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Ciudadanos

Presidenta y demás Magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de


Justicia
Presentes.-

Nosotros, Cecilia García Arocha, Rectora de la Universidad Central de Venezuela


(UCV), como consta del documento que acompaño marcado “A”, domiciliada en
Caracas; Mario Bonucci Rossini, Rector de la Universidad de los Andes (ULA), como
consta de documento que acompaño marcado “B”, domiciliado en Mérida, Estado
Mérida; Jorge Palencia Piña, Rector de la Universidad del Zulia (LUZ), como consta
de documento que acompaño marcado “C”, domiciliado en Maracaibo, Estado Zulia;
Jessy Divo de Romero, Rectora de la Universidad de Carabobo (UC), como consta
del documento que acompaño marcado “D”, domiciliada en Valencia, Estado
Carabobo; Enrique Aurelio Planchart Rotundo, Rector de la Universidad Simón
Bolívar (USB), como consta del documento que acompaño marcado “E”, domiciliado en
Caracas; Francesco Leone Durante, Rector de la Universidad Centro Occidental
“Lisandro Alvarado” (UCLA), como consta de documento que acompaño marcado “F”
domiciliado en Barquisimeto, Estado Lara; José Vicente Sánchez Frank, Rector de la
Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), como consta del documento
que acompaño marcado “G”, domiciliada en San Cristóbal, Estado Táchira; Rita Elena
Áñez, Rectora de la Universidad Nacional Experimental Politécnica “Antonio José de
Sucre” (UNEXPO), como consta del documento que acompaño marcado “H”,
domiciliada en Barquisimeto, Estado Lara; Luis Ugalde Olalde, Rector de la
Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), como consta del documento que acompaño
marcado “I”, domiciliado en Caracas; Diana Josefina Romero La Roche, Decana de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia (LUZ), como
consta del documento que acompaño marcado “J”, domiciliada en Maracaibo, Estado
Zulia, todos venezolanos, mayores de edad y titulares de las cédulas de identidad
números 3.666.834, 4.595.968, 2.857.785, 3.920.427, 6.126.232, 5.239.425, 3.312.339,
5.072.197 6.126.232 y 2.875.581, respectivamente, actuando en la condición indicada
y también en nuestro carácter de ciudadanos venezolanos interesados en velar por la
intangibilidad del orden jurídico, asistidos por los abogados de este domicilio: Manuel
Rachadell, José Peña Solís, Enrique Sánchez Falcón, Tulio Alberto Álvarez, Gerardo
Fernández y Juan Carlos Apitz, titulares de las cédulas de identidad números
2.678.077, 799.396, 2.104.359, 5.534.241, 5.531.007 y 6.887.340, respectivamente, e
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números 5.907,
12.247, 4.580, 21.003, 20.802 y 32.311, respectivamente, ante ustedes ocurrimos, muy
respetuosamente, para interponer, de conformidad con el artículo 21, aparte octavo, de
la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, acción de nulidad por
inconstitucionalidad contra la Ley Orgánica de Educación, sancionada por la
Asamblea Nacional, en fecha 13 de agosto de 2009 y promulgada mediante
publicación en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela Nº 5.929
Extraordinario, de fecha 15 de agosto del mismo año, en virtud de los vicios
esenciales de procedimiento, así como de los vicios sustanciales o de
inconstitucionalidad intrínseca, que denunciaremos seguidamente.

La presente acción de inconstitucionalidad se fundamenta en las siguientes


razones de hecho y de derecho:

NARRACION SUCINTA DE LOS HECHOS

El día 21 de agosto de 2001, la Asamblea Nacional, cuyos integrantes ejercían


sus funciones durante la legislatura 2000-2005, después de un proceso de consulta con
los representantes de la sociedad organizada, aprobó en primera discusión el Proyecto
de Ley Orgánica de Educación, el cual regulaba exhaustivamente el derecho humano a
la educación al punto que estaba integrado por ciento veintisiete artículos, tal como
se desprende del correspondiente proyecto. Después de ocho años, el día 6 de agosto
de 2009, la Presidenta de la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación
supuestamente presentó el informe previsto en el artículo 208 de la Constitución, sin
que durante ese período mediase ninguna de las actividades previstas en el texto
constitucional y en el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional, al
punto que ni siquiera los diputados que integraban la aludida Comisión conocían el
contenido del supuesto informe, y por ende, del Proyecto que le servía de base. Sin
embargo, la mayoría de ese órgano parlamentario decidió aprobarlo.
Conviene acotar que en los últimos días del mes de julio de ese año tanto la
Presidenta de la Asamblea, como la Presidenta de la Comisión, declararon a la prensa
nacional que la ley sería aprobada en segunda discusión en el período de sesiones que
concluiría el 15 de agosto. Por esa razón los Rectores de varias Universidades
Autónomas solicitaron ser recibidos por la Asamblea, lo que ocurrió el día 29 de julio, y
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la Rectora de la Universidad Central de Venezuela realizó una exposición sobre el
proyecto que había sido aprobado en primera discusión y solicitó que se abriera un
período de consulta, tal como lo ordena la Constitución. En esa oportunidad la
Presidenta de la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación se
comprometió a abrir un lapso de consulta, y repartió entre los rectores sendos
ejemplares del proyecto de ley que había sido aprobado en primera discusión el 21 de
agosto de 2001.
El supuesto “informe” de la Comisión fue remitido a la Asamblea Nacional,
siendo publicado en el diario Ultimas Noticias el día 9 de agosto 2009, razón por la cual
fue a partir de esa fecha cuando el “nuevo proyecto” pudo ser conocido por todos los
diversos sectores de la sociedad, e igualmente se pudo constatar que, en realidad, no
se trataba del informe exigido constitucionalmente, pues el texto versaba sobre un
nuevo proyecto, desconocido tanto para los diputados como para la sociedad
organizada, en virtud de que no contenía las adiciones, modificaciones y sustituciones,
al proyecto aprobado en primera discusión, ni pronunciamientos sobre las proposiciones
formuladas en dicha discusión, sencillamente porque –-insistimos- se trataba de un
nuevo proyecto, no sólo porque en lugar de ciento veintisiete artículos, estaba
integrado por cincuenta y seis (56), sino porque había sido modificada su naturaleza
constitucional, dado que pasó de ser un proyecto de Ley orgánica para desarrollar el
derecho humano a la educación, a un proyecto de ley orgánica que sirve de marco
normativo a otras leyes, de carácter ordinario.
El 11 agosto de ese mismo año un grupo de rectores universitarios, dirigentes
gremiales, estudiantiles y de la sociedad en general, fueron recibidos oficiosamente por
el segundo Vicepresidente de la Asamblea Nacional, en la entrada de la misma,
siéndole entregado un documento en el cual se solicitaba al órgano parlamentario, dado
que se trataba de un nuevo proyecto, que se abriera el proceso de consulta previsto en
la Constitución. El referido funcionario prometió que serían recibidos antes de iniciar la
segunda discusión. Por esa razón, esos mismos representantes, acompañados por un
gran número de padres, de estudiantes, distintos representantes de la sociedad
organizada, de los gremios educativos y ciudadanos en general, a sabiendas de que el
día 13 de agosto se le daría la segunda discusión, intentó llegar al Parlamento a
entregar un documento con observaciones y proposiciones sobre el nuevo proyecto,
pero no pudieron arribar a la sede de la Asamblea Nacional, porque a pocos metros de
la misma los cuerpos policiales, sin ningún motivo, mediante el uso de la violencia
ilegítima, se lo impidió. Pues bien, la segunda discusión se inició a las 3 PM del día

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jueves 13, y terminó a las 2 AM del día viernes 14, con la sanción de la Ley Orgánica
de Educación, porque fue necesario darle la nueva lectura prevista en el artículo 208
constitucional, en virtud de que en el curso de esa discusión habían sido modificado
varios artículos del proyecto, aunque la Gaceta Oficial donde fue publicada expresa que
fue sancionada el 13 de agosto de 2009.

II

DE LOS REQUISITOS DE ADMISIBILIDAD

1.- El acto normativo, cuya nulidad solicitamos es una ley sancionada por la
Asamblea Nacional que, como lo demostraremos más adelante, colide evidentemente
con la Constitución. En consecuencia, de acuerdo con lo establecido en el numeral 1 del
artículo 336 del texto constitucional, así como en el encabezamiento y el aparte sexto
del artículo 5, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, el órgano judicial
competente para conocer la presente acción de inconstitucionalidad es esta Sala
Constitucional. Se anexa, marcado “K”, un ejemplar de la Gaceta Oficial de la
República Bolivariana de Venezuela Nº 5.929 Extraordinario del 15 de agosto de 2009,
en la cual fue publicada la mencionada Ley Orgánica de Educación.
2.- Los accionantes, no sólo como ciudadanos venezolanos que somos,
interesados en la vigencia e integridad de nuestro ordenamiento constitucional, sino
también como autoridades universitarias afectadas en nuestros intereses en cuanto
profesores integrantes de la comunidad universitaria, tenemos motivos para impugnar el
referido acto normativo, razón por la cual, de conformidad con lo previsto en el artículo
21, aparte octavo, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, nos
encontramos plena y absolutamente legitimados para intentar la presente acción.
3.- Por tratarse de una acción de nulidad por inconstitucionalidad contra un acto
normativo, la presente acción se intenta tempestivamente, dado que según lo previsto
en el artículo 21, aparte decimonono, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia, las acciones de este tipo podrán intentarse en cualquier tiempo.
4.- Finalmente, ciudadanos Magistrados, además de poner de manifiesto la
regularidad de los requisitos de admisibilidad precedentemente relacionados, es
menester indicar que en el caso que nos ocupa no están presentes ninguna de las
causales de inadmisibilidad previstas en el artículo 19, aparte quinto, de la Ley que rige
las funciones de ese Alto Tribunal.

III
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DE LOS VICIOS ESENCIALES DE PROCEDIMIENTO QUE AFECTAN A LA LEY
ORGANICA DE EDUCACION.

1. La universalidad del control, derivada del principio de supremacía


constitucional como fundamento del control de la actividad parlamentaria de
formación de las leyes. Es bien sabido que, al haber optado el constituyente de 1999
por consagrar en el artículo 7 de la Constitución, el principio de supremacía
constitucional como el fundamento del ordenamiento jurídico y, consecuencialmente,
haberlo dotado de la garantía de su preservación (integridad y efectividad) en los
artículos 334 y 335, ejusdem, mediante la creación de la jurisdicción constitucional (art.
336), resulta concluyente que todos y cada uno de los actos de los Poderes Públicos
que contraríen el indicado principio, es decir, a la Constitución, están sujetos al control
de la constitucionalidad. Por tanto, en lo que concierne a la Asamblea Nacional, el
control puede recaer sobre los actos que resultan de su actividad (leyes, acuerdos,
autorizaciones, etc.), pero igualmente, y esto es lo que nos interesa destacar, también
sobre la actividad desplegada por el órgano parlamentario, regida por normas
procedimentales o adjetivas, de rango constitucional (contenidas en la Constitución), y
de rango legal (contenidas en su Reglamento Interior y de Debates, publicado en la
Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela Nº 5789 Extraordinario, de 26
de octubre de 2005, para emanar dichos actos.
De allí que, si la Asamblea Nacional infringe esas normas procedimentales en el
proceso de formación de la ley, dependiendo de la gravedad de la infracción, el texto
legislativo estará afectado por una irregularidad invalidante, y corresponderá a la Sala
Constitucional, a los fines de preservar el principio de supremacía constitucional,
declarar dicha nulidad, sin que el órgano legislativo pueda pretender escudarse en el
viejo principio del “interna corporis”, que por cierto, a diferencia de la Constitución de
1961, no aparece en la Constitución vigente. En definitiva, el principio de la
universalidad del control de la constitucionalidad, no admite ningún tipo de fisuras, y en
lo que respecta a su aplicación sobre las leyes, se extiende tanto a los vicios
sustantivos, como a los adjetivos que las afecten.
Por lo demás esta tesis, que responde a principios constitucionales elementales,
ya fue admitida por esta Sala Constitucional, en lo tocante a los vicios de procedimiento
en la sentencia 1048 del 20 de agosto de 2004, en la oportunidad en que se pronunció

