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CARLOS Politico de vasta y reconocida trayectoria, el diputado nacional Carlos Auyero se halla profundamente comprometido —como lo revela de manera sobresa- liente este libro— en la busqueda de respuestas a la ac- tual situacién de crisis. Auyero sustenta, con coraje y lucidéz, un proyecto que propugna la instauracién en el pais de una democracia plena, participativa y sin condicionamientos. De ahi su rechazo a los cantos de sirena, las prebendas del poder, los arreglos a espaldas del pueblo: de ahi su empecinada reflexion, sus perple- jidades, sus dudas, pero también sus certezas. Desde la incertidumbre es un texto que no esconde sus carencias ni hace de sus creencias un dogma; es que el autor engloba a ambas dentro de un proyecto abierto; es que Auyero apuesta ‘‘no desde mi incertidumbre so- litaria sino desde lo que creo es la incertidumbre de muchos... que estan en vigilia’’. - Escrito sobre caliente, en los dias previos al proceso electoral de 1989, encarnado en el testimonio personal, Desde la incertidumbre excede sin embargo los meros datos del momento, erigiéndose en una firme requisi- toria a la vez que una no menos firme propuesta para consolidar nuevas formas culturales en Argentina. Carlos Auyero DESDE LA INCERTIDUMBRE Un proyecto politico pendiente Omnibus | EDITORIAL LEGASA Disefio de tapa: Estela Lignelli Pintura (fragmento), de Mark Rothko © Carlos Auyero © Editorial Legasa S.A. Talcahuano 440, 1013 Buenos Aires Fotocromos: Citocolor SRL, Iguazu 725, Buenos Aires. Impresion de tapa: J.C. Impresos Graficos SRL, Carlos Maria Ramirez 2409, Buenos Aires. Fotocomposicién: La Galera, Av. Garay 325, Buenos Aires. Queda hecho el depésito que marca la ley 11.273. Impreso en la Argentina - I.S.B.N. 950-600-144-8 A los militantes que transitan el desierto con proyecto y con coraje. A Ana, Gustavo y Javier, mis companeros mas queridos. A Maria Delia, mi madre, y al recuerdo de mi padre. EY non ape oT » 0 PT iris EE pu Pretendimos un proyecto de coherencia libre, que rescata- ray diera continuidad a todo lo vdlido de las luchas de muchos por ideales compartidos. Jévenes militantes, compafieros de toda una vida, nuevos _y viejos amigos, anénimas voluntades, la expectativa espe- ranzada de muchos hicieron que estuviera cerca de cristali- zarse. Pero no pudo ser, esta vez. Es todavia un proyecto politico pendiente. Escribo estas lineas no desde mi incertidumbre solitaria sino desde lo que creo es la incertidumbre de muchos, que es hoy un espacio de real libertad y que no se resignan a un presente frivolo y opaco, que estén en vigilia, que transitan el desierto pero sabiendo hacia donde y queriendo tener certeza de con quienes. Para ayudar a su biisqueda, este trabajo desde esa incertt- dumbre. Un trabajo que tiene mucho de comunitario ya que recoge nuestras grandes certezas, nuestras buenas preguntas y nuestra ansiedad postergada. Cada uno de mis amigos y compafieros, espero, vera refle- 9 jadas muchas de las ideas elaboradas en comun. A todos ellos va destinado este esfuerzo. Un reconocimiento. muy especial a Ariel Colombo que tanto nos estimula con Ia fuerza y solidez de su pensamiento. Quizas la unica recompensa que busque es que muchos o algunos puedan sentir que les sirve la medida de un testimo- nio y el sendero trazado como proyecto abierto. Carlos Auyero 10 Desde la incertidumbre En estas paginas he sacrificado el detalle hist6rico, el testimonio politico, el dato pertinente. Es un texto breve, apurado, que quizds contenga como unico aporte el de expre- sar el prematuro endurecimiento de la democracia con sus propias bases de sustentaciOn social. Es posible entonces que el lector encuentre un mayor grado de generalidad que de profundidad. Planteado desde la perplejidad el objetivo también es precario: esbozar ideas en torma global para iniciar una discusi6n, no para cerrarla. No he tenido que esforzarme en presentar una vision optimista, como en los libros de otros politicos. No sdlo porque las esperanzas de corto plazo son estériles sino por- que exponerse a la razén es de por si una apuesta inescindible de la confianza en el futuro. Quien da razones demuestra que estd dispuesto a aceptar que no la tiene y que es la comunidad la que elabora con ellas el tiempo historico. Me he limitado a constatar mis propias incertidumbres; la doble incertidumbre: la que los politicos imponen al pueblo en una tendencia autonegatoria inherente a la democracia competitiva, y la que el pueblo le devuelve a los politicos por medio de cierta imprevisibilidad que descoloca a la mejor de las estrategias. Desde alli iniciaré