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2066 Loquentes linguis Studi linguistici e orientali in onore di Fabrizio A. Pennacchietti Linguistic and Oriental Studies in Honour of Fabrizio A. Pennacchietti Lingvistikaj kaj orientaj studoj honore al Fabrizio A. Pennacchietti A cura di/edited by/redaktis Pier Giorgio Borbone, Alessandro Mengozzi, Mauro Tosco 2006 Harrassowitz Verlag - Wiesbaden 218 Simone Cristoforetti Cristoforetti, S. (2000). Forme “neopersiane” del calendario “zoroastriano” tra Iran e Tran- soxiana, Venezia. EI? = Encyclopédie de l'Islam, deuxitme édition. Leyde-Paris, Fahd, T. (1968). Le panthéon de I’Arabie centrale d la veille de V'Hégire. Pacis. Gabrieli, F. (1975). Viaggi e viaggiatori arabi. Firenze. ‘yon Grunebaum, G.E. (1951). Muhammedan Festivals. London-Totowa [rist. 1976]. Guidi, I. (1878). ‘La descrizione di Roma nei geografi arabi’, Archivio della Societa Romana di Storia Patria 1: 173-218. Lammens, H. 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Primitiva en términos absolutos, en el sentido de primera o anterior, lo es, pero a la vez es persistente, como se puede apreciar en la trasbumancia que ha durado hasta nuestros dias en zonas de baja pluviometria y que sélo la industria del pienso para animales o el almacenamiento de forraje hace inne- cesaria, De hecho, la organizacién urbana es un fenémeno posterior, que surge del sistema de vida m6vil y de su transformacién en raz6n de la evolucién del ser bu- mano (revolucién neolitica) y que se repite cada vez que se produce un movimiento de pueblos, bien sea por inmigracién, por invasién o por simple desarrollo socio- econémico interno. A partir de ese momento se configura el dimorfismo antes alu- dido, La sedentarizacién total, la conversién de toda la poblacién en urbanita o se- dentaria seré un fendmeno cultural tardfo, que se apoyaré en un dimorfismo paralelo: ciudad // aldea, que de alguna manera reproduce el anterior y supone Ja conversién del campamento de tiendas en establecimiento fijo. Como sistemas de agrupacién humana que son, los dos suponen una organiza- cién propia de las relaciones de poder. En el caso del modo de vida mévil y libre, y dado, su dimensién obligadamente reducida, el sistema de relaciones de poder viene impuesto por la estructura famsiliar: el padre, sefior y duefio, es por definicién el jefe 1 Sobre el dimorfismo ‘sedentario/(semi-)ndmada’ véase iltimamente los estudios publicados por Brands-Karlsson 2001, Para una bibliografia bésica sobe el tema cf. Liverani (2003: 954.955; 1997: 44-48). Una nueva vision del fenémeno se oftece en Nicolle 2004 (en particular'los tra- bajos de A. Porter, ‘The Urban Nomad: Countering the Old Cliches’: 69-74; S.B. Murphy, ‘Frontier as an Interpretative Key of Relationship between Nomads and Sedentaires in Ancient ‘Mesopotamia’: 75-80); Yadin 1979; Amiet 2002. 220 Gregorio del Olmo Lete absoluto. Pero cuando la agrupacién humana transciende la unidad familiar, se im- pone la creacién de un sistema de poder nuevo que recree la unidad de decisién: el poder se define esencialmente por ésta unidad (total o compartida). En Ja sociedad urbana el sistema aboca a la creacién del sistema mondrquico, en el que el rey de- tenta la totalidad del poder. Pero se trata de un sistema tan radicalmente opuesto al de familias o clanes, al que anula por completo al imponer una ‘familia’ sobre las demés, que se ha intentado siempre descubrir el mecanismo que ha llevado a tal im- posicién y a su aceptacién. De hecho, la literatura oriental se muestra consciente del problema aqu{ implicado, a la vez que nos testifica la existencia de un sistema inter- medio que sirvié de puente en esa transformacién del orden de relaciones de poder: ‘el consejo de ancianos’, sistema que también se da en su momento en Grecia y en otros muchos sitios. En este sentido, los clisicos estudios de Jacobsen representan Ia formulacién mas sistemética y licida, y constituyen el mejor punto de partida y referencia para en- tender aquella realidad? Dicho autor ve reflejado en el mito un sistema de poder ba~ sado en ‘la asamblea de ancianos’ de la que emerge por consenso 0 reconocimiento la ‘eleccién’ de un lider o ‘sefior’ (en/bélum), con una funcién provisional y siempre referida a aquélla, en casos de crisis