You are on page 1of 29

Sueños y Poemas

El culmine Verso que describa el Amor, Poesía, Odio o Deseo,


no ha sido, ni será escrito.
Solo una página en blanco puede contener el verso perfecto,
solo el sentir, puede mirar de reojo el verso eterno.
En todo caso, el último y cúspide poema,
Será el último suspiro del último hombre que exista,
y según las ironías de la vida,
será el antípoda del Poeta.
Ven amigo, que te haré una pregunta,
Siéntate, y escucha el alegre lamento que de mis labios gritan mis tormentos,
silencios éstos que son mis hijos, hijos del dolor y del eterno luchar de tan amados,
hermanos y dioscuros silencios.

Como haré amigo, para callar a mis adentros, como haré si no lo quiero,
Como sabré escuchar una por una las almas que desde el pozo gritan atormentadas
pidiendo la luz que las libere
del profundo pesar de la oscuridad de mis lamentos.
Como negarles la libertad que tanto deseo,
cuando mis labios son cadenas
que atan mis dedos, que poseen las llaves de la puerta del níveo papel
al que virginal versos entrego.

Cuando el crepúsculo se hace sombra,


el grato murmullo de sus voces observo,
Mis manos tiemblan, el sudor enjuga mi pecho,
mis labios muerdo y caigo presa del silencio.
Y devoro uno por uno las cándidas palabras del deseo,
del dolor, del sueño.
Mi piel se eriza con la llegada a mis sienes de las imágenes que
en palabras convierto.

Imágenes de amor, odio, locura y sueño,


imágenes oscuras, en las cuales diviso la tierna figura del niño ciego,
que con flecha de oro y cobre acierta a mis más amados anhelos.
Engendrados por la fragua del cojo númen herrero,
aquel que engañado por la bella del amor, tejió las redes del infierno,
para ellos y para los poetas locos como yo,
para los amantes locos como ellos.

Ven amigo, que te haré una pregunta,


Siéntate y escucha,
lo que mis labios dicen en silencio,
Lo que el dolor oculta,
la mano del poeta lo hace eterno,
Eterno como la nada,
como todo, como la oscuridad
y el silencio.
En tu cuerpo…

A que saben la flor de tus labios


A que duelen tus ojos perfectos
A quien llama tu cuerpo casto
A donde dirigen el sudor tus pechos

Cuando tu blanca alma duerma en mi cama


y el crepúsculo de los cuerpos
anuncien el último soneto
tu boca a mi loca soledad en calma
devorará placentera el estertor eterno

A que huele tu fragante cielo


A que arde el enigma de tu labio
A que sabe tu sudoroso cuerpo
Cuando mi alma fenece en el ánfora sagrado

Y cuando el postrero golpe de aldaba


derrote al guardián de nuestra alfaguara
y en mi boca aún duerma el alud de tu seno
miles de dioses acudirán al ocaso
de la beldad de tu cuerpo en el eterno abrazo

Arderá la luna, morirá helios


y en el cenit del momento
las númenes callados escucharan
el grito del silencio.
Dolor

Hoy me duelen todas ellas,


todos sus rostros,
todos sus labios,
todas sus manos
me duele esta enferma cura idílica del alma.

Hoy me duele ese sueño,


hoy me duele su pecho, su color,
su aroma y su pelo
hoy me duele toda la vida, vida minúscula sin peplo

Hoy su aroma duele y penetra y duele


y el “quizás” me duele y la piel arde
y el corazón grita y me ahoga en efluvios de llanto;
la soga del silencio me duele.

Hoy me duelen sus pies, sus manos…


Anhelo

Como plasmar una mentira,


si no es escrita, vana, superflua.
Como llevar a tu esencia la mía, en un verso.
Como dejar mi sello en tu alma.
Si no lo siento.
No lo creas, - sentí este verso que recojo del viento,
este verso que solo yo en la nada veo.
Como trazar geométricamente mi alma en tu seno.
Como darte en este papel mi aliento.
Como impregnar tu aurora de sueños.
Si no estoy a tu lado,
como lo estoy en este momento.
No puedo más que reconocerme eterno,
ilimitado, sin edad y sin tiempo.
Aunque esté en esta cárcel,
que me han regalado la humanidad y el tiempo.
Hoy no puedo ver, porque estoy ciego,
mi sentir se siente inundado de tanto consejo.
Me he ilustrado de tantos ignorantes muertos.
Y llego al punto de partida sin consuelo,
y miro a un lado y ahí esta un espejo.
El que trae la imagen,
de aquel hombre cansado y viejo,
que rodeado de libros seniles,
escribió para ti estos versos,
Pero aprender de él no puedo.