el inevitable tanteo de quien busca comprender la realidad sin el concurso de respuestas pre- concebidas. El tono afirmativo no debe engafiar, pues cada argumento flota en “las olas que chocan contra los arreci- 13 fes” 1, Hasta diria que en realidad, no he superado aqui ni el vértigo que producen interrogantes para los que no hay respuestas a priori. E] expediente facil a la abstraccién resulta de la urgencia, pues al escribir estas lineas advierto que tambien soy victima de esa inmediatez sin fondo, de ese presente intemporal que caracteriza a la actualidad de los argentinos. Hay pocas refe- rencias, asi, a las contingencias y matices del proceso politico sobre el que se apoya esta reflexién, y muchos descuelgues 0 apreciaciones laguneras. Al mismo tiempo no puedo dejar de reconocer la inmensa deuda intelectual —no del todo regis- trada en las citas— de quienes si trabajosamente se hacen cargo del presente con prolijidad y perspectiva historica. E] lector debe empezar por disculpar un breve rodeo en torno aun conjunto de experiencias sucesivas, y en las que estuve de algun modo personalmente involucrado. No es para hacer un relato cronoldgico, sino para poner en eviden- cia un fendmeno generalizado. Se trata de minusculos indica- dores de una situacién que si realmente se plantea en los términos que se describen mas adelante, tedricos de la demo- cracia como Bobbio o Hirschman pueden quedarse tran- quilos?. En 1983, “los derechos humanos al parlamento” fue la consigna que presidid el acceso de Augusto Conte a la Camara de Diputados de la Nacién. En representacion del Partido Demécrata Cristiano’ (PDC), pero con la adhesién determinante de un movimiento que repolitizé a la sociedad reprimida y silenciada de la dictadura, que instalo la ética en el'plano de la vida publica, y que sensibilizo a la ciudadania acerca de algo tan real (cuando estan ausentes) como lo son las limitaciones formales del poder. Sin embargo, pese a la preocupacién de Conte y de mu- chos otros por mantener vigente esta demanda social de sancion judicial a los crimenes del terrorismo de Estado, el tema fue desplazado del debate nacional y erosionado en tanto problema cuya resolucion es decisiva para el éxito o fracaso de la consolidacion democratica. _En 1984, Humanismo y Liberacion, la linea mas dinamica y “progresista de la democracia cristiana en Argentina, en alianza con otro sector interno, se aproxim6 a la conduccién del partido y comienza a proyectarlo a la escena politica, ' 14 perfilamiento que se caracterizaba por el intento de radicali- zar la democracia interna y simultaneamente por ofrecerse como espacio de transgresividad creativa de la cultura civica dominante. Pero otra parte del partido no acepto ni comprendio el desafio; al contrario, crecié parasitariamente al calor del trabajo hacia afuera y espero el momento oportuno para ocu- par el espacio cedido por quienes tuvieron la audacia de descuidar Ia interna; pues, la vieja ley de bronce de las oligar- quias también vale para los pequefios grupos politicos: el crecimiento también lleva en ellos a una burocracia que es celosa guardiana de los privilegios derivados del propio partido, de la internacional y de las médicas colocaciones que surgen de los frentes electorales, y para la cual siempre habra una excusa, 0 sefiuelo a los fines de quedarse en el c6modo refugio de un seguidismo sin escrupulos que disimula todas las carencias, toda la incapacidad para apelar a la sociedad y ser reconocido por ella. En 1985 aportamos a la democratizacién interna del pero- nismo con el Frente Renovador en la Pcia. de Buenos Aires, | generandose una alternativa dentro del sistema. Esto era algo crucial, independientemente del proyecto mas 0 menos pro- eresista que inspirara ala Renovacién conducida por Cafiero. Este ultimo consiguié zafar de los cancerberos del peronismo y convirtié al Movimiento Nacional Justicialista en un partido que procesa reguladamente la eleccién de autoridades y candidatos. Un primer paso de la mayor relevancia ya que la prolongacion de la crisis interna que condenaba al justicialis- mo a una posicién subordinada y el progresivo desgaste de la gestién alfonsinista, podia dejar sin pieza de recambio al juego democratico. No obstante, a pesar de su impulso inicial, la Renovacion encontré rapidamente sus propios limites —internos y exter- nos al peronismo—, y ese marco de coexistencia pluralista, abierto a la diversidad de nuevas corrientes y al dialogo con la sociedad, se perdié en una unidad falsa y forzada. En 1986 trabajamos, por un lado, con particular intensidad en numerosos proyectos legislativos y, por otro, la