administrativa intema. Es elegido por demostrar poseer las adecuadas habilidades, incluso mégicas, para asumir tal funcién y garanti- zar el adecuado fancionamiento, sobre todo, en el ambito de la convivencia y de la fertilidad. En el caso de crisis o ataque extemo, la eleceién recae sobre un lider guer- rero 0 ‘rey’ (lugal/Sarrum), capaz de hacer frente a un enemigo que amenaza la su- pervivencia de la comunidad. En todo caso, la provisionalidad de la funcién es esen- cial, con retorno del poder a la estructura asamblearia bésica, una vez superada la crisis que motivé la eleccibn del lider. El posterior desarrollo, reflejado sobre todo en la épica, tenderd a buscar la permanencia y continuidad en base a las estructuras domésticas que rodean al ‘rey’ primitivo (mesnada y palacio) y al reclamar éste de- tentor una sancién divina que fija el derecho de sucesi6n: el principio dindstico. El rey, nacido de la guerra, asume abora la triple funcidn de gerente, juez’ y protector de la comunidad por gracia divina. El paso tiltimo seré aquél que lleve de la realeza al ‘imperio’, proyectando 1a comunidad més alld de si misma. Se consuma asi el paso del ‘consenso’ a Ja ‘fuerza’. Pero tan consistente estructura de poder no esca- paré al riesgo constante de la rebelién y la usurpacién, que cuestionan su persistencia y continuidad. 2 Cf Jacobsen 1943, citado por W.L. Moran (ed.), Toward the Image of Tammuz and Other Es- says on Mesopotamian History and Culture: 132-156); 1957 (= ibd: 157-172). Cf. Finet 1982, sobre las figuras dei poder local y su dependencia del poder central y de la asamblea de an- cianos y ciudadanos. El aspecto ‘judicial’ parece ser el que mejor matiene, a lo largo de la historia mesopotémica, su estructura asamblearia ciudadana, al margen del sistema de la justicia ‘regia’; cf. Jacobsen (1943: 132ss.); véase tiltimamente, sobre todo pare la tradicién ugatitica y hebrea, Loretz 2003 (Teil 3, Kénige als gerechte Richter: 337ss.); también Lafont 1998. De la tienda al palacio // de la tribu a la dinastia 221 En las paginas que siguen pretendemos documentar la evolucién de dicho si- stema (sobre todo en su etapa intermedia) dentro de todo el Ambito oriental ¢ insistir en el mecanismo ideolégico que afianza la consistencia del poder regio como poder absoluto. 1. La sociedad (semi-)némada familiar Las relaciones de poder en Ja sociedad semi-némada se basan, como deciamos, en la estructura familiar. La familia constituye la unidad de produccién y consiguiente movilidad, al margen de la posibilidad de reconocerse sus miembros como pertene- cientes a un grupo, clan o tribu, mas amplio con el que les unen relaciones de pa- rentesco, sobre todo de ascendencia, y la comunidad de habitat. Esto genera en prin- cipio relaciones de mutua ayuda y de seguridad, y puede conducir a emprender ac- ciones conjuntas, pero puede degenerar igualmente en conflicto de intereses. El po- der de los jefes de familia no se comparte o delega, solo llega a conjugarse. En este sentido los relatos patriarcales hebreos reflejan esta estructura de manera més vivida que los datos extraidos de los registros epistolares o administrativos de otros contex- tos histéricos.* De hecho, la sociedad semi-némada del Antiguo Oriente nos es conocida a través de su contacto con las sociedades urbanas de la época’ con las que mantiene una relacién de polaridad o dimorfismo, tanto integrada como conflictiva. En ellas se aprecia ya un cierto reagrupamiento de tipo ‘clénico’ que les permite enfrentarse de manera unitaria y masiva a la sociedad sedentarizada // urbana. Se constata asi un proceso continuo de etapas sociales evolutivas que abocard la unidad familiar semi- némada/pastori//trashumante/aldeana a su integracién urbana. La moderna sociedad ‘beduina’ mantiene o mantenfa hasta nuestros dias en gran medida Ja misma estructura social de organizacién y de poder. Pivota en torno al ‘sheikh’, en cuya tienda se reiinen diariamente los probombres de la tribu para di- scutir los asuntos que afectan al grupo. Su autoridad, aunque de alguna manera ‘ nastizada’ en su familia, que la hereda, dimana del reconocimiento de su ascenden- cia moral y de su arrojo en Ja defensa de los intereses de la tribu, demostrado incluso 4 Cf Jas descripciones clisicas de estas tradiciones en de