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viopurg op sajadeg rtes de periddico na dama 2 nea a i a | cidn y elegan we prana de ie = ° 5 4 Ro Papeles de Pandora © sario Ferré ntos | | Rosario Ferré do en la mano e! Gltimo libro de cuentos que Don Lorenzo le hhabfa regalado a Rosaura y que tanta controversia habia cau- sado en una ocasi6n entre ella y su difunto matido, Salud6 a Ja esposa del Alcalde con una imperceptible inclinacién de cabeza, y se senté en una silla algo retirada del resto de los deudos, en pos de un poco de silencio y sosiego. Abriendo el libro al azar sobre la falda, comenaé a hojear lentamente las PAginas, admirando sus ilustraciones y pensando que, ahora jen podia darse ‘que era una mujer de medios, feccionarse para s dos de reina. Pas6 varias paginas sin novedad, hasta que lleg6 amé la atenciGn. A diferencia del resto, no alguna, y se encontraba impreso en una extrafia tinta color guayaba. El primer pérrafo la sorprendié, porque la herofina se Ilamaba exactamente igual que su hijas- tra, Mojdndose entonces el dedo del corazén con la punta de la lengua, comenzé a separar con interés aquellas paginas que, debido a la espesa tinta, se adherian molestamente unas 4 otras. Del estupor pas6 al asombro, del asombro pasé al pasmo, y del pasmo pasé al terror, pero a pesar del creciente que sentia, la curiosadad no le permicia dejar de El relato comenzaba: “Rosaura vivia en una case de alcones sombreados por enredaderas cupidas de trinicaria piirpura. ..", pero Rose nunca llegé a enterarse de cémo ter minaba. 242 La mufieca menor Eva Marfa La casa invisible EI hombre dormido Has perdido, me dicen, la cordura Cuando las mujeres quieren a los hombres ‘Mercedes-Benz 200SL ‘Amalia Medea 1972 La caja de cristal Indice 243 Indice El abrigo de zorro azul El jardin de polvo Marina y el leén. La luna ofendida El collar de caméndulas El infilerado El suefio ysu eco Carta Ta bailarina Labella durmiente De tu ladoal paraiso /Maquinolandera El cuento envenenado 244 134 138 41 146 149 192 209 Rosario Ferré amor tii me conoces cuando te atacan me pongo como una fiera nosotros no tuvimos la culpa porque ya veia viniéndo- in de asesinato en pr j6n de délares, Dios esti leno de canallas. Ese hombre se tiré del del carro yo estaba alli y es bueno que usted lo sepa porque estoy dispuesta a dar testimonio en cualquier corte dispuesta 2 decirselo al mismo Jesuctisto. Poniendo desde ya los pun- tos sobre las fes cuando la tipa se da media vuelta y vuelve a dejarme con la palabra en la boca y yo con la boca abierta que me quedo mirindola desde el sofi sin poder entender todavia de dénde venfa aquella cosa que seguia retorciéndoseme den- ‘ro del pecho y la tipa que camina tranquilamente hasta la puerta la abre y se va, No te angusties més por eso, Mami, mira que no habérme- Jo contado antes yo hubiera hecho les investigaciones para agarrar a esos bandidos la verdad que la gente en este pais no sete encima la acu tiene madre si vuelven a aparecer por esta casa no vayas a abrir la puerta si yo no estoy les dices terminantemente que ‘no puedes atenderlos que vengan a verme a mi oficina ya sabré yo cémo lidiat con ellos, Pero mira cémo va el Merce- des, Mami, mira que bonito va por la recta como la seca va como la seda los tapalodos de alante rodando rodillos de rino- cceronte la carroceria de aceto de media pulgads y lo que se eve por delante ni se entera ni una mella le hace noqueado al otro lado del mundo y sin pasaje de regreso es una condenada cabroneria este carro Mami es una condenada cabroneria. Ama “Ech6, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del puer- to de Edén querubines, y una espada encendida que se dos lacs, para guardar el camino del drbol —Gnesis, II, 24 Ahora ya estoy aqui, en medio del patio prohibido, saliéndo- me desde adentro, sabiendo que esto va a ser hasta donde dice sin poder parar, rodeada de golpes de sébana y aletazos aban- donados que dan vuelta a mi alrededor, sudando