitución de un
Foro de debate sobre temas ambientales, que profundice la simple exhibición competitiva en que se transforman las
“ferias ecológicas”, la transición hacia una regulación impositiva que internalice los costos ambientales (como se
está haciendo en la mayoría de los municipios europeos y que requiere toda una discusión acerca de los fundamentos
de las obligaciones fiscales), etc., son perfectamente realizables a escala local, con muy bajo costo y serían
estupendas experiencias de sensibilización.

3. Programa de promoción de empleo sustentable.


Se trata de la generación de puestos de trabajo en circuitos productivos no agresivos del ambiente, sometidos a la
lógica del desarrollo sustentable, y también en áreas como la producción de energía mediante métodos no
convencionales, la reconversión industrial a partir del desarrollo de tecnologías de control de la contaminación, etc..
Muchas de las características del empleo verde está ligado a la renovación urbana de espacios que buscan ser
eficientes energéticamente, o relacionado también con la creación de circuitos económicos microsociales que tienden a
la autosuficiencia. Generalmente el peso de la ideología del mercado opaca los aspectos salientes de estas
experiencias, por razones obvias. El éxito de este programa depende de la capacidad de mostrar, durante los pasos de
su ejecución, que el hecho de haber llegado al fin del trabajo industrializado implica la búsqueda de nuevos modelos
de desarrollo. En poco menos de una década, y de mantenerse los valores de la actual tendencia demográfica-
ocupacional, habrá en Olavarría diez mil jóvenes buscando un empleo que le permita insertarse en el neocapitalismo
en tanto consumidores. En las economías desarrolladas, el reciclaje de materiales resulta un paliativo eficaz para
ciertas clases sociales, dependiendo siempre de la articulación de un circuito de empresas y de un mercado para esos
productos. Hasta ahora, los esquemas de reciclado de residuos sólidos que se han diseñado y puesto en marcha en
ciudades pampeanas exportan a las economías y a los circuitos productivos de otras ciudades los materiales

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potencialmente reciclables. Si existiera una imaginativa visión empresarial, la transformación y re-inserción de todos
esos materiales (vidrio, plásticos, metales, etc.) puede hacerse localmente, y lo que tendría que ser colocado en las
fábricas de otros espacios urbanos debería ser un producto con mayor valor agregado que la basura recuperada. En
relación a las actividades productivas, la reconversión de muchas industrias ofrece ejemplos a partir de los cuales
adaptar ideas (como los nuevos criterios de la administración de bosques, que están transformando la estructura de la
industria del papel, la transformación de los procesos productivos en la fabricación de ciertos plásticos, etc.), pero
aquí ya se depende mucho más de inversiones en materia de investigación y de la disponibilidad de recursos humanos.
En los países desarrollado, la generación de empleo verde es una promesa que se está haciendo realidad, dado que se
está haciendo al fin del trabajo según se desarrollaba bajo el paradigma fordista.

4. Reconversión energética de los espacios urbanos y rurales.

Este programa se fundamenta en el progresivo encarecimiento de la energía, provocado por el impacto ambiental de
las fuentes de generación basadas en combustibles fósiles. Si bien con las tecnologías que se disponen actualmente, la
generación de energía mediante fuentes renovables o métodos no convencionales no es suficiente para satisfacer el
tipo de demanda provocada por nuestras pautas culturales, es posible ir introduciendo transformaciones en muchos
niveles. Por ejemplo, determinados grupos de viviendas (en zonas rurales o en periferias urbanas) pueden ir
reconvirtiendo las fuentes de sus aportes energéticos. En otros espacios urbanos, la combinación de arquitectura
bioclimática, las intervenciones ecotérmicas basadas en el uso planificado de la vegetación, la regulación de actitudes
y ciclos de consumo, los incentivos al uso de energías renovables, pueden hacer un interesante aporte al ahorro y a la
utilización racional de la energía. En estas estrategias, un ente local como la Cooperativa de Electricidad y Servicios
Anexos debe participar, y no limitarse sólo a la venta de energía y servicios. El papel estratégico que le toca a esta
institución es importantísimo, ya que se tendrían que estar discutiendo y planificando instancias en relación al cambio
energético que posibiliten hacernos más independientes, inclusive pensando en volver a esquemas de generación
propia. En el tema energético, las sociedades más avanzadas van descartando los megaproyectos (grandes represas,
gigantescas centrales hidroeléctricas, mareomotrices, e inclusive, también los grandes parques eólicos) para
implementar desarrollos a escala media y micro, con participación comunitaria y bajos niveles de inversión. Pero se
requieren otros actores: empresarios privados que promuevan y financien la estructuración de un mercado energético,
una sensibilización en diferentes niveles, un aporte de investigación social y tecnológico, la promoción financiera por
parte de entidades bancarias u organismos de crédito, etc.. Cada uno de estos aspectos requiere la formulación de un
proyecto específico, por lo que las dificultades iniciales están ubicadas en el orden de la sensibilización y la

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construcción de estrategias, más que en la disponibilidad de tecnologías. Estos criterios se aplican también a las zonas
rurales del Partido, que tienen la ventaja adicional de mantener intactas circuitos solidarios y de relación humana.

5. Desarrollo Sustentable en zonas rurales

Este programa polivalente apunta a recuperar la estrategia de uso racional de los recursos planteada por el estudio
realizado por ItalConsult y el INTA en los años ‘60, quienes propusieron un plan de manejo de recursos hídricos y de
conservación del suelo para el Partido de Olavarría. La ganadería y la agricultura son aspectos centrales de la
economía de nuestro partido, y desde el punto de vista ambiental enfrentan el riesgo del agotamiento del suelo y
recientemente los impactos de la contaminación por el uso de pesticidas u otros productos químicos. Desde el punto
de vista de los objetivos de este programa, es necesario decir que busca instalar un manejo preservador del recurso
suelo, una conciencia acerca de la incorporación del costo ambiental en la racionalidad del productor rural (que, si no
tiene en cuenta este costo, termina pagando la pérdida de productividad con su patrimonio personal a partir del
crecimiento del endeudamiento), una relación diferente con los mecanismos de mercado (frente a los cuales se elige
disminuir una parte de la rentabilidad a corto plazo para mantener más décadas el nivel de explotación), una
estabilización de la producción, y una sensibilización acerca del uso de técnicas “blandas”. La crisis del productor
rural, provocada por la expoliación generada desde el sistema de comercio internacional (cuya perversidad en el
manejo de recursos alimentarios no tiene límites: los granos para salvar a gran parte de la humanidad se pierden por
problemas de almacenaje en los silos de EEUU, Canadá y Europa) y la desesperada búsqueda de mejores precios de
mercado le hacen perder de vista los riesgos ambientales que enfrenta. Más de 70 toneladas anuales de capa fértil
proveniente de la llanura pampeana son arrastradas al mar, y esto también constituye una hipoteca sobre el futuro del
productor más difícil de levantar que las exigencias de cualquier institución certifica. Aquí es crucial la transformación
de la dimensión técnica (el uso conservacionista del suelo, el pastoreo racional Violín, los sistemas de policultivos, el
Manejo Integrado de Plagas, etc.) y al mismo tiempo, profundas reflexiones sobre la racionalidad social que orienta
las modalidades de explotación actuales. Algunos productores locales lo han entendido y están buscando reconvertir
sus estrategias de explotación, aun cuando sacrifiquen parte de las ganancias inmediatas. Pero sólo son casos aislados.

