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El cada´ver d

del pan

Durante la primera mitaD Del siglo xx la


pobreza se extenDía por toDa la península.
el hambre se cebaba en las zonas rurales y
las familias De campesinos tenían que buscar
fuentes De ingresos alternativas.
con el estalliDo De la guerra la situación
empeoró, la falta De Dinero, trabajo y la
carestía obligaban a aguDizar el ingenio para
sobrevivir.
el ca d á ver d el p a n
Las fincas arrendadas exigían dedicación
exclusiva de toda la familia. Los hijos
apenas iban al colegio para poder ayudar.
“Dadme, por favor, un pedazo de

D
pan en que sentarme”, así llamó
César Vallejo desesperadamente al
hombre en una época en que cual-
quier mal chusco servía para reba-
ñar la hiel. El poeta peruano supo
describirlo. Nadie está sentado si
sufre el calambrazo del hambre.
Por eso pedía cualquier cosa, un
hueso de uva que le aliviara. Du-
rante la guerra, el racionamiento
era insuficiente. Cada dos días una
hogaza de pan muerto sólo alimen-
taba un eco tremendo al fondo del
esófago.

Con el estallido del conflicto, muchas fa-


milias acomodadas sintieron por pri-
mera vez el estómago vacío. Otras, sin
embargo, jamás saborearon otra cosa.
Los salarios eran mínimos y había que
buscar fuentes de ingresos alternativas.
Se reservaba cualquier rincón de la casa
para echar gallinas o conejos, y para
plantar un par de matas de tomate.
Rosario González prepara
MEDIEROS u n conejo para u n festejo
familiar
Las familias de medieros gozaban de
cierta estabilidad frente a otros trabaja- ÁLbum peRsonaL de RosaRio GonzÁLez

dores del campo. Cuidaban las tierras de


los arrendadores a cambio de la mitad de rra y un canal muy grande abastecía todo brazo en las cosechas. El trabajo empe-
las cosechas y habitaban su casa, lo sufi- el terreno. Mi padre plantaba de todo: to- zaba sobre las ocho de la mañana. Un
cientemente grande como para permitir mates, habas, ñoras, guisantes, trigo, ce- desayuno contundente aportaba la ener-
la cría de animales y el almacenamiento bada”. gía necesaria para una labor que se ex-
de productos. Rosario González La finca requería dedicación exclusiva de tendía de sol a sol. Milagros
Pérez, hija de mediero nacida en Ori- toda la prole. Los niños y niñas del Bernabeu, nacida en 1922 en Sargane-
huela en 1926, describe la finca de Elche campo o no iban a la escuela o la aban- lla, cuenta que su madre se levantaba
en que trabajaban: “Allí había mucha tie- donaban sobre los 8 años para partirse el antes de las siete de la mañana para pre-

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La familia de Juanita Íñiguez sólo disfrutaba
de manjares como arroz con conejo o higos
fritos en las fiestas navideñas.
parar gachas migas o patatas frías a su
padre y a los jornaleros: “Cuando salía
un poco el sol se iban al campo. Unas
veces me quedaba ayudando a mi madre
en casa, otras salía con ellos. Recogía oli-
vas. El frío escarchaba la tierra. Se te po-
nían las manos...”. Por su parte,
González también tuvo que combatir el
frío: hacían una hoguera en la que calen-
taban piedras para aliviarse las manos y
seguir cargando peso.
Las niñas bajaban, igualmente, a alimen-
tar a los animales. Podrían haberse visto
identificadas con esas criaturas rodeadas
de paja tras unos portones carcomidos.
Pero el juego y la bendita inconsciencia
endulzaban muchas veces la rutina. Mi-
lagros ríe al recordar cómo cabreaba a un
ganso y a un pavo de su corral, y cómo le
mordieron. Cómo le dio un impulso tau-
rino, agarró el delantal y se dirigió a un
cordero: “¡Joé, joé, toro!”; cómo la em-
bistió contra la pared. Por el contrario,
Rosario González no podía jugar dema-
Ju anita Íñigu ez recu erda
siado. Un gallo se adueñó del corral y
cómo se levantab a a las
tenía que pasar con un garrote para cinco de la mañana para
poder echar pienso y cebada. ver a su padre antes de
También para las familias de la capital la qu e saliera al c ampo
relación con los animales y la producción CésaR ponCe
de los alimentos era estrecha. En casa de
Carmen Salazar, hija de un ferroviario
destinado en Córdoba, compraban un ban en la despensa. El lomo lo ponían en al aire y las prendas remendadas.
cerdo y lo criaban. La matanza servía de orza.
alimento para todo el año. Una mujer Sin embargo, que una familia fuera A PERRA CHICA
ayudaba a sus hermanas a hacer el em- arrendataria no aseguraba un mínimo de La mayoría de las familias no gozaban
butido, el chorizo, la morcilla. El tocino calidad de vida. La ropa y el calzado de ningún tipo de compromiso de trabajo
lo ponían en el suelo, lo cubrían de sal, y Milagros Bernabeu eran los más baratos como los medieros. Dependían de la ne-
un mes después lo limpiaban y lo colga- del mercado. Llevaba siempre los dedos cesidad, o de la simpatía con que el pro-

