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PROCEDIMIENTOS EN HISTORIA Prof.

Félix González Chicote 1

ANALISIS Y COMENTARIO DE UN MAPA HISTÓRICO

Junto al texto histórico y los documentos estadísticos, el mapa ocupa un


lugar relevante en los testimonios –elaborados o primarios- que se deben
manejar para un mejor conocimiento e interpretación de los hechos y procesos
históricos, ya que todos ellos tienen lugar sobre un territorio concreto.
Los mapas que solemos utilizar son elaboraciones hechas por el
cartógrafo o historiador a posteriori y tratan de mostrar los acontecimientos en
el espacio y el tiempo. Por tanto, en un mapa histórico no es necesario tener en
cuenta, a la hora de su comentario, datos que, sin embargo, son importantes
en mapas geográficos: escala, técnica de elaboración, tipología cartográfica
(topográfico, geológico, etc..) y proyección utilizada, coordenadas geográficas
(longitud, latitud), curvas de nivel, red hidrográfica, etc.. Sí puede ser
interesante, por el contrario, la consideración de aspectos de geografía
humana, sobre todo si se trata de comparar un mapa actual o reciente con otro
más antiguo del mismo territorio.
Los mapas históricos sitúan, como hemos dicho, un acontecimiento en el
espacio y el tiempo, por tanto, puede señalarse una tipología básica para el
documento cartográfico:

Mapas políticos: proporcionan información sobre las fronteras de los Estados


y su evolución, las conquistas territoriales por guerra o anexiones, la extensión
de los imperios, etc..
Mapas político-sociales: son una variante de la anterior. En ellos se refleja,
por ejemplo, la expansión de una revolución, la distribución de nacionalidades
en un Estado, etc..Una variante específica de éstos serían los mapas
electorales, que son elemento auxiliar imprescindible en los estudios de
sociología y geografía electoral.
Mapas económicos: sitúan la extensión de un hecho económico (ej. la
industrialización del siglo XIX); las rutas comerciales y las vías de
comunicación; los centros económicos importantes (núcleos industriales,
puertos comerciales, etc.); distribución o evolución de cultivos, etc.
Mapas demográficos: en los que se recogen los movimientos migratorios, el
crecimiento poblacional, las expediciones repobladoras o colonizadoras,etc.
Mapas culturales: que hacen referencia a la distribución, nacimiento y/o
expansión de un hecho cultural o religioso: movimiento artístico o literario,
áreas lingüísticas, situación de diferentes sectas religiosas en un territorio, etc.

Algunos consejos prácticos:

- Aunque parezca algo básico a veces se olvida, hay que leer inteligentemente
la leyenda.
- Es conveniente tener delante un atlas geográfico para la localización de
regiones, ciudades o circunscripciones administrativas determinadas.
- Por supuesto la necesidad de trabajar con atlas históricos, en la biblioteca del
Centro hay varios, os invito a darles un vistazo.
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¿CÓMO SE HACE?

El comentario de un mapa se divide en tres partes: la introducción, el


comentario propiamente dicho y la conclusión:

1. INTRODUCCIÓN.
En primer lugar debemos situar el mapa, lo que conlleva dos tareas:
a) Determinar la naturaleza y origen del mapa: se trata de determinar qué
clase de mapa es (según tipología anterior), qué ámbito abarca
(regional, nacional, mundial, etc.) y de donde procede, si lo ha elaborado
un autor actual (atlas histórico u obra historiográfica) o una persona
contemporánea de los hechos.
b) Centrar el mapa: es trazar su contexto histórico o circunstancias que lo
rodean. Es un breve encuadre del momento histórico que representa el
mapa.

2. COMENTARIO Y EXPLICACIÓN.
Es la parte más importante, aunque es difícil establecer pautas concretas. Al
igual que sucede con los textos, podemos establecer tres niveles:
- Señalar las ideas principales y señalarlas. Suelen coincidir con el título del
mapa.
- Comentar estas ideas principales.
- Distinguir las zonas principales del mapa o plano; explicar los datos que
aporta y relacionarlo con su marco histórico.

