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INTRODUCCIÓN.
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También respecto de la misma problemática se plantea el carácter de la
responsabilidad que asume el concesionario ante el damnificado, pues depende
de ello (subjetiva y objetivamente) la amplitud o restricción de eximentes de
aquélla.
Recordemos que la normativa del contrato de locación (art. 1515, Cód. Civil)
obliga al locador a "mantener al locatario en el goce pacífico de ella [la cosa
locada] por todo el tiempo de la locación"; asimismo, el artículo siguiente
obliga a mantener la cosa en buen estado y, por último, el art. 1517 pone a
cargo del locador el deterioro de la cosa por caso fortuito o fuerza mayor.
Nada se dice sobre las cosas introducidas, pues se atiende a la cosa locada que
es la determinante; sin embargo, en nuestro supuesto, la casa rodante y su
estado de conservación es lo realmente importante.
Consideramos que el locador sólo aparecerá siendo responsable del daño que
pueda generarse en la "cosa", cuando su acción u omisión puedan fecundar la
culpabilidad (culpa o dolo), además de los otros elementos de la
"responsabilidad subjetiva", pues su obligación se limita al "alquiler del
espacio" con seguridades propias.
El incumplimiento de esta obligación se presume responsable a título de culpa
(art. 512, Cód. Civil) con todas las implicancias que ello significa, de allí que si
desea liberarse deberá acreditar algunos de los eximentes propios de este tipo
de responsabilidad.
En cuanto a la "prestación de servicios adicionales", consideramos que deben
entenderse integrados a la locación del espacio, salvo que sólo se contraten
estos servicios y no el espacio, lo cual no resulta habitual, pero de darse, será
calificado como locación de servicio u obra según la índole de la prestación y
las características.
Existen ciertos clubes que tienen por finalidad principal o anexa lugares
destinados a acampar y además para recreación de los socios.
En primer lugar tenemos la relación "socio-club", por la cual este último, a
cambio del pago de una cuota mensual, se compromete a brindar al primero
una serie de prestaciones que cada día es de mayor amplitud (campos de
deportes, lugares para acampar, servicios para automotores, descuentos en
comercios adheridos, etcétera).
La complejidad de "situaciones jurídicas" hace imposible que podamos analizar
todas ellas, por lo que sólo nos limitaremos a dos: el lugar para acampar y el
campo de recreación.
1) LUGAR PARA ACAMPAR. Estos clubes poseen, en distintos lugares del país,
determinadas áreas de campamento para recibir las casas rodantes, que
generalmente son lugares abiertos y descampados, que sólo poseen un control
de entrada.
Se han esbozado dos posiciones. A la primera, como no existiría una
contraprestación directa por el estacionamiento, se la ha calificado como
"depósito voluntario gratuito", con las consecuencias jurídicas que ello implica.
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Sin embargo, pensamos de manera diferente, pues existe una contraprestación
que es la que el socio paga en su cuota, la cual lo habilita para gozar de todos
los beneficios y recibir todas las prestaciones; de ahí entonces que la
característica de "onerosidad" es indudable. Podríamos sólo dudar si se trata
de depósito comercial o locación de espacio.
A este respecto, nos inclinamos por considerar que se trata de una "situación
híbrida" a la que debemos aplicarle las reglas de la "locación de espacio", pues
posee el uso y goce del lugar (art. 1493, Cód. Civil) y adquiere ese derecho
desde el mismo momento en que se asocia.
Ha sido usual en las últimas décadas que se promoviera, por las denominadas
agencias de turismo, un "complejo recreativo de actividades" que abarca desde
el pasaje (aéreo, marítimo o terrestre), el hospedaje y otras series de
actividades recreativas (excursiones, concurrencia a confiterías nocturnas,
museos, etcétera).
La mayor asiduidad con que se realizan (especialmente la modalidad de viajes
de fin de curso de menores egresados) ha desnudado innumerables problemas
que tienen que ver fundamentalmente con los "proveedores" de estos
servicios, ya que las agencias están en la intermediación u organización.
Precisamente en estos dos últimos términos, está la diferencia del encuadre
para la tipicidad de la contratación.