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el ca d á ver d el p a n

pietario les bendecía. Los jornaleros no que su padre conservara un empleo es-
estaban sujetos a nada. Juan Íñiguez, el table en la fábrica de cementos de San
padre de Juanita, de 88 años, era uno Vicente, tenía problemas para alimen-
de ellos. Se levantaba a las cinco de la tarse. Con sus hermanos iba al campo a
mañana. La pequeña saltaba de la cama coger olivas, almendras, cebada. En vez
donde dormía con sus cinco hermanos, de comer al mediodía, lo hacían por la
sacaba las alpargatas y se acercaba a la noche.
lumbre con él. Era el único momento en Los políticos y los caciques iban a los pa-
que disfrutaba de su compañía porque al jares a revolcarse con el hambre. El 'tío
volver a casa, como el jornal era muy pe- Martín Salinas', alcalde de Rafal durante
queño, fabricaba canastas de esparto más de 26 años (hasta 1927), era el hom-
para conseguir “alguna perrica más”. No bre más rico del pueblo. Casi todos los
hablaban de nada. Juanita sólo miraba a vecinos de este municipio de la Vega
su padre prepararse los gazpachos: “Pri- Baja del Segura vivían en unas barracas
mero calentaba el suelo con la lumbre, lo de sisca que el frío y la lluvia traspasaban
limpiaba con una escobilla y hacía la tor- sin reparos. Rosario Gómez, natural
tica. Entonces la despizcaba y la echaba de la localidad nacida en 1920, era una
en una sartén con un poco de grasa de de las afortunadas que habitaba una pe-
tocino o de morcilla. Luego cogía la queña casa de adobe, pero recuerda las
burra y para el campo. Yo me acostaba cabañas: “nada más que había una co-
otra vez, pero hinchada de gazpachos”. cina de tierra, un rincón para dormir y
La carne era el manjar de los ricos y el cuatro sillas sobre el suelo de tierra”. Ro-
pescado el de los humildes. En su plato sario rememora la pobreza del pueblo y
de fideos, Juanita sólo removía peque- asegura que no se votaba por ideología.
ños trozos de pobreza desraspada. Llegó Su padre trabajaba en arrendamiento un
a aborrecerlos y hoy apenas los come. En pequeño trozo de tierra que pertenecía al
cambio, recuerda con más cariño el pan alcalde. Su estómago y el de su familia
con vino y azúcar, o el arroz con conejo dependían de la papeleta que colara en
y los higos fritos que comían en Navidad. la urna. Su madre, por otro lado, apo-
Juan Íñiguez caminaba con el oído yaba al Sindicato Agrícola de Rafal, que
puesto en las ramas de los árboles, por si daba la harina fiada. “Uno te tapaba la
algún guacharillo piaba con impaciencia: boca y otro te daba una parcela para
“Estábamos locas por que trajera algún sacar a la familia adelante”.
Campos de cultuvo de nido, los pajaricos asados estaban bue-
la comarc a del medio
nísimos”. SEQUÍA EN LA RETAGUARDIA
V inalopó.
esteban oRdóñez Los salarios insuficientes no sólo se su- Alicante resistió hasta el último día de la
frían en el campo. María García era la guerra, por ello su retaguardia fue una
segunda de cinco hermanos y, a pesar de de las más castigadas por la escasez.

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La falta de dinero durante la guerra redujo el
comercio al trueque. se podía conseguir
hilos y botones a cambio de aceitunas.

Conforme avanzaba el conflicto se arre-


ciaban los controles, las restricciones y el
racionamiento que, según notas oficiales,
pretendían impedir la carestía total.
Hasta
hartarse
Colas de varias horas se concentraban en
los economatos para conseguir un kilo de
patatas o un bote de leche condensada.
Durante la espera, la miseria y las pena- Como bien explica amando de Mi-
lidades corrían de fila en fila. Para mu- guel, en la españa de nuestros abue-
chas de las mujeres y niñas que penaban los convivían los ayunos con los
hartazgos. las fiestas patronales, na-
con la lengua seca por la provincia alican- videñas, las bodas constituían un
tina es difícil distinguir entre guerra y factor de reunión social y una opor-
postguerra: son la misma bola de angus-
tia.
Milagros Bernabeu, residente por enton-
ces en una finca de Tibi, no tenía ni un
pedazo de pan. Su padre llevaba las tie-
rras arrendadas, pero debía entregar la
mayor parte de la producción a las auto-
’ tunidad para huir de la dieta tradicio-
nal que en el caso de familias
humildes se basaba, sobre todo, en
pescado y vegetales. Suponía, ade-
más, una muestra o fingimiento de
opulencia. rosario González cuenta
el banquete de su boda:

