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rase una vez el hijo de un rey, a quien entraron deseos de correr mundo, y se
parti sin ms compaa que la de un fiel criado. Lleg un da a un extenso
bosque, y al anochecer, no encontrando ningn albergue, no saba dnde pasar la
noche. Vio entonces a una muchacha que se diriga a una casita, y, al acercarse,
se dio cuenta de que era joven y hermosa. Dirigise a ella y le dijo:
- Mi buena nia, no nos acogeras por una noche en la casita, a m y al criado?
- De buen grado lo hara -respondi la muchacha con voz triste-; pero no os lo
aconsejo. Mejor es que os busquis otro alojamiento.
- Por qu? -pregunt el prncipe.
- Mi madrastra tiene malas tretas y odia a los forasteros contest la nia
suspirando.
Bien se dio cuenta el prncipe de que aquella era la casa de una bruja; pero como
no era posible seguir andando en la noche cerrada, y, por otra parte, no era
miedoso, entr. La vieja, que estaba sentada en un silln junto al fuego, mir a los
viajeros con sus ojos rojizos:
- Buenas noches! -dijo con voz gangosa, que quera ser amable-. Sentaos a
descansar-. Y sopl los carbones, en los que se coca algo en un puchero.
La hija advirti a los dos hombres que no comiesen ni bebiesen nada, pues la
vieja estaba confeccionando brebajes nocivos. Ellos durmieron apaciblemente
hasta la madrugada, y cuando se dispusieron a reemprender la ruta, estando ya
el prncipe montado en su caballo, dijo la vieja:
- Aguarda un momento, que tomars un trago, como despedida.