You are on page 1of 108
CARLOS AUYERO EDICIONES LOHLE - LUMEN ON AG SU LEGADO b. libro contiene una recopilacién de textos extraidos de los libros y articulos publica- dos por Carlos Auyero entre 1987 y 1996, los proyectos de ley que presentara como diputado provincial (1963-1966) y diputado de la Nacion (1973-1976, 1985-1989), y sus inter- venciones como constituyente nacional en la Refor- ma de 1994. También, una serie de reportajes- testimonios de importantes personalidades publicas que lo conocieron durante distintas etapas de su Ate Una obra como ésta no responde sélo al proposi- to de recordar y rendir homenaje a un brillante po- litico y entrafable amigo. Esperamos que también sirva para esclarecer a qué objetivos dedico su vida. Este libro fue publicado con el auspicio y la financiacion de la Fundacion del Sur. ISBN 950-724-896-X 9 89507"248962 CARLOS AUYERO SU LEGADO EDICIONES ee, LOHLE “ * LUMEN fey \ Y 6 ! FUNDACON @ CeLsur Viamonte 1674 - (1055) Buenos Aires Tel.: 4373-1414 (lineas rotativas) - FAX (54-11) 4375-0453 E-mail: magisterio@commet.com.ar Republica Argentina Revision del texto: Pablo Valle Diseno de tapa: Lorenzo Ficarelli Fotografia de tapa: arquitecto Alejandro Aramouni ISBN: 950-724-896-X © 1999 by Lumen Hecho el depésito que previene la ley 11.723 Todos los derechos reservados LIBRO DE EDICION ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA Prdlogo El mejor de todos Supuse que el murmullo a mis espaldas provendria de alguna clase de educacién democratica que Eduardo Amadeo estaria im- partiendole a Quebracho, o a la inversa. Pero me di vuelta y via Carlos Auyero tirado hacia atras en su silla, con los ojos en blan- co y jadeando para respirar. Dije que en esas condiciones no po- dia seguir y Grondona tuvo la delicadeza de ordenar que ninguna camara enfocara el sector del estudio donde mi mujer y otro mé- dico trataban de reanimar su corazon con masajes y respiracion boca a boca, luego de tenderlo en el suelo, con los pies elevados sobre una silla para favorecer la circulacion. Luego se sumaron los servicios de emergencia con sus medicamentos y aparatos. Le quitaron el saco y emitid un gemido, largo y doloroso. Le dieron inyecciones y le aplicaron shocks eléctricos mientras Any, que ademas de su mujer era su mejor companera, le susurraba men- sajes de estimulo, en una plegaria apenas audible. La abracé y me dijo: “No puedo llorar.” Ni siquiera podia entender lo que estaba sucediendo. Los médicos le preguntaron que remedios tomaba Carlos y contest6 con precisién. “Suerte que vine con él”, se da- CARLOS AUYERO: SU LEGADO ba animo, atenta a todos los detalles, lista a responder “vei pregunta que pudiera ayudar en esa lucha desesperada por re nerlo de este lado de la frontera misteriosa. Un policia priva °* tento alejarla y, cuando le pedi que no la molestara, respon © con la frase obscena de siempre, asi en la vida como en la mu te: “Yo obedezco ordenes.” Al cabo de veinte terribles minutos e retiraron los tubos y apagaron los monitores porque no habia na- da mas que hacer. Any fue la primera en darse cuenta, mens los médicos cavilaban quién se lo iba a decir. Se inclind sobre él, lo acaricid y lo nombré con el nombre secreto de los enamora- dos. “Te quiero’, repetia. Any pidid que volvieran a ponerle la camisa, para que recupe- rara el decoro de los vivos, mientras los colores de la muerte se iban apoderando de esos despojos: el amarillo de las manos oor gies y el purpura del pecho donde se estacionaba la sangre on vil. Lo subieron a la camilla y lo cubrieron con una manta azu . Ale jandra, Miriam, todos los que quedaban en el estudio eas sobrecogidos, por haber asistido a la transmutacién inexplicable. Bastan unos segundos para que ese milagro que es una persona se convierta en un muneco inerme, hecho de un material que no or sigue simular la carne humana y de un remoto parecido con e er vivo al que trata de imitar. Any tenia en la mano la corbata, me vez un par de horas antes le habria ayudado a elegir para “ pro grama. Guardé los anteojos, el relojito de plastico, la agenda que no volveria a abrirse, objetos de sinrazén subita, igual que es mo- casines chuecos, para siempre inanimados. "Donde vamos?” , le nregunto un funcionario de alguna institucion. “A casa, en field”, respondid. Alguien pregunto por el velorio. g¢COmo velorio: “A casa vamos. Al salir del canal un dirigente del Frepaso me dijo: “Era el me- jor. El mejor de todos. Escribilo.” Lo escribi varias veces en las ur timas décadas. En la modesta revista del Servicio de Paz y Justi- cia, cuando formé Humanismo y LiberaciOn, porque sentia que la politica no podia ser la misma después que antes del horror. En el es Prologo ee semanario E! Periodista, cuando denuncié que el “Felices Pas- cuas” intentaba “que el actor principal de esa gesta, que fue el pueblo, pasara a ser espectador. Las energias politicas que se pu- sieron en movimiento, otra vez eran expropiadas por el gobier- no’. En el debate parlamentario sobre |a obediencia debida fue el unico que introdujo la situacién social, al mencionar el precursor fusilamiento de tres jovenes por la policia en Ingeniero Budge. Volvi a escribirlo en estas paginas en 1988, en una columna titu- lada “Elogio del perdedor”, cuando quedé en minoria en la con- vencion nacional de su partido Democrata Cristiano frente a quie- nes propugnaban el frente con Menem. Sin un reproche para na- die, pidié licencia como Presidente del partido y sé retird a su ca- sa. Auyero habia sido uno de los dirigentes que condujeron a la democracia cristiana de sy origen conservador y elitista al encuen- tro con el peronismo en la década del 60. En 1985 ofrecié esa estructura a la renovacién peronista para el enfrentamiento con el aparato controlado por Herminio Iglesias. Nadie hubiera obteni- do mas ventajas personales que él, de reeditarse aquella asocia- cion. Su mandato como diputado nacional concluia en 1989 y en un eventual acuerdo con e| Peronismo lo hubiera renovado sin di- ficultad. “Pero Auyero observé mas alld de las conveniencias. Su idea de un frente social, no una alianza de partidos sino una con- vocatoria a las bases descontentas con todas las ofertas electora- les, que preserve las libertades democraticas obtenidas en el ulti- mo lustro, pero incorpore la politica econémica atenta a las ne- cesidades populares, es la Propuesta mas original y enriquecedo- ra que haya surgido hasta ahora del sistema politico, Esta peque- fa historia de una propuesta derrotada contiene una leccién etica que trasciende del pequefo partido burqués en que se produjo. Con gestos como éste se consiruye, asi sea lentamente, una cul- tura politica coherente. en la que el poder se conciba como el ser- vicio al pueblo que todos los discursos prometen, y los dirigentes soporten el cotejo de sus palabras con sus actos”. decia aquella columna. Como su libro Desde la incertidumbre, documenta su paternidad de la idea que una década después llegd a ser el Fre- CARLOS AUYERO: SU LEGADO paso. Su desapego por todo sectarismo lo llevé a patrocinar ese mismo ano el recurso de habeas corpus que permitid el regreso al pais de Juan Gelman luego de tres lustros en el exilio. Su ge- nerosidad personal volvid a manifestarse hace pocos meses, cuan- do ofrecié su lugar en la lista a Graciela Fernandez Meijide, por- que la consideraba la mejor candidata posible. Suaviter in forma, fortiter in re, Auyero defendia, con buenos modos y amplias mi- ras, principios en los que era inflexible. Concebia la concertaci6n politica y social como un modo de acumular fuerzas para un pro- yecto popular, no como una garantia para el establishment. Era un hombre bueno, pero no complaciente. Otro de sus colaboradores me dio al salir del estudio de canal 9 la carpeta que Auyero habia llevado para el debate, convertida en otro objeto absurdo, que le quemaba en las manos, como tes- timonio de su ausencia incomprensible. Comencé a hojearla en la madrugada, mientras mi hijo que nos acompano en esa noche tremenda nos preparaba un té y sugeria lo contrario: “Queda su obra, lo que hizo en la vida, sus ideas.” Repaso las anotaciones manuscritas de Auyero, tomadas mientras veia las imagenes de Neuquén: “Piedras para defendernos”, dice una. “Un gobierno decente que gobierne bien”, es otra. El material impreso que le habia preparado su oficina de prensa comienza con Ja desgraba- cién de un reportaje al Secretario de Desarrollo Social, Eduardo Amadeo, en un acto proselitista de entrega de pensiones gracia- bles. “ATEN y el partido Frepaso consiguieron el muerto que es- taban esperando”, dice un parrafo marcado por Auyero con re- saltador. “Estuvieron 30 dias buscando un muerto, lo han conse- guido, lamentablemente. Que se hagan cargo de la violencia.” “Hay que sacarse de encima a estos extremistas que al igual que en los anos 70 estan empezando a sembrar la violencia en la Ar- gentina por razones ideolégicas”, afadia. La carpeta también contenia una copia de la querella por amenazas e incitacién a la violencia colectiva, que Chacho Alvarez present6 en contra de Amadeo a raiz de esas palabras. La ultima anotaci6n manuscrita de Auyero dice “no quieren cambiar el mundo”. Vuelvo a ver el tape, que lo muestra contenido en su indigna- cion y preciso en su razonamiento ante la bajeza. “Esa gente jo- ven que hemos visto en television, no querian cambiar el mundo. Lo que quieren és volver a entrar al mundo. Y los mayores sdlo quieren regresar a un trabajo decente. Vos comparas esto con el 70 y hacés muy mal, porque introducis el temor en la sociedad. E] método del temor, ustedes 0 el caos, les dio resultado en el] 95. Pero esto no puede tolerarse en la sociedad argentina. Se va a acabar el miedo en la gente.” Néstor Ibarra prequnté quiénes eran y dénde estaban los subversivos denunciados por el gobierno. El funcionario menemista sdlo balbuceé incoherencias. Auyero con- cluyo: “Por cuatro desaforados ustedes no pueden hablar de sub- version. Entonces, gsomos nosotros los subversivos, el Frepaso, una de las principales fuerzas politicas democraticas?” No hubo respuesta. Mientras esperabamos la luz roja para empezar ei ultimo blo- que, Grondona me habia comentado su favorable impresién por la firmeza de Auyero en el debate. ~E| Frepaso no es sélo Cha- cho y Graciela”, descubrié el conductor. Luego supe que, al aco- modarse junto a Any para escuchar lo que nunca llegariamos a decir sobre el asesinato de Cabezas, Carlos también estaba con- tento. “Hoy nacié un nuevo Auyero”, dijo. Pidié un caramelo y se sento, cuando terminaba la tanda y se reiniciaba el programa. Un segundo después estaba muerto. De su carpeta cayo una ficha de carton, en la que habia pegado una cita de Max Weber. La reco- gi y lei: “Sdlo hay dos pecados mortales en politica: la falta de ob- jetividad y la irresponsabilidad. La vanidad lleva al politico a co- meter uno de estos dos pecados o ambos a la vez”. decia. Auye- ro no cometio ninguno de ellos. Era un politico sin vanidad. el mejor de todos. HorRAcIO VERBITSKY 19 de abril de 1997 Prélogo ne Introduccion Con el auspicio de la “Fundacién del Sur”, un grupo de amigos deci- dimos editar una recopilacién de los libros y articulos publicados por Carlos Auyero, entre 1987 y 1996 —tarea que realizé el doctor Ariel Colombo—, y los proyectos que presentara Carlos Auyero como Dipu- tado Provincial, en la Legislatura Bonaerense, en los afios 1963 a 1966: como Diputado de la Nacion, de 1973 a 