3. CONCLUSIÓN.
Se trata de hacer una síntesis de la información del mapa y una valoración,
tanto por lo que muestra como por lo que oculta. El juicio personal debe incidir
en la veracidad, exactitud o idoneidad del documento analizado, lo que
necesita de un conocimiento del tema.
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EJEMPLO: LA RECONQUISTA

1. INTRODUCCIÓN.
a) Naturaleza y origen:
Se trata de un mapa político que representa el proceso político-militar
definido como Reconquista y que consistió fundamentalmente en la aparición,
consolidación y extensión de los llamados Reinos cristianos. Los núcleos
políticos cristianos fueron variando en su protagonismo y extensión
reconquistadora a lo largo del proceso pero fundamentalmente fueron los
reinos astur-leonés, castellano, navarro, aragonés y condados catalanes. Es
importante destacar la idea de una frontera inestable que cambia con el avance
cristiano. El mapa abarca todo el ámbito peninsular.

b) Centrar el mapa:
Al tratarse de un proceso histórico amplio que analizaremos en el
siguiente apartado simplemente indicar que el fenómeno histórico en cuestión:
la Reconquista, nos lleva desde el siglo VIII al siglo XV, en concreto hasta la
ocupación del Reino Nazarí de Granada por los Reyes Católicos en 1492. Es
un intervalo temporal amplio, desigual en sus avances y nada homogéneo, al
ser realizado por diferentes núcleos políticos, cada uno de ellos con
características propias.
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2. COMENTARIO O EXPLICACIÓN.
Ante un tema tan amplio es necesario realizar unas aclaraciones previas
sobre nuestra exposición. En primer lugar, se analiza el proceso dividiendo
cuatro fases temporales: Siglos VIII-X (origen de los Estados cristianos), siglo
XI-XII (momento de avances y retrocesos en la zona central de la Península
Ibérica), siglo XIII (consolidación) y, por último el panorama político en los
siglos XIV y XV. En segundo término, es preciso señalar que diferenciamos
dos ámbitos territoriales de reconquista o expansión en virtud de los diferentes
reinos cristianos, distinguiendo el avance en la zona occidental y central
(Castilla, León y Portugal), del avance en la zona oriental (Cataluña y Aragón).
→ En un primer momento, tras la desaparición del reino visigodo, sólo las
zonas montañosas del norte de la península Ibérica se mantuvieron libres de la
dominación musulmana. La integración de estas zonas en el reino visigodo, e
incluso en el imperio Romano, ya había sido escasa. Y fue allí donde surgieron
los primeros núcleos de resistencia frente al Islam, que entre los siglos VIII y X
se limitarían a resistir o, a lo sumo, a realizar avances por zonas casi
despobladas que no estaban sometidas directamente a los musulmanes.
El primer núcleo político cristiano que se construyó fue el astur, que
surgió tras el triunfo obtenido sobre los musulmanes en Covadonga por el
noble visigodo Pelayo al frente de los astures. Ese acontecimiento, acaecido en
el año 722, fue considerado más tarde (siglo X) por los cronistas mozárabes
como el inicio de la Reconquista.
La primera delimitación del reino fue obra de Alfonso I (739-757) que,
aprovechando las luchas civiles en Al-Andalus, realizo una seria de ataques en
la meseta del Duero, abandonada por estos últimos. Con ellas destruyó el
sistema defensivo musulmán y creó una gran frontera despoblada (tierra de
nadie) que atrajo a muchos mozárabes (cristianos en tierras del Islam). Esta
nueva población que había vivido en tierras del Islam empezó a dar una nueva
personalidad y legitimación al reino asturiano.
En el transcurso del siglo IX se fue desarrollando el proceso colonizador
de las llanuras de la cuenca del Duero, que en aquellas fechas eran una
especie de tierra de nadie, pues los musulmanes tenían establecida su frontera
septentrional en la zona del Sistema Central. A finales de ese siglo, siendo rey
de Asturias Alfonso III (866-951), los cristianos dieron un importante paso al
llegar en su actividad colonizadora hasta los márgenes del río Duero. Y por
ello, se pudo trasladar la capital de Oviedo a León, pasándose a llamar: reino
de León.
De especial importancia en la configuración del reino leonés es su
peligrosa frontera oriental: Castilla. Los musulmanes, que se abastecían sobre
la tierra de paso, evitaban en sus incursiones hacia el reino de León los llanos
despoblados del Duero, atacando desde su fuerte base de Medinaceli, en la
parte oriental del reino leonés. La protección de esta zona fue realizada
mediante la creación de condados repoblados por cántabros y vascos que
mantenían cierta independencia del reino leonés y que más tarde terminarían
por constituirse en una entidad política nueva: Castilla.
Por otro lado, en la zona pirenaica van a surgir a comienzos del siglo IX
una serie de condados y pequeños reinos que irán configurando lo que más
adelante serán los reinos de Navarra y Aragón. De esta forma, en el norte de
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Navarra aparecerá el llamado reino vascón de Pamplona que se extendió por