Vaux (1975: 171ss.); Westermann 1976; y, habida cuenta del desnivel histérico, en la obra clésica de M, Freiherr von Oppenheim 1939; iiltimamente O. D’Hont, ‘Entre sédentarité et nomadism : éléments pour une défisition de ces deux termes pris dans Phistoire du peuplement de la moyenne vallée de I’Euphrate de- puis avénement d "Islam’, en Nicolle (2004: 13-24). Para una evaluacién critica de dichas tra~ diciones cf. Liverani (2003: 275ss. 13. Reduci e remanenti: ’invenzione di Patriarchi). Sobre Ia estructura de la sociedad némada semitica nor-occidental ef. las obras de O’Callagham 1948; Bucoellati 1966; Kupper 1957 y 1959; Giveon 1971. Dejamos fuera de nuestra conside- racién a los babirw/l"prm por consideratlos més bien un fenémeno sociol6gico; of. Bottero 1954; Loretz, 1984, 222 Gregorio del Olmo Lete desde su juventud por su valentia en las racias que la enfrentran a otras tribus. Re- sulta asi una figura en cierta manera carismatica, pero ligada en el ejercicio del mando al reconocimiento y colaboracién de los restantes ‘sub-sheikhs’.* Se com- prueba, no obstante, en el seno de esta sociedad, incluso en nuestro dias, el salto ala realeza en el caso de sheikkhs especiamente poderosos y ticos que son capaces de or- ganizar ‘reinos’ beduinos e implantar y hacerse reconocer por propios y extrafios stu preeminencia ‘regia’ (en nuestros dias con la complicidad interesada de potencias colonialistas), A ésta conduce Ja inicial ‘dinastizacién’ de que hablébamos més ar- riba, a través de un adecuado manejo de los instrumentos del poder militar y econd- mico, como supone también Jacobsen para los més remotos inicios de la realeza en ‘Mesopotamia, a partir de sociedades semi-némadas de tipo familiar.” 2. La sociedad proto-urbana transfamiliar En sociedades que ocupan las etapas iniciales del proceso de organizacién urbana en aldea (Liverani 2003a: 135ss.) se aprecian estructuras de poder que no manifiestan todavia las caracteristicas propias del sistema ‘monérquico’, peculiar de las so- ciedades urbanas plenas: concentracién y perduracién, Como apuntébamos mas ar- tiba, tales estructuras suelen configurarse como ‘consejo de ancianos’ con sistema de ‘eleccién’ 0 ‘aceptacién’ temporal de un ‘lider’, con delegacién temporal de ejerci- cio del poder. Se genera as{ una cierta estructura supra-familiar de poder, basada ge~ neralmente en la preeminencia o reconocimiento de la capacidad para resolver asuntos communes que afectan a la convivencia o salvaguarda del grupo, general- mente de cardcter ‘sapiencial’ o ‘militar’. Es lo que se denomina ‘principio del lide- razgo catismatico’® El carisma significa asi un principio de estructuracién de Jas relaciones de poder que se puede definir como ‘natural’ y racional, basado en la ca- pacidad demostrada del jefe. Se trata de un fenémeno social que se presenta como el primer paso en la evolu- cién de la organizacién de tales relacioues més alld y por encima de la estructura fa- miiliar, En el seno de ésta el carisma lo absorbe el paterfamilias (riqueza, experien- © C£ Oppenheim (1939: 22-36; ‘Das Wesen der Beduinen’): “Dem Schéch steht vor allem die Blutatistokratie seiner Familie und der Unterschéche zur Seite. Innerhalb dieser, aber auch den anderen Beduinen gengenilber is det Schéch jedoch primus inter pares. Seine Macht ist durch- aus patriarchalisob. Er witlt in erster Linie durch moralische Mittel” (Oppenheim 1939: 30). Cf. Jacobsen (1957: 145): “The tendency toward protecting the position they held also led the rulers to seck @ more independent and more stable basis for their power than of popular favor and election in the popular assembly”. ‘Aceste propésito véase la obra eldisica de M. Weber (1976) sobre el ‘carisma’. Para la figura del “lider carismatico’ en Israel véase del Olmo Lete 1973 y AA.VV., Types of Leadership in the Biblical Period. A Study Conference in Honour of ... David Ben-Gurion ... Publication of the Is- acl Academy of Sciences and Humanities, Jerusalem 1973 (en hebréo). ‘De la tienda al palacio // de la tribu a la dinastia 223 cia, sabidurfa, funcién religiosa, jefatura defensiva ...). El carismético supra-familiar surge en situaciones en las que la respuesta dada desde aquella estructura y su prima~ ria ¢ igualitaria organizacién en ‘consejo de ancianos’ es