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La industria cultural

Ilustración coiiio engafio dc masas

La tesis sociológica de que la pérdida del sostén en la religión ob-


jetiva, la disolución de los últimos residuos precapitalistas, la diferen-
ciación técnica y social y la especialización han acabado produciendo
un caos cultural, es dirariamente desmentida. Hoy la cultura lo hace
codo semejante. Cinc, radio y revistas constituyen iin sistema. Cada
sector está armonizado en sí mismo y todos entre ellos. Las manifes-
raciones estéticas, incluso de posiciones políticas opuestas, proclamari
del mismo modo el elogio del ritmo de acero. Los edificios decorati-
vos de las administraciones y las exposiciones industriales apenas son
diferentes en los países autoritarios y en los demás. Las iiionumenta-
les y resplandecientes edificaciones que se elevan por todas partes re-
presentan la lógica e indefectible regularidad de los grandes consorcios
rnultiestatales a la que ya tendía la iniciativa eiiipresarial libre de tra-
bas, cuyos monumentos son los sombríos edificios de viviendas y ofi-
cinas de las inlióspitas ciudades. Las casas más antiguas en torno a los
centros de hormigón aparecen ya como suburbios, y los nuevos bun-
galows en la periferia de la ciudad proclaman ya, como las frágiles cons-
trucciones de las ferias internacionales, la alabanza del progreso técni-
co, e invitan a tirarlos tras un brcve uso, como las latas de conservas.
Pero los proyectos urbanísticos, que se supone deben perpetuar en pe-
queñas viviendas higiénicas al individuo como ser más o menos inde-
peridic~ite,lo somctcn tanto más radicalmente a su adversario, al po-
der total del capital. Como a sus habitantes se les hace ir para el trabajo
y el entretenimiento, es decir, como productores y consumidores, a los
ccntros, las células-vivienda cristalizan en complejos bien organizados.
134 Dialéctica de ln Ihstració~~ / i/ indujtria cultural 135

La manifiesta unidad de macrocosmos y microcosmos muestra a los iiingún sistema de réplica, y las emisiones privadas deben resignarse a
hombres el modelo de su cultura: la falsa identidad de universal y pai- 1.1 falta de libertad. Se limitan al ámbito no reconocido de los «ama-
ticular. Bajo el rnonopolio, toda cultura de masas es idéntica, y su es icursn, que por lo demás son también organizados desde arriba. Pero
queleto, el armazón conceptual fabricado por aquél, comienza a des i-ualquier indicio de espontaneidad del público en el marco de la ra-
tacarse. Los dirigentes ya no están tan interesados en esconderlo; sil (lío oficial es dirigido y absorbido, a través de una selección especiali-
poder se refuerza cuanto más brutalmeilte se declara. El cine y la ra- , cazadores de talentos, concursos ante el micrófono y actua-
~ a d a por
dio no necesitan >-apresentarse como arte. La verdad de que no soii ciones protegidas de toda clase. Los talentos pertenecen a la empresa
sino negocio la utilizan como ideología que debe legitimar las bagate- inucho antes de que ésta los presente: si así no fuera, no se adaptarí-
las que producen deliberadamente. Se llaman sí mismos industrias, ,111 tan fervientemente. La constitución del público, que en teoría y de
y las cifras publicadas de los sueldos de sus directores generales acabaii Ilecho L~voreceal sistema de la industria cultural, es una parre del sis-
con roda duda respecto a la necesidad social de sus productos. lema. no su disculpa. Cuando una rama artística procede según la mis-
Los interesados en la industria cultural gustan de explicarla en tér- ma receta que otra, miiy alej~dade ella en cuanto al medio y al con-
minos tecnológicos. La participación en ella de millones de personas tenido; cuando el nudo dramitico en las rotzp ope~ilr*de la radio se
obliga, según ellos, al uso de procediinientos de reproducción que, a convierte en ejemplo pedagógico para resol~erdificultades récnicas, que
su vez, Iiacen inevitable que en iniiurnerables lugares las mismas ne- son dominadas como jtzm del mismo modo que en los puntos culmi-
cesidades sean satisfechas con bienes estándares. El conrraste técnico nantes de la vida del jazz: o cuando la «adaptación~~ experimental de
entre pocos centros de producción y una recepción dispersa condiciona una composición de Beethoven se realiza conforme al mismo esque-
la organizacióri y la planificación de los que las ordenan. Los estánda- ma con el que se lleva una novela de Tolstoi al cine. el recurso a los
res se originaron de las necesidades de los consumidores: de ahí que se deseos espontáneos del público se convierte en fútil pretexto. Más pró-
acepraran sin resistencia. ; '1 en realidad, es en el círculo de inanipula- xima a la realidad se encuentra ya la explicación por medio del propio
ción y necesidad reactiva donde la unidad del sistema se ahanza cada peso del aparato técnico y personal, que, por cierto, debe ser conside-
vez 111;ís. Pci-oen todo ello se sileiicia que el terreno sobre el que la téc- rado en todos sus dctalles como parte del mecanismo económico de
nica adquiere poder sohre la sociedad es e1 poder de los económica- selección. A ello se afiade el acuerdo, o al menos la común determi-
mente más fuertes sobrg la saciedad. La racionalidad técnica es hoy la nación de los poderosos ejecutivos, de no producir o permitir nada que
racionalidad del dominio misino. Es el carácter coactivo de la socie- no se asemeje a sus gráficos, a su concepto de los consumidores y, so-
dad alienada. Los automóviles, las bombas y ei cine mantienen unido bre todo, a ellos mismos.
el todo social Iiasta que su elemento nivelador muestra su fuerza en la Si la tendencia social ohjetiva en esta era se encarna en las oscu-
injusticia inisma a la que scrvía. Por ahora, la téciiica de la industria ras intenciones subjetivas de los directores generales, éstos son pri-
cultural ha llevado sólo a la estandarización y la reproducción en se- mariamente los de los poderosos sectores de la industria: acero, pe-
rie, y ha sacriticado aquello por lo que la lógica de la obra se diferen- tróleo, elecrricidad y química. Coinparados con ellos, los monopolios
ciaba de la lógica del sistema social. Por ello no se debe achacar a una culturales son débiles y dependientes. Deben apresurarse a conten-
ley dinámica de la técnica como tal, sino a su función en la economía tar a los verdaderos poderosos para que su esfera en la sociedad de
actual. La necesidad que acaso podría escapar al conrrol cenrral es ya masas, cuyo tipo específico de mercancía tiene aún mucho que ver
reprimida por el de la conciencia individual. El paso del teléfono a la con el liberalismo amistoso y los intelectuales judíos, no sea someti-
radio ha separado claramente los papeles. Liberal, el teléfono aún per- da a una serie de acciones depuradoras. La dependencia de la más
mitía al participante representar el de sujeto. Democrática, la radio con-
vierte a todos en oyentes iguales para entregarlos autoritariamente a Seriales radiofónicos, por lo comúri n~eiodraiuáricosy así llamados porque entre los
los programas, iguales entre si, de las emisoras. No se ha desarrollado patrocinadores de los mismos abundaban los fabricarites de jahones. [N. del T]
poderosa compaíiía radiofónica respecto de la industria eléctrica, o no tienen nada que ver con diferencias objetivas, con el sentido de
la del cine respecto de los bancos, caracteriza a toda la esfera, cuyas los productos. También los medios técnicos son impulsados a una
ramas particulares están a su vez ecoiiómicamente enredadas unas con creciente uniformidad entre ellos. La televisión tiende a una sínte-
otras. Todo está tan próximo a todo, que la concentración del espí- sis de radio y cine, que es retrasada en tanto las partes interesadas
ritu alcaiiza un volunien que le permite traspasar la línea divisoria no se hayan puesto totalmente de acuerdo, pero cuyas posibilidades
de empresas y sectores técnicos. La desconsiderada unidad de la in- ilimitadas el empobrecimiento de los materiales estéticos promete
dustria cultural da testiiilonio de la que se anuncia en la política. Dis- aumentar hasta tal punto que la identidad, apenas disimulada, de
tinciones como las que se establecen entre películas de tipo A y B, todos los productos de la industria cultural podrá niafiana triunfar
o entre historietas en revistas de distintas categorías y precios, más abiertamente como cumplimiento sarcástico del suefio wagneriano
que resultar de la cosa misma, sirven para clasificar, organizar y ina- de la obra de arte total. El acuerdo entre palabra, imagen y música
nejar a los consumidores. Para todos hay algo previsto, a fin de que se logra de forma tanto más perfecta que en el Zistán por cuanto
ninguno pueda escapar; las diferencias son preparadas y propagadas. que los elementos sensibles, que no hacen más que registrar, todos
Este proveer al público de una jerarquía de cualidades en seric sirve juntos y sin oposición. la superficie de la realidad social, son ya pro-
sólo a una cuantificación tanto más perfecta. Cada uno debe com- ducidos, en principio, en el mismo proceso técnico de trabajo y ex-
portarse más o menos espontáneamente de acuerdo con su «nivel)>, presan la unidad de este proceso como su verdadero contenido. Tal
que le ha sido previamente asignado a partir de indicios, y echar mano proceso de trabajo integra todos los elementos de la producción, des-
de la categoría de productos de masas que lia sido fabricada para su de la concepción de la novela, que bizquea hacia el cine, hasta el ú1-
tipo. Reducidos a material estadístico, los consumidores son distri- timo efecto sonoro. Es el triunfo del capital invertido. Grabar con
buidos sobre los mapas de las oficinas de investigación, que ya no letras de fuego su omnipotencia, como omnipotencia de sus amos,
se diferencian de las de propaganda, en grupos seguii ingresos, en en el corazón de todos los desposeídos solicitantes de empleo, cons-
campos rojos, verdes y azules. tituye el sentido de todas las películas, independientemente de la tra-
El esquematismo del procedimiento se muestra en que, final- ma que la dirección de producción seleccione en cada caso.
mente, los productos mecánicamente diferenciados se revelan como
lo mismo. Que la diferencia entre la serie Clirysler y la General i2.10- Durante el tiempo libre, el individuo debe organizarse de acuer-
tors es eE el fondo.ilusoria, es algo que saben ya los nitíos que se do con la unidad de producción. La tarea que el esquematismo kan-
entusiasman con esa diferencia. Lo que los entendidos consideran tiano aún esperaba de los sujetos, a saber, la de referir por antici-
como ventajas o desventajas sólo sirve para perpetuar la apariencia pado la multiplicidad sensible a los conceptos fundamentales, se la
de competencia y de posibilidad de elegir. No otra cosa sucede con quita la industria al sujeto. Ésta establece el esquematismo como pri-
las presentaciones de la Warner Brothers y la Metro Goldwyn Ma- mer servicio al ciente. En el alma debía actuar un mecanismo se-
yer. Pero incluso entre los tipos más caros y más baratos del surti- creto que prepara los datos inmediatos de tal modo que puedan adap-
do de modelos de una misina firma, las diferencias tienden a redu- tarse al sistema de la razón pura. Hoy, el secreto ha sido desvelado.
cirse cada vez más: en los automóviles, a diferencias en el número Incluso si la planificación del mecanismo por parte de aquellos que
de cilindros, de volumen y de fechas de las patentes de los gadgets; ponen los datos, por la industria cultural, es impuesta a esta misma
en el cine, a diferencias en el número de estrellas, en el despliegue por el peso de una sociedad que, a pesar de toda racionalización, es
de medios técnicos, de mano de obra y de decoración, ); en la apli- irracional, esta tendencia fatal es transformada, a su paso por las
cación de nuevas fórmulas psicológicas. La medida unitaria del va- agencias del negocio industrial, en la astuta intencionalidad de éste.
lor consiste en la dosis de conspicousproduction, de inversión exhi- Para el consumidor no hay nada por clasificar que no venga ya an-
bida. Las diferencias de valor presupuestadas por la industria cultural ticipado en el esquematismo de la producción. El prosaico arte para
el pueblo realiza ese idealismo soñador que para el idealismo crítico la que todo lo que a éste le acontece debe servir de ilustración y prueba,
iba demasiado lejos. 'lodo procede de la concieticia: en Malebran- mientras que ella misma no es otra cosa que la suma de esos acon-
che y Berkeley, de la de Dios; en el arte de masas, de la terrenal di- tecimientos idiotas. La llamada idea general es un registro general y
rección de la producción. No sólo se mantienen cíclicamente los ti- crea orden, pero no conexión. Sin oposición y sin relación, el todo
pos de canciones de moda, estrellas y seriales radiofónicos como y el detalle portan los mismos rasgos. Su armotiía garantizada de an-
rígidas invariantes, sino que el mismo contenido específico del es- temano es la caricatura de la fatigosainente lograda de la gran obra
pectáculo, lo aparentemente variable, es deducido de ellos. Los de- de arte burguesa. En Alemania, sobre las películas más entretenidas de
talles se vuelven fungibles. La breve sucesión de notas que hace que la democracia se cernía ya el silencio sepulcral de la dictadura.
una canción de moda resulte pegadiza, el chasco pasajero del héroe, El mundo entero debe pasar por el filtro de la industria cultu-
que sabe aguantar como good sport, la aleccionadora paliza que la ral. La vieja experiencia del espectador de cine que percibe la calle
amada recibe de las robustas manos del galán y la dureza de éste con fuera de la sala como continuación del espectáculo que acaba de de-
la mimada heredera, son, como todos los detalles, clichés listos para jar porque este mismo quiere precisamente reproducir fielmente el
usar a placer aquí y allá, enteramente definidos cada vez por la fi- mundo perceptivo de la vida cotidiana, se ha convertido en el hilo
nalidad que cumpleri en el esquema. Confirmar el esquema a la vez conductor de la producción. Cuanto más perfecta e integralmente
que lo componer1 es todo lo que hacen, lo que constituye su vida las técnicas cinematográficas dupliquen los objetos empíricos, tati-
misma. Por regla general, en una película se puede saber en segui- to más fácilmente se logra hoy la ilusión de creer que el mundo fue-
da cómo terminará, quién será recompensado, castigado u olvida- ra de la sala de proyección es la simple prolongación del que se co-
do; y en la música ligera el oído ya preparado puede adivinar, tras noce dentro de ella. Desde la repentina introducción del cine sonoro,
los primeros compases de la canción, la continuación de ésta y sen- el proceso de reproducción mecánica se ha puesto enteramente al
tirse feliz cuando eso es lo que efectivamente sucede. El número me- servicio de este propósito. La tendencia apunta a que la vida no pue-
dio de palabras de la short story es incotimovible. Incluso los gngs, da distinguirse ya del cine sonoro. En la medida eti que éste, supe-
los efectos y los chistes están calculados como armazón en el que se rando ampliamente al teatro ilusionista, no deja ya a la fantasía ni
insertan. Son administrados por expertos especiales, y su escasa va- al pensamiento de los espectadores ninguna dimensión en la que pu-
riedad se puede repartir, en lo esencial, en el despacho. La industria dieran -en el marco de la obra cinematográfica, pero no controla-
cultural se ha desarrollado con el predominio del efecto, del logro dos por los datos exactos de la misma- apartarse y divagar sin per-
tangible, del detalle téciiico sobre la obra, que una vez fue la por- der el hilo, adiestra a los que se le entregan para que lo identifiquen
tadora de la idea y que fue liquidada junto con ésta. El detalle, al directamente con la realidad. La atrofia de la imaginación y de la
emanciparse, se había hecho rebelde y se había erigido, desde el ro- espontaneidad del actual consuniidor cultural no necesita ser redu-
manticismo hasta el expresionismo, en expresión desenfrenada, en cida a mecanismos psicológicos. Los misnios productos, empezan-
exponente de la protesta contra la organización. El efecto arinóni- do por el más característico, el cine sonoro, paralizari, por su pro-
co aislado había hecho desaparecer en la música la conciencia del pia constitución objetiva, esas facultades. Ellos están hechos de tal
todo formal; el color particular en la pintura, la composición del cua- matiera que su coniprensión adecuada exige rapidez. capacidad de
dro; la penetración psicológica en la novela, la arquitectura de la mis- observación y competencia, pero al mismo tiempo prohíben direc-
ma. A ello pone fin, mediante la totalidad, la industria cultural. Al tamente la actividad pensante del espectador, si éste no quiere per-
no conocer otra cosa que los efectos, acaba con la insubordinación der los hechos que pasan rápidos ante su mirada. La tensióti está tan
de éstos y los somete a la forma que sustituye a la obra. Ella trata bien ajustada que no necesita ser actualizada en ningúti caso parti-
por igual al todo y a las partes. El todo se opone, inexorable y sin cular, y sin embargo reprime la imaginación. Quien es de tal ma-
relación, a los detalles; es como la carrera de un hombre de éxito, a nera absorbido por el universo de la película, por los gestos, las imá-
140 Dialéctica de La flustración La ir~dustriacultural 141