6. Sistema de Información y Monitoreo, Educación Ambiental y Capacitación de recursos humanos

Este es un programa de carácter polivalente que es verdaderamente clave para la posibilidad de reaccionar
colectivamente frente al desafío ambiental y el deterioro de nuestra calidad de vida. La educación es central en la

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promoción humana y el cambio de valores, y son justamente los valores que nuestra civilización asumió los que nos
han colocado en esta encrucijada. La información sobre el uso de los recursos y la contaminación proviene del
seguimiento ordenado por el primer programa polivalente, la Carta Ambiental del Partido. El monitoreo de algunos
índices de calidad de vida y de recursos requiere en principio la formulación de algunos proyectos especializados,
pero esto no es ningún obstáculo pensando en la existencia de la UNCPBA, lo que implica que el Estado Municipal
no debe entrenar inicialmente su propia gente. Otros aspectos (recursos hídricos, transporte y ruidos urbanos, etc.) un
municipio como el de Olavarría los puede monitorear recurriendo a su capacidad instalada (por ej. laboratorio de
análisis de aguas), e inclusive con el personal altamente capacitado que dispone. El indicador más claro de
contaminación lo indican los niveles de salud, la aparición de patologías asociadas a actividades humanas pero,
lamentablemente, muchos de estos aspectos caen bajo el temor a los poderes fabriles. Personalmente, pienso que el
nivel de conocimiento disponible no requiere que la gente se enferme para saber cuándo estamos en presencia de una
actividad contaminante o de un riesgo ambiental concreto, así que la esfera de la atención de la salud (especialmente
sus efectores preventivos) poseen un papel destacado. Hay que tener en cuenta que la primera etapa de capacitación
ambiental debe combinar aspectos epistemológicos con la introducción de nuevas herramientas conceptuales (como el
uso de los sistemas complejos). Lo más común en la temática de Educación Ambiental, asumiendo los problemas que
esta crítica personal me traiga, es el tratamiento de la información con los mismos criterios que se tratan otras
temáticas, lo que la termina convirtiendo en un área adicional a las ya definidas por instrumentos como la Ley Federal
de Educación. Pero sabemos que el agregado de información en cantidad es ineficaz si no se rediseñan algunos
procesos conceptuales que permitan nuevas síntesis significacionales. Sino, es sólo más de lo mismo. Recién en los
‘90, con la introducción del Enfoque Holístico, la Educación Ambiental está intentando tomar una identidad propia.
más allá de la que le conferían los insumos provenientes de revistas de divulgación o de científicos comprometidos
con el movimiento ambientalista. A nivel local, un elemento a favor es la sensibilización hacia las temáticas
ambientales que están demostrando los docentes locales. Durante 1996 recorrí 14 escuelas primarias y secundarias, en
su mayoría públicas. Aún con medios escasísimos y con información a veces sólo proveniente de revistas de
divulgación, algunos docentes consiguieron motivar a sus alumnos al punto de producir trabajos y proyectos
sumamente interesantes. El programa “Arte y Ecología”, anunciado a principios de 1996, no ha publicado aún sus
evaluaciones, y su optimización puede resultar un pivot interesante. A nivel terciario, la Maestría en Gestión
Ambiental que está proyectando la Facultad de Ingeniería (UNCPBA) tiene potencial para ser un verdadero
catalizador de un sinnúmero de proyectos y actividades en esta esfera. En esta materia, la Ley 11.723 de la Pcia. de
Bs. As. obliga a los municipios a desarrollar un protagonismo muy fuerte en materia de educación ambiental. Como
en otros programas polivalentes, no es un terreno virgen el que hay que trabajar, pero el gran nudo que hay que
desatar es el del conocimiento local.

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D e estos programas polivalentes, y de algunos otros para los cuales su formulación depende de cómo
evolucionen ciertos aspectos de la globalización, se desprenden los proyectos puntuales. Esto implica que
muchos de los aspectos materiales y económicos de los proyectos, e inclusive el fundamental: los recursos
humanos, dependen para su movilización de las áreas que se han conectado para ejecutar los programas polivalentes.
Aspectos como la forestación urbana o las obras públicas que se ejecutan a partir de demandas puntuales, pueden
analizarse y producirse con otra lógica si están bajo el “paraguas” de un programa polivalente de gestión ambiental.
No es lo mismo hacer forestación urbana según criterios estéticos o por exigencia legal, que articulando las
necesidades de regulación térmica planificada en los espacios urbanos con la generación de empleo “verde” mediante
el fomento de la producción en viveros.

Capítulo 3

LA PROTECCION DE LA NATURALEZA y LA ECONOMIA


ECOLOGICA

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P or novedosa que les parezca a muchos, la idea de preservar nuestro entorno y respetar a sus pobladores es tan
antigua como la propia humanidad y muchos han sido los pueblos que la han practicado y la siguen
practicando. Es cierto que éstos se encuentran hoy en franca minoría y ellos mismos amenazados de extinción,
pero también es real que el espíritu conservacionista (por lo menos) ha logrado prender en nuevos estratos de la
sociedad y, de modo creciente, va integrándose en las pautas de conducta de los pueblos más avanzados
tecnológicamente. El profundo respeto que las tribus de la Amazonia, los esquimales del Ártico o los aborígenes
australianos sienten y manifiestan hacia los animales y las plantas que configuran su entorno natural, forma parte
intrínseca de su cultura y hasta algunos sostienen que este respeto constituye un elemento tan arraigado que pareciera
estar en los genes de toda especie como un factor esencial para la propia supervivencia. Los antropólogos han
demostrado largamente que el conocimiento del ambiente y de la disponibilidad mínima de recursos organiza otra
racionalidad, que lleva a muchas culturas a construir y regular cuidadosamente un precario equilibrio entre deseos y
recursos, equilibrio compuesto de muchos desequilibrios.