1976 y de 1985 a 1989, y co- mo Constituyente Nacional en la Reforma Constitucional de 1994, cu- ya seleccion dispuse. Con este libro hemos querido rendirle homenaje a un amigo, con el titulo de E] legado de Carlos Auyero. Ariel Colombo expresé, en el encabezamiento: “La seleccién de tra- bajos pertenecientes a Carlos Auyero, publicados entre 1987 y 1996, y que hemos reagrupado en los cuatro apartados que siquen, no respon- de sélo al propdsito de recordar y rendir homenaje a nuestro entrafable amigo. Esperemos que también sirvan para conocer a qué objetivos de- dicd su vida.” 11 CARLOS AUYERO: SU LEGADO La seleccién de textos de los proyectos presentados por Carlos Au- yero tiene por fin reflejar tan sdlo una parte de su copiosa labor legisla- tiva, pero suficiente para conocer su pensamiento como regisacor Constituyente Nacional, que expresan sus ideales por fijar un modelo @ Nacion, con principios irrenunciables que evidenciaron su sélida forma- cién espiritual, humana e intelectual. Carlos Auyero fue el talento politico mas claro y dinamico de! pensa- miento humanista, cristiano y progresista de la Argentina. Su sdlida formacién espiritual e intelectual supo construirla desde el inicio de la adolescencia, con inteligencia distintiva. Precisamente desde su adolescencia, asumié el compromiso con la sociedad, como militante catolico. Entrado en la juventud, comenzo su actividad politica, como fundador del Partido Democrata Cristiano, de Lanus, del que fue presidente de la Junta Ejecutiva Comunal (Central) a los 22 afios, en la primera eleccion interna en la que participO con un grupo de amigos, entre los cuales se encontraba Carlos Alfredo Dipasquale, con quien compartimos 37 anos de militancia politica, y fue en ese entonces que nos eee a sequirlo, en ese camino, hasta alcanzar la presidencia de la Junta Naciona de la Democracia Cristiana, tal como realmente sucedio en 1985. Los amigos que compartimos mas de 40 afios de militancia politica siempre lo tuvimos como un lider indiscutido, por su gran honestidad in- telectual, sus convicciones e ideales que lo Ilevaron a crear orientaciones politicas trascendentes, tales como: “Humanismo y liberacion ; Funda: cién del Sur”, “Democracia popular”, “Frepaso”, teniendo como horizon- te el servicio a la comunidad, con derroche de generosidad y coherencia. Precisamente, tal como se expresara desde Comunicaciones, que es el medio que le permite a la “Fundacion del Sur” transmitir sus activida- des, “tenemos el deseo esencial de hablarles de un amigo entranable, de un dirigente politico con mayuscula, de un hombre honesto, de quien se ha dicho e! mejor de todos, ése es Carlos Auyero . Carlos Auyero nunca bajé los brazos, no claudicé durante mas de 40 anos de trayectoria politica. Su vida estuvo marcada de identidad y obstinacién en la lucha por sus ideales. De todo ello dejé un testimo- nio de vida ética y ejemplar. Se destacd por su austeridad republicana, su tenacidad para cumplir con lo que consideraba era su deber civico. Ocup6 distintas responsabilidades, de las que resaltamos que, a los 25 anos, fue Diputado Provincial en la Legislatura Bonaerense, cargo 12 oon ntroduccién = ———~______ que ocupo entre 1963 y 1966. En ese periodo presentoO numerosas ini- Clativas (Reforma Aararia, Consejo de Planificacién Econdémico-Social, etc.); luego fue Diputado Nacional (1973-1976 y 1985-1989). Su labor legislativa fue copiosa, en especial en el campo educativo: proyectos ta- les como la creacién de la Universidad Nacional del Centro, la Universi- dad Nacional de Mar del Plata, la Universidad Nacional de Gral. Sar- miento y la Universidad Nacional de Quilmes; el Impuesto a la Renta Po- tencial de la Tierra, el Comisionado del Pueblo, Empresa de Propiedad Social, etc. Fue Constituyente Nacional en la Reforma Constitucional de 1994, Ocupé el cargo de Vicepresidente de la Organizacion Demécrata Cristiana de América (ODCA) para el Cono Sur. Fue presidente de la Junta Nacional del Partido Demécrata Cristiano, entre 1985 y 1988, y renuncio a la conduccién y al Partido cuando el mismo decidid su alianza con el candidato y hoy presidente de la Nacién. No es comtin la renuncia para empezar de nuevo. Es en ese entonces que, desde el desierto, se lanza a “construir una nueva alternativa en el Pais” fuera del bipartidismo. Convocé politicos e intelectuales desde la “Fundacién del Sur”, Sus libros fueron: Del estado de jungla a la recreacién de la rept- blica (mayo 1983), La socializacién del poder (abril 1988), Desde Ia incertidumbre. Un proyecto politico pendiente (julio 1989) y Los ca- minos del progresismo en la Argentina (mayo 1993). En La socializa- cién del poder escribié: “Los movimientos sociales de base y las inicia- tivas populares aut6nomas equivalentes abren un enorme potencial de- mocratico para avanzar hacia una sociedad mAs igualitaria, creativa, par- ticipativa y personalizante.” En Los caminos de] progresismo en la Ar- gentina, Auyero expone su firme conviccion de que es necesario cons- truir un partido politico progresista, amplio y poderoso “con eje firme y fronteras abiertas, pensado como alternativa de poder”. En la Constituyente Nacional de 1994, Auyero expresé: “Una mani- festacién que expresa queja, una expresion politica que expresa un recla- mo encuentra la Unica forma de expresarse en la calle y a los gritos, en demostraciones naturalmente pacilicas” (Iniciativa y Consulta Popular) Cuando en la misma Convencién Constituyente solicit6 la inclusion de la “Clausula Etica”, sefialé: “Ninguna clausula constitucional podra poner fin, por si misma, a la hipercorrupcién. Pero asi como los comportamien- 13 CARLOS AUYERO: SU LEGADO tos terminan modificando a las instituciones estas también tienden a mol- dear y a condicionar la voluntad de grupos e individuos. ” Fue integrante de la conduccion nacional del “Frente Grande” y del “Frepaso’. Auyero, de convicciones inquebrantables, fue una “usina ideoldgica viva”. Su pensamiento, su vida de politico ejemplar servira para la actual dirigencia politica y generaciones futuras. Sus comparieros del Colegio Nacional Buenos Aires lo recuerdan co- mo buen alumno, que fue incluido muchas veces en el “Cuadro de Ho- nor”, como excelente companero; también lo recuerdan como excelente jugador de fltbol, integrante del seleccionado del Colegio. Fue también un fervoroso simpatizante de futbol y de Estudiantes de La Plata. Carlos Auyero se gradud de abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, de la Universidad de Buenos Aires, en 1962, y de Doctor en Derecho Publico, en la Universidad del Salvador, en 1968. Fue designado Conjuez de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Acepto el desafio de su propia salud, mas alla de lo recomendable; entre su bienestar y el servicio a sus ideales, opto por sus ideales. Murio por sus ideales, llego hasta el heroismo y esto no es comun, menos en politica. Al cumplirse, el dia 18 de abril, el segundo aniversario del fallecimien- to de Carlos Auyero, hemos querido cumplir con la publicacion del libro e incorporar al mismo un cuento muy emotivo que escribiO su hijo Javier: “Fl cielo del Pelado”; y en nombre de los amigos les manifestamos nues- tra solidaridad y afecto a su esposa, Ana Maria Fasce de Auyero, a sus hijos Gustavo y Javier, sus hijas politicas Marfa José y Gabriela, su her- mana Maria Esther y a todos sus familiares. + | pur f Abril de 1999 Dr. ALBERTO ARAMOUNI Ex-Diputado Nacional (1987-1991) Recopilacion y seleccion de textos publicados entre 1987 y 1996 . a reeecion de trabajos pertenecientes a Carlos Auyero, publicados nire 7y 1996, y que hemos reagrupado en los cuatro apartados que siguen, no responde sdlo al propésito de recordar y rendir homena- oa . . ; nuestro entranable amigo. Esperamos que también sirvan para es- clarecer a que objetivos dedicé su vida. Contenido: Textos de Carlos Auyero publicados entre 1987 y 1996 1. Las criticas al radicalismo y al justicialismo 2. Idea de la politica y de la democracia 3. La reforma del Estado 4. Las posibilidades de la izquierda democratica 15 CARLOS AUYERO: SU LEGADO Textos de Carlos Auyero publicados entre 1987 y 1996 (1987) “Dar razon de la esperanza”, revista Unidos, agosto. (1988) “Reflexiones sobre la socializaci6n del poder”, Cuadernos del Centro de Estudios del Partido Demdcrata Cristiano. (1989) Desde Ia incertidumbre, Editorial Legasa. (1990a) Respuesta a “Un aporte al debate de la izquierda democratica. A propésito de Desde la incertidumbre de Carlos Auyero , de Emi- lio de Ipola, revista La Ciudad Futura, num. 22, abril-mayo. (1990b) “Paradoja del oportunismo”, en revista La Mirada, num. 1. (1991a) “Mas alla de lo electoral”, revista La Mirada, nim. 2. (1991b) “La pasion y la inteligencia”, revista La Mirada, num. 3. (1993) Los caminos del progresismo, Fundacion del Sur. (1994) “La primicia de lo politico”, en Varios Autores, Como goberna- ra el Frente Grande, Ediciones de la Urraca. (1995) “Pensando el periodo 1995-1999”, Papeles de trabajo del Frente Grande. (1996a) “Propuestas para flexibilizar”, diario Clarin, 30 de noviembre. (1996b) “La clave es una buena institucionalizacion”, revista La Ciudad Futura, nam. 46. 1. Las criticas al radicalismo y al justicialismo 1.1. La crisis argentina ha servido, ante todo, para hablar de la crisis. Su permanencia e irresolucion no ha impedido que se apelara, discursiva- mente, a esta nocion abstracta y genérica con el objeto tanto de difuminar sus causas profundas como de despotenciar su dimensién productiva. Cuando ha parecido riesgoso definirse acerca de sus origenes o cuestionar la herencia del “Proceso”, se la minimizé sin dejar de reconocer su carac- ter “inédito”. Cuando el pueblo demuestra que movilizado puede conver- 16 Recopilacion y seleccion de textos lirse en protagonista de soluciones proporcionales a su magnitud, se des- cubre que la crisis misma ha transformado en obsoletas las ideas para re- solverla. Cuando el fracaso gubernamental desmiente el diagnéstico de la crisis, aquél se racionaliza expresando que ésta supone una situacioOn que no es normal con un gobierno que tampoco lo es, deduciéndose en con- secuencia que seria desleal que la gente o la oposicién sugiriera que se tra- ta realmente de un fracaso. Lo que este ejemplo del uso manipulativo de ciertos terminos y la re- torica oficial con sus pases magicos no ha podido evitar es. sin embar- go, la percepcién colectiva del “doble manejo”. Las brechas que se abren entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se dijo ayer y lo que se dice hoy, entre las promesas incumplidas y los éxitos imagina- rios, parecen demostrar que ni la fraseologia alfonsinista ha salido in- demne de la crisis. Parece mas bien que ésta se ha replegado en la con- viccion de que es tan abarcadora y compleja que hasta justificaria la im- potencia e inmovilismo frente a sus dilemas y encerronas. E! mensaje dual y desconcertante, sus diversos emisores y emisarios que coordinan para conformar varios auditorios a la vez, la argumentacién falaz que descoloca al adversario, etc., gno revelan una cierta desesperanza en la razon? Por debajo del doble mensaje. ;no es el propio razonamiento Do- litico el que transfiere su crisis a una realidad que le resulta inaprehensi- ble? :Por qué. si no, atin hoy toda la fuerza de la democracia reside en su firmeza como aspiracién y demanda ética? ;Acaso no ha llegado la hora de acordar contenidos sobre los que apoyarla o en relacidén a los cuales referenciar los comportamientos politicos? Es que, si la palabra politica no ha sido capaz de crear un consenso minimo sobre el sentido ultimo de la politica nacional, un horizonte co- mun desde el cual fundamentar la competencia por el poder, existe el derecho a pensar a esta altura de los acontecimientos que hay un pro- blema mas agudo que las incongruencias en las practicas o textos discur- sivos. Es obvio que la destruccién de los fines colectivos operada duran- te la dictadura ha significado una pérdida de referentes 0 del sentido que permite al gobierno desdecirse sin rectificarse, y gozar por ello de una curiosa impunidad politica. También es cierto que el doble mensaje ex- presaria una alianza de centro-derecha conducida por dirigentes que, al menos a principios de los anos ‘70. se proclamaban de centro-izquier- da. Pero estas circunstancias no pueden relativizar, de todos modos, la pregunta sobre las intenciones de verdad, esto es. si realmente se aspi- ra a la verdad como presupuesto de cualquier argumentaciOn racional. 