genes y las palabras, que no es capaz de aiiadirle aquello sólo con lo figuras diabólicas y a las penas de los condenados su puesto en el ordo
cual podría convertirse verdaderamente en un universo, no tiene por del supremo amor tan concienzudamente como la dirección de pro-
qué estar durante la exhibición especialmente atento a los efectos ducción se lo asigna a la tortura del hkroe o a la falda levantada de la
de la maquinaria. A partir de todas las demás películas lending lady en la letanía del gran éxito cinematográfico. El catálogo
y de otros productos culturales que necesariamente debe conocer, explícito e implícito, exotérico y esotérico, de lo prohibido y lo tole-
los esfuerzos de atención requeridos han llegado a serle tan familiares, rado, llega tan lejos que no sólo delimita el ámbito libre, sino que lo
que los hace automáticamente. La violencia de la sociedad indus- domina por entero. Conforme a él son modelados incluso los detalles
trial actúa en los hombres de una vez para siempre. Los productos mínimos. La industria cultural -como su antítesis, el arte de van-
de la industria cultural pueden contar con que serán consumidos ale- guardia- fija positivamente con sus prohibiciones su propio lenguaje,
gremente incluso en un estado de distracción. Pero cada uno de ellos con su sintaxis y su vocabulario. La necesidad permanente de nuevos
es un modelo de la gigantesca maquinaria económica que mantie- efectos, que permanecen sin embargo ligados al viejo esquema, no hace
ne a todos desde el principio en tensión, tanto en el trabajo como más que acrecentar, como regla adicional, la autoridad de lo tradicio-
en el descanso que se le asemeja. De cualquier película sonora, de nal, de la que cada efecto particular querría escapar. Todo lo que apa-
cualquier programa radiofónico, se puede deducir lo que no podría rece está tan perfectamente marcado, que llegará un momento en que
atribuirse como efecto a ninguno de ellos tomado aisladamente, sino nada pueda darse que no lleve por anticipado la huella de la jerga y
al conjunto de todos ellos en la sociedad. Inevitablemente cada ma- que no demuestre, a primera vista, que ha sido aprobado. Pero los per-
nifestación particular de la industria cultural hace de los hombres sonajes principales", productores y reproductores, son aquellos que ha-
aquello en lo que dicha industria en su totalidad los ha convertido blan la jerga con tanta facilidad, libertad y alegría, como si fuese la len-
ya. Y todos los agentes de ésta, desde el producrr hasta las asocia- gua que ella misma redujo hace tiempo al silencio. Es el ideal de lo
ciones femeninas, velan por que el proceso de la simple reproduc- natural en esta rama de la industria. Un ideal que se afirma tanto más
ción del espíritu no lleve a una reproducción ampliada. despótico cuanto más reduce la técnica perfeccionada la tensión entre
Las quejas de los historiadores del arte y de los abogados de la cul- la imagen y la existencia cotidiana. La paradoja de la rutina disfraza-
tura respecto a la extinción de la fuerza creadora de estilos en Occi- da de naturaleza se percibe en todas las manifestaciones de la indus-
dente son pavorosamente infundadas. La traducción estereotipada de tria cultural, y en niuchas de ellas se puede tocar con la mano. Un mú-
R todo, incluso de aquello que aún no ha sido pensado, al esquema de sico de jazz que tiene que tocar un trozo de música seria, el más simple
la reproducibilidad mecánica supera el rigor y la validez de todo ver- minueto de Beethoven, lo sincopa involuntariamente y sólo accede, con
dadero estilo, con cuyo concepto los amigos de la cultura idealizan una sonrisa de superioridad, a tocar las notas preliminares. Esta «na-
como orgánico el pasado precapitalista. Ningún Palestrina habría po- turaleza~,complicada por las pretensiones, siempre presentes y ten-
dido perseguir la disonancia no preparada y no resuelta con el puris- dentes a la exageración, del medio específico, constituye el nuevo es-
mo con el que hoy un arreglista de jazz elimina todo giro que no que- tilo, es decir, «un sistema de la no-cultura; y a ella es a la que cabría
pa en su jerga. Si hace una adaptacion de Mozart al jazz, no se limita conceder incluso una cierta "unidad de estilo" si es que, claro está, el
a modificarlo allí donde es excesivamente difícil o serio, sino también hablar de una barbarie estilizada tuviese todavía sentido»'.
donde armonizaba la melodía de forma distinta, incluso de manera más - -

simple, de lo que hoy es usual. Ningún constructor medieval hubiera * Die Matadoren, plural de Matador (torero), palabra tomada del espafiol a través del
revisado los temas de las vidrieras de las iglesias y de las esculturas con francés y, como en este idioma, también usada figuradamente para referirse a un indi-
la desconfianza con que la jerarquía de los estudios cinematográficos viduo triunfador, un cabecilla o un protagonista de algo. [N. del T ]
l Nietzsche, U;zzeitgemasseBetrachtungen, en Werke, Grossoktaveausgabe, Leipzig,
examina un texto de Balzac o de Victor Hugo antes de recibir el irn- 1923, vol. 1, p. 187 [ed. cast. de A. Sánchez Pascual, Consideraciones irrtempestivas,
primatur que lo hace utilizable. Ningún capítulo habría asignado a las Madrid, Alianza, 1988, vol. 1, p. 371,
142 Dialéctica de ln Ilustiaciót~ 143
Ln industria cultural
La fuerza universalmente vinculante de esta estilización supera
de la forma. De ahí que el estilo de la industria cultural, que ya no
ya a la de las prescripciones y prohibiciones oficiosas; hoy se disculpa
necesita ponerse a prueba en ningún material que le oponga resis-
con más facilidad que una canción de moda no se atenga a los trein-
tencia. sea al mismo tiempo la negación del estilo. La reconciliación
ta y dos compases o al ámbito de la novena que el que esa canción
de lo universal y lo particular, de la regla y la pretensión específica
contenga incluso el más secreto detalle melódico o armónico extra-
del objeto, sólo en cuya realización el estilo adquiere contenido, es
iío al idioma. Todas las violaciones de los usos del oficio cometidas
vana porque no se llega ya a ninguna tensión entre los polos: los ex-
por Orson Welles le son perdonadas porque ellas, como incorrec-
tremos que se tocan forman una confusa identidad, y lo universal
ciones calculadas que son, afirman tanto más celosamente la validez
puede sustituir a lo particular y viceversa.
del sistema. La presión del idioma técnicamente condicionado que
No obstante, esta caricatura del estilo dice algo sobre el estilo «au-
estrellas y directores deben producir como naturaleza para que la na-
téntico,, del pasado. El concepto de estilo auténtico se evidencia en
ción pueda hacerlo suyo, se refiere a matices tan finos que casi al-
la industria cultural como equivalente estético del dominio. La idea
canzan la sutileza de los medios de una obra de vanguardia, mediante
del estilo como regularidad puramente estética es una fantasía re-
los cuales ésta, a diferencia de aquéllos, sirve a la verdad. La rara ca-
trospectiva dc los románticos. En la unidad del estilo, no sólo del Me-
pacidad de cumplir minuciosamnete las exigencias del idioma de la
dievo cristiano, sino también del Renacimiento, se expresa la estruc-
naturalidad en todos los sectores de la industria cultural se convier-
tura diversa de la violencia social, no la oscura experiencia de los
te en medida de la competencia. Lo que se dice y la forma de de-
dominados. en la que se hallaba encerrado lo universal. Los grandes
cirlo deben poder ser controlados desde el lenguaje ordinario. como
artistas no fueron nunca quienes encarnaron el estilo de la manera
en el positivisnio lógico. Los productores son expertos. .El idioma exi-
más resuelta y perfecta, sino aquellos que lo acogieron en su propia
ge la fuerza productiva más asombrosa, que él absorbe y desperdi-
obra como firmeza frente a la expresión caótica del sufrimiento, como
cia. El idioma ha superado satánicamente la distinción culturalmente
verdad negativa. En el estilo de las obras, la expresión ganaba la fuer-
conservadora entre estilo auténtico y estilo artificial. Artificial po-
za sin la cual la existencia pasaría inadvertida. Incluso aquellas obras
dría considerarse en todo caso un estilo que se imprimiese desde fue-
llamadas clásicas, como la música de Mozart, contienen tendencias
ra a los impulsos resistentes de la forma. Pero en la industria cultu-
objetivas que buscan algo distinto del estilo que encarnan. Hasta
ral el material surge, hasta en sus últimos elementos, del mismo
Schonberg y Picasso, los grandes artistas se han guardado la descon-
aparato del que brota la jerga en la que se vierte. Las querellas en
fianza hacia el es~iloy se han atenido, en lo esencial, menos a éste
que se enzarzan los especialistas artís~icoscon los patrocinadores y
que a la lógica del obje~o.Lo que expresionistas y dadaístas afirma-
los censores a propósito de una mentira demasiado increíble son tes-
ban polémicamente, la falsedad del estilo en cuanto tal, triunfa hoy
timonio no tanto de una tensión estética interna cuanto de una di-
en la jerga de la canción del crooner, en la gracia estudiada de las es-
vergencia de intereses. La fama del especialista. en la que a veces ha-
trellas del cine e incluso en la maestría de la instantánea fotográfica
lla refugio un último resto de autonomía objetiva, choca contra la
de la cabaiía miserable del labrador. En toda obra de arte el estilo es
política comercial de la Iglesia o del consorcio que produce la mer-
una promesa. Al entrar lo expresado, a través del estilo, en las formas
cancía cultural. Pero la cosa está ya, en su misma esencia, reificada
dominantes de la universalidad, en el lenguaje musical, pictórico o ver-
como aceptable antes de que se llegue al conflicto de las instancias.
bal, debe reconciliarse con la idea de la verdadera universalidad. Esta
Antes de que Zanuck* la comprase, Sama Bernardette brillaba en el
promesa de la obra de arte -la de crear verdad a través de la adhesión
campo visual de su poeta como un anuncio publicitario para todos
de la forma a las fórmulas socialmente transmitidas- es tan necesaria
los consorcios interesados. En esto han venido a parar los impulsos
como hipócrita. Ella pone como absolutas las formas reales de lo exis-
tente al pretender anticipar la plenitud en sus derivados estéticos. En
* Productor cinematográfico y cofundador de 20th Centuiy Pictuves. [A'. del Z,i esa medida, la pretensión del arte es también siempre ideología. Sin
144 Dialéctica de la Ilztstración

embargo, el arte no encuentra expresión para el sufrimiento de otra registrado en su diferencia por la industria cultural, forma ya parte
manera que en esa confrontación con la tradición, que cristaliza en de ésta como el reformador agrario- del capitalismo. La rebelión que
el estilo. El elemento de la obra de arte con el que ésta trasciende la tiene en cuenta la realidad se convierte en la marca de quien tiene una
realidad es, en efecto, inseparable del estilo; pero no radica en la ar- nueva idea que aportar a la industria. La esfera pública de la sociedad
monía producida, en la problemática unidad de forma y contenido, actual no permite llegar a ninguna acusación perceptible en cuyo tono
interior y exterior, individuo y sociedad, sino en aquellos rasgos en los perspicaces no se figuren ya la prominencia bajo cuyo signo el re-
los que aparece la discrepancia, en el necesario fracaso del apasiona- belde se reconcilia con ellos. Cuanto más profundo se hace el abismo
do esfuerzo por la identidad. La obra mediocre, en lugar de exponerse entre el coro y el vértice, con tanta mayor certeza habrá en éste un
a este fracaso, en el que el estilo de la gran obra de arte se ha visto puesto para todo aquel que sepa manifestar su propia superioridad me-
siempre negado, se ha asido siempre a la semejanza con las otras, se diante una originalidad bien organizada. Por eso sobrevive también
ha contentado con el sucedáneo de la identidad. La industria cultu- en la industria cultural la tendencia del liberalismo a seleccionar a sus
ral, en definitiva, absolutiza la imitación. Reducida a mero estilo, re- individuos más aptos. Abrir hoy camino a estos individuos capacita-
vela el secreto de éste: la obediencia a la jerarquía social. La barbarie dos es aún la función del mercado, por lo demás ya ampliamente re-
estética cumple hoy la amenaza que pesa sobre las creaciones del es- gulado, cuya libertad ya en su época de esplendor se reducía, en el
píritu desde que han sido reunidas y neutralizadas como cultura. Ha- arte como en cualquier otro ámbito, para los tontos a la libertad de
blar de cultura ha estado siempre contra la cultura. El denominador morir de hambre. No en vano procede el sistema de la industria cul-
común ((cultura))contiene ya virtualmente la captación, la cataloga- tural de los países industrializados más liberales. como también es en
ción y la clasificación que llevan la cultura al dominio de la admi- ellos donde triunfan todos sus medios característicos, especialmente
nistración. Sólo la subsunción industrializada -la subsunción conse- el cine, la radio, el jazz y las revistas ilustradas. Su avance sin duda se
cuente- es del todo adecuada a este concepto de cultura. Al subordinar debe a las leyes generales del capital. Gaumont y Pathé*, Ullstein y
todas las ramas de la producción espiritual de la misma manera a la Hugenberg** habían seguido, no sin fortuna, la tendencia interna-
finalidad única de cerrar los sentidos de los hombres, desde la salida cional: la dependencia económica del continente respecto a los EE.UU.
de la fábrica por la tarde hasta la llegada, a la mafiana siguiente, al re- tras la guerra y la inflación hicieron el resto. Creer que la barbarie de
loj controlador, con los sellos del proceso de trabajo que ellos mis- la industria cultural es una consecuencia del cultural lag, del atraso de
mos deben mantener a lo largo del día, esa subsunción realiza sar- la conciencia americana por detrás de la posición en la técnica, es pura
cásticamente el concepto de cultura unitaria que los filósofos de la ilusión. Más bien ocurría que la Europa prefascista iba rezagada en la
personalidad opusieron a la masificación. tendencia hacia el monopolio cultural. Pero precisamente gracias a este
D e este modo, la industria cultural, el estilo más flexible de to- atraso conservaba el espíritu un resto de autonomía. y sus últimos ex-
dos, se revela como el objetivo mismo del liberalismo, al que se le re- ponentes su existencia, por penosa que ésta fuera. En Alemania, la es-
procha falta de estilo. No se trata sólo de que sus categorías y conte- casa penetración del control democrático en la vida tuvo un efecto pa-
nidos hayan surgido de la esfera liberal, del naturalismo domesticado radójico. Muchas cosas quedaron al margen de aquel mecanismo del
como de la opereta y de la revista: los modernos consorcios cultura- mercado que se había desatado en los países occidentales. El sistema
les son el lugar económico donde, junto con los tipos de empresarios educativo alemán -incluidas las universidades-, los teatros artística-
correspondientes, sobrevive aún, por ahora, una parte de la esfera de mente influyentes, las grandes orquestas y los museos se hallaban bajo
la circulación, la cual se halla en curso de demolición. Ahí puede uno protección. Los poderes políticos, el Estado y los municipios, que
todavía hacer fortuna, con tal de que no se concentre demasiado en
su propio objetivo, sino que esté dispuesto a transigir. Lo que se re- * Industria cinematográfica francesa. [iV. del T.]
siste puede sobrevivir sólo en la medida en que se integra. Una vez ** Nombres de dos <<irnperiosxeditoriales alcmanes. [A! del T.]
146 Dialéctica de /B. Ilustracióii

