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Las armas de juguete y su influencia en

el desarrollo del niño

Hace algún tiempo atrás cuando con mi primo y varios amigos soliamos jugar futbol,
baseball o cualquier otro deporte que estuviese de moda y nos llevara todo el día estar en
el corre corre y nuestras madres llamandonos para entrar a comer o que tuvieramos
cuidado con no seguir quebrando vidrios de los vecinos o dejar de hacer sonar las alarmas
de los carros.. me recuerdo que cuando caia el sol buscabamos que hacer y uno de esos
juegos preferidos era escondernos en el redondel de la colonia y agarrar nuestros juguetes
favoritos… una M16 y dos Revolvers que expulsaban una balas de plastico no mas de 1
mtrs de distancia y jugar al escondite en version Swat hasta ya entrada bien la noche.

Que adulto no reconoce al evocar su niñez la importancia que el jugar tenía en esa época
dorada del transcurrir por la vida, todavía insondable y lejano misterio que no provocaba
preocupación alguna. La recordamos con nostalgia cada vez que vemos jugar a nuestros
hijos, o a los ajenos, porque jugar nos dejó en el subconsciente o inconsciente un grato e
imperecedero recuerdo.

Con el tiempo y a medida que seguimos creciendo se aleja nuestra niñez o mejor dicho
que nos adentramos en la ingrávida vejez. Esto nos da la ingenua ilusión de volver a
repetir los antiguos juegos casi olvidados, pero ya irrepetibles como el trompo, Yo-Yo,
Canicas y sin olvida nuestra Onda(Resortera), porque en esta época que algunos llaman
"post modernidad", la televisión, los juguetes "asombrosos" y las películas en 3D llenas de
efectos especiales le ofrecen al niño un "mundo" mágicamente preformado donde parece
quedar poco lugar para la imaginación.

En muchas oportunidades he escuchado y leído lo inconveniente y reprochable que es


para algunas personas que un adulto (padre, madre, tío, etc.) regale al niño un juguete con
forma de arma, lo que algunos llaman "juguetes bélicos", pues convencidos están que será
ello motivo de desvío insanable de su desarrollo psicosocial que luego lo convertirá en un
adulto adicto a la violencia y con una incorregible patología conductual antisocial.

Creo sinceramente que ello es una aseveración totalmente equívoca, errónea y que
desdice la propia realidad que involucra a cientos de miles de adultos que pasaron muchas
horas felices jugando con esos "juguetes bélicos", y que hoy viven entre nosotros en total
armonía y tranquilidad y como para ejemplo un botón.

El niño puede distinguir muy bien entre el mundo real que lo rodea y sus juegos, pero toma
muy en serio ese mundo mágico y fantástico que "fabrica" o crea al jugar, porque en él ha
depositado afectos muy importantes con los cuales posee.

En el acto del jugar también se manifiesta el deseo de ser adulto. Jugando a ser "grande"
imita lo que conoce de la vida de éstos. Es ello un beneficio agregado inherente al propio
acto, que le permite al niño imitar; y así al imitar va aprendiendo, asumiendo roles y
tomando actitudes que incorpora anclándolas en su vida psíquica para luego aplicarlas en
su vida cotidiana.

El niño cuando juega utiliza elementos que le brinda la realidad, y al jugar se sumerge y
aísla en un mundo que le es personalísimo, que si bien no es la realidad verdadera le
produce un fuerte placer e inmenso bienestar, porque a quien no le gustaba jugar y dejar a
un lado nuestro inmensos problemas como “hacer la tarea de matematicas”.

Jugar sirve, sin duda, para aprender a vivir en equilibrio con el yo, con el prójimo y
adaptarse a la crudeza del mundo externo que ahora vivimos en Guatemala.

A través de la evolución del juego, como también del lenguaje, la música y la pintura,
siempre que lo haga en un ambiente de amor y tranquilidad (el hogar es el lugar más
indicado), el niño va desarrollando armoniosamente su capacidad intelectual, psico-social y
emocional que le permitirá integrarse al mundo como un adulto normal, feliz y equilibrado.

El crecimiento y desarrollo de un niño atraviesa diversas etapas en su devenir, todas


igualmente importantes pero finalmente su autonomía y comportamiento para enfrentar la
vida como ser adulto, expresado en carácter conducta y personalidad, dependerá del
contexto socio económico y cultural de cada familia, donde poseen gran relevancia la
calidad y variedad de los estímulos y respuestas recibidas (agradables o psico-
traumáticas) que lo ayudarán a convertirlo en un hombre social, como también deberán
considerarse las singulares características hereditarias recibidas.

Jugar es una etapa trascendente en la vida del niño y para ello requieren de diversos tipos
de juguetes. La imaginación, siempre fecunda y rica, los transformará en los objetos más
diversos, para nosotros sorprendentes.

Investigaciones realizadas en numerosos países, como también las realizadas por la


UNESCO no pudieron llegar a determinar ningún tipo de relación recíproca entre el uso de
los llamados " juguetes bélicos" y la conducta delictiva de niños y adolescentes. Sí esto se
pudo establecer relacionado con la violencia familiar que posee muchas "caras", con el
abuso, el maltrato y la temprana separación parental y las tan mal formadas “Maras” a
acogen a todo niño rechazado o en busca de refugio intrafamiliar.

El rechazo a los tipos de juguetes mencionados puede tener orígenes diversos: aversión a
las armas de fuego por parte de uno o ambos padres que transformados en conflictos
interpersonales se transmiten al hijo; o bien una prejuiciosa conducta pacifista que puede
presentarse con variada características pero en nuestro país todavía hay casos o
hipócritas como nuestros queridos diputados del congreso.

¿Qué sentido tiene negar al niño estos juguetes?. Si bien no debería hacerse un uso casi
exclusivo de los mismos, es sabido que de un lápiz él puede imaginar un puñal y bien
recuerdo que en secundaria un amigo lanzo un lápiz y casualmente se le incustro la mina
en el ojo derecho a otro compañerouna regla volverla un fusil o una pistola, etcétera.
Prohibir al niño usar estos "juguetes bélicos" le imposibilitaría canalizar la natural
agresividad que todo ser humano posee, incluidos los niños por supuesto. Impedir
culturizar esa agresión natural, al entorpecerla o bloquearla por formas diversas, le está
impidiendo al niño que, cuando adulto, sepa usarla racionalmente para su defensa
personal en casos de peligrosas situaciones que puede ofrecerle el mundo exterior.
También le impediría saber que no debe ser usada para atacar violentamente al prójimo en
triviales situaciones que la vida normal le presentará, sin mencionar al alcalde de iztapa
que viéndose copado por su comitiva y exigiéndole la inversión o devolución del dinero del
famoso puente que cruza el canal “que hasta el nombre de su hija lleva… Michell”
desenfundo su arma hiriendo a dos personas y asesinando a otras dos.

¿Y para qué escribo estas simples líneas? No para salvaguardar a los fabricantes de los
mentados juguetes, ni para defender a los legítimos usuarios como nosotros que
poseedores de armas de fuego tenemos una gran responsabilidad dentro de la sociedad,
sino para proteger al niño con que crecimos; porque como adultos tenemos la obligación
moral y legal de darles protección y brindarles felicidad, entre otros bienes, no soy padre
pero veo en la tarea de ser un educador mas y ser ejemplo de un buen ciudadano.

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