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SUJETO, OBJETO Y REFLEXIVIDAD


Mariano F. Enguita

Seminario-homenaje a Jesús Ibáñez, sesión del 14 de mayo de 1994: “Sociología crítica, crítica de la
sociología”.

Publicado en F. ALVAREZ-URÍA, ed., Jesús Ibáñez: Teoría y práctica, pp. 317-32, Madrid, Endymión,
1997.

Toda actividad humana, sea práctica, simbólica o incluso imaginaria, es acción de alguien sobre algo o

alguien, incluido sobre sí mismo. En ella pueden distinguirse, pues, en todo caso a efectos analíticos y en muchas

circunstancias a efectos pragmáticos, sujeto y objeto. La sociología, como conocimiento de la sociedad, no escapa

a esta característica, y en ella podemos discernir como figuras separadas al sujeto que conoce, el sociólogo, y el

objeto conocido, la sociedad. Puesto que el sociólogo es a su vez parte de la sociedad, es decir, puesto que el

sujeto es parte del objeto, la sociología puede verse como un proceso por el cual la sociedad se observa, se analiza

y trata de comprenderse a sí misma. "Un sociólogo es un dispositivo de reflexividad. A través de él la sociedad

reflexiona sobre sí."1 Por supuesto, no es el único método del que se sirve para hacerlo, pues también cuenta con

el sentido común y con otras ciencias sociales, pero la sociología se diferencia del primero por su carácter

sistemático y su procedimiento científico y de las últimas por su carácter globalista, lo cual la convierte en el

medio principal de reflexividad de la sociedad.2 La reflexividad así entendida, como reflexión sobre sí, no es, sin

embargo, una característica distintiva ni exclusiva de la sociología ni de la sociedad, puesto que el pensamiento

en su conjunto, y la ciencia en su conjunto, pueden considerarse, al mismo título, como formas de reflexividad de

la vida, la naturaleza o la materia. La diferencia estriba en que el objeto de la sociología, la sociedad (o la acción

social, los actores sociales, etc.) puede descomponerse también, a su turno, en sujeto y objeto de la acción reflexi-

va, mientras que el objeto de las ciencias naturales ya no puede ser sometido a una descomposición ulterior,

porque es pura materia (incluso si se trata de materia viva). Esto modifica a su vez la relación global sujeto-objeto

primeramente considerada, es decir, la relación entre la sociología como ciencia y la sociedad como objeto de

conocimiento.

1
Ibáñez, 1985: 3.
2

La sociedad es a la vez sujeto y objeto del pensamiento y de la acción porque se piensa o, al menos, se

representa a sí misma. Tanto da, a estos simples efectos, que lo veamos en la perspectiva de la acción, como

conducta con sentido, del individuo, como autor y actor de sus actos, o de la colectividad, como sociedad y cultura.

La condición doble de esta separabilidad reside en el lenguaje y el trabajo, que permiten, como vimos en su

momento, objetivar la conducta y, con ello, subjetivar el pensamiento, si bien esto no debe llevarnos a olvidar que

una y otro, la conducta y el pensamiento, son dos facetas de una misma realidad: "Pensar y ser están, pues,

diferenciados y, al mismo tiempo, en unidad el uno con el otro."3 Esta diferenciación abre la posibilidad de que

la conducta y su representación no coincidan, es decir, de que aquélla no responda adecuadamente a ésta o que

ésta no refleje fielmente a aquélla. Entonces se plantea el problema de la relación entre la "apariencia" y la mal

llamada "realidad" (mal llamada por cuanto que la apariencia es parte de la realidad). Sea designándola como

"idola" (Bacon),4 "ideología" (Marx),5 "preconceptos" (Durkheim),6 "racionalizaciones" (Freud),7 "motivos pre-

textados" (Weber),8 "modelos heterónomos" (Elias)9 o de cualquier otr forma, la sociología ha señalado una y otra

vez que la apariencia vela o puede velar la realidad para el actor social, sujeto-objeto del conocimiento. "Si el

mundo sólo fuera apariencia no habría posibilidad de mejor sociología que el sentido común",10 dice Pérez-Agote.

