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¿Dónde y cómo quedan las virtudes teologales, sobre todo, cuando el cristiano se
encuentra en situaciones límite donde se confrontan la fe y la incredulidad, la esperanza
y el desesperar, el amor confiado y el sentimiento de soledad? Resulta difícil explicar en
una cuartilla la conformación perikorética de las virtudes teologales en el bautizado en
situación y en perspectiva.
A pesar de todo, algo podemos decir de este hombre en paradoja: en primer lugar,
es memorioso (sin limitarse al origen y sin recuperación del pasado de su existencia en
el instante; es presentivo (por ello se afinca en el instante y ama el tiempo en que vive);
es futurizo (y sólo en la medida en que cuenta con el porvenir, lo anticipa y lo proyecta,
lo pre-viene y lo pre-siente como cercano, como siempre hoy, como siempre presente).
La conjugación de estas tres dimensiones de la realidad personal (pasado, presente,
futuro) y de las actitudes correspondientes (memoria, prójimo, conatus) otorga sentido a
la vida humana y redime el tiempo, para que no sea sólo nostalgia del pasado, pura
inmersión en el presente o mera obsesión del futuro (miedo o deseo). En esa estructura
de la existencia humana, perfeccionándola y divinizándola, se insertan las tres virtudes
teologales: fe, esperanza y caridad.
Recuerdo ahora unas breves palabras de San Juan de la Cruz que leí en algún
libro: <<El amor estaba en el principio y al fin está el amor. Por la mañana somos
creados en el amor y en el amor seremos examinados por la tarde…>>
Jer17-7@hotmail.com