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− Presentación.
− Convertirse a la oración en un mundo
secularizado.
− La oración de Jesús según el Evangelio.
− Lo “Inédito” de la oración cristiana.
− Los contenidos de la oración cristiana.
− Las fuentes de la oración: la escucha de la
Palabra.
− Las fuentes de la oración: orar ante la Eucaristía.
− La dimensión misionera de la oración.
− La experiencia de Dios y la oración.
− Formulas para “aprender a orar”.
Orar desde la Vida
Presentación.
“¿Qué sería de la Iglesia sin su oración?, ¿Qué sería del cristianismo, si no enseñara a
los hombres cómo pueden comunicarse con Dios? ¿Un humanismo filantrópico? ¿Una
sociología meramente temporal?”.
Releyéndolas, con la perspectiva que les da el tiempo, estas palabras evocan la
Iglesia de los “Hechos de los Apóstoles”: una Iglesia que nace de la oración (Hch. 1,
14) y que en los momentos de tempestad y persecución ora incesantemente (Hch. 12,
5). Su misma misión evangelizadora se sostenía y se sigue alimentando de la oración.
Basta recordar a san Pablo, “hombre de acción y de temperamento viril y concreto,
que es al mismo tiempo un místico, un contemplativo que busca y encuentra en la
oración la fuente y la energía para la acción”.1
Surge, entonces, la pregunta: ¿Por qué, a pesar de tantas iniciativas y esfuerzos, la
crisis de la oración no sólo persiste sino que parece agravarse?
Para superar la crisis entonces, debemos volver a familiarizarnos con valores
olvidados o ignorados por demasiado tiempo: la humildad, es decir el sentido creatural
ante el Dios “siempre mayor”, el sentido de la gratuidad que nos hace comprender que
todo lo bueno nos viene del Padre Dios (St. 1, 17), que todo es fruto de una amorosa
Providencia y que “todo es gracia”; el sentido del servicio a los hermanos que
encuentra en la oración el momento privilegiado para un efectivo contacto con Dios
que nos impulsa a inclinarnos amorosamente sobre los demás; el sentido del rigor.
En esta luz adquieren todo su significado las palabras del convertido inglés Robert
Hug Benson: “El hombre necesita adora para no embrutecerse”.
“Orar desde la vida”, es establecer un diálogo permanente con Dios “desde nuestra
pobreza”, desde nuestra situación de pecado y de injusticia para derivar de ese
diálogo la luz, la fuerza y la paciencia que nos ayuden a descernir objetivos, medios y
circunstancias para la acción concreta.
1. Peligro y oportunidad.
En esta forma, la crisis, si bien nos pone en peligro de perder las riquezas espirituales
del pasado, nos brinda también la oportunidad de recuperarlas purificadas y
transmitirlas así a las nuevas generaciones.
2. Elementos condicionantes.
Tres categorías de condicionamientos hacen hoy más difícil la oración que en el
pasado:
− Elementos socio-culturales: son aquellos que configuran la situación que
está modelando una nueva imagen del mundo, del hombre y de la misma religión.
Tales son: el secularismo, el pluralismo ideológico, la pérdida del sentido de la
vida, etc. estos y otros factores repercuten negativamente en la vida de las
personas y de las comunidades, impidiendo una atención veraz y profunda a los
valores del espíritu.
− Elementos ambientales-personales: son los que han “condicionado” la vida
de muchos en sus años de formación: métodos, fórmulas y hasta los contenidos
doctrinales: oración de tipo utilitarista, sentido mágico de la misma.
1
P. ROSSANO, II Nuovo Testamento, vol. II Ed. Paoline, Roma 1977
Orar desde la Vida
B. La conversión a la oración.
a) Ocasión.
Después del Bautismo: “Bautizado también Jesús y puesto en oración...” (Lc. 3, 21);
en la sinagoga de Nazaret: “...llegó a Nazaret donde se había criado. El sábado entró
según su costumbre, en la sinagoga y se levantó a leer” (Lc.4, 15-16); al comenzar su
vida pública, va al desierto a orar, ayunar, meditar, bajo el empuje del Espíritu (Mt.4, 1-
11), y responde victoriosos antes las tentaciones, con la Palabra de Dios, ampliamente
meditada y orada; ante la elección de los apóstoles: “Por aquellos días se fue a la
montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando llegó el día , llamó a sus
discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó apóstoles...” (Lc. 6, 12ss); etc.
2
L. DUCHESNE, Los orígenes del culto cristiano, 1925
3
Cfr M. RIBEIRO, Oración corporal, Ed. Paulinas, Bueno Aires, 1985
Orar desde la Vida
4
S. ALBERIONE, Carissimi in san Paolo, Ed Paulinas, Roma 1971, pág. 696-699.
5
J. SOBRINO, La oración de Cristo y del cristiano, Ed. Paulinas, Bogotá, 1979, pág. 20-25
Orar desde la Vida
1. El Reino de Dios.
El Reino consiste en el restablecimiento del señorío de Dios sobre el mundo.