El aprender ha sido mi sueño.


Que solo ahora, en el ocaso,
comprendo.
Ellos y Yo

Cuando todos entran yo salgo


Cuando ganan yo pierdo
Cuando gritan yo canto
Cuando todos duermen yo despierto
Cada vez que odian yo amo

Tengo miles de rostros y de cuerpos


Tengo cien sonetos, mil desvelos
Tengo furias, tengo gritos
Tengo ruidos y silencios
Tengo cien vidas que vivir a tu lado y cien muertes seguras en tu abrazo

Y te busco sin hallarte


Y te sufro sin dolerte
Y te pierdo sin ganarte
Y te quiero sin odiarte
Aunque la mañana me encuentra y yo deje de soñarte
Adagio a Daphne

Él, abrazado a aquel árbol,


mientras sus lágrimas lo regaban.
Observaba al joven,
corriendo a la enamorada.

Éste le daba alcance,


mientras ella se negaba.
Pero él le dijo algo al oído,
y se desmayó entregada.

Con fuertes brazos la sostuvo,


con paso firme al Laurel llegaba.
Un cálido beso sus ojos abrieron
mientras aquél era testigo del sudor que manaba.

Ya sus figuras con el sol se despedían,


mientras él se recostaba en sus ramas,
y abriendo sus ojos Apolo despierta,
mientras el ciego niño reía y mientras ella lloraba.
Oro Nuevo

Loca insana la idea,


de aprisionar el verso del alma.
O querer controlar el fuego que purifica
estado onírico de la copa derramada.

El cuerpo desespera,
el lenguaje se libera,
por no poder gritar versos,
por no poder escribir sueños.

Que devoran, que duelen,


queman y se sienten,

Mi boca reseca sufre la embestida


de mi lengua húmeda,
que acude en auxilio de mis labios
que se parten por gritar locuras.

De amor, odio, desenfreno.


El sudor lame mi piel que se eriza
por la imagen prohibida.
Mi sentido penetra la Vida,
mientras absorbo el flujo viviente del seno.

“El carcelero ha muerto”,


la Libertad enhiesta se ha enarbolado.
El fuego purifica lo grosero,
creando en el cenit de la Obra,
donde nace el Oro Nuevo.
Verso de poeta ha nacido.
Siento vibrar el mundo entero,
siento esos labios que aran mi cuerpo.

Mientras mi corazón escucha tu pecho,


ahondo profundo el misterio.
Cuando ascendemos peligrosamente
la gran cumbre del secreto,
auxiliados por los humanos, Placer y Deseo.

Mientras tanto la Obra


se realiza en el matraz etéreo,
tus uñas devoran mi carne,
y la salamandra arde en amor de Eros,
que consumiéndose purifica al Fénix eterno,
que derrama sus lágrimas en tus pechos,
en el instante que tu río me baña,
me bautiza,
me hace nuevo.
El Poeta y su Diosa

El crepúsculo, con su rebozo mora, montado en carro abigarrado de colores


celestiales, ya se retiraba como siempre, persiguiendo con retraso a la hermosa Eos hija
de Homero.
Mientras tanto sentado en la fuerte roca, el joven poeta contemplaba el anciano
Océano. Observaba como queriendo divisar en sus ventanas algún númen divino, al
pastor de focas tal vez, a las nereidas, o como queriendo escuchar alguna melodía
escondida dentro del murmullo sonriente del repiquetear de las olas al llegar a la
esperada orilla.
El poeta inmutable observaba aquel anchuroso ponto, mientras las gaviotas en
vuelo lúdico dibujaban formas sobre sus sienes.
La caricia suave de las manos de la brisa entrecerraba sus ojos, mientras su
semblante tornaba apacible; y entonces del mundo azul recibió una melodía que fue
como fuelle enfurecido en las llamas de su corazón apaciguado por la imagen del
inédito crepúsculo. Y elevando el rostro, moviendo los labios dijo:
“Ay, Madre mía, Musa, que naciste de la coz del Pegaso; portador del rayo y el trueno
de quien posee la égida; que fue engendrado por la sangre de la Gorgona; cuanto te
quiero, que placer extraño siento al crear cada verso, cada palabra que muere en el
viento. ¿Qué culpa tengo yo de querer cantarle al manto negro y sus estrellas? Que
importa que mi canto llegue a la tierra fecunda de los oídos amados o muera en el
silencio?
Que culpa tengo madre, si amo cada beldad que con corazón ve, y la consumo en mi
amor, y me entrego en sus brazos y en alegórico rito pagano entrego mi cuerpo al calor
de su encanto.
Que culpa tengo, oh, Musa, de amarte así, aunque no se divisen tus cabellos, ni tus
ojos, ni tu cuerpo, y aunque solamente en clamoroso silencio logre palpar la corriente
de tu cuerpo; insigne visión que despierta el deseo”.