L a especie humana, gracias a su desarrollo psíquico y sobre todo cultural, ha sabido sustraerse en parte a los
avatares a los que se ven sometidos los restantes pobladores del planeta, o al menos es lo que buena parte de
sus representantes han creído firmemente durante siglos. A los individuos de ciertas culturas, los desmanes y
excesos los han justificado al punto tal de esgrimir elaboradas razones de una autoconcedida superioridad que el éxito
aparente de su especie parecía confirmar.

A sí que las nuevas pautas de conducta que hace doscientos años instaló la sociedad industrial y la idea de
civilización moderna, que hicieron primar los valores adquiridos en el complejo proceso de enfrentar a la
Naturaleza con tecnologías muy por encima de la escala humana, olvidando erróneamente a aquellos otros
seres con derechos propios de su condición de organismo viviente, han conducido a un callejón sin salida. La
sensación de peligro inminente y la ausencia de respuesta por parte de quienes dogmáticamente reducen todo a una
ecuación costo/beneficio, creyéndose en propiedad de la verdad, están permitiendo replantear algunas cuestiones que
nuestra sociedad opacó intencionalmente.

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C ualquiera de los elementos de un ecosistema, sea ya una planta, un animal o el propio ser humano, no es más
que un nudo en una extensa red. Depende de los demás para existir y es, a su vez, elemento de sustento para
otros. La energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma y este simple principio de la física tiene su
fiel reflejo en la naturaleza. La energía solar pasa a las plantas, que la fijan en forma de proteínas, de las que se
alimentarán unos animales, que podrán servir de sustento a otros y que, al morir, gracias a la acción de los
descomponedores, volverán a ser elementos inorgánicos, liberándose esa energía primaria en los distintos pasos de
este proceso.

E n el seno de los ecosistemas se regulan las relaciones entre las especies y los individuos de cada una de éstas se
convierten en sujetos activos y pasivos de los procesos reguladores. La protección de la naturaleza no consiste
más que en seguir esa regla fundamental y, lo mismo que la existencia de la presa regula la del depredador y
éste, por su parte, no explota aquella más allá de un límite soportable, la existencia de los recursos necesarios para
nuestra especie sólo es posible en la medida que los aprovechemos y utilicemos hasta ese límite de equilibrio
regulado. Un basural incontrolado no es sólo una ofensa estética al paisaje, sino un foco de infecciones y productos
nocivos que contaminan las aguas subterráneas, que también provocan, por combustión espontánea, el incendio del
bosque cercano y permiten el desarrollo explosivo de unas especies en detrimento de otras.

A sí, proteger las ballenas contra la extinción no sólo es un deber de nuestra especie, sino una necesidad
imperiosa para evitar que el ecosistema marino se altere irremediablemente; sin su presencia, el plancton de
las zonas donde estos animales se alimentan experimenta un crecimiento tan desordenado que finalmente lo
hace desaparecer. Y en consecuencia, otros elementos de la cadena trófica, como algunos de los peces que nos sirven
de alimento, también desaparecen. Durante los últimos treinta años, se ha erigido un gran muro de leyes y tratados
para proteger el medio ambiente. Sin embargo, con la noticia de que los grupos de expertos de las Naciones Unidas
han encontrado las primeras pruebas sólidas del aumento de la temperatura mundial, cabe preguntarse si la estrategia
prevalente de salvar el planeta abordando problema por problema, zona por zona y especie por especie dará resultado.
Tal vez ni siquiera baste abordar las causas más básicas, como la pobreza y el crecimiento demográfico, ya que los
países más prósperos y con la población más estable, contando con las leyes ambientales más rigurosas y el mayor
acceso a la tecnología más avanzada están lejos de alcanzar esquemas sostenibles de producción y consumo. Lo que
se requiere de la humanidad parece ser mucho más de la suma de todo lo que ha hecho hasta ahora.

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E ste fracaso parcial quizá sea inherente a la forma en que se ha planteado el desafío. Debido a la preocupación
por la búsqueda de soluciones tecnológicas a lo que se considera como un conjunto de problemas tecnológicos,
las medidas correctivas tienen un gran contenido mágico, porque las esperanzas del éxito están más apoyadas
sobre una fe irracional en las virtudes del avance tecnológico.

S e ha llegado a un punto en que, para superar esto, se hace necesario una ola de cambios profundos en la
percepción del mundo natural, en su uso y abuso, y en la relación de la gente con ese mundo. Un camino, tal
vez el único posible pensando en el nivel actual de deterioro de la biosfera, lo marcan las luchas de los pueblos
indígenas. “Nosotros somos medio ambiente” fue la síntesis con que Evaristo Nugkuag (ex-presidente de la
Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) marcó las diferencias con el modo de pensar
occidental. Esas cuatro palabras significan exactamente lo opuesto a la dicotomía urbana occidental entre el ethos de
una civilización y el technikos. Entre la Naturaleza y la Cultura está establecido un circuito que no es sólo teórico: lo
que los seres humanos le hacen al mundo determina el destino de la humanidad y la idea que los seres
humanos tienen de si mismos contribuye a configurar el mundo.