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sobre un recurso de nulidad interpuesto contra la reforma del Reglamento Interior y de
Debates de la Asamblea Nacional. El fallo reza así:
“…en relación con el Órgano Legislativo Nacional, el control
jurisdiccional de la constitucionalidad de los actos dictados con o sin forma de
ley, en ejecución directa e inmediata de la Norma Suprema por esta Sala
Constitucional, así como de la conformidad con aquella de la actuación
parlamentaria mediante la sujeción a las normas que la Asamblea
Nacional se da a sí misma, únicamente podría justificarse para proteger
objetivamente los principios (como son el democrático, el de
responsabilidad social, de preeminencia de los derechos humanos, del
pluralismo político, etc.) y normas contenidas en el Texto Constitucional
(según su artículo 335) o para brindar tutela a los derechos y garantías
individuales inherentes a la persona humana… “
En el marco de ese contexto doctrinario y jurisprudencial, resulta indudable que:
a) las actuaciones de la Asamblea Nacional en el proceso de formación de la ley están
sujetas al control de constitucionalidad y; b) que las violaciones de los preceptos
procedimentales contenidos tanto en la Constitución, como en el Reglamento Interior y
de Debates de la Asamblea Nacional (RIDAN), en el caso de que revistan carácter
esencial, dan lugar a la nulidad de la ley. Ahora bien, como se desprende de la parte
narrativa de esta acción, en el proceso de formación de la Ley Orgánica de Educación
(LOE), la Asamblea Nacional incurrió en infracciones tanto de disposiciones del texto
constitucional, como del RIDAN, que pasamos a enumerar, las cuales como
demostraremos más adelante, constituyen vicios esenciales que afectaron tanto al
procedimiento de formación del mencionado texto legislativo, como a la parte sustantiva
de la Constitución.
2. Las infracciones de los preceptos procedimentales constitucionales y
reglamentarios, que vician de nulidad a la Ley Orgánica de Educación.
2.1. La infracción del artículo 207 de la Constitución (la aprobación de la
LOE en una sola discusión). La Constitución de 1999 establece como requisito sine
qua non de validez de las leyes sancionadas por la Asamblea Nacional, que las mismas
sean sometidas a dos discusiones en el pleno, en días diferentes. Así lo estatuye en
forma categórica en su artículo 207, en los siguientes términos “Para convertirse en
ley todo proyecto recibirá dos discusiones, en días diferentes, siguiendo las reglas
establecidas en esta Constitución y en los reglamentos respectivos”. Observamos que
en la hipótesis que del tenor del citado precepto pudiese surgir alguna duda respecto a

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las dos discusiones, el citado artículo 209 ejusdem, se encarga de disiparla, al regular
en forma precisa la segunda discusión.
Pues bien, está fehacientemente demostrado, y además es un hecho notorio
comunicacional, que el proyecto de Ley Orgánica fue aprobado por unanimidad, en
primera discusión, en la sesión correspondiente al día 21 de agosto 2001, por la
Asamblea Nacional, cuyos integrantes ejercían las funciones que se correspondían con
la legislatura 2000-2005, y que supuestamente fue sancionada en segunda discusión
el jueves 13 de agosto de 2009, según se desprende de la Gaceta Oficial en la cual
fue publicada. Luego, entre la primera y la segunda discusión transcurrieron ocho años,
lo que a simple vista genera dudas sobre la validez de dicho procedimiento, pues por
definición todo procedimiento, que en sí mismo implica una garantía para los
ciudadanos, tiene un lapso de duración, so pena de decaimiento. Y esa regla, en virtud
de que está asociada al principio de seguridad jurídica, también es válida para los
procedimientos que cursan ante los Parlamentos.
Esa tesis pacífica en las relaciones intersubjetivas (entre Poderes Públicos y
ciudadanos), e interorgánicas o intersubjetivas, según la situación, (entre Poderes o
entes públicos), fue legitimada por la jurisprudencia de esta Sala Constitucional en la
sentencia 1048, del 18 de mayo de 2006, a la cual se le dio una muy relevante
importancia, en virtud de que se acudió al especial método de la “ponencia conjunta”.
En esa oportunidad, al decidir un recurso de inconstitucionalidad por omisión legislativa,
en el cual el recurrente solicitaba que se ordenase a la Asamblea Nacional que
publicase la ley que había sido sancionada durante la legislatura anterior (2000-2005),
esta Sala declaró que, la ley había sido sancionada pero no había sido promulgada, por
lo que el procedimiento había decaído. El referido fallo aparece concebido así:
“Esta Sala pasa a considerar el alcance de la actividad parlamentaria,
con motivo de la solicitud de declaratoria de la presunta inconstitucionalidad
por omisión legislativa, ante la recomposición que se ha producido en el
órgano parlamentario.
(omissis)
“…En cuanto al segundo aspecto, esto es la relación con la vigencia
del procedimiento legislativo, esta Sala estima necesario determinar la
subsistencia o no de la actividad parlamentaria referida a este punto, teniendo
en cuenta la culminación del mandato otorgado a los anteriores legisladores y
el imperativo constitucional vigente tanto en el artículo 267 de la Carta Magna
como en la disposición transitoria cuarta.

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“En efecto, la omisión legislativa está relacionada con el procedimiento
que iniciara el Poder Legislativo Nacional pero que no culminó con la entrada
en vigencia del referido Código de Ética. Tal falta de cumplimiento es
atribuible al ejercicio legislativo antecedente y no a la actual legislatura, en
consecuencia, a juicio de la Sala Constitucional se puede afirmar que ha
operado un decaimiento del procedimiento legislativo y por tal motivo no
se puede trasladar dicha responsabilidad por omisión al cuerpo legislador
actualmente en ejercicio, pero sí se mantiene la obligación de darle a la
sociedad el instrumento jurídico necesario. Así se declara.”
Conviene destacar que estamos ante una jurisprudencia constitucional, la cual
por provenir del máximo y último intérprete de la Constitución (art. 335) tiene carácter
vinculante, no sólo frente a los órganos del Poder Judicial, sino frente a todos los
Poderes Públicos, incluyendo lógicamente al Legislativo, pues la jurisprudencia de la
Sala Constitucional no hace mas que reflejar la efectividad del principio de supremacía
constitucional, para un caso determinado. Es así que inclusive la denominada libertad
de configuración, propia del legislador, queda afectada por la jurisprudencia de esta
Sala Constitucional, de tal manera que no puede sancionarse una ley que contenga
disposiciones que hayan sido estimadas como inconstitucionales por el aludido órgano,
mucho menos puede la Asamblea Nacional contrariar una doctrina constitucional
relativa al proceso de formación de las leyes.
Por otro lado, esta doctrina constitucional es derivada del artículo 210
constitucional que pauta que “La discusión de los proyectos que quedaren pendientes al
término de las sesiones, podrá continuarse en sesiones siguientes o en las sesiones
extraordinarias…” Este precepto de la Carta Magna es desarrollado por el RIDAN, en su
artículo 153, intitulado precisamente “Discusión de proyectos de ley pendientes”, que
pauta “Los proyectos de ley que queden pendientes por no haber recibido las
discusiones reglamentarias al término del ejercicio anual correspondiente, se seguirán
discutiendo en las sesiones ordinarias siguientes. Podrán incluirse en las sesiones
extraordinarias inmediatas, si las hubiere, a petición del Presidente o Presidenta…”.
La lectura del artículo reglamentario transcripto, que desarrolla el constitucional,
revela que, debido a un principio de economía procedimental, durante toda la
legislatura, se permite completar las discusiones exigidas constitucionalmente para la
sanción de las leyes en las sesiones ordinarias siguientes, que son las dos del año
subsiguiente, pero aun cuando se admitiera que son todas las siguientes al vencimiento
de cada año, esa continuidad sufre una ruptura temporal con la finalización de la

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legislatura (al quinto año) y con el comienzo de la nueva, que origina el decaimiento de
todos los procedimientos legislativos no terminados con la publicación de las
respectivas leyes, tal como lo declaró esta Sala Constitucional.
Por tanto, cuando se examina el procedimiento de formación de la Ley Orgánica
de Educación, en el marco de la doctrina jurisprudencial constitucional antes transcripta,
reforzada por los artículos 210 de la Constitución y 153 del RIDAN, queda
fehacientemente demostrado que el proyecto fue aprobado en primera discusión el 21
de agosto 2001, en el curso de la legislatura que feneció en el mes de diciembre de
2005, razón por la cual el procedimiento legislativo del cual formó parte esa aprobación
en primera discusión decayó, es decir se extinguió, perdió su existencia jurídica, mas
no así la competencia de la Asamblea para sancionar la referida ley. Pero, para lograr
ese cometido, resultaba necesario que se iniciase un nuevo procedimiento, con la
presentación del proyecto respectivo.
Ahora bien, cuando en el año 2009 los nuevos legisladores, por error o por
ignorancia, continuaron con el procedimiento de formación de la Ley Orgánica de
Educación iniciado en el año 2001, terminándolo en el año en curso, es decir, ocho
años después, no cabe duda que partieron de un falso supuesto, al considerar válida la
primera discusión, siendo que ésta había decaído. Por tanto, la segunda discusión a
que fue sometido el nuevo proyecto los días 13 y 14 de agosto de 2009, debido al falso
supuesto en que incurrieron los legisladores, se corresponde de facto, cuando se
encuadra en la estructura del procedimiento del procedimiento legislativo, con una única
discusión. En consecuencia, la Ley Orgánica de Educación fue sancionada con UNA
SOLA DISCUSION, dando lugar a un procedimiento legislativo absolutamente anómalo,
que conduce a la invalidez del mencionado texto legislativo.
Basta con confrontar la situación descrita, con el artículo 207 de la Constitución,
para constatar su clarísima transgresión por parte de la Asamblea Nacional, lo que
comporta un vicio esencial del procedimiento, que origina invalidez total, es decir, de
todo el texto de la ley, dado que la doctrina relativa a las fuentes del Derecho enseña
que una ley es válida cuando es dictada por el órgano competente, de conformidad con
el procedimiento estatuido en la Constitución. Y ese procedimiento estructuralmente
está conformado por las dos discusiones, y desde luego, si recibe una sola, la ley a
todas luces es inválida, nula, y en términos de la doctrina más ortodoxa, inexistente.
A mayor abundamiento cabe acotar que la antes referida sentencia, dictada por
esta Sala Constitucional el 20-08-2004, declaró que la actividad parlamentaria de
formación de las leyes, puede estar afectada por vicios en el procedimiento legislativo y

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en los presupuestos constitucionales, relacionados con los principios fundamentales del
ordenamiento jurídico. Luego, es evidente que cuando una ley resulta sancionada con
una sola discusión, esa actuación legislativa transgrede valores fundamentales del
ordenamiento jurídico previstos en el artículo 2 de la Constitución. En efecto, sancionar
una ley con una sola discusión, limita o restringe el valor democrático, porque impide la
participación de las minorías parlamentarias en la primera discusión, y afecta el
pluralismo político, porque suprime la participación de la sociedad organizada en la
formación de la ley, tal como lo ordena el artículo 211 de la Constitución.
En definitiva, a la luz de los razonamientos anteriores queda demostrado de
manera incontestable que el procedimiento mediante el cual se tramitó la sanción de la
Ley Orgánica de Educación, está afectado por un vicio esencial, causado por la
infracción flagrante del artículo 207 constitucional, al ser sometida sólo a una discusión,
lo que al mismo tiempo lesiona presupuestos constitucionales de la actividad
parlamentaria, razón por la cual el referido texto legislativo es absolutamente inválido,
nulo, inexistente. Así pedimos que lo declare esta Sala.
2.2. La infracción del artículo 208 de la Constitución, desarrollado por el
artículo 147 del RIDAN. En el supuesto negado de que el procedimiento legislativo
desarrollado en la legislatura 2000-2005, en el curso del cual fue aprobado en primera
discusión el proyecto de Ley Orgánica de Educación no hubiere decaído, entonces
habría sido violado el artículo 208 constitucional, así como el 147 del RIDAN que
desarrolla al primero. En efecto, de conformidad con esos dispositivos: a) una vez que
se aprueba el proyecto en primera discusión debe ser remitido a la Comisión
competente para que ésta, en un plazo máximo de treinta días, elabore el informe
correspondiente; b) para la elaboración del informe se requiere que el Presidente de la
Comisión designe un ponente o una subcomisión, que se encargará de presentar el
proyecto de informe, en el cual el ponente o la subcomisión deberá manifestar la
conveniencia de diferir, rechazar o de proponer las modificaciones, adiciones o
supresiones que considere convenientes. También deberá contener dicho informe
pronunciamientos expresos en relación con las proposiciones formuladas en primera
discusión y; c) el proyecto de informe debe ser distribuido entre los integrantes de la
Comisión, con por lo menos cuarenta y ocho horas de anticipación, a la fecha fijada
para su consideración. La discusión debe realizarse artículo por artículo.
Ahora bien, cuando se confrontan los hechos que condujeron a la denominada
segunda discusión del proyecto de Ley Orgánica de Educación, con el mecanismo
procedimental antes descrito, queda demostrada claramente la infracción de los citados