17 CARLOS AUYERO: SU LEGADO No me refiero a errores o equivocos, siempre enmendables, sino a la éti- ca que debe presidir y traspasar al discurso de la razon practica para que ésta pueda captar al orden politico tal como es. No comparto el punto de vista, algo ingenuo, de que los errores de apreciacion del radicalismo lo conducen a duplicar incesantemente su comunicacién con la socie- dad, pues hasta en una misma alocucioén surgen elementos contradicto- rios que ponen en duda su veracidad: en su reciente mensaje a las Ca- maras el presidente de la Nacién valoriza, por ejemplo, tanto la incerti- dumbre inherente a los resultados del juego democratico como la nece- sidad de un compromiso que trascienda el “mero” pacto de garantias. De alli que mi preocupacién sea si el mantenimiento del regimen demo- cratico en la Argentina no nos exige una profunda revisidn y rectifica- cién de intenciones, un “contrato de veridiccién”, previo a cualquier ela- boracién contractual, incluyendo en primer lugar a aquellos actores que evocan constantemente a la ética. Cuando la racionalidad politica entra en crisis, porque pasa a ser la razon que se quiere tener con intenciones que no son las de la raz6én, ninguna critica alcanza su cometido si no in- cluye una correcta intencionalidad, ninguna certeza se obtiene sobre los limites de lo permitido si no se restablece la verdad, ninguna arbitrarie- dad queda excluida si las intenciones del razonamiento politico no estan justificadas comunitariamente. Mi sospecha, en este sentido, consiste en que, si en un momento determinado la ética rescat6 a la politica de la privatizacion de la vida publica forzada por el autoritarismo, despues la politica rehtiye de la ética constituyendola en objeto de calculo y descree de la posibilidad de discusién racional en la esfera de los valores. Quizas una de las formas de concluir con esta duplicidad tan actual de la palabra politica sea reconocer autocriticamente sus origenes en la actitud de la dirigencia civil respecto de la dictadura. En aquella ins- tancia se especulé con la autoderrota militar y con la resistencia de movimientos sociales, pues se estimaba que la confluencia erosionan- te de ambos conduciria a la salida democratica, sin otro compromiso para los partidos politicos que el de reclamar elecciones como expre- sion —la mas audaz— de protagonismo antiautoritario. Seguir especu- lando a casi cuatro anos de haber inaugurado una nueva experiencia democrAatica, con ese doblez que oculta el proposito de que el pueblo adhiera pero sin saber en nombre de qué, de que se movilice pero no tanto, dé que colabore pero como acto convalidatorio de algo decidi- do de antemano y desde arriba, es jugar con el tiempo “kairolégico” o el “timing” propio. si se quiere, de la democracia. Es que la busqueda ‘ 18 Recopilacion y seleccidn de textos de consenso no ha prescindido hasta el presente del calculo interesa- do, por eso el resultado no es el acuerdo sino la hegemonia. Mientras se reclama por un compromiso duradero que afiance a las institucio- nes, al mismo tiempo se lo hace con la desconfianza acerca de la po- sibilidad de construirlo sobre bases racionales e intereses generaliza- bles, ya contramano de la recurrente alusién a la unidad nacional exis- te la indisimulable incredulidad de que se pueda llegar hasta ella con la sola fuerza de los argumentos. De esta manera, la verdad instrumentada por el calculo pierde su fuer- za cohesiva y su caracter de vinculo comunitario. La verdad que une es sustituida por la voluntad de poder. La raz6n, cuando no se brinda libre y gratuitamente, ya no puede exhibirse a si misma como tal, degenerando en “razones de fuerza mayor’ o en la “razén de Estado”. A propésito, la ley del punto final o Ja ley de obediencia debida, o los acuerdos celebra- dos con la banca internacional, constituyen decisiones respecto de las cuales no se han dado razones pero si se las ha tenido para adoptarlas. La distincion no es antojadiza. Cuando se tiene razon, la verdad deja de ser un hecho comunitario y se convierte en falta de solidaridad, pues se contraviene una exigencia intrinseca de ia razon que es la de darse desin- teresadamente como fundamento de la comunidad. Sobre todo en un marco politico en el que uno de los principales partidos se erige en me- dida del sistema, desmesura que autoriza a determinar unilateralmente lo que es legitimo y lo que no, ubicarse en un plano de irrefutabilidad, elu- dir el dialogo y la exposicion a los argumentos del otro. E] déficit de verdad en la politica argentina es incomprensible, asi- mismo, si no se lo visualiza también como deéficit publico. La gestion del Estado, orientada hacia sucesivos ajustes de las demandas sociales, en funcién de las condiciones de “confianza” pretendidas por inversores en huelga desde hace mas de una década, se encuentra trabada por dos circunstancias que me parecen centrales. Enfrenta, por un lado, un ca- pitalismo que, al ser modernizado por el autoritarismo liberal en térmi- nos de concentracion y transnacionalizacion, amplid sus opciones y re- dujo correlativamente las de la democracia. La compatibilizacion entre los procesos de acumulacion y legitimacién se hace, de este modo, di- ficil: se necesitan instrumentalmente pero divergen en los objetivos. Ademas, por otro lado, el Estado enfrenta también a una burocracia ci- vil y militar ingobernable, que !o divide contra si mismo al transformar- lo en teatro de pujas corporativas que, supuestamente, deberia regular. Luego de haber sido saqueado y endeudado, de haber absorbido inefi- 19 CARLOS AUYERO: SU LEGADO ciencia y especulacion privadas, el Estado debe encarar ahora la moder- nizacion de su aparato como requisito del crecimiento sin inflacién y sin dejar de cumplimentar los pagos externos. Simultaneamente debe aportar a este proyecto una cuota suficiente de consenso, asegurando- se la lealtad electoral aunque pasiva de los sectores medios y populares, reemplazando hasta donde sea necesario a los partidos a través del pa- tronazgo clientelistico y las promesas de reparto de los despojos del progreso. Es que la predictibilidad, ablandamiento y flexibilizacién del conflicto social son indispensables para completar la modernizacion y reinsercion dependientes de la economia. (No casualmente uno de los temas preferidos del radicalismo es la reforma de la cultura politica del pueblo, a la que se imputa —por sectaria, demagoéagica, autoritaria e in- flacionaria— la responsabilidad de haber sido el campo fertil de los gol- pes de Estado.) Sin embargo, mediar entre las demandas del capitalismo y las de- mandas populares, y hacerlo a través de una burocracia que se debe mo- dernizar de acuerdo a la ideologia apolitica y forma de las propias ofici- nas publicas, es una tarea que ha excedido al radicalismo gobernante. Atrapado en situaciones dilematicas, y sin proyecto de transformacion, ensayo varias estrategias cuyo hilo conductor ha sido el pragmatismo, es decir una filosofia del poder que define lo posible a partir de la resiqna- cién, tanto de la que atribuye a la gente como de la que contribuye a fo- mentar. La primera de ellas, la “movimientista”, fue mantenida hasta que la actividad huelguistica y los resultados electorales de 1985 eviden- ciaron que el Estado de derecho es una bandera convocante bajo las dic- taduras pero no tiene el mismo atractivo cuando ya se encuentra vigen- te. Le siguié la “contractualista”, intentada sin éxito hasta poco antes de la sublevacion de Semana Santa. Durante su transcurso quedé demos- trado que el disciplinamiento antiinflacionario del Austral no era suficien- te para iniciar la reactivacion productiva y que la “Convergencia” encu- bria la busqueda de aliados electorales. Y la tercera, que podria caracte- rizarse como estrategia “neocorporativa’, muestra al gobierno mas a la defensiva y dispuesto a ceder areas de influencia y actuacién a grupos organizados de presiOn, a cambio de estabilidad. Sustituir presiones por negociacion al precio de compartir con corporaciones la gestion de po- liticas estatales, requiere, a efectos de amortizar costos politicos conside- rables, que el principal adversario electoral —el peronismo— juegue un papel complementario, subordinado o neutral al menos, dentro del es- quema politico disefado (C. A., 1987). 20 Recopilacion y seleccion de textos 1.2. En 1987 propusimos el “pacto de transformacion”, que presu- ponia un acuerdo radical-peronista destinado a superar la crisis del Esta- do desde lo politico y contrarrestar las presiones de los poderes fActicos. Se postulaba alli la recuperacién de la autonomia nacional en la toma de decisiones, la regulacién publica de la tasa de inversién privada, y la creacién de espacios de gestion publica para una desburocratizacion y descentralizacién del Estado por una via comunitaria. La idea interesé. pero presionados por el internismo y el electoralis- mo radicales y peronistas privilegiaron la necesidad de diferenciarse aun- que ello no ocultara el pacto que si se concreté: el de la adecuacién del Gobierno a la pésima administracién financiera de las provincias a las que auxilio coyunturalmente y el de la adecuacién de las provincias peronis- tas al ajuste fondomonetarista aplicado desde el gobierno nacional. En 1988, advirtiendo el agotamiento de la Renovacion y ante el triunfo de Menem en la interna justicialista del mes de julio, propusimos la construccion de un Frente Social y el liderazgo compartido de diver- sas agrupaciones politicas y sociales a los fines de expresar a los inde- pendientes progresistas que no se consideraban representados por los binomios ofrecidos al electorado, y predispuestos a apoyar activamente desde sus movimientos e instituciones intermedias a un proyecto politi- co que asociara estrechamente la democracia a la transformacion. Pero los partidos que potencialmente estaban en condiciones de brin- dar sus estructuras renunciaron a este protagonismo por razones tacti- cas de corto plazo que finalmente los endeudé a un proyecto conserva- dor que tiende a la indiferenciacién con el angelozismo, y que los con- dena a la irrelevancia obligandolos a convalidar una estrategia apuntada a levantar una muralla corporativa que proteja a un eventual gobierno peronista de la activacion popular y de las demandas menos negociables (C. A., 1989). 