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Antecedentes
Durante los primeros años, la ocupación del territorio no fue total. Los musulmanes se
asentaron en Andalucía, Levante y el Valle del Ebro, mientras que en el resto de la península
establecieron guarniciones cuya función era la de recaudar tributos y lanzar campañas para
recordar su presencia, que tuvo su límite septentrional en el inicio de la cordillera cántabro-
pirenaica.
Es difícil responder a esta pregunta, cuyas implicaciones en uno u otro sentido pueden producir
una interpretación diferente de los acontecimientos históricos posteriores. Las Crónicas
medievales, que se han de analizar con cautela, coinciden en señalar el pasado nobiliario de
Pelayo. La Najerense y la Rotense le presentan como espadero de los reyes Witiza y Rodrigo,
es decir, miembro de su guardia personal. Ya en el siglo XIII, Lucas de Tuy nos amplía esta
información, asegurando que era nieto del monarca Chindasvinto e hijo de Favila, por lo que
estaría emparentado con Rodrigo, que a su vez era hijo de Teodrofredo, hermano del padre de
Pelayo. Es decir, su pasado era completamente visigodo.
Siguiendo esta línea, cabe pensar que Pelayo, tras la derrota de Guadalete, se replegase hacia
el norte con un contingente de nobles afines en busca de un terreno más propicio. El cronista
Al-Maqqari, así nos lo explica "no había quedado más que la roca donde se refugió el rey
llamado Pelayo con trescientos hombres". Allí debió de granjearse la confianza de los pueblos
norteños, que sirvieron para potenciar sus huestes.
Sea como fuere, se acepta que Pelayo fue nombrado rey en el año 718, fecha que se
considera como el inicio del reino astur, con capital en Cangas de Onís. En la actualidad, cerca
de Cordiñanes, en dirección a Caín, existe una ermita a la sombra del argayo Bermejo, cuya
advocación es la Virgen de la Corona. Todos los 8 de septiembre acuden a ella vecinos de la
zona en una romería para rememorar los acontecimientos que acabaron en la batalla de
Covadonga, lo que ha conducido a la profesora Margarita Torres a asegurar que pudo ser allí
donde se celebró la unción del nuevo monarca.
Cabe pensar que sus primeros años de mandato se enfocaron a organizar la resistencia. Sin
embargo, las Crónicas vuelven a sembrar de niebla los hechos históricos, ya que tanto la
Najerense como la Rotense aseguran que el motivo por el que Pelayo se enfrentó a los
musulmanes no fue otro que el intento del gobernador de Ieione, Munuza, de desposarse con
su hermana, para lo que le envió a Córdoba. A su vuelta, el monarca astur se negó a consentir
la unión, por lo que el musulmán trató de apresarlo. Sus intenciones fueron declaradas por un
amigo a Pelayo, que corrió a refugiarse en el monte Auseva, en una gran cueva, donde
finalmente se acabó librando la legendaria batalla.
En los últimos años, Barbero y Vigil han propuesto una interesante hipótesis sobre el posible
origen astur de Pelayo. Las Crónicas del ciclo de Alfonso III ofrecen un conjunto de noticias que
hacen ver la existencia de una tradición indígena que, lejos de considerar el reino astur como
heredero del desaparecido reino visigodo de Toledo, demostraría que es fruto de una tradición
local, propia de una sociedad gentilicia. Según estos autores, una elaboración ideológica
posterior habría vinculado al reino astur con el visigodo, con una doble intención, por un lado
como estímulo moral sobre la base del triunfo de Covadonga y, por otro, como vínculo que
legitimaría a los monarcas leoneses como depositarios de la herencia visigoda y, por tanto,
como aspirantes a recuperar el territorio perdido en el pasado.
La batalla de Covadonga