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preceptos, así: a) en lugar del plazo máximo de treinta días consecutivos, la Presidenta
de la Comisión lo presentó ocho años después; b) el supuesto informe presentado por
la Comisión a la plenaria de la Asamblea, en lugar de contener las modificaciones,
adiciones y supresiones, realizadas al proyecto aprobado por unanimidad en 2001,
integrado por ciento veintisiete artículos, contenía en realidad un nuevo proyecto de
Ley Orgánica de Educación integrado por 56 artículos, desde luego absolutamente
diferente al aprobado en 2001, no sólo en el número de artículos, sino en lo tocante al
tipo de ley orgánica que se pretendía aprobar, pues la sustentada en el primer proyecto
era una Ley Orgánica para desarrollar el derecho a la educación, y el nuevo
proyecto contiene una Ley Orgánica que sirve de marco normativo a otras leyes; c)
el supuesto informe (nuevo proyecto) fue presentado por la Presidenta de la Comisión
súbitamente el día 6-8-2009, pues ninguno de sus miembros lo conocía, al punto que
nunca fue designado el ponente o la subcomisión para que presentara el proyecto de
informe y, en el supuesto de que se admitiese que ciertamente se trataba del aludido
proyecto, se irrespetó el plazo de por lo menos cuarenta y ocho horas, después de
ser distribuido entre los integrantes de la Comisión, para ser sometido a
discusión y, además, fue aprobado en bloque, cuando debía hacerse artículo por
artículo; d) el supuesto informe, como es lógico, porque se trataba de un nuevo
proyecto, no contenía ningún pronunciamiento sobre las proposiciones hechas
durante la primera discusión por los integrantes de la Asamblea, que fueron muchas
y, dicho sea de paso, aceptadas por todos los integrantes del órgano parlamentario, ya
que el proyecto había sido aprobado por unanimidad.
Ese conjunto de infracciones a los citados preceptos constitucionales y
reglamentarios dio lugar a la inexistencia del informe de la Comisión de Educación,
Cultura, Deportes y Recreación, el cual fue sustituido por un nuevo proyecto,
absolutamente distinto tanto en su contenido como en su clase, al aprobado en primera
discusión. Por supuesto, al tratarse de un nuevo proyecto de ley, no contenía
modificaciones, adiciones ni supresiones en relación con el aprobado en primera
discusión, ni tampoco ninguna referencia a las proposiciones formuladas durante el
desarrollo de la primera discusión.
Todos los hechos constitutivos del cúmulo de infracciones procedimentales antes
enunciadas, que están probadas documentalmente, revelan la clara infracción de los
artículos 208 de la Constitución y 147 del RIDAN, pero a su vez impidieron que la
plenaria de la Asamblea Nacional, como lo ordena el artículo 209 ejusdem, recibiera el
informe de la Comisión para dar inicio a la segunda discusión. Luego, debe convenirse

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en que en lugar de discutir el informe exigido reglamentariamente, discutió un nuevo
proyecto de ley, lo que consecuencialmente constituye también una grave infracción
del citado artículo 209 de la Constitución.
Este vicio procedimental originado en la violación de los citados preceptos de la
Constitución y del RIDAN, de carácter esencial, provoca la invalidez de la LOE. Pero es
necesario precisar que si bien no existe ninguna duda acerca de la entidad de la
violación de los preceptos constitucionales, para originar esa invalidez de la Ley
Orgánica de Educación, cabe observar que la mayoría de las infracciones encuentra
concreción en el artículo 147 del RIDAN, lo que podría dar lugar a que se invocase el
carácter legal del mismo para negarle esa entidad anulatoria. Sin embargo, esta Sala
Constitucional en la citada sentencia del 20-8-2004, dejó zanjado esa eventual
discusión, al declarar:
“… no todo incumplimiento de las normas del Reglamento Interior y de
Debates es susceptible de provocar la invalidez de la ley por la comprobación
de tales vicios, ya que sólo es susceptible de dicha consecuencia jurídica
cuando la norma incumplida está vinculada o es garantía, desarrollo de
un principio o norma de rango constitucional, y no cuando dicha norma de
rango legal está dirigida a facilitar o a permitir el eficiente funcionamiento del
Órgano Legislativo Nacional, pues en estos casos la irregularidad no altera la
formación o expresión de la voluntad del Cuerpo Legislativo”.
Conforme a esa tesis jurisprudencial, luce evidente que el artículo 147 del RIDAN
constituye un desarrollo de los artículos 208 y 209 de la Constitución, que regulan la
preparación del informe que debe ser presentado por la Comisión competente, para que
se pueda iniciar la segunda discusión del proyecto de ley, la cual resulta fundamental
para su sanción. En efecto, no se trata para nada de una norma, como precisa la
mencionada sentencia, destinada a facilitar o a permitir el funcionamiento del
Parlamento, como sería el caso de que regulase las convocatorias, el quórum, el
régimen de asistencia de los diputados, etc. Luego, ostentando la naturaleza indicada
(desarrollo de dos normas constitucionales fundamentales para la sanción de las leyes),
su violación constituye un vicio esencial del procedimiento, como ha quedado
demostrado supra, y en términos de esta Sala es “causa jurídica válida para provocar la
invalidez de la ley”, en el caso bajo examen, de la LOE.
Queda demostrado así que la infracción de la norma del RIDAN constituye la
causa de un vicio en el procedimiento legislativo, de carácter esencial que,
conjuntamente con los derivados de la infracción de los aludidos preceptos

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constitucionales, origina indefectiblemente la invalidez de la LOE. Así pedimos que lo
declare esta Sala.
2.3. La infracción de los artículos 211 de la Constitución y 172 del RIDAN.
La Constitución de 1999 consagra la participación directa de la sociedad organizada en
el procedimiento de formación de las leyes, erigiéndola en un requisito de validez de las
mismas. Efectivamente, de conformidad con el artículo 211 constitucional, la Asamblea
Nacional tiene la obligación de consultar a los ciudadanos y ciudadanas y a la sociedad
organizada durante el procedimiento de discusión y aprobación de los proyectos de ley,
para oír su opinión sobre los mismos. Cabe acotar que este artículo encuentra
desarrollo en el Titulo VIII del RIDAN denominado “Del protagonismo popular y la
participación ciudadana”, integrado por los artículos 171 y 172, denominados “Estímulo
de la participación popular” y “Participación de la ciudadanía en las sesiones”,
respectivamente.
Pues bien, en estricta puridad lógica, si una ley es sancionada sin la referida
participación ciudadana, infringiendo el citado artículo 211 de la Carta Magna, tal
omisión constituye un vicio esencial del procedimiento legislativo, el cual
inexcusablemente producirá la invalidez de ese texto legislativo.
Es necesario añadir que según el artículo 172 del RIDAN, el cual desarrolla el
artículo 211 constitucional, la participación de la sociedad organizada en la formación de
la ley debe realizarse básicamente después de la primera discusión, pudiendo los
representantes de la referida sociedad participar en la Comisión competente encargada
de elaborar el informe, en la discusión del informe, e inclusive en la plenaria en la
segunda discusión. Así lo establece el citado artículo 172 del RIDAN, en los siguientes
términos “La ciudadanía y los representantes o las representantes de organizaciones de
la sociedad podrán estar presentes y participar en las sesiones, reuniones de
comisiones o subcomisiones en calidad de observadores u observadoras o de
protagonistas, a solicitud propia o por invitación de la Presidencia en nombre de la
Asamblea o del presidente o presidenta de la comisión o subcomisión”.
Ahora bien, la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación aprobó el
supuesto proyecto de informe, elaborado ocho años después de haber recibido ese
encargo reglamentario, el día 5 de agosto de 2009, y así fue anunciado oficialmente
por la Agencia Bolivariana de Noticias (véase: http://www.abn.info.ve/noticia.php?
articulo=193686&lee=6). Pero no fue sino el 9 de agosto siguiente cuando el país
conoció el nuevo proyecto de Ley Orgánica por la publicación en la prensa del texto de
dicho proyecto, cuya discusión se iniciaría en el plenario de la Asamblea menos de cien

13
(100) horas después. Luego, ningún representante de la sociedad organizada ni ningún
ciudadano a título personal, fue consultado, ni fue recibido por la Comisión antes de la
presentación del Proyecto de informe, mucho menos en el momento o después de su
aprobación por la Comisión. Por supuesto, tampoco ningún representante de las
organizaciones vinculadas a la educación en sus diversos niveles, pudo participar en la
segunda discusión iniciada el día 13-08-09, en primer lugar, porque no había sido
invitado por la Presidenta de la Asamblea, y en segundo lugar, por la eficiente
“protección” que se dio a ese órgano el aludido día.
Resulta evidente entonces que en ningún momento hubo participación de la
sociedad organizada en el proceso de formación de la Ley Orgánica de Educación. No
obstante, debemos aclarar que los Rectores de varias Universidades autónomas y
representantes gremiales y estudiantiles fueron recibidos por los integrantes de la
Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación el día 28 de julio de 2009 y la
Rectora Cecilia García Arocha intervino en nombre de todos los Rectores, con la
particularidad que esa mínima participación versó sobre el proyecto de Ley Orgánica
aprobado en primera discusión en el año 2001. De modo, pues, que de admitirse esa
“mínima” participación, la misma estaría referida a una proyecto de ley distinto al que
fue objeto de la segunda discusión y sancionado como ley.
En honor a la verdad consideramos necesario añadir que el martes 11 de agosto
de 2009 varios representantes de la sociedad civil se acercaron a la Asamblea
Nacional, donde fueron recibidos oficiosamente por su segundo Vicepresidente, y le
consignaron un documento concerniente al nuevo proyecto de educación, el cual nunca
llegó a ser conocido por la plenaria de la Asamblea, como lo demuestra la agenda de la
Asamblea del día en que se produjo la segunda discusión. El jueves 13 de agosto de
2009, rectores universitarios, estudiantes, padres y representantes y representantes
gremiales, intentaron ejercer el derecho a la participación previsto en el artículo 211,
mediante la consignación de un documento ante la plenaria de la Asamblea Nacional,
pero lamentablemente los funcionarios que “protegían” al órgano legislativo, impidieron
mediante la violencia ilegítima ejercer el mencionado derecho.
En suma, la narración sucinta, en forma cronológica, de los hechos antes
señalados, algunos de los cuales se encuentran probados documentalmente, y otros
por revestir el carácter de hechos notorios comunicacionales, no exigen actividad
probatoria alguna, evidencia que la Asamblea Nacional, al sancionar la LOE, infringió
flagrantemente el artículo 211 de la Constitución, y el 172 del RIDAN y,
consecuencialmente, incurrió en un vicio del procedimiento en su formación, de carácter

14
esencial, porque al mismo tiempo transgredió uno de los presupuestos constitucionales
de toda la actividad parlamentaria, como es el respeto al derecho a la participación
ciudadana en la gestión pública, consagrado en el artículo 62 constitucional,
particularizado, como ha quedado demostrado en el citado artículo 211, ejusdem,
máxime si se tiene en cuenta el carácter participativo y democrático del gobierno, del
cual también forma parte la Asamblea Nacional, que según lo pautado en el artículo 6,
es uno de los principios fundamentales de la Constitución. Luego, ante un vicio de tal
entidad, que lo es a la vez del procedimiento legislativo, y de los presupuestos
legislativos de la actividad parlamentaria, no resta mas que admitir, a la luz de la citada
doctrina de esta Sala (sentencia 20-8-2004), la invalidez de la LOE. Así pedimos que
sea declarado.
3. La violación del artículo 203, encabezamiento, de la Constitución, al
sancionar una ley orgánica que sirve de marco normativo a otras leyes, en lugar
de una ley orgánica para desarrollar el derecho constitucional a la educación. La
Constitución de 1999 diseñó el sistema de leyes formales nacionales atendiendo al
objeto de cada tipo normativo, vinculando dicho objeto al criterio material, de tal manera
que reservó a cada clase de ley determinadas materias, dando origen a ámbitos
acotados, que SANTAMARIA (1991) denomina modelo de “reserva cerrada o limitativa”,
en el sentido de que las materias reservadas a cada tipo de ley sólo pueden ser
reguladas por el tipo de ley correspondiente, pero también, a la inversa, en la medida
en que cada tipo de ley no puede regular otras materias distintas a las que la
Constitución le asigna (Fundamentos de Derecho Administrativo I. Madrid, 1991).
En realidad, la referencia del citado autor es a las leyes orgánicas en España,
pero la consideramos válida para el sistema normativo nacional, y hemos realizado una
especie de adecuación de la tesis, pues es cierto, que la organización de un poder
público (verbigracia la Contraloría General de la República), es una materia que sólo
puede ser regulada por una ley orgánica, pero una ley orgánica está impedida de
regular, por ejemplo, la venta con reserva de dominio, la cual es una materia reservada
constitucionalmente a la ley ordinaria, y una ley de esta naturaleza está impedida de
regular la delegación de potestad legislativa al Presidente de la República, porque es
una materia reservada a la ley habilitante. Este sistema de reservas implica que si el
legislador recurre a una ley ordinaria para regular una materia reservada a la ley
orgánica, viola el artículo 203 constitucional, y la ley ordinaria debe considerarse
inválida, y ser anulada por el órgano competente.