accion decidida del Diputado Alberto Aramouni abria un camino a la militancia para una articulacién madura del Partido con nuevos movimientos sociales de zonas del Gran Buenos 15 fans ee pene erst all Aires. Pretendiamos una articulacion bidireccional, constituir a nuestro partido en bisagra eficaz para la traslacién de deman- das como las de los pobladores sin techo hasta los Ambitos de formulaci6n de politicas como lo era el Frente forjado con el peronismo. Al margen de los avances parciales este camino se mostr6 dificil y por momentos intransitable. Por la estrategia de los grandes partidos que apelaron a los foros legislativos como mera instancia de expresion de ideas y de enfrentamiento verbal, y porque en relaci6n a las demandas de base sistema- tizaron las practicas clientelares y cooptativas que deshacen la autonomia de los movimientos emergentes. En 1987 propusimos el “pacto de transformacién”, que presuponia un acuerdo radical-peronista destinado a superar la crisis del Estado desde lo politico y contrarrestar las presio- nes de los poderes facticos. Se postulaba alli la recuperacién de la autonomia nacional en la toma de decisiones, la regula- cidn publica de la tasa de inversion privada, y la creacién de espacios de gestion publica para una desburocratizacién y descentralizacion del Estado por una via comunitaria. La idea interesd, pero presionados por el internismo y el electoralismo radicales y peronistas privilegiaron la necesi- dad de diferenciarse aunque ello no ocultara el pacto que si se concreto: el de la adecuacién del Gobierno a la pésima admi- nistraciOn financiera de las provinciasa las que auxilié coyun- turalmente y el de la adecuacién de las provincias peronistas al ajuste fondomonetarista aplicado desde el gobierno nacio- nal. Fn 1988, advirtiendo el agotamiento de la Renovacién y ante el triunfo de Menem en la interna justicialista del mes de julio, propusimos la construccidn de un Frente Social y el liderazgo compartido de diversas agrupaciones politicas y sociales a los fines de expresar a los independientes progresis- tas que no se consideraban representados por los binomios ofrecidos al electorado, y predispuestos a apoyar activamen- te desde sus movimientos e instituciones intermedias a un proyecto politico que asociara estrechamente la democracia a la transformacion. Pero los partidos que potencialmente estaban en condicio- nes de brindar sus estructuras, renunciaron a este protagonis- mo por razones tacticas de corto plazo‘que finalmente los 16 endetido a un proyecto conservador que tiende a la indiferen- ciacion con el angelozismo, y que los condenaa lairrelevancia obligandolosa convalidar una estrategia apuntada a levantar una muralla corporativa que proteja a un eventual gobierno peronista de la activaciOn popular y de las demandas menos negociables. En 1989, ante el riesgo de alianzas espurias que traicionen la voluntad electoral mayoritaria por no alcanzarse la mayo- ria absoluta en el Colegio Electoral hemos presentado un proyecto de ley que devuelve al pueblo su soberania origina- ria y por el que podrian elegirse en una nueva votaci6n al Presidente y Vice de la Republica. Al mismo tiempo se presento un proyecto de reforma constitucional y la convoca- toria a convencionales constituyentes, restringida a los aspec- tos sobre los que ya existe acuerdo politico generalizado: fundamentalmente, la elecciédn directa del Presidente y el acortamiento desu mandato a cuatro afios. Hemos partido de la premisa que si se aguarda la coyuntura politica mas favo- rable para llevar a cabo una reforma que es considerada un hecho excepcional o cuasi fundacional, el avance en esta materia no se producira jamas. La iniciativa es apoyada por sectores del alfonsinismo y el cafierismo, pero ha sido descalificado por los entornos de los candidatos, seguramente temerosos de sus chances electora- les, de beneficiar al adversario, y de perder el margen de maniobra que les quita el arbitraje final del pueblo, pero con total irresponsabilidad respecto al futuro institucional. Aunque muy disimiles estas experiencias registran un recurrente esfuerzo, y a la vez fracaso, en profundizar la democracia, en sustantivarla por distintas vias: mediante la satisfaccién moral y juridica de una de las demandas mas fuerternente conflictivas en 1983; a través de la creaci6n de un partido que, dando cuenta del grado de exclusidén politica, empezara por su autotransformacion en 1984; por medio de la construccion de una alternativa para el sistema cuya hege- monia pretendia la “cultura del gobierno” en 1985; impulsan- do una legislacién reformista y promoviendo la