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en suma, son los deslices entre la idlica opcin de Adolfo y una escritura que acusa
sntomas de un menos idlico proceder: se que en ltima instancia corresponde a un
sujeto que se afirma y construye a punta de violaciones. Ciertamente, pues fragmentado
entre la ciudad y la hacienda, entre la cultura moderna y la fuerza de la naturaleza,
Adolfo construye su identidad violando a Julia (ante el inicial desdn de Claudina), tal
como violar a la propia chaskaawi para el final feliz de la novela, forcejeando con ella
y sofocando sus besos. La opcin por el mestizaje aparece entonces menos como una
transgresora y reivindicativa eleccin por el otro, y ms como una imposicin
violenta, una subordinacin del otro dentro de un proyecto que busca, al pie de la letra
hacerlo suyo cueste lo que cueste.
Pero hay ms, ciertamente, pues para legitimarse la opcin por la chola necesitaba de
una apenas ms sofisticada impostura. Si Adolfo se atreve a hacer suya a Claudina, es
porque esta no poda ser una cualquiera: para que el hroe opte por ella, la chaskaawi
no tena que ser una chola, faltaba ms, sino una chirquense de pura sepa: como
Adolfo, descendiente de los primeros pobladores espaoles de Chirca. Resulta entonces
que con la chaskaawi Medinaceli pone en escena una Cenicienta que sostiene una
opcin (en apariencia transgresora y creadora de un nuevo sujeto nacional) que se revela
finalmente como restauradora. Lo que con la chaskaawi se realiza, ciertamente, es el
anhelo por el viejo orden gamonal cuyo emblema son precisamente esos ojos, negros y
grandes que desde el ttulo, y a todo lo largo de la novela, subsumen a la chola bajo un
ideal femenino de castiza estirpe: el de la austera y cristiana madre que Adolfo consagra
en su propia madre, por cierto ya venida a menos en el momento de su regreso a Chirca:
Qu arruinada estaba, sus ojos, negros, grandes, se le haban hundido!
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