En el primer supuesto -la sola intermediación-, sostenemos que existe una
"locación de servicios", en los términos de los arts. 1493 y 1623 del Cód. Civil
(la una prestar un servicio Y el otro a pagar un precio cierto en dinero).
Pero dado que estos agentes tienen el carácter de comerciantes y expertos en
la materia, es obvio que sus obligaciones deben juzgarse con estricta
rigurosidad (arts. 902 y 909, Cód. Civil), aun cuando en esta alternativa no
asumen la responsabilidad por los resultados de las distintas situaciones
jurídicas, sino que su objetivo sólo se realiza con la contratación en sí misma
del servicio, v. gr., el pasaje aéreo, pero no si el avión sale o no a horario; por
el hospedaje en determinado hotel, pero no respecto de la calidad del servicio.
Distinta es la faceta cuando el agente de viajes promueve, publicita en su
calidad de organizador de estos viajes de recreación; la modalidad suele ser su
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"integridad", es decir, previéndose desde la salida hasta el arribo todas las
contingencias, calidades y demás especificaciones del viaje recreativo.
En este supuesto consideramos que se trata de una "locación de obra", pues
aquí se está asegurando el conjunto de actividades como un resultado definido
y a cambio de ello (en su integridad, art. 742, Cód. Civil) es la
contraprestación o precio.
En esta alternativa, es de aplicación lo dispuesto en el art. 1631 del Cód. Civil:
"El empresario es responsable del trabajo ejecutado por las personas que
ocupe en la obra", aludiéndose modernamente como lo hace el Proyecto de
Unificación Legislativa Civil y Comercial en el art. 521; "El obligado responde
por los terceros que haya introducido en la ejecución de la obligación".
EL CONTRATO DE TURISMO
INTRODUCCIÓN.
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que lo ubica en desventaja con respecto al agente. Esto hace que el viajero no
disponga de demasiado margen de acción cuando al llegar al lugar de destino,
se da cuenta de que las informaciones que recibió no son exactas o que no se
han respetado los términos del contrato.
Tales características llevan a que sea el viajero quien deba asumir la posición
de demandante, lo que pone en evidencia la necesidad de tutelar al usuario de
los servicios turísticos quien a menudo se ve enfrentado a múltiples
inconvenientes a causa de las deficiencias en la prestación de los servicios
contratados, de los cuales la jurisprudencia reiteradamente da cuenta.
• LA AGENCIA DE VIAJES
Se trata de personas físicas o jurídicas que desarrollan con o sin fines de lucro,
en forma permanente, transitoria o accidental, alguna de las actividades que la
ley enumera (art. 1°, ley 18.829).
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Deben obtener previamente la licencia inscribiéndose en el Registro de Agentes
de Viajes de la Dirección Nacional de Turismo, previa constitución de un fondo
de garantía, el que puede ser sustituido por un seguro.
El decr. 2182/72 clasifica las agencias de viaje en: empresas de viajes y
turismo, agencias de turismo o agencias de viajes, habitualmente
denominadas mayoristas o minoristas. Básicamente, pueden actuar como
organizadoras de un tour o viaje combinado, o bien como intermediarias en la
venta de estos viajes organizados o de alguna de las prestaciones aisladas que
permiten efectuar un viaje o una estadía cualquiera.
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Para llevar a cabo los servicios comprometidos al turista, la agencia puede
utilizar sus propios recursos, o bien puede recurrir a terceros a fin de que
proporcionen las diversas prestaciones que integran el forfait.
Generalmente el organizador no presta directamente los servicios al turista,
sino que a su vez contrata los servicios de otros prestadores o empresas
turísticas. Esta delegación en terceros no resulta oponible al turista en caso de
incumplimiento o cumplimiento defectuoso de quienes efectivamente prestan
el servicio, pues es la agencia quien asume jurídicamente la obligación de
prestarlos. El organizador siempre responde por la adecuada ejecución de las
obligaciones asumidas contractualmente, se cumplan estas obligaciones
directamente por ellos o por otros prestatarios de servicios que se introducen
en la ejecución de la prestación.