P ara los habitantes de una ciudad como Olavarría, la crisis ambiental parece lejana. No hay exhuberancia natural
que proteger, ni un ambiente urbano que nos ocasiones incomodidades permanentes. En las últimas décadas
hemos aprendido a poner entre paréntesis estas comodidades esperando que se hagan realidad las promesas de
liberación material que el desarrollo nos prometía ya como muy próximas, ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Pero
como nuestra vida transcurre casi en su totalidad en un ecosistema urbano, la naturaleza que nosotros fagocitamos
(que no es un “gran” volumen si nos comparamos con las metrópolis de alto consumo de EEUU. o Europa) se
encuentra en ecosistemas de diferentes lugares del planeta. En términos técnicos, una ciudad puede describirse como
un ecosistema parásito, en que para que puedan realizarse los intercambios de energía que le den vida deben
producirse constantemente aportes de otros ecosistemas (ecosistemas productores, en donde la disponibilidad de
energía alimentaria es mayor que la que los seres vivos de esos ecosistemas gastan en reproducirse). La globalización
tiene el efecto de que podamos disponer (si tenemos el dinero suficiente) de mercancías producidas por las industrias
del Primer Mundo en la cantidad que queramos. Pero para producir estas mercancías, han debido organizarse circuitos
de extracción de materia prima y de transformación en manufacturas o componentes de manufacturas que están
dispersos por todo el planeta. La fabricación de un producto se hace hoy integrando las regiones de todo el globo, ya
que el capital ha logrado internacionalizar los procesos productivos, aprovechando las ventajas de cada lugar. Así, la
investigación y desarrollo, el diseño de marketing y gran parte de la estrategia de ventas se desenvuelven en los

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mercados de los países desarrollados y en los espacios del Tercer Mundo que hegemonizan las clases ricas de los
países pobres. Mientras que la extracción de materia prima, la producción en masa de componentes y el ensamblado
se realizan en el Tercer Mundo, utilizando los recursos naturales de comunidades indígenas y estados nacionales
siempre en conflicto, la mano de obra oprimida por salarios de hambre y casi fuera de toda consideración humana (en
regímenes apenas disimuladamente esclavistas) y las ventajas para la rapiña que otorgan los sectores oportunistas de
los gobiernos nacionales.

A sí es que nuestra contribución a la problemática ambiental contemporánea consiste tanto en aceptar


condiciones locales de incomodidad derivada del desenvolvimiento de procesos políticos particulares como
en la adhesión a un modelo de desarrollo y en la admiración de tecnologías que ponen en peligro la base
material de todo el planeta. Esto es total y absolutamente una problemática política: la de hacia qué modelo de
desarrollo tenemos que mirar y qué pautas de civilización debemos asumir como nuestra utopía (aún aceptando los
componentes totalizantes que connota esta palabra. Es claro que muchas tecnologías, las denominadas “blandas”, ya
poseen el suficiente grado de desarrollo como para que puedan convertirse en los ejes de una transición a, por lo
menos, un modo de vida sustentable. Algunas de ellas, como el motor eléctrico o las aplicaciones de la energía solar,
si no se instalan entre nosotros es por la desestructuración y las prácticas negativas que introducen enormes intereses
ligados a la producción y comercialización de combustibles no renovables, y todo el gigantesco aparato financiero que
se mueve en torno a ello.

P ero está totalmente comprobado que no todos los habitantes del planeta podrán consumir y vivir al mismo nivel
que lo hacen quienes viven en el Primer Mundo. La Tierra es un gran conjunto de ecosistemas con una
capacidad de carga (carrying capacity, o sea la capacidad de sostener determinado ritmo de extracción de
energía alimentaria en función de su ritmo de producción, o la cantidad de consumidores que puede sostener un
ecosistema) de carga limitada. Pero las arbitrariedades en el modelo de desarrollo a escala mundial se manifiestan
cuando pensamos que, si un solo país del Tercer Mundo como por ej. la India (casi mil millones de habitantes)
consumiera la misma cantidad de energía que las grandes potencias y al mismo ritmo, los combustibles fósiles se
agotarían en cuatro años. Deslumbrados por los impresionantes avances e ignorando las amenazas ambientales, la
mayor parte de los economistas y políticos abrigan la ilusión de que los problemas de la producción han sido
resueltos. Esa ilusión está sustentada por el error frecuente de confundir renta con capital. Los recursos naturales
aportados por los países periféricos han sido utilizados en los países centrales como bienes de renta que posibilitaron
la acumulación del capital financiero. La descapitalización del Tercer Mundo ha sido atroz. Se ha destruido o se
encuentra en vías de destrucción el capital más preciado de que dispusieron los países del Sur: sus recursos naturales

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renovables y no renovables. EI desarrollo del Norte ha generado nuestro subdesarrollo. Y en éste, nuestro Sur
subdesarrollado, la principal causa de contaminación es la falta de respeto por las formas de articulación a la
Naturaleza que las sociedades no europeas supieron construir a lo largo de su experiencia cultural. La situación, para
una gran parte de la Humanidad, es doblemente grave: destruidos los recursos naturales de sus ambientes locales para
abastecer el consumo de sociedades alejadas geográficamente (quiénes ya los habían destruido anteriormente, en los
inicios del crecimiento intensivo de la sociedad moderna), también se han destruido sus tradiciones culturales, las que
les permitirían volver a encontrar caminos para la supervivencia. Muchas culturas supieron encontrar formas de vida
que hoy denominaríamos sustentables pero que, a los ojos europeos, aparecían como indicadores de una barbarie y
animalidad que sólo merecía el etnocidio.

T ambién se constata que el desarrollo del Norte no ha sido el modelo más adecuado, por muchas de las
cuestiones que hemos descripto en el primer capítulo, y por las innumerables problemáticas locales que
estallan en sus contaminados ecosistemas. La relativa fuerza del ambientalismo europeo y los logros
conseguidos en las últimas décadas se están combinando con las experiencias de gobierno en los diferentes niveles y
abren la posibilidad de una profundización del debate. Como un cambio significativo debemos puntualizar el
surgimiento de la Economía Ecológica , conjunto de desarrollos conceptuales que intentan convertirse en alternativa a
las terribles deficiencias de la economía de mercado, (también llamada por los economistas ecológicos, economía
crematística ). Esta disciplina no es nueva en absoluto, pero la euforia surgida del estrepitoso derrumbe de las
sociedades autoritarias con socialismo real (y su integración a la economía de Occidente) demoró por un tiempo el
reconocimiento creciente que esta visión de la economía iba ganando.