15
Ahora bien, debido a la complejidad de las leyes orgánicas, el constituyente creó
varios subtipos de esta clase de leyes, y a tal fin utilizó la misma metodología que para
las leyes en general: acotó sus respectivos ámbitos materiales, reservándolos para cada
subtipo de ley orgánica. Así, la Ley orgánica por denominación constitucional,
únicamente puede disciplinar las materias taxativamente enumeradas en la
Constitución; la ley orgánica para organizar los Poderes Públicos, como su
denominación lo indica, está reservada por la Constitución para regular la organización
de dichos Poderes, la ley orgánica para desarrollar los derechos constitucionales, que
es la categoría más numerosa, está reservada para regular el desarrollo de los
derechos constitucionales consagrados en el título III de la Constitución, y la ley
orgánica que sirve de marco normativo a otras leyes, está reservada para regular un
número mínimo de materias, las constituidas por principios o bases normativas
generales, que posteriormente serán desarrolladas por leyes ordinarias.
Este submodelo de reserva “cerrada limitativa”, implica que cada uno de los
referidos subtipos normativos, necesariamente debe regular las materias que le reserva
la Constitución, porque las relaciones entre ellas se rigen por el principio de
competencia, pues en la hipótesis de que, mediante una ley orgánica para organizar los
poderes se regule de manera directa, por ejemplo, el derecho al sufragio, constituirá una
violación constitucional (art. 203), en virtud de que estaría invadiendo la esfera material
reservada por la Constitución al subtipo de las leyes orgánicas para desarrollar los
derechos constitucionales; y, en consecuencia, deberá ser anulada.
Ahora bien, si vinculamos el iter de formación de la Ley Orgánica de Educación al
anterior marco doctrinario y hermenéutico, observamos que el Proyecto fue aprobado en
primera discusión en el año 2001, y lo que es más importante, que dicho proyecto
encuadraba en el subtipo de leyes orgánicas para desarrollar los derechos
constitucionales, en virtud de que contenía normas de detalles –no de base o
principios-, con las cuales se pretendía desarrollar en forma tendencialmente
exhaustiva el derecho humano a la educación, dejando al reglamento ejecutivo que
debía dictar el Poder Ejecutivo, su complementación y desarrollo, cerrando de esa
manera toda posibilidad de que el derecho a la educación pudiera ser disciplinado por
leyes ordinarias.- “especiales” en términos de la LOE-.
Precisamente, la naturaleza del proyecto aprobado en primera discusión explica
el porqué estaba formado por ciento veintisiete artículos. Y ese porqué o razón no
respondía a una decisión voluntarista o discrecional de los legisladores de entonces
sino –insistimos- a un imperativo constitucional, el cual imponía que la regulación del

16
derecho a la educación, se hiciese exclusivamente mediante el subtipo de leyes
orgánicas denominado “para desarrollar los derechos constitucionales” Entonces,
forzosamente el proyecto con que se inició el procedimiento legislativo en 2001 tenía
que responder a esa categoría legislativa y, con las adiciones, supresiones y
correcciones incorporadas al correspondiente informe, debió ser el que se sometiera a
la segunda discusión.
Lamentablemente, la Asamblea Nacional después de ocho años, lo convirtió en
un nuevo proyecto de ley, con la particularidad de éste resultó encuadrado en el subtipo
de las leyes orgánicas que sirven de marco normativo a otras leyes, pues así se
desprende del artículo 1, de su texto, y de las múltiples declaraciones ofrecidas a la
prensa tanto por la Presidenta de la Asamblea Nacional, como por la Presidenta de la
Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación.
Sin duda que el referido cambio constituye una clara violación del artículo 203,
encabezamiento, de la Constitución, lo cual impone que la nulidad de esta ley sea
declarada por esta Sala. Pero ese “cambio” es mucho más grave aún, porque implica
una especie de fraude constitucional, en virtud de que la voluntad de la Constitución es
la de que todos los derechos constitucionales, o mejor dicho, los derechos humanos
enumerados en su Título III, debido a su importancia, tanto para los ciudadanos como
para el propio ordenamiento jurídico, vistos en su perspectiva objetiva, sean regulados
exhaustivamente, mediante normas de detalles, por un subtipo de ley creado
especialmente con tal finalidad denominado ley orgánica para desarrollar los
derechos constitucionales. Y ello obedece a la necesidad de proteger dichos
derechos, mediante la introducción en el procedimiento de la formación de ese tipo de
leyes, de la exigencia de una mayoría calificada, para la iniciación de su discusión
(admisión), a diferencia de lo que ocurre con las leyes ordinarias (“especiales” en
términos de la LOE) y de bases. Por supuesto, que el logro de esta mayoría en
cualquier parlamento del mundo, que no presente la anormalidad en su integración que
presenta la Asamblea Nacional, supone una garantía para los ciudadanos, porque
implica la búsqueda de consensos entre mayorías y minorías parlamentarias para la
sanción de este tipo de leyes, y porque esos textos legislativos quedan a salvo de ser
modificados por mayorías coyunturales.
La especie de fraude consiste en que la LOE establece en varios de sus
artículos, verbigracia el 23, que alude a la organización del sistema educativo, que la
Asamblea Nacional debe dictar sendas leyes ordinarias (“especiales”) en el plazo de un
año para desarrollar el derecho constitucional a la educación, en materia de títulos

17
y certificados, en el artículo 35 con relación a la educación universitaria, en el artículo
6.2.h para regular la idoneidad académica de los profesionales de la docencia; en el
artículo 6.3.f para disciplinar la planificación, ejecución, coordinación de políticas y
programas de evaluación y registro nacional de información de centros educativos y; en
el artículo 6.4.b par normar la promoción, integración y facilitación de la participación de
las diferentes organizaciones sociales y comunitarias, sólo por citar cinco. Es decir, que
contrariando el texto de la Constitución, el derecho a la educación será regulado por
leyes ordinarias, cuya formación y sanción no requiere de mayoría calificada, ni el
control por parte de la Sala Constitucional. Precisamente, en este hecho reside la
aludida especie de fraude constitucional, porque el derecho humano a la educación en
lugar de ser regulado por una ley orgánica (para desarrollar los derechos
constitucionales), como lo ordena el artículo 203 constitucional, será disciplinado casi en
un noventa por ciento, por leyes ordinarias, que la ley denomina “especiales”.
En fin, la violación de la norma constitucional sustantiva contenida en el artículo
203, encabezamiento, consiste en vulnerar la reserva constitucional, al pretender
regular los derechos constitucionales mediante una ley que sirve de marco normativo a
otras leyes, en lugar de hacerlo mediante una ley orgánica para desarrollar los derechos
constitucionales; y en incurrir en una especie de fraude constitucional, con la finalidad
de eludir regular el derecho humano a la educación en un porcentaje que puede
alcanzar hasta el noventa por ciento, recurriendo a leyes orgánicas, que requieren para
su formación una mayoría calificada, mediante leyes ordinarias, denominadas
eufemísticamente “especiales”. Por consiguiente, demostrada, como está la ostensible
violación del artículo 203 de la Constitución, la ley resulta inválida en forma total. Así
pedimos que sea declarada.

IV
DE LOS VICIOS DE FONDO QUE AFECTAN A LA LEY
ORGANICA DE EDUCACION.

Pero, además de los vicios esenciales de procedimiento que afectan a la Ley


Orgánica de Educación denunciados anteriormente, debe señalarse que algunas
disposiciones particulares de ese texto legal se rebelan contra la supremacía de nuestra
Constitución, consagrada en su artículo 7, al contrariar principios y reglas explícitamente
contenidos en ésta, por lo que deberán ser anuladas por esta Sala, en su condición de
máximo garante de esa supremacía, por inconstitucionalidad material o intrínseca. Esta
es una denuncia que formulamos con carácter subsidiario, pues en la hipótesis
18
negada de que sea desestimada la relativa a los vicios esenciales de
procedimiento, es forzoso que se deberá responder judicialmente a esta otra,
desagregada en los capítulos IV y V de este libelo, con la consecuencia natural que
sigue a toda inconstitucionalidad de leyes, esto es, con la consiguiente declaratoria de
nulidad.

1. Contrariedad del artículo 15, numeral 9, de la Ley Orgánica de Educación


con el artículo 102 de la Constitución. Establecer, como lo hace la Ley Orgánica de
Educación en su artículo 15, numeral 9, que la educación tiene entre sus fines
“Desarrollar un proceso educativo que eleve la conciencia para alcanzar la suprema
felicidad social a través de una estructura socioeconómica incluyente y un nuevo
modelo productivo social, humanista y endógeno”, implica como lo demostraremos
seguidamente, la introducción normativa de un concepto legal absolutamente contrario
al principio contenido en el artículo 102 de la Constitución, según el cual la educación es
un servicio público fundamentado en el respeto a todas las corrientes del
pensamiento. Esta contrariedad, como también veremos, no puede considerarse
solventada por las afirmaciones contenidas en los artículos 14 y 33 de la Ley, en los
cuales, refiriéndose el primero a la educación en general y el segundo a la educación
universitaria, se alude a la apertura de la educación regulada en la ley a todas las
corrientes del pensamiento.
Lo primero que tenemos que destacar al respecto es que existen elementos de
convicción suficientes para demostrar que en el núcleo del citado artículo 15.9 de la Ley
Orgánica de Educación radica la “estructura socioeconómica incluyente y un nuevo
modelo de producción social humanista y endógeno”, que se erige como medio “para
alcanzar la suprema felicidad”. Ahora bien, es fácil colegir que este enunciado normativo
constituye una directa remisión a la estructura socioeconómica y al nuevo modelo
económico que, bajo el nombre de “Socialismo del Siglo XXI”, el gobierno, de manera
pública y notoria, ha venido promocionando en los últimos años y que se halla
absolutamente descrito en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-
2013 -al cual incluso oficialmente se le ha denominado Primer Plan Socialista-, así
como en otros instrumentos, tal por ejemplo el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de
Ley Orgánica de Creación de la Comisión Central de Planificación (G.O.R.B.V Nº 5.841
Extraordinario del 22 de junio de 2007).
En todos estos textos se hace evidente que el grupo político actualmente en
funciones de gobierno, identifica “Socialismo” -pública y notoriamente denominado
“Socialismo del Siglo XXI”-, con “estructura socioeconómica incluyente y un nuevo
19
modelo productivo social, humanista y endógeno”. En efecto, sea suficiente al respecto
invocar el contenido de algunos párrafos del punto II “SUPREMA FELICIDAD SOCIAL”,
II.1 “ENFOQUE”, del denominado Primer Plan Socialista, en los cuales se expresa,
textualmente, lo siguiente:
“La suprema felicidad social es la visión de largo plazo que tiene como punto
de partida la construcción de una estructura social incluyente, formando
una nueva sociedad de incluidos, un nuevo modelo social, productivo,
socialista, humanista, endógeno, donde todos vivamos en similares
condiciones rumbo a lo que decía Simón Bolívar: “La Suprema Felicidad
Social” (página 9, destacados nuestros).
(omissis)
“La política de inclusión económica y social forma parte del sistema de
planificación, producción y distribución orientado hacia el socialismo, donde
lo relevante es el desarrollo progresivo de la propiedad social sobre los
medios de producción, la implementación de sistemas de intercambios
justos, equitativos y solidarios contrarios al capitalismo, avanzar hacia la
superación de las diferencias y de la discriminación entre el trabajo físico e
intelectual y reconocer al trabajo como única actividad que genera valor y por
tanto, que legitima el derecho de propiedad. Todo orientado por el principio de
cada cual según su capacidad, a cada quien según su trabajo” (página 9,
destacados nuestros).
Vale decir, la construcción de una nueva estructura socioeconómica y de un
nuevo modelo productivo social, humanista y endógeno se identifica, en la concepción
gubernamental, con la construcción del socialismo, donde lo relevante –como vimos-
es el desarrollo progresivo de una nueva forma de propiedad de los medios de
producción, a la postre absolutamente excluyente de la propiedad privada.
Tal concepción, se encuentra también expresada en el citado Decreto con
Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de Creación de la Comisión Central de
Planificación, cuyo artículo 2º, contempla, entre las finalidades de la Comisión, que a
ella corresponderá:
“Orientar el establecimiento de un modelo capaz de garantizar la satisfacción
de las necesidades espirituales y materiales de la sociedad, logrando la
suprema felicidad social, esto es, el modelo socialista” (artículo 2,
numeral 3).