Y mientras el suave murmullo de su labio,


odas entonaba a la madre amada,
los pies descalzos de ella,
acariciando la arena, dulce y suave se acercaban.
Cuando de pronto,
el profundo palio de la Reina Noche
a ambos abrazaba, muy cerca de él
su deiforme cuerpo ahora reposaba.

Los grandes ojos de él


buscaron sus iguales,
que entre tremolantes cabellos
enardecían la llama.

- No me busques hijo amado,


yo no puedo pertenecerte,
soy de todos…de ninguno
yo camino con la muerte.
Vive la Vida y deja
de lado lo imposible,
que ni el Placer ni el Deseo
son como mi beso,
irresistible.

El poeta sonrió ante aquella visión hermosa, y entonando sonoro cántico, le regaló a las
deidades un himno ditirámbico; quienes lo recibieron danzando, como después del
holocausto. Mientras el poeta quedó absorto, en la imagen de ella, y allí se detuvo la
Rueda, nunca más corrió la arena, el tiempo entonces fue eterno,
el tiempo de El, el tiempo de Ella.
SUEÑOS

I
Me encuentro enamorado
del imposible de tus manos.
Tus cumbres inalcanzables,
tu cuerpo indígena, salvaje,
eterno vigilia de mi insomnio.

II
¿Cómo ser imparcial
en la eterna dicotomía de este Juego?
Ajedrez de la Vida,
Oraniam del lúdico sueño.

III
Que bello saber que usted no es mía.
Para saber que la tengo.
Que bueno saberla lejos.
Para cerca sentirla.
Que dulce avistarla en el horizonte.
Para en sueños tocarla, acariciarla, besarla,
y despertarme, y perderla…

IV
Si supiera donde buscarte mi
búsqueda abdicaría.
No tendría ese sabor el futuro beso, el abrazo urgente,
las lágrimas dormidas.
Si supera donde buscarte, perdería sentido la Vida,
Vida del peregrino, vida tuya, vida mía.
Pero no sé donde buscarte,
Tal vez no es necesario,
tal vez las almas de los amantes solas se encuentren,
para nuevamente pederse,
para continuar buscando.

V
El Verso es lágrima de poeta,
que llora al penetrar el virginal silencio.
Su tinta es la sangre de sus venas y su alma,
Muelle abandonado en el desierto.

VI
No te quiero niño amor, no te quiero,
Quisiera quererte pero no puedo,
Por no poderte en tu ausencia muero,
Sueño con morir dormido en tu pecho.
Para que despertar si no quiero,
Quiero buscarte a ti,…hay, no sé si lo quiero,
No te acerques mas, por favor te lo ruego,
Que cada paso en mi herida es fuego,
Que aviva a esa mujer, que llevo velada en mi pecho.

VII
El Poeta es sólo la pluma que utiliza
la Poesía en este mundo;
como el títere y el titiritero.

VIII

Magna Obra del poeta es:


despertar con un verso un corazón dormido;
concebir una rosa en el desierto.
Con solo un verso abrir las aguas,
mover montañas, la roca y franquear el Océano.
La magna Obra del poeta es parir con dolores versos eternos,
consumir mares con versos de fuego,
embeber con dulces mieles lúgubres cuerpos,
hacer el amor al dicotómico humano,
y mutar en canto el grito del ahogado.
Magna Obra despertar en la mujer su ninfa,
en un hombre a su Dionisos.
Y vivir de acuerdo al gran poeta
Y ser la Lira
Mi amor
Ser la Lira.

Amarte a destajo…

Ayer salí a buscarte, lento, taciturno anduve por entre las calles, por entre las

gentes y las personas. Y pude ver sonrisas tristes y tristezas contentas de vivir en la

amargura. Te seguí buscando, cada vez mas, en cada una de esas manos; porque sabes

que me gustan tus manos; observando atentamente cada una de las curvaturas de los

dedos de cada una de esas…que anónimamente se exhibían frente a mi atrevida mirada.

Continué paso a paso, lento, cansado, por entre las muchedumbres apesadumbradas,

buscándote tanto y tanto; y me pareció verte algunas veces en ciertos pares de ojos que

distraídos se cruzaron con los míos. Tantas veces te dejé pasar, sin decirte nada, tantas
veces la vergüenza dejó vacía mi casa. Aun así te seguí buscando, paso a paso, día a día,

calle a calle, mano en mano, sin haberte encontrado.