Estas características hacen que confluyan en el negocio distintas relaciones
jurídicas, derivadas de la celebración de los distintos acuerdos que requiere la
organización y puesta en práctica del viaje. La agencia de viajes concluye por
una parte un contrato con el usuario, y por la otra, varios convenios con las
empresas (hotel, transportista, etc.) que prestan directamente sus servicios al
turista. Tales acuerdos, si bien aparecen como independientes, presentan una
estrecha vinculación entre sí.
Esta modalidad constituye una nueva estructura contractual, que se conforma
mediante una pluralidad de acuerdos conexazos entre sí y que plantea una rica
problemática en materia de contratos, ligada con las nuevas formas
organizativas empresariales que se estructuran en forma de grupo, tendientes
a fragmentar o delimitar los riesgos empresariales en perjuicio del consumidor.
Entre estos distintos acuerdos existe un nexo funcional pues todos responden a
un mismo resultado económico; la realización de un viaje a cambio de un
precio global. Tales acuerdos reconocen una única causa que fundamenta la
unidad del negocio, a pesar de que las prestaciones sean diferentes. Se trata
de un negocio jurídico único, fraccionado en varias relaciones jurídicas.
Destaca Kemelmajer de Carlucci que "el objeto del contrato no es el complejo
de las prestaciones singulares sino el viaje tomado globalmente como entidad
autónoma, respecto de las prestaciones singulares que la componen; la
voluntad de una de las partes, el turista, no se fracciona dirigiéndose
simultáneamente a negocios múltiples y heterogéneos, por el contrario, existe
un contrato único que resulta de la combinación de diversos esquemas
negociales (transporte, suministro, depósito, etcétera)".
La causa del contrato es la realización del viaje. Al turista lo único que le
interesa es su concreción con las características ofrecidas por la agencia, y por
el que paga un precio único. A su vez, la agencia queda obligada a obtener ese
resultado, siendo indistinto que sea un tercero quien preste los servicios
comprometidos.
La trascendencia práctica de esta construcción doctrinaria se efectiviza al
demarcar el ámbito de responsabilidad de los distintos sujetos que intervienen
en esta operación. El vínculo jurídico-económico que se establece entre ellos y
la unicidad del negocio realizado trae como consecuencia la responsabilidad de
la agencia por la actuación de los sujetos intervinientes, que incluso puede, en
algunos casos, justificar una responsabilidad solidaria para evitar que por
medio de la operatoria elegida se diluya la responsabilidad de los verdaderos
protagonistas del negocio jurídico.
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En la doctrina extranjera, el hecho de que estos paquetes turísticos sean
ofrecidos y vendidos masivamente, ha llevado a calificarlos como un "producto
turístico" análogo a cualquier sistema de fabricación o producción en serie en
la que el "fabricante" -la agencia de viajes-, elabora "productos turísticos" en
serie que luego enajena. El usuario adquiere un viaje como si fuese un
producto elaborado; su interés está en el viaje completo, despreocupándose de
los contratos que la agencia deba celebrar con los empresarios para la
realización de diversas prestaciones.
El hecho de considerarlo como un producto de empresa, coloca al usuario en
una posición más ventajosa frente al incumplimiento del organizador, por
aplicación de las reglas de la responsabilidad objetiva del fabricante, como
veremos más adelante.
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cláusula de este tipo es abusiva y, por lo tanto, nula al desplazar al usuario un
riesgo inherente al ámbito de actividades del organizador. El hecho de que éste
opere por medio de terceros -lo cual responde a las nuevas estrategias
empresariales caracterizadas por una atomización en la producción y
comercialización de los bienes y servicios- es una circunstancia que no puede
ser invocada por el organizador en su beneficio económico, por ser quien
asume jurídicamente la obligación de prestar los servicios comprometidos.
Por último, la ley no establece una limitación temporal para el ejercicio de
dicho derecho. No obstante, entendemos que el mismo no puede ser ejercido
en forma abusiva o intempestiva, en la inminencia del viaje. Como es obvio, el
pago anticipado del viaje opera como límite a la invocación de la norma y el
organizador debe sujetarse a las consecuencias que se deriven de lo
convenido, sin consideración a su mayor onerosidad.