20
Esto significa, en esa concepción, que lograr la suprema felicidad social sólo es
posible bajo el modelo socialista que, como dijimos antes, de manera pública y notoria,
es denominado, por los voceros del actual gobierno, “Socialismo del Siglo XXI”.
Así las cosas, es evidente que consagrar legalmente, como uno de los fines de la
educación en nuestro país, la construcción del “Socialismo del Siglo XXI”, equivale a
afirmar que quedan proscritas en el país todas aquellas corrientes de pensamiento que
pretendan promover, construir y desarrollar procesos educativos en los que se
propugnen las ideas de la democracia liberal compatibles con la idea de derecho
(Burdeau dixit) contenida en nuestra Constitución y comúnmente identificada como
democracia social. En efecto, sin necesidad de entrar a considerar, por ahora, la
inconstitucionalidad del Primer Plan Socialista y del referido Decreto con Rango, Valor y
Fuerza de Ley Orgánica de Creación de la Comisión Central de Planificación, por la
evidente incompatibilidad de estos con la Cláusula del Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia contenida en nuestra Carta Magna, lo que pretendemos en este
momento es señalar que postular la construcción del “Socialismo del Siglo XXI”, como
uno de los fines de la educación en Venezuela, que en definitiva es lo que propone el
citado artículo 15, numeral 9, es postular una idea absolutamente excluyente de las
otras corrientes de pensamiento distintas a la socialista, que actualmente se debaten en
nuestro país, pues propugnar alguna de éstas sería, sin duda, contrario a los fines de la
educación contemplados en la ley.
Para una mejor comprensión de lo antes dicho, es conveniente tener presente
que la definición legal de los fines de la educación, contenida en el citado artículo 15,
funciona como un mandato imperativo dirigido a los operadores del sistema educativo,
para ser cumplido de forma obligatoria. Ese carácter de mandato imperativo se
desprende así del propio enunciado del referido artículo, como de otras disposiciones
de la ley que no sólo proveen medios coercitivos para asegurar el logro de esos fines,
como es el caso del artículo 9 de la Ley que estatuye que los medios de comunicación
estarán obligados a conceder espacios que materialicen tales fines; sino que, incluso,
sancionan severamente la obstrucción o la no colaboración para el logro de los mismos,
tal como lo contempla el numeral 12 de la Disposición Transitoria Primera de la Ley, que
obliga a los medios de comunicación social a ajustar su programación con tal propósito.
Ahora bien, tratándose de fines de consecución obligatoria por parte de las autoridades
educativas, resulta evidente que los mismos tornan incompatibles con la LOE las
corrientes de pensamiento que pretendan promover, construir y desarrollar procesos
educativos que no persigan la construcción del “Socialismo del Siglo XXI”. Por tanto, es

21
obvio que dicho fin se configura como contrario a lo dispuesto en el artículo 102 de la
Constitución, en la medida en que resulta excluyente de otras corrientes de
pensamiento distintas a la que postula el “Socialismo del Siglo XXI”, desnaturalizando
así la concepción democrática de la educación y la pluralidad ideológica.
En nuestro criterio, además, tal conclusión, que evidencia la inconstitucionalidad
del artículo 15.9 de la Ley Orgánica de Educación por su contrariedad con lo dispuesto
en el artículo 102 de la Constitución, no queda salvada por el hecho de que otras
disposiciones de dicha Ley contengan enunciados normativos que reconocen que la
educación estará abierta a todas las corrientes del pensamiento. En efecto, como ya lo
anunciamos antes, los artículos 14 y 33 de la ley postulan que la educación regulada en
la ley, deberá estar abierta a “todas las corrientes del pensamiento”, sin embargo si se
tiene en cuenta la jerarquía intranormativa de tales disposiciones y de la contenida en el
artículo 15.9, así como la armonización de esta norma con el citado artículo 2 del
Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de Creación de la Comisión
Central de Planificación, y la contextualización, con el contenido del . Plan de Desarrollo
Económico y Social de la Nación 2007-2013 (“plan socialista”), se debe concluir que el
artículo 15.9 de la LOE, en tanto y en cuanto define los fines que persigue la educación,
condiciona y determina la aplicación de los artículos 14 y 33 ejusdem, de suerte que
será de aplicación preferente, y por ende excluyente.
Esa pretensión hegemonizante y excluyente de otras corrientes de pensamiento,
materializada en la idea de intentar hacer de la educación un instrumento para la
construcción del “Socialismo del Siglo XXI”, se hace aún más patente si se tiene en
cuenta que los sectores políticos, actualmente en funciones de gobierno, principales
promotores de la LOE y; precisamente, quienes estarían llamados por ella a actuar
como rectores del proceso educativo en el país, han dado pruebas reiteradas de querer
vincular el referido proyecto político (“ socialismo del siglo XXI”), con los principios del
ideario bolivariano, que es un área del conocimiento de enseñanza obligatoria, según lo
pautado en el artículo 107 de la Constitución. Así, el propio Presidente de la República,
ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías, ha hecho, repetidamente, manifestaciones
emblemáticas de esa vinculación, entre las cuales vale reproducir las siguientes:
El 10 de diciembre de 2008, el Presidente de la República, Hugo Chávez, en la
alocución que pronunció acompañado por el Alto Mando militar en el acto de
conmemoración del 88º aniversario de la Aviación Militar Venezolana, en una base
militar en la población de El Sombrero, en el Estado Guárico, dijo lo siguiente: “El
pensamiento de Bolívar, era un pensamiento socialista o pudiéramos decir pre-

22
socialista, porque la médula del pensamiento socialista es la justicia social” (referencia:
página web http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/21306/en-cadena-nacional-el-
presidente-chavez-felicito-a-la-fanb).
Anteriormente, el 17 de diciembre de 2007, el mismo Presidente Chávez había
expresado en el discurso conmemorativo del 177 aniversario de la muerte del
Libertador Simón Bolívar, efectuado en el Panteón Nacional, que “El ‘Che’ era como
Bolívar, fue como Bolívar, vivió como Bolívar y murió como Bolívar”, y en ese mismo
acto expresó el Presidente que "Simón Bolívar venía sobre Venezuela para salvarla del
traidor José Antonio Páez, de la oligarquía que luego se apoderó de ella plenamente, la
partió en pedazos y pasó todo el siglo XIX en guerras y todo el siglo XX en las manos
del imperio estadounidense", tal como lo reseña la Agencia Bolívariana de Noticias
(http://www.alternativabolivariana.org/modules.php?name=News&file=print&sid=2558).
Es más, en el discurso del 14 de julio de 2009, durante el acto de graduación de
la maestría en Educación producto de un convenio entre Cuba y Venezuela, realizado
en Caracas, el Presidente Chávez llegó a decir: "Le comentaba a Bolívar... No, a Fidel.
Bueno, Fidel es como Bolívar" (véase: http://cubanews.cubaverdad.net/chavez-se-
equivoca-y-llama-bolivar-a-fidel-castro-2).
Por otra parte, funcionarios del Estado venezolano hacen esfuerzos denodados
(aunque no muy exitosos, por cierto) por demostrar la identidad entre el pensamiento
bolivariano y el socialismo, léase el “Socialismo del Siglo XXI”. En tal sentido, en la
página web oficial del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, se incluye la opinión
del coordinador de investigación del Centro Nacional de Historia, Alexander Torres,
quien expresa: “De ahí el gesto socialista de Bolívar, en el sentido de que está ganado
para la libertad, que es parte de su pensamiento liberal, en concordancia con lo que
decía Marx en su Tesis de Feuerbach, es decir, la libertad no es un problema concreto,
y la única manera como el hombre se mide es en la terrenalidad, es decir, en el
desprendimiento, en la praxis”. En el mismo sitio se agrega que “Para este historiador,
mientras que los liberales se quedaban en el principio declarativo, en el adorno
constitucional, en el precepto de la Carta Magna, Bolívar, a pesar de ser parte de una
de las familias más pudientes de la época, se desprendió de sus bienes, acción propia
de la praxis socialista”. (La referencia puede se encontrada en:
http://www.ministeriodelacultura.gob.ve/index.php?
option=com_content&task=view&id=8036&Itemid=192).
Ahora bien, en la Ley Orgánica de Educación se hacen reiteradas referencias a
que el pensamiento bolivariano debe ser respetado y honrado en los establecimientos

23
educativos (artículo 6, numeral 1, literal l), que su enseñanza es obligatoria (artículo 6,
numeral 2, literal c), que es el fundamento de nuestra educación, junto con el de Simón
Rodríguez (artículo 14), y que la educación militar tiene como fundamento “el
pensamiento y la acción de nuestro Libertador Simón Bolívar, Simón Rodríguez y
Ezequiel Zamora” (artículo 30). Cabe destacar que la referencia de la LOE a las ideas
de estos tres venezolanos, no alude precisamente a las que expresaron en su época,
sino que pretenden forzadamente vincularlas con la política del actual gobierno. En tal
sentido, en la página web oficial de la Misión Cultura se expresa el 15 de noviembre de
2007 que “La Revolución Bolivariana de Venezuela, se soporta ideológicamente en el
árbol de las tres raíces. Los pensamientos y obras de Simón Bolívar, Simón Rodríguez
y Ezequiel Zamora forman estas tres raíces”
(véase:http://www.misioncultura.gob.ve/foro/index.php?
action=vthread&forum=5&topic=50).
Por otra parte, en la página web oficial de la Universidad Nacional Experimental
Rómulo Gallegos se asienta que:
“En el marco de la formación que están recibiendo, más de doscientos
Brigadistas de Moral y Luces, provenientes de las diferentes unidades y
dependencias militares del estado Guárico, el doctor Luís Enrique Gallardo,
rector de la Universidad Rómulo Gallegos, disertó acerca de la visión e ideario
de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, quienes componen el
Árbol de las Tres Raíces, “construcción teórica que conforma la estructura
ideológica del movimiento Bolivariano”. La máxima Autoridad de la Unerg
basó su discurso en los pensamientos y luchas de estos insignes venezolanos
que dieron todo de sí para lograr una Venezuela libre del yugo español, y
como antecedentes vigentes del Socialismo del Siglo XXI” (consúltese la
página web: http://www.unerg.edu.ve/index.php?
option=com_content&task=view&id=338&Itemid=136).
Incluso personas particulares, como Jorge Mier Hoffman (quien “fue designado
por el Estado Venezolano para la emisión de la serie histórica de estampillas
conmemorativas de los 500 años del descubrimiento de América”, según informa en su
página web http://jorgemier.com), establecen la identidad entre el pensamiento
bolivariano, el socialismo y el comunismo así: “El Socialismo Bolivariano, o “Libertad
Social” como lo llamaba Bolívar, en su ideología como sistema de gobierno, es la
perfectibilidad de un gobierno socialista y la idealización de un gobierno comunista,
cuyos preceptos sociales de justicia e igualdad, jamás ningún otro librepensador

24
idealizó como estadista de un sistema de gobierno”
(veáse:http://www.simonbolivar.org/Principal/bolivar/soy_bolivariano. html).

En fuerza de lo expuesto, Señores Magistrados, solicitamos formalmente se


declare la nulidad del citado artículo 15, numeral 9, de la Ley Orgánica de Educación,
por su contrariedad con el artículo 102 de la Constitución y con el artículo 13 del
Protocolo adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, particularmente en cuanto establece que
“la educación deberá orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y
del sentido de su dignidad y deberá fortalecer el respeto por los derechos humanos, el
pluralismo ideológico, las libertades fundamentales, la justicia y la paz”.