Sin embargo hoy, aun se que estás ahí afuera, y que estás como sabiéndome, o

tal vez no me sepas, y yo crea que estás y solo esté tu ausencia. No importa, yo te sigo

buscando, y mientras tanto, me sigo enamorando en el ómnibus, en ese segundo que

dura el cruce de miradas buscadoras, en la parada, bajo un techo que me protege de la

lluvia, mirando al otro lado de la calle, en la otra parada a ella que miraba al frente, que

notó mi mirada; yo tal vez acompañado por algún viejo, bohemio, también cansado de

ser, cansado ya de buscar, que me quiera convencer que no te busque, para seguirte

buscando, y seguirme enamorando de todas las manos, de todas las mirada y de todos

los abrazos.

II

Si supieras cuantas veces te dejé ir de mi lado, sin que yo hiciera nada; inquieto,

inmóvil, por el espasmo producido por la posibilidad imperiosa de que fueras vos la que

estaba ahí, frente a mí, desviando la mirada, como buscando algo solo para que yo viera,

y tal vez, en algún atisbo de atrevimiento, lanzarme con mis palabras o mis silencios a

tu lado, tropezando con mis vergüenzas, desnudándome en la carrera al encuentro de tus

labios. Si supieras cuantas veces sangraron mis labios, por la rabia de sentir que fue mi

mano la que no buscó la tuya, que no fue mi boca la que no quedó entreabierta

expectante a tu respuesta, como saberlo ahora que te has alejado, en cada par de ojos
fugaces que quisieron gritarlo; pero ya te fuiste con un silencioso paso que entonaba un

ensordecedor “nunca más”. Ahy, si supieras cuantas lágrimas mis ojos han llorado, por

esa fuerza que no me dejó acercarme, esa fuerza que siendo fuerte veo en el espejo

reflejada en mis adentros.

III

Ayer de noche, como todas las noches me deslicé por entre los oscuros silencios,

y me adentré en la noche buscando alguno de tus recuerdos, y fue así que encontré en

una esquina, encadenada, a ella, La pobre Esperanza, flaca, con sus ropas de mármol,

oscuras, contrastando con su hermana, que sonreía desde lo alto, alborotada por la copia

impúdica del sátiro que la acompañaba. Y fue así cuando la liberé, y la traje a mi casa.

Una vez adentro, prendí la luz y allí pude verla en plenitud, y la recosté en mi cama,

mientras le sacaba el velo que cubría su cuerpo escandaloso. Recuerdo, que le secaba

sus lágrimas de esos ojos color Jade con trozos de nube. Luego, me senté a su lado y le

hablé de vos. Y pude notar que mientras le hablaba de tu risa, tus labios, tu boca, tus

ojos, y todos los tus, ella iluminaba mas y mas aquella casa. Ya no era la flaca

escuálida, sucia, casi olvidada, que había encontrado por error en aquella esquina, sino

que era una mujer que no se dejaba ver, porque su imagen era análoga a tu figura, y así,

mientras yo hablaba, sentado en los pies de la cama, se incorporó y de un salto se perdió

por la ventana. Mientras yo seguía hablando, contando los tus y deseando los nos.

Mirando el espejo de cuerpo entero que siempre tuve en aquella esquina del cuarto, y

pude verla aún echada sobre la cama, escuchando todas tus cosas, por eso le seguí

hablando, y contando.
IV

Tantas veces mi Amor se enamoró de vos; que tuviste tantas caras que ya ni

recuerdo. Aunque recuerde el aroma que dejó tu mirada en mis ojos, y el color que

escuchó mi pecho latente y expectante a una palabra tuya, a un gesto. Cuantas veces mi

amor enamorado cantó solitario en una plaza, llorando versos en la pálida hoja que se

batía en guerra contra el invierno. Cansado mis pies de seguirte por ese camino de no se

donde, con agujeros en mis zapatos por las mordidas del Tiempo. Mi cara eché a los

vientos para poder sentir tu aroma y porque no, esperar alguna caricia. Cuantos versos

inconclusos, estrofas mal paridas, por el sabor amargo que dejaron tus pasos ya lejanos.

Confianza perdida y precipitada al olvido de los amantes, que ahora son maridos, que

no son lo que fueron, porque lo que fueron ya es olvido. Si los pasos que pasan frente a

mis sienes marcaran el día y la hora y el punto de tu llegada, o solamente el de partida.