las tierras llanas del alto Ebro, ocupando villas tan importantes como Calahorra,
Nájera y Viguera.
Más al este del reino de Pamplona, surgió el condado de Aragón, que en
un principio estuvo bajo la tutela directa de los reyes francos. Inicialmente, este
condado comprendía un pequeño territorio montañoso, integrado por los valles
de Hecho y de Canfrac, cuyo centro principal era la villa de Jaca. A mediados
del siglo X, el condado de Aragón se incorporó al reino de Pamplona, como ya
hemos dicho.
En el noreste de la península Ibérica, territorio que los francos
denominaban Marca Hispánica por su carácter defensivo, es el territorio de la
futura Cataluña, allí nacieron diversos condados (Barcelona, Girona, Besalú,
Cerdaña, Empúries, etc.), todos ellos situados bajo la órbita de los reyes
francos, que estaban interesados en proteger su frontera meridional de los
posibles ataques de los musulmanes.
El siglo X supone, en general, para todos estos reinos cristianos del
norte peninsular un momento de paralización en las conquistas, debido a la
gran fuerza militar que por esas fechas tenía al-Andalus, con Abderramán III y
sobre todo cuando Almanzor estuvo al frente del ejército cordobés.
→ El inicio de la segunda parte de nuestro análisis la situamos a
comienzos del siglo XI, a raíz de la muerte de Almanzor (1002) y, sobre todo,
con la crisis del Califato de Córdoba (1035) se inicia una importante actividad
conquistadora por parte de los reinos cristianos frente al, cada vez más
fragmentado, poder político de Al-Andalus, que vivía por estos años bajo la
fragmentación política en la etapa denominada de los reinos taifas.
Los primeros y mayores avances tuvieron lugar en el occidente
peninsular. La toma de Toledo por Alfonso VI y la consiguiente presión militar,
así como la presión tributaria (pago de parias) a la que se vieron sometidas las
taifas, hizo que el rey musulmán de Sevilla pidiera ayuda al poderoso estado
que los almorávides habían creado en el norte de África. De esta forma, los
almorávides desembarcan en Algeciras y tras la victoria de Zalaca (1086) y
Uclés (1108) consiguen recuperar gran parte de los territorios que habían
caído en manos de los reinos cristianos a lo largo de los últimos cincuenta
años, a excepción de la ciudad de Toledo, que resistió.
A la muerte de Alfonso VI se produjo un periodo de inestabilidad política
del que sacó provecho Enrique de Lorena, noble francés al servicio del rey y
casado con una de sus hijas. Enrique gobernaba Portugal, como representante
del rey de Castilla y León con el título de conde. Progresivamente el conde
portugués empezó a actuar de forma autónoma respecto al rey de León y su
hijo, Alfonso Enríquez, empezó a titularse rey de Portugal a partir de 1128.
Alfonso VII, nieto de Alfonso VI gobernó el reino de Castilla-León entre
1127-1157, periodo de que sirvió para reanudar las expediciones militares en
territorio islámico aprovechando la decadencia del Imperio almorávide. A su
muerte Castilla y León se dividieron, siendo de nuevo reunificados en 1230.
Por esas mismas fechas, surgieron en los reinos de Castilla y León las
primeras órdenes militares hispánicas: las de Calatrava, Alcántara y Santiago,
que realizarían una importante labor, tanto militar como colonizadora.
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El reino de Aragón se extendió en dirección sur, hacia la zona del