L a Economía Ecológica , formula una fuerte crítica a los principios que rigen en las principales corrientes de la
economía contemporánea incluyendo, en primer término, a la teoría neo-clásìca. Así, por ejemplo, la eficacia
de la economía de mercado puede demostrarse siempre y cuando los cálculos se efectúen dejando fuera los
costos ecológicos de la producción y la circulación de los bienes. Por ejemplo, el pan es barato donde la agricultura es
subvencionada por el Estado, el petróleo es barato cuando llega de pozos petrolíferos vigilados por gobiernos amigos,
el transporte colectivo es barato porque el precio del pasaje no incluye los gastos de la hospitalización de las víctimas
de las emisiones de los gases tóxicos, y la mano de obra es barata donde el poder político maneja directamente los
sindicatos. Las erogaciones que originan todas estas medidas proteccionistas, que se encuentran en el corazón de la
economía neoclásica, no son cargadas directamente al consumidor sino indirectamente por vía de los impuestos. Para
los teóricos de esta nueva corriente, frente al cúmulo de eventos amenazando la supervivencia del planeta y de la

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especie, si algo hay que cuestionar y replantear son tanto los métodos y las bases mismas de la teoría neo-clásica
como las consecuencias prácticas de la economía de mercado. Esta descomunal empresa teórica no se trata sólo de
realizar de antemano una descalificación total de la lógica que subyace en la economía capitalista, sino de realizar una
decantación rigurosa y con los pies en la tierra de los principios que rigen la economía de mercado y de sus formas de
evaluarla (y esto mismo vale para su contraparte teórica: el marxismo). Así, se intenta establecer una teoría capaz de
conceptualizar y evaluar las "externalidades" ecológicas que surgen de toda economía, tales como la destrucción de
los recursos naturales, la generación de desechos o los efectos nocivos de carácter global, no sólo como consecuencias
actuales sino como efectos trasladados a las generaciones futuras (MARTINEZ ALLER, J.; 1995). EI deterioro y la
destrucción de lo que ya se denomina el "capital natural" es, por ejemplo, un factor que se ha dejado fuera del análisis
económico, dando lugar a conclusiones que los economistas ambientales identifican claramente como equivocadas.
Hoy, los teóricos de la nueva economía ecológica intentan agregar al capital y al trabajo los insumos provenientes de
la naturaleza (en forma de energía y materia), con lo cual esperan alcanzar formas más legítimas de evaluar el
crecimiento económico. Otros investigadores se dedican a formular nuevos paradigmas en las cuentas nacionales,
intentando redefinir algunos conceptos como el de Producto Nacional Bruto.

S ucede que en el vértice de la reformulación propuesta por la Economía Ecológica se encuentra lo que
aparentemente es una contradicción irresoluble entre la racionalidad de la economía de mercado y un uso
ecológicamente adecuado de los recursos naturales y del ambiente: el intercambio desigual, que es sin duda el
mecanismo económico por el cual el capitalismo explota la fuerza de trabajo humano dando lugar a vastos sectores
empobrecidos. Los economistas ecológicos todavía no ven tampoco cómo la industria puede realizar una reconversión
ecológica sin modificar sustancialmente sus costos, su margen de ganancias y finalmente todo el mecanismo de
acumulación. De la misma manera que no aparecen soluciones efectivas para fenómenos de destrucción de los
recursos naturales que no impliquen acciones que anulen o al menos atenúen la concentración de la propiedad y del
ingreso en las áreas rurales, así como los mecanismos de transferencia de valor hacia otros sectores. De enorme
interés teórico y práctico es el postulado de que, bajo el capitalismo el fenómeno del intercambio desigual que ocurre
entre sectores sociales (es decir, al interior de la sociedad) es reproducido "externamente" durante los procesos de
producción, cuando se efectúa la apropiación de los recursos de la naturaleza. Y en el mismo sentido puede ubicarse la
aparente incompatibilidad entre la racionalidad económica capitalista que busca la generación masiva de un solo
producto altamente competitivo en el mercado (la mercancía) y la diversidad intrínseca de todo ecosistema
(especialmente los del trópico húmedo) y sus propios ciclos naturales.

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P ero, ¿qué es la Economía Ecológica?. Es una economía que usa los recursos renovables (agua, pesca, leña,
madera, producción agrícola, etc.) a un ritmo que no exceda su tasa de renovación, y que usa los recursos
agotables (combustibles fósiles) a un ritmo no superior al de su sustitución por recursos renovables (energía
solar, eólica, etc.). También la Economía Ecológica se basa en la conservación de la diversidad biológica, tanto
silvestre como agrícola, en tanto condición elemental para mantener a largo plazo la productividad de los ecosistemas
y la posibilidad de obtener alimentos a las poblaciones humanas que están articulados a ellos. En materia de
generación de residuos, el objetivo es producir sólo en la cantidad en que los ecosistemas los pueden digerir o
metabolizar sin alterar sus componente estructurales (lo que técnicamente se denomina la no modificación de la
resiliencia de un ecosistema). Claro que hay residuos, como los nucleares o los CFCs) que no son asimilables por los
ecosistemas sin que éstos se modifiquen estructuralmente. Las limitaciones cuantitativas son centrales: a determinado
nivel de emisiones, el dióxido de azufre de una central térmica es digerido perfectamente por la atmósfera local, pero
en mayores cantidades se produce lluvia ácida. En sociedades que no son industrializadas, la emisión de dióxido de
carbono por la respiración de las personas y otros seres vivos encaja perfectamente con la capacidad de reciclaje que
posee la nueva vegetación y con lo que absorben los océanos. Científicos de todo el mundo afirman que las emisiones
de los ciudadanos norteamericanos, europeos y los de algunas elites acomodadas del Tercer Mundo (que viven una
vida de lujo y derroche), midiendo el promedio por persona, se encuentran muy por encima de la posibilidad de
asimilación que muestran los ecosistemas. Aparece aquí el principio de la equidad, que sostiene que para que una
economía ecológica pueda construirse, deben llevarse a cabo redistribuciones de recursos y de la producción en la
generación actual, y entre esta generación y las siguientes. Parte de esta redistribución se realiza a partir de tener en
cuenta las “externalidades”, o sea los efectos ambientales externos al mercado y no valorados en los precios.

E l punto más sólido de los desarrollos de la Economía Ecológica se encuentra en una serie de principios
operativos, que resultan interesantísimos de discutir, pero por razones de síntesis solamente aparecen
enunciados aquí. De todos modos, la mayoría de los conceptos que integran estos principios presentan aún
dificultades para ser determinados con total precisión. Aunque se espera que rápidamente se optimicen los
instrumentos que permitan concretizar herramientas para trabajar empíricamente con estos principios, todos ellos
tienen la virtud de poder ser asumidos como objetivos concretos en políticas públicas. Se estima que no hace falta (a
partir de la utilización del concepto de “caja negra” en la ecología y en la Teoría de los Sistemas) conocer la evolución
de la totalidad de las magnitudes y la complejidad de las interacciones y retroalimentaciones que tienen lugar en los
ecosistemas. Los principios operativos de la Economía Ecológica formulados hasta ahora son los siguientes:

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1 Principio de irreversibilidad cero: reducir a cero las intervenciones acumulativas y los daños irreversibles en los
ecosistemas.