Sabes bien que salgo a la calle a enamorarme, a cruzarme con los ojos que

sabiendo, nunca los había querido, con ese cabello moderno, en cascada, como todas lo

usan, como a nadie le queda. Sabes que salgo a la calle a encontrarte todos los días, a

reventar en implosiones de silencios, acumulados, imperantes, en gritar palabras no

sabidas, nunca enunciadas, palabras que no existen. Callar la boca, cerrarla fuertemente,
con los labios sangrantes, y sentir que el pecho desborda ahora por los poros, y que el

sudor son lágrimas como río. Sabes bien que lo hago, y que tantas veces estuve tan

cerca y casi pude respirar tu aliento, y simplemente vencido volví borracho de soledad y

silencios, con el cuerpo gritando agonías. Y sabes bien que cada vez que parto, o que

partís con paso sentido, es una muerte más que acumula la agónica vida.

VI

Melancolía, palabra tan bella, tan sentida, palabra que me fascina, como la

tristeza, como la nostalgia. ¿Como vestir a los sentimientos de palabras?. ¿Como

representarlos en la obra del mundo?. Todavía no….todavía no encontré palabras que

vistan mis sentimientos, solo el silencio ha sabido cobijarlos, solo el silencio ha sabido

acurrucarlos en lo mas profundo de la noche oscura de los sueños. Mientras tanto me

pregunto si la palabra puede despertarme del sueño, este sueño que vivo, tal vez sin

vivir, y muriendo; porque vivo muriendo, porque camino a ello y mientras sigo

buscando, buscándote a vos, buscando el silencio. Los ojos arden en las hojas de los

poetas muertos, y mi cuerpo desespera por no sentirlo dentro, el labio reseco apresura la

letra que ya sale de la fuente, y tarda en llegar a la mano que mata a la idea en el lienzo;

ay como duele la vida, la vida con ella, sin ella… la vida con Poesía…la vida con

versos.

VII
Serán los estigmas del Sol que me duelen aquí dentro, serán cada una de las

flechas que han clavado tantas veces en mi cuerpo, que me duelen día y noche, que me

duelen en profundo silencio. O serán aquellas palabras de olvido que me duelen y me

gritan, y me lloran y me sufren. Uñas invisibles, extrañas, arañan mi pecho, mientras mi

cabeza te busca por todos los lúgubres rincones de mi cerebro, y en ese laberinto, por

alguna parte, todos ellos, mis hijos y mis dueños dicen que te han visto correr por los

pasillos des ese laberinto que hizo llorar al Minotauro. Ya con los ojos cerrados me he

lanzado a tu caza, sintiéndote ya cerca, hoy más que nunca, tuve un atisbo entre sueños

de tu rostro, tus ojos, tu cabello. Mientras tanto continúo entre los pasillos, pero

comienzan a pesarme las cadenas que me aprisionan acá afuera, donde la gente dice ser

libre, no comprendiendo que la libertad esta dentro. Cadenas, cadenas y mas cadenas

que me traen fuera, me sacan de la libertad de los adentros, cadenas que salen por mis

ojos, mis orejas, cadenas en mis manos y mis piernas, cadenas en mi boca, me arrastran

con la mañana, lejos de tu encuentro, y de pronto a la sombra de la luz del día no tengo

mas que una hoja, mis poemas, que ven la luz en el salitre de tu recuerdo.

VIII

Te vi, te vi, ahí estabas, ahí estuviste, cerca de mí, muy cerca. Ahora la imagen

de tu recuerdo me flagela, estuviste ahí y te vi. En ese momento supe que estabas ahí.

Pero me quedé inmóvil, azorado por tantos enemigos recuerdos de veces que quisieron

y no fueron. Pero te vi y mis ojos te abrazaron, pude oler tu fragante sonrisa, que dejó
ver tu bendición tan blanca. Pero tus ojos…recuerdo tus ojos, insignes, todos…esos ojos

fueron todo…todo mi mundo…me transformé en tus ojos, me bañe en tus ojos azules

que me inyectaron de celestial placerina que ahora tanto deseo. Pude…si que pude

hablar con tus ojos, dialogar con ellos…y me hablaron de tristezas, de amores

desamores y sueños ya perdidos, sueños dormidos y sueños olvidados todo eso y mas

me dijeron tus ojos, que nunca me miraron. Aunque fue tan solo un instante, que tu

mirada cruzó con la mía y tus ojos reconocieron los míos, en tantas hogueras que

fenecimos, abrazados a la salamandra de nuestros cuerpos, beodos de efluvios de

palabras de amor que nos bautizaron en aquella hoguera, como reconocí en tus ojos