2.- Contrariedad del artículo 15, numeral 9, de la Ley Orgánica de Educación


con la cláusula del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia.
Además, como veremos seguidamente, consagrar legalmente, como uno de los fines de
la educación en nuestro país, la construcción del “Socialismo del Siglo XXI”, resulta
absolutamente incompatible con la Cláusula del Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia, cuyo enunciado básico se halla en el artículo 2 de nuestra Carta
Fundamental, pero que impregna a todo su texto y, en especial a los artículos 112, 115
y al Capítulo relativo al régimen socioeconómico y a la función del Estado en la
Economía (artículos 299 a 310). Dicho de otra manera, propugnar, como lo hace la Ley
Orgánica de Educación, que la educación tiene entre sus fines la construcción del
“Socialismo del Siglo XXI”, es postular que dicha ley persigue un fin absolutamente
inconstitucional.
En efecto, en la medida en que el proyecto político así denominado restringe las
libertades económicas, degrada la propiedad y la iniciativa privadas más allá de lo que
permite la Cláusula del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia,
contenida en la Constitución, en esa misma medida se configura como un proyecto
político que no tiene cabida dentro de las normas y principios de la Carta Magna. En
apoyo de esta afirmación que niega la compatibilidad del Socialismo del Siglo XXI con la
cláusula del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia en nuestro vigente
orden constitucional, cabe traer a colación nuevamente tanto al mencionado Primer
Plan Socialista como al ya también citado Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley
Orgánica de Creación de la Comisión Central de Planificación, pues ambos documentos
evidencian suficiente y explícitamente que las libertades económicas, la propiedad
privada de los medios de producción y la libre iniciativa económica individual, quedan

25
replegados a límites que penetran el núcleo esencial de esos derechos, como
consecuencia de la manera en que allí son consideradas las formas de propiedad
social, las empresas de producción socialista y el desarrollo endógeno. El grado
específico en que han sido degradadas la propiedad privada y las libertades
económicas puede perfectamente determinarse observando la forma como se han
extendido las facultades expropiatorias del Estado.
De manera, pues, que es una verdad incontestable que el “Socialismo del Siglo
XXI” es incompatible con la Cláusula del Estado Democrático y Social de Derecho y de
Justicia contenida la Constitución. Por ello hubo, incluso, necesidad de proponer la
fallida modificación constitucional de 2007, para intentar establecerlo. Valga al respecto
recordar lo expresado por el Magistrado Jesús Eduardo Cabrera en voto salvado de la
sentencia de la Sala Constitucional Nº 2042, de fecha 2 de noviembre de 2007 (caso
Néstor Luis Romero Méndez) en el cual manifestó, sobre una materia que no era la
debatida en ese fallo y por lo cual no se puede afirmar que se opuso al criterio de la
mayoría, lo siguiente: “un sistema de organización social o económico basado en la
propiedad colectiva o estatal de los medios de producción, como lo es básicamente el
socialista, en sus distintas concepciones, cual es el propuesto en el proyecto de
Reforma, chocaría con lo que quien suscribe, y la propia Sala, era considerado Estado
Social, y ello –en criterio del disidente- puede afectar toda la estructura y los principios
fundamentales del texto constitucional, hasta el punto que un nuevo ordenamiento
jurídico tendría que ser creado para desarrollar la construcción del socialismo. No es
que Venezuela no puede convertirse en un Estado Socialista. Si ello lo decide el pueblo,
es posible; pero a juicio del voto salvante, tal logro sería distinto al que la Sala ha
sostenido en el fallo de 24 de enero de 2002 (Caso: Créditos Indexados) y ello
conduciría no a una reforma de la Constitución sino a una nueva Constitución, la cual
debería ser votada por el Poder Constituyente Originario. Al menos, en nuestro criterio
esto es la consecuencia del fallo N° 85 de 24 de enero de 2002”.
Vale decir, en opinión de ese Magistrado, que la creación de un nuevo modelo
socioeconómico para el país, con las características identificadas en la fallida propuesta
de reforma constitucional de 2007, que son las mismas del “Socialismo del Siglo XXI” al
que debe servir la Ley Orgánica de Educación, no es compatible con la Constitución de
1999. Y si ello es así, es obvio que tampoco es compatible con esa Constitución
proclamar como fin de la educación en el artículo 15.9 de la LOE, la construcción del
“Socialismo del Siglo XXI”; de allí la contrariedad de este precepto legislativo, con el
artículo 2 de la norma suprema. Así pedimos que lo declare esta Sala Constitucional.

26
Sin duda, los anteriores razonamientos son los que han dado justificada razón
para que se denuncie el carácter ideologizante de la ley; denuncia esta que no pretende
desconocer que es absolutamente cierto que no existen espacios vacíos de ideología,
pero que si sirve a destacar que las perversiones de ésta son siempre función de las
intenciones del Poder de hacer de algunos ideales una ortodoxia; dicho en palabras de
esa Sala Constitucional reiteradamente pronunciadas: de hacer de algunos ideales,
postulados de “valideces universales”.
De manera, pues, que consagrar en el artículo 15.9 de la LOE como uno de los
fines de la educación en nuestro país, la construcción del “Socialismo del Siglo XXI”,
resulta absolutamente incompatible con la Cláusula del Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia, enunciada básicamente en el artículo 2 de nuestra Carta
Fundamental y, en especial en los artículos 112, 115 y en el Capítulo relativo al régimen
socioeconómico y a la función del Estado en la Economía (artículos 299 a 310). Por
tanto, dada esa inconstitucionalidad así debe ser declarada por ese Alto Tribunal.
3.- Contrariedad de los artículos 15.2 y 18 de la Ley Orgánica de Educación
con la organización constitucional de los poderes públicos prevista en los
artículos 136 y 137, de la Carta Magna. El artículo 136 de la Constitución, al regular
una materia de la estricta reserva constitucional, consagra una organización del Poder
Público en nuestro país que lo distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el
Poder Nacional. Ese mismo artículo divide el Poder Público Nacional en Legislativo,
Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral y, considerando a todas las nombradas como
ramas del Poder Público, estatuye que cada una de ellas tiene sus funciones propias y
que los órganos que las integran colaborarán entre sí en la realización de los fines del
Estado. El artículo 137, por su parte, establece que la Constitución y la ley definen las
atribuciones de esos órganos y a ellas deben sujetarse las actividades que realicen.
Otras disposiciones de la Constitución al desarrollar lo previsto en los mencionados
artículos, establecen las competencias del Poder Público Nacional (artículo 156), así
como la división del Poder Público Estadal y sus competencias (artículos 160, 162, 163,
166 y 164) y la división del Poder Público Municipal y sus competencias (artículos 174,
175, 176, 182 y 178).
Es decir, conforme a la Constitución, el Poder Público, esto es, esa potestad de
mando originaria del Estado que se concreta en las facultades y competencias que se
otorgan a los órganos que lo ejercen, para la realización de las funciones públicas, es
conferido a ellos con carácter exclusivo. Dicho de otra manera, esa potestad siempre
será conferida a uno de los órganos que integran las diferentes ramas del poder público.

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Es de destacar que a esta rotunda afirmación no le es oponible, ni el caso de los
denominados, por el Derecho Administrativo, actos de autoridad de particulares, pues
ellos serán siempre reconducibles al respectivo Poder Ejecutivo (nacional, Estadal o
Municipal), ni el caso de las instancias de justicia de los pueblos indígenas, ya que el
mismo configura una excepción de rango constitucional.
Empero, ocurre que las disposiciones denunciadas como inconstitucionales en
esta parte del recurso, es decir, los artículos 15.2 y 18 de la Ley Orgánica de
Educación, hacen referencia y establecen funciones para un denominado Poder Popular
que ni existe en la organización constitucional del Poder Público a la que antes nos
referimos, ni puede ser creado por disposiciones de rango infraconstitucional, como una
rama paralela a las que integran esa organización, toda vez que se trata de materia de
la estricta reserva constitucional. En efecto, el primero de dichos artículos señala que es
fin de la educación, entre otros, “desarrollar una nueva cultura política
fundamentada en la participación protagónica y el fortalecimiento del Poder
Popular”. El segundo de esos artículos, establece que “los consejos comunales, los
pueblos y comunidades indígenas y demás organizaciones sociales de la
comunidad, en ejercicio del Poder Popular”, en su condición de corresponsables de
la educación están en la obligación de colaborar con el proceso educativo ejerciendo un
rol pedagógico liberador para la formación de una nueva ciudadanía con
responsabilidad social.
Ahora bien, al margen de la bondad de los propósitos expresados en tales
disposiciones en el sentido de desarrollar una nueva cultura política y una nueva
ciudadanía, en virtud del principio de la supremacía constitucional, no es jurídicamente
admisible que para ello se atente contra la organización constitucional prevista por el
constituyente, modificándola sin la intervención de éste. Consagrar legalmente la
existencia de un Poder Popular, al cual se le asignan obligaciones y funciones en
materia de educación (corresponsabilidad), es, sin lugar a dudas, modificar el esquema
de la organización constitucional del Poder Público establecido en la Carta Fundamental
que los venezolanos aprobaron el 15 de diciembre de 1999.
En razón de lo expuesto, Señores Magistrados, no puede haber dudas de que los
artículos 15.2 y 18 de la Ley Orgánica de Educación, al consagrar la existencia de un
denominado Poder Popular, cuyos supuestos representantes son corresponsables en la
educación, violentan la regulación que sobre la organización constitucional del Poder
Público establece la Constitución; y por tanto debe ser declarada la nulidad, por

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inconstitucionalidad, de las referencias que en ellos existen a ese Poder Popular. Así lo
solicitamos.
La necesidad de declarar la inconstitucionalidad de las aludidas referencias al
Poder Popular se hace aún más vidente, si se tiene en cuenta que la creación de esa
figura estuvo contemplada en la fallida reforma constitucional de 2007, pues se
consideró, por sus proponentes -como era obvio- que ella era incompatible con el
esquema de la organización del Poder Público diseñado en la Constitución. Con todo,
no obstante el rechazo manifiesto que ella concitó, el gobierno y el poder legislativo
nacionales, en franca rebeldía contra la voluntad popular, han pretendido replantearla
por vía legislativa (artículos 15.2. y 18 LOE), lo que reiteramos demuestra su clara
inconstitucionalidad.

V
DE LA INCONSTITUCIONALIDAD MANIFIESTA POR VIOLENTAR EL PRINCIPIO
DE AUTONOMIA UNIVERSITARIA

1. El contenido de la autonomía universitaria, concebida como garantía


institucional, en el artículo 109 de la Constitución, y su infracción por la LOE.
Consideramos conveniente antes de proceder a denunciar las infracciones del artículo
109 constitucional, en que incurrió la Asamblea Nacional al sancionar la LOE, referirnos
brevemente al concepto de garantía institucional, figura creada por el Derecho Público
alemán, con la finalidad de otorgarle protección constitucional a determinadas
instituciones necesarias para el funcionamiento de la organización política
administrativa de un Estado. Esa protección opera básicamente frente al legislador, de
tal manera que se persigue preservar la existencia y rasgos básicos de la institución,
que es la titular de la garantía. En el caso que ahora nos ocupa y en el contexto de ese
marco doctrinario, los titulares de la autonomía serían las universidades denominadas
autónomas, y prospectivamente las experimentales.
Pues bien, a los fines de abordar el contenido de esa garantía conviene recordar
que en el artículo 109 de la Carta Magna de 1999 se constitucionaliza por primera vez
el principio de autonomía universitaria, que estaba consagrado desde 1958 en la Ley de
Universidades. De esa manera se le dio rango de garantía institucional a la autonomía,
que es de la esencia de las universidades, en cuanto requisito indispensable para la
búsqueda del saber (o de los “saberes”, como se dice ahora), con independencia frente

29
a los intereses políticos contingentes del gobierno de turno o de la burocracia
gobernante.
El que la autonomía universitaria haya adquirido tal rango “significa una
protección contra la supresión legislativa según es característico de la garantía
institucional” (Schmitt). Sin embargo, la LOE menoscaba el contenido de la autonomía
universitaria, e infringe la Constitución en la regulación concerniente a los integrantes de
la comunidad universitaria, así como en otros de sus atributos, en la forma que
examinaremos seguidamente:
El artículo 109 de la Constitución define el contenido de la autonomía
universitaria, el cual incluye, además del principio de autogobierno y de inviolabilidad del
recinto universitario, las facultades de dictar normas de gobierno, funcionamiento y
administración eficiente de su patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos
establezca la ley, por una parte, y por la otra, la competencia para planificar, organizar,
elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión. Estos
atributos de la autonomía, por cierto, coinciden con lo dispuesto actualmente en el
artículo 9 de la Ley de Universidades, el cual determina el contenido de la autonomía en
la siguiente forma:
“Las Universidades son autónomas. Dentro de las previsiones de la
presente Ley y de su Reglamento, disponen de:
a). Autonomía organizativa, en virtud de la cual podrán dictar sus
normas internas.
b). Autonomía académica, para planificar, organizar y realizar los
programas de investigación, docentes y de extensión que fueren necesario
para el cumplimiento de sus fines;
c). Autonomía administrativa, para elegir y nombrar sus autoridades y
designar su personal docente, de investigación y administrativo;
d). Autonomía económica y financiera, para organizar y administrar su
patrimonio”.
Ahora bien, con la LOE se despoja a las Universidades autónomas de
competencias que son precisamente derivación de esa garantía institucional reconocida
en la Constitución, para transferirlas al Ejecutivo Nacional y al Poder Legislativo. En
efecto, en dicha ley se dispone que “El Estado, a través de los órganos nacionales con
competencia en materia Educativa, ejercerá la rectoría en el Sistema Educativo”,
incluido el subsistema de educación universitaria.