También podría decirse lo mismo si el mundo sólo fuera "esencia". O, mejor aún: si el mundo sólo fuera esencia

no habría mejor sentido común que la sociología. O bien: si esencia y apariencia sociales fuesen una misma cosa,

sociología y sentido común también lo serían... momento en que ya debe resultar evidente la confusión entre la

relación sujeto-objeto dentro del sujeto, o sea, aquí, en la actividad de conocer, y la relación sujeto-objeto dentro

del objeto, o sea, en la sociedad. La "apariencia" es distinta de la "esencia", si se nos permite esta taquigrafía de

resonancias metafísicas, en cualquier esfera de la realidad: lo mismo puede tratarse de la astronomía (el sol girando

alrededor de la tierra o la tierra alrededor del sol), de la química (las aleaciones como nuevos elementos o como

2
Giddens, 1987: 21.
3
Marx, 1977: 147.
4
Bacon, 1892, XLIII.
5
Marx y Engels, 1972, passim.
6
Durkheim, 1970: 66.
7
Jones, 1908.
8
Weber, 1977: I, 9-10.
9
Elias, 1982: 19.
10
Pérez-Agote, 1989: 159.
3

mezclas), de la biología (la reproducción humana como asexual o sexual) o de cualquier otra ciencia natural, que

de la economía (la moneda como dinero o como medio de pago), la antropología (el potlach como dispendio

irracional o como seguro de la comunidad y afirmación de la jerarquía), la sociología (la compraventa de fuerza

de trabajo como intercambio de equivalentes o desigual) o cualquier otra ciencia social. La diferencia no está en

el binomio apariencia-"esencia" en sí, sino en que, en el caso de las ciencias sociales y sólo en él, ese binomio se

reproduce dentro de la "esencia", o dentro de la "realidad". El sol y los planetas, el cloro y el sodio, los

espermatozoides y los óvulos no tienen opiniones sobre sus relaciones mutuas, luego no pueden verse influidos

por ellas; los compradores y los vendedores, los ricos y los pobres de la tribu, los empresarios y los asalariados,

en cambio, sí que las tienen, y de ellas depende en parte su conducta. Pero la inexistencia de una "apariencia" que

medie la acción de los cuerpos astrales, los elementos químicos o las células sexuales no hace que el sentido

común coincida con la ciencia. La diferencia entre la naturaleza y la sociedad es que en el interior de la primera

no hay dualidad sujeto-objeto, pues ésta sólo aparece cuando alcanzamos el nivel psico-social. Pero si, en lugar

de las realidades natural y social, comparamos las ciencias naturales y las ciencias sociales, entonces ambas

pueden ser concebidas como relaciones sujeto-objeto, pues en ambos casos hay un sujeto que conoce y un objeto

de conocimiento, aunque sólo el objeto de las ciencias sociales se vuelve a desdoblar como sujeto y objeto para

sí mismo. (El sujeto se desdobla en ambos casos, pero sobre esto volveremos luego.) El binomio [sujeto]-[objeto]

que se da en todo proceso de conocimiento se despliega, para las ciencias naturales, como [sujeto (sujeto-objeto)]-

[objeto] y, para las ciencias sociales, como [sujeto (sujeto-objeto)]-[objeto (sujeto-objeto)]. El segundo paréntesis,

relación interna dentro del segundo término de la relación sociología-sociedad, es lo que distingue especialmente

a la sociedad como realidad reflexiva y a la sociología como ciencia reflexiva.