todas las noches que vivimos entre tantas sábanas mojadas, entre tanta tierra que

recorrieron nuestros cuerpos entrelazados. Fue solo un instante, mientras pasabas

caminando dejando en el éter tu aroma celeste, tus ojos marinos siguieron su camino

mientras toda el alma me dolió. Y me dolieron los brazos, mis pies, mis manos y todo

mi cuerpo. Luego me dolieron todos los segundos y los minutos que pase recordando tu

rostro en aquel lienzo, y cada imagen me torturó, y a medida que me dolía reconocí que

sacro amor era ese profano, que osó levantarse de las cenizas del desvelo y de la

desilusión de tanto buscarte. Te vi, te vi y no te he olvidado. Ahora te fuiste, no tu

recuerdo, se fue tu cuerpo, no el deseo. Y ahora se que te amo, hoy te amo, solo ahora te

amo…y el te amo me baja del tiempo. Pero como amé tus ojos aquella noche. Pero tus

ojos retornan a mi vista cada vez que cierro los ojos, y te veo en mi día, pero más en mis

noches, que son las más tristes. Dolor, dolor, dolor placentero, silencio extático…

¡exaltación!, que importa la muerte, que importa, si hoy te vi y supe que eras, que fuiste

y que sos. Ni un te amo basta, solo el silencio contiene la palabra nunca dicha del alma

que te tiene teniéndome, porque ahora sé que mi libertad se encuentra en elegir estar
encadenado a tu recuerdo, a tu aroma, a la rosa de tus labios, el sueño de tu cuerpo

mojado, a vos y tus senos y la loca locura de amarte a destajo…sin tiempo.

Despertar

No se que hacer en esta casa. Desde que te fuiste me queda tan grande. Te vas

por unos días lo sé, no es esa “ida” para siempre es cierto, es una ida tuya y mía, solo de

unos días, o serán meses o serán siglos. Lo cierto es que me encuentro perdido, sin

rumbo, desconociendo lo que hace una brújula. Te fuiste y mi Norte quedó mas abajo

que el de Torres García. Ni nariz se pega a tu almohada para intentar retener tu olor, tu

aroma, la fragante bienvenida por las noches; estoy tan perdido…ayer buscaba el papel

higiénico en la heladera y en el baño abrí la tapa del inodoro para guardar el helado. Por

la tarde, caliente conmigo mismo, fui y me miré en el espejo…no vi nada, pude ver todo

en derredor pero nunca encontré mi cuerpo, ni mi cara, ni mis manos ni mis dedos,

parecía que no estuviera, aunque lo estuviera mirando…intenté nuevamente luego de

unos minutos y no encontré nada. Así pase la tarde, buscándote y ahora, buscándome.

Decidí tomarme aquella botella de vino para vencerme y quedarme dormido, luego de

varios intentos de descorcharla con una tijera, un tenedor y un cuchillo, algo en mí,

como una especie de locura me dijo que existe un aparato especial para descorchar, lo

busqué y como por arte de magia lo encontré. No se cuando ni quien lo puso allí, pero

allí estaba. Entonces tuve la esperanza de poder encontrarme en el espejo, fui corriendo

al recibidor, ahí donde está el dresoir y encima ese espejo grandote de medio cuerpo…

pero no encontré nada. La imagen me hablaba de una puerta y un par de candelabros a

los costados. Chisté como desengañado y retorné a mi empresa…una vez finalizada, el


vino parecía reírse de mis inseguridades y mis miedos a medida que caía suavemente en

la copa, dejando una estela espumosa que parecía una sonrisa. Yo también me sonreí

cuando me di cuenta que el vino empezó a tomarme, poco…de apoquito…como

saboreándome…catando cada uno de mis adentros. La sonrisa del vino era un poco más

amplia, que dejaba entrever su garganta llena de matices que hablaban de taninos medio

amargos. En aquel momento, de una manera algo altruista, decidí dejar que un cigarro

me fumara también despacito, suave, como besando labios de mujer soñada, mujer de

humo que se esparce y desaparece en el aire. Sentí unos pasos en el otro cuarto y salté

raudamente del sillón y en breve estaba mirando entre las sombras, sin encender la

luz…creo que pensé que podrías ser vos, o algunos de nuestros recuerdos

materializados simplemente por un instante, pero no era nada, o casi nada, simplemente

eran unos pies descalzos que caminaban como buscando algo, un poco cansados y sin

encontrarlo todavía. Me di vuelta y me dejé otra vez caer en el sillón. Y ya, habiendo

sido bebido y fumado, decidí apagar la luz y dormirme en el sillón, como queriendo ser

revolucionario, para no hacer siempre lo mismo…o por miedo a no encontrarme solo en

aquella cama sola, sin vos, aunque en verdad no fuera la cama, sino el espacio, tan

acostumbrado a mi pierna sobre la tuya y tu oído increíblemente sordo a mis ronquidos.