habían recibido dichas instituciones corno herencia del absolutismo, lanta a la astucia de las instancias. Él sobrepuja en rigorismo al Hays
les habían reservado un trozo de aquella independencia respecto de las OJj;cer, igual que en las !grandes épocas el pueblo ha alentado instan-
relaciones de dominio declaradas en el mercado que les había sido con- cias mayores dirigidas contra t l mismo, como el terror de los tribuna-
cedida por los príncipes y senores feudales hasta bien entrado el siglo les. Él promueve a Miltey Rooney contra la trágica Garbo, y al pato Do-
XIX. Ello reforzó la posición del arte tardío frente al veredicto de la ofer- nald contra Betty Boop. La industria se adapta a los deseos por ella
ta y la demanda y aumentó su resistencia niucho más allá de la pro- misma suscitados. Lo que para una firma que a veces no puede explo-
tección efectiva. Incluso en el mercado, el tributo a la calidad 110 apro- tar hasta el fin el contrato con una estrella en declive sonfduxfrais, para
vechable y aún no corriente se convirlió en poder adquisitivo: de ahí el sistema en su totalidad son costes legítimos. Al sancionar astutamente
que honrados editores literarios y n~usicalespudieran interesarse por au- la demanda de fruslerías, el sistema inaugura la armonía total. La apti-
tores que no podían aportar mucho más que la estima de los entendi- tud y la competencia son proscritas como presunción de quien se cree
dos. Sólo la obligación de incorporarse sin cesar, bajo drástica amena- mejor que los demás, cuando la cultura ha repartido tan democrática-
za, como experto estético a la vida comercial ha puesto freno a los artistas. mente sus privilegios entre todos. Ante la tregua ideológica, el confor-
En otro tiempo, éstos firmaban sus cartas, coino ICant y Huine, como mismo de los consumidores, como la insolencia de la producción que
«humildísimos siervos)), mientras minabaii las bases del trono y el al- éstos mantienen en marcha, adquiere buena conciencia. Este confor-
tar. Hoy tratan a los jefes de Estado empleando su nombre de pila y inismo se contenta con la eterna reproducción de lo misnio.
son, en todos sus impulsos artísticos, siervos del juicio de sus jefes ile- Este «siempre lo mismo)) regula también la relación con el pa-
trado~.El análisis que hizo Tocqueville hace cien afios se ha confirrna- sado. Lo nuevo de la fase de la cultura de masas respecto a la fase
do entretanto plenamente. Bajo el monopolio privado de la cultura, «la liberal tardía consiste justamente en la exclusión de lo nuevo. La
tiranía deja el cuerpo y va derecha al alma. El amo ya no dice: "pensad máquina rueda sobre el misnio lugar. Mientras determina ya el con-
como yo o moriréis". Dice: "Sois libres de no pensar como yo. Vuestra sumo, descarta corno un riesgo lo que no se ha experimentado. Las
vida, vuestros bienes, todo lo conservaréis, pero a partir de ese día se- gentes del cine miran con desconfianza todo manuscrito que no se
réis un extrafio entre nos otros^^. El que no se adapta es golpeado con base en un tranquilizador best-seller. Precisamente por eso se habla
una impotencia económica que se prolonga en la impotericia espiritual siempre de idea, novelty y surprise, de aquello que es archiconoci-
del solitario. Apartado de la industria, es fácil convencerlo de su insu- do y a la Tez no ha existido nunca. Para ello sirven el tempo y el
ficiencia. Hoy, mientras en la producción material el mecanismo de la dinamismo. Nada debe seguir como antes, todo debe transcurrir in-
oferta y la demanda se disuelve, en la superestructura actúa como con- cesantemente. estar en movimiento. Pues sólo el triunfo universal
trol a favor de los que dominan. Los consuinidores son los obreros y del ritmo de producción y reproducción mecánicas garantiza que
los empleados, los agricultorcs y los pequeííos burgueses. La produc- nada cambie, que no surja nada que no se adecue. Las posibles adi-
ción capitalista los absorbe de tal modo en cuerpo y alma, que se so- ciones al inventario cultural ya experimentado son demasiado es-
meten sin resistencia a todo lo que se les ofrece. Pero lo mismo que los peculativas. Los tipos formales congelados, como el sketch, la his-
dominados siempre se han tomado la moral que les venía de los seño- toria corta, la película de tesis y la canción de moda son la medida,
res más en serio que éstos mismos, hoy las masas engafiadas sucumben, hecha normativa y amenazadoramente impuesta, del gusto liberal
más aún que los afortunados, al mito del éxito. Las masas tienen lo que tardío. Los gigantes de las agencias culturales, que armonizan en-
desean. Por eso se aferran si11 dudarlo a la ideología con la que se las tre sí como sólo un manager con otro, independientemente de que
esclaviza. El funesto apego del pueblo al mal que se le hace se ade- éste proceda del ramo de la confección o del college, han saneado

A. de Tocqueville, De la Démocratie en íimérique: París. 1864, vol. 11, p. 15 1 [ed. cast. * Organización estadounidense. instituida en 1934, que promulgó un código mo-
de R. Viejo Viñas, Ln democracia r77América, Madrid; Xkal, 2007. pp. 312-3131, ral para el cine. [Ar.de[ T,i
148 Dialéctica de la Ilustración Ln industria cultzual 149

y racionalizado desde hace tiempo el espíritu objetivo. Es como si Goodman debe presentarse con el cuarteto de cuerda de Budapest y
una instancia omnipresente hubiese ordenado el material y esta- tocar con ritmo más pedante que cualqiiier clarinetista de orquesta
blecido el catálogo oficial de bienes culturales que recoge sucinta- filarmónica, mientras los de Budapest tocan de forma tan lisa y ver-
mente las series disponibles. Las ideas están escritas en el cielo de tical y tan melosamente como Guy Lombarda*. Lo notable no son
la cultura, en el que fueron ya dispuestas y numeradas por Platón, la crasa incultura, la estupidez o la rusticidad. Las bagatelas de an-
más aún, convertidas en números, fijos e invariables. taño han sido eliminadas por la industria cultural gracias a su mis-
La diversión y todos los elementos de la industria cultural han ma perfección, a la prohibición y a la domesticación del diletantis-
existido mucho antes que ésta. Ahora son retomados desde arriba y mo, aunque ella cometa sin cesar gruesos deslices, sin los cuales no
puestos a la altura de los tiempos. La industria cultural puede vana- sería concebible un nivel alto. Pero lo nuevo está en que los elementos
gloriarse de haber llevado a cabo con energía, y haber erigido en prin- irreconciliables de la cultura, arte y distracción, son reducidos, me-
cipio, la a menudo poco hábil transposición del arte a la esfera del :
diante su subordinación al fin, una única y falsa fórmula: a la to-
consumo, así como de haber despojado a la diversión de sus inge- talidad de la industria cultural. Esta consiste en repetición. El hecho
nuidades más molestas y haber mejorado la hechura de las mercan- de que sus innovaciones características se reduzcan siempre y en to-
cías. Cuanto más total ha llegado a ser, cuanto más despiadadamen- das partes a mejoramientos de la reproducción en masa no es algo
te ha obligado a todo outsider o a quebrar o a entrar en la corporación, externo al sistema. Con razón el interés de innumerables consumidores
tanto más fina y elevada se ha vuelto, hasta terminar en una síntesis se concentra en la ténica, no en los contenidos siempre repetidos, mer-
de Bcethoven y Casino de París. Su triunfo es doble: lo que fuera ex- mados y ya medio abandonados. El poder social que los espectadores
tingue como verdad, puede dentro reproducirlo a voluntad como veneran se manifiesta más eficazmente en la omnipresencia del este-
mentira. El arte «ligero» como tal, la distracción, no es una forma reotipo impuesta por la técnica que en las rancias ideologías, a las que
degenerada. Quien lo acusa de traición al ideal de la pura expresión deben representar los efímeros contenidos.
se hace ilusiones sobre la sociedad. La pureza del arte burgués, que No obstante, la industria cultural sigue siendo la industria de la
se hipostasió como reino de la libertad en oposición a la praxis ma- diversión. Su poder sobre los consumidores está mediatizado por la di-
terial, fue pagada desde el principio con la exclusión de la clase in- versión; el cual es finalmente disuelto no por un mero dictado, sino
ferior, a cuya causa -la verdadera universalidad- el arte sigue siendo por la hostilidad, inherente al principio mismo de la diversión, ha-
fiel justamente liberando de los fines de la falsa universalidad. El arte cia todo lo que sea más que ella. Como la introducción de todas las
serio se ha negado a aquellos para quienes la miseria y la opresión de tendencias de la industria cultural en la carne y la sangre del público
la existencia convierten la seriedad en burla y se sienten contentos se realiza a través del entero proceso social, la supervivencia del mer-
cuando pueden emplear el tiempo que no pasan en el tajo en dejar- cado en esta rama actúa promoviendo dichas tendencias. La deman-
se llevar. El arte ligero ha acompañado como una sombra al arte au- da ilo ha sido sustituida aún por la simple obediencia. La gran reor-
tónomo. Es la mala conciencia social del arte serio. Lo que éste tuvo ganización del cine antes de la Primera Guerra Mundial -condición
que perder de verdad en razón de sus premisas sociales da a aquél una material de su expansión- consistió justamente en la adaptación cons-
apariencia de legitimidad. La escisión misma es la verdad: ella expresa ciente a las necesidades del público registradas cual entradas en caja,
al menos la negatividad de la cultura a que dan lugar, sumadas, las las cuales en los días de los pioneros de la pantalla apenas se creía que
dos esferas. Esta antítesis en modo alguno se puede conciliar inclu- hubiera que tener en cuenta. A los capitanes del cine, que hacen siem-
yendo el arte ligero en el serio o viceversa. Pero esto es lo que intenta pre la prueba sólo sobre sus propios ejemplos, sus éxitos más o me-
hacer la industria cultural. La excentricidad del circo, del museo de nos fenomenales, y se guardan prudentemente de hacerlo sobre el
cera y del burdel con respecto a la sociedad le resulta tan molesta como
la de Schonberg o la de Karl Kraus. Por ello, el músico de jazz Benny * Director de orquesta que gozó de gran popularidad. [N. del T ]
ejemplo contrario, sobre la verdad, les parece así aún hoy. Su ideolo- tras las películas de Greer Garson y Bette Davis derivan aún de la uni-
gía es el negocio. En ello es cierto que la fuerza de la industria cultu- dad del caso psicológico-social algo así como la exigencia de una ac-
ral reside en su unidad con la necesidad creada, y no en la simple opo- ción coherente, aquella teridencia se ha impuesto plenamente en el
sición a ella, aunque esta oposición fuera la de omnipotencia e texto de la noz,r1ty sonf, en el cine policiaco y en los dibujos anima-
impotencia. La diversión es la prolongación del trabajo bajo el capi- dos. La idea misma es, como los objetos de lo cómico y de lo aterra-
calismo tardío. Es buscada por quien quiere apartarse al proceso de dor, masacrada y desmembrada. Las noz~rltysongs han vivido siempre
trabajo mecanizado para poder estar de nuevo a tono con él. Pero, al del sarcasmo hacia el significado que ellas, como precursoras y suce-
mismo tiempo, la n~ecanizaciónha adquirido tal poder sobre el in- soras del psicoanálisis, indefectiblemente reducen al simbolismo se-
dividuo que disfruta del tiempo libre y su felicidad, determina tan fun- xual. En las películas policiacas y de aventuras ya no se concede hoy
damentalmente la fabricación de los productos para la diversión, que al espectador asistir a un proceso de ilustración. Debe contentarse, in-
ese individuo ya no puede experimentar otra cosa que la percepción cluso en las producciones no irónicas del género, con el sobresalto que
de las imágenes eil él persistenres del proceso mismo de trabajo. El le producen situaciories apenas relacionadas entre sí.
supuesto contenido no es más que uria pálida fachada; lo que deja hue- Los dibujos animados fueron una vez exponentes de la fantasía
lla en las mentes es la sucesión automática de operaciones reguladas. contra el racionalismo. Ellos hicieron a la vez justicia a los animales
Del proceso de trabajo en la fábrica y en la oficina sólo es posible es- y a las cosas electrizados por su técnica al prestar a los seres mutila-
capar amoldándose a él en el ocio. Toda diversiór-i se resiente de esta dos una segunda vida. Hoy no hacen sino confirmar la victoria de la
realidad. El placer se petrifica en aburrimiento, pues para seguir sien- razón tecnológica sobre la verdad. Hace pocos anos tenían acciones
do tal 110 ha de costar esf~~erzo, debiendo discurrir por los carriles de consistentes, que sólo en los últimos minutos se disolvían en el tor-
las asociaciones habituales. El espectador no ha de necesitar ningún bellino de la persecución. Su modo de proceder se asemejaba en esto
pensamiento propio: el producto indica toda reacción: no en virtud al viejo esquema de la slupstick cornedy**. Pero ahora las relaciones
de su contexto objetivo -éste se desmorona en cuanto implica al pen- temporales se han desplazado. Ya en las primeras secuencias del cine
samiento-, sino por medio de señales. Toda conexión lógica que exi- de dibujos animados se anuncia un motivo de la acción para que, en
ja esfuerzo intelectual es cuidadosarnente evitada. Los desarrollos de- el curso de la misma, se pueda practicar sobre él la destrucción: en
ben seguirse a ser posible de la situación inmediatamente anterior, y medio del vocerío del público el protagonista es arrojado como un
no de la idea del todo. No hay ninguna acción que se resista al em- trapo. De ese modo, la cantidad de la diversión organizada se con-
pefio de los colaboradores en extraer de la escena particular todo lo vierte en la calidad de la crueldad organizada. Los censores autode-
que en ella puedan encontrar. Al final aparece como peligroso inclu- signados de la industria cinematográfica, unidos a ésta por afinidad
so el esquema, en la medida en que haya instituido un contexto de electiva, vigilan e s ~ r u ~ u l o s a n ~ e rlai tduración
e del crimen prolonga-
significado, por pobre que sea, allí donde sólo la ausencia de sentido do como espectáculo de caza. El regocijo excluye el placer que su-
es aceptable. A menudo se le niega maliciosamente a la acción la con- puestamente podría proporcionar la visión del abrazo y aplaza la sa-
tinuación que los caracteres y el asunto exigían en el esquema inicial. tisfacción para el día delpogrorn. Si los dibujos animados tienen otro
En lugar de ello se elige en cada caso, como paso siguiente, la idea efecto además del de acostumbrar los sentidos al nuevo tempo, es el
aparentemente más eficaz de las que a los guionistas se les han ocu- de martillear en todos los cerebros la vieja sabiduría de que la paliza
rrido para la situación dada. Una sorpresa tontamente inventada irrum- continua y la eliminación de toda resistencia individual, es condición
pe en la acción cinematográfica. La tendencia del producto a recurrir de la vida en esta sociedad. En los dibujos animados el pato Donald
malignameilte al puro absurdo, en el que tuvo parte legítima el arte
popular, la farsa y la payasada hasta Chaplin y los hermanos Marx,
$ Cancióii de moda con elementos humorísticos. [N.
del TI
aparece del modo más evidente en los géneros menos cultivados. h,lien- Comedia bullanguera y chocarrera. [N.
dtl T ]
recibe, como los desdichados en 13 reaiidad, su tuiida para que los es- pl>~iipocolas obr;is de arte consistían e n exhibiciones sexu;iles. l'ero al
pectadores se acostu~iibrer~ a las que ellos reciben. representar la privacióil como algo negativo, cn cicrto modo revoca-
La diversióri ante la violenci;i que sufre el personiije se coil\iiei.te ban la niortificación del instinto y salvaban lo negado en cuanto nic-
e11 violencia contra el espectador, y la distracción eii esfuerzo. Al ojo diatizado. Tal es el secreto dc la s~iblimaciónestética: representar la ple-
fatigado n o dcbe escapársele liada que los cxpertos hayan inventado nitud a través de su negación. Pero la industria cultural no sublima,
como estimulante; u n o no debe mostrarse en ningún momento in- reprime. Al exponer una y otra vez lo deseado -el seno en el suéter y
genuo ante la astucia de la representacióii; ha de poder seguir en toda el torso desnudo del héroe deportivo- no hace más que excitar el pla-
ocasión el hilo y tener él mismo esa agilidad que la representación cer preliminar no sublimado que, por el hábito de la privación, ha que-
exhibe y recomienda. C o n lo cual se puede dudar de si la misma in- dado e n gran medida estropeado y reducido a placer masoquista. 1Vo
dustria cultural cumple a ú n la función de distraer, de la que tanto hay ninguna situación erótica que no una a la alusión y la excitación
se jacta. Si la mayor parte de las radios y los cines se cerrasen, pro- la advertencia precisa de que jamás se debe llegar a ese punto. El Hdy
bablemente los consumidores n o sentirían demasiado su falta. Des- Ofice no hace más que confirmar el ritual que la industria cultural ya
pués de todo, el camino de la calle al cine no conduce ya a un inun- ha establecido: el de T'ántalo. Idas obras de arte son ascéticas e impú-
do de ensuefio, y si las instituciones dejasen de obligar, por el solo dicas; la indusrria cultural es pornográfica y mojigata. Así, ella reduce
hecho de existir, a servirse de ellos, no se suscitaría un deseo tan gran- el amor al romance. Y así reducidas permite muchas cosas, incluso el
d e de ellos. Esta clausura n o sería un reaccionario asalto a la máqui- libertinaje como especialidad corriente, en porciones y con la etique-
na. Desil~isioiiadosse sentirían 110 tanto sus entusiastas como aque- ta de ddring. La producción e n serie de lo sexual genera automática-
llos e n los que, por l o demás, todo se venga: los atrasados. Al ama de mente su represión. La estrella de cine de la que uno debería enanio-
casa, la oscuridad del cine le ofrece, a pesar de las películas destinadas rarse es, en su ubucuidad, desde el principio una copia de ella misma.
a integrarla, un refugio donde puede permanecer unas horas sin que Toda voz de tenor suena ya corno un disco de Caruso, y los rostros
nadie la controle, igual que antaiío, cuando aún había viviendas y tar- de las jóvenes de Texas se asemejan ya, en su aspecto natural, a los
des de fiesta, las pasaba mirando por la ventana. Los desocupados de modelos más exitosos, conforme a los cuales serían clasificados e n
los grarides centros encuentran fresco en verano y calor en invierno en Hollywood. La reproducción mecánica de lo bello, a la que sirve tan-
los locales con temperatura regulada. Fuera de esto, el abultado apa- t o más ineludiblemerire la exaltación reaccionaria de la cultura en
rato de la diversión n o hace, ni siquiera sobre la base de lo existente, su sistemática idolatría de la individualidad, n o deja ningún espa-
más humana la vida a los hombres. La idea de <<agotar* las posibilida- cio a la inconscieiite idolatría a cuyo cumplimiento estaba ligado lo
des técnicas dadas, de aprovechar plenamerite las capacidades existeii- bello. El triunfo sobre l o hello es realizado p o r el humor, por la ale-
tes para el consurno estético de masas, forma parte del mismo sistema gría que se sieiite en el mal ajeno, e n cada privación conseguida. Es
económico que rechaza el aprovechamiento de esas capacidades cuan- un reírse del hecho de que n o hay nada de q ~ i éreírse. La risa, re-
d o se trata de acabar con el hambre. conciliada o terrible, acompaña siempre al m o m e n t o e n que se des-
La industria cultural defrauda continuamente a sus coiisumidores vanece u n miedo. Ella anuncia la liberación, ya sea del peligro físi-
respecto a aquello que continuaniente les promete. La letra por el pla- co, ya de las redes de la lógica. La risa reconciliada resuena como el
cer, librada por la acción y la esceriificación, es prorrogada indeiini- eco de haber logrado escapar al poder; la terrible vence el miedo pa-
dainente: la promesa en que el cspecráculo propianiente consiste deja sándose a las insrancias que hay que temer. Es el eco del poder como
enrcnder maliciosame~iteque nunca sc Ilesa a la cosa iiiisrna, que rl fuerza ineliiccablc. La brorna cs u n haíío rcconh)rtante. La industria
invitado debe contentarse con la lectura de la carta del menú. Al de- cic la diversióri lo recoriiienda contiriuameritc. E,n ella, la risa se cori-
seo que excitan los espléndidos nombres e imágenes se lc sirvc al final vierte en instrumento de engaiio a la felicidad. Los momentos di:
sólo el elogio de la gris cotidianid;id de la que aquel quería escapar. felicidad no la conoccn; sólo las operetas, y inás tarde el cine, pre-
e
Dialéctica de la Zkstraciór,