Es significativo que en la oración que nos ha enseñado, haga pedir expresamente:
“Venga tu Reino”. Es un contenido permanente de la oración cristiana que debe
traducirse en actitudes y en acciones que lo hagan posible y aceleren su
“manifestación” en el mundo y en la Historia. Pero, sobre las enseñanzas de Jesús, sin
caer en impaciencias (parábola de la semilla que crece lentamente), sin confundirlos
con proyectos humanos de tipo “político”, pero tampoco sin reducirlo a puras formas
espirituales descarnadas. La oración y la reflexión sobre esta perenne realidad de
Jesús, nos ayudará a discernir y a obrar en consecuencia.
2. La “voluntad de Dios”.
También este tema lo encontramos en el Padre nuestro: Hágase tu voluntad (Mt. 6,
10). Y podríamos preguntarnos a que se debe. La respuesta es simple y precisa: la
oración no es un “medio” para pedir favores: es una actitud para “descubrir” el
proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. En este sentido “venga tu Reino”
y “hágase tu voluntad” llegan a ser una misma cosa: la expresión de señorío de Dios
sobre el hombre y la necesidad de confrontar sobre estas exigencias todos nuestros
proyectos.
4. La conversión continua.
Si la oración en mi vida no logra cambiarme, hacerme tomar conciencia de quién soy
yo para Dios y cómo espera El mi conversión al amor, entonces es vana, es nula...
En la oración uno se cuestiona, descubre sus límites, sus errores ante el “Santo” que
es Dios; la distancia que lo separa de él... Descubre lo poco que ha hecho y lo
“demasiado” que queda por hacer y de allí, si se es honesto con Dios y consigo
6
Doc. sobre la oración, Conf. Episcopal de Asia, rev. Ecclesia, 14 de abril 1979, pág. 12.
Orar desde la Vida
B. Conclusión.
¿Es posible orar como Jesús? Sí, pero con una triple condición: si lo hacemos con fe:
Mt. 21, 22; si lo hacemos en su Nombre: Jn. 14, 13-14; 15-16; 16, 23-24-26; y si lo
hacemos con alma de pobres: como María.
1. Su evolución histórica.
En el Antiguo Testamento hay una veneración casi mágica por la Palabra de Dios,
común a otras religiones orientales. Pero Israel se diferencia pronto, por la conciencia
que, especialmente a través de Moisés, adquiere de la revelación del “verdadero”
Dios. Esta conciencia se concreta en la alianza del Sinaí y en la promesa que Moisés
pide al pueblo: ser fiel a la palabra con la cual se han comprometido con Dios.
Pero es en el misterio profético donde la “palabra” adquiere toda su fuerza renovadora
y eficaz que se expresa en fórmulas solemnes: “Palabra de Yavé”, “Oráculo del
Señor”, etc. Con ella los profetas, en nombre de Dios anuncian el paso del Señor,
llaman a conversión, bendicen, exhortan, amenazan y hasta maldicen. Y su palabra,
puesto que es palabra de Dios y ellos son sólo “repetidores”, se cumple puntualmente,
aun cuando a veces con dilaciones.
No hay lugar explícito para el anuncio de la palabra, pero sí hay un lugar privilegiado
para ser comunicada a los instrumentos escogidos: el desierto. Esto incluye también
un clima interior, una actitud de vida, en fin, el corazón del hombre, donde Dios habla.
Con sus caracteres de aridez, aislamiento, silencio, miedo, etc., es el signo del
desasimiento (desprendimiento) y de las condiciones aptas para escuchar
debidamente a Dios.
En el Evangelio, la palabra, sin perder nada de su fuerza, asume caracteres inéditos,
cuando Cristo iniciando el Nuevo Testamento, se presenta como el que “anuncia la
Buena Palabra”; como el único Maestro de esa Palabra que afirma haber recibido del
Padre... la presenta como palabra de vida a la cual hay que creer para salvarse; y la
gente y sus discípulos sienten que la anuncia “como uno que tiene autoridad”.
Los “discípulos”, herederos de esa Palabra, recibe el mandato de anunciarla y ser
testigos de ella en todo el mundo, hasta el fin de los siglos: “Vaya al mundo entero y
hagan a todos los pueblos discípulos míos, enseñándoles todo lo que les he
enseñado... El que creyere... se salvará” (Mt. 28, 19-20; Mc. 16, 16).
2. Biblia y Religiosos.
El Concilio, al ocuparse de la Vida Religiosa, no sólo ha exhortado a los Religiosos a
tomar al Cristo del Evangelio como norma única de su renovación, sino que se ha
ocupado en forma específica de su retorno a la Palabra de Dios.