Cerré los ojos y mi mano buscó la llave de la luz hasta encontrarla, apagada ya, sentí

una ligera sensación en mis párpados…de pronto sentí correr por mi lado los pies

perdidos, como asustados, abrí los ojos y vi que se escondieron detrás de mí, miré hacia

los agujeros rectangulares donde hay puertas abiertas cuando hay luz y vi las puntas de

un vestido que se soslayaba detrás del marco de la puerta. Me sonreí y recordé a

Gustavo cuando me contó que todo era un rayo de luna…pero cuando intenté cerrar los

ojos, una sombra claramente visible, con la figura de un él…o un ella, se apersonó y me

señaló el cuarto, donde estaba la cama vacía donde debería estar tu cuerpo y el mío,
descansando del trajinar. La sombra parecía molesta, y me pareció que ella también te

extrañaba aunque nunca lo dijo, me pareció que de los puntos mas oscuros de su rostro

oscuro -que pienso hoy eran sus ojos- desde allí vi evaporarse dos hebras oscuras…las

vi diluirse en el aire, como dos gotas de sangre se diluyen en un estanque de agua pura y

clara. Quedé mirando la sombra por largo rato. Mientras ella se tambaleaba, caminaba

iba y venía mirando el cuarto, mirándome y sacudiendo sus brazos de sombra como

preguntando, la mire calmado y le dije que yo también te extrañaba…entonces se sentó

a mi lado y mientras tímidos se arrimaban los pies aquellos…te extrañamos todos.

Hoy ya es el tercer día. Me di cuenta cuando abrí los ojos y vi que no estabas.

Cuando abrí los ojos y lo primero que vi fue el espejo…salté y miré para dentro,

buscándome y reconozco, que también buscándote…pero no hallé a nadie ni a nada. Me

levanté y al pasar por el reloj de pared, aquel de péndulo, el que nos regaló tu viejo,

estaba parado, luego miré mi reloj de la muñeca y me di cuenta que también no andaba,

sin embargo, el tiempo seguía pasando, derechito como siempre o medio curvo, pero

para atrás…eso si que no lo dudo. Lo cierto es que me propuse arreglarlo, al reloj de

pared, siendo tan sencillo como darle cuerda. Pero por mas cuerda que le di seguía

inmóvil, como protestando por tu partida. No tuve otra opción que prepararme un café,

tirar unos de los puff frente de él, mirarlo fijamente y hablarle. Le expliqué que era por

unos días que te habías ido y que todos te extrañamos, todos tus gritos y tus locuras de

loca de verdad, tu infrenable pasión por monopolizar todas las actividades de la casa,

por no dejar que pasen sed las plantas que desde ayer no les doy agua y por todas y

todas esas cosas. Pero no obtuve respuesta, el reloj se negó a movilizar su péndulo y

dejar así que el padre tiempo lleve a cabo su destino…aunque el tiempo seguía pasando.

Ahora bien, por la tarde comencé a sentir unos murmullos y pensé que era la sombra
jugando con los pies descalzos, que ahora se hicieron amigos. Pero no eran ellos, eran

los sillones charlando con la ratona y el armario…entonces me quedé quietito para

poder escucharlos hablar, y poder sentir, que hablaban de vos, y de que también te

extrañan, tu paso lento y seguro, tu paso largo por lo largo de tus piernas, tu sonrisa

soslayada en algún cómplice chocolate cuyo envoltorio siempre quedaba tirado arriba

de la mesa, como para observar tu propia culpa de tu propio crimen. No supe que hacer

y luego de vacilar unos instantes fui a hablar con ellos, pero tampoco quisieron

hablarme, parecía que la casa se hubiera puesto de acuerdo y que me culparan por tu

ausencia. Por la tarde decidí ir a hacer unas compras y a comprar remedios para mi

alma, lo que se traduce en bastante comida, porque debo decirte que lo de la “angustia

oral” es verídico y pienso, que así como el tomar o el fumar, esto de comer y comer me

parece cierta inclinación al suicidio solapado por el dolor de tu ausencia…pero es

simplemente mi punto de vista. Comí y dormí, o por lo menos creo que dormí, con los

ojos abiertos, inclinado hacia tu lado en la cama, estirando mi pierna en una torpe

búsqueda por la tuya, con la persiana abierta, dejando entrar las luces de la noche

mirando las copas de los árboles y escuchando el viento que se reía…si…que se reía.