organizaci6n popular aut6noma de las demandas en 1986; mediante un pacto politico que desequilibrara al poder econémico en 1987; con un frente social que incorporara positivamente a los sec- tores progresistas discontormes con las candidaturas consa- 17 eradas en 1988; y con una minima propuesta de democratiza- cién institucional en lo que va de 1989. Lo anterior carece de significaci6n salvo como indicios en- tre tantos otros de un sistema que funciona bien en el sentido de que ya se las arregla para descolocar iniciativas que lo cuestionan en términos de un modelo democratico alternati- vo al que tiende a consolidar. Me refiero, precisamente, al caracter sistemdtico que tiene este modus operandi de lo politico que pasa a ser en base a la repeticion una tendencia autoreforzante, independiente de las estrategias de sus acto- res constitutivos y crecientemente impermeable a lo social. A qué obedece este fendmeno? Estrategias politicas que conciben el proceso de consolidacién democratica como paulatina subordinacién de lo social a lo politico y la perdida del derecho de lo social a expresarse como no sea partidaria- mente? ;Petrificacién de las reglas de juego democratico al no ponerse nada en juego o en base a un juego que se llevaa cabo segtin el cAlculo de minimizar las pérdidas con la consiguien- te desvalorizacion del sistema segtin el conceto de “pérdida neta”? | jEstrategias conservadoras de transicion que constituyen al pueblo en obstaculo principal de esa racionalidad adminis- tradora de lo social? ;Sera que la lucha por el poder, irreferen- ciada desde el punto de vista colectivo, se torna una tarea apolitica al carecer de calculabilidad puesto que “s! bien hay conciencia de que el monto de las apuestas es muy alto, existe a la vez una ignorancia irremovible sobre las chances asocia- das a cada una de ellas”? *. Ignoro una interpretaciOn satisfactoria de estos proble- mas, pero si advierto que la incertidumbre como pérdida del bienestar material, erosién de los criterios de normalidad, ausencia de seguridades cognoscitivas y emocionales, nos ensefia cotidianamente que la “verdad” es una opinion publi- ca y que si ésta no existe es necesario acordar contenidos sin los cuales los procedimientos formales de la democracia no pueden apoyarse en ninguna parte. Si no hay proyecto sin pacto, si no hay juego sin reglas ni reglas sin una fuente de validez externa alas mismas, no puede eludirse el acuerdo de un horizonte compartido de posibilidades que otorgue senti- do a la estrategia de cada participante y sirva para controlar su racionalidad y legitimidad. 18 El miedo que se considera alin no disipado y que se atribuye a la sociedad, bloquea sin embargo mas que nada a la clase dirigente para interpretar y dotar de sentido a la realidad, llevandola a una ideologia decadentista que des- confia profundamente del pueblo; desconfianza paradojica ya que se dirige tanto a una eventual explosion del desconten- to como a una presunta incapacidad para movilizarse y sostener politicas de transformacién. Es cierto que las secue- las de la represién todavia no han desaparecido, pero lo que gravita objetivamente es el temor a que el pueblo deje al miedo como fundamento de la autolimitacion en los compor- tamientos. Mas preocupados por resolver problemas relacionados a la redefinicién de sus propias identidades los dos partidos mayoritarios han aportado sélo muy indirectamente al pen- samiento sobre la situaci6én argentina y no puede afirmarse que hayan emanado de ellos ideas susceptibles de contrarres- tar con mediano éxito la visi6n pesimista de la crisis. Es posible que después de largos afios de congelamiento de la actividad politica y de la privatizacién autoritaria de la vida publica, la politica sea percibida como una arena épica en la que todo alejamiento de las metas ideales motiva desencan- tos, pero en ello la accién de los profesionales de la politica que prefieren la desmovilizacién de los representados (a la que ven como una condicion para sobrevivir como represen- tantes) ha tenido un papel relevante *. Fl desfase entre el sistema de partidos y la ciudadania —que invierte los términos tradicionales del problema: lo que antes eran subculturas partidarias fuertes en un sistema débil ahora se convierte en un sistema fuerte que debilita la identi- dad de sus partes componentes— se ampara en un discurso apto para explotar el miedo al pasado pero inepto para desvanecer el miedo a una vida sin futuro (Cap. II). El silenciamiento de los factores que se conjugan en el actual quiebre entre lo politico y lo social no significa que la estrategia efectivamente seguida a partir de la etapa abierta en 1983 no haya sido exitosa, al menos en términos de una democracia restringida cuyas distorsiones de la voluntad popular operan mas como requisito que como obstaculo del modelo implicito en el diagndéstico predominante de la crisis y enel manejo de la transicidn ° (Cap. III). 