1.3. Ei miedo que se considera atin no disipado, y que se atribuye a la sociedad, bloquea sin embargo mas que nada a la clase dirigente pa- ra interpretar y dotar de sentido a la realidad, llevandola a una ideologia decadentista que desconfia profundamente del pueblo; desconfianza pa- raddjica, ya que se dirige tanto a una eventual explosion del desconten- to como a una presunta incapacidad para movilizarse y sostener politi- 21 CARLOS AUYERO: SU LEGADO cas de transformacion. Es cierto que las secuelas de la represion todavia no han desaparecido, pero lo que gravita objetivamente es el temor a que el pueblo deje al miedo como fundamento de la autolimitacion en los comportamientos. Mas preocupados por resolver problemas relacionados con la redefi- nion de sus propias identidades, los dos partidos mayoritarios han apor- tado solo muy indirectamente al pensamiento sobre la situacion argenti- na y no puede afirmarse que hayan emanado de ellos ideas susceptibles de contrarrestar con mediano éxito la vision pesimista de la crisis. Es po- sible que, después de largos afios de congelamiento de la actividad poli- tica y de la privatizacion autoritaria de la vida publica, la politica sea per- cibida como una arena épica en la que todo alejamiento de las metas ideales motiva desencantos, pero en ello la accién de los profesionales de la politica que prefieren la desmovilizacion de los representados (a la que ven como una condicién para sobrevivir como representantes) ha te- nido un papel relevante. El desfase entre el sistema de partidos y la ciudadania —que invierte los terminos tradicionales del problema: lo que ahora se convierte en un sistema fuerte que debilita la identidad de sus partes componentes— se ampara en un discurso apto para explotar el miedo al pasado pero inep- to para desvanecer el miedo a una vida sin futuro. El silenciamiento de los factores que se conjugan en el actual quiebre entre lo politico y lo social no significa que la estrategia efectivamente seguida a partir de la etapa abierta en 1983 no haya sido exitosa, al me- nos en términos de una democracia restringida cuyas distorsiones de la voluntad popular operan mas como requisito que como obstaculo del modelo implicito en el diagnéstico predominante de la crisis y en el ma- nejo de la transicién. Lo que queda bajo el fuego de la discusién no es, entonces, si la de- mocracia tiende a estabilizarse o no. La cuestidn en debate es que de- mocracia es posible desde los propios resquicios que ofrece la institucio- nalizacién de un sistema partidario con sus rutinas y modalidades despo- litizadoras. Principalmente a partir de la reaccién de los sectores popu- lares y medios, los cuales no permanecer&n pasivos frente al déficit de representacién ni ante un capitalismo ingobernable. La inviabilidad de- mocratica del patron de acumulacion impuesto por la dictadura, que no se logra hacer funcionar a pesar de la buena voluntad de la administra- cion econdmica del gobierno radical que la atribuye a la cultura infla- 22 Recopilacion y seleccion de textos cionaria o ala cultura del salario nominal, instala la duda acerca de si el Unico camino posible e inevitable es el de la democracia restringida o gobernada. Enlazado al temor a un enfrentamiento con los duefios del capital y de las decisiones econdmicas, esta el intento de reducir la politica demo- cratica al mercado electoral. Aun cuando exista una estructura de com- petencia politica que se afianza, y de que existan opciones, no quiere de- cir que se traten de opciones reales. En un contexto en que todo el sis- tema se ha desplazado a la derecha como precio aparente a su estabili- dad, y aunque los partidos se agredan cuanto mas se parecen, la “ofer- ta’ se otorga oligopélica y genera su propia “demanda’”, prescindiendo ademas del hecho de que también en politica la demanda efectiva, es decir, las demandas que cuentan con capacidad adquisitiva para respal- darse a si mismas, es extremadamente desigual. La mercantilizacion de lo politico, y la aceptacion de las desiqualda- des como si fuesen diferencias constitutivas de la pluralidad, y como si esta ultima fuese equivalente al pluralismo, decreta la muerte de lo social sin que esto suponga privilegiar lo politico. Por ejemplo: los actuales candidatos a la presidencia de la Nacion, al tender a la indiferenciacion en sus propuestas de fondo, renuncian implicitamente a la politica como tal. Uno, porque cree que no hay nada por decidir aparte de subirse pa- sivamente al tren de la modernizaciédn cuya locomotora esta en el Nor- te; el otro, porque reenvia acriticamente a un pasado que no es rescata- do en sus aspectos ejemplares. En ninguno de los dos casos la politica tiene nada que resolver, queda excluida como creaci6n de lo posible. Ni el futuro ni el pasado son objeto de una lectura que surja de los coniflic- tos sociales del presente. Abdican a la politica para realizar una apuesta que no decide ni elabora el pueblo, y que supone una fuerte dosis de ex- perimentacién que, como es obvio, requerira cierta impunidad, a obte- nerse por las buenas... o de otras maneras. Menem ha establecido una relacion mas directa e inmediata con la gente, pero eso no significa que no sea también producto de la politica derivada en burocracia publicitaria y, mucho menos, que reintroduzca en aquella el antagonismo. Que represente a sectores oprimidos no quiere decir que al interior de su discurso politice contradicciones constituyen- do a los sectores populares en sujetos antagdnicos de otros. Obviar es- te punto y presuponer otra cosa es aprioristico, o una racionalizaci6on in- debida. El menemismo no niega las dicotomias pero no las presenta co- 23 CARLOS AUYERO: SU LEGADO mo conflicto sino como un hecho natural inevitable, como contrariedad y no como contradiccion. Es, mas bien, la disolucién de la conflictividad tradicional del peronismo en una relacion paternal, folklérica, protecto- ra, mediatizada por las corporaciones y expresa también una situacion morbosa: un peronismo que no termina de morir y un peronismo que no termina de nacer. Menem, como Angeloz, es producto de un siste- ma que necesita despolitizar, que necesita que la gente se reconozca en el pero sin participar. 1.4. En contraposicién del enfoque dependentista, que identificaba a los obstaculos en los nudos de concentracion de poderes oligarquicos y sus eslabonamientos con las naciones centrales, para el diagndstico ofi- cial la decadencia es producto de viejos esquemas, habitos y mentalida- des largamente internalizadas. La “decadencia argentina” no seria aje- na, asi, a la interpretacion huntingtoniana de las crisis politicas: “De he- cho la sociedad se fue transformando en una suma de agregados socia- les que acumulaban demandas sobre el Estado y se organizaban faccio- samente para defender sus intereses particulares.” Para un analisis con- servador como el de Huntington, la descomposicién del régimen demo- cratico tiene lugar, precisamente, cuando las fuerzas sociales son coeta- neas a las instituciones politicas. La situacién pretoriana en la que el ni- vel de movilizacidn desborda el grado de institucionalizacién —grupos que se enfrentan facciosamente con los recursos de poder que le son propios— es idéntica a la descripcidn alfonsinista de la inflacidn: “Los costos de funcionamiento de una trama social asf organizada sdlo po- dia ser financiada por la inflacién, que se transform6 entre nosotros en la forma perversa de solucionar los conflictos.” Al dejar de lado las asimetrias de poder y el contenido social presen- tes en el disenso distributivo, resulta inevitable que concluya afirmando que “... las deformaciones estructurales y culturales que deben ser ahora superadas en las fuerzas armadas tienen su punto de partida en intolerancias, prepotencias, egoismos y exclusivismos que carac- terizaron los comportamientos de toda la sociedad”. Este pesimismo respecto a la gobernabilidad de la democracia ante demandas reales y potenciales de los sectores mas discriminados, ha significado eliminar distinciones cualitativas y dejar fuera de debate y cobertura a la mayoria de ellas, impugnandoseilas por absurdas. irresponsables y facilistas. Des- 24 Recopilacion y seleccién de textos de este punto de vista, el hecho de trivializar “la crisis mds profunda de la historia del pais” o el hecho de evitar el cuestionamiento ptiblico a “la herencia de! Proceso” resultan comprensibles: la misma positividad de la crisis podria haber inducido la movilizaci6n del pueblo sobre la ba- se un proyecto que recogiera sus demandas, esto es, el retorno a una si- tuacién de ingobernabilidad. De alli que el discurso esté orientado por la preocupacién acerca de la ajuricidad y apuntado al disciplinamiento y regulacién de la sociedad. La condicién de posibilidad de un orden civico y estable estaria dada por una mayor autonomia institucional y, correlativamente, por una mayor adaptabilidad de las demandas sociales a un sisterna politico con pocas opciones. Para esto seria indispensable, a su vez, distanciar a los acto- res politicos de los sociales, independencia que ofreceria a los partidos politicos una mayor maniobrabilidad ante el conflicto y permitiria el ablandamiento de las lineas mas duras de antagonismo. Coherente con su enfoque conservador y desmovilizante de la crisis, el radicalismo se asigné a si mismo un papel fundador, en el que el lide- razgo altamente personalizado pero racional de Alfonsin recrearia los habitos de convivencia en un sociedad cargada de reflejos corporativos. A la larga, este liderazgo fundador se irfa despersonalizando para tradu- cirse en rutinas institucionales que diferenciarian al gobierno del sistema y cuya interiorizacién despejaria el peligro de impasse entre el pais de los ciudadanos y el pais de las corporaciones. Este aprendizaje, desti- nado a terminar con el social e inducido por el radicalismo como primus inter pares, seria en si mismo un nuevo contrato politico construido so- bre sucesivos y acumulativos avances en la cotidiana practica de la con- ciliacién: coaliciones cambiantes y fluidas, negociacién permanente, adaptamiento reciproco entre actores y a través de multiples acuerdos en distintas direcciones. Una suerte de ensayo y error en soluciones coo- perativas que sustraerian a la politica del particularismo pretoriano que la marcaron durante las ultimas décadas, y que lentamente fortalecerian las lealtades hacia el sistema. Para su promotores, este modelo pareceria mas adecuado que el so- cialdemocrata, tipico de situaciones en que el poder electoral y el poder gremial se empalman y en las que —por esto mismo— es posible esta- blecer compromisos duraderos, y menos inviable que el movimientista, que requiere de la simplicidad sociocultural caracteristica de otras épocas. Seguin el modelo, el problema decisivo no es una oligarquia multisectorial 29 CARLOS AUYERO: SU LEGADO y diversificada hacia el exterior, que tiene a la desinversion y a la hiperin- flacion como recursos politicos fundamentales, sino —como ya se dijo— una cultura autoritaria que anida en el corazon de los ciudadanos. La in- flacion, presentada como un claro ejemplo de descomposicion de los la- zos de coexistencia, de choques sectoriales sin conexion con el interés na- cional, y motorizada por el egoismo autodestructivo, perversamente im- plantado en la sociedad, habrian hecho fracasar los intentos de revivir a la democracia: “Se daba por descontado que las expectativas