Esta diferencia está preñada de consecuencias, pero en primer lugar debemos señalar una: el científico

social tiene que apartar la apariencia y explicar la realidad; el sociólogo tiene que separar la apariencia, volver a

integrarla en la realidad y explicar ambas.11 Como el científico natural, el científico social debe evitar tomar la

apariencia por la realidad, pero, puesto que hay dos sujetos: el sociólogo que investiga y el actor consciente,

también hay dos apariencias: la forma en que la conducta del actor aparece para el observador y la forma en que

11
Beltrán, 1991: cap. I.
4

aparece para el actor mismo. (O tres, pues, "se ha dicho que cada uno es tres personas: lo que piensa que es, lo

que los otros piensan que es, y lo que él piensa que otros piensan que es. La cuarta -lo que realmente es- es

desconocida; posiblemente no existe-."12 O sea, que a las dos apariencias citadas hay que sumar la apariencia de

la apariencia, lo que el sociólogo cree que el actor cree sobre su conducta; pero aquí y de momento nos

conformaremos con aquellas dos.) La primera, la apariencia de la conducta ante el investigador, genera un

problema de técnicas de observación; la segunda, la apariencia de la conducta ante el actor o ante los otros actores,

un problema de interpretación. El sociólogo suele ser (aunque no siempre) perfectamente consciente de que existe

la primera. "El inconveniente radica en que el sociólogo interpreta teóricamente la conducta de seres humanos que,

a su vez, realizan continuamente interpretaciones teóricas de sus conductas recíprocas. [...] El peligro reside en

que el sociólogo tome como prueba de la existencia de una relación social la creencia que observa en los actores."13

Pero, al mismo tiempo, el sociólogo no puede permitirse desechar simplemente esta apariencia, esta

autopercepción del objeto como sujeto, pues ella también forma parte de la realidad que estudia. "La ciencia social

no sólo debe, como pretende el objetivismo, romper con la experiencia indígena y la representación indígena de

esta experiencia; necesita además, por medio de una segunda ruptura, poner en cuestión los presupuestos inhe-

rentes a la posición del observador 'objetivo' que, atado a interpretar las prácticas, tiende a importar al interior del

objeto los principios de su relación con el objeto."14

La falta de reconocimiento de la dualidad sujeto-objeto en la actividad sociológica, o sea, en la relación

entre la sociología y la sociedad, o en el interior de cualquiera de sus términos, es decir, en el interior de la

sociología o en el interior de la sociedad, provoca diversas deformaciones unilaterales de la actividad sociológica.

La primera de ellas y la más común es el empirismo, que ignora o trata de ignorar el primer término de la relación.

Según Castells e Ipola, la eliminación alternativa del sujeto o del objeto da lugar al empirismo o al formalismo.

"El empirismo es aquella representación de la práctica científica que, presuponiendo que el conocimiento está

contenido en los hechos, concluye que lo propio de la investigación científica es limitarse a comprobarlos, reunir-

los y sintetizarlos [...]."15 Todo el esfuerzo que dedica al refinamiento de las técnicas no tiene otra finalidad que

la evacuación total del sujeto del proceso de conocimiento e investigación. Pero, una vez eliminado el sujeto-

12
Frank Jones, sobre el pintor Marshall Glasier. Citado por Gerth y Mills, 1971: 101-102.
13
Rex, 1971: 53.
14
Bourdieu, 1980: 46.
5

sociólogo, la misma unilateralidad se traslada al interior del objeto, sea la sociedad, el actor o la acción. Cuando

se prescinde, en esa relación dentro de la relación, del sujeto; es decir, cuando se prescinde de la cultura, de la

voluntad o del sentido, es cuando el investigador se queda o cree quedarse propiamente con los "hechos", a la

manera antes descrita. El empirismo se manifiesta entonces como objetivismo. Pero es posible también un

empirismo que trate de reducir la dualidad del objeto-sociedad en sentido contrario, prescindiendo de su carácter

objetivo, para contemplarla sólo como sujeto, como mera representación: es el caso de la sociología fenomenológi-

ca (en un sentido amplio: sociología humanista,16 etnometodología,17 dramaturgia).18 "Lo que podemos etiquetar

ampliamente como 'etnometodología' puede caracterizarse como una forma de empirismo radical que se niega a

aceptar las pretensiones por parte de las abstracciones teóricas y los métodos de investigación dominantes de

alcanzar algo que podamos llamar 'realidad'."19

"Los obstáculos a la cultura científica", dice Bachelard, "se presentan siempre por pares" (como las

desgracias y la guardia civil), tanto que "podría hablarse de una ley psicológica de la bipolaridad de los errores".20