“Mi padre mató un cordero, mi


ridades. Se quedó con un carro y dos ani- madre dos o tres pavos y dos o tres
pollos. Contrataron a una mujer que
males de carga, así cada dos o tres
se dedicaba a hacer comidas . Cocinó
semanas conseguía naranjas de Valencia. unas ollas grandes de cocido, un
A la puerta de su casa se reunían largas perol de pepitoria, unos peroles de
colas de compradores. arrioz. Se quedaron todos asombra-
A falta de dinero, el comercio se redujo al dos de la comida que había”.
trueque. La hermana de Milagros era mo-
dista, pero entonces no había hilo, agujas
ni botones: “Mi padre conseguía olivas
negras de las pequeñas. Mi madre las
adobaba y las metía en un tarro grande.
Después las cambiaba por materiales de
costura para que mi hermana pudiera
trabajar y sacar algún dinero”.
La familia de Rosario Gómez recurrió
también al trueque. En el retal de tierra
arrendado plantaban alcachofas, bonia-
tos, patatas, habas... En Rafal no había
aceite. Para conseguir un poco cogían la

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“Hacíamos tortas de harina de cebada, de la
que se alimentan los animales. tenía mucha
paja y te pinchaba la boca”, cuenta Gómez.

Cantidad de comestibles
cosecha y, andando o en burra, la cam-
biaban en Albatera. La pobreza crecía legal por domicilio
con el conflicto. Mediante raciona-
miento cada familiar recibía un trozo de Patatas 10 kilos
pan de cuarto de kilo. También esas ho-
Garbanzos 5 kilos
gazas se agotaban. “Había que buscar
alternativas. Hacíamos una torta de ha- Judías 5 kilos
rina de cebada, de esa que se usa para
alimentar a los animales, y la calentába-
Aceite 8 litros

mos en las losas de la cocina. Al masti- Chocolates 5 libras


car te pinchaba la boca, tenía una paja
tremenda. O salíamos a las acequias y Café 2 kilos
los bancales a coger camarrojas para co-
Jabón 5 kilos
cerlas”, relata la rafaleña. Incluso algu-
nas veces, las mujeres del pueblo salían Leche condensada 5 botes
a robar habas o naranjas. Rosario se en-
teraba al día siguiente, cuando veía la
Queso Una bola

mesa puesta o cuando regresaba su Carbón 10 kilos


madre tras 24 horas de prisión.
Para Rosario González, la postguerra Bacalao 5 kilos
fue peor que la guerra. Trabajaban en
Huevos 2 docenas
arrendamiento unas tierras del término
municipal de Elche y, a pesar del con- Tocino 5 kilos
flicto, seguían plantando higos, almen-
dras, tomates y melones. Los milicianos
Aves de corral Sin límite /no comerciar

requisaban comida a algunos propieta-


rios, incluso fusilaron al dueño de la
finca; pero a su familia nunca la moles- queño porque apenas había para com- guiente no te buscaban para ir a traba-
taron. Hasta el final de la contienda no prar”. jar”, cuenta la rafaleña Rosario Gómez.
conocieron las cartillas de raciona- Tras el 1 de abril de 1939, sobre todo en Era difícil que las creencias o las orien-
miento. Entonces los molinos estaban los pueblos, la sospecha se extendía taciones ideológicas fueran verdaderas si
precintados con lo que los sacos de trigo entre los vecinos que no manifestaban estaban anudadas a las tripas. La familia
que almacenaban no servían para nada. con claridad su apoyo al nuevo régimen: de Gómez era de izquierdas, pero supo
Rosario trabajaba todo el día por un jor- “Siempre teníamos uno de derechas de- apretarse bien la correa y las ideas. Asis-
nal de siete pesetas: “Yo me comía el trás por si respirábamos. A mí siempre tir a misa relajaba las posibles acusacio-
pan de panizo que repartían a cartilla. me ha gustado la misa, pero aunque no nes y, para muchos, la subsistencia
Estaba bueno, me lo llevaba de al- te gustara tenías que ir porque estaban comenzaba en el pan muerto que el cura
muerzo con un trocito de bacalao pe- vigilando, y si te ausentabas al día si- repartía.
artículos de lujo
en mayo de 1937 entra en crisis la fabric ación del pan y se esta-
blece la tarjeta de racionamiento familiar. en septiembre se suprimió
la fabricación de bollería y pasteles, y en noviembre, debido a la escasez de
trigo, se redujo a 100 gramos la ración por habitante.

en ju nio de 1937 se declaró qu e


en agosto de 1937 se pohi-
la esc asez de ac eite se debía a
bió la fabric ac ión y venta
la falta de envases y transporte.
de qu eso fresco de leche.
por ello se decidió su raciona-
miento.

en septiembre de 1937 es-


el tab ac o fu e rac ionado a c aseab a la leche en ali-
partir de 1937. Lu ego se c ante. se prohibió servirla
tra nsformaría en u na p o- en b ares, c afés y restau -
tente moneda de c ambio: u n ra ntes y se establec ió la
c erdo valía diez c ajetillas. nec esidad de rec eta mé-
dic a.

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