2. Principio de la recolección sostenible: las tasas de recolección de los recursos renovables deben ser iguales a las
tasas de regeneración de estos recursos.

3. Principio del vaciado sostenible: es cuasi-sostenible la explotación de recursos naturales no renovables cuando su
tasa de vaciado sea igual a la tasa de creación de sustitutos renovables.

4. Principio de la emisión sostenible: las tasas de emisión de residuos deberán ser iguales a las capacidades naturales
de asimilación de los ecosistemas a los que se emiten esos residuos (lo cual implica emisión cero de residuos no
biodegradables).

5. Principio de selección sostenible de tecnologías: han de favorecerse las tecnologías que aumenten la productividad
de los recursos (el volumen de valor extraído por unidad de recurso) frente a las tecnologías que incrementan la
cantidad extraída de recursos (eficiencia frente a crecimiento).

6. Principio de precaución: ante la magnitud de los riesgos a que nos enfrentamos, se impone una actitud de vigilante
anticipación que identifique y descarte de entrada las vías que podrían llevar a desenlaces catastróficos, aún cuando la
probabilidad de éstos parezca pequeña, y las vías alternativas parezcan más difíciles u onerosas.

E stos principios son claros. Sin embargo, es obvio que el avance para consolidar una economía ecológica es un
complicado proceso político. Es dudoso que los capitales que explotan los espacios económicos regionales y
nacionales internalicen los costos de, por ejemplo, la contaminación del Riachuelo o la desertificación de la
Patagonia o la desforestación de todo el norte del país. Pienso que movernos hacia este tipo de economía, saliendo de
las actuales pautas de expoliación y de contaminación depende de la imposición de una serie de medidas. Estas
medidas deberán aplicarse sin descanso durante decenios, no sólo para cambiar las cuestiones productivas sino
especialmente las estructuras mentales que llevan al consumo y transformando las bases tecnológicas. En algunas
sociedades que están debatiendo este tema, en general en todos los países desarrollados, claro está, se aplican una
serie de instrumentos para avanzar en tal sentido. Algunos de ellos son:

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• prohibiciones legales, multas y sanciones, pero no basadas en el principio “polluter pays” (el contaminador paga),
porque este principio no soluciona la desestructuración del ambiente,
• incentivos y penalizaciones económicas para la reconversión tecnológica, para el uso de energías renovables, para
actividades que respeten los stándares de generación de materias digeribles por los ecosistemas.
• sustitución de la contabilidad macroeconómica por índices de calidad de vida, que incorporen también la dimensión
subjetiva de las poblaciones. El argumento para la sustitución es muy claro: no puede ser que la economía vaya
cada vez mejor midiendo el PBI, el PNB, al mismo tiempo que se incrementan la angustia de la gente, que
descienden los indicadores de salud, vivienda, educación, aumenta groseramente el desempleo, el índice de
accidentes, etc.
• transformación de la estructura del gasto público (reducción de gastos militares, redistribución y administración
regional, promoción de productos ecológicamente sostenibles, etc.)
• modificación de los sistemas de tarifas de servicios públicos de agua y electricidad, para estimular la conservación
de las redes y regular los aumentos de consumo.

H abría muchísismo puntos más para mencionar y analizar, aún aunque pareciera que muchos de ellos están en
una relación directa con procesos de transformación del Estado en países latinoamericanos. Sin duda, el
lenguaje nos resulta familiar. La política impositiva “verde” merece por sí sola un trabajo que analice
experiencias de diversas naciones y que demos una mirada a nuestra realidad y nuestra conciencia política. En materia
de política ambiental, desde hace varias décadas, en muchas actividades productivas existe la obligación de tratar
previamente las emisiones al ambiente, pero que las multas estaban tan atrasadas por los procesos inflacionarios que a
las empresas les sale más caro poner en funcionamiento la depuradora de líquidos que oblar lo que el Estado le exigía
en pago por la contaminación. Si el permiso para contaminar es tan barato y no existen mecanismos útiles que puedan
revertir estas prácticas, el problema ambiental es mucho más político de lo que puede suponerse. Por eso la utilización
de estas concepciones depende de un debate sensibilizador, de la decisión política de avanzar en tales direcciones, de
la conciencia acerca del riesgo ambiental a que estamos sometidos (una ciudad como Olavarría forma parte del
ecosistema más contaminado de la Argentina, está muy poco alejada en términos ambientales de zonas de emergencia
como Ezeiza o el Riachuelo, no sabemos hasta qué punto sus recursos productivos pueden sostenerse en el tiempo,
etc.). Se complejiza la cuestión si pensamos que desconocemos hasta qué punto muchas actividades productivas que
entran en crisis en la región están asociadas a la pérdida de productividad por agotamiento del recurso (como las
calizas superficiales o determinados tipos de productos mineros), y cuáles son los aspectos que nos amenazan en el
futuro mediato, tan amenazantes como la pérdida de empleos o los problemas de seguridad.