19 Lo que queda bajo el fuego de la discusion no es, entonces, si la democracia tiende a estabilizarse o no. La cuestiOn en debate es qué democracia es posible desde los propios resqui- cios que ofrece la institucionalizacion de un sistema partida- rio con sus rutinas y modalidades despolitizadoras. Princi- palmente a partir de la reacci6n de los sectores populares y medios, los cuales no permaneceran pasivos frente al deficit de representaci6n ni ante un capitalismo ingobernable. La ‘inviabilidad democratica del patr6n de acumulacion im- puesto por la dictadura, que no se logra hacer funcionar a pesar de la buena voluntad de la administracion economica del gobierno radical que la atribuye a la cultura inflactonaria 0 a la cultura del salario nominal, instala la duda acerca de si el unico camino posible e inevitable es el de ia democracia restringida o gobernada ® (Cap. IV). Enlazado al temor a un enfrentamiento con los duefios del capital y de las decisiones econdmicas, esta el intento de reducir la politica democratica al mercado electoral. Aun cuando exista una estructura de competencia politica que se afianza, y de que existan opciones, no quiere decir que se traten de opciones reales. En un contexto en que todo el sistema se ha desplazado a la derecha como precio aparente a su estabili- dad, y aunque los partidos se agredan cuanto mas se pare cen ’, la “oferta” se torna oligopolica y genera su propia “de- manda”, prescindiendo ademas del hecho de que también en politica la demanda efectiva, es decir, las demandas que cuentan con capacidad adquisitiva para respaldarse a si mismas, es extremadamente desigual °. La mercantilizacion de lo politico, y la aceptacion de las desigualdades como si fuesen diferencias constitutivas de la pluralidad, y como si esta ultima fuese equivalente al plura- lismo, decreta la muerte de lo social sin que esto suponga privilegiar lo politico. Por ejemplo: los actuales candidatos a la presidencia de la Nacion al tender a la indiferenciacion en sus propuestas de fondo renuncian implicitamente a la polt- tica como tal. Uno porque cree que no hay nada por decidir aparte de subirse pasivamente al tren de la modernizacion cuya locomotora esta en el Norte; el otro porque reenvia acri- ticamente a un pasado que no es rescatado en sus aspectos ejemplares. En ninguno de los dos casos la politica tiene nada que resolver, queda excluida como creacién de lo posible. Ni 20 Rang tae Ge AL ELI A ade ee oon, igs ae el futuro ni el pasado son objeto de una lectura que surja de los contlictos sociales del presente. Abdican a la politica para realizar una apuesta que no decide ni elabora el puebio, y que supone una fuerte dosis de experimentacién que, como es obvio, requerira cierta impunidad, a obtenerse por las bue- nas... O de otras maneras. Menem ha establecido una relacién mas directa e inme- diata con la gente, pero eso no significa que no sea también producto de la politica derivada en burocracia publicitaria y, mucho menos, que reintroduzca en aquélla el antagonismo. Que represente a sectores oprimidos no quiere decir que al interior de su discurso politice contradicciones constituyen- do a los sectores populares en sujetos antagénicos de otros. Obviar este punto y presuponer otra cosa es aprioristico, 0 una racionalizacion indebida. E] menemismo no niega las dicotomias pero no las presenta como conflicto sino como un hecho natural inevitable, como contrariedad y no como contradiccion *. Es, mas bien, la disolucién de la conflictivi- dad tradicionai del peronismo en una relacién paternal, folklérica, protectora, mediatizada por las corporaciones y expresa tambien una situacié6n morbosa: un peronismo que no termina de morir y un peronismo que no termina de nacer. Menem, como Angeloz, es producto de un sistema que nece- sita despolitizar, que necesita que la gente se reconozca en él pero sin participar. No es casual que generara rechazo en los ambientes poli- ticos mas estructurados nuestra iniciativa de apelar a una nueva construccion que debia someterse a la prueba electoral de 1989 pero que aspiraba, en el largo plazo, a articular a sectores medios progresistas (los que no se olvidaron de los sectores populares y que ai mismo tiempo les sigue preocu- pando la suerte de la democracia), al electorado joven, a la izquierda independiente, a movimientos