El art. 25 del decr. regl. 2182/72 regula el régimen legal para el caso de
desistimiento sin causa justificada de un viaje individual o colectivo,
estableciendo una indemnización tarifada fijada por el organismo de aplicación:
"Para el caso de desistimiento sin justificación por parte de las agencias de
viajes, de un viaje individual o colectivo, éstas deberán devolver el importe
íntegro del depósito previo, sin deducciones, más una indemnización del 10%
hasta el 30 % según lo que al respecto resuelva la Dirección Nacional de
Turismo, teniendo en cuenta las características del caso y los antecedentes que
registre la citada agencia y sin perjuicio de aquellas a que, por derecho común,
se considerase acreedor el usuario. La reiteración de tales desistimientos
injustificados será considerada como causal para la aplicación de sanciones".
El decr. regl. 2182/72 en su art. 24, establece las causas que justifican la
anulación del viaje:
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de las reservas de hotel, transporte y otros servicios esenciales, de acuerdo
con el itinerario presentado y siempre que se encuentre al día en sus
obligaciones económicas con los que habían de prestarlos.
El organizador debe velar por la indemnidad del viajero. En este sentido, tiene
una obligación tácita de seguridad (art. 1198, Cód. Civil) por la cual se
compromete a que durante la ejecución del contrato no sufrirá daño sobre su
persona o sus bienes. Esta obligación de indemnidad está en estricta relación
con las modalidades del viaje contratado (con o sin la conducción de un guía
turístico).
Tal protección se extiende aun en los casos en que por razones de fuerza
mayor no imputable a la agencia, se vea obligada a suspender la continuación
de los servicios una vez iniciado el viaje. De presentarse alguna circunstancia
que impida el cumplimiento del contrato, debe tomar todas las medidas
necesarias en el interés y seguridad del viajero (art. 10, Convenio de Bruselas,
ratificado por la Ley 19.918) y no dejarlo librado a su suerte, v. gr.,
proporcionando al viajero en forma gratuita el regreso al punto de origen, sin
perjuicio de la devolución de las cantidades que proporcionalmente puedan
corresponder.
La responsabilidad es directa y objetiva y cubre los daños ocasionados por
terceros que se introducen en la ejecución de la prestación, o por la
intervención de cosas.
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Esta delegación en terceros no implica desligarlo de las consecuentes
responsabilidades que puedan surgir a raíz de una deficiente prestación de
servicios, sin interesar el vínculo obligacional que los une. Se trata de una
función que el prestador cumple para el organizador, ya que éste opera por
medio de los terceros de quienes se sirve.
En el campo contractual no existe una norma expresa que regule la cuestión.
No obstante, actualmente ninguna duda cabe acerca de la responsabilidad del
principal por los terceros que se introduzcan en la ejecución de la prestación.
El concepto de dependencia, conforme la moderna doctrina, ha sido
notoriamente ampliado, y debe ser entendido en un sentido amplio que va más
allá de la idea de subordinación laboral, y que puede ser jurídica, económica o
técnica. Quien recurre a los servicios de otra persona no hace sino prolongar
su propia actividad, siendo un instrumento para el logro de determinados
objetivos.
Otros argumentos han explicado tal responsabilidad. Así, se alude al riesgo de
la actividad económica, considerada por el moderno derecho de daños como un
factor autónomo atributivo de responsabilidad, según el cual la responsabilidad
del organizador resulta de la misma estructura económica y jurídica de su
organización empresaria, lo que jurídicamente se traduce en la imputación a su
patrimonio de las actividades que realiza.
El hecho de tratarse de una empresa que actúa con finalidad de lucro, impone
correlativamente la obligación de asumir los daños que con tal actividad
produzca.
Las modernas doctrinas aplican las mismas reglas que la responsabilidad
objetiva del fabricante del "producto turístico". En la jurisprudencia francesa se
considera que el consumidor contrata un producto, por lo que el "fabricante" -
el organizador- debe responder por las deficiencias de los servicios. Considerar
al viaje organizado como producto de empresa mejora la posición del
consumidor, pues la agencia responderá de todos los defectos que presente,
cualquiera sea su causa, ya que siempre va a ser considerado como
consecuencia de su propia actividad empresarial.
Estas modernas corrientes estructuran una responsabilidad solidaria entre las
agencias y los prestadores del servicio, contra quienes el usuario puede dirigir
su reclamo, ya sea en forma indistinta o conjunta.