caballos blancos y gaviotas que vomitan sal. Ahora empiezo a acunar encre los brazos esta masa repugnante que eras %, Amalia, y era también yo, juntas éramos las dos una sola, esperando el dia en que nos dejaran encerradas en este patio, en que sabiendo que nos dejarén. Ahora todos se han ido y la casa arde como un hueso blanco y doy un suspiro de alivio porque ya estoy sudando, porque ahora por fin puedo sudar. Una de las sirvientas me encontré con los ojos vueltos hacia la sombra de atrds tirada en el suelo del patio como una mutfieca de crapo. Y empez6 a gritar y aunque yo estaba lejos = or Rosario Ferré la ofa gritando al lado mio con desesperacién hasta que senti que entre todas me levantaben con mucho cuidado y me lle- vyaron a mi cuarto y me tendieron en la cama y después se fue ron todas llorando a buscar a mamé. Ahora el brazo derecho me pesa como un tronco y siento la aguja metida, y aunque tengo los ojos cerrados sé que es la aguja porque ya la he sen- tido ances y sé que debo tener paciencia y no me puedo mover porque si me muevo es la carne desgarrdndose por dentro y el dolor. Oigo detrés de la puerta a las sirvientas _gimoteando y mas cerca a mamé, doctor, sila nifia. no hacfa ni diez minutos que habfa salido al patio, se le escapé a las sirvientas que estaban lavando la ropa en la pileta, si para eso estén ellas para vigilarla que no salga al sol, tres sirvientas para eso nada més, pero ella es lista como una ladilla y se les tiempo, en cuanto se distraen se escurre como blanca por la oscuridad, se esconde debajo de las. hojas de malanga acechando, velando el patio donde se ponen a secar las sabanas, y cuando ve que no hay nadie sale y se acuesta en el piso ardiendo como una cualquiera, como una desvergonzada, ensucidndose el traje blanco y las medias blan- cas y los zapatos blancos, con esa cerita inocente vuelta hacia arriba y los brazos abiertos, porque quiere saber lo que pasa, jere saber cémo es. Ya casi no puedo dormir, doctor, ces la cuarta vez y la préxima la encontraremos muerta, y lo peor es no saber Jo que tiene, saber nada més que no tiene remedio, verle esa piel blancucina y transparente como un bulbo de cebolla encogiéndose y ensortijéndose al menor contacto con el calor, ver el agua que le sale por todas partes como si fuera una vejiga y no una nifia y la estuvieran expri- miendo. Por las noches suefio que la veo tirada en el suelo del 62 Amalia patio toda arrugada y seca, con la cabeza muy grande y el cuerpo chiquitito, con la piel gomosa y violeta pegada sin remedio al semillero duro de los huesos. Entonces oigo scfiora, digame, entre su familia y la de sul matido existe alguna teleci6n, no que yo sepa, doctor, no hay lazos de sangre si es0 es lo que usted quiere decir, no quedé- bamos ni primos lejanos, pero por qué pregunta es0, qué es Jo que esta pensando, no nada, es que en estos casos de dege- neracién genética siempre hay detrds algin incesto, son los mismos genes que se superponen unos a otros hasta que se debilitan las paredes y entonces aparece en el hijo una carac- teristica de nacuraleza distinca, nace con una sola pierna 0 a lo mejor sin boca, si, claro, casi siempre se mueren pero en este caso no y eso es lo malo, qué es lo que usted esté dicien- do doctor, incesto. Pero si mi marido y yo no quedébamos nada, usted est loco, doctor, INCESTO, IN-cesto, in the bas- ket, encesté, sefiota, el cesto de la basura, el vicio de los pobres, en el diez por ciento de las familias puertorriquefias se comete incesto, es la urgencia natural del hombre cuando se acuesta la madre con las hijitas en el mismo cuatto, ya usted sabe en la oscuridad no se sabe, winstontastesgood like a cigarette should, pero también ¢s el vicio de los ricos, es el io de todo el mundo porque la relacién sexual es siempre meternos dentro de nosotros mismos, meter el espejo dentro del espejo, el espejo redondo dentro del tirero de auestta ‘madre por donde asoma la cabeta sangrienta de nuestro