natura- les de todos o la inmensa mayoria de los argentinos eran democrati- cas y que, si resultaban frustradas por el devenir histérico, era porque factores invariablemente exteriores a la mentalidad popular impontan por la fuerza soluciones antidemocraticas. Luchar por la democracia era siempre luchar contra otros. El enemigo fuera y nunca dentro de nosotros.” Pero ¢cémo conciliar el objetivo declarado de flexibilizar las institu- ciones mediante la reforma constitucional, la apertura hacia acuerdos y negociaciones en multiples direcciones, la mentalidad abierta y toleran- te, el relativismo y elasticidad reclamados, con la rigidez demostrada en la accion de gobierno? ;Cémo explicar esta combinacién de ubicuidad tedrica y de intransigencia practica? Pues deberia suponerse que el prag- matismo favorece las soluciones ad hoc, inesperadas, imaginativas, y no el atrincheramiento en posiciones irreductibles. A la oposicion en general le result6 muy dificil escapar a esta logica politica que hace del pragmatismo una ideologia. Si adoptaba posicio- nes duras, planteando criticas erradas, contribuia a la temida ingoberna- bilidad y a un fracaso que podia ser irreparable en una etapa de transi- cion; si ablandaba sus actitudes colaborando sin contrapartida, el desaas- te del oficialismo no era capitalizado y el sistema quedaba sin pieza de recambio. Pese a su antagonismo de superficie, el peronismo —oscilan- do entre la dudosa unidad y la ruptura costosa, y sin haber restablecido su dialogo con la sociedad— no pudo delinear una alternativa segun su propia tradicion contestataria, que capturara simultaneamente el voto de los sectores medios. Aparentemente, los que tienen el poder se han vuelto utdpicos a par- tir del pragmatismo que los caracteriza en la accion, y los que podrian haber ofrecido un proyecto alternativo se han vuelto praqmaticos a los fines de compartir el poder, tendiendo este cruce a la configuracién de un sistema de elites que tienden a coaligar entre si. a tomar distancia de 26 A cm Trt fmt el aT cP on cit RS pik te Sea ar TA REE h RSS aie i es cotta Be Spates Re wk Recopilacion y seleccion de textos lo que serian las multiples y cadticas manifestaciones de los intereses sectoriales, y a comprimir drasticamente lo legitimo y demandable con- forme a sus intereses de clase politica. Todo en un marco de competen- cia que, al funcionar como mercado, desvincula existencialmente a los hombres de la politica. Victima de su propia confianza, burlada por faciles promesas que no se admiten como incumplidas, perpleja ante las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace, 0 entre lo que se dijo ayer y lo que se dice hoy, impotente ante la voz intensa pero desoida de su protesta, la ciu- dadania va quedandose con una representacién cada vez mas formal. Solamente el 1,5 % del total de encuestados por una revista de actuali- dad cree que los politicos no mienten nunca. Es posible que lo que sub- yace a esta falta de credibilidad tenga raices multiples y mezcladas: des- de el discurso antipolitico de la dictadura hasta el actual electoralismo. Quizas esta politica convencional que se convierte en forcejeos intermi- nables por espacios acotados de poder, centrada en un presente ahist6- rico y que sobrevuela la conciencia social y los intereses vitales de la co- tidianidad, tenga causas complejas, pero lo que no puede admitirse es desplazar el énfasis de la explicacion hacia la cultura de quienes con su participacién hacen posible la democracia. El cuadro de indecisos e indefinidos, faltando apenas dos meses pa- ra las elecciones presidenciales de mayo de 1989, y que sequin los estu- dios de opinion abarcan entre el 35 y el 45 % del electorado, sugiere fun- damentalmente dos cosas: la disconformidad ante las ofertas electorales de los partidos politicos y el grado de despolitizacion que se incrementa a medida que se desciende en la escala socioeconémica (C. A., 1989), 1.5. La desconexién del Partido Justicialista con las luchas sociales. y la relacién confrontativa y descalificadora que ha mantenido la Union Civica Radical ante cualquier manifestacion de disconformidad. empe- zando por la actividad huelguistica, coinciden en restarles eficacia politi- ca. Sin desemboque ni una salida por arriba del laberinto, los antagonis- mos forjados aun en las necesidades mas sentidas no han podido torcer en lo mas minimo la orientacién de las politicas nacionales ni se han tra- ducido en una legislacién que fuera mas alla de la restauracién parcial de conquistas obtenidas en otras épocas. 27 CARLOS AUYERO: SU LEGADO A pesar de su recuperada vitalidad, la protesta gira en el vacio o se enfrenta a un aparato burocratico-estatal cuya inmutabilidad impone un alto grado de impredecibilidad en cuanto a los resultados alcanzables o a los costos implicados para sus militantes. Pero, en todo caso, su sola presencia en el subsuelo de la sociedad corrobora que ésta no se sustrae de la politica para perderse en la pasividad o en la indiferencia hostil, si- no que el retiro a la vida personal o grupal constituye una reserva de energias y de tiempo que en algtin momento se convierten en microin- surgencias que son percibidas con desagrado e incomprension por par- te de quienes aspiran a un consenso sin objetivos y sin pueblo. Es que la funcion armonizadora del sistema de partidos en una tarea en la que oposicién y gobierno asumen su complementariedad, y que es la de establecer algun grado de compromiso entre democracia y capita- lismo, entre sufragio universal y decisiones de inversion por medio de la diferenciacién de esferas, en ninguna circunstancia se ha patentizado tanto como en los conflictos laborales en general (y en el docente, en particular). Por esta diferenciacion de planos se cortan los lazos de con- tacto entre el ciudadano como sujeto de la voluntad estatal y su insercioén en contextos o actividades no politicos. Tal lo senalabamos en el documento citado: “La dirigencia politica es proclive a una institucionalizacién predo- minantemente centrada en la representacién y en la restricci6n de la competencia, monopolizando en estas modalidades la capacidad de determinar lo legitimo, y atando la legitimidad a lo estrictamente es- tatal o a Ia legalidad. No debe atribuirse esto sélo al partido gobernan- te. La Renovacién peronista también parece inclinada a ‘modernizar- se’ para ubicarse favorablemente en una rotacién bipartidista y crecer a imagen y semejanza del oficialismo,.. La estrategia de consolidacién de la democracia es una apuesta —incierta hasta el momento— de cre- cimiento capitalista compatible con un dispositivo estatal-clientelistico de asistencia a sectores populares que el modelo de desarrollo elegido no estaria en condiciones de incluir productivamente. Por tal razén se excluyen ciertos temas de la escena publica y se capturan otros de mo- do tal que su procesamiento no suponga conflicto alguno... Tampoco hay que desconocer que la dirigencia tiende a definir cudles son los in- tereses representables y cudles no, y que —como clase profesionaliza- da— es proclive a excluir de lo legal lo que no se ajusta a los patrones de representaci6n que le entregan el monopolio de !a vida politica.” 28 pete i he Recopilacion y seleccion de textos Son comprensibles, en consecuencia, los efectos distorsivos sobre la formacidn de la voluntad popular que tiene, por ejemplo, el alto nivel de exclusion detectable aun en los ambitos institucionalizados de participa- cién politica, y la desparlamentarizacion de las cuestiones relevantes pa- ra el pais. Alrededor de 1983 la poblacién de 14 afos y mas, que los censos na- cionales consideran como econdmicamente activa o en edad de trabajar, era de 21.393.585 personas. Estimandose la poblacién entre 14 y 18 anos que no puede votar pero si trabajar en 1.926.907, y proyectando en esta cifra la proporcidn correspondiente a los sectores medios, medios-ba- jos, obreros y pobres sumados (86,4 %), se obtienen 1.671.848 personas que pertenecen al sector popular y que no participan en el sisterna politi- co. A ello hay que agregar: a) los no empadronados mayores de 18 afios (598.253); haciendo la misma proyeccion anterior tenemos 516.890 no registrados; y b) los empadronados que no votaron (3.113.548), respecto a los cuales haciendo idéntica proyeccién se obtienen 2.690.114. Quiere decir que un total de 4.878.852 personas de extraccién po- pular no participaron politicamente en las elecciones de 1983, lo cual significa el 27 % de los empadronados y el 33 % de los votantes. Estos datos nos aproximan una idea acerca del grado de exclusion aun en un evento comicial de fuerte partidizacién (C. A., 1989). 1.6. El Congreso Nacional ha tenido un bajo rendimiento, indepen- dientemente de su prolifica legislacibn episédica, particularista y micro- sectorial. Ha sido limitado a una funcidn apenas simbdlica o expresiva. En él, radicales y peronistas han practicado la colaboracion encubierta y el enfrentamiento verbal, evitando que se debatieran y resolvieran los problemas de trascendencia publica. El peronismo como oposicién frag- mentada, que pugno por construir un liderazgo capaz de reunificarlo, desplego una estrategia ambivalente: tomar distancia del Poder Ejecuti- vo y sus politicas pero sin definir alternativas de contenido diferente ni buscar el acuerdo para traducirlas en legislacién. El radicalismo, donde viejas y nuevas corrientes se congregaron alrededor del liderazgo de Al- fonsin, quedé empantanado en la puja por posiciones de poder dentro del partido y del gobierno, cediendo ante las presiones y subordinacion de sus parlamentarios a la iniciativa del Ejecutivo. 29 CARLOS AUYERO: SU LEGADO EI estancamiento de paquetes legislativos importantes en las comisio- nes muestra que en el marco parlamentario ha sido imposible la eficacia decisional sobre la base del acuerdo. La falta de cohesién y autonomia partidarias afecto la gestion de asuntos cuyo tratamiento era prioritario y si en algunos casos se llegé finalmente a un acuerdo esto fue obligado mas por un estado de necesidad que por la habilidad o predisposicion negociadora. Por otra parte, del total de proyectos presentados por ini- ciativa del propio Congreso (mas de! 90 % de total}, no fueron promul- gados nada mas que el 6 %, mientras que de los presentados por el Eje- cutivo fueron promulgados mas del 60 %. Ello da la pauta del predomi- nio presidencial en la formulacion de la politica nacional, a contrapelo de su propuesta tendiente a la parlamentarizacién del Ejecutivo, y del gradual desplazamiento de las formas territoriales y populares de repre- sentaciOn por mecanismos de influencia corporativa. Estas y otras distorsiones de la voluntad popular, ;impiden la consti- tucion de un sistema de partidos dentro de una tradicion de subculturas politicas fuertes con organizaciones partidarias débiles?, ¢la disociacion entre lo politico y lo social, y la tergiversacion de los auténticos deseos de la gente que de ello deriva, afectarian la implantacion de un “artefac- to” que aprende y memoriza, sustituyendo sobre la base de la repeticién y la rutina el esfuerzo deliberado de institucionalizacion? En ese sentido, los indicios son positivos. La politica se partidizé en 1983 con una alta adhesion a los partidos, medida a través de las afilia- ciones; el radicalismo se convirtid en un partido electoralmente competi- tivo con el ascenso de Alfonsin; el peronismo