En PC. 6, se lee: “Sobre todo, tengan diariamente entre las manos la Sagrada
Escritura, para que aprendan con la lectura y meditación de las divinas escrituras `la
eminente ciencia de Jesucristo ´” (Fip. 3, 8) y lo mismo se les repite en DV. 25. Esto
sirve para que el sacerdote no se un predicar vació y superficial del la Palabra de Dios.
7
S. ALBERIONE, op. Cit., pág. 685.
Orar desde la Vida
2. Condiciones de eficiencia.
Para que la Palabra se encarne en nuestro SER y demos TESTIMONIO de ella, con la
vida y el anuncio, se han de cumplir ciertas condiciones. Las enuncio brevemente:
ponerse ante el Maestro, con ánimo de discípulos; recuperar el sentido del desierto:
espacio de silencio y reflexión; ponerse ante la Palabra con el espíritu de María, dócil
al Espíritu, sin politizar ni ideoligizar la Palabra y sin desencarnarla; necesidad de
cultura, de la lectura: para entender debidamente el texto sagrado y vehicularlo hoy al
hombre de hoy; la Palabra como “parámetro” para leer los “signos” de salvación hoy,
en los pobres, en los oprimidos y en la lucha por la justicia.
8
Cfr J. DANIELOU, Contemplaciones – Crecimiento de la Iglesia, Encuentro Ed., Madrid 1981, pág. 28;
S. ALBEBERIONE, L `Apostolado delle Edizioni, Ed. Paulinas, Alba 1944, escribe: “La vida espiritual
no es un método, y por lo tanto hay que educar a ser rápido en la docilidad al Espíritu Santo. Pero la vida
espiritual tampoco es desorden y, por ende, se explique que un buen método, bien asimilado, aplicado
oportunamente, conduce a la madurez y desde allí a la perfección y a la perfecta unión con Dios” (pás.
222).
9
C.M .MARINI , La dimensión contemplativa de la vida, en rev. Testimonio 66 (1981) n. 3, pág. 27.
10
S. ALBERIONE, Ut perfectus sit homo Dei, ed. Paulina, Roma, 1961, I, pág.
Orar desde la Vida
11
H.U. von BALTHASAR, El cristianismo es un don, Ed. Paulina, Madrid, 1973.
12
Ibid., pág. 67ss.
Orar desde la Vida
caminos, medios y maneras más eficaces para hacer realidad el anhelo de Jesús:
“¡Que todos sean uno!” y que ” haya un solo rebaño, bajo un solo Pastor”.
2. En la vida de Pablo.
Pablo siente que la oración del apóstol debe responder a una doble exigencia: que el
Señor ponga en su boca la palabra “justa” y oportuna; y que disponga, a su vez, a los
hombres a recibirla debidamente para que se salven. Indicamos aquí algunos de sus
textos:
− A los tesalonicenses les pide: “Orad por nosotros, para que la Palabra del
Señor continúe su carrera y sea glorificada, como lo ha sido entre vosotros” (2Ts.
3, 1).
− A los efesios les pide que oren para que él pueda anunciar la Palabra con
valentía (parresía): “Orando en todo tiempo en el Espíritu con toda clase de
oraciones y súplicas y velando a este fin con toda perseverancia y súplicas, por
todos los santos y por mí, para que me sean dadas las palabras aptas para
anunciar con valentía el misterio de Cristo, del cual soy embajador, prisionero, de
modo que me atreva a hablar libremente de El como conviene” (Ef. 6, 18-20).
El apóstol es un hombre que experimenta a Dios vivencialmente; que se sabe amado,
escogido y enviado por El a una misión de salvación. Pero este hecho no “facilita”, ni
hace más llevadera su tarea; pues si su experiencia de Dios es auténtica, estará
necesariamente marcada por la Cruz.
¿Qué significa esto para el apóstol? Significa, asumir el “dolor de Dios”, con una
oración tan comprometida que “puede desembocar en el martirio”, ante situaciones
intolerables de opresión, de injusticia y de miseria en las cuales el apóstol debe actuar.
Es la “agonía de la oración apostólica con la cual Dios, de alguna manera y en cierta
medida, hace percibir al hombre el peso de su propio sufrimiento. En esa agonía se
halla contenido el deseo angustioso de socorrer las necesidades espirituales y
materiales de los destinatarios de la propia misión.
13
R. PERINO,Occorrono santi per i nuovi cantieri della Chiesa, Ed. Paulina, Roma, 1984, pág. 140
14
Cfr A. CENCINI, Psicología del encuentro con Dios, Ed. Paulinas, Santiago, Chile, 1984, págs. 87ss
Orar desde la Vida
15
A. CECINI, op. cit., págs. 86-90.
Orar desde la Vida
silencios que esperan. El interrogante es la oración del niño (¿Por qué?, ¿Cómo?,
¿Qué cosa?)