inadecuada. Significa una clara ‘personificacién del poder’ y su intensificacién y ampliacién. En tal sentido puede significar el punto de partida hacia la organizacién ‘regia’,’ pero de por si es uma estructuracién transitoria del poder que desaparece con su detentor; intransferi- ble, por tanto. En estas sociedades que podriamos definir como ‘proto-urbanas’, en camino ha- cia el urbanismo social consolidado, no sélo se construyen ‘casas’ para sustituir a las tiendas, sino que se organiza el poder a partir del organigrama del primus inter pa- ves. Lo que significa la coexistencia de dos sistemas de mando. Cada sociedad crea sus propias normas para regular Ia delegacién o trasvase del poder y su ejercicio, creando figuras a medio camino entre el paterfamilias y el rey (“ueces’, Sakkanakkid, LUGALs, ...), con cardcter aparentemente (s)electivo (0 asumido) y limitado en el tiempo. El sistema puede detectarse en muchas sociedades orientales, de manera més 0 menos clara, sobre todo por comparacién con su transformacién en etapas sucesivas, pero quizé el caso mas patente sea el de Emar, del que luego hablaremos. Vamos primero a considerar otros modelos anteriores igualmente significativos. Mesopotamia Un primer indicio de distincién entre el ‘monarca’ de la sociedad plenamenete ur- bana, tal y como lo recoge la historia, y la forma semi-nomada de régimen familiar, Jo tenemos en la ‘Lista de los reyes sumerios y asirios’ en sus diferentes tradicio- nes,!° Aun admitiendo el cardcter mAs o menos imaginativo o legendario de las cita- das listas, como un intento de reconstruir el remoto pasado del ejercicio del poder en la antigua Mesopotamia," en cuanto paso de lo legendario a lo histérico, oftecen no obstante elementos significativos sobre sus origenes. En primer Ingar, se ha de valo- rar la afirmacién de que la realeza, tanto antes como después del ‘diluvio’, ‘bajé del cielo’? Bs decir, la organizacién mondrquica, ligada a Ia estructura urbana, pues la ‘Véase a este propésito el relato sobre Abimelek, hijo de Gedeén (Jue 9). CE Grayson 1983; Weidner 1941-1944; Poebel 1942; Gelb 1954; Kraus 1965; Finkelstein 1966; Jacobsen (1973: n. 6, bibliografia); Brinkman 1973; Garelli 1985; Millard 1997; Reade 2001. Para una valoracién de estas listas véase Postgate (1999: 42ss,); Lafont 1995. ‘A este propésito concluye Finkelstein (1966: 99): “... the genealogical traditions of the ‘Hammurapi dynasty and those of the Assyrian King List — the frst two sections of which must almost cetainly be identified as the ‘Ahnentafel’ of Sam§i-Adad I are one and the same inso- far as they represent a consciousness of tribal origins”; también (1966: 116ss.) sobre el brigen y sentido en general de estas listas. La lista sumeria enumera tres reyes antiguos ‘divinos’, y los tiltimos, a partir de Ur-Naronau; cf. Jacobsen (1973: 89, 123ss, 151). Por otra parte, la elecci6n e instalacién del rey en su trono por parte de la divinidad es una constante en las tradiciones orientales. A modo de ejemplo véase el 224 Gregorio del Olmo Lete realeza baja a las ‘ciudades’, es de origen ‘divino’. Lo que significa la irrupcién de un elemento ‘extrinseco’ en el contexto de las relaciones sociales de poder vigentes en ese momento. Otro elemento interesante es Ja mencién de una antigua serie de ‘reyes pastores que vivian en tiendas’, frente a reyes que vivian en ciudades. Se trata sin duda de monarquias ‘domésticas’ y tal designacién tiene un valor diferente del titulo de ‘pa- stor’ atribuido a alguno, p.c., Dumuzi o Etana (‘que subié al cielo’).!? Entre los primeros se menciona, entre otros, a didanu, reflejo de una antigua tradicién que si- ta a los amorreos en esta region en época antigua. Dejando de lado la un tanto imaginativa interpretacién de Haldar,"* se puede ver en esta mencién la referencia a un estadio social preurbano,'* cuya estructura de poder se define, en términos homogéneos con el posterior urbano, como ‘realeza’, considerdndola como la tinica estructura valida de poder en la sociedad humana y dada desde ‘arriba’, Con lo cual se obvia la necesidad de justificar el cambio que la misma supuso. La evolucién del sistema politico en la antigua Mesopotamia queda magistral- mente recogida en los ensayos de Jacobsen citados mas arriba. En los mismos se de- soribe la