sentan el sexo con carcajadas. Baudelaire, e n cambio, tiene tan poco


humor como Holderlin. En la falsa sociedad, la risa ha atacado a la ya no es el puritanismo, aunque continúe Iiaciéndose valer en for-
1
felicidad como una enfermedad, y la arrastra consigo a su indigna ma de asociaciones femeninas, sino la necesidad intrínseca al sis-
totalidad. Reírse por algo es siempre burlarse, y la vida que, según tema de no dejar en paz al consumidor, de no darle ni un solo ins-
Bergson, rompe en la risa la corteza endurecida, es en realidad la vida tante la sensación de que es posible oponer resistencia. El principio
bárbara que irrumpe, la autoafirinación que en el encuentro amis- del sistenia ordena presentarle todas las necesidades como suscep-
toso se arreve a celebrar su liberación de todo escrúpulo. El colec- tibles de ser satisfechas por la industria cultural, mas, por otra par-
tivo de los que ríen parodia a la humanidad. Son mónadas, cada una te, organizar previamente esas mismas necesidades de ral forma que
de las cuales se entrega al placer de estar dispuesta a todo a costa de en ellas se experimente a sí mismo sólo como eterno consumidor,
rodas las demás y con el respaldo de la mayoría. En semejante ar- como objeto de la industria cultural. Ésta no sólo le persuade de
monía ofrecen la caricatura de la solidaridad. Lo diabólico de la risa que su engano es la satisfacción de la necesidad, sino que además
falsa radica justamente en el hecho de que ella parodia eficazmente le indica que en cualquier caso debe contentarse con lo que se le
incluso lo mejor: la reconciliación. El placer, en cambio, es severo: ofrece. C o n la huida de la vida cotidiana que la industria cultural,
res severa verum xr7udit~m*.La ideología de los conventos, según la en todas sus ramas, promete facilitar sucede coino coi1 el rapto de
cual no es la ascesis sino el acto sexual lo que implica ln renuncia a la hija en la revista humorística americana: el padre mismo sostie-
la felicidad accesible, se ve confi rmada negativamente por la serie- ne la escalera en la oscuridad. La industria cultural ofrece como pa-
dad del amante que, lleno de presentimientos, hace pender su vida raíso la misma vida cotidiana. E-~capey elopement deben desde el
del instante fugitivo. La industria cultural pone la renuncia jovial principio reconducir al punto de partida. La diversión promueve
en el lugar del dolor, que está presente tanto en la embriaguez como en la resignación que en ella se quisiera olvidar.
13 ascesis. La ley suprema es que los individuos no alcancen de nin- La diversión enteramente liberada sería no sólo lo opuesto al arte,
gún modo lo que desean, y justamente con ello deben reír y con- sino también el extremo que lo toca. El absurdo a la manera de Mark
tentarse. La permanente renuncia que la civilización ordena es rei- 'Twain, con el que a veces coquetea la industria cultural americana,
teradamente impuesta y demostrada de modo inequívoco a los a ella podría ser un correctivo del arte. Cuanto más en serio se toma éste
sometidos en toda exhibición de la industria cultural. Ofrecerles algo su oposición a la existencia, tanto niás se asemeja a la seriedad de la
a ésios y privarles de ello es una y la misma cosa. Tal es el efecto de
todo el aián erótico. Justamente porque no puede producirse jamás,
todo gira en torno al coito. Admitir, por ejemplo, en una película
~1 existencia, a su opuesto: cuanto más se empefia en desarrollarse pu-
ramente a parrir de su propia ley formal, tanto mayor es el esfuerzo
de comprensión que exige, cuando su fin era justamente negar el peso
i del esfuerzo y el trabajo. En algunos musicales americanos, pero so-
una relación ilegítima sin que los culpables reciban el justo castigo
está marcado por un tabú más rígido que el de que el futiiro yer- bre todo en la farsa y en losfi~nnies*,centellea por momentos la po-
no del millonario participe en el movimiento obrero. En contras- sibilidad de esta negación. Pero no se debe llegar a su realización.
te con la era liberal, la cultura industrializada puede, como la na- Lo que la pura diversión implica -el despreocupado abandonarse a
cional, permitirse la indignación frente al capitalismo, pero no la las más variadas asociaciones y a felices absurdos- está excluido de
renuncia a la amenaza de castración. Esta últinia constituye toda la diversión corrien~e:es impedido por el sucedáneo de un senrido
su esencia. Ella sobrevive a la relajación organizada de las costum- coherente que la industria cultural se obstina en dar a sus produc-
ciones al tiempo que, haciendo un guifio al espectador, lo maneja
bres frenre a los hombres de uniforme en las películas alegres pro- ¡ como mero pretexto para la aparición de las estrellas. Tramas bio-
ducidas para ellos y finalmente en la realidad. Lo que hoy decide
gráficas y de otro género unen los trozos de absurdo en una acción
* La verdadera alegría cs ausrera. Séneca, Cuitas a Lucilio, carta 23. [N. de/ T j 1
* Páginas con chistes y tiras de cómics en los periódicos. [N. ddrl T j
156 Dialéctica de la IIrtstración La industria cultttral

imbécil. En ella no se oye el tintineo del gorro de cascabeles del bu- más, en el espectáculo, sobre el mozo apuesto, el ingeniero, la mu-
fón, sino el del manojo de llaves de la razón capitalista, que incluso chacha excelente, la desconsideración disfrazada de carácter, los in-
en la imagen vincula el placer a los fines del éxito. En el musical ci- tereses deportivos y, finalmente, los automóviles y los cigarrillos in-
nematográfico, cada beso debe contribuir al éxito del boxeador o de cluso cuando el espectáculo no se hace a cuenta de la publicidad de
algún experto en canciones, cuya carrera es exaltada. El engaño no sus directos productores, sino a cuenta de la publicidad del sistema
radica, pues, en que la industria cultural sirva distracción, sino en en su totalidad. La diversión misma se alinea entre los ideales, ocu-
que eche a perder el placer al quedar ligada, por su celo comercial, pa el lugar de los bienes más altos, que ella misma quita completa-
a los clichés de la cultura que se liquida a sí misma. La ética y el buen mente a las masas repitiéndolos de forma aún más estereotipada que
gusto ponen en entredicho la diversión sin trabas por ((ingenua))-la las frases publicitarias privadamente costeadas. La interioridad, la for-
ingenuidad está tan mal vista como el intelectualismo- y limitan in- ma subjetivamente limitada de la verdad, estuvo siempre sometida,
cluso la potencialidad técnica. La industria cultural es perversa, pero más de lo que ella imaginaba, a los señores exteriores. La industria
no como Babel pecadora, sino como catedral de la alta diversión. En cultural la reduce a mentira patente. Ya sólo se la experimenta como
todos sus niveles, desde Herningway hasta Emil Ludwig*. desde Mrs. palabrería que se tolera corno ingrediente molesto-agradable en los
Miniver** hasta Lone Rangers**, desde Toscanini hasta Guy Lom- best-sellers religiosos, en las películas psicológicas y en los women se-
bardo, la falsedad habita en el espíritu que el arte y la ciencia reci- rial~,para poder dominar con mayor seguridad los propios impulsos
ben ya confeccionado. La huella de lo mejor la conserva la industria humanos en la vida real. En este sentido, la diversión lleva a cabo la
cultural en los rasgos que la aproximan al circo, en el hacer tozudo purificación de los afectos que Aristóteles atribuia ya a la tragedia y
e insensato de jinetes, acróbatas y payasos, en la «defensa y justifi- Mortimer Adler* al cine. Igual que sobre el estilo, la industria cul-
cación del arte corporal frente al arte espiritual»3. Pero las guaridas tural descubre la verdad sobre la catarsis.
de este arte sin alma, que representa a lo humano frente al mecanismo
social, son levantadas sin contemplaciones por una razón planifica- Cuanto más sólidas se vuelven las posiciones de la industria cul-
dora que obliga a todo a declarar su significado y función. Ella hace tural, tanto más sumariamente puede permitirse proceder con las ne-
desaparecet abajo lo carente de sentido de forma tan radical como cesidades de los consumidores, producirlas, dirigirlas, disciplinarlas,
arriba el sentido de las obras de arte. suspender incluso la diversión: para el progreso cultural no existe aquí
B
La actual fusión de cultura y entretenimieilto no se realiza sólo límite alguno. Pero la tendencia a ellos es inmanente al principio mis-
como depravación de la cultura, sino también como espiritualización mo de la diversión en cuanto burgués e ilustrado. Si la necesidad de
forzada de la diversión. Esto se ve ya en el hecho de que se asista a diversión era producida en gran medida por la industria que alaba-
ella sólo a través de reproducciones: de la fotografía en el cine y de ba ante las masas la obra por el tema, la cromolitografía por la go-
la gtabación en la radio. En la época de la expansión liberal, la di- losina reproducida y, viceversa, los polvos para hacer flanes por la re-
versión vivía de la fe inquebrantable en el futuro: todo seguiría así producción de los flanes mismos, en la diversión siempre se ha dejado
y, no obstante, iría a mejor. Hoy la fe vuelve a espiritualizarse; se hace notar el manejo comercial, el sdles t d k , la voz del charlatán de feria.
tan sutil que pierde de vista toda meta y queda reducida al fondo dorado Pero la afinidad originaria entre el negocio y la diversión se muestra
que se proyecta detrás de lo real. Ella se compone de los acentos de en el significado de esta última: en la apología de la sociedad. Di-
significado que, paralelamente a la vida misma, se colocan una vez vertirse significa estar de acuerdo. La diversión es posible sólo cuando
* Escritor de biografías populares. [N del T ] se hermetiza frente al todo del proceso social, se hace estúpida y re-
** Figura titular de un serial radiofónico. [N del T] l
***Figura titular de iiri serial radiofónico del Oeste. [N. del T/ 1 * Filósofo y educador estadounidense que teorizó sobre el valot educativo del cine.
j F. Wedekirid, Gesammelte Wérke, vol. IX, Munich, 1921, p. 426.
, [N. del TI
1
La industrid cultural 159

