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«DESARROLLO URBANO DE BILBAO»

De los casi siete siglos de existencia de la ciudad, seis de ellos se han desarrollado en el
recinto de lo que hoy conocemos como Casco Viejo bilbaíno.

A. LA FUNDACION.

El año 1300 es la fecha oficial de la fundación de la Villa a través de la Carta-Puebla


otorgada por el Señor de Vizcaya don Diego López de Haro. Ello suponía una
asignación de territorio y una posibilidad de desarrollo comarcal e industrial que su
propia situación geográfica, como puerto interior, le otorgaba.

El Bilbao primitivo responde a una organización regular que se adapta al terreno que
ocupa. Esto se traduce en una parcelación uniforme generada por el trazado de las tres
calles paralelas iniciales -Somera, Artecalle y Tendería- con sus correspondientes
cantones, esquema que se ha conservado hasta nuestros días. La iglesia de Santiago en
la cabecera, la muralla y ciertas construcciones fuera de ella -San Antón, arrabales de
San Nicolás, Begoña y Bilbao la Vieja completaban el conjunto.

En 1442 ya se hallaban formadas las populares «siete calles», colmatando prácticamente


el recinto amurallado.

B. LA PRIMERA EXTENSION.

Este desarrollo hace que se plantee, en la primera mitad del s. XVI, el primer
«ensanche» o extensión de la ciudad, en dirección Norte -hacia la actual iglesia de San
Nicolás- construyéndose nuevas edificaciones, como el Ayuntamiento junto a San
Antón, y generándose nuevos espacios, como el de la Plaza Vieja o mercado en la
Ribera. En definitiva, junto a los edificios de viviendas y locales comerciales ubicados
en las manzanas encontramos las casas-torre rematando éstas, las iglesias, los edificios
singulares y los espacios públicos como elementos configuradores del recinto urbano a
mediados del s. XVI.

C. LA RECONSTRUCCION.

En la segunda mitad de ese siglo, una serie de catástrofes -dos inundaciones y el


pavoroso incendio de 1571- redujeron la ciudad prácticamente a escombros. El desastre
obliga a una reconstrucción importante, que coincide con la publicación de las
«primeras ordenanzas de edificación», y en la que se mantiene el antiguo esquema
parcelario, aunque con el aprovechamiento más intensivo -mayor altura de las
edificaciones. También varían los sistemas constructivos utilizados, pasándose de la
madera a la piedra como material básico.

D. LA CONSOLIDACION.

En el siglo XVII se agudizan las querellas iniciadas un siglo antes entre la ciudad y las
anteiglesias vecinas, provocadas por la defensa del territorio de éstas ante el avance y la
extensión de aquélla. Conflicto que permanecerá vigente hasta nuestro siglo. Por otro
lado, el Casco Urbano, con su esquema parcelario gótico, adquiere una estructura radial
con la incorporación de las «rondas» o calles periféricas y la expansión conocida como

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«ensanche de la Ribera», en dirección hacia el Arenal, que respetaba, asimismo, la
estructura vial medieval.

La formación de nuevas calles y la mejora de los arrabales -Bilbao la Vieja, Ibeni


completan las actuaciones llevadas a cabo en ese siglo.

E. LA ESCASEZ DE VIVIENDAS.

Durante el s. XVIII la ciudad creció poco, alternándose la creación de calles secundarias


y algunas manzanas con actuaciones puntuales no excesivamente significativas. La
incipiente burguesía local empezaba a hacerse notar con la construcción de sus
mansiones, mientras que la multiplicación de la población en esos años no se veía
correspondida con la oferta de viviendas asequibles.

La construcción de la iglesia de San Nicolás provoca la generación de nuevos espacios


urbanos en torno a ella. Asimismo, se acomete la remodelación a sustitución de viejos
edificios como consecuencia del Plan Loredo, que pretendía afrontar la problemática
urbana de la ciudad. Otros planes de actuación en la zona de la Ribera y el Arenal, así
como el inicio de la gestación de la futura Plaza Nueva cierran este siglo XVIII.

F. EL DECLIVE DE LA CIUDAD HISTORICA Y EL «SALTO» SOBRE LA


RIA.

El s. XIX va a significar, por un lado, el declive de la ciudad histórica, y por otro, la


creación de una nueva ciudad más allá de la Ría. En efecto, a pesar de actuaciones
notables como la Plaza Nueva, la saturación demográfica, unida a otra serie de hechos
encadenados -especulación inmobiliaria, luchas dinásticas con derivaciones bélicas,
necesidad de nuevos espacios industriales, etc.- va a llevar a la ciudad a una situación
límite provocada por el deterioro de las edificaciones y de las condiciones higiénicas.
En una palabra, el hacinamiento social de sus pobladores, comenzando así el abandono
de las viviendas.