organizacién de los primeros sistemas unificados de poder en los nficleos politicos emergentes de la primitiva cultura sumeria. Ebla La estructura del poder politico en Ebla resulta bastante imprecisa. A la cabeza de la misma aparece instalado el en, mientras diferentes fanciones administrativas son atribuidas a otros dignatarios: lugal, ugula, etc.'” La falta de una sucesi6n dind- stica clara, la aparente limitacién del mandato y la insistente mencién del ‘consejo de ancianos’ que flanquea al en, hacen supouer que es éste “is more likely the elec- inicio y final (lin. 1, 15-18) de ‘Das Ritual fiir die Krénung des Assurbanipal’, estudiado por Dietrich (2003). CE Jacobsen (1973: 73 [89], 81); Finkelstein (1966: 97): “It is less certain that they were con- sciously thought to have beeing ‘kings’ ruling over some known and defined city or territory; it is equally possible that they were conceived of as no more than tribal sheiichs or patriarchs”, Cf. Finkelstein (1966: 101); infra acerca de Didanu y su ‘clan’ en Ugarit; (y n. 32). Cf. Haldar (1971: 52): “When 17 early kings are said to have lived in tents, they may rather be characterized as warriors than as nomads”. CE. Jacquet (2002: 558s): “Cette errance semble s’étre accompagnée d’une division du pouvoir, ou du moins d'un flottement dans sa‘transmission ... A 1’époque oi les rois vivaient sous 1a tente, le groupe s'est scindé, au hasard de ses errances, en differentes branches dont plusieurs ont, semble-til, fondé une royauté particuliére qui finit par s’établir dan une région précise et une capitale, Babylone, Subat-Enlil, Mari, et Ugarit, en sont les principales attestations dans note documentation”; Poebel (1942: 252): “This interesting statement implies, of course, that the ‘kings’ of this first group did not reside continually at Assur, but were nomad rulers ...”. CE van Soldt 2001 (ug. sdinu); Pomponio 1984 y 1988; Seminara 1996 (lugal = Sarrum = ‘gobernador’, no estrictamente ‘rey”); Fleming (2000: 147, n. 25, dicho sentido ya en el far he- breo). De la tienda al palacio // de la tribu ala dinastia 225 ted president of a council of state”.'* No tenemos, pues, todavia en Ebla un claro modelo de poder regio consolidado. El, al parecer, predorsinante cardcter ‘comer- cial’ del estado eblaita, sin grandes implicaciones militares, no favorecié la implan- tacién de un poder absoluto centralizado. El en adquiere mAs bien un cardcter repre- sentativo y quizA sacro-religioso,"” mientras el poder politico lo ejerce en nomabre y bajo la tutela del consejo de notables. Las funciones del emporium son a su vez asu- midas por funcionarios especializados (lugal).” Cierto es que la existencia del ‘palacio’, con sus estructuras ‘dindsticas’ (p. e. el ‘mausoleo’ regio y la capilla pala~ tina [7]), aboga por la existencia de un estructura de poder ya personalizado”! Pero no sabemos hasta qué punto tal estructura palacial correspondia a un edificio de estado, administrative, mas que a un ‘palacio’ real. En este sentido, la interpretacién de los arquedlogos ha seguido quiz4 modelos preestablecidos, que el testimonio tex- tual no avala. Es posible que la instauracién de una auténtica monarquia absoluta haya que relegarla en el caso de Ebla a Ja época amorrea. Elio certificaria la persi- stencia de un urbanismo pre-mondrquico, como cabria apreciar en el caso de Mari, en el que perviviria la estructura ‘familiar’ del poder. La misma tradicién eblaita pa~ rece reconocer una primera etapa nomddica, de ‘reyes en tiendas’, segin el modelo para entonces arquetipico de la tradiciéa mesopotémica” Mari Mari presenta una situacién, en cuanto a la estructura del poder se refiere, similar a la de Ebla. Al periodo de neta implantacién mondrquica, a partir de Samsi-Addu y con su culminacién en Zimri-Lim, precede otro, el de los Sakkanakku, en el que el cardcter dindstico es mds impreciso. Incluso en el mentado periodo mondrquico se asiste a la emergencia de tal organizacin del poder a partir de la estructura tribal, que de manera marginal, pero masiva, esté presente durante el mismo. Los semi-né- madas juegan el papel de contrapeso, a favor o en contra, de la nueva organizacién 18 CE Adamthwaite (2001: 183: “Indeed, we may conclude, on balance, that the EN was not a sole monarch at Ebla, nor was there