y militantes sociales de base y de instituciones intermedias, a grupos de técnicos y profesionales asalariados, a electores que se han desengan- chado paulatinamente del alfonsinismo y a los que no los persuade ni el peronismo ni la izquierda partidaria, etc. Pensabamos que la definicién positiva de esta franja social y electoral era crucial para sostener iniciativas de fuerte conflic- tividad que requieren de pisos crecientes de legitimidad en los que apoyarse y, al mismo tiempo, para exigir a los grandes 21 partidos pactar otros contenidos de politica nacional. Esti- mando ademas, que ello dotaba de una mayor eficacia politi- ca a demandas asfixiadas por el bipartidismo ™. | Suponiamos que no puede pretenderse que sea exclusiva- mente el liderazgo de Menem —montado sobre recursos politicos de diversa indole pero no sobre la articulacion de demandas— el que pueda conducir —como vértice de un pacto corporativo— a la unidad y protagonismo del pueblo. A menos que caigamos en el reduccionismo que consiste en subsumir la complejidad y heterogeneidad de la estructura social a un sujeto politico al que se le atribuye una unidad objetiva predeterminada, O que se conceda a ese liderazgo atributos providenciales. El pueblo no es —y hoy menos que nunca— un “todo” orgdnico y homogéneo sino una plurali- dad cuya unidad hay que construir por consenso desde miiltiples espacios sociales que converjan después en una hegemonia pactada. Tal insistencia en la idea de pacto se funda en la fragmen- tacion social, inducida por la “contrarrevolucién preventiva” del ’76 y por la liberalizacién de los mercados acoplada a una modernizacién excluyente, que han lievado a una mayor separaciOn que en el pasado entre las esferas del trabajo, la familia, el barrio, el sindicato, la religion, la politica, etc. Estos planos dificilmente puedan ser suturados por la antipolitica apelacién a un futuro tecnocratico predeterminado 0 a traves de un liderazgo carismatico —cargado de expectativas fideis- tas— que es un sintoma de la crisis antes que una respuesta a la misma. Demas esta decir que no es el mercado como principio regulador de la economia y de la politica lo mas adecuado para reconstituir identidades (de alli quizas el apego a un estilo tecnocratico de gestién publica), pero tampoco fue la idea de pacto que se propuso y domino al presente periodo democratico la que podia asociar la fundacién de un orden a la reconstitucién de los sujetos colectivos (Cap. V). Podria decirse que el alfonsinismo, y el peronismo a la zaga de su estrategia, adoptd un enfoque tocquevilliano de la consolidacién democratica '!, El tema fundamental en Toc- queville es el de una sociedad que quiere gobernarse a si misma a partir de la disciplina moral inscripta en la concien- cia de los individuos, pues éstos deben encontrar motivacio- 22 nes profundas para un disciplinamiento que no este impues- to simplemente por el temor al castigo 0 sancion. Aproximan- dose al tradicionalismo inglés postul6é que la religion es la mejor maestra para asegurar el primado de la morai sobre la politica y que la cohesién de la democracia norteamericana se apoya en un acuerdo hist6rico, factico, en el que el componen- te religioso es crucial. Antes que una construcciOn abstracta y racionalista, el contrato social seria un conjunto de habitos compartidos tradicionalmente, y aunque Tocqueville no ignora los efectos erosionantes de la secularizacion sobre los nticleos valorativos de la sociedad —preocupandole en este sentido “la tirania de la mayoria”— apuesta definitivamente a la virtud, ese “poder moral que ejerce cada individuo sobre s{ mismo y le impide violar el derecho de los otros...” ”. En nuestro caso habria aparentemente condiciones propi- cias para ello: “La democracia —dice Rouquié— nace por disuasién, acaso como un mal menor... El amargo recuerdo de los enfrentamientos del pasado y la voluntad de conviven- cia suelen ser el motor oculto de la virtud...” °. De manera que esto vendria a resolver el tamafio problema que se presenta para la creacién de rutinas democraticas en una sociedad facciosa que no posee la misma tradicion teoldgica que la americana (desde la misma perspectiva no se considera virtualidad democratica alguna a la tradicién del “Movi- miento nacional”, directamente conectado al ethos catdlico de la religiosidad popular). Después de todo, la dictadura habria tenido sus beneficios al disuadir al pueblo de un comportamiento autorrestringido, que ahora deben ser ex- tendidos mediante la reforma de una cultura autoritaria “que anida en el corazén de los ciudadanos”. La cuestién que se plantea, sin embargo, cunsiste