En este contexto surge ya con fuerza la necesidad de extensión de la ciudad sobre la


vega de Abando -al otro lado de la Ría- a través de un proceso de proyectos que
ocupará, prácticamente, todo el siglo.

En 1801 Silvestre Pérez presenta, con el «Puerto de la Paz», un proyecto notable en


cuanto a su emplazamiento y trazado general, aunque con ciertas carencias en cuanto a
la previsión de la extensión de la ciudad a ambos márgenes de la Ría.

En 1862 Amado Lázaro plantea una ciudad utópica de baja densidad que no recogía las
necesidades portuarias ni la posibilidad de inclusión del ferrocarril.

Finalmente, en 1876 se aprueba el proyecto de Ensanche de Alzola , Achúcarro y


Hoffmeyer, con el que Bilbao adquirirá definitivamente su configuración de ciudad
sobre la Ría. La elección de los terrenos era apropiada y sobre ellos se desarrolla un
esquema espacial correcto, que tiene su mayor interés en los aspectos concretos de
diseño urbano. La formalización de la Gran Vía, el emplazamiento de sus plazas, e
incluso el mantenimiento de ciertos accidentes topográficos son, probablemente, sus
mayores cualidades.

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El s. XIX se cierra con la consiguiente incorporación a la ciudad de los terrenos de
Abando en 1890 -abriéndose el proceso anexionista- sobre los que se iniciará el
desarrollo del Ensanche.

G. EL DESMEMBRAMIENTO DE LA CIUDAD.

Con el cambio de siglo, mientras la burguesía local se asentaba sobre los nuevos
terrenos de Abando -a través de las mansiones que iban llenando los huecos del trazado
del ensanche- el fuerte crecimiento urbano provoca la aparición de los primeros barrios
obreros en la zona de la Casilla y Recaldeberri, extendiéndose después a otras zonas de
la periferia, a través de interesantes y variadas experiencias.

Este primer cuarto de siglo supone, por un lado, el desmembramiento de la ciudad


-Casco Viejo y Ensanche parecer irremediablemente fracturados y en continua pugna y
por otro, la toma de conciencia de la zona de influencia real de Bilbao, más allá de sus
límites municipales, en un nuevo concepto de comarca: El Bajo Nervión. Años más
tarde, en 1943, el Plan Comarcal se haría eco de esta nueva visión.

H. LAS NUEVAS ANEXIONES.

Mientras tanto prosigue la política expansionista, convirtiendo en nuevos barrios de la


ciudad a las antiguas anteiglesias de Begoña y Deusto (1924) que, rápidamente, se verán
afectadas por sus correspondientes ensanches.

En los años treinta se sigue completando el espacio del Ensanche y se van aportando
nuevas experiencias en el terreno de los barrios obreros: Ciudad Jardín, Torre Urizar...

I. LA EXPANSION DE POSGUERRA.

Tras el paréntesis de la guerra civil, el fuerte crecimiento demográfico provocado por la


demanda de mano de obra trae consigo un desarrollo urbano a lo largo de las dos
márgenes de la Ría, destacando la intervención en la zona de San Ignacio, con viviendas
de densidad media y una alta calidad espacial.

J. EL DESARROLLISMO.

Poco a poco va cambiando la fisonomía de la ciudad mediante la ocupación intensiva


del suelo, la sustitución de edificaciones de principios de siglo por otras en altura, la
construcción indiscriminada de bloques abiertos en ¡as laderas de los montes, etc., Es
decir. el resultado del crecimiento desordenado, fruto del desarrollismo, que tiene su
máximo apogeo en los años sesenta.

Se va produciendo el despoblamiento del Centro y del Ensanche, dejando paso a la


introducción de nuevos usos -oficinas fundamentalmente-, y la periferia se va ocupando,
de manera indiscriminada, -Otxarkoaga es un ejemplo- con fenómenos como el
chabolismo incluidos.

K. LA CIUDAD HOY.

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En la actualidad, muchos frentes y expectativas están abiertos: las inundaciones de 1983
han sido el detonante para acometer una rehabilitación integral del Casco Viejo; el
desmantelamiento industrial ha generado atractivos espacios libres en las márgenes de
la Ría, oportunidad para que la ciudad deje de estar de espaldas a ella; distritos
periféricos como Txurdinaga emprenden una nueva fase de construcción de viviendas
lejos de los procesos incontrolados de otras épocas... Estas y otras «señales», unidas a la
reciente aprobación del Plan General de Ordenación Urbana de Bilbao, son elementos
suficientes para percibir que, al menos, la ciudad se encuentra en un decisivo punto de
inflexión de su desarrollo urbano.

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