her- mano, came de mi carne y sangre de mi sangre que te meto dentro, joh! dios cre6 al hombre a su imagen y semejanza pero el hombre se sintié solo en aquel paraiso tan grande y enconces dios creé a la mujer y se la presenté, ésca sc llamard 63 Rosario Ferré varona porque de varén ha sido tomada y el hombre se sintié consolado porque cada vez que fornicaba con ella le parecte ue fornicaba con Dios. It happens in the best of ciscles, or baskets, perdén, Enconces oigo que mi madre da un portazo y sale del cuar- £0 y las sitvientas siguen gimoteando detrés de la puerta y igo que el médico les da instrucciones minuciosas para mi absoluto reposo y para que traten por todos os medios de impedir que vuelva a salir al sol. Entonces cierra la puerca sin hacer ruido y se va De medio dia abajo mi tio ences a verme acompafado de ‘mamé. Tenfa puesto el uniforme militar, planchado y almi- donado como un arcéngel y el éguila relumbrindole sobre la visera del gorro. Llevaba una gran caja rosada debajo del brazo y con el otro abrazaba a mamé rodedndole los hombros desnudos. Los veo ahora, juntos al pie de mi came, deformén- dose continuamente por las gotas de sudor que me caen de los parpados, las facciones finas, las manos finas, los labios finos, alargindose, acorcéndose, concavindose, uno en ttaje de mujer y el otro en traje de hombre, idénticos, alternande animadamente los mismos gestos, cambiando tapidamente de méscaras entre sf, rebotando risaspelotasblancas con preci. sion mortal, empatados en su pantomima furia, olvidados Por completo del mundo. Me hablan pero yo sé que me usan, Yo.no soy més que una pared que reboto pelocas, juntos al pic de mi cama, misindome, me usan para jugar envre x, Hoy ce be srafdo una sorpresa me dice le dice mi ti, y abi6 la caja S266 con mucho euidado una preciosa mufieca de novia muy fina, me dice le dice, no es como las de ahora y le dio cuerda & tuna mariposa que tenfas en la espalda y emperaste a mover 64 Amalia tu pequefio abanico de nécar al son del cilindro de alfileres que te daba vuelcas dentro del pecho. Entonces mi tio se ri6 ‘como embroméndome y un chorro de pelotas blancs rebota- ron contra mf, Después que salieron del cuarto te acosté a mi lado y comprend lo que mi tio habia querido decir. Eras, en efecto, una mufleca extraordinaria, pero tenias una particula- tidad, Estabas hecha de cera. Pobre Amalia ahora se te esté derritiendo la cara y ya se ve la tcla metdlica donde reposan tus facciones, eu cara parece el ojo abierto de una mosca gigante. Trato de protegerte con mi ‘cuerpo pero ya no sirve, el sol viene de todas partes, rebora de las paredes y te da pufietazos, de las sébanas carcones blancos, del piso arde. Ahora se te han derretido los pirpados y me ‘miras con las bolas de los ojos fijos, como esos peces de lagos subterréneos que no necesitan pérpados porque no hay sol y ‘nunca se sabe si estén dormidos o despiertos. Ahora se te ha derretido la boca en un vémito de sangre y me da rabia por- que pienso que la culpa de todo la cuvieron ellas, las otras mufiecas que manipularon a su antojo al mufieco grande, porque estaban limieadas @ una sola galeria y a una sola baran- da y ése era su destino, estar siempre en su sitio cuidando sus mesitas y sus floteros, sus cacitas y sus manteles haciendo juego, recibiendo las visitas de los generals y de los embaja- dores y de los ministros porque no quisieron y a0 les dio la gata y no se qusieron conformar. El sudor me cae dentro de los ojos y me arde pero mamé sigue de pie juneo a mi cama, sonriéndome, aunque a mi tio, por més que erato, no puedo verlo més que en pedazos, como acabo de verlo ahora misma cuando me asomé por la ventana del comedor. El dfa que mamé murié le quité a Amalia su traje de novia 65 Rosario Ferré y la vestf de luto, Como mi padre habia muerto hacia mucho tiempo mi tio se vino a vivir a la casa acompafiado de Gabriel su chofer. Al poco tiempo de estar en casa mi tio boté a las antiguas sirvientas de mamé y cogié