El error opuesto al empirismo es, claro está, el del idealismo o el teoricismo, que numerosos autores llaman

formalismo. Si el empirismo intenta ignorar al sujeto de la relación de conocimiento, el teoricismo se permite

prescindir del objeto. "Allí donde el empirismo soslaya el momento específico de la construcción teórica, el

formalismo tiende a eliminar, o en todo caso a subordinar, el proceso de producción efectiva (construcción +

demostración) del conocimiento de hechos y coyunturas reales."21 Pero el sujeto del primer binomio sujeto-objeto,

como ya se dijo, puede a su vez desdoblarse de la misma manera. El sociólogo, sujeto cognoscente de la primera

relación, puede contemplarse meramente como tal o convertirse en objeto de conocimiento para la sociología

misma. Lo primero nos mantiene en el problema de la validez del conocimiento, y de ello se ocupa la episte-

mología; lo segundo nos lleva a la cuestión de su génesis, y es cuando entra en juego la sociología de la sociología,

o la sociología del conocimiento aplicada al conocimiento de la sociología. La pertinencia de la epistemología no

15
Castells e Ipola, 1975: 168.
16
Schutz, 1974.
17
Garfinkel, 1967.
18
Goffman, 1959.
19
Collins, 1975: 7-8.
20
Bachelard, 1974: 23.
21
Castells e Ipola, 1975: 175-176.
6

necesita ser subrayada en el contexto de una discusión sobre la sociología, pero la de la sociología de la sociología

sí, pues "los intelectuales dedicados a las ciencias sociales han estado tan ocupados en el examen de la conducta

de los demás, que olvidaron en gran medida estudiar sus problemas, su situación y su conducta propios",22

evitando así "examinar nuestras propias creencias como ahora examinamos las de los demás".23 Aquí también es

posible la opción unilateral, que conduce alternativamente al formalismo y al relativismo. El primero, la variante

del teoricismo para la que preferimos reservar en exclusiva el nombre de formalismo, ignora que el sujeto de

conocimiento es también objeto y lo contempla exclusivamente como un despliegue del pensamiento, tomando

"las cosas de la lógica por la lógica de las cosas".24 El segundo cree poder prescindir del problema de la validez,

o de la objetividad del conocimiento (sea cual sea el criterio de ésta, que todavía no vamos a abordar) tomando

el atajo de su imputación al interés, de la argumentación ad hominem.

Esta última vía tiene un particular interés, pues conduce a una paradoja de difícil resolución. Como se

ha dicho, las explicaciones sociológicas son "infecciosas", y una vez que se empiezan a usar "se hace muy difícil

librarse uno mismo de las explicaciones elaboradas para la posición de los demás."25 La sociología parece

condenada a convertirse más tarde o más temprano en sociología del conocimiento, y ésta en sociología de la

sociología (lo que podría interpretarse como una forma de terminar mirándose el ombligo, pero también como una

actitud de autovigilancia). Una vez que hemos mostrado, o creído mostrar, que otras interpretaciones han resultado

erróneas, o que fueron determinadas por factores extracientíficos, ¿qué confianza podemos ya tener en que las

nuestras resulten acertadas o que sean la simple obra del espíritu? Lo primero estaría ya por entero fuera de lugar:

Bachelard ya dijo que el "primer conocimiento" es siempre "un primer error",26 y Popper que la teoría o la hipótesis

"siempre es provisional".27 Lo segundo tampoco ha tenido mucho éxito, aunque intentos no han faltado. Hegel,

por ejemplo, trató de colocarse a sí mismo en la cúspide de la historia de la filosofía y al margen de la filosofía

de la historia recurriendo al expediente de identificar su sistema con el espíritu absoluto, pero casi nadie le dio