Haciendo aplicación de los principios enunciados, la jurisprudencia ha dicho:
"Acorde con lo previsto por el decr. 2182/72, reglamentario de la ley 18.829 y
de lo normado en el art. 1° de esta última, la responsabilidad de las agencias
de viajes por los servicios comprometidos, abarca no sólo las hipótesis en que
son directamente brindados por ella, sino inclusive en el caso de supeditación a
la actividad de otras empresas prestatarias. El destinatario de los servicios
debe ser protegido, inclusive por el incumplimiento de esas otras empresas
que no son terceros por los que no debe responder la agencia, sino todo lo
contrario, desde que intervienen con ella en las cadenas de contratación hasta
llegar al usuario" (JuzgCivCom Córdoba, 16/5/94, "Semanario Jurídico").
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inicial actúa como empresa que organiza el viaje completo, en parte mediante
su propia organización y en parte con la de los subcontratistas, es responsable
del transporte entero frente al viajero, sin perjuicio de las acciones de regreso.
Son las eximentes propias de todo sistema objetivo: hecho de la víctima, caso
fortuito o fuerza mayor, o el hecho de un tercero por el cual no se deba
responder.
En cuanto al hecho de la víctima, ésta puede participar en el evento dañoso
mediante su causalidad (enfermedad que impide la iniciación o continuación
del viaje), o bien introduciendo una situación culposa (no presentarse en el
momento y en el lugar fijados para la salida del viaje o en cualquier punto del
itinerario, etcétera).
Con respecto al caso fortuito, debe ser externo o ajeno a la actividad y al
ámbito de control del organizador. Debe tratarse de un acontecimiento
imprevisible y exterior a ellos (guerras, catástrofes naturales, etc.), ya que si
fuera interno, se encontraría dentro del riesgo propio o específico de la
actividad desarrollada.
Este criterio se aplica no sólo a la propia actividad de la agencia, sino también
a la de sus auxiliares o subcontratantes (prestadores del servicio). La
jurisprudencia, nacional y extranjera, ha rechazado la invocación del caso
fortuito en las siguientes situaciones:
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a) Huelgas de sus propios trabajadores o las de los trabajadores de sus
auxiliares en el cumplimiento, aunque sean ilícitas o abusivas. En cambio, la
huelga general ha sido considerada como un supuesto de fuerza mayor.
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garantía inherente al afianzamiento de un adecuado servicio, con el
consiguiente agravante para el usuario de tener que enfrentarse con una
eventual insolvencia del autor del daño.
Es indiscutible la ineficacia de estas cláusulas eximentes ya que implicarían el
aniquilamiento de la obligación misma. Como ya hemos señalado, el
organizador responde siempre por la correcta ejecución de las obligaciones
derivadas del contrato con independencia de que dichas obligaciones sean
satisfechas por otros prestadores.
Otra variante es que se presente a las agencias organizadoras como meras
intermediarias entre el cliente y las empresas turísticas. Tales estipulaciones
han sido declaradas nulas por la jurisprudencia: "las cláusulas liberatorias de
responsabilidad de la empresa organizadora de la excursión por las cuales
declara explícitamente que obra y actúa como intermediaria entre el pasajero y
las entidades, empresas de transporte, hoteles y/o personas llamadas a
prestar los servicios, no libera de su responsabilidad a la agencia organizadora
del viaje en cuanto a las obligaciones propias de su función" (CrcivCom
BBlanca. Sala V, 30/4/81, JA, 1982-IV-304).
También son ineficaces las que establecen topes indemnizatorios (art. 37, inc.
1", ley 24.240). Incluso, los seguros que se constituyen como fondo de
garantía, no deben contener limitaciones en relación a la extensión de las
obligaciones asumidas por los agentes de viajes, de conformidad a dicha ley
(res. ST 85/95).
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a factores excepcionales ajenos al organizador, o que sea jurídicamente
irrelevante, éste debe cumplir con las prestaciones en la forma convenida. Las
prerrogativas reservadas en el contrato no se pueden ejercer abusivamente
frustrando las legítimas expectativas del usuario (arts. 1071 y 1198, Cód.