para el trabajo a tres muchachas muy bonitas, la Maria, la Adela y la Leonor. Las trataba siempre muy bien, nunca como si fueran sirvientas, las mandaba al beauty parlor todo el tiempo, les regalaba perfumes y joyas y le asigné a cada cual una preciosa habita- cién. A pesar de que las muchachas agradecfan a mi tio sus aten- ciones y eran siempre carifiosas con él, era evidente desde que egaron a la casa que las tres andaban rematadas por Gabriel, Cuando Gabriel se sencaba en la silla de la cocina a cantar, vvestido con el uniforme tinta que se confundia con su piel, Jos ojos le relampagueaban y su voz dabe coletazos de muche- dumbre. Cantaba todo el tiempo, lamiendo con vor de brea Jos zécalos y las paredes de losetas blancas de la cocina, decri- tigndola sobre el fog6n para después revolcarla entre las ceni- 2as antes de enroscéirsela dentro de la boca otra vez. Siempre con la gorra puesta y ellas todo el tiempo sirviéndole café. Entonces empezaba a tocar en la tabla de picat las cos cas y las chuletas una dos y tré como si fuera un tambor de picar las manos rosadas de cerdo y los sesos azules de buey qué paso maschévere hasta que ellas dejaban lo que estaban haciendo y lo seguian porque no les quedaba més remedio que seguirlo, bailando alrededor de la mesa de la cocina, garabateando el compés con el tenedor chiquiquichiqui sacdndole las agallas a los peces y enganchéndoselas en las orejas enroscdndoselas alrededor del cuello quichiquiché como navajas de coral triturando huesos y chupando tuétanos una 66 Amalia dos y tré y después baila que te baila y roribio toca la flauca que la conga €. La verdad que a mf también me gustaba seguir el compas con mi zapato blanco escondida detrés de la puerta de la cocina hasta que un dia él me acrapé y dindome luna voltereta en el aire me agarr6 por la mufieca y me puso al final de la cola. Desde ese dia, cuando Gabriel no tenfa que manejar el carro de mi tio, todo el dia nos la pasébamos jugando. Mi tfo no habia quetido casarse nunca y se habia dedicado en cuerpo y alma a la carrera militar. Yo habia sentido siem- pre una inexplicable antipatfa hacia él y evicaba su compaaa. EL, por su parte, trataba de ser amable conmigo. Habja dado 6rdenes a las sirvientas de que ya que el doctor me tenia prohibido salir al patio, me dejasen dentro de la casa en com- pleta libertad. También por aquel tiempo me fue regalando ‘otras mufiecas bien alimentadas y mofletudas, a quienes fui bautizando Maria, Adela y Leonor. Poco después de su llegada lo ascendieron a general y empez6 entonces la interminable caravana de embajadores y de ministros, coroneles y generales. Yo los miraba pasar jugando con las mufiecas, sentada en el piso del comedor como si viese pasar una procesién de tronos y dominaciones, pasillos y escaleras, subiendo y bajando majestuosamente la alfombra roja que levaba al despacho de mi tio, pasando sua- vemente la mano por encima de la bola verde que brillaba al comienzo y al final. Yo no comprendia lo que hablaban pero me gustaba escucharlos cuando sus voces se elevaban !lenas de inspiraci6n, como esos himnos que se elevan por las noches de los templos pentecostales, jestis se quedé dormido tenemos que ganar jesis se quedé dormido somos los respon 6 Rosario Ferré sables del orden mundial jestis se qued6 dormido establecido por mandato divino jesis se qued6 dormido y si no se des- Pierta pronto somos responsables de la paz sea con vosotros, de esa paz que conseguimos por medio de la produccién en masa de cerebros cloroformocoliflor, de esa pez que repeti- ‘mos todos los dias, con la televisin me acuesto, con la rele- visién me levanto, coma por televisin, haga el amor pot televisi6n, abra las piernas por eelevisién y para sin dolor, PROHIBIDOFUMAR PROHIBIDOMARAVILLARSE PROHIBIDOPRE” GUNTAR PROHTBIDOPENsAR dominus vobiscum et cumspiti- ‘turuo, la paz de la televisiGn sea con vosotros. Jess se quedé dormido jestis se quedé dormido y si no se despierta pronto Maria lo