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En lo tocante al Ejecutivo Nacional cabe preguntarse ¿cuáles son esos órganos
nacionales? y ¿cómo actuarán esos órganos nacionales, cuando de las universidades
autónomas se trate?.
Forzosamente hay que entender que “los órganos nacionales con competencia
en materia educativa” son los ministerios a los que el Ejecutivo Nacional asigne
competencias en este ámbito.
Como se sabe, desde la Constitución de 1999 la determinación del número y
competencias de los ministerios corresponde al Presidente de la República, en Consejo
de Ministros, contrariando el régimen existente desde 1811, conforme al cual esas
materias siempre se habían regulado por ley. Por ello, mientras en la educación básica
(primaria y secundaria según la LOE), el órgano nacional competente en la materia es el
Ministerio de Educación, con relación a las Universidades lo es el Ministerio de
Educación Superior, mientras el Presidente no decida cambiar esa situación, por
ejemplo, fundiendo ambos ministerios. Por eso, en la LOE se alude a los “órganos
nacionales con competencia en materia educativa”, sin citar el nombre de los
ministerios, dado que el Presidente puede modificar los despachos ministeriales a los
que incumba la materia. Pero de lo que no hay duda es que la LOE se refiere a
ministerios.
Pues bien, en la materia universitaria (porque según la LOE ya no existe
educación superior, sino sólo Universidades), se asigna al Ministerio de Educación
Superior la rectoría, en los siguientes aspectos:
a) Sobre “El funcionamiento del subsistema de educación Universitaria en cuanto
a la administración eficiente de su patrimonio y recursos económicos financieros
asignados según la Ley de Presupuesto para el Ejercicio Fiscal y sus normas de
gobierno de acuerdo con el principio de la democracia participativa…” (art. 6,2,b).
b) Sobre los programas “de territorialización de la educación universitaria, que
facilite la municipalización, con calidad y pertinencia social en atención a los valores
culturales, capacidades y potencialidades locales, dentro de la estrategia de inclusión
social educativa y del proyecto de desarrollo nacional endógeno, sustentable y
sostenible” (6,3,c).
c) Sobre los programas “Para la inserción productiva de egresados universitarios
y egresadas universitarias en correspondencia con las prioridades del Plan de
Desarrollo Económico y Social de la Nación” (art. 6, 3, b).
d) Sobre los programas “de ingreso de estudiantes a las instituciones de
educación universitaria, nacionales y privadas” (art. 6,3,l).

31
Es indudable que la asignación de esas competencias al Ministerio de Educación
Superior, o al órgano ministerial que lo sustituya, tal como está regulado, implica una
violación de la autonomía universitaria, cuando esas funciones se ejercen con relación a
Universidades autónomas.
2. Las violaciones específicas del artículo 109 constitucional, por la Ley
Orgánica de Educación.
2.1. El artículo 35, numerales 2, 3, 4 y 5 de la Ley Orgánica de Educación
infringe el artículo 109 de la Constitución, que atribuye a las universidades
autónomas la competencia exclusiva y excluyente para dictar normas de
autogobierno y funcionamiento. El artículo 109 constitucional prescribe “…Las
universidades autónomas se darán sus normas de gobierno, funcionamiento y la
administración eficiente de su patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos
establezca la ley”. Es evidente que la sola lectura de esta norma revela la voluntad de la
Constitución de reservarle a las universidades autónomas, frente a todos los otros
Poderes del Estado, la potestad para dictar normas de autogobierno y funcionamiento, y
sobre la administración eficiente de su patrimonio, sin que incida sobre dicha potestad el
control y vigilancia establecido en las leyes. Ahora bien, reglas elementales de
hermenéutica conducen a sostener que debido a una imprecisión sintáctica de los
constituyentes, al redactar el citado esquema normativo constitucional, ese control
pareciera estar referido al atributo de la autonomía conocido como “potestad normativa”
“in totum”, pero en realidad alude a los mecanismos de control previstos en las leyes
para ser ejercidos sobre la administración eficiente del patrimonio de las universidades,
pues la parte final del enunciado lingüístico de la norma debe conectarse con la
indicada administración.
Sin embargo, en el supuesto de que la interpretación se afincase en el tenor
literal del precepto constitucional, y en consecuencia se admitiese que los controles
creados por la ley o “leyes especiales” deben operar sobre la potestad normativa, a lo
sumo podrían llegarse a establecer mecanismos procedimentales para la aprobación de
los correspondientes reglamentos universitarios, pues sería absurdo que se pretendiera
someter la eficacia de dichos instrumentos universitarios a su previa aprobación por
parte del Ejecutivo Nacional, en virtud de que en esa hipótesis sustantivamente se
sustraería la potestad que la Constitución, en el marco de la garantía institucional de la
autonomía, le atribuye a las universidades. Cabe advertir que una tesis como esa a
todas luces errónea, ni antes ni después de la constitucionalización de la autonomía, no
ha sido ni siquiera asomada, en vía doctrinaria o jurisprudencial.

32
Mucho más claramente inconstitucional resulta la tesis recogida en la LOE,
mediante la cual se suprime la potestad normativa de las universidades autónomas en
materia de autogobierno y funcionamiento, y se la transfiere a la Asamblea Nacional
para que la ejerza mediante “leyes especiales”, pues insistimos que en ese supuesto se
lesiona la reserva normativa consagrada a favor de las universidades autónomas, la
cual es similar a la conferida en el artículo 267 constitucional, al Tribunal Supremo de
Justicia para la creación de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, o a la atribuida al
Presidente de la República, en el artículo 236, numeral 20 ejusdem, para crear los
ministerios y demás organismos de la Administración Pública Nacional.
En esos casos excepcionales existe una reserva normativa para esos órganos y
entes, que implica una interdicción para el legislador en las señaladas materias. De allí
que la Asamblea Nacional no puede ni crear ni suprimir un Ministerio, como tampoco
puede regular a la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, y si lo hiciese invadiría una
reserva normativa constitucional, razón por la cual su acto estará viciado de nulidad.
También entra en esa clase de reserva, la conferida a la propia Asamblea Nacional para
dictar su Reglamento Interior y de Debates (art. 187, num 19).
En fin, la reserva normativa contenida en el artículo 109 constitucional es
excepcional, mas no única en el ordenamiento venezolano, y lo que es más importante:
como todas las anteriores comporta la acotación de un ámbito material, que
únicamente puede ser regulado por las universidades autónomas, y correlativamente
excluido de la potestad normativa tanto del Poder Legislativo como del Ejecutivo.
Pues bien, el artículo 35, numerales 2, 3, 4 y 5 remite la regulación de
determinadas materias relativas a la organización y funcionamiento de las
Universidades a leyes especiales y a otros instrumentos normativos, lógicamente
de rango sublegal, provenientes del Ejecutivo Nacional. Efectivamente, ese precepto
legal pauta “La educación universitaria estará regida por leyes especiales y otros
instrumentos normativos en los cuales se determinará la forma en la cual este
subsistema se integra y articula, así como todo lo relativo a: ingreso de estudiantes
(num 2), los programas de postgrado (num 3), la evaluación y acreditación de sus
profesores e investigadores (num 4), y el ingreso y permanencia de docentes (num
5). Huelga cualquier razonamiento tendiente a demostrar que todas esas materias
encuadran en la organización del gobierno y el funcionamiento de las universidades
autónomas. Más aún, hasta ahora estas materias siempre han sido reguladas por los
órganos competentes de las universidades autónomas.

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No cabe duda que todas esas leyes especiales y otros instrumentos normativos
están destinados a regular materias de autogobierno y de funcionamiento de las
universidades autónomas, lo que implica la invasión de la reserva normativa material
que de manera categórica, atendiendo precisamente al concepto de garantía
institucional de la autonomía universitaria, el artículo 109 constitucional le atribuyó a
dichas universidades. Reiteramos que esa reserva se concreta en la emanación de
reglamentos de autogobierno y de funcionamiento dictados por los órganos
competentes de las autoridades universitarias, sujetos únicamente al control de los
órganos jurisdiccionales, como ha ocurrido hasta ahora.
Pero, en el supuesto negado de que prevaleciera la tesis relativa a que el control
y vigilancia, debería recaer sobre la potestad normativa de las universidades autónomas
en materia de autogobierno y funcionamiento, de ninguna manera –insistimos- ese
control puede traducirse en la elaboración de leyes especiales por parte de la Asamblea
Nacional o reglamentos por el Ejecutivo Nacional que regulen, como lo establece el
artículo 35 de la LOE, las materias antes señaladas, pues tal actividad “contralora”
implicaría la usurpación por los enunciados Poderes Públicos Nacionales de la referida
potestad normativa, que de manera exclusiva y excluyente, le reserva el artículo
109 constitucional, a las universidades autónomas. De allí, pues la evidente
inconstitucionalidad del artículo 35, numerales 2, 3, 4 y 5 de la LOE. Así pedimos que lo
declare esta Sala.
2.2. El artículo 34, numeral 3, de la Ley Orgánica de Educación infringe el
artículo 109 de la Constitución, al violentar la integración de la comunidad
universitaria. El artículo 109 de la Constitución expresa que “El Estado reconocerá la
autonomía universitaria como principio y jerarquía que permite a los profesores,
profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad dedicarse a la
búsqueda del conocimiento…”. De esta manera, se dispone en la Ley Fundamental, en
concordancia con lo contemplado en la Ley de Universidades vigente, que la comunidad
universitaria está integrada por profesores, estudiantes y egresados, los cuales
participan en la elección de las autoridades universitarias y de las Facultades, en la
proporción que determina la ley.
En ese orden de ideas cabe recordar que en el fallido proyecto de reforma
constitucional sometido a referendo popular el 2/12/2007, se había añadido en el
artículo 109 la siguiente disposición: “Se reconoce a los trabajadores y trabajadoras de
las universidades como integrantes con plenos derechos de la comunidad universitaria,
una vez cumplidos los requisitos de ingreso, permanencia y otros que paute la ley”.

34
De haber sido aprobada esta reforma de la Ley Fundamental, tendría fundamento
la norma que se incorpora en la Ley Orgánica de Educación, esto es, el artículo 34,
num 3, conforme al cual: “La autonomía se ejercerá mediante las siguientes funciones:
…(Omissis) …3. Elegir y nombrar sus autoridades con base en la democracia
participativa, protagónica y de mandato revocable, para el ejercicio pleno y en igualdad
de condiciones de los derechos políticos de los y las integrantes de la comunidad
universitaria, profesores y profesoras, estudiantes, personal administrativo,
personal obrero y, los egresados y egresadas de acuerdo al Reglamento”.
Pero como la reforma constitucional propuesta fue rechazada en el referendo
popular, el artículo 109 de la Constitución se mantiene incólume y la única forma de
modificarlo, como reconoció tanto el Presidente de la República como la Asamblea
Nacional en esa oportunidad, es mediante el procedimiento de la reforma. Pues bien,
los mismos legisladores de entonces, ahora ignoran tanto ese hecho histórico, como el
principio jurídico de la supremacía constitucional, y subvierten sin ningún pudor la
integración de la comunidad universitaria, tal como aparece en el artículo 109 de la
Carta Magna, y por ende, lo infringen de manera flagrante al incorporar a la LOE, el
artículo 34, numeral 3. Además esta norma remite al Reglamento la determinación de la
participación de los miembros de la comunidad universitaria, o al menos de los
egresados, la cual está actualmente regulada en la Ley de Universidades. De modo que
el citado artículo 34, num 3, de la LOE desnaturaliza la jerarquía del ordenamiento
jurídico, pues la ley contradice la Constitución y el reglamento modifica la ley.
A mayor abundamiento es necesario recordar que la forma de integración de la
comunidad universitaria fue especialmente discutida en el proceso constituyente de
1999, pues consta en el diario de Debates de la Asamblea Nacional Constituyente,
correspondiente a la sesión ordinaria del 13/11/99 (paginas 20 y 21), que se sometieron
a votación dos proposiciones: la de la Comisión especial de aprobar un texto igual al del
actual artículo 109 de la Constitución, y la del constituyente Juan Marín, redactada así:
“El Estado reconoce la autonomía universitaria como principio y jerarquía que permite a
los profesores, estudiantes, egresados y demás miembros de la comunidad
universitaria, dedicarse a la búsqueda del conocimiento…” . La propuesta del
constituyente Juan Marín fue negada, por lo que la comunidad universitaria quedó
integrada sin la incorporación de los “demás miembros de la comunidad universitaria”,
es decir, conforme al texto del actual artículo 109.
Queda claro, pues, que en el numeral 3 del artículo 34 de la LOE se consagró
una forma de integración de la comunidad universitaria que contradice lo dispuesto en la