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E xisten varias nociones que tendríamos que recordar. Una de ellas es que todo sistema social se mantiene unido
por la cooperación. Esto lo deben tener muy presente los comerciantes locales, quienes a principios de los ‘90
pedían encarecidamente que se derogaran las medidas proteccionistas que encarecían el costo laboral, para
poder competir. En aquellos discursos, que no están tan lejanos, la idea de competencia era el principio rector de toda
moral, a la que había que rendirse antes que a Dios. Apenas transcurrió un lustro, y los mismos comerciantes, quienes
vieron entonces una oportunidad de pagar menores salarios, enfrentaron por muy distintas razones la competencia y
dumping de los grandes cadenas de supermercados, quienes han mostrado hasta la capacidad de transformar el
espacio urbano. Hoy no pasa un mes sin que demanden una regulación, que deberá bajar del Estado al que ellos
mismos contribuyeron enormemente a difamar. Debemos también abandonar el mito de que el ser racional es, antes
que nada, un competidor empeñado en maximizar sus beneficios económicos. El desarrollo de unos pocos a costa de
muchos y de mucho es efímero. Estas cuestiones nos llevan directamente al plano de la ética ambiental, cuya pregunta
central es cuál es el lugar del Hombre en la Naturaleza y cómo debe comportarse de acuerdo con el papel que debe
desempeñar en ese lugar. Este aspecto tiene una profundidad conceptual que no me interesa discutir aquí, pero que es
necesario saber que puede abordarse, porque su conocimiento puede llegar a ser una de las bases del cambio. Cuando
la UNESCO se acercó al tema de la ética ambiental en su boletín de Educación Ambiental (UNESCO, 1991: 13 y ss.),
distinguió: “...tres posibles éticas ambientales, derivadas de la visión judeo-cristiana del mundo, y que dependen de su
interpretación: (a) una ética ambiental antropocéntrica indirecta; utilitaria, asociada con el usufructo de los
recursos naturales y cualquier otro ser vivo; (b) una ética ambiental más directamente biocéntrica asociada con la
gestión, y (c) una ética ambiental biocéntrica directamente asociada con la ciudadanía. Mientras que las dos éticas
ambientales asociadas con la gestión y la ciudadanía son directas y biocéntricas, difieren en sus aplicaciones prácticas.
La primera permitiría una gestión no dañina de la naturaleza y un uso inteligente de ella, mientras que la segunda
implicaría un laissez faire, un enfoque de "viva su vida y deje vivir", incompatible con la actitud actual, más positiva
hacia la protección y el mejoramiento del medio ambiente...”. El reconocimiento que es necesario hacer del papel que
las creencias religiosas juegan en cuanto a qué definen el papel que el hombre juega en relación a la Naturaleza (ya sea
concibiéndose con total derecho a utilizarla en su propio provecho, o definiéndose como administrador racional) está
también en la base de cualquier programa de Educación Ambiental y posiblemente también consiste en un problema
para cuando la Economía Ecológica se plantee lograr su hegemonía.

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E l tema de la participación popular lo dejaremos abierto, porque tiene innumerables matices. No es lo mismo
hablar de participación popular en sociedades desarrolladas, con municipios y regiones de 700 años de
constitución y más, que en lugares en donde el ejercicio democrático suma apenas cuatro décadas en el siglo,
con constantes intervenciones dictatoriales, apoyadas por los intereses que, justamente, también son grandes
contaminadores y depredadores ambientales. A diversos niveles comunitarios, es notorio el interés de ciertos sectores
por la problemática ambiental. En la Provincia de Bs. As. es constante el surgimiento de organizaciones no
gubernamentales dedicadas exclusiva o parcialmente al tema. Muchísimas asociaciones vecinales, barriales, sociales o
educativas están planteando entre sus principales reclamos situaciones conflictivas relacionadas con el ambiente. La
falta de respuesta por parte de los funcionarios o el tratamiento aislado de los problemas, ha restado eficacia a este
movimiento. Sin embargo, hay algunos procesos dignos de mención, como la movilización social producida en
Quilmes en oposición a la planta de tratamiento de residuos tóxicos, liderado por la Coordinadora de la Zona Sur,
grupo de ONGs que se articularon y obligaron a los sectores de decisión política a frenar el proyecto. Los problemas
de construcción de la red de autopistas han provocado el anegamiento de zonas urbanas contiguas al trazado. En
Vicente López, la movilización vecinal logró arrancar determinadas concesiones, y en varios conflictos entre los
vecinos y las empresas de servicios energéticos, se evidenciaron los mecanismos de expoliación mediante los cuales
las grandes empresas tergiversan los mecanismos de participación. Así, las cosas que funcionan en teoría, como
mecanismos de licitación o la Audiencia Pública (mecanismo privilegiado por los organismos de crédito internacional)
eran siempre saboteadas lisa y llanamente. Un militante ambientalista de esta zona del Gran Buenos Aires, cuenta que,
en ocasión de una audiencia pública para analizar incrementos tarifarios, la convocatoria se publicó en los diarios el
mismo día de realización de la audiencia, lo que dificultó notablemente la participación organizada de los
representantes vecinales y frecuentemente. En los casos de las obras de realización de la Autopista Sur, los planos y
los informes no aparecían hasta que la situación era notoriamente favorable al sector empresarial. Los informes
técnicos generalmente eran sumamente difíciles de interpretar, y se requería formación especializada para poder
hacerlo, con la dificultad de que los vecinos de Vicente López no podían pagar un equipo interdisciplinario que
pudiera plantear alternativas y fortalecer al movimiento vecinal en la confrontación.

M uchas experiencias de este tipo, como así también muchas otras en las que los sectores populares han
desarrollado luchas que han logrado saldos positivos, enseñan que la participación efectiva y
transformadora no es algo que se invoque mágicamente. Es también un proceso de construcción y de
aprendizaje. Si no se llega a un punto de maduración, la participación es la simple presencia legitimadora de procesos
que tienen un impacto ambiental que los sectores populares o las poblaciones locales no están en condiciones de
evaluar, no sólo por falta de información genuina, detallada, sino también por falta de estrategias para plantear

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propuestas adecuadas. También la participación, frecuentemente, pone en evidencia otro problema tan de fondo como
la falta de crecimiento dirigencial: que muchas veces los pedidos y necesidades de los vecinos no pueden resolverse
desde el nivel municipal, ni éste está preparado para afrontar procesos que modifiquen su sistema de decisión.
Frecuentemente, los procesos de fortalecimiento de las instituciones locales han sido interrumpidos por dictaduras o
han sido atravesados por clientelismos de diferente signo, con lo que el resultado final desvirtúa el potencial
transformador que estos organismo pueden tener como arena de aprendizaje social y como espacio de transformación
de la política a escala micro.