22
Merton, 1972: 213.
23
Gouldner, 1979: 444.
24
Bourdieu, 1980: 82.
25
Berger y Kellner, 1985: 95.
26
Bachelard, 1976: 65.
7

crédito, ni después ni probablemente entonces. Marx creyó que la garantía de verdad del conocimiento era

precisamente lo que otros consideraban su flaqueza: situarse en la perspectiva de un actor social, en este caso un

actor social "al margen" de la sociedad, el proletariado, pero todos los argumentos sobre el carácter especial de

este grupo han perdido su fuerza. Como señaló Mannheim: "Nada impide a los adversarios del marxismo servirse

de ese arma ['el análisis del pensamiento y las ideas en términos de ideología'] y aplicarla al mismo marxismo",28

y a la larga éste ha tenido que admitir que no hay una "ciencia proletaria", y que la perspectiva de la clase obrera

no es ni mejor ni peor que la de cualquier otro grupo social, lo mismo que la perestroika hubo de proclamar que

los intereses de clase no podían ser puestos por encima de los derechos humanos. El propio Mannheim recurrió

a un razonamiento tan poco fundado como el de Marx y pero mucho más evidente y efímero: la falta de vínculos

de la freischwebende Intelligentsia,29 y Merton lo comparó razonablemente con las hazañas del barón de

Munchhausen, que afirmaba haberse sacado de las aguas de un pantano tirando por sí mismo de sus propias pati-

llas.

Podemos ver los cuatro "ismos" mencionados como resultado de la absolutización o relativización del

sujeto o del objeto. El formalismo absolutiza al sujeto como sujeto, lejos del objeto e indiferente a él, teoría sin

contacto con la realidad. El objetivismo absolutiza el objeto como objeto, lejos de la mediación del sujeto, los

hechos purificados. El relativismo relativiza el carácter subjetivo del sujeto al contemplarlo como objeto, como

algo que está determinado extrateóricamente; refiere la actividad del sujeto a la determinación del objeto, el

conocimiento al interés, El fenomenologismo relativiza el carácter objetivo del objeto al contemplarlo como sujeto,

como algo autodeterminado; refiere la realidad del objeto a la mediación del sujeto, el interés al conocimiento. Los

movimientos relativizantes, en cualquiera de las dos variantes opuestas consideradas, engullen e incluyen al

extremo opuesto. Cada uno comprime el escenario al que se aplica y hace entrar por los bastidores la otra parte

oculta, al paso que sitúa como resultado o proyección lo que comprime y como factor, mediador o fondo lo que

invoca en su contra. Así, el relativismo, que es relativismo del sujeto, le resta autonomía y lo condiciona al objeto;

el fenomenologismo, que lo es del objeto, cercena su independencia y lo presenta mediado por el sujeto. Puesto

que cada uno incluye a su contrario, el sujeto al objeto o el objeto al sujeto, tanto el relativismo como el

27
Popper, 1973: 112.
28
Mannheim, 1966: 129.
29
Mannheim 1966: 57-58.
8

fenomenologismo son, digámoslo así, autosuficientes. El formalismo y el objetivismo, en cambio, niegan o ignoran

por entero la otra parte de la relación: la ignoran o pretenden ignorarla en la relación principal sociología-sociedad

y la niegan en la relación interna al extremo que les sirve de escenario. El formalismo ignora la sociedad como

realidad empírica y niega el carácter objetivo de la teoría; el objetivismo trata de ignorar la mediación de la teoría

y niega la dimensión subjetiva de la conducta empírica. Ambos quedan, pues, por entero incompletos y se llaman

bramando, a la manera de los versos bíblicos, "como el ciervo por el agua clara". Una falsa dicotomía contra la

que el pensamiento social está advertido tiempo ha: "Al espiritualismo abstracto se opuso el abstracto materia-

lismo";30 a dios (la teoría, el sujeto), la naturaleza (la sociedad, el objeto); la misma escisión sobre la que llamó

la atención y que criticó C.W. Mills entre la "Gran Teoría" codificada por Parsons y el "empirismo abstracto"

encabezado por Lazarsfeld.31

El desdoblamiento interior de los términos del primer binomio sujeto-objeto, o sociología-sociedad,

permite comprender mejor la interacción entre ellos. Sin tomarlo en consideración podemos ya suponer que la

sociología responde de un modo u otro a los problemas, los impulsos, las necesidades y los deseos de la sociedad

de la que forma parte; que es, por decirlo al modo hegeliano, "su tiempo expresado en el pensamiento". En sentido

contrario, el conocimiento sociológico influye sobre la sociedad, sus resultados se incorporan de una manera u otra

y en uno u otro grado a la conciencia social, de manera que las ideas sociológicas son también hechos sociales.32