renovador, conducido por Cafiero, super6 la crisis interna del “Movimiento Nacional Justicialista” y lo transformé en un partido (en el significado técnico de la palabra) que procesa reguladamente sus internas, subordina el peso sindical e incorpo- ra una mayor incidencia de las provincias; la derecha liberal y conserva- dora se organiza, obtiene votos, aparentemente ejerce una oposicién leal: la izquierda hace y deshace alianzas logrando sintonizar con la democra- cia “formal” o “burguesa” mientras ensaya nuevas metodologias para co- municarse con la gente. Y todos juegan un Unico juego, pues habria un terreno comun de competencia, es decir, un mismo espacio social en dis- puta. Cada partido sabe, con mediana certeza, en qué estrategia estan inscriptos los demas; hay cierta predictibilidad respecte del comporta- miento del adversario; el concepto schmittiano de lo politico parece di- luirse: se anticipan estrategias electorales de largo plazo, extendiendo con ello el horizonte temporal de la democracia, etc. 30 WM liciabadh ey ae : i i Aint Boerne“ Recopilacion y seleccion de textos Si la fisonomia o formato que va adquiriendo el sistema es o no el del bipartidismo es otra cuestion. Da la impresién de que si: radicales Y pe- ronistas concentran alrededor del 80 % de los votos, existen expectativas creibles de rotacion en el poder (que se ha verificado ya en las adminis- traciones provinciales y, aunque ello ha acentuado el conflicto en las re- laciones federales, no ha surgido ningtin problema de gobernabilidad), ra- dicales y peronistas maximizan votos hacia el centro buscando una ubica- clon que consiste en aproximarse a la indiferenciacién pero sdlo hasta el punto en que el voto es transferido a la derecha en el caso radical 0 en el que se lo alienta a emigrar por alguna opcién de izquierda en el caso pe- ronista. Esta por verse si se trata, ademas, de una “mecanica” bipartidis- ta. Para que ello ocurra, por lo menos uno de los dos grandes partidos debe ser capaz de alcanzar la mayoria absoluta de los votos, 0 sea, estar en condiciones de gobernar solo y sin alianzas con terceros partidos. Existen dos aspectos de la cuestién que, creo, merecen atencion. El primero de ellos tiene que ver con la indiferenciacion radical-peronista, que ha puesto fin a la duradera historia de “pluralismo polarizado” o “negativo”, pero que tiene como contrapartida la diferenciacion ya men- cionada entre las esferas de la vida politica y de la vida social. El segun- do se relaciona con la influencia neoliberal. Nos ocuparemos sucesiva- mente de ambos. Sin lugar a dudas, existe un electorado independiente y oscilante sig- nificativo que vota no por identificacidn sino de acuerdo con el desem- peno del gobierno y la oposicién; es decir, que es fuertemente sensible a las posiciones que adopten los partidos, a su performance, yacomo gestionan éstos los temas mas relevantes de la agenda publica. Sin em- bargo, si bien se trata de un sector “flotante” de opiniones moderadas, no significa que sea conservador o inmovilista. Es cuidadoso con su vo- to. al que valoriza notablemente su eleccién, y aunque desearia apoyar un alternativa democratica estrechamente asociada a la transformacion esta obligado a emitir un voto negativo a raiz de que la oferta de los grandes partidos es mas conservadora que la que estaria dispuesto a contribuir con su participacién. Fl desfase entre este sector del electorado y el sistema politico se pro- duce en buena medida porque radicales y peronistas compiten centripe- tamente pero ubicando como referencia lo que consideran —equivoca- damente a mi juicio— la zona central de la distribucién de opiniones mo- deradas bastante mas a la derecha de lo que realmente esta. Cuanto mas 31 CARLOS AUYERO: SU LEGADO los aproxima las coincidencias de fondo, mas agresiva se tornan las cam- pafias electorales en busca de los votos adicionales que deciden la victo- ria, localizados segtin suponen en las adyacencias del centro en que se acumulan el mayor numero de preferencias. Son miltiples las lineas de opinidn que se cruzan en este punto (modernizacion-tradicionalismo; ciudadania-corporaciones; aperturismo-mercado interno; democracia- autoritarismo; estatismo-privatismo; etc.), por lo que cualquier “manio- bra de posicién” incidiraé en sus chances electorales. Que exista un amplio espectro que no se considera representado en el sistema de partidos no quiere decir que éste finalmente no se impon- ga a la sociedad: asi como existen casos en que la sociedad moldea al bi- partidismo, también los hay en que el bipartidismo modela a la sociedad. La candidatura de Angeloz, por ejemplo, acentua este movimiento hacia posiciones menos ideoldgicas, que privilegia la eficiencia como va- lor central. Lo que, a su vez, induce al peronismo a despreocuparse por un compromiso mas claro y profundo con el cambio y al calculo de que le basta con ubicarse cerca de Angeloz y evitar el solapamiento radical hacia su izquierda {intento que podria constatarse en la candidatura y dis- curso del canciller Caputo). Para las elecciones de mayo de 1989 el electorado ha quedado ante las siguientes opciones: una derecha liberal que propone la mercantiliza- cidn total de las relaciones sociales; un centro modernizador que postu- la la continuidad del ajuste a las exigencias del capital financiero, local e internacional; un centro populista que hace eje en el distribucionismo pero sin un nuevo modelo de acumulacién capaz de contenerlo y una iz- quierda clasica sin convocatoria ni anclaje de masas. Las principales can- didaturas se disputan el apoyo de los factores de poder antes que la ad- hesion del electorado independiente y progresista, pretendiendo que es- te sector los respalde sin garantizar nada a cambio y sin ninguna pro- puesta que suponga en el futuro un mayor protagonismo popular en las decisiones nacionales (C. A., 1989). 1.7. No parece facil explicar la permeabilidad de radicales y peronis- tas al programa de la derecha. El desplazamiento de sus gobiernos ha- cia politicas de ajuste neoliberal —aparentemente forzado por la crisis— es menos comprensible atin al no verificarse orientaciones progresistas 32 ate gata EOE ay ket | Recopilacion y seleccién de textos en ninguna de las otras areas de la politica publica aparte de la econé- mica. Aun en esta Ultima los ajustes antiinflacionario y estructural no son incompatibles, sino que hasta exigirian iniciativas que se han dejado de lado. tales como la reconstruccién del Estado, la ejecucién de politicas sociales efectivas, la tributacién sobre altos ingresos, etc. éEs posible que partidos de raiz popular, con identidades constituidas a lo largo de intensas luchas por la democratizaci6n de la sociedad, y con significativos potenciales de cambio y movilizacion, terminen antagoni- zando con sus propias bases sociales de apoyo, resolviendo la crisis en su contra, y convirtiendo a ésta en una verdadera catastrofe en términos de disigualdad, empobrecimiento y desinteqracién? Cualquiera sea la respuesta, es innegable que la rigidez despiadada respecto de las demandas populares —-explicable a la luz de la flexibi- lidad frente a las reacciones concentradas y transnacionalizadas del ca- pital privado— no se ha traducido en derrotas electorales irredimibles o en pérdidas irreparables de popularidad. Al contrario de experien- cias de otros partidos latinoamericanos en los periodos posautorita- rios, sostenidos en subculturas politicas fuertes y bien implantadas, y ayudados por estructuras débiles y maleables, radicales y peronistas controlan el juego politico, imponen su predominio en el debate publi- co, evitan los realineamientos fracturistas y realizan alianzas contra na- tura sin mayores escrupulos. Casi, podria decirse, han logrado institu- cionalizar a la democracia como sistema de partidos al hacer funcio- nar a éste como se supone que debe hacerlo en el capitalismo demo- cratico, Para muchos, éste es un logro nada despreciable, considerando que en nuestro pais los partidos nunca antes se habian constituido en un sis- tema. En efecto, las tendencias movimientistas y hegemonistas han que- dado diluidas, al “todo” social o nacional ya no se lo identifica con la par- te “buena”, y las “partes” reconocen a la contraparte el derecho a com- partir la representacién de la sociedad. Pero debe admitirse, inmediata- mente, el precio que hubo que pagar para ello: una béveda de poder — “el partido unico del ajuste°— por la que liberales, radicales y peronis- tas en una alianza no explicita han jugado un papel decisivo en la desor- ganizacion de los movimientos sociales, en el encapsulamiento de las de- mandas conilictivas, en la despolitizacion de las cuestiones publicas cen- trales, en la degradacion de lo politico como produccién de sentido y en la pasividad de la ciudadania. 33 CARLOS AUYERO: SU LEGADO Es indudable que han contribuido eficazmente a la institucionalizacion de la competencia pluralista por el poder, pero al precio de sustraer de esa competencia los temas mas sustantivos (y no para resolverlos, pre- cisamente), convirtiendo a la politica en un juego tan intenso como arti- ficial y en un escenario pequeno reservado para dirigentes en el que se despliega un espectaculo ritual o teatral que tiene poca relacién con las preocupaciones reales de la gente. Es que las respectivas organicas de estos partidos han resuelto estrategias por las cuales ya no necesitan acudir a la participacion activa de la ciudadania para respaldar sus posi- ciones o actos de gobierno. Les basta con legitimarse reciprocamente asumiéndose en forma excluyente como interlocutores privilegiados del poder. Producen ellos mismos la “opinion publica” y crean su propia “demanda” electoral al monopolizar la “oferta” politica, tal como lo pue- den hacer tres empresas que, asociadas oligopolicamente, determinan a traves del control del mercado qué, cuanto, cuando y a qué precio pue- de comprar el consumidor. Como también en el terreno politico la “de- manda efectiva” o el poder de compra del ciudadano es muy desigual y los costos de acceso al “mercado” electoral para partidos competidores son extremadamente altos. el partido tinico del ajuste puede llevar ade- lante su programa con una fuerte dosis de invulnerabilidad e impunidad. Esto ultimo les permite responder sin representar a las demandas de los poderes facticos y representar sin responder a las demandas del pueblo, aunque no pueden prescindir de aliados conservadores y liberales como garantes o fiadores de los objetivos gubernamentales. No creo que esta transicion ideoldgica y esta conformacidn institucio- nal, exitosas para la supervivencia politica de las organizaciones partida- rias tradicionales, haya sido producto de la falta de alternativas estraté- gicas (que existian y existen) o de practicas politicas particularmente per- versas O corruptas o de condicionamientos exdgenos al proceso politico que bloquearan cualquier otro camino. Mas bien me inclino a pensar que han sido producto de la respuesta que tanto desde el gobierno como des- de la oposicién se eligid para los dificiles dilemas que planteaba la con- solidaci6n democratica. Por un lado, como resquardar al sistema sin per- der posibilidades ante el adversario, esto es, como responsabilizarse de la consolidaci6n institucional sin convertirse en el pato de la boda. Por otro, a este dilema de no poder desentenderse del sistema ni descuidar- se respecto de