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del pan
D
pan en que sentarme”, así llamó
César Vallejo desesperadamente al
hombre en una época en que cual-
quier mal chusco servía para reba-
ñar la hiel. El poeta peruano supo
describirlo. Nadie está sentado si
sufre el calambrazo del hambre.
Por eso pedía cualquier cosa, un
hueso de uva que le aliviara. Du-
rante la guerra, el racionamiento
era insuficiente. Cada dos días una
hogaza de pan muerto sólo alimen-
taba un eco tremendo al fondo del
esófago.
pietario les bendecía. Los jornaleros no que su padre conservara un empleo es-
estaban sujetos a nada. Juan Íñiguez, el table en la fábrica de cementos de San
padre de Juanita, de 88 años, era uno Vicente, tenía problemas para alimen-
de ellos. Se levantaba a las cinco de la tarse. Con sus hermanos iba al campo a
mañana. La pequeña saltaba de la cama coger olivas, almendras, cebada. En vez
donde dormía con sus cinco hermanos, de comer al mediodía, lo hacían por la
sacaba las alpargatas y se acercaba a la noche.
lumbre con él. Era el único momento en Los políticos y los caciques iban a los pa-
que disfrutaba de su compañía porque al jares a revolcarse con el hambre. El 'tío
volver a casa, como el jornal era muy pe- Martín Salinas', alcalde de Rafal durante
queño, fabricaba canastas de esparto más de 26 años (hasta 1927), era el hom-
para conseguir “alguna perrica más”. No bre más rico del pueblo. Casi todos los
hablaban de nada. Juanita sólo miraba a vecinos de este municipio de la Vega
su padre prepararse los gazpachos: “Pri- Baja del Segura vivían en unas barracas
mero calentaba el suelo con la lumbre, lo de sisca que el frío y la lluvia traspasaban
limpiaba con una escobilla y hacía la tor- sin reparos. Rosario Gómez, natural
tica. Entonces la despizcaba y la echaba de la localidad nacida en 1920, era una
en una sartén con un poco de grasa de de las afortunadas que habitaba una pe-
tocino o de morcilla. Luego cogía la queña casa de adobe, pero recuerda las
burra y para el campo. Yo me acostaba cabañas: “nada más que había una co-
otra vez, pero hinchada de gazpachos”. cina de tierra, un rincón para dormir y
La carne era el manjar de los ricos y el cuatro sillas sobre el suelo de tierra”. Ro-
pescado el de los humildes. En su plato sario rememora la pobreza del pueblo y
de fideos, Juanita sólo removía peque- asegura que no se votaba por ideología.
ños trozos de pobreza desraspada. Llegó Su padre trabajaba en arrendamiento un
a aborrecerlos y hoy apenas los come. En pequeño trozo de tierra que pertenecía al
cambio, recuerda con más cariño el pan alcalde. Su estómago y el de su familia
con vino y azúcar, o el arroz con conejo dependían de la papeleta que colara en
y los higos fritos que comían en Navidad. la urna. Su madre, por otro lado, apo-
Juan Íñiguez caminaba con el oído yaba al Sindicato Agrícola de Rafal, que
puesto en las ramas de los árboles, por si daba la harina fiada. “Uno te tapaba la
algún guacharillo piaba con impaciencia: boca y otro te daba una parcela para
“Estábamos locas por que trajera algún sacar a la familia adelante”.
Campos de cultuvo de nido, los pajaricos asados estaban bue-
la comarc a del medio
nísimos”. SEQUÍA EN LA RETAGUARDIA
V inalopó.
esteban oRdóñez Los salarios insuficientes no sólo se su- Alicante resistió hasta el último día de la
frían en el campo. María García era la guerra, por ello su retaguardia fue una
segunda de cinco hermanos y, a pesar de de las más castigadas por la escasez.
Cantidad de comestibles
cosecha y, andando o en burra, la cam-
biaban en Albatera. La pobreza crecía legal por domicilio
con el conflicto. Mediante raciona-
miento cada familiar recibía un trozo de Patatas 10 kilos
pan de cuarto de kilo. También esas ho-
Garbanzos 5 kilos
gazas se agotaban. “Había que buscar
alternativas. Hacíamos una torta de ha- Judías 5 kilos
rina de cebada, de esa que se usa para
alimentar a los animales, y la calentába-
Aceite 8 litros