Pero podemos y debemos ir más lejos. Porque la sociedad no es un simple objeto pasivo para la sociología, sino

igualmente sujeto ante ella e incluyéndola a ella, puede actuar sobre ella en cuanto objeto e influir en ella en cuanto

sujeto. Lo primero sucede cuando diversos mecanismos institucionales empujan a la sociología en un sentido u

otro, orientando su actividad o encauzando y poniendo límites a su desarrollo. "La sociología reflexiva [...]

reconoce que en todo sistema social existe una inevitable tendencia a cercenar la autonomía del sociólogo."33 Lo

segundo tiene lugar cuando los valores de la sociedad, o de una parte de la sociedad, como valores de la profesión

sociológica, o de una parte de ella, orientan su investigación: "en el campo de las ciencias sociales la motivación

para el desarrollo de problemas científicos se da siempre por 'cuestiones' prácticas. Por consiguiente, la mera

30
F. Engels: "Esbozo de crítica de la economía política", en Marx et al., 1970: 118.
31
Mills, 1969.
32
Goldthorpe, 1982: 38.
9

aceptación de un problema científico coincide íntimamente con una orientación determinada de la voluntad de seres

vivientes."34

Si se considera la sociedad solamente como objeto, la sociología se convierte en un instrumento de

intervención desde el exterior, de manipulación tecnocrática. El objetivismo elide la capacidad de percepción y

de decisión de los actores sociales, o la concibe de manera puramente mecánica, como reacción a estímulos

externos, puestos por otro. "Todo conocimiento objetivista encierra una pretensión a la dominación legítima."35

Da lugar a ese deseo de manipulación de la realidad que se percibe desde el materialismo mecanicista francés,

pasando por la educación negativa de Rousseau, hasta llegar, de un lado, a toda especie de ingenierías y tecnolo-

gías sociales, y, de otro, a los debates sobre cómo lograr la aparición del "hombre nuevo" en el socialismo. Si, por

el contrario, consideramos a la sociedad como sujeto, el conocimiento sociológico queda a disposición de los

actores sociales, individuales o colectivos, cualesquiera que éstos sean. "A través del sociólogo, agente histórico

históricamente situado, sujeto social socialmente determinado, la historia, es decir, la sociedad en la que ella se

sobrevive, se vuelve un momento sobre sí misma, se refleja y reflexiona sobre sí; y, por medio de él, todos los

agentes sociales pueden saber un poco mejor lo que son y lo que hacen."36

El círculo se cierra cuando cada una de las partes registra sus efectos sobre la otra. El sociólogo, lo quiera

o no, aunque raramente de la manera en que quiere, si es que lo quiere, influye sobre su objeto, la sociedad, tanto

en el proceso de producción del conocimiento como con la difusión del conocimiento producido. En el acto de

investigación por cuanto que, de un modo u otro, transmite sus expectativas al objeto investigado. Este es el

sentido de la crítica de la administración de pruebas como situación asimétrica que entraña una relación de poder,37

las "características de la demanda"38 o el "efecto del experimentador".39 Posteriormente, en virtud de la transmisión

del conocimiento por unos u otros medios, porque las teorías sociológicas, o al menos una parte de ellas, llegan