competidores, se superponia otra disyuntiva: la posibili- dad de sustraerse a las restricciones impuesta a la democracia por la l6- gica privada de la inversion (sobre todo después de un largo periodo de 34 Recopilacion y seleccion de textos desacumulacién) y la inconveniencia de subordinarse completamente a la misma. Mientras que ganar elecciones y demostrar cierto poder de negocia- ci6én ante el capital requeria mantener activa a la militancia, abrir la dis- cusién publica, prometer la satisfaccidn de demandas, etc., para asegu- rar la estabilidad del sistema y para demostrar el control sobre los con- flictos sociales se requeria hacer mas o menos lo opuesto: inducir la des- movilizaci6n, desdecirse de las promesas, ignorar el debate, delegar las decisiones a los técnicos, etc. Y esto fue lo que efectivamente ocurrid, llevando a la sociedad a un estado esquizofrénico que oscila entre la bronca y la apatia, entre la indignacién y el desencanto. Al mismo tiem- po, este estado de alienacién respecto de lo politico y de los métodos ineficaces o impotentes para cambiar la orientacién del gobierno condu- cia a un inmovilismo funcional a las estrategias implementadas para en- frentar las situaciones dilematicas antes sefialadas. Radicales y peronistas no partieron del supuesto de que la opinion mayoritaria compartia la creencia de que las politicas pragmaticas y con- cesivas (en relacién a derechos humanos, deuda externa, por ejemplo) eran las tinicas politicamente viables y las Unicas consistentes con la con- solidacion del sistema. Tendieron, al contrario, a imponer esa opinién a partir de sus propios diagnésticos de la crisis y de un giro 0 aggiorna- mento que se pone en evidencia ya en la campafia electoral de 1983 y que tenia sus antecedentes en las posiciones asumidas frente a la dicta- dura. Al optar por una estrategia opositora critica (o dura) pero defensi- va, ambas convergieron en una suerte de consociacionalismo de hecho que culmin6é en un sistema de partidos tal como el que se describid mas arriba. Lo admitieran o no, radicales y peronistas coincidian en un idéntica sobreestimacion de los costos para la democracia que podrian sobreve- nir si se hubiese apelado a reformas apoyadas en la participacién po- pular y en la confrontacién con los sectores del capital que son los res- ponsables y beneficiarios de la crisis, y compartian especulaciones y desconfianzas reciprocas (atin no saldadas) acerca de lo que haria el ad- versario en caso de adoptarse una politica de reformas pactadas y su- cesivas. Y en la practica fueron adoptando una estrategia oportunista que represent6 una solucién racional para los dilemas que percibian co- mo tales al inaugurar el regimen democratico, y que tenia su punto de partida en una interpretaciOn derivada de la tradicién populista: la su- 35 CARLOS AUYERO: SU LEGADO pervivencia de los partidos y las chances que ofrecia el juego politico dependerian de la disponibilidad de los recursos y aparatos del Estado mientras que, simultaneamente, los instrumentos keynesianos de regu- lacion estatal se habian vuelto inoperantes sin contar con un modelo que los sustituyera. De manera que el oportunismo se expreso rapidamente en la “nacio- nalizacién” de los partidos, en el sentido de que el Estado debia interve- nir en el proceso de legitimacién, un Estado al que a la vez habia que re- formar reemplazando su papel en los procesos de acumulacién para dar lugar a un capitalismo aut6nomo y competitivo (no asistido, no subsidia- do, no prebendario). Trato de no darle una connotacién peyorativa sino mas bien analiti- ca al “oportunismo”, y de no enfocar la cuestién desde una dptica mo- ralizante. Independientemente del rechazo ético que pueda merecernos, debe admitirse que dentro de ciertos limites el oportunismo fue y es una estrategia politica racional. La ausencia de la justicia como principio de la accién no es, en nuestro caso, obra de alguna patoloaia partidaria en particular, o de presiones corporativas irresistibles o de la traicién y ci- nismo de los lideres politicos. Puede expresar, simplemente, que hay buenos motivos de eficacia instrumental para dejar de lado promesas o convicciones en funcion de conciliar la preservacion de las reglas de jue- go con los calculos en términos de poder relativo. No cabe incluir tan rapidamente, sin embargo, que el oportunismo sea absolutamente invulnerable a las politicas y ordenamientos que ge- nera y en los que se sostiene, esto es, que su propia logica no contenga efectos contraproducentes que le hagan perder justificacién y racionali- dad. Principalmente en la medida en que deja de ser accidental para tor- narse rutinario, suspendiendo o interrumpiendo sine die la relacién en- tre fines y medios, entre maximizaciOn e identidad, entre corto y largo plazo. La soluci6én oportunista de los dilemas de la transicion no garan- tiza su propia continuidad como estrategia exitosa y es posible detectar puntos de ruptura y contradiccion (C. A., 1990b). 36 Recopilacion y seleccion de textos 2. Idea de la politica y de la democracia 2.1. En “Bases para la accién politica”, la Convencién Nacional del PDC sostuvo correctamente que socializacidn y democracia son térmi- nos que no se implican necesariamente, y que plantear su identificacion es tan equivocado como el intento de asimilar la democracia al liberalis- mo. Y, también, que reconocer que no hay un vinculo de orden légico ni una continuidad necesaria no equivale a rechazar a priori toda posi- ble relacién entre ambos, sino que su asociacion debe ser pensada co- mo un problema de articulacién: por un lado, porque la asociacion re- sultante no elimina las diferencias entre democracia y socializacion, y, por otro, porque esa vinculacién es mas compleja y plena de potencia- lidades que cada uno de los términos por separado. Debe ser pensada, ademas, como un proceso de articulacién politica, ya que no existen for- mas universales para llevarlo a cabo, pues cada época y lugar requieren saberes y practicas politicas especificas. A medida que se profundizan los procesos de diversificacion y diferen- ciacién de las actividades, expectativas, procesos, antagonismos y subje- tividades al interior del espacio social, se detectan nuevas modalidades de opresién y subalternidad, como también nuevos patrones de resistencia y movilizacion. En definitiva, se va descubriendo a lo “politico” en otras es- feras sociales hasta el momento consideradas “neutrales”, y van emer- giendo saberes y practicas ligadas a las esferas que se activan, superando constantemente la demarcacion tradicional que el liberalismo clasico im- puso a la participacion y a los enfrentamientos politicos (parlamento, sis- tema de partidos, aparato estatal-administrativo, elecciones). Va disminu- yendo también la visualizacién de lo privado y Jo estatal como Unicos am- bitos legitimos, apareciendo lo publico con una ldégica que le es propia. Esta politizacion de lo social (nuevos problemas que pasan a ser “cuestiones , es decir, problemas experimentados socialmente como ta- les: nuevos sujetos anteriormente pasivos o replegados por la represivi- dad del mercado o del Estado), protagonizada fundamentalmente por los “nuevos movimientos sociales” y experiencias “micro” de autoorganiza- cion popular, permite pensar esta nueva vertiente democratica entendida como socializacion de la politica no ya, Unicamente, desde la utopia de los derechos humanos sino también desde los datos de la realidad. La importancia de los movimientos sociales y de las iniciativas popu- lares de autoorganizacion no deriva de la cantidad de pobladores que in- 37 CARLOS AUYERO: SU LEGADO tegran, ni del grado de organicidad interna, sino de su capacidad de re- presentar problemas y puntos de vista de un grupo o sector especifico que tiende a “revolucionar lo cotidiano” a raiz de las modalidades que asume su participacién. La gente, al comprobar que no puede transfor- mar a la sociedad, politiza el Ambito de su influencia y modifica los tér- minos de la relacién: intenta transformar la sociedad reformando previa- mente la cotidianidad. Politizar la vida cotidiana implica considerar a la sociedad como una inmensa empresa, jerarquica, autoritaria, meritocra- tica, en la que la capilaridad de la dominacién y explotacidn se extiende por todas partes. En efecto, la mercantilizacion y estatizaci6n de la vida personal y social da lugar a una difusion de la conflictividad, y a que los antagonismos no se limiten al plano econdémico y laboral, siendo desde el cotidiano de agresiones y sufrimientos que comienzan a tomar cuer- po las multiples formas de resistencia popular. Estas resistencias micro tienen algunas caracteristicas que vale la pe- na mencionar ya que, en buena medida, son las que modelarian un pro- ceso de socializacion de la politica como el que proponemos. a) Redefinen el ideal emancipatorio en términos de autodetermina- cidn personal, de autogestién local y sectorial, de autoorganizacion ba- rrial, etc.; b) son discontinuas, surgen, se fortalecen, se debilitan, desa- parecen y vuelven a surgir; c) son interclasistas, pues reclutan sequido- res con independencia del lugar que los individuos ocupan en la divisi6n del trabajo; d) son publicas, esto es, no son directamente “politicas” pe- ro politizan lo social en el sentido de que sus planteos son transparen- tes programatica y estrategicamente; e) son abiertas, en principio cual- quier sector o individuo puede integrarse a ellas o apoyarlas de alguna manera; f) son antiautoritarias, pues tienden a rechazar el disciplina- miento o los dictados de una cUpula de dirigentes; g) se organizan y mo- vilizan en torno a una sola demanda o cuestién, de alli el caracter inne- gociable que asume muchas veces la reivindicacién; h) son transgresi- vas e innovadoras culturalmente, reflejando la voluntad de ir mas alla de la cultura oficializada o dominante e impulsando la experimentacién so- cial directa de creacién de microcomunidades, de espacios libres, de contrapoderes; i) son cambiantes, el contenido de sus demandas y la subjetividad de sus militantes se redefine a lo largo del proceso partici- patorio en el que estan involucrados, verificandose un crecimiento cua- litativo en la toma de decisiones y en el comportamiento colectivo; j) son innovadoras en cuanto representan la necesidad de encontrar una nueva manera de vivir, de producir, de trabajar, de limitar los poderes 38 Recopilacion y seleccion de textos de la burocracia y de la propiedad, y de construir un orden informativo no manipulado. Con el advenimiento del regimen democratico, muchos movimien- tos sociales han perdido fuerza y capacidad de convocatoria, y los par- tidos, con sus practicas desmovilizadoras y clientelisticas, han tenido responsabilidad en ello. Es que los grandes partidos tienden a estatizar- se y burocratizarse, y evitan representar a otros intereses que no sean los legitimados por el propio sistema a través de su clase dirigente. No es extrano entonces que, desde estos “nidos” o “embriones” de demo- cracia, se visualice a los partidos con escepticismo, recelo o indiferen- cia hostil. A su vez, los movimientos sociales corren el riesgo del basis- mo, del negativismo, del maniqueismo y del oportunismo, si no reco- nocen sus propios limites y admiten al mismo tiempo a los partidos co- mo instancia inevitable —e insustituible—- de mediacidn entre la socie- dad y el Estado. La diversidad de las