35
Constitución, y además se hizo sin analizar las consecuencias de esta reforma sobre el
funcionamiento de las Universidades autónomas y experimentales que eligen sus
autoridades, y sin efectuar las consultas que eran necesarias para incorporar una norma
de esta naturaleza, y por supuesto que esa contradicción revela a las claras una
incompatibilidad de dicho precepto legislativo con el artículo 109 constitucional. Así
pedimos que lo declare esta Sala.
2.3. El artículo 34, num 3, de la Ley Orgánica de Educación infringe el
artículo 109 constitucional, al modificar la naturaleza del derecho académico a
elegir las autoridades universitarias, y convertirlo en un derecho político. El
artículo de la LOE identificado en el epígrafe, además de subvertir la integración de la
comunidad universitaria, modifica la naturaleza del derecho académico a elegir a las
autoridades universitarias, al convertirlo en un derecho político y, consecuencialmente,
establecer las condiciones de igualdad en que deben participar los integrantes de la
comunidad universitaria como electores, así como que los mandatos de las autoridades
electas tendrán carácter revocable. En efecto, el citado precepto estatuye “Elegir y
nombrar sus autoridades con base en la democracia participativa, protagónica y de
mandato revocable, para el ejercicio pleno y en igualdad de condiciones de los
derechos políticos de los y las integrantes de la comunidad universitaria profesores y
profesoras, estudiantes, personal administrativo, personal obrero y, los egresados y las
egresadas ”.
De esa manera, los legisladores ignoran que el valor superior o fundamental de
las instituciones universitarias es el académico, la meritocracia, valor que permite
explicar las diferencias que existen entre las universidades en la producción de
conocimiento, en la creación artística, en la investigación científica y humanística y, en
general, en la posición que ocupan en el concierto nacional e internacional en la
denominada sociedad del conocimiento. Por esa razón los profesores e investigadores
de todas las universidades, nacionales y extranjeras, son partícipes de la denominada
carrera académica, articulada en grados, que únicamente se adquieren por el logro de
méritos académicos (ingresos por concurso de oposición, ascensos mediante trabajos
presentados a lo largo de la misma, publicaciones indexadas, conferencias nacionales e
internacionales, etc). Es así que en la medida en que se logra ascender en el escalafón
se obtiene un mayor reconocimiento. Igual ocurre con los estudiantes, pues todas las
universidades estimulan el estudio creador, mediante reconocimientos honoríficos (cum
laude, magna cum laude y summa cum laude), becas, preparadurías y ayudantías de
investigación.

36
Pues bien, esa “comunidad” como la denomina la propia Constitución, sólo
responde en su funcionamiento al juego de los derechos académicos, no al de los
derechos políticos, lo que no significa que sus miembros estén excluidos de la política.
Cuando los legisladores pretenden en el artículo 34, numeral 3, invocando un supuesto
principio de igualdad, cambiar la naturaleza de ese derecho académico, y lo convierten
en político, olvidan que el ejercicio de esta última clase de derechos tiene básicamente
como finalidad contribuir en la formación de la voluntad general del Estado, para lo
cual sólo se requiere la condición de ciudadanía; en cambio, el ejercicio del derecho
académico tiene como finalidad participar en la formación del gobierno de las
universidades, en la proporción establecida en la ley, en función de la categoría de cada
uno de los integrantes de la comunidad, sin que ello constituya violación al principio de
igualdad.
Esa sustitución, que además tiene consecuencias impredecibles sobre el proceso
enseñanza aprendizaje, va acompañada de otra disposición que resulta su
consecuencia, como es otorgarle carácter revocable a los mandatos de las autoridades
universitarias, lo que de mantenerse en la ley, permite predecir situaciones de
ingobernabilidad en las Universidades, máxime si se tiene en cuenta los períodos tan
cortos de mandatos de las autoridades universitarias: cuatro, tres y dos años (rectores,
vicerrectores y secretarios, decanos y representantes de los profesores). Ni se diga en
el caso de los representantes estudiantiles en el cogobierno, que es de un año. Más
aún, en esta misma línea argumental, cabe señalar que el referendo revocatorio sólo
tiene aplicación para cargos de elección popular, y es obvio a la luz de los
razonamientos anteriores, que los correspondientes a las autoridades universitarias no
revisten ese carácter.
Conviene señalar que superado el denominado “paritarismo” de la Reforma
Córdoba de 1918, prácticamente todas las universidades del mundo participan de la
tesis acerca de la naturaleza académica del derecho que permite a los integrantes de
las comunidades universitarias elegir sus autoridades, admitiendo consecuencialmente
la diferente ponderación del voto, en función de la categoría de sus integrantes:
estudiante, profesor y egresado, y desde luego, ni siquiera se plantean la revocación del
mandato de las autoridades.
Esta tesis consagrada en el artículo 109 de la Constitución, que resulta
desnaturalizada por el artículo 34, num 3, de la LOE, ha sido recibida por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en su carácter de máximo y último
intérprete de la Carta Magna, en la sentencia N° 898 del 13 de mayo de 2002, en

37
ocasión de decidir un recurso de revisión interpuesto por el Rector de la Universidad
Central de Venezuela, contra la decisión de la Sala Electoral de ese mismo Tribunal,
mediante la cual se le confirió el derecho del voto a los profesores contratados y a los
instructores por concurso, sobre la base del principio de igualdad, y del carácter político
del derecho a la participación que comportaba la elección de las autoridades
universitarias.
En esa oportunidad, la Sala Constitucional declaró en términos contundentes que
el derecho a elegir las autoridades universitarias tenía un carácter esencialmente
académico, y que resultaba válido, sobre la base de la tesis de “la igualdad de trato”,
derivada del artículo 21 constitucional, que parte de la premisa relativa a que sobre un
mismo supuesto de hecho pueden darse diferencias en los elementos que lo
conforman, “lo que daría lugar a la aplicación de consecuencias jurídicas diferentes
según que las distinciones sean relevantes para justificar un trato desigual (igualdad
como diferenciación)”. Y para ilustrar la tesis, cita el caso de la representación indígena
en el Parlamento, de la admisión de ciertas categorías de estudiantes en la
universidades por poseer determinada condiciones (deportistas, discapacitados, etc),
pues en estas hipótesis el trato diferenciado responde no al criterio general del artículo
21 de la Constitución, sino a criterios valorativos o de razonabilidad, que son estimados
generalmente por el legislador.
Pues bien, hacemos valer el carácter vinculante para todos los Poderes Públicos
de las interpretaciones de las normas y de los principios constitucionales, realizadas por
la Sala Constitucional del Tribunal de Justicia, que obligan inclusive a la Asamblea
Nacional, pese a su libertad de configuración legislativa, y le impiden dictar normas que
sean contrarias a esa doctrina vinculante, so pena de inconstitucionalidad, y en tal
sentido invocamos. la parte medular de la aludida jurisprudencia constitucional, que es
del tenor siguiente:
“…a) El artículo 62 constitucional establece que todos los ciudadanos y
ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos,
directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. El
artículo 63 eiusdem dispone que el sufragio es un derecho, el cual se ejercerá
mediante votaciones libres, universales, directas y secretas.
Por su parte, el artículo 63 establece que el sufragio es un derecho que
se ejercerá mediante votaciones, libre, universales, directas y secretas.
Ello es así, por cuanto para facilitar que los individuos tengan una
influencia en la configuración y acción del Estado, se postula un conjunto de

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garantías de los ciudadanos, unas en la esfera social -como la libertad de
expresión, de reunión y de asociación- y otras en la esfera política
-participación política, sufragio activo y pasivo.
De allí que los contenidos de dichas normas guarden relación con el
derecho de las personas que ostentan la ciudadanía a intervenir en el
tratamiento de los asuntos públicos y las decisiones que a este respecto
deban tomarse, es decir, a la formación de la voluntad política, entre cuyas
modalidades (no necesariamente la más importante) se encuentra el ejercicio
del voto libre, universal, directo y secreto. El sujeto normativo al que van
dirigidos estos preceptos son, como fue destacado anteriormente, “los
ciudadanos”, es decir, el conjunto de las personas que se encuentran en
relación permanente, intemporal e institucional con el Estado, en tanto
intervienen en la formación de la potestad política del mismo.
Así también lo ha declarado el Tribunal Constitucional español, al
afirmar que uno de los límites objetivos del artículo 23.1. de la Constitución
española (según el cual, los ciudadanos tienen el derecho a participar en los
asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente en
elecciones periódicas por sufragio universal) es que sus titulares son los
ciudadanos, “...de tal modo que la situación subjetiva así reconocida lo es uti
cives y no a favor de cualquiera categoría de personas (profesionalmente
delimitadas, por ejemplo)” (por lo que) “...de acuerdo con la doctrina de este
Tribunal que aquí ha quedado expuesta, la condición de miembro de la Junta
de Gobierno de la Facultad de Derecho de Valladolid no es un cargo público
de representación política, ni corresponde -como es obvio- al Estado ni a los
entes territoriales en que éste se organiza” (STC 212/1993).
Por tanto, ni en cuanto al sujeto normativo, ni en lo que respecta al
fin en que se resuelve el conjunto de actividades a que hacen referencia
dichos preceptos constitucionales, podría predicarse que vinculan a los
sujetos que forman las asambleas de las facultades universitarias ni a
los actos mediante los cuales las mismas eligen a sus autoridades. De
suerte que no pueda aludirse a los artículos 62 y 63 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, para estimar
inconstitucionales los artículos 52 y 55 de la Ley de Universidades (u
otros similares de la misma ley), ya que éstos últimos no se refieren al
sufragio ni a la participación política, sino a la composición de una

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autoridad universitaria y de sus atribuciones, lo que escapa a la
teleología de las garantías sobre sufragio y participación política
invocadas.
Incluso la Asamblea de la Facultad, al elegir al Decano, debe funcionar
como tal, es decir, como autoridad máxima de cada Facultad, en ejercicio de
la competencia que le atribuye la ley y según la organización prescrita por
ésta.
En consecuencia, la decisión de la Sala Electoral de 16.04.02, en este
sentido, debe anularse. Así se establece” (destacado nuestro).
Queda pues demostrado que el constituyente confirió “ex novo” a la autonomía
universitaria el carácter de garantía institucional, precisamente para brindar protección
a la institución, básicamente frente al legislador y, consecuencialmente, desagregó esa
garantía en atributos, siendo uno de los más importantes el derecho académico de los
integrantes de la “comunidad”, de elegir a la autoridades de las universidades
autónomas en la proporción prevista en la ley, articulada a la modalidad de la “igualdad
de trato”, el cual resulta absolutamente suprimido por el artículo 34, numeral 3, de la
LOE, que le confiere naturaleza política al referido derecho, y consecuencialmente se
retrotrae a la modalidad de “igualdad como generalización”, que no admite distinciones
entre los integrantes de la comunidad, y propugna una misma respuesta para todos
ellos, y así mismo se introduce la absurda figura –en las universidades- de la
revocatoria del mandato de las autoridades. La sola confrontación de la tesis “hilada”
en el precepto legal con la que se infiere, y se ha inferido siempre de la garantía
institucional de la autonomía universitaria, consagrada en el artículo 109 de la
Constitución, revela la ostensible incompatibilidad de la norma legal, con la
constitucional.
Más aún, tal incompatibilidad se encuentra reflejada en la jurisprudencia de la
Sala Constitucional antes citada, que rechaza categóricamente el carácter de derecho
político que le confiere el artículo 34, num 3, de la LOE, al derecho académico de los
miembros de comunidad universitaria a elegir a las autoridades; de allí que se imponga
por razones estrictamente constitucionales, pero también por razones concernientes a
la preservación de la institucionalidad universitaria, que esta Sala Constitucional
declare la nulidad de la citada norma legal en cuanto atribuye carácter político al
indicado derecho, y en cuanto establece igualdad de condiciones para la elección de
las autoridades universitarias, y finalmente en cuanto otorga carácter revocable al
mandato de éstas. Así lo pedimos.

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PETITORIO

En fuerza de todo lo precedentemente expuesto, Señores Magistrados, muy


respetuosamente, solicitamos de ustedes lo siguiente:

Primero: Que admitan y declaren procedente la presente acción de nulidad por


inconstitucionalidad contra la Ley Orgánica de Educación, sancionada por la
Asamblea Nacional, en fecha 13 de agosto de 2009 y promulgada mediante publicación
en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela Nº 5.929 Extraordinario,
de fecha 15 de agosto del mismo año, en virtud de los vicios esenciales de
procedimiento en que se incurrió en su elaboración y que la infectan de
inconstitucionalidad extrínseca.

Segundo: Que consecuencialmente, declaren la nulidad total de la referida Ley


Orgánica de Educación.

Tercero: Que, para el supuesto negado de que ese Alto Tribunal desestime los
alegatos de inconstitucionalidad extrínseca que fueron expuestos en este libelo y no
declare la nulidad total de la mencionada ley orgánica, admitan y declaren procedente la
acción de nulidad por inconstitucionalidad intentada subsidiariamente, contra los
otros artículos de la referida Ley Orgánica de Educación, impugnados por razones
de fondo, y por infringir el precepto constitucional consagratorio de la autonomía
universitaria. Caracas a la fecha de su presentación.
Los accionantes,

Los abogados asistentes,

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