mataré lo mararé lo matard. Enconces oigo que dicen de ahora en adelante usaremos ‘todas las armas que la divina providencia en su inmensa sabi- dlcfa ha puesto a nuestro alcance. ALCANCES, morteros, cafio- nes, submarinos, cruceros y también el séptimo sello metido €n una cajita de deodorante BanBan que una cigtiefa lleva volando en el pico mientras venus se queda miréndola desde la tierra preocupada de que no se le vaya a caer y entonces igo we are shipping M-48 tanks, landing tanks, every teen minutes, landing tanks, using nine ciple turret eight inch guns, largest in service, destroying guided missiles, helicopters at its shores, every fifteen minutes, feesh fighter bombers, F4 phantoms, A6 incruders, A7 cotsairs, every fif- teen minutes, opening their jaws to vomit death, Ja méquina de teletipo sigue ti iti sacdndome la len- gua, enredéndola alrededor de las patas de las sillas del come. dor y de los tiradores de las gaveras civilians flee as gunners 68 Amalia jeiti Lenando el come- slammed barrage after barrage tit dor hasta el techo de serpentina blanca. ‘Cuando la rafz de la lengua se le qued6 atascada en la boca la maquina de telecipo se call6, Entonces todos los ministros, ba dado embsjadores y generales se levantaron con mucho cu para que no se les resquebrajara el almidén de los uniformes y poniéndose la mano dezecha sobre el cors26n bajaron codos la cabeza y repitieron con profunda devocién hace siete afios que lo debimos de haber hecho hace siete afios que lo debi- ‘mos hacer. Yo los escuchaba sin comprender Io que estaban hablando, pero cuando los ofa cogia a mis mufiecas y las ponfa a todas en fila, hagan fila, orden, orden, a-t-t-ention, pero las muficcessoldadosnifiosmuertos no me hacfen caso se empefiaban en apifiarse a orillas de los caminos offeciendo sus cerebros abiertos como ramos los caminantes que no se Jos querian comprar. Y Amalia vestida de negro caminando ppor el desierto con la cabeza en 1a mano todo el tiempo que- jandose todo el tiempo protestando porque ya no era como ‘antes una hermosa mujer vestida de blanco que se paraba al pie de la cama y se quedaba cranquila ae morir, jue ahora no era més que una muertepiltrafa, muerteatii- tp muerte, murtenspeln,moerlsdevopatabulada ‘por la méquina registradora a 39 centavos cada una. Enton- ces me quedaba quieca en medio de la serpentina blanca y cempezaba a sudar. ae que empezaron las visitas de las delegaciones se hacfa que la Maria, la Adela y la Leonor les sirvieran pasta de 69 Rosario Ferré guayaba con queso y refresco de limén. Después hacia que se sentaran con ellos a darles conversacién, como son extranje- 10s es bueno que nos conozcan mejor que vean que aqui tem- bin hay muchachas bonitas que se hacen teasing en el pelo uusan pestafias postizas y covergirlmakeup, use Noxema sha- ving foam, take it off, take it off, Sexi Boom! executives mate clothing fashion show Sexi Boom! chusrasco served en La Coneja, Avenida Ponce de Leén No. 009 next co Martin Fierro Restaurant y ellos yes how nice, are these girls daugh- cers of the american revolution? All. But much more exotic of course, the flesh and fire of tropical fiestas, of pifia colada and cocorum, let's start screwing together the erector set my daddy wanted me to be an engineer and every year he gave me for christmas a yellow erector set. Y la Maria la Adela y la Leonor a carcajada limpia corean- do oh tierra de borinquen donde he nacido yo, reptando ‘como jutfas por encima de las butacas y de los softs, tierra de miss universo la isla de marisol, tomando champén en zapa- tos de escarcha azul, desfilando desnudas por entre galeries de libros que nadie tiene tiempo de leer, poe-sia, peo-sea, porque se tapé el siffn y la ericuradora se atasc6 y Ia comida Fo! FO! Fo! acariciando a los militares y a los embajadores ‘con manos de mayonesa y uiies de guanébana, abofeveindose las caras con los cinco dedos abiertos para reserellarse la san~ te y asegurarse de que no estaban muertas. Al