an ‘evolution’ from presidency to monarchy”; 185, 180ss, 193). Para la problematica que presentan los textos relacionados con la realeza eblaita véase Pettinato (1992: 275ss) y a mueva lectura de los mismos propuesta por Fronzaroli (1993). También: Bo- nechi 1997. Cf, Liverani (2003: 206, para la ambigiiedad de la titulatura regia en Ebla y posiblemente tam- bién en la Mari proto-dindstica, cf. an. 16-17). Sobre el ‘palacio de Bbla’ y sus estructuras ‘dindsticas’ cf, Matthiae (1977: 625s). | Cf. Bonechi (2001; 62): “I suggest that just before the destruction of the Palace G at Ebfa there was the belief that the Ebla dynasty, before ist occupation of the central mound of Tell Mardikh, was a line of rulers having a ‘semi-nomadic’ way of life in a region tha it may beve been the Syrian steppe ..”. 226 Gregorio del Olmo Lete monarquica del poder politico.” Pero tanto en la época proto-dindstica de Mari (con- temporinea de la Ebla) como en la época posterior de los Sakkanakiu la ambigiiedad y fluctuacién de denominacién™ nos advierten de su cardcter més 0 menos representativo o delegado del poder, si no mesopotémico, si divino. En este sentido es interesante la sugerencia que hace JM. Durand sobre el posible sentido de este nomibre peculiar: “Il faut donc déduire de tout cela que le titre de Sakkanakku & Maxi, s'il n’était point la marque d’une soumission 4 un autre roi, était la marque de ” certaines conditions locales précises de l’exercice du pouvoir. L’explication avancée, des lors, est que la véritable ‘roi’ de la ville était Dagan, le Dieu principal, appelé, ailleurs clairement par certains textes ‘Roi du pays’, et que, par contre, "homme exergant le pouvoir, ne se considérait que comme son ‘leiutenant’. Plusieurs paralléles suggestifs étaient fous, 4 Dér, A&Sur et ESnunna, toutes villes od, de fait, c’est la royauté du dieu de ia cité que est proclamée, non celle du prince” (Durand 1985: 148s.; Anbar 1985: 42). Es precisamente esta mentalidad la que domina el régimen carismatico de la ‘judicatura’ en el antiguo Israel y que se presenta como el argumento principal contra la instauracién del régimen regio- dindstico. El hecho de que los Sakkanakku (‘Gobernadores’) se presenten constituyendo una cierta ‘dinastia’, que se prolonga por la transmisién de la funcién entre hijos y hermanos, al interior por tanto de una misma familia, no decide todavia sobre su ca- rdcter de ‘reyes absolutos’.* Este se manifiesta cuando la linea desemboca paulatinamente en Yahdun-Lim/Zimri-Lim. A la completa y ahora segura indepen- dencia de todo poder exterior acompaiia una progresiva absolutizacién y centraliza- cién del poder, que se puede ver reflejada en la consolidacién del nombre lu- gal/belum y en la desaparicién de 1a denominacion Sakkanakiu, aunque todos los antepasados regios se englobasen bajo la de Sarr (Durand 1985: 159, n. 55), Iucluso en Ja dinastia amorrea se aprecia todavia, en el entorno de la ‘corte’, como era el caso en Ebla, la presencia del poder tribal familiar, a pesar de su clara estructuracién urbana. A esos origenes nomédicos parece remitirse el mismo Samsi-Addu, al enumerar algunos de los ‘reyes que vivieron en tiendas’ de Ja lista asiria como sus ancestros (Jacquet 2002: 55s), La dinastfa amorrea supone, por tanto, un inicio pro- pio en la evolucién del poder (de Ja tienda al palacio), aun suponiendo que la de los Ce Anbar (1985: 129ss,); Liverani (2003: 372ss.); Fleming 2004 y “The Sim’alite Gayum and the Yaminite Li ‘mum in the Mari Archives’, en Nicolle (2004: 199-212); Pitara (1996: 297-298, 301-305). : Respecto a una similar fluctuacién de la terminologia en Ebla (en/maliktum) y en Mari Garr ‘Gnulmalika); of. Durand (1995: 280-81, of. supra n. 17; malilu; 1985, n. 55: “(malik ... qui ont exercé le pouvoir de fagon moins éclantante que des rois, tels des chefs de tribu..."); J. Silva Castillo, ‘Les offrendes ana malik (aux ancetres des rois de Mari)’ en Nicolle (2004: 235ss.). Vedse lo dicho mas arriba sobre la ‘dinastia’ del Sheilch en la sociedad beduina (Oppenheim). ‘Sobre el cardcter ‘dindstico’ de los Jakkanaku of. Durand (1985: 152ss); para una visién dife- rente véase la recensiéa de este articulo por M. Anbar en BiOr 44 (1987: 173-185) y Anbar (1985: 42, “The period of the governors’, dependencia de