La transición democrática en México aún está en proceso. Su consolidación es una tarea
prioritaria para alcanzar una sociedad justa y participativa, que nos brinde a todos la misma oportunidad de integración a las actividades productivas y a los mercados laborales del país. Al mismo tiempo que nos permita ejercer una ciudadanía plena de cara al Estado de Derecho. Esto sólo será posible si el cambio se reconoce en la necesidad de “Un Nuevo Rumbo para la Nación”. Ha sido largo el proceso por el cual los mexicanos logramos arribar a un sistema plural de partidos que dejó atrás la existencia del partido único. Es necesario señalar que en el Congreso mexicano los intereses de partido han prevalecido por encima de los intereses de la sociedad; existe oposición a las iniciativas solamente porque son del adversario, lo cual ha conducido a la inmovilidad, al retraso de las reformas que el país necesita para alcanzar mayores niveles de desarrollo. Las tareas pendientes que tenemos como Nación requieren de un trabajo conjunto entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, para que se adopten y ejecuten las decisiones que permitan converger en una democracia social y de partidos plena. Mi principal propuesta es que el poder del estado y del gobierno estén efectivamente al servicio de la sociedad. Ello requiere de una nueva cultura política que incluya una actitud de respeto al adversario; abrir canales de participación en todos los niveles de la sociedad, promoviendo las reformas constitucionales necesarias para establecer un sistema efectivo de contrapesos entre los Poderes de la Unión; así como ceñir las funciones y atribuciones del Poder ejecutivo a aquellas que señala expresamente la Constitución, fortaleciendo al Congreso Federal y a los legislativos estatales para que cumplan cabalmente con el mandato popular. Acotar el fuero de los legisladores, federalizar el sistema electoral mexicano, promover la descentralización política, otorgar a los Estados y municipios más facultades y dotarlos de autonomía financiera, son otras medidas que se deben considerar para lograr una reforma del estado realmente productiva y que refleje verdaderos cambios en el buen rumbo del país. Construir un sistema efectivo de consulta a la sociedad sobre los procesos políticos, económicos y de todo signo que la afecten, para que esto surta efecto propongo que se eleve a rango constitucional la iniciativa popular, el plebiscito y el referéndum. Estas reformas deberán reglamentarse para que sean utilizadas con responsabilidad. Llevar a cabo reformas al COFIPE y a las leyes estatales para que sólo se permita la realización de dos procesos electorales por sexenio en toda la República; ya basta de despilfarros!!! Es cierto que es muy caro producir una campaña política, comprende muchos aspectos que “cuestan”, pero también hay formas de no gastar taaaanto y derrochar dinero, mientras que eso se podía destinar mejor a otras necesidades de la sociedad que urjen más. En tiempo electoral vemos tapizadas las ciudades de posters, volantes, etc, etc, etc. Mientras que se podría sacrificar una parte de ese material y destinar el gasto a instituciones de beneficencia o a los pobres...¿No creen? Para esto es importante promover a la brevedad una Ley de Partidos Políticos que reglamente sus actividades; en particular, que dé certidumbre y transparencia al manejo de los recursos públicos con que se financian las campañas y las pre-campañas electorales y al mismo tiempo permita la rendición de cuentas frente a la sociedad. Reestructurar al COFIPE para hacer más estrictos los topes a los gastos de campaña e impedir despilfarros, así como la prohibición de compra de tiempos comerciales en radio y TV, al mismo tiempo que se garantice el acceso gratuito a medios de comunicación durante las tres semanas previas ala elección federal; pues en muchos medios existe imparcialidad en cuanto al tiempo aire destinado para los partidos, se manejan muchos intereses y “compadrazgos” de los dueños o directivos de los medios hacia algún candidato en especial, favoreciéndole así, y bloqueando a los demás. La reforma del Estado incluye necesariamente un nuevo orden jurídico, la realidad de la sociedad mexicana del siglo XXI y la magnitud de las tareas pendientes que tenemos para definir el nuevo rumbo que como Nación vamos a seguir, requiere que los marcos institucionales y legales que nos rigen, también sean adecuados. Se trata de actualizar nuestro sistema legal desde la Constitución hasta las leyes reglamentarias, tanto en los niveles federal como locales. El nuevo orden jurídico debe ser socialmente acordado desde una agenda nacional común, que impulse una nueva Ley de Amparo para fortalecer la defensa de las garantías individuales, y ofrecer recursos de acción, para los ciudadanos más vulnerables, ampliando los alcances de la Ley de Derechos y Cultura Indígena vigente, con vistas a consolidar una legislación multicultural que reglamente las reformas constitucionales en la materia y devuelva al Consejo de la Judicatura la plenitud de sus facultades y permita que ejerza efectivamente las funciones que le fueron conferidas inicialmente en las reformas de 1995, con el fin de evitar la aparición de subordinaciones y proclividades que afecten el ejercicio de la impartición de justicia, adoptando mecanismos judiciales para que los derechos y obligaciones ciudadanas se cumplan no sólo de manera abstracta, sino también se garantice su aplicación concreta. Son variadas las reformas que necesita el Estado para fungir realmente como órgano coordinador e impartidor del orden de la sociedad, pero con voluntad, orden, disciplina y mucho esfuerzo sobre todo, se puede lograr un gran avance; para esto debe reflejar el buen ejemplo que profeza, pues si no se empieza a actuar desde la base, ¿cómo poder cosechar lo que no se siembra?
Juan Fernando Perdomo es egresado del TEC DE MONTERREY.
Servidor público, empresario y político ( jperdomo@infosel.net.mx )