principio yo las ofa desde lejos y les tenfa pena hasta el que a mf también me Ievaron a la sala y me pararon debajo de la lémpara con la falda blanca muy planchada como qo Amalia todas y me sentaron sobre las ro. las manos de mentas blancas y sonriéndome con ternura me aseguraron que todo aquello lo hacian en mi honor. Desde entonces cada ver que ofa a alguien tocando suavemente a la puerta de atrds yo misma corria a abrir y ante el ssombro de hombres que se quedaban miréndome desde la penumbra del umbral yo sacudfa enérgicamente la cabeza para que no Jos engafiaran mis rizos y mi gran lazo blanco y los cogia tier- ‘namence de la mano y los hacfa entrar y caminando en punti- llas atravesabamos sigilosamence los pasillos oscuros hasta donde yo sabia que se estaban divirtiendo canto la Mat Adela y la Leonor. Durante aquellas tardes en que Gabriel y yo nos enconeré- bamos encerrados en la casa, abandonados @ suestra propia soledad, nos pasébamos todo el tiempo jugando a las muiie- «@s. Habfamos convertido en casa de mutiecas el antiguo ceib6 del comedor porque nos agradaban las larges galerias de balaustres donde antes se recostaban las caras vacias de los platos. Sacemos a las muifiecas de sus cajas y le asignamos a cada una un piso, Entonces establecimos una ley, en ese piso que le pertenecia cada habitante podfa hacer y deshacer a su la jeron a entrar ganas de cantar. Ese dfa Gabriel se atrevi6 a coger a Amalia entre los brazos y yo que no quiero forcejeando para quitérsela Amalia es mia no le toques pero no habia suéltala forma él era mucho més fuerte que yo suéleala te digo y la comenzé a acunar cantén- dole condenado muy pasito y que estis acunéndola haciendo 7 Rosario Ferré hhasta que Amalia ayayay comenz6 a enloquecer rompiendo todas las leyes ayayay subiendo y bajando por todas las gale- sias al principio jugando Amalia abriendo y cerrando tus fal- das negras por entre los balaustres ayayay riendo Amalia por primera vez riendo con dientes de guayo chiquiquichiqui machacando ajos con los talones blandos en el hoyo do del pilén PuM-pum-pum-pum, PUM-pum-pum-pum ay mamira qué fuerte huele la carnecita de ajo y después huyen- do Amalia chillando como una loca como una verdadera furia corriendo y resbalandote; levanténdote y volviendo a corre: una y otra ver sin importarte ya el precio que sabfas que ten- drfas que pagar. En las tardes que se sucedieron Gabriel y yo seguimos jugando a las muiiecas, pero desde ese dfa nuestros juegos fueron diferentes. Amalia subia y bajaba por todas las galerias en completa libertad. Todo hubiese seguido igual y asf hubiésemos seguido sien- do, a nuestra manera, felices, si no es por culpa tuya Amalia, Porque se me metié en la cabeza que ti eras infeliz. Mi tio hhabfa insistido en que cuando yo cumpliera doce afios hiciera 1 primera comunién, Unos dias antes me pregunté lo que queria de regalo y yo sélo pensé en ti, Amalia, en los aios que Hevabas de luto y en las ansias que tendrfas de vestirte de novia otra vez. Después de todo para eso re habfan hecho, Para eso tenfas un sitio blando en la mollera donde se te podfa entetrar sin temor un largo alfiler de acero que ee fijara en susitio el velo y la corona de azahares. Pero las otras mutie- as te tenfan envidia, gozaban viéndote esclavizada, siempre subiendo y bajando las galerias Marfa cudnto has hecho hoy, que mi tio necesita dinero, y tii Adela acuérdate que me debes un lazo blanco y un par de medias, Leonor como te ion- 72 G& Amalia sigas haciendo la enferma te van a botar de aqui ti que ya tie- nes el pelo pajizo y la cara pliéstica resquebrajada, ast cutivamente, visitando las galerias dos y eres veces al el bolsillo oculto de la falda negra hecho una pelota de dinero de papel. Yo quisiera un novio para Amalia dije y él me mis6 son- riendo como si hubiese esperado esa contestaci6n. Esta mafie- caja de regalo antes de salir para la iglesia. jos guantes puestos y la vela en la mano pero no pude esperar a estar