U n aspecto que requeriría un análisis detallado, porque justamente es donde se cruzan todas estas variables, lo
constituye la reciente concesión del manejo del servicio de agua corriente y cloacas operada por la
Municipalidad de Olavarría. Luego de un proceso discutido y negociado mediante fuertes componentes que
involucraron a los poderes locales, el mecanismo institucional operado por el Municipio aparece como satisfactorio no
sólo desde el punto de vista económico, sino desde la posibilidad de garantizar transparencia en todas las alternativas
previas a la adjudicación. El hecho de que haya sido la Cooperativa Eléctrica de Olavarría la adjudicataria final del
servicio, organismo con un origen netamente popular y uno de los espacios de participación institucional más
importantes de la ciudad, y al mismo tiempo empresa modelo en eficiencia, abre la puerta para analizar una
interesantísima experiencia de gestión ambiental. Condimentada además por el marco de legalidad que se le otorga, en
tanto la licitación ganada por el ente olavarriense se realizó en igualdad de condiciones de “competitividad” con
capitales trasnacionales. Coopelectric ha acompañado todo el desarrollo local, y aunque en los últimos tiempos no ha
adquirido un peso político y social equivalente a su poder económico, ni ha orientado o promocionado el desarrollo
social de ningún sector en especial, es muy posible que la ciudadanía local le demande otros roles de asistencia más
allá de los que le corresponden a partir de tener bajo su órbita a los dos servicios estratégicos de la vida moderna.
Coyunturalmente, desde el punto de vista ideológico, el organismo cooperativo no representa ninguna alternativa en
materia de una democratización del poder popular, dado que la lógica empresarial que ha dominado siempre su
gestión (una de sus fuentes de legitimidad y consenso) ha impedido que se transforme en un eje de redistribución de la
riqueza.

L a conclusión necesaria para cerrar este trabajo, que plantea una modalidad de abordaje de la gestión ambiental
en sintonía con los cambios transdisciplinarios que orientan conceptualmente la gestión ambiental urbana, es
que debemos caminar en la búsqueda de nuestro propio modelo. La historia de nuestro país está plagada de
desastres en materia de gestión de los recursos naturales. A las zonas de emergencia por contaminación antes
señaladas (toda la Cuenca del Plata y los áreas metropolitanas de los grandes centros urbanos), la desertificación de la

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Patagonia, el mal manejo de los recursos hídricos a escala nacional, los marcados procesos de erosión de la llanura
pampeana, la desertificación de la Patagonia, la entrega de recursos boscosos a un ritmo alarmante (se desforestan un
millón de hectáreas anualmente), se debe agregar un aspecto que adquiere ribetes catastróficos, siendo una economía
predominantemente exportadora de productos primarios: “...Se trata de la degradación global de los suelos producto
del exceso de pastoreo, del monocultivo, del cultivo fuera de zonas apropiadas y con paquetes tecnológicos aptos para
otros ecosistemas, cultivo tropicales en zonas de desmonte, etc., totalizan un cuadro espeluznante: de los 280 millones
de hectáreas con que cuenta la Argentina, alrededor de 50 millones están erosionadas, a las que se deben agregar otras
85 millones de hectáreas de suelos salinizados por deficiente irrigación y/o inundaciones. Se estima que en la llanura
bonaerense el empobrecimiento de la cobertura vegetal ha ocasionado una merma del 50 % en la producción de
forraje...” (OLIVIER, S.; 1993: 915).Tan triste panorama, en un país donde vivimos engañados pensando que somos
ricos en recursos naturales, mientras todos los días nos empobrecemos por el mal manejo, la improvisación, la
búsqueda de rentabilidad inmediata, la rapiña de las multinacionales, debe hacernos reaccionar de inmediato,
buscando la información y construyendo consenso para acciones colectivas. No caben en este tema ni las acciones
mesiánicas o apostólicas, ya que la prédica principista y romántica se vuelve rápidamente funcional al sistema de
depredación institucionalizado y optimizado a lo largo de todo el presente siglo. El uso eficiente del medio
ambiente, defendiendo incluso conquistas materiales que nos permiten acceder a comodidades impensadas
para nuestros padres o abuelos, depende también del nivel cultural general de la sociedad. Por eso, la
posibilidad de evitar esta peligrosa situación global implica también invertir par a mejorar la educación y la capacidad
de desarrollo científico de toda nuestra sociedad. Del nivel cultural que podamos alcanzar depende que no seamos
engañados con propuestas y recetas que sólo benefician a los grupos responsables del deterioro planetario y que hoy
proponen la “ética del bote salvavidas” como única solución. Lo siniestro de esta tesis puede resumirse así:
“...Metafóricamente, cada nación rica se encuentra en un bote salvavidas lleno de gente comparativamente rica, Los
pobres del mundo están en otros, muchos más limitados. Continuamente los pobres caen al agua fuera de sus propios
botes, esperando ser admitidos en los botes de los ricos para beneficiarse de los bienes de a bordo. ¿Qué deberían
hacer los pasajeros de un bote rico ante esto?...” (HARDIN, G. ; 1974: 561). Afortunadamente para nosotros, los
pobres, no todas las propuestas de los ambientalistas ligados al poder hegemónico son tan cínicas. El denominado
“Informe Brundtland”, documento que incorpora el concepto del respeto a los derechos de las futuras generaciones a
disfrutar de un mundo que les permita dignidad, repara en que la distribución de la riqueza es necesaria para frenar en
parte los graves problemas que nos amenazan. En Argentina, las posiciones del movimiento ambientalista son débiles,
encuadrándose en general en un marco apolítico y reproduciendo el mismo discurso que ciertos ambientalistas de los
países del Norte (sólo denuncias contra la contaminación, la destrucción de la Naturaleza en términos emblemáticos,
ya sean pingüinos empetrolados o ciervos patagónicos). Sólo han ido más allá, superando las denuncias con
propuestas de gestión ambiental y con un fuerte sentido militante, ambientalistas como Antonio Brailovsky o Raúl

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Montenegro. Sin embargo, a lo largo y a lo ancho de todo el país ha habido movimientos de poblaciones locales que
reivindican la defensa de sus ambientes naturales, comunidades indígenas que han manifestado su disconformidad con
modelos de desarrollo que los privan de sus fuentes elementales de subsistencia, grupos de habitantes rurales que han
luchado ante los desiguales términos de intercambio, y todas estas luchas han estado desconectadas de las propuestas
del ambientalismo argentino. Esto se repite en general en toda Latinoamérica, en donde las verdaderas propuestas y
luchas ecologistas no han sido definidas como tales, y en donde es posible encontrar dos tipos paralelos de lucha por
la preservación de la Naturaleza, descubriendo perspectivas diferentes a aquellas que, desde ciertas usinas ideológicas
del mundo desarrollado, se nos han hecho aparecer como las únicas posibles.

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BIBLIOGRAFIA
Aclaración: muchos de los textos usados como insumo bibliogáfico no están integrados en el texto bajo la forma de citas, pero han servido
extensamente en cuanto a las ideas que he querido comunicar. La totalidad de la bibliografía consultada a fondo se halla en este apartado.
Especialmente lo redactado en el capítulo 1 pertenece como reelaboración de algunos textos consignados aquí.

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