Ur). ‘De la tienda al palacio // de la tribu a Ja dinastia 227 Jakkanakku, sobre la que se superpone, fuera una forma consolidada de soberania regia. Pero esa misma dinastfa no Ilegé, al parecer, a establecer un poder absoluto y hubo siempre de contar, incluso en el reinado de Zimri-Lim, con el sistema de poder emanante de Ia estructura tribal en la que se apoyaba, como ha resaltado tltima~ mente Fleming (2004), lo que con mucha més raz6n se ha de suponer para etapas anteriores. Pero la dinastia amorrea con Zimri-Lim intenta dar el paso al poder ab- soluto con la mitologizacién del origen divino de la su realeza. Es lo que refleja el famoso texto ‘profético’ en el que el dios Adad de Alepo asegura que le puso en el trono entregdndole las armas victoriosas con las que él mismo vencié a su mitico enemigo, el dios Mar (Durand 1993), Emar La organizacién del poder en Emar presenta el mencionado dimorfismo funcional ‘Rey // Ancianos’ de manera patente, Hasta tal punto que el rey (en) apenas inter- viene en Jos procedimientos de la vida civil y no ejerce casi actividad ciltica alguna (en abierto contraste con la figura del rey en Ja coetnea Ugarit). Son los ancianos (sibittu) los que ejercen el poder y la funcién ‘sacerdotal’, El rey es solo una figura representativa impuesta por el soberano hitita, como referente, quiz, de la relacién de vasallaje Tal funcién, otorgada a una determinada familia, gener6 una limitada dinastia con derecho de sucesién. Tenfa, sin embargo, escaso poder, y aun ese escaso poder (limitado por el ‘Consejo de ancianos’, por un lado, y por el del ‘Jefe del pais’, 0 delegado hitita, por otro: Fleming 1992; Adamthwaithe 2001: passim) se vio in- cluso contestado en determinados momentos por un ‘golpe de estado’. El rey en Emar, como sucede en los estados circundantes (y con anterioridad también en Ebla y posiblemente en Mari), no es un monarca en sentido estricto con el poder absoluto, la transmisién dindstica indiscutida y la peculir caracterizacién con que aparece en las ‘realezas’ consolidadas. La sociedad de Emar experimenta, como toda sociedad urbana, la necesidad de una centralizacién del poder, pero se manifiesta, todavia como una sociedad profundamente ‘clanica’, organizada en tomo a sus ‘notables’, ‘hermanos’ o ‘ancianos’, autéaticos representantes del pueblo o ‘hijos de Emar’, Frente al carécter ‘electivo’ que parece tener el rey en tiempos de los archivos de Ebla, en los de la Emar hitita aparece como una innovacién impuesta desde arriba a una sociedad que mantiene en gran parte todavia una estructura familiar de poder, de ascendencia semi-némada. Las dos estructuras de poder coexisten con muy claro predominio en la vida cotidiana, en todos sus érdenes, de Ja estructura familiar. Ugarit En Ja Ugarit de la época de los archivos, la estructuracién del poder politico es ne~ tamente regio-dindstica y absoluta, aun dentro de la dependencia que tal reirlo man- tiene respecto al imperio hitita. No obstante, diferentes textos dejan entrever también 7 Cf Adamthwaite (2001: 206s., 281); supra a. 17, la opinién de Seminara y Fleming al respecto. 228 Gregorio del Olmo Lete {a tradicién tribal en la que la misma se basa: ‘el clan de Ditanu’ (KTU 1.15 II 4, 15; 1.1161:3, 10), de nuevo uno de los ‘reyes que vivian en tiendas’, comin a todos Jos reinos amorreos.”” Esta tradicién conoce la distincién entre ‘los divinos ancestros antiguos’ (rpum gdmym) y “los reyes contemporéneos’ (mlk(m); of. KTU 1.161:7, 11s.), pertenecien- tes todos ellos al mentado ‘clan de Ditanu’. Sus listas regias recogen, mas allé de la dinastia propia fundada por Yagar,”* un largo elenco de antepasados ‘divinizados’, que se pierde en el tiempo y que no podemos controlar. De hecho, también la docu- mentacién de Mari supone ya en los inicios de segundo milenio la existencia en Ugarit de una dinastfa asentada, que puede suponerse de la misma estructura de po- der que la de aquel reino. Lo que deja entrever que cada nueva dinastie que se pose- siona del poder politico busca su Jegitimacién en una linea anterior y larga de ante- pasados, que de todos modos fueron ‘reyes’ de otro tipo. Las misma leyendas épicas de Ugarit, que tienen un claro sentido de legitimacién dindstica a través del recurso a personalidades antiguas (Kirta, fundador de