de vuelta. Abrila caja en seguida y cuan- do levancé la tapa se me parali26 el corazén. Adentro habia tun gran mufieco rubio vestido de impecable uniforme mi tar, reluciente de galones y de fguilas. Cog mi vela, mi misal hostia pintada encima y debajo del vel ‘mi cara logré disisnular mi terror. Salimos a la calle y abrié inmediatamente sobre mi su paraguas negro. La iia quedaba cerca y fuimos en pequefia procesién, prime- 10 mi tio y yo, después Gabriel, después la Maria la Adela y la Leonor. La caja se habia quedado abierta sobre la mesa, @ merced de las habitantas del ceibé. ‘Cuando regresamos a la casa nos quedamos paseando por cl patio, mi tio insistié en que me sentara a su lado en un banco y se qued6 mirndome un rato sin pronunciar una sola palabra. Todavia sostenia el paraguas negro abierco sobre mi cabeza y haba ordenado a los demés que subieran a la casa para que més tarde nos sirvieran alli la merienda de celebra- Gidn. Los ofdos me zumbaban cuando comenz6 a hablarme y ‘me di cuenta entonces de que lo que me estaba diciendo me lo sabia de memoria, que desde un principio lo habia espera- do. Me habfa rodeado los hombros con un brazo y segufa B Rosario Ferré hablando y yo no ofa ninguna de sus palabras pero entendia perfectamente lo que me estaba diciendo y entonces supe exactamente cémo se tenia que haber sentido mamé. Pero a ppesar de sus palabras -6mo yo mantenia la cabeza aga- chada y no me daba la gana de miratlo y esto lo fue enfure ciendo poco a poco porque mamé siempre lo miraba recto, aunque fuera, lo supe entonces, para desafiarlo, y yo no me daba la gana de mirarlo porque él no era més que un cobar- de todo cubierto de aquellas Aguilas ridiculas y no merecia siquiera que lo desafiaran porque un fantoche no se desafia porque un fantoche no vale la pena ni desafiarlo sino que se deja tirado en un rincén hasta que la polilla lo devora o le arranca la cabeza algiin ratén. Entonces puso el paraguas abierto sobre el piso y dej6 que el sol me acribillara por todos lados y puso su mano sobre mi pequefia teta izquierda. Yo me quedé inmévil y por fin lo miré con todo el odio de que fai capaz. Y empecé a gritar @ mi no me interesa tu paraiso de manjares y de champanes edificado para los embajadores y militares que vienen de visita, los embajadores porto rico is ‘our home, porto rico chicken soup, chicken wire, chicken egg, porto rico chicken, ours, oh yes, a mi no me interesa ‘tu paraiso dioressence bath perfume, parafso tiempo piaget donde el amor es una bola gigante de lady richmond ice team, porque las hofas se estén cayendo de los Arboles y el o.chorrea cianuro y nitroglicerina por todas partes y los jaros y las bestias huyen espantadas porque saben que el ppara(so est perdido para siempre. Entonces él retir6 la mano de mi pecho porque vio que sobre la tela blanca que estaba apretando habia aparecido una enorme mancha de sudor. Pero lo que sucedié después sf que no me lo esperaba, 74 Amalia Amalia, debe haber sido obra de las habieantas 01a lo mejor fuisce ed, sf, ahora se me ocurre que lo mAs seguro fuiste ti, porque desde que Gabriel te cant6 te pusiste atrevida y des- vergonzada, desde entonces fuiste libre, sabias lo que querias y nada que ti quisieras se te hubiese podido impedir. Las habitantas estaban regordetas y conformes asomadas a sus galerfas, eran después de todo s6lo mufiecas plésticas de esas hhechas en serie, made in taiwan, con el orin aguado y las vocecitas de bateria y el pelo plateado de nilén. Ti trataste lo més que pudiste de hacer que se rebelaran, echéndoles en cara dos y tres veces al dia su condicién despreciable, su com- placiente manumisi6n, 25 dollars a fuck rodeadas de bafieras de porcelana rosa y lavamanos en forma de tulipsn en todos los colores y los clésets Ilenos de pelucas y de ropa y de vaji- llas de porcelana que se levantaban en medio de la noche @ acariciar. Y no te dabas cuenta de que todo era de que tG no eras mds que una mufieca de cera, un anacronismo