nuncia absurdamente desde el principio a la pretensión inevitable de ingenua identificación, ésta se ve al instante desmentida. Nadie pue-
toda obra, incluso de la más insignificante, de reflejar en su propia de ya perderse. En otro tiempo, el espectador de cine veía su propia
limitación el todo. Divertirse significa siempre no tener que pensar boda en la del otro. Ahora, los personajes felices de la pantalla son
y olvidar el sufrimiento incluso allí donde se muestra. La impoten- ejemplares de la misma especie que cualquiera del público, pero jus-
cia está en su base. Es, en verdad, huida, pero no, como se afirma, tamente en esta igualdad queda establecida la separación insupera-
huida de la mala realidad, sino del último pensamiento de resisten- ble de los elementos humanos. La perfecta semejanza es la absoluta
cia que esa realidad haya podido dejar aún. La liberación que pro- diferencia. La identidad de la especie prohíbe la identidad de los ca-
mete la diversión es liberación del pensamiento en cuanto negación. sos individuales. La industria cultural ha realizado malignamente al
La insolencia de la exclamación retórica: «¡Hay que ver lo que la gen- hombre como ser genérico. Cada uno es sólo aquello en virtud de lo
te quiere!)),consiste en que se remite, como a sujetos pensantes, a las cual puede sustituir a cualquier otro: fungible, un ejemplar. Él mis-
mismas personas a las que la industria cultural tiene como tarea es- mo es como individuo lo absolutamente sustituible, la pura nada, y
pecífica alejarlas de la subjetividad. Incluso allí donde el público al- justamente eso es lo que llega a sentir cuando, con el tiempo, va per-
guna vez protesta contra la industria del entretenimiento, se trata sólo diendo la semejanza. Con ello se modifica la composición interna de
de la ausencia de resistencia, hecha coherente, a la que ella misma lo la religión del éxito, a la que, por lo demás, sigue fuertemente asido.
ha acostumbrado. No obstante, la tarea de mantenerlo a raya se ha En lugar del camino per aspera a d astra, que implica dificultad y es-
hecho cada vez más difícil. El progreso del entonteciiniento no pue- fuerzo, se impone más y más el premio. El elemento de ceguera en
de quedar detrás del progreso simultáneo de la inteligencia. En la era la decisión rutinaria sobre aué canción se convertirá en canción de
~ ~

de la estadística, las masas están demasiado escarmentadas como para moda, o sobre qué comparsa podrá figurar como heroína, es solem-
identificarse con el millonario de la pantalla, y demasiado estupidi- nizado por la ideología. Las películas subrayan el azar. Al imponer
zadas como para desviarse, aun ligeramente, de la ley de los grandes la ideología la esencial igualdad de sus caracteres -con la excepción
números. La ideología se escoilde en el cálculo de probabilidades. No del infame- hasta llegar a la exclusión de las fisonomías detestables
a codos debe llegar la fortuna, sino sólo a aquel al que le ha tocado (aquellas, como la de la Garbo por ejemplo, a las que no parece que
la suerte, o más bien a aquel que ha sido designado para ella por u n se pueda saludar con un «bello s i s t e r ~ )hace
, en principio la vida más
poder superior, normalmente por la misma industria del entreteni- fáLil a los es~ectadores.Se les asegura que no necesitan ser distintos
u .

miento, que es presentada como buscadora incesante de un afortu- de lo que son, y que también ellos podrían conseguir cosas, sin que
nado. Las figuras descubiertas por los cazadores de talentos, y luego se pretenda de ellos aquello para lo que se saben incapaces. Pero al
lanzadas a lo grande por el estudio cinematográfico, son los tipos mismo tiempo se les advierte de que el esfuerzo no sirve para nada,
ideales de la nueva clase media dependiente. La starlet debe simbo- porque incluso la felicidad burguesa no tiene ya ninguna relación con
lizar a la empleada, pero de tal manera que para ella, a diferencia de el resultado calculable de su propio trabajo. Y entienden la adver-
la verdadera empleada, el gran abrigo de noche parezca hecho a me- tencia. En el fondo, todos reconocen el azar, por el que uno hace su
dida. D e ese modo, la estrella no sólo representa para la espectado- fortuna, como la otra cara de la planificación. Justamente porque las
ra la posibilidad de que también ella pueda aparecer un día en la pan- fuerzas de la sociedad han alcanzado ya un grado tal de racionalidad,
talla, sino también, y de forma más palmaria, la distancia que las que cualquiera podría ser un ingeniero o un directivo, el acto de de-
separa. Sólo a una le puede tocar la suerte, sólo uno es famoso, y, cidir la sociedad auién recibirá la instrucción y la confianza necesa-
aunque todos tienen matemáticamente la misma probabilidad, ésta rias para desempeiíar tales funciones se ha vuelto de todo punto irra-
es para cada uno tan mínima que hará bien en no contar con ella y cional. Azar y planificación se hacen idénticos, pues, ante la igualdad
alegrarse de la suerte del otro, que bien podría ser él mismo y, sin de los hombres, la felicidad o infelicidad del individuo, hasta la del
embargo, nunca lo es. Donde la industria cultural invita aún a una que está en la cumbre, pierde toda significación económica. El azar
La irzdmio ci<lturnl 161

mismo es planificado: no que recaiga sobre este o aquel detcrmina- comprometerse con algo que no pueda ser verificado, sirve de ins-
do individuo, sino justamente que se crea en su gobierno. Eso sirve trumento de dominio. Ella se convierte en la proclamación enérgi-
de coartada para los planificadores y suscita la apariencia de que en ca y sistemática de lo que existe. La industria cultural tiende a pre-
el tejido de transacciones y medidas en que ha sido ttansforrnada la sentarse como una suma de enunciados protocolares, y de ese modo
vida hay aún cabida para relaciones directas y espontdneas entre los justamente como profeta irrebatible de lo existente. Ella serpentea
hombres. Semejante libertad es simbolizada en los diferentes medios con extraordinaria habilidad entre los escollos de la información fal-
de la industria cultural por la selección arbitraria de casos ordinarios. sa e identificable y de la verdad manifiesta, repiriendo fielmente el
En los detallados informes de las revistas sobre el modesto, pero es- fenómeno con cuyo espesor se impide el conocimiento y estable-
pléndido, viaje de placet de la persona aiortunada (por lo senetal, ciendo como ideal el fenómeno continuamente omnipresente. La
una mecanógra6d que acaso ganó el concurso gracias a sus telaciones ideología se escinde en la fotografía de la terca realidad y en la pura
con los magnares locales) organizado por la revista misma, se refleja mentira de su significado, la cual n o es formulada e ~ ~ l í i i t a m e n t e ,
la impotencia de todos. Todos son hasta tal punto mero material, que sino sugerida e inculcada. Para demostrar la divinidad de lo real no
los poderosos pueden acoger a uno en su cielo y luego arrojarlo de se hace más que repetirlo cinicamenre. Esta prueba fotoldgica no es
alli: sus derechos y su trabajo no valen pata nada. La industria está ciertamente concluyenre, pero si avasalladora. Quien anre el podet
interesada en los hombres sólo en cuanto clientes y empleados suyos de la monotonía aún duda, es un loco. La industria cultural es ca-
y d e hecho ha reducido a la humanidad en general, y a cada uno de paz de rechazar tanto las objeciones contra ella misma como las di-
sus elementos, a esta fórmula que lo resume todo. S e ~ ú nque aspec-
. , A . rigidas contra el mundo que ella duplica iniiitencionadarnente. Sólo
to sea determinante en cada caso, en la ideología se acentúa la pla- se tiene la alternativa de colaborar o quedat apartado: los provin-
nificación o el azar, la tecnica o la vida, la civilización o la naturale- cianos que, en contra del cine y de la radio, recurren a la eterna be-
za. Como empleados se les hace pensar en la organización racional lleza y al teatro de aficionados, están políticamente ya en el punto
y se les anima a adaptarse a ella con sano sentido común. Como clien- hacia donde la cultura de masas está empujando ahora a los suyos.
tes se les muestra a través de aconteceres humanos privados, en la pan- Ésta es lo suficientemente fuerte como para burlarse y servirse de
ralla o en la prensa, la libertad de elección y el atractivo de lo aún los viejos suefios, del ideal de padre o del sentimiento incondicio-
no clasificado. En cualquier caso no dejan de ser objetos. nado, como ideología según su necesidad. La nueva ideologla tiene
Cuanto menos tiene la industria cultural que prometer, cuanto al mundo en cuanto tal como objero. Ella adopta el culto del hecho
menos puede mostrar una vida con sentido, tanto más vacía se vuel- cuando se limita a elevar la mala realidad, mediante la exposición
ve necesariamente la ideología que difunde. Incluso los abstractos más exacta posible, al reino de los hechos. Mediante esta rransposi-
ideales de armonía y bondad de la sociedad son, en la era de la pu- ción, la realidad misma se convierte en sucedáneo del sentido y del
blicidad universal, demasiado concretos. Pues se ha aprendido a iden- derecho. Bello es todo lo que la cámara reproduce. A la esperanza
tificar los conceptos absttactos como publicidad. El lenguaje que se frustrada de poder ser la empleada a quien le toca el viaje alrededor
remite solamente a la verdad no consigue otra cosa que suscitar la del mundo corresponde la visión frustrante de los países fielmente
impaciencia por alcanzar rápidamente el fin comercial que se supo- iotograhados a través de los cuales podria haberle conducido el via-
ne persigue en realidad. La palabra que n o es medio o instrumento je. Lo que se ofrece no es Italia, sino la prueba visible de que existe.
parece carecer de sentido; la otra, ficción, mentira. Los juicios de El cine puede permitirse mostrar París, donde la joven norteamericana
valor son percibidos o como anuncios publicitarios o como mera pa- piensa tealizar sus suefios, como un lugar desesperantemente anodino
labrería. Pero la ideología, impulsada así a la vaguedad y a la ialta para empujatla tanto más inexorablemente a Los brazos del gallardo
de compromiso, no se hace por ello más transparente, ni tampoco joven americano, a quien podria haber conocido en su propia casa.
más débil. Precisamente su vaguedad, su aversión casi científica a Que la cosa siga adelante, que el sistema, incluso en su última fase,
162 Dialéctica de la Ilust~ación

reproduzca la vida de aquellos que lo constituyen, en lugar de eli- antifilistea Hans Sonnenstossers' en Alemania y el placer de escuchar
minarlos de iiiinediato, es algo que encima se le adjudica coino mé- Ltfe with Father** tienen el mismo significado.
rito y sentido. Coiltinuar y seguir adelante en general se convierre
en jiistificación de la ciega subsistencia del sistema, incluso de su Hay algo en lo que, sin duda, la ideología vacía de contenido no
inmurabilidad. Sano es aq~ielloque se repite, el ciclo en la natura- admite bromas: la atención social. ((Nadiedebe permitirse pasar ham-
leza y en la industria. Eternamente sonríen las mismas criaturas de bre y frío; quien lo haga, terminará en un campo de concentración)):
las revistas, eternamente machaca la máq~linade jazz. Pese a todo este chiste de la Alemania nazi podría figurar como máxima en to-
el progreso en la técnica de la representación, de las reglas y las es- dos los portales de la industria cultural. De forma a la vez ingenua
pecialidades, pese a todo agitado afanarse, el pan con que la in- y sagaz supone el estado que caracteriza a la sociedad más reciente:
dustria cultural alimenta a los hombres sigue siendo la piedra del ésta sabe encontrar a los suyos. La libertad forni~ilde cada uno está
estereotipo. La industria cultural vive del ciclo, de la admiración, garantizada. Oficialmente nadie debe rendir cuentas de lo que pien-
si11 duda fundada, que p r o d ~ ~ cele que las madres sigan a pesar de sa. A cambio, cada uno se ve desde muy temprano encerrado en un
todo engendrando hijos, el que las ruedas aún no se hayan deteni- sistema de iglesias, círculos, asociaciones profcsiotiales y otras rela-
do. Lo cu~ilrefuerza la ininutabilidad de las relaciones existentes, ciones que constituye11 el instrumento más sensible de control so-
1-0s ondiilantes campos de trigo al iina! de la película de Chaplin cial. Quien no quiera arriiinarse, debe arreglárselas para no resultar
alusiva a Hitler desmienten el discurso antifascista y defensor de la demasiado ligero en la balanza graduada de este aparato. De otro
libertad. Esos campos se asemejan a la rubia cabellera de la joven modo pierde terreno en la vida y termina por hundirse. El hecho de
aletiiana cuya vida en el campamento de verano fotografía la UFA*. que en toda carrera, pero especialmente en las profesiones liber~iles,
La naturiileza, al ser tomada por el mecanismo social de dominio los conocin~ientosespecíficos estén por lo general ligados a una ac-
corno antistesis saludable de la sociedad, queda entrampada y mer- ritud coriformista puede suscitar fácilmente la ilusión de que ello se
cantilizada en la sociedad iricurable. La constatación visual de que debe únicamente a esos conocimieritos específicos. En realidad for-
los árboles so11 verdes, el cielo es azul y las nubes pasan, hace ya de ma parte de la planificación irracional de esta sociedad el que en cier-
estas cosas criptograrn~isde chimenas de fábricas y de estaciones de to modo ella reproduzca sólo la vida de los que le son fieles. La es-
servicio. Y viceversa: las ruedas y los componentes de 13s máquinas cala de los niveles de vida correspoilde exactamente a la conexióii
deben resplandecer de forina expresiva, degradados a meros sopor- interna de las capas y los individuos con el sistema. Se puede con-
tes para esa alrna de los árboles y las nubes. De ese modo, la natu- fiar en el directivo, y digno de conf~anzaes también el pequeíío em-
raleza y la técnica son rnovilizadas contra el moho, la imagen false- pleado Dagwood***, tal como vive en la revista humorística y en la
ada que de la sociedad liberal se tiene en el recuerdo, y en la que, realidad. Quien tiene hambre y frío, aunque una vez haya tenido bue-
según parece, uno daba vueltas en sofocantes cuartos c~lbiertosde nas perspectivas, está marcado. Es un outsider, y ser un outsider es,
felpa en lugar de tomar, como hoy se hace, banos asexuales al aire exceptuando, a veces, los delitos de sangre, la culpa más grave. En
libre, o sufría contiriuamerite averías en iin modelo Renz antedilu- el cine se convierte, en el mejor de los casos, en un original, objeto
viiiiio en lugar de ir a la velocidad de un cohete desde el lugar don- de iin humor pérfidamente indulgente; pero la mayoría de las veces
de se hallaba a otro en nada diferente. El triunfo del consorcio gi- en el villano a quien identifica como tal su primera aparición en es-
gantesco sobre la iniciativa empresarial es ensalzado por la industria
cultural c o ~ n oeternidad de la iniciativa erripresarial. Se combate al ene- 2i.l 5 Szenen jD<x,cen,o a ir>,h-
* Han, Sonnen,tise~rHoiienfihl-t. Eii, /~rritr.i.r.i Í?i~lf~'l~iei
migo ya derro~~ido, al sujeto pensante. La resurrección de la comedia fiernosde H S ) . Guión radiofónico dr Paiil Aptl (1931); nucvavcrsión dc GuscaFGrüiid-
gens (1 937). [N. del TI
*' Scrial radiofónico norteamericano, bas'ido eii la obra tearral de Clareilce Day [N. dt>i'L]
* Uniwei'rr7n Pi11riAG,productora cinematográfica alcmaiia creda en 191 S. [N. del TI *** Figura dc la serie de cómic Blo?idit~. [N del T]
164 Dialéctica de la Ilustración La industria cultural 165