33
Gouldner, 1979: 451.
34
Weber, 1984: 126.
35
Bourdieu, 1980: 49.
36
Bourdieu, 1982: 29.
37
Labov, 1985.
38
Orne, 1962.
39
Rosenthal, 1966.
10

incorporarse a la "realidad" social;40 es decir, a la otra parte de la realidad, a la que han tomado como objeto. Es

lo que Bourdieu, en vena althusseriana, llama el "efecto de teoría": "A medida que la ciencia social progresa, y

que progresa su divulgación, los sociólogos deben contar con encontrar cada vez más a menudo, realizada en su

objeto, la ciencia social del pasado."41 "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos;

de lo que se trata es de transformarlo,"42 escribió un día Marx. Pero, aunque no se lo hubiera propuesto con tanto

ahínco, su teoría probablemente lo habría hecho, o habría contribuido a hacerlo, como sin duda lo hicieron otras

con menos vocación transformadora, como la "mano invisible" de Smith o la "moralidad" kantiana. El sociólogo,

pues, debe reajustar permanentemente sus técnicas de investigación y aun su concepción del objeto investigado

para tomar en cuenta los efectos de la producción y distribución del conocimiento sociológico, en particular para

evitar influir en los resultados de la investigación con sus hipótesis previas, implícitas o explícitas, y porque la

sociedad, los actores sociales colectivos y los individuos constituyen un objeto cada vez más consciente de sí

mismo (lo que no quiere decir acertadamente conscientes -ni lo contrario).

En sentido inverso, los actores sociales pueden registrar sus efectos sobre la sociología, o en general

sobre la ciencia social, tanto en el acto de investigación como, más allá de éste, mediante el conocimiento en él

producido. Cuenta Lienhardt que los habitantes de Tierra del Fuego revelaron años más tarde que habían contado

a Darwin y a sus acompañantes lo que entendieron que querían oír (por ejemplo, que eran antropófagos, ante la

insistencia con que preguntaban al respecto) y diversas historias fantásticas para divertirse viendo cómo las

tomaban en serio.43 Todavía se reían medio siglo después, al parecer, los samoanos de lo que habían a Margaret

Mead durante su breve y no muy modélica estancia de campo en la isla, que también había sido exactamente lo

que ella quería oír44 (lo que no impidió, por cierto, que la obra surgida de ahí alcanzara una enorme influencia no

sólo en la antropología, sino en la sociedad en general, particularmente por su oportunidad en el debate sobre los

efectos alternativos de la naturaleza y la cultura, o de la herencia genética y el ambiente social). Más cerca de estos

pagos y de nuestros días, creo que empezamos ya a ver cómo el objeto de la investigación sociológica está

40
Pérez-Agote, 1989: 98.
41
Bourdieu, 1982: 17.
42
Marx y Engels, 1972: 668.
43
Citado por Pérez-Agote, 1989: 98.
44
Freeman, 1985.
11

aprendiendo a manipular los instrumentos de investigación. Esto resulta manifiesto, en mi opinión, en las

encuestas y otras investigaciones sobre necesidades sociales, en las que los investigados tienden a inflar su

percepción de éstas (por ejemplo, en las encuestas que preguntan por el desempleo) o sobre actitudes individuales

en torno a las cuales se da una conciencia social particularmente candente en torno a cuáles son las "políticamente

correctas" o "incorrectas" (por ejemplo, en las encuestas sobre sexismo y, más recientemente, sobre racismo).

Asimismo, me parece ya hemos comenzado a asistir, y cada vez sucederá en mayor medida, a la manipulación

consciente aunque no coordinada de las encuestas de intención de voto por los encuestados, que quizá las empie-

zan a emplear para lanzar mensajes de advertencia a sus propias opciones preferidas, como ya venía sucediendo

con las elecciones de menor relevancia práctica. El objeto también pude influir, claro está, sobre la conducta del

sujeto. Sólo que si el objeto de la investigación sociológica es a la vez sujeto y objeto pensante y actuante, el

sujeto de esta relación es sujeto y objeto del conocimiento, pero no de la acción. El sujeto de la acción es el

político, y también sobre éste puede influir el objeto-sociedad al ser investigado, es decir, como objeto del

pensamiento y no de la acción. Esto sucede tanto cuando el sujeto de la acción, el político, busca ya previamente

orientar aquélla de acuerdo con las manifestaciones del objeto de la investigación (gobernar o legislar "a través

de encuestas") como cuando el resultado de ésta da al traste con medidas ya tomadas o provoca otras nuevas (por

ejemplo, cuando produce la congelación de un proyecto legislativo o provoca la anticipación de unas elecciones).

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