Prepirineo. A finales del siglo XI, el monarca aragonés Pedro I (1094-1104)
incorporó a sus dominios las localidades de Huesca (1096) y Barbastro (1100).
De esa forma, el reino de Aragón, hasta entonces limitado a una pequeña zona
pirenaica, incorporó un territorio mucho más extenso, la denominada Tierra
Nueva. El monarca aragonés Alfonso I (1104-1134), protagonizó en las
primeras décadas del siglo XII una gran ofensiva sobre la zona del valle medio
del Ebro. La ciudad de Zaragoza, tras un duro cerco, pasó a poder cristiano
(1118).Por su parte, los condes de Barcelona rebasaron el límite de la llamada
Cataluña Vieja, procediendo a repoblar diversas comarcas al sur del río
Llobregat.
En 1150 se produce un hecho de especial relevancia: La unión de
Cataluña y Aragón y la constitución de la Corona de Aragón mediante el
casamiento de los herederos de ambos reinos, su hijo Alfonso II (1162-1996),
fue el primer rey de la Corona de Aragón.
En este momento los reyes de Castilla y Aragón firmaron tratados de
reparto (Tudillén, 1151; Cazorla, 1179), en los que se asignaban los territorios
de Al-Andalus que cada uno de ellos debía conquistar en el futuro. De esta
forma, se reanudó el avance militar de los cristianos hacia el sur de la
Península.
No obstante, la llegada de los almohades a mediados del siglo XII, que se
presentaban como los herederos de sus antecesores almorávides en el norte
de África, supuso un nuevo freno al avance cristiano. En el año 1146, los
almohades cruzan el estrecho y, a lo largo de la segunda mitad del siglo XII,
consiguen recuperar gran parte del Al-Andalus almorávide (la frontera se situó
en el valle del Tajo y el delta del Ebro). La victoria en la batalla de Alarcos
(1195) supuso el momento más glorioso para los almohades al derrotar a los
ejércitos de Navarra, Castilla y León.
→ La tercera etapa coincide con el declive del poder almohade, en 1212,
Alfonso VIII, al frente de una coalición cristiana, venció a los almohades en las
Navas de Tolosa. No sólo significo el hundimiento del imperio almohade, sino
que abrió definitivamente a los cristianos las puertas de la que quedaba de Al-
Andalus. En unas pocas décadas, una buena parte de las tierras que habían
constituido el corazón de la España musulmana, entre ellas el valle del
Guadalquivir, pasaron a poder cristiano.
El rey de León Alfonso IX aprovechó el éxito de las Navas de Tolosa
para incorporar a sus dominios Cáceres (1227), así como Mérida y Badajoz,
ambas ocupadas en 1230. Pero el progreso más espectacular fue el que llevó a
cabo Fernando III, rey de Castilla y León desde el año 1230, pues todo el valle
del Guadalquivir pasó a integrarse en sus reinos. En un primer momento
conquistó el alto Guadalquivir y la ciudad de Córdoba (1236). También, pasó a
formar parte de los dominios castellanos el reino de Murcia.
Por su parte, el reino de Portugal, con Sancho II, llega a la
desembocadura del río Guadiana, límite puesto en el Tratado de Sabugal
(1231).
La Corona de Aragón con Jaime I (1213-1276) conquista las islas
Baleares, que fue ante todo un éxito de la marina catalana. El siguiente paso
fue la ocupación del reino de Valencia, tarea que exigió varios años de lucha y
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que culminó con la entrada en la ciudad de Valencia en 1238, después de un


largo asedio.
→ Finalmente, la última fase se inicia a finales del siglo XIII cuando ya no
se producen avances significativos en la Reconquista, no concluyéndose hasta
1492 con la toma de Granada por los Reyes Católicos. Durante ambos siglos la
Península estará repartida entre cinco entidades políticas: Portugal, Navarra,
Castilla, la Corona de Aragón y el reino musulmán de Granada.

3. CONCLUSIÓN.

El mapa nos muestra el proceso reconquistador de forma amplia y, a


nuestro juicio, de una forma bastante clara, si bien al tratarse de un proceso tan
extenso la delimitación por siglos que establece la leyenda resulta poco
indicativa, resultaría de interés que se establecieran de forma paralela los
periodos contemporáneos en la zona musulmana.

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