cena mucho antes de que la acción lo demuestre de hecho, a fin de tener en cuenta este hecho. Lejos de limitarse a cubrir el sufrimiento
que ni siquiera temporalmente pueda surgir el error de pensar que con el velo de un compaíierismo improvisado, la industria cultural
la sociedad se vuelve contra los hombres de buena voluntad. De he- pone todo su orgullo empresarial en mirarlo virilmente a la cara y
cho se está constituyendo hoy una especie de estado de bienestar a u11 reconocerlo manteniendo con esfuerzo la compostura. El pathos de
nivel más alto. Para asegurar la propia posición se mantiene en marcha la compostura justifica al mundo que la hace necesaria. Así es la vida,
una economía en la que, gracias a una técnica sumamente desarrolla- tan dura, mas por ello mismo también tan maravillosa, tan sana. La
da, las masas del propio país resultan ya, por principio, superfluas para mentira 110 retrocede ante la tragedia. De la misma manera que la
la reproducción. Los trabajadores, que son los que realmente alimen- sociedad total con el sufrimiento, que no lo elimina de sus miem-
tan a los demás, aparecen en la ilusión ideológica como alimentados por bros, pero lo registra y planifica, procede la cultura de masas con la
los dirigentes de la economía, que son realmente los alimentados. La tragedia. De ahí los insistentes préstamos tomados del arte. Éste su-
situación del individuo se hace así precaria. En el liberalismo, el pobre ministra la sustancia trágica que la pura diversión no puede pro-
pasaba por holgazán: hoy resulta automáticamente sospechoso. El que porcionar por sí misma, pero de la que necesita si quiere mantenerse
no recibe ninguna asistencia de fuera está destinado al campo de con- de algún modo fiel al principio de duplicar exactamente el fenómeno.
centración, eri todo caso al infierno del trabajo más indigno y de los La tragedia, reducida a momento previsto y afirmado del mundo,
suburbios. Pero la industria cultural refleja la asistencia positiva y ne- bendice a este último. Ella protege del reproche de que no se toma
gativa a los administrados como solidaridad inmediata de los hombres la verdad suficientemente en serio, mientras uno se la apropia con
en el mundo de los aptos. Nadie es olvidado, por doquier hay vecinos, cínicas lamentaciones. Ella hace interesante la insulsez de la felici-
asistentes sociales, doctores Gillespie y filósofos a domicilio con el co- dad censurada, y manejable lo interesante. Ella ofrece al consumi-
razón bien puesto que, con su boridadosa intervención de persona a per- dor que ha conocido culturalmente días mejores el sucedáneo de la
sona, hacen de la miseria socialmente perpetuada casos individuales re- profundidad hace tiempo eliminada, y al espectador normal, las es-
mediable~,siempre que no se oponga a ello la perversidad personal de corias culturales de las que debe disponer por razones de prestigio.
los afectados. El fomento del compañerismo, que la teoría de la pro- A todos concede el consuelo de que también es posible aún el des-
ducción recomienda y que toda fábrica procura ya poner en práctica a tino humano fuerte y auténtico y de que su representación sin re-
fin de aumentar la producción, coloca hasta el último impulso priva- servas es inevitable. La existencia maciza y sin lagunas, en cuya du-
do bajo control social mientras, en apariencia. hace inmediatas y re- plicación se resuelve hoy la ideología, aparece tanto más grandiosa,
privatiza las relaciones de los hombres en la producción. Semejante ayu- magnífica y potente cuanto más profundamente mezclada se halla
da invernal anímica arroja su sombra reconciliadora sobre las bandas con el necesario sufrimiento. Ella adopta entonces el aspecto del des-
visuales y sonoras de la industria cultural inucho antes de salir de la fá- tino. La tragedia es nivelada con la amenaza de aniquilar a quien no
brica para extenderse totalitariamente sobre la sociedad. Pero los gran- colabore, cuando en otros tiempos su significado paradójico consistía
des auxiliadores y benefactores de 13 humanidad, cuyos trabajos cien- en la resistencia desesperada a la amenaza mítica. El destino trági-
tíficos deben presentar los autores de los guiones cinematográficos co se convierte en el castigo justo, en el cual siempre deseó trans-
directamente como actos de piedad para así revestirlos de un interés hu- formarlo la estética burguesa. La moral de la cultura de masas es la
mano ficticio, obran como precursores de los guías de los pueblos, que moral arebajadan de los libros infantiles de ayer. Así, en la produc-
al final decretan la abolición de la piedad y saben prevenir todo conta- ción de primera clase, lo malo se halla personificado en la histéri-
gio después de haber acabado con el último paralítico. ca que, en un estudio con pretensiones de rigor clínico, trata de en-
La insistencia en el buen corazón es la manera en que la socie- gañar a su rival, más realista, sobre la felicidad de su vida y encuentra
dad reconoce el sufrimiento que ella produce: todos saben que en en ello una muerte en absoluto teatral. Cosas tan científicas se ha-
el sistema ya no pueden ayudarse a sí mismos, y la ideología debe cen sólo en el vértice de la producción. Más abajo, los costes son
166 Dialéctica de la Ilustración Ln industria cultural 167

menores. Ahí, a la tragedia se le rompen directamente las muelas sin varón. La posibilidad de convertirse en sujeto económico, en em-
recurrir a la psicología social. Igual que toda opereta húngaro-vienesa presario o propietario, ha sido finalniente liquidada. Hasta en la úl-
que se preciara debía tener en el segundo acto su final trágico, que cima quesería, la empresa independiente, en cuya dirección y heren-
no dejaba al tercero más que la aclaración de los malentendidos, la cia se había fundado la familia burguesa y la posición de su jefe, ha
industria cultural asigna a lo trágico su lugar preciso en la rutina. caído en una dependencia sin salida. Todos se convierten en em-
Ya la notoria existencia de la receta basta para disminuir el temor pleados, y en la civilización de los empleados cesa la dignidad, de to-
a que lo trágico escape al control. La descripción de la fórmula dra- dos modos problemática, del padre. El coniportamiento del indivi-
mática dada por aquella ama de casa: getting into trouble and out duo respecto al racket-ya sea negocio, profesión o partido, ya sea antes
again, define la entera cultura de masas, desde el bobo women se- o después de la admisión-, lo mismo que la míniica del jefe ante las
rial hasta la obra cumbre. Incluso el peor de los desenlaces, que en masas o la del amante ante la mujer cortejada, adopta rasgos singu-
otros tiempos tenía mejores intenciones, confirma el orden y co- larmente masoquistas. La actitud a la que cada uno se ve obligado
rrompe el elemento trágico, ya sea que la amante ilícita pague con para probar siempre de nuevo su idoneidad moral en esta sociedad
la muerte su breve felicidad, ya sea que el triste final en las imáge- hace recordar a aquellos adolescentes que, en el rito de admisión en
nes haga brillar niás lumiriosameiite la indestructibilidad de la vida la tribu, se mueven en circulo, con una sonrisa estereotipada, bajo
fictica. El cine trágico se convierte efectivamente en un instituto los golpes regulares del sacerdote. La existencia en el capitalismo tar-
de corrección moral. Las masas desmoralizadas por la existencia bajo dío es un permanente rito de iniciación. Cada uno debe demostrar
la coerción del sistema, que demuestran estar civilizadas sólo en coni- que se identifica sin reservas con el poder que le golpea. Ello estrí en
portamientos forzadamente ajustados que por doquier dejan traslucir el principio de la síncopa del jazz, que se burla de los traspiés y al
rebeldía y furor, deben ser metidas en cintura por el espectáculo de mismo tiempo los eleva a norma. La voz eunucoide del crooner en la
la vida inexorable y el comportamiento ejemplar de los afectados. radio, el apuesto galán de la heredera que cae con el esmoquin a la
La cultura ha contribuido siempre a domar los instintos revolucio- piscina, son modelos para los hombres que deben convertirse en aque-
narios tanto como los bárbaros. La cultura industrializada hace algo llo a lo que el sistema los reduce. Cada uno puede ser como la so-
más. Enseiía la condición bajo la cual podrá uno soportar esta vida ciedad omnipotente, cada uno puede llegar a ser feliz con tal de que
despiadada. El individuo debe utilizar su hastío general como fuer- se entregue sin reservas y renuncie a su pretensión de felicidad. En
za para abandonarse al poder colectivo, del que está harto. Las si- la debilidad de cada uno reconoce la sociedad su propia fortaleza y le
tuaciones permanentemente desesperadas que descorazonan al es- cede una parte de ella. Su ausencia de resistencia lo cualifica como miem-
pectador en la vida cotidiana se convierten en la reproducción, no bro de confianza. De este modo es eliminada la tragedia. En otros tiem-
se sabe cómo, en garantía de que se puede continuar viviendo. Bas- pos, la oposición del individuo a la sociedad constituía su sustancia. Ella
ta percatarse de la propia nulidad, suscribir la propia derrota, y ya exaltaba «el valor y la libertad de ánimo frente a un enemigo podero-
está uno integrado. La sociedad es una sociedad de desesperados, y so, a una adversidad superior, a un problema Hoy la tra-
por eso es presa de los rackets. En algunas de las nlás destacablec no- gedia se ha desvanecido en la nada de aquella falsa identidad de socie-
velas alemanas del prefascismo, como Berlin Alexanderphtz* o Klei- dad y sujeto, cuyo horror brilla aún fugazmente en la vacía apariencia
ner Mann, was nun**, esta tendencia se manifestaba tan drásticamente de lo trágico. Pero el niilagro de la integración, el permanente acto de
como en las películas corrientes y en la técnica del jazz. En todos los gracia del que tiene el poder de acoger al que no,opone resistencia y se
casos se trata siempre, en el fondo, de un ridiculizarse a sí mismo el traga su propia renitencia significa el fascismo. Este relanipaguea en la