endeble cuya excelencis ‘ica no cenfa empleo prictico alguno en el mundo de hoy, de que los dientes de tu caja de imisica estaban enmohecidos después de tanto tiempo y de que estallarian por todas partes como un pequefio concierto chino en cuanto te dieran cuerda y trataras de incitar la rebe- jén. Y sin embargo a lo mejor todo esto también lo sabias y iste a propésito y con toda premedi- mufieco militar de su caja, le arrencaste las insignias y las 4guilas y también el uniforme blanco y des- pués lo pincaste de arriba abajo con la pintura més negra que encontraste; con brea azul, le tefiste el pelo con jugo de hica- cos negros, le ardiste la piel con cobalto y se la t Entonces lo vestiste con un uniforme muy set 75 Rosario Ferré mecénico, y le pusiste su gorra con visera de charol. Cuando Ja Maria la Adela y la Leonor subieron a servir la merienda te encontraron metida en la caja con él, abrazados. Entonces ofmos explotar dentro de la casa el griterfo de risas y mi tio subié de un salto las escaleras y ente6 al come- dor. Yo me quedé quieca, sentada en el banco, mirando cmo Jas manchas de sudor se iban esparciendo por todo mi traje de manera que casi no me regres6 trayéndote en las dos manos, esto es obra tuya chiquil parecerds a tu madre con esa cariea inocente pero en el fondo ‘no eres més que una puta, te lo he dado todo y ti no s6lo no me lo agradeces sino que me faltas el espero, 50 pila de mier- da descarada jédete con tu negro ahi tienes a tu pendeja muifieca y ahora quédense las dos abi pata que sepan lo que es bueno. Entonces te arroj6 en mi falda y cerré la puerea de un portazo y volvié a entrar. Un rato después empecé a oft unos ruidos extrafios que venfan de la casa, una dos y tré, quichi, que pase manché, uiché. Poco a poco me fui acercando al comedor hasta que haciendo un esfuerzo me pude asomar por el borde de la ven- ‘ana. Gabriel iba delante, rebanando el eronco, los braz0s, las ‘manos, con golpes de acetileno, maceteando jarrones de flo- res y garrafas de vino, explotindolas de un solo golpe, garra- Patas abastecidas, cabezas de mértires, muebles destripados, ‘rafias espacharradas contra los espejos de baccarat, platos y vasos y fuentes de plata como proyectiles volando, piedras, Puiios, rodillas y codos volando, cantos de vidrio y no de Palabras volando, plastas de mierda y no de palabras volando, todo estallaba a su alrededor como los fragmentos de une ‘uenta cuando a los pocos segundos lentamente con del demonio, te 76 Amalia estrella en formacién. Y deerés iban ellas, rebeladas, enfur das, posefdas de su espititu por fin, bailando y pariendo a la vez, pariendo gritos y gatos y ufias mientras le pegaban fuego alos tapices y a las cortinas le han sacado los ojos y los echa- ron en un vaso revolviendo los cuchillos dentro de la guaca le cortaron Jas manos y se las sirvieron en un plato quebrando la cadera y volviéndola a meter le han abierto la boca y Je han metido algo rosado y largo en ella que no comprendo cada ‘vez mis profundo cuando gritan E, Mi cara me mira tranqui- ln en el cristal de la ventana, enrojecida por la luz de las la~ ‘mas, Entonces el cristal se astilla y mi cara se astilla y el humo me ahoge y el fuego me roe y veo a Gabriel delante de m/ cerréndome la entrada con la espada, ‘Cuando el fuego se fue apagando me quedé mirando cémo cl sol rebotaba de las paredes. Lentamente caminé hasta el centro del patio. Enronces me senté en el suelo y cog{a Ama- lia entre los brazos y la comencé @ acunar. Te acuné mucho rato, tratando de protegerte con mi cuerpo mientras te ibas derritiendo. Después te acosté a mi lado y poco a poco fui abtiendo los brazos sobre el cemento que late y estiré con mucho cuidado las piernas para que no se me ensuciara la falda blanca y las medias blancas y los zapatos blancos y ahora wuelvo la cara hacia arriba y me sonsfo porque ahora ‘oy a saber lo que pasa, ahora sf que voy a saber c6mo es. 7

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