Civil); admitir lo contrario implicaría la facultad de cumplir o no el contrato,
dejándolo librado a la voluntad de una de las partes, la más fuerte en la
relación contractual (art. 542, Cód. Civil, y art. 37, ley 24.240).
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Comunitaria, al establecer que la responsabilidad por la inejecución o ejecución
defectuosa del contrato recae en el organizador del viaje, en el detallista, o en
ambos conjuntamente, lo que sin duda ofrece una mejor protección al viajero.
La objeción que se le ha formulado a esta postura es que la responsabilidad del
vendedor-intermediario no puede llegar tan lejos como la del fabricante porque
el defecto no se origina en el ámbito de su control, salvo que se demuestre
que el proveedor (le la cosa o servicio defectuoso (organizador) elegido por él
es una firma acreditada y que adoptó las medidas usuales o razonablemente
exigibles en el caso concreto, para la detección de posibles deficiencias.
De todas maneras, no puede predicarse una total irresponsabilidad del
intermediario. En atención a sus específicas obligaciones como vendedor
profesional, debe desarrollar una adecuada y diligente conducta, por ejemplo,
brindando la información e instrucciones necesarias al cliente acerca del viaje
que contrata, asesorando en la elección del organizador y su solvencia, en la
detección de posibles deficiencias, etc., cuya inobservancia compromete su
responsabilidad contractual. En tal sentido, sería responsable por los daños
originados por su propia gestión, v. gr., error en la información o deficiente
asesoramiento brindado al cliente sobre la calidad de la empresa organizadora
y de los servicios que ofrece; como dice Fariña, el cliente confía en el agente
de viajes, no tiene otro medio idóneo para contar con una información veraz
que le permita adoptar una decisión correcta.
Sobre el tema, la jurisprudencia ha resuelto; "Si una empresa de turismo
contrata con un cliente un viaje al exterior, y éste al presentarse con
anticipación suficiente en el aeropuerto, pierde el vuelo, porque aquélla no le
anotició el cambio de horario de salida, razón por la cual el pasajero debió
adquirir un nuevo pasaje aéreo para el día siguiente, resulta procedente la
acción judicial deducida a fin de que la agencia de viaje le reembolse el costo
de ese nuevo pasaje. No empece tal conclusión, la circunstancia de que la
accionada opere como intermediara entre el cliente y la agencia mayorista,
toda vez que sus deberes no se agotaban con entregar sólo al adquirente los
referidos pasajes, sino que debería asegurar -predisponiendo para ello la
organización empresaria adecuada- su constante y fluida comunicación, tanto
con la empresa mayorista operadora del vuelo chárter, cuanto con sus clientes,
de modo que la agencia tuviese conocimiento de cualquier novedad respecto
de la realización del vuelo y la posibilidad de comunicar esa novedad a su
cliente". (CNCom, Sala D, 21/7/95, LL, 1996-C-206).
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El Estado asume, por lo tanto, una obligación jurídica de garantía fundada en
la falta de servicio.
INTRODUCCIÓN
CONCEPTO
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rodante, etc.), pero la práctica negocial indica que tal relación jurídica no es
bilateral sino multilateral, ya que nos encontramos frente a una serie de
contratos o relaciones jurídicas conexas durante todo el íter contractual que
resultan imprescindibles para la correcta prestación de la obligación principal
(p. ej., desarrollista, propietario, vendedor, usuario, comercializador,
administrador, prestador del servicio turístico, etc.).
LOS PLAZOS.
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También en cuanto al plazo hay que destacar dos aspectos. Uno atañe a la
vigencia del contrato en sí, y el otro al momento del ejercicio de los derechos
que de él emergen.
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habida cuenta de la disparidad asimétrica de conocimientos existente entre los
contratantes y aun entre los diferentes consumidores.
El incumplimiento de la obligación de informar hará incurrir en responsabilidad
a todos los intervinientes en la cadena de comercialización y distribución.
Es, asimismo, innominado y atípico, puesto que se lo conoce como "tiempo
compartido" o "vacaciones compartidas", sin que tenga hasta el presente
recepción legal.
Como vimos, es de tracto sucesivo aunque discontinuo, y en principio, no
formal.