* De Alfi-rd Dobliii. [N. del i:] "ietzsche, G¿itzerrdümmcrung,e n Werke, rd. cit.. vol. VIII, p. 136 [ed. cast. de A . Sán-
** D e Hans Fallada. [N. del T ] chez Pascual, El crepúsculo de los ídolos, Madrid, Alianza, '1979, p. 1021.
humanidad con la que D6blin permite a su personaje, Biberkopf, en- contradictorio desde el comienzo. Nunca se ha llegado a una ver-
conrrar refugio, igual que en las películas de inspiración social. La ca- dadera individuación. La forma de auroconservación propia de la so-
pacidad de escurrirse y refugiarse, de sobrevivir a la propia ruina c a - ciedad de clases ha mantenido a rodos en el estadio de puros seres
pacidad por la que es superada la tragedia-, es la de la nuwa generación. genéricos. Todo carácter burgués expresaba, a pesar de su desviación
Esta es apta para cualquier trabajo porque el proceso laboral no ara a y justamente en ella, una misma cosa: la dureza de la sociedad com-
nadie a ningún trabajo. Ello recuerda la triste flexibilidad del soldado petitiva. El individuo, en el que la sociedad se apoyaba, llevaba la
retornado al quc no le interesaba la guerra, o del trabajador temporal marca de esa dureza; en su aparente libertad no era sino el produc-
que acaba ingresando en ligas y en organizaciones paramilitares. La li- to de su aparato económico y social. El poder apelaba a las relacio-
quidación de la tragedia confirma la liquidación del individuo. nes de fuerza dominantes en cada caso cuando solicitaba la opinión
de aquellos que estaban a él sujetos. Al mismo tiempo, la sociedad
En la industria cultural el individuo es ilusorio no sólo debido burguesa también ha desarrollado en su camino al individuo. Con-
a la esrandarización de su modo de producción. El individuo es to- tra la voluntad de sus dirigentes, la técnica ha convertido a los hom-
lerado sólo si su identidad incondicional con lo universal está fue- bres de nifios cn personas. Pero semejante progreso de la indivi-
ra de roda duda. La pseudoindividualidad domina por doquier, des- duación se ha producido a costa de la individualidad en cuyo nombre
de la improvisación regulada en el jazz hasta la personalidad original acontecía, y no ha dejado de ella más que la decisión de perseguir
del cine, que para ser reconocida como tal debe colgatle un rizo de- siempre el propio fin. El burgués, en quien la vida se escinde en ne-
lante de un ojo. Lo individual se reduce a la capacidad de lo univer- gocios y vida privada, la vida privada en representación e intimidad,
sal de marcar tan por entero lo accidental, que pueda ser reconoci- y la intimidad en la malhumorada relación matrimonial y el amar-
do como lo mismo. Justamente el carácter obstinadamente reservado go consuelo de estar completamente solo, descontendo de sí mismo
del individuo exhibido o su tcfinada actuación son producidos en y de todos, es virtualmente ya el nazi, que a la vez se entusiasma e
serie como los castillos de Yale', que se distinguen entre sí por frac- increpa, o el actual habitante de la gran ciudad, que no puede con-
ciones de milimetro. La peculiaridad del sí-mismo es un bien de mo- cebir la amistad sino como social contacr, como contacto social de
n o ~ o l i osocialmente condicionado aue es falsamente oresentado individuos interiormente alejados unos de otros. La industria cul-
como natural. Se reduce al bigote, al acento francés, a la voz pro- tuial puede manejar tan bien a la individualidad sólo porque en esta
funda de la mujer de la vida, al Lubitsch touch: impresiones dactila- se reproduce desde siempre la fragilidad de la sociedad. En los ros-
res, por así decirlo, sobre los carnés de identidad, por lo demás igua- tros de los héroes del cine y de los particulares, confeccionados se-
les, en que se transforman la vida y los rostros de todos los individuos, gún los modelos de las de las revistas, se desvanece una apa-
desde la estrella de cine hasta el último preso, ante el poder de lo riencia en la que de todos modos ya nadie cree, y la pasión por tales
universal. La pseudoindividualidad se da por supuesta en el regis- modelos ideales se nutre de la secreta satisfacción de hallarse final-
tro y la esrerilización de lo trágico: sólo gracias a que los individuos mente dispensados del esfuerzo de la individuación por el esfuerzo,
no son tales, sino simples puntos de cruce de las tendencias de lo sin duda más farigaso, de la imitación. Pero vano sería esperar que
universal, es posible reabsorbetlos íntegramenre en la universalidad. la persona, en sí misma contradictoria y en descomposición, no pue-
La cultura de masas desvela así el carácter ficticio que la forma del da durar generaciones enteras, que el sistema tenga que resquebra-
individuo ha exhibido siempre en la época burguesa, y su equivo- jarse a causa de esta escisión psicológica y que esta meorirosa susri-
caci6n consiste sólo en vanagloriarse de esta turbia armonía entre tución del individuo por el estereotipo llegue a hacerse insoportable.
lo universal y lo particular. El principio de la individualidad ha sido La unidad de la personalidad ha sido desenmascarada como apariencia
desde el Hamlet de Shakespeare. En las fisonomías sintéticamente pro-
*Nombre de una marca. [N del TI ducidas de hoy se ha olvidado ya que una vez existió el concepto de
vida humana. Durante siglos la sociedad se ha preparado para la apa- locándose orgulloso entre los bienes de consumo. El arte como do-
rición de Victor Mature y Mickey Rooney. Cuyo efecro disolvente es minio separado ha sido posible, desde el principio, sólo en cuanto
a la vez un cumplimiento. burguks. Incluso su libertad, en cuauto negación de la utilidad so-
La transformación de los tipos medios en héroes es propia del cul- cial, tal como se impone a través del mercado, permanece esencial-
to de lo barato. Las estrellas mejor pagadas parecen imágenes publi- mente ligada al supuesto de la economia de mercado. Las obras de
citarias de artículos de marca sin nombre. No en vano son ftecuen- arte puras, que niegau ya el catácter de mercancía de la sociedad por
temente elegidas entre la grey de los modelos comerciales. El gusto el mero hecho de seguir su propia ley, han sido siempre, al mismo
dominante toma su ideal de la publicidad, de la belleza útil. Al fi- tiempo, también mercancías: si hasta el siglo ~ ~ 1 la1 protección
1 de
nal, el dicho socrático de que lo bello es lo útil se ha cumplido iró- los que las encargaban preservó a los artistas del mercado, éstos se
nicamente. El cine hace publicidad para el consorcio cultural en su hallaban en cambio sometidos a aquéllos y sus fines. La ausencia de
conjunto; en la radio, las mercancías, por las cuales existen los bie- hnalidad de la gran obra de arte moderna vive del anonimato del mer-
nes culturales, son elogiadas también singularmente. Por cincuenta cado. Las exigencias del mercado se hallan hoy tan diversamente me-
céntimos se puede ver la película que ha costado niillones, por diez diatizadas que el artista queda, bien que en cierta medida, dispensa-
se obtiene la goma de mascar, que tiene tras de sí a toda la riqueza do de la exigencia concreta, pues su autonomía, meramente tolerada, i
del muudo, y con cuya venta ésta ctece. In abienria, pero mediante estuvo acampanada durante toda la historia burguesa por un mo-
votación general, se elige a la miii de las fuerzas armadas, aunque, mento de falsedad que ha ido desarrollándose hasta producir la li-
por supuesto, no se tolera la prostitución en la retaguardia. Las me- quidación social del arte. El Beethoven mortalmente enfermo, ue
jores orquestas del muudo -que en realidad no lo son- son ofreci-
das gratis a domicilio. Todo ello es una parodia del país de Jauja, lo
arroja lejos de si una novela de Walter Scott con la exclamación: ,< ste 2
escribe por dinero», y que al mismo tiempo, incluso en la explota-
mismo que la «comunidad del pueblo,) lo es de la humana. A todos ción de los últimos cuartetos, que encierran toda una renuncia al mer-
se les sirve algo. La constatación del visitante proviuciano del viejo cado, se muestra como hombre de negocios experto y tenaz, ofrece
Teatro Metropolitano de Berlín, a quien le resulta increíble lo que la el ejemplo más grandioso de la unidad de los opuestos, mercado y
gente es capaz de hacer por diuero, ha sido recogida desde hace tiem- autonomía, en el arte burgués. En la ideología caen justamente aque-
po por la industria cultural y convertida eu sustancia de la produc- llos que ocultan la contradicción, en lugar de incorporarla, como
ción misma. Ésta no sólo se ve continuamente acompañada por el Beethoven, a la couciencia de su propia producción: Beerhoven improvi-
triunfo que supone el hecho de ser posible, sino que es en gran me- só una composición que expresaba la rabia por la moneda perdida*,
dida este mismo triunfo. El espectáculo significa mostrar a todos lo y dedujo aquel metafísico .así tiene que ser*, que trara de superar es-
que se tiene y lo que se puede. Es aún hoy la vieja feria, sólo que in- téticamente, tomindola sobre si, la coerción del muudo. de la recla-
curablemente enferma de cultura. Igual que los visitantes de las fe- mación del salario mensual por parre del ama de llaves. El principio
rias, atraídos por las voces de los charlatanes, superaban con una pa- de la estética idealista, la finalidad sin fin, es la inversión del esquema
ciente sonrisa la decepción que les producían las barracas porque en al que obedece socialmenre el arte burgués: inurilidad para los fines
el fondo sabían ya de antemano lo que iban a encontrar, el especta- que el mercado declara. Finalmente, en la exigencia de distracción y
dor del cine se muestra comprensivo con la institución. Pero cou la relajación el fin ha absorbido el reino de la inurilidad. Pero, en la me-
baratura de los productos de luxe fabricados en serie y su comple- dida en que la pretensión de exploración del arre se va haciendo total,
mento, el embaucamiento universal, se abre paso una transformación empieza a observarse un cambio en la estructura económica interna
en el carácter de mercancía del arte mismo. Lo nuevo no es ese ca- de las mercancías culturales. La utilidad que los hombrcs esperan de
rácter; lo que constituye una novedad es que ese catácter se reconozca
hoy expresamente y qne el atte renuncie a su propia autonomía, co- * Die Ert rrnr h n verloreriei, Groiihen, pequeña pieza para p i a o de Becrhavsn. [N hl TI
172 Dialéctica de la Ilurtraridn La 'ndurtria cultural 173
1
la obra de arte en una sociedad de anragouismos es en gran medida lleva cierta ventaja a los otros consorcios. Chesterfield es sólo el ciga-
juscamence la existencia de lo inútil. que. no obstante. es liquidado me- rrillo de la nación, pero la radio es su portavoz. Al incorporar total-
diante su toca1 subsunción bajo lo úril. Al adecuarse enreramenre a la
necesidad, la obra de arce defrauda por ancicipado a los hombres res-
pecro a la liberación del principia de utilidad que ella debería procu-
mente los productos culturales a la esfera de la mercancía, la radio te-
nuncia a colocar como mercancía sus propios productos culturales. En
América, la radio no reclama ninguna tasa del público. Y de ese modo
1,
rar. Lo que se podría denominar valor de uso en la recepción de las adquiere el carácter engañoso de la autoridad desinteresada e impat-
bienes culturales es susriruido por el valor de cambio; en lugar del goce cial, que parece hecha a medida pata el fascismo. En éste, la radio se
se impone el parricipar y el esrar al corriente; en lugar de la compe- convierte en la boca universal del Führer: su voz se funde, en los alta-
rencia, la ganancia de presrigio. El cousumidor se convierre en objero voces de las calles, con el aullido de 1a.s sirenas que anuncian el páni-
ideológico de la industria del entretenimiento. a cuyas insrituciones no co, de las cuales difícilmente se distingue la propaganda moderna. Los
puede susrraerse. Es preciso haber visro Mrr. Mirriuer, como es nece- nacionalsocialistas sabían que la radio daba forma a su causa. lo mis-
sario tener las revistas Lifp y Time. Todo es percibido sólo bajo el as- mo que la imprenta se la dio a la Reforma. El carisma metafísico del
pecto del poder servir para alguna orra cosa, por vaga que sea la no- Führer, inventado por la sociología de la religión*, ha demostrado ser
ción de la misma. Todo tiene valor sólo en la medida en que se puede al fin como la simple omnipresencia de sus discursos en la radio, que
intercambiar, no por ser lo que es. El valor de uso del arte, su ser, es parodia demoníacamente la omnipresencia del espíritu divino. El he-
para ellos un fetiche, y el feriche, su valoración social, que ellos con- d i o gigantesco de que el discurso penetre por doquiet sustituye su con-
funden con la categoría de la obra de arte, se convierte en su único va- tenido, del mismo modo que la buena acción de aquella retransmisión
!
lor de uso, en la única cualidad de la que disfrutan. De ese modo, el de Toscanini reemplaza a su contenido, la sinfonía. Ninguno d e los
carácrer de mercancía del arte se desmorona en el momento en que se oyentes puede ya captar su verdadero contexto, mientras que el dis-
realiza plenamente. El arte es una especie de mercancia, preparada, re- curso del Führer es simplemente la mentira. Establecer la palabra hu-
gistrada, asimilada a la producción industrial, comprable y fungible; mana como absoluta, el falso mandamiento, es la técnica inmanente
pero la mercancía arte, que vivía de ser vendida siendo, sin embargo, de la radio. La recomendación se convierte en orden. La alabanza de
invendible, se convierte hipócritamente en lo invendible en cuanto el las mercancías siempre iguales bajo marcas diferentes. el elogio cien-
negocio ya no es sólo su intención, sino su único principio. La ejecu- tíficamente fundado del laxante a través de la voz relamida del locu-
ción de Toscanini en la radio es en cierto modo invendible. Se escu- tor entre la obertura de la Trauiuru y la de Rierrzi, se ha hecho insos-
cha gratuitamente y a cada sonido de la sinfonia va como anejo el su- tenible por su propia ridiculez. Finalmente, el dictado de la
blime reclamo publicitario de que la sinfonia no sea interrumpida por producción, el anuncio publicitario específico, enmascarado bajo la apa-
los anuncios publicitarios: « t h i conrertir brought toyou m u p u b l i c ~ e r - riencia de la posibilidad de elección, puede convertirse en la orden abier-
uicer. La estafa se efectúa indirectamente, a través de la ganancia de ta del Führer. En una sociedad de grandes ruckers fascistas que se pu-
todos los fabricantes unidos de automóviles y jabones que mantienen sieran de acuerdo sobre que parte del social hay que destinar
a las estaciones de radio, y, naturalmente, a través del crecimiento del a las necesidades del pueblo, acabaría pareciendo anacrónico reco-
negocio de la industria el4ctrica como productora de los aparatos re- mendar el uso de un determinado jabón en polvo. Más modernamente,
ceptores. Por regla general, la radio, fruto tardío y avanzado de la cul- sin tantos cumplimientos, el Fiihrer ordena tanto el sacrificio como la
tura de masas, extrae consecuencias que le están por ahora vedadas al adquisición de la mercancía de desecho.
cine por su pseudomercado. La estructura técnica del sistema comer- Ya hoy, las obras de arte son preparadas oportunamente, cual con-
cial radiofónico lo inmuniza contra desviaciones liberales como las que signas políticas, por la industria cultural, ofrecidas a precios reducidos
los industriales del cine pueden aún permitirse en su campo. Es una
empresa privada que representa ya la totalidad soberana, y en ello les Alusión a la forma de dominio de base carirmárica, según Mar Weber. [N. del T.]
a un público resistente, y su disfrute se hace accesible al pueblo como el cine, los concursos de reconocimiento de piezas musicales, los fo-
los parques. Pero la disolucidn de su genuino carácter de mercancía lletos gratuitos, los premios y los artículos de regalo que les tocan a los
no significa que estén custodiadas y salvadas en la vida de una socie- oyentes de determinados programas radiofónicos, no son meros acce-
dad libre, sino que ahora ha desaparecido incluso la última protección sorios, sino la de lo que les ocurre a los propios productos
contra su degradación al nivel de los bienes culturales. La abolición culturales. La sinfonía se convierte en un premio por escuchar la ra-
del privilegio cultural por liquidación comercial no introduce a las ma- dio, y si la técnica tuviese voluntad propia, el cine sería llevado al apart-
sas en ámbitos que antes les estaban vedados; más bien contribuye, en rnent siguiendo el ejemplo de la radio. También él pone rumbo al co-
las acruales condiciones sociales, justamente a la descomposición de la mercial ryrtem. La televisión indica el camino de una evolución que
cultura, al progreso de la bárbara ausencia de relación. Quien en el si- fácilmente podría llevar a los hermanos Warner a la posición, sin duda
glo XIX o a comienzos del xx gastaba su dinero para ver un drama o nada deseable para ellos, de músicos de cimara y conservadores de la
escuchar un concierto, tributaba al espectáculo por lo menos tanto res- cultura tradicional. Pero el sistema de premios ha precipitado ya en la
peto como el dinero invertido en él. El burgués que quería extraer algo actitud de los consumidores. En la medida en que la cultura se pre-
para él podía a veces buscar una relación personal con la obra. La Ila- senta como un añadido, cuya utilidad privada y social está, por lo de-
mada literatura introductiva a los dramas musicales de Wagner, por más, fuera de toda cuestión, la recepcidn de sus productos se convier-
ejemplo, y los comentarios al Fausto dan testimonio de ello. No eran te en percepción de oportunidades. Los consumidores se agolpan por
éstos más que una forma de transición al barnizado biográtko y a las temor a perder algo. No se sabe qué, pero en cualquier caso, sólo tie-
otras prácticas a las que se ve sometida hoy la obra de arte. Incluso en ne una oportunidad quien no se excluye. Pero el fascismo espera re-
la flor del sistema económico de entonces, el valor de cambio no arras- organizar a los receptores de donativos adiestrados por la industria cul-
traba tras de sí el valor de uso como un mero apéndice, sino que tam- tural como seguidores regulares y forzados de su causa.
bién lo desatrolld como su primer supuesto, y esto fue socialmente be-
neficioso para las obras de arte. El arte ha mantenido al burgues dentro La cultura es una mercancía paradójica. Se halla hasta tal punto
de ciertos límites mientras era caro. Pero eso se ha terminado. Su exa- suieta a la ley del intercambio, que. ya. ni siquiera es intercambiada;
gerada cercanía, no mediatizada ya por el dinero, a aquellos que están se disuelve tan ciegamente en el uso, que ya no es posible usarla. Por
expuestos a su acción, consuma la alienación y hace que ambos se ase- eso se funde con la publicidad. Cuanto más absurda aparece ésta bajo
mejen bajo el signo de una triunfal reificación. En la industria cultu- el monopolio, tanto más omnipotente se hace aquélla. Los motivos
ral desaparece tanto la crítica como el respeto: a la crítica le sucede la son, desde luego, econdmicos. Es demasiado evidente que se
mecánica comprobación de la autenticidad de la obra, y al respeto, el vivir sin toda la industria cultural: es excesiva la saciedad y la apatía
cnlto pasajero de la celebridad. No hay ya nada caro para los consu- que ella necesariamente produce entre los consumidores. Por sí mis-
midores. Sin embargo éstos intuyen a la vez que cuanto menos cues- ma, . poco .puede contra este efecto. La publicidad es su elixir de la vida.
ta una cosa, menos les es regalada. La doble desconfianza hacia la cul- Pero como su producto reduce continuamente el placer que prome-
tura tradicional como ideología se mezcla con la desconfianza hacia la te como mercancía a la pura y simple promesa, termina por coinci-
culrura indusrrializada como fraude. Reducidas a mero aditamento, las dir con la publicidad misma, de la que tiene necesidad a causa de su
obras de arte así pervertidas son secretamente rechazadas por los que incapacidad para proporcionar algún placer. En la sociedad compe-
disfrutan de ellas junto con las fruslerías a las que el medio las iguala. titiva, la publicidad cumplía la función social de orientar al comprador
Éstos pueden alegrarse de que haya tantas cosas para ver y escuchar. en el mercado, facilitaba la elección y ayudaba al productor más há-
Practicamente se puede tener de todo. Los screenoi* y los vodeviles en bil, peto aún desconocido, a hacer llegar su mercancía a los intere-
sados. Ella no costaba solamente, sino que ahorraba tiempo de tra-
* D e areen+ibili&o: intervalos para jngai al bingo en las salas de cine [N. del TI bajo. Ahora que el mercado libre toca a su fin, se atrinchera en ella
el dominio del sistema. La publicidad refuerza La atadura de los con- lencia, con el cual Goebbels, lleno de presentimientos, ya La habia
sumidores a los grandes consorcios. Sólo quien puede pagar conti- identificado: Iúrtpour lúrt, la publicidad por sí misma, la pura de-
nuadamente las sumas que piden las agencias publicitarias, y en pri- mostración del poder social. En las revistas americanas más influ-
mer tdrniino la radio misma, es decir, sólo quien forma ya parte del yentes, Life y Forturre, una rápida ojeada apenas puede distinguir
sistema o es elegido para formar parte de él por decisión del capital las imágenes y los textos publicitarios de los de la parte redactada.
bancario e industrial, puede entrar como vendedor en el pseudo- A la redacción le corresponde el reportaje ilustrado, entusiasta y no
mercado. Los costes de la publicidad, que acaban refluyendo a los pagado, sobre los hábitos de vida y la higiene personal del perso-
bolsillos de los consorcios, evitan la incómoda competencia de in- naje famoso, que procura a éste nuevosfitrr, mientras que las pá-
trusos molestos; ellos garanrizan que los competentes formen un ginas de publicidad se apoyan en fotografías y datos tan objetivos
círculo cerrado, no muy distinto de aquel en el que se producen las y realistas, que representan el ideal de infotmación al que la re-
decisiones de los cousejos económicos, que en el Estado totalirario dacción aspira. Cada es el avance publicitario de la si-
controlan la apertura y la continuidad de nuevas empresas. La pu- guiente, que promete reunir una vez más a la misma pareja bajo el
blicidad es hoy rin principio negativo, un dispositivo de bloqueo: mismo cielo exótico: quien llega con retraso no sabe si asiste al avan-
todo lo que no lleva su sello es económicamente dudoso. La pu- ce de la próxima película o a la que ha ido a ver. El carácter de mon-
blicidad universal no es en absoluto necesaria para que los hom- taje de la industria cultural, la fabricación sintética y planificada
bres conozcan los productos a los que la oferta se halla ya de todos de sus productos, similar a la de la fábrica no sólo en el estudio ci-
modos limitada. Sólo indirectamente sirve a la venta. El abando- nematográfico, sino virtualmenre también en la recopilación dc bio-
no de una práctica publicitaria habitual por parte de una firma ais- grafías baratas, reportajes novelados y canciones, se presta de an-
lada significa una perdida de prestigio, en realidad una violación temano a la publicidad: al ser el momento singular sustituible y
de la disciplina que la camatilla comperenre impone a los suyos. Du- fungible, incluso técnicamente ajeno a toda conexión de sentido,
rante la guerra se continúa haciendo publicidad de mercancías que puede prestarse a fines externos a la obra. El efecto, el ttuco, la ac-
ya no están disponibles en el mercado sólo para hacer demostra- ción singular, aislada e irrepetible, han estado siernpre ligados a la
ción del poderío indusrrial. Más importante que la repetición del
nombre es entonces la subvención de los medios de comunicación
1 exposición de productos con fines publicitarios, y hoy cada primer
plano de una actriz de cine se ha converrido e n un anuncio publi-
ideológicos. Como bajo la presión del sistema cada producto em- citario de su nombre, y cada canción de exito en elplug' de su me-
plea la técnica publicitaria, ésta ha entrado en el idioma, en el «es- lodía. ,tural se fusionan. Tanto en la una como en la otra la mis-
tilo» de la industria cultural. Su victoria es tan completa, que en ma cosa aparece en innumerables lugares, y la tepetición mecánica
los puntos decisivos ni siquiera tiene necesidad de hacerse explici- del mismo producto cultural es ya la repetición de la misma frase
ta: Las construcciones monumentales de los gigantes de la industria, propagandisitica. Tanro en la una como en la otra la rtcnica se con-
publicidad petrificada a la luz de los proyectores, carecen de pu- vierte, bajo el imperativo de la eficacia, en psicotécnica, en proce-
blicidad, y, todo lo más, se limitan a exhibir en las azoteas, lapida- dimiento de manipulación de las personas. Tanto en la nna como
riamenre luminosas y prescindieudo de todo autoelogio, las inicia- en la otra rigen las normas de lo sorprendente y sin embargo fa-
les de la firma. Por el contrario, las casas que han sobrevivido del miliar, de lo ligero y sin embargo contundente, de lo versado y sin
siglo xix, en cuya arquitectura se aprecia aún con rubor la utilidad embargo simple. Se trata siempre de dominar al cliente, se presen-
como bien de consumo, es decit, el fin de lavivienda, aparecen des- te éste como distraído o como resistente a la manipulación.
de la planta baja hasta por encima del tejado cuajadas de carteles
y placas publicitarias; el paisaje queda reducido a mero fondo de ' Manifeiración favorable sobce algo hrcha en la radio, en un crpecráculo, erc. para re-
carteles y símbolos. La publicidad se convierte en ei arte por exce- iomendado. [N del 4
A rravés del lenguaje en el que se expresa, el cliente mismo con- piándose el nombre del país. Los nombres en general, a los que la
tribuye también a afianzar el carácter publicitatio de la cultura. Cuan- magia preferentemente se enlaza, suften hoy un cambio químico. Se
to más perfectamente se disuelve el lenguaje en la comunicación; transforman en designaciones arbitrarias y manipulables, cuya efica-
cuanto más se convierten las palabtas, de portadoras susranciales de cia puede ser calculada, pero justamente por ello también dotada de
significado, en putos signos carentes de cualidad; cuanto más pura un poder propio, como el de los nombres arcaicos. Los nombres de
y transparente es su transmisión de las ideas, tanto más impenetra- pila, residuos arcaicos, han sido elevados a la alrura de los tiempos
bles se hacen al mismo tiempo esas palabras. La d~smitolo~ización en la medida en que o bien se los ha estilizado y reducido a marcas
del lenguaje, en cuanto elemento del proceso global de la Ilustración, publicitables e n t r e las estrellas de cine, los apellidos son rambién
se invierte en magia. Diferentes e inseparables, palabra y contenido nombres d e pila-, o bien se los ha estandarizado colectivamente. En
iban asociados. Conceptos como melancolía, historia e incluso ala cambio, el nombre burgués, el apellido, que lejos de ser una marca
vidaa eran reconocidos en la palabra que los perfilaba y custodiaba. comercial individualizaba a su portador por hacer referencia a sus ori-
Su forma los constituía y los reflejaba al mismo tiempo. La resuelta genes, suena anticuado. El apellido produce entre los norteamerica-
separación que declara accidental el tenor de la palabra y arbittaria nos un curioso embarazo. Para ocultar la incómoda distancia rntrr
su correspondencia con el objeto acaba con la confusión supersticiosa individuos particulares se llaman Bob y Harry, como miembros fun-
de palabra y cosa. Lo que en una sucesión esrablecida de letras tras- gibles de tearrrr. Semejante uso reduce las relaciones entre los hom-
ciende la correlación con el acontecimiento es proscrito como oscu- bres a la fraternidad del público de los deportes, que protege de la
ro y como metafísica verbal. Pero con ello la palabra, que ya sólo pue- verdadeta. La significación como única función de la admi-
de designar pero no significar, queda de tal modo fijada a la cosa, tida por la semántica se realiza plenamente en la seíial. Su carácter
que se queda en pura fórmula. Lo cual afecta por igual al lenguaje y de señal se refuerza gracias a la prontitud con que son puestos en cir-
al objero. En lugar de hacer el objeto accesible a la experiencia, la culación desde lo alto modelos lingüisticos. Si las canciones popula-
palabra depurada lo expone como caso de un momento abstracto, y tes han sido consideradas, con razón o sin ella, patrimonio culrural
con ello todo lo demás, excluido de la expresión -que ya no existe- «rebajado. de las clases altas, sus elementos han adquirido en cual-
por el imperativo despiadado de claridad, se desvanece también en quier caso su forma popular sólo en un largo y diversamente media-
la realidad. El ala izquierda en el fútbol, la camisa negra, el joven hi- tizado proceso de la experiencia. La difusión de las canciones popu-
tletiano y sus equivalentes no son otra cosa que lo que se llaman. Si, lares, en cambio, se de golpe. La expresión americana ofadw,
antes de su tacionalización, La palabra habia desatado, junto con el para modas que se propagan como una epidemia -promovidas por
anhelo, también la mentira, la palabra racionalizada se ha converti- poderes económicos altamente concentrados-, designaba el fenómeno
do en camisa de fuerza más para el anhelo que para la mentira. La mucho antes de que los jefes de la propaganda impusieran las líneas
ceguera y el mutismo de los datos, a los que el positivismo reduce el generales de la cultura. Si un día los fascistas alemanes lanzan desde
mundo, pasan también al lenguaje, que se limita a registrar esos da- los altavoces una palabra como «intolerable», todo el pueblo dirá al
ros. De este modo, las designaciones mismas se hacen impenetrables, día siguiente «intolerable». Conforme al mismo esquema, las nacio-
adquieren una contundencia y una fuerza de adhesión y repulsión nes en las que la guerra relámpago alemana habia puesto sus miras
que las asimila a lo más opuesto a ellas: a las fórmulas mágicas. Vuel- han acogido en su jerga esa palabra. La repetición universal de las
ven así a actuar a la maneta de las prácticas mágicas, como que el expresiones adoptadas para las diversas medidas hace a éstas de al-
nombre de la diva sea combinado en el estudio cinematográfico de gún modo familiares, lo mismo que en tiempos del libre mercado el
acuerdo con datos rstadisticos, o que quienes gobiernan el Estado nombre de un producto en la boca de todos promovía su venta. La
de bienesrar sean anatematizados con uombres tabú, como «buró- ciega repetición y la rápida difusión de palabras establecidas conec-
cratas» o «inrelectuales»,o que la vulgaridad se haga invulnerable apro- ta la publicidad con las consignas totalitarias. El estrato de experiencia
La i/aduirria cultura/ 181