en que la tradicidn a crear sobre la base del miedo g un retorno al “estado de naturaleza” y a través de la repeticién y del aprendizaje requiere de un sujeto democratico —primus inter pares— no tributario de legado ideolégico alguno ni portador de carismas especiales que, liberado del pasado y de todo interés estratégico en tanto actor politico, sea capaz de per- suadir y asimilar a la sociedad a reglas que finalmente no requeriran siquiera un estado mental de aceptacion. No habiendo ni una tradicién en la cual reconocerse ni una experiencia democratica que desde la historia pudiera anun- 23 ciar un camino, la tinica salida que queda es la construccion ex nihilo del orden democratico. Pero quién puede asumir esa mision en la politica argen- tina? Seguin Elster, una politica politizante o fundadora no permite juicios de posibilidad ex ante, es decir, es incompati- ble con una racionalidad estrictamente estratégica *. Una politica creadora de reglas no puede definir una agenda publica con sus prioridades y plazos, problemas y soluciones, en la que lo negociable esta determinado a priori, pues ello significa el empleo autointeresado del poder en términos de un deber ser juzgado anticipadamente como posible. Precisa- mente este es el caso del radicalismo: un actor que se asume como fundadory se asigna la tarea histérica de crear un orden politico pero que al mismo tiempo se sustrae del debate sobre cuyas reglas desea innovar. Acorde a sus anhelos fundadores, un comportamiento altruista operativo por parte del radicalismo hubiera exigido abrir la agenda de cuestiones nacionales, lo que no ha sucedi- do hasta la actualidad. Sea por un prejuicio racionalista que supone que lo que en teoria es acertado debe implementarse politicamente sin discusién, sea por un reflejo hobbesiano que en el radicalismo se identifica con el temor al aislamiento internacional, lo cierto es que no ha podido definir un conjun- to de valores que siendo universalmente compartidos esta- blezca una base comin para el cdlculo politico y una base de comparabilidad de los proyectos politicos. Su estrategia, concebida como imposicién unilateral de rutinas pero ce- diendo en la practica ante los poderes facticos, se une indiso- lublemente a la presunta aceptacién de los sectores populares de la derrota sufrida durante los anos del “Proceso”. En una palabra, las reglas que buscé estructurar el radica- lismo no se establecian sobre las pérdidas de un “banquero” que acarreaba con los costos de un juego de suma positiva favorable a los partidos politicos. Las que se fueron cristali- zando, en cambio, fueron las de una racionalidad orientada hacia el éxito que acepta un pacto de garantias sobre reglas formales de competencia pero que las acata en tantoconvienen y no porque obtengan una fundamentacion racional compartida. Irénicamente, el actor llamado a superar la ajuricidad y facciosidad de una “sociedad de suma cero” se somete él mismo a un juego de tales caracteristicas. 24 De modo que tampoco nuestra insistencia en la construc- cién del consenso segiin las exigencias de una racionalidad ética, capaz de regular las estrategias politicas, no parece gratuita, ni de un voluntarismo mayor al de los acuerdos puntualistas ensayados hasta el presente o al de propuestas de sesgo neocorporativo del peronismo. Pactar el futuro representa satisfacer las demandas de certidumbre y reintro- ducir la dimensién temporal en la politica, pero para ello deben hacerse valer exigencias de racionalidad colectiva que no parecen estar vigentes todavia en la politica argentina (Cap. VI). La respuesta a las demandas de certezas, que no es la busqueda de certezas con respecto a los resultados del juego democratico o de las politicas planeadas sino en relacion a los objetivos, en una sociedad en crisis, y que no suponga la apropiacion unilateral de tales demandas, solo puede acudir a las utopias colectivas acerca del orden deseado. Es desde la idealizacién del buen orden que se puede ejercer la critica a la institucionalidad vigente, desplazar las fronteras de lo posi- ble einstaurar concertadamente una determinada jerarquiza- cién de los valores sociales (esto es, el derecho especifico como valor maximo a la luz del cual se ordenan e interpretan segtin el caso el resto de los derechos ”. Ese principio 0 eje articulatorio es para nosotros la sociali- zacion del poder, el derecho a tener y a ejercer derechos; especialmente relevante cuando no existe acuerdo en nuestra socied.d sobre lo que puede ser reconocido como politico y no-pulitico. En un contexto en que un sistema oligopolico de competencia partidaria sustrae de la deliberacion publica temas y decisiones que pasan a ser privadas pero que afectan la vida de todos, y cuya légica exige o integrarse y perder el caracter de alternativa 0 marginarse y perder la condicion politica, reaparece con fuerza el tema dela democracia directa (Cap. VI). Este capitulo final es, en realidad, un contrapunto con el concepto de participacién del oficialismo que, notablemente, incorpora innovaciones y aportes significativos de la teoria democratica, y que si bien no se tradujeron a la practica politica ocuparon cierta centralidad en su discurso, junto ala “modernizacion” y ala “ética de la solidaridad” (el fripode del discurso del Presidente Alfonsin en Parque Norte). 