Ahora estoy durmiendo mientras miro desde la esquina del cuarto mi cuerpo tumbado

en la cama, ya sin inclinaciones nostalgiosas, roncando lento y profundo; mientras soy

observado por mi mismo o por algo, o por alguien que sin lugar a dudas, también te

extraña.

Ya han pasado creo que cuarenta años y ni el tiempo pudo borrarte de mis

mañanas al abrir los párpados y mirar hacia los lados. Mi mano ha buscado a lo largo de

todos estos años el encontrarte allá, del otro lado de la cama…pero nunca pudo ser. No

me conformaron de ninguna manera las cartas que escribiste, menos aún se


conformaron las plantas, con las que entablé una buena amistad luego de haberlas

empezado a regar. Tampoco llegaron a un acuerdo mis dedos, que nunca conocieron

tantas curitas en su vida como desde que nos haces falta, por eso intentaron suicidarse

con el cuchillo cuando cortaba pan, con la engrampadora o con todas y cada una de las

puertas. Llamé al médico y como todos los médicos que hubieran escuchado mis

periplos, éste me colgó….no sin antes decirme “consígase otra”.

Por lo que ni puedo negar que no saliera a la calle a verlas pasearse con todo su

garbo y su osadía pretendiendo ser la reina de las amazonas. Lo cierto es que con la

excusa de algún libro me estuve sentando en las plazas y mis oídos comenzaron a

escarbar en cada una de las conversaciones de índole femenino que se efectuaban en los

alrededores….y que tan pocos comentarios me sirvieron para darme cuenta que no

cabían. Pero sin que lo intelectual importase mucho –cosa de la que me tuve que

convencer realizando un auto hipnotismo- salí a medir con tu cara y tu cuerpo a las

féminas que osaron caminar por la calles de Montevideo y luego de horas y horas, de

cuadras y cuadras me senté desolado, azorado en la Plaza Varela con el centímetro en la

mano y al no encontrar una que estuviera a tu altura recordé las palabras del poeta de

Isla Negra: “hay mas bellas que tu….pero yo te he nombrado reina”. Aquella noche me

recosté en el sillón, ya envejecido por los años a tu espera y me dejé llevar por el

sueño…ahí donde en varias oportunidades te había encontrado pero de otras maneras…

Creo que ya han pasado algo así como cinco siglos y la vejez ya casi no me deja

moverme, tampoco pensar. La última vez que anduve por la casa recuerdo que miré

como enésima vez el espejo y no encontré a nadie, tampoco encontré su imagen, ni la

imagen de la casa, ni nada de nada. En verdad no se cuanto tiempo ha pasado…solo he


mirado el reloj y no vi números. Vi caras y gestos, tus manos, vi signos y símbolos vi

universos…..

Al fin sonó el despertador y repentinamente se que ya es el séptimo día, el día en

que un dios de un mundo lejano había descansado luego de crearlo. El séptimo lleva

implícito el siete, la perfección, las siete artes, las siete notas y todos los sietes….pero lo

único que me importa hoy día es tu regreso. Cuanto soñé en estos días, meses años y

siglos de tu llegada, no se si porque te extrañé o porque quiero estar contigo, pero me

dijo un amigo que mas o menos es lo mismo, ahora estas a unos minutos de la esperada

llegada y en casa estamos todos contentos. Las plantas están con sus hojas mas verdes

que nunca, los sillones…estuvieron haciendo murmullo por la mañana como

preparándote una sorpresa, las paredes se vistieron con los rayos matutinos de eso sol

que ya me había demostrado su inconformidad los días que se brindaba entrar por la

ventana y no te veía a mi lado. Los pies, los pies descalzos, que estuvieron perdidos hoy

se fueron por dentro del espejo, junto con la sombra…porque ahora son pareja y en el

espejo volvió todo, hasta mi imagen…que ahora está un poco mas clara, ahí….si ¡ahí

estás! Y no puedo evitarlo yo también me desespero, al igual que los cuadros de Aneff

que tenías guardados boca abajo se enderezaron para ver tu llegada, mientras un libro de

Benedetti salió de la Biblioteca y se abrió en el poema de “tu llegada” ahora todo es

azul, hasta el cisne que tengo dibujado en mis manos. Voy a salir a abrazarte, no sin

antes mirar por la ventana y ver a mi vecino…mi pasado que se estuvo burlando todo

este tiempo…lo saludo, con algo de sorna, y vuelvo para mis adentros. Ahí estás…y

ahora toda la casa te celebra.

You might also like