nuevas formas de lucha popular es el resultado de una autonomia creciente de las esferas sociales, autonomia que pue- de ser entendida si concebimos la nocién de sujeto como un agente des- centrado y destotalizado, y si admitimos una complejidad en las relacio- nes sociales mucho mayor que la que suponian las interpretaciones que las derivaba exclusivamente de las relaciones de produccioén. Aparte de que en las sociedades del Tercer Mundo nunca ha podido comprender- se a lo social en terminos de un estricto andlisis de clase, hoy poseen una diferenciacién y heterogeneidad equivalentes a la de los paises del Norte. Consecuencia de ello es que el eslabonamiento de las posiciones o demandas de los nuevos movimientos sociales no puede ser objeto de una relacion necesaria o predeterminada. No hay una relacién de este tipo, por ejemplo, entre el movimiento de trabajadores, el de mujeres, el de los derechos humanos, el de estudiantes universitarios y el de pobla- dores sin techo. Los nexos que pueden establecerse entre las practicas de los movimientos y las de los partidos son cambiantes y contingentes, pero deben observar una colaboracion dialéctica: los primeros deben re- conocer la positividad de los partidos como canales validos para la satis- faccién de sus demandas a través del Estado, aunque no sean los tnicos ni los mas eficaces, y los segundos deben evitar subsumir o reducir sus demandas, preservando la especificidad tematica y autonomia de! movi- miento. A estas practicas, que establecen una relacién no perversa ni de- 39 CARLOS AUYERO: SU LEGADO terminista entre movimientos y partido, y entre los movimientos entre si a partir de un proyecto politico, las llamamos articulacion. | Los movimientos sociales de base y las iniciativas populares auténo- mas equivalentes abren un enorme potencial democratico para avanzar hacia una sociedad mas igualitaria, creativa, participativa y personalizan- te, pero se trata sdlo de un potencial, y su realizacion depende decisiva- mente de las formas de articulacion que pueda vincularlos al sistema po- litico. Los movimientos tienden a la autonomia, los partidos a la unifica- cidn; légicas diferentes que, llevadas al extremo, son contradictorias. Lo social, sin embargo, adquiere inteligibilidad y racionalidad a partir de practicas politicas de articulacion; y lo politico, a su vez, se sustancia ad- quiriendo fuerza y contenido, nutrieéndose de las practicas sociales que emergen espontaneamente. De modo que ambos deben cruzarse sin combinarse, sin pretender eliminar la tension irreductible e insuperable que caracteriza a su relacion. En tal sentido, la socializacion del poder como proyecto politico no es un modelo total, cerrado y unificado de sociedad, justamente en la medida en que es concebida como un proceso que transita por multiples espacios sociales que, al politizarse, al tornarse conflictivos, crean las condiciones objetivas y subjetivas para una transferencia del poder hacia ese mismo espacio social. Que la multiplicacién de los espacios politicos pueden ser articulados en una funcién de un proyecto, como el de la so- cializacion del poder, es la tarea por hacer, pero con ello no se esta ade- lantando ni prefigurando un determinado tipo de sociedad sino que, al contrario, presupone que ese tipo de sociedad es definido a partir del mismo proceso participatorio por el que el pueblo recupera el] poder ex- propiado por las oligarquias. Retornando al planteo inicial de la reflexién: :es la socializacién del poder una respuesta a la demanda de sentido y certidumbre de la socie- dad? Creemos que lo es en la medida en que un control popular mas di- recto sobre el poder, tanto a niveles micro como macro de decisién, y en consecuencia un acceso también mas inmediato a la comprensién de los problemas por parte de la gente, permite a la comunidad vincular al pasado con el presente y a éste con el futuro. Eslabonando por si mis- ma estas dimensiones y al adquirir una percepcion unificada del tiempo politico, la comunidad refuerza la constitucion de identidades estables en las que referenciarse para construir con sus propias manos una sociedad mas justa y liberada. Sobre todo porque, al recuperar ambitos de deci- 40 Recopilacion y seleccién de textos sion antes reservados a las oligarquias conformadas por el capital priva- do y la burocracia publica principalmente, crecen la autoconfianza y la autoconciencia en las propias fuerzas para transformar la vida cotidiana. Ellas son la base mas solida de las esperanzas colectivas (C. A., 1988). 2.2. La bifurcacién entre lo politico y lo social no deberifa ser visuali- zada como resultado del desencanto o de la desmoralizacién civica. Si no, mas bien, desde la perplejidad de quienes, constituyendo el sustento social de la legitimidad del sistema, advierten que éste no parece eficaz en la materializacién de sus derechos. Habria que empezar por dejar de lado los alardes discursivos, enfo- car con menor superficialidad las causas que ilevan al privatismo politi- co, y cuestionar nuestra propia incapacidad para expresar lo que las ma- yorias intuyen. En lugar de exagerar la crisis, actitud estéril al no ser traducida en el reconocimiento de su “productividad”, deberian ser identificados con precisi6n sus responsables y beneficiarios. Hasta ahora ha existido una invariada y uniforme tendencia a negar que la misma tiene consecuen- cias muy diferentes para empresarios y especuladores, para trabajadores y propietarios, para financieras y desocupados, para el Estado y los grandes grupos econdmicos transnacionalizados. La crisis no es un dato independiente de la interpretacién que se ten- ga de ella: lo que los politicos crean al respecto tiene consecuencias muy reales para su persistencia o resolucion. Es cierto que se trata de un mo- mento de oscilacion, de indecisién, paradojas, confusion y ambigtieda- des. Y que, entonces, es dificil que puedan ser sustraidos de ello los mar- cos de comprension. Pero el uso politico de las crisis tiene menos inocencia y disculpas, apenas se admita a la politica como produccién de sentido. Si la lucha politica es también la lucha por definir qué es lo politico, lo que cabe cri- ticar no son tanto los errores de interpretacién —siempre enmenda- bles— sino la renuncia a la inexcusable tarea de determinar los factores de la crisis en terminos de poder relativo. El] pueblo no se traga que somos ahora un pais pobre y empobreci- do; aunque no maneje datos técnicos, sabe que los costos del ajuste eco- ndomico aun en su formulacién heterodoxa, no se reparte equitativamen- 44 CARLOS AUYERO: SU LEGADO te, y que, ademas de aplicarse sobre una estructura social mas desiqual que en el pasado, las variables que son adaptadas a la restauracién de una alta tasa de ganancia son las que miden sus necesidades. Aunque el discurso hegeménico pueda silenciarla, la realidad inape- lable de la distribuci6n del ingreso se impone al diagnéstico intrascen- dente, al escamoteo de la informacién, al aturdimiento con sobreinfor- macion redundante y a la difusion de éxitos imaginarios. La elocuencia de las cifras contenidas en los cuadros que siguen obvia cualquier comen- tario acerca de quiénes son los mas golpeados por la crisis. Las mayorias populares ya no aceptan que basta con trabajar y sacri- ficarse por el pais, ni que ello redundara automaticamente en un bene- ficio colectivo, si esa querra civil encubierta que es la inflacioén sigue sien- do motorizada por quienes tienen las armas para librarla exitosamente. Sin embargo, los analisis mas difundidos atribuyen una responsabilidad central a una supuesta cultura indexatoria e inflacionaria (C. A., 1989). 2.3. E] miedo a una regresiOn autoritaria, el temor a absorber la con- flictividad y el bloqueo que impide pensar la transformacion retrotraen una y otra vez al punto de partida: la necesidad recurrente de actualizar un pacto defensivo contra el retorno al pasado autoritario en los téermi- nos del hobbesianismo invertido que consiste en intercambiar el mante- nimiento de libertades publicas y garantias individuales por la posterga- cion de necesidades materiales. Los partidos politicos, cada vez mas con- centrados en la busqueda de votos en todas las direcciones, y cada vez menos preocupados por la congruencia que deben guardar sus progra- mas con las bases e intereses sociales que deben defender, obligan a la ciudadania a mantener con ellos una relacién de exterioridad. Presionados por la légica de la competencia por el poder, los parti- dos se desentienden del erosionamiento de las entidades colectivas y, sal- vo como ritual o teatralidad entre un grupo restringido de sequidores, no asumen lo politico como produccién de un sentido que enlaza el pasado con el futuro, la memoria con el proyecto, lo publico con lo privado, lo institucional con el movimiento, lo individual con lo colectivo, la demo- cracia con la transformacion. Urgidos por internas y generales, los partidos diversificaran hasta donde sea posible ia oferta agregando todas las reivindicaciones que 42 Recopilacion y seleccion dé textos sean electoralmente rentables, sin importarles su heterogeneidad o la contlictividad que las enfrenta. El discurso no apela a Jas convicciones profundas ni a colocarse al interior de los conflictos. O los desplaza de la escena y de la atencion publica o reacciona defensivamente en nom- bre de una adhesion abstracta a la democracia cuando se muestran per- sistentes o insobornables. Al diluirse el partido como movimiento social, es el ciudadano el que debe vincular por su cuenta la formacion de la voluntad politica con la situacién socialmente concreta que vive, debiendo recrear —si puede—, aislada e individualmente, la conexién entre vida social y vida politica sin la ayuda de mediaciones institucionales o de practicas politicas en las que pueda reconocerse como algo mas que el sujeto soberano de un voto ca- da dos anos. De manera que para elegir el ciudadano tiene que aferrarse a su pro- pia tradicion, o deshaciéndose de ésta recurrir al calculo utilitarista, la adhesién incondicional, o al comportamiento inestable. En ninguno de los casos hay una elaboracién mediada de la identidad politica perso- nal. De modo que el electorado sustituye al pueblo, la encuesta a la par- ticipacion, el medio de comunicacién al contenido del mensaje, el ope- rador al politico y, por ultimo, la voluntad del técnico a la voluntad po- pular. Incluso, el fortalecimiento de identidades en terminos de un pro- yecto que sirva de referencia a la accion colectiva y oblique a una res- ponsabilidad mas directa e inmediata de los partidos con el pueblo, pue- de resultar un obstaculo para la maximizacion electoral y la formacién coaliciones ganadoras, fundamentalmente en la medida en que “identi- dad” significa que la multiplicidad de planes y etapas de la vida social pueden ser percibidos por unos y por otros como interrelacionados y ordenados de acuerdo con un sentido comtin, es decir, politico (C. A., 1989). 2.4. En un marco en que las demandas son desactivadas o desviadas o descalificadas, para después ofrecerles un reconocimento parcial o despotenciarlas a través del embridamiento tecnoburocratico posterior a la desarticulacién de los actores sociales movilizados por ellas, la socie- dad adquiere un estado mental que oscila entre la indignaci6én y la apa- tia, entre la furia y el descontento, entre la angustia y el cinismo. 43

You might also like