25 En efecto, con Pizzorno el discurso oficial sostiene que la participacion redefine las demandas de los involucrados: “Estamos convencidos de que cuanto mas una persona participa con otras en la accién con miras a ciertos fines colectivos, tanto mds cobra conciencia de esos fines y se siente entonces mas impulsada a trabajar mancomunadamente para alcanzarlos” *. Como dice Nino, uno de los mentores de ese discurso, la ampliacion de la democracia surgiria como requisito para mantenerla. Este ultimo autor dice tarnbién que la norma basica del discurso ético —el cual tiene por objeto inmediato la obtencién de consenso— es el reconocimiento de la autonomia personal. Paralelamente, el principio de inviolabilidad de la persona adquiere una formulacién igualitaria si se concede “que la autonomia de alguien no puede ser restringida para que otro tenga una autonomia mayor a la de él, o lo que es equivalente, que debe procurarse siempre expandir la autonomia de los menos auténomos...” "7, Dado que satisfacer este ultimo deber de igualar las con- diciones de ida puede sobrecargar a la democracia de deman- das y poner en peligro su estabilidad, seria necesario refor- mular el concepto de democracia y considerar a ésta una forma organizada del discurso moral, “con el que guarda analogia estructural”. Esta practica discursiva, muchas veces efectiva, seria inoperante en otras oportunidades o en rela- cidn a decisiones que afecten el statu quo, debiéndose reem- plazar en ese caso el requisito de consenso unanime por el procedimiento representativo. “La democracia representativa implica otro paso mas alld del discurso moral originario, ya que debe delegar en otros para que ellos prosigan la deliberaci6n que el representado encaré hasta cierto punto y que no puede proseguir por falta de tiempo o de conocimientos técnicos” ™. De alli se infiere que la democracia represeniativa es subsidiaria de la democracia directa, v que sdlo esta justifica- do recurrir a ella cuando esta ultima no puede operar. “Frente a ia creciente presion de las demandas sociales la solucién consiste no en reprimir esas demandas... (sino)... por el contrario, en apro- ximarse mas al discurso moral originario dando lugar a algunas formas de participacion directa a los interesados en decistones que le conciernen: ello ofrece valvulas de escape a las demandas sociales y permite tomar conciencia de los limites para su satisfaccion...” '. En realidad, pese a su audacia esta concepcion no se 26 aparta del enfoque instrumentalista de la participacion ni escapa a las criticas realizadas al elitismo democratico. Noen vano propone finalmente una mas amplia participacion en la riferia de lo politico, como remedio a la crisis de gobernabilt- dad, limitada a experiencias locales o escasamente politiza- bles, siempre especulando con que el proceso participativo se encargue de desactivar las demandas transgresivas y desa- fiantes como valvula de escape y en prevencién “frente a los posibles desencantos y frustraciones de las expectativas que presu- pone el valor instrumental del sistema democratico... ". Mi propuesta confia y se apoya mas en la participacion directa del pueblo. No la concibe como mecanismo descom- presor de demandas ni como instrumento para descubnir los limites impuestos a su satisfaccion. A mi juicio la participa- cién popular aun en las decisiones mas importantes y com- plejas es posible. Sélo requiere de una institucionalidad complementaria y superadora de la democracia representa- tiva que, entre otros efectos, invierta Ja logica liberal de un sistema de partidos que para desregular politicamente las decisiones econdmicas enajena lo social de lo politico. Esto ultimo, que puede ser una eficaz metodologia para su propia consolidacién, nos distancia cada vez mas de un modelo participativo de democracia, | Las paginas que siguen son aproximaciones sucesivas a esta cuestion. 27

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