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F. A.

Hayek – Liberalismo, justicia e


igualdad

El pensamiento hayekiano sobre justicia e igualdad en la sociedad se


basa principalmente en el individualismo metodológico, es decir, en el
principio de que son los individuos los que actúan, en la base de que
son éstos los que tienen una serie de fines y para su consecución se
sirven de ciertos medios (acción humana), y que cualquier división o
clasificación en clases o grupos es totalmente arbitraria.

Su concepción liberal de la justicia se basa en la justicia conmutativa


entre particulares, distinguiendo ésta de la justicia distributiva o mal
llamada “justicia social”. La razón por la que se puede considerar la
justicia entre particulares reside en la universalidad de las normas,
que pueden ser aplicadas indistintamente a todos los individuos sin
discriminación alguna. Hayek considera que se puede hablar de una
norma justa cuando se trata regular una mera conducta individual,
independiente de cualquier interés particular, todo ello en contra de
creer que una norma que persigue un objetivo arbitrario puede ser
considerada como tal. Por tanto la “justicia distributiva” no puede ser
considerada por dos motivos: en primer lugar porque no es de
aplicación universal, no existen principios de justicia distributiva
universal, ya que es aplicada a unos sobre otros; y en segundo lugar
porque se trataría de una construcción arbitraria que persigue un fin
individual de ciertos individuos como es la igualdad material (según
Hayek, las normas justas no persiguen ningún interés particular).
(Nuevos estudios de Filosofía, Política, Economía e Historia de las
Ideas).

También distingue la igualdad de resultados de la igualdad de


oportunidades. Como ya hemos visto la igualdad de resultados no es
justa, pero la igualdad de oportunidades no es posible sino
manipulando el ambiente hasta circunstancias que ni siquiera somos
capaces de percibir (por tanto no es posible), y tal manipulación iría
en contra de la libertad de los individuos para utilizar sus
conocimientos y capacidades para modelar el ambiente. A pesar de
ello reconoce la posibilidad de crear algunos instrumentos que
faciliten la movilidad vertical, tales como el sistema educativo. Pero
ello nunca debiera ir en contra de las normas de conducta de la
justicia conmutativa, las cuales se basan en el principio de
universalidad, por lo que cualquier intento arbitrario de perseguir la
igualdad de oportunidades a través de la discriminación (de todo tipo
pero sobre todo material) es injusto.

Por tanto los resultados de las acciones individuales libres no son


justos o injustos, el concepto de justicia se aplica a la conducta
humana individual de forma universal, no a las consecuencias que las
diversas acciones lícitas de los seres humanos. Alguien que defiende
la igualdad material o una redistribución de los recursos no es más
que un individuo que tiene un fin personal y subjetivo (que no tiene
por qué coincidir con los fines de otros individuos), ya que la
diversidad de fines de los distintos seres humanos abarca desde el
deseo más terrenal hasta el objetivo más abstracto posible
(incluyendo ese deseo de igualdad material). Por tanto la imposición
de ese fin concreto sobre el resto de individuos sería contrario al
principio de libre acción, y en general choca con todo el pensamiento
tradicional liberal y por supuesto con el pensamiento hayekiano
basado en la libre conducta del individuo.

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