que hacia de las palabras palabras de los hombres que las pronun- los empresarios, cuyo intetés por las diferencias de orden espiritual
ciaban ha sido allanado, y en su pronta asimilacion adquiere el len- no estuvo nunca muy desarrollado. Todos son libres para bailar y di-
guaje aquella frialdad que hasta ahora sólo había mostrado en las co- vertirse, de la misma manera que, desde la neutralización histórica
lumnas anunciadoras y en las páginas de anuncios de los periódicos. de la religión, son libres para entrar en una de las numerosas sectas
Innumerables personas utilizan palabras y modisnios que, o no en- existentes. Pero la libertad en la elección de la ideología, que refleja
tienden ya, o los utilizan sólo por el valor que, desde un punto de siempre la coacción económica, se revela en todos los sectores como
vista behaviorista, pueden rener, cual signos protectores que final- la libertad para lo mismo de siempre. La forma en que una joven acep-
mente se adhieren a sus objetos con tanta mayor fuerza cuanto me- ta y lleva el compromiso obligatorio, el tono de la voz en el teléfo-
nos se comprende su significado lingüístico. El ministro de Insrruc- no y en las situaciones más familiares, la elección de las palabras en
ción Pública habla de fuerzas dinámicas sin saber qué dice, y las la conversación, la entera vida íntima, ordenada según los conceptos
canciones de éxito hablan sin cesar de riuerie y rhap~odyy ligan su de una profunda venida a menos, revela el intento de con-
popularidad justamente a la magia de lo incomprensible, experi- vertirse en el aparato adecuado al éxito, el cual corresponde, hasta
mentada como el estremeeirniento de una vida más elevada. Otros en los movimientos impulsivos, al modelo que presenta la industria
estereotipos, como rnenrory, son todavía entendidos en cierta medi- cultural. Las reacciones más intimas de los hombres están tan per-
da, pero se escapan de la experiencia que podría llenarlos de senti- fectamente cosificadas a sus propios ojos, que la idea de lo que les es
do. Son como enclaves insettos en el lenguaje hablado. En la radio propio y peculiar subsiste sólo en la forma más abstracta:perronaliry
alemana de Flesch y Hitler se pueden reconocer en el afectado alto apenas significa para ellos otra cosa que tener los dientes blancos, no
alemán del locutor, que dice a la nación aHasta la próxima vez», o tener las axilas sudorosas y no mostrar las emociones. Es el triunfo
«Aquí habla la juventud d e Hitlern, o incluso simplemente .el Füh- de la publicidad en la industria cultural, la forzada actitud miméri-
rem, con un tono peculiar que se convierte de inmediato en el tono ca de los consumidores ante las mercancías cultutales ya desenmas-
natural de millones de personas. En tales expresiones se ha cortado caradas en su siguificado.
incluso el último vinculo entre la experiencia sedimentada y la lengua,
como aquel que en el siglo XiX ejercía aún una influencia reconci-
liadora a través del dialecto. Al redactor, en cambio, a quien la ducti-
lidad de sus convicciones le ha permitido convertirse en «redactor ale-
mán», las palabras alemanas se le petrifican subrepticiamente en
palabras exrranjeras. En cada palabra se puede distinguir hasta qué
punto ha sido desfigurada por la ,xcomunidad popular,, fascista. Es
verdad que este lenguaje se fue convirtiendo poco a poco en univer-
sal y roralitario. N o es posible ya percibir en las palabras la violen-
cia que han sufrido. El locutor de radio no tiene necesidad de hablar
con afectación; él mismo n o seria posible si su entonación se distin-
guiese netamente de la del grupo de oyenres que se le ha asignado.
Pero, en cambio, el lenguaje y el gesto de los oyentes y de los espec-
tadores se hallan impregnados más que nunca de los esquemas de la
industria cultural, hasta en matices a los que hasra ahora ningún mé-
todo experimental ha podido llegar. Hoy, la industria cultutal ha he-
redado la función civilizadora de la democracia de las fronteras y de

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