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inmuebles, tiene en mira el esparcimiento o la recreación (claro está que esto
se desdibuja cuando el objeto mediato es otro tipo de bien).
Asimismo, es conveniente marcar las diferencias que lo distinguen del contrato
de hospedaje, pues con éste puede confundirse cuando el tiempo compartido
se realiza sobre unidades de apart hotel; en este caso, uno de los elementos
característicos de aquél, cual es la responsabilidad del hotelero, prácticamente
desaparece, puesto que no tiene obligación de custodia y vigilancia sobre los
bienes del adquirente, dada la naturaleza de la contratación.
En cuanto a derechos personales, nos queda efectuar el distingo respecto del
contrato de compraventa. Aquí la diferencia primordial consiste en que el
"comprador" no adquiere la propiedad de la cosa y, por tanto, no puede
realizar sobre ella actos de disposición (puede transferir el contrato a título de
cesión, pero no de compraventa), ni tampoco de administración. Incluso, si
desea darla en préstamo, debe comunicarlo a la administradora.
Asimismo, su derecho no es vitalicio sino, como vimos, limitado en el tiempo.
Además -y en esto superaría a la compraventa-, adquiere un derecho que
puede ejercer no sobre una sola cosa sino sobre varias, tal el caso del
intercambio vacacional propiamente dicho, cuando el interesado ocupa una
unidad distinta de la que establece su contrato.
Por último, haremos una breve comparación con los derechos reales que
involucra. Al referirnos a la compraventa, hemos hecho mención del dominio
cuando por ella se adquiere; nos resta ver los derechos de usufructo y de uso
y habitación.
Por el primero, al usufructuario le está permitido percibir los Frutos, y se
extingue, entre otras causales, por muerte de la parte que ejerce tales
derechos, situaciones que no se dan en el contrato que analizamos. Tampoco
se da la limitación personal del uso y habitación, dado que el tiempo
compartido no es para uso exclusivo y excluyente del adquirente y su familia;
finalmente, tal derecho real no puede ser cedido ni transmitido mortis causa.
De este modo se observa que, si bien podríamos estar en presencia de un
derecho real, no se dan los elementos de ninguno en particular; de tal suerte
concluimos que la figura en estudio pertenece a la esfera de los derechos
personales (ver art. 2502, Cód. Civil).
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servicios complementarios que se le presten cuando no formen parte de las
disposiciones contractuales.
En cuanto a sus derechos, está facultado a ceder el contrato o bien a permitir a
terceros el uso de la unidad, en cuyo caso será directamente responsable del
deterioro, pérdida o destrucción de ella o de los elementos existentes. Tiene
derecho a exigir la entrega del bien en perfecto estado de conservación y
mantenimiento y en el plazo acordado. Asimismo, puede variar las fechas de
ocupación convenidas, previo aviso, pago de diferencia del precio si la hubiere,
y conformidad de la parte otorgante.
Lo mismo puede decirse respecto del cambio de lugar cuando opta por ocupar,
no la unidad correspondiente a su contrato, sino una ubicada en otro punto
geográfico, dentro de la cadena de inmuebles que integre el otorgante.
Este contrato se extingue por rescisión o por resolución siguiendo los principios
generales de extinción. Una cuestión poco desarrollada por la doctrina
nacional, pero que ha adquirido importancia a nivel internacional, es la
posibilidad, en estos contratos, de reapertura del denominado período de
reflexión, regulado por el art. 34 de la ley de defensa del consumidor, que le
otorga al usuario el derecho a revocar su aceptación durante un plazo de cinco
días sin incurrir en responsabilidad alguna, aun cuando el contrato fuese
firmado en un local de ventas.
Este tema resulta muy importante tomando en consideración la fórmula
agresiva de ventas que han desarrollado las empresas para la colocación de
este sistema vacacional en el mercado.
Puede también extinguirse por cesión que el adquirente realice en favor de
otra persona, según las normas que rigen la cesión de derechos.
En principio, no se extingue por muerte, ya que el contrato es transmisible a
los herederos, salvo que éstos no lo acepten.
Bibliografía consultada.
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- Bonivento, José A. (1973). “Los principales contratos civiles y su paralelo con
los comerciales”. Ed. Librería Stella, Bogotá.
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