la dinastia Mitinica) y venerables (el ju- sto y sabio Danil, recordado en la tradicién hebrea; cf. Ez. 28:3), las presentan en un nivel de ejercicio de poder en el que éste puede ser contestado, al no estar afirmado ‘divinamente’ todavia (por eso es posible Ja usurpacién, pues el ‘rey’ ya no vale; KTU 1.17 VI 25ss). A Ia vez que debe ser reconocido en su transmisién por el en- tomo social y familiar (‘los setenta toros y las ochenta gacelas’ de Hubur; KTU 1.15 TV 6ss., V 20s). Por su parte, Danil pierde el hijo conseguido por la bendicién di- -vina, quedando de nuevo sin resolver el problema de la sucesién. En su conjunto los textos de Ugarit son sobre todo titiles para precisar el paso a y la consolidacién de la estructura del poder regio absoluto (del Olmo Lete, en prensa b). No obstante el cardcter absoluto de la monarquia ugaritica en su Ultima fase, la ‘asamblea’ (qbs?) y sobre todo el ‘Consejo de ancianos’ (sibiitu / SU.GLMES / LU. MES) contingan operantes tanto en la capital como sobre todo en las aldeas como estructura de poder politico.” 2 Cf Jacquet (2002: 56s): “Ainsi, il semble que la méme tradition vaille dans toutes les familles royales amorrites sédent ses au début de deuxiéme millénaire; l’évocation des ancétres par la famille royale donne lieu 4 la célebration des origines tribales et nomades de la famille, cf. supra n, 16. Véase a este propésito KTU 1.3 IL 16 : Sbm // mdut, “ancianos” // “poblacién” (7); del Olmo Lete (1998: 93). Segrin testifica el sello dindstico; para sus miltiples atestaciones cf, del Olmo Lete (2003: 976). Sobre las mentadas ‘listas’ véase del Olmo Lete (en prensa, a). Para una ‘interreptacién’ (como de costumbre en este autot, més bien especulativa) del papel de este grupo en Ia eleccién del sucesor al trono de Kirta of, Margalit 2000. CE Vidal (2006: 121-125); “La convivencia del consejo de ancianos con ua monarquia centralizada como 1a de Ugarit comporté una inevitable pérdida de poder, que podiamos vvisualizar on la pérdida de su capacidad de gestién de las tierras comunales; un proceso andlogo al experimentado en todo el Préximo Oriente, con excepciones como la de Emar, donde, debido al origen tardio de la monarquia del Bronce Final, el consejo de ancianos de Ja ciudad todavia ‘conservaba parcelas considerables de poder politico y econémico”. co) De la tienda al palacio // de Ia tribu ala dinastia 229 Israel/Judé Mejor que en ninguna otra tradicién oriental antigua se transmite en Ja documenta- cién hebreo-biblica la desoripcién de las fases sucesivas por las que pasé su sociedad en lo que a la organizacién del poder politico se refiere. Desde los origenes tribales sei-nomédicos (“un arameo errante fue mi padre ...”, Dt 26:5-9)," reflejados en la época patriarcal y la organizacién preurbana bajo la égida de los denominados ‘Jue- ces’, hasta acabar en la instalacién de la realeza absoluta y dindstica (1 Sam 8) segin el modelo de las ciudades-estado cananeas. Tal fase intermedia es recoustruida arti- ficialmente como una ‘dinastia’, pero su caricter discontinuo y ficticio a ese respecto se aprecia a todas luces en el texto mismo. Se trata de figuras de otro tipo de poder, el carismatico, que es temporal, circunstaneial y restringido en su jurisdiccién, que se ha querido ‘regalizar’, Politicamente tal periodo esté dominado por el ‘consejo de ancianos’ (‘anié ha‘ir, Jue 6:27ss). Un primer intento de inducir el cambio desde una imposicién externa (Abimelek-Siquén) fracasa ante el apego a la organizacién familiar-tribal del poder que manifiesta una sociedad rural todavia no plenamente urbanizada, actitud que se interpreta religiosamente’como el rechazo del propio Dios en cuanto el verdadero ‘rey’ del grupo, la instancia necesaria y suficiente para g0- bemar y defender a la colectividad. Instancia que se hace presente, en caso necesa- rio, a través de la mentada eleccién carismatica.”* ‘Las auténticas ‘figuras’ de ‘transicién’ son Saiil, David y Salomon.” En ellas se ofrece un repetido ensayo de legitimacién y afirmacién del paso del régimen cari- smitico al regio, como delegacién (en realidad toma del poder) y sacralizacion del mismo. Incluso Salomén, que es presentado ya como un sucesor ‘dindstico’, ve legi- timada su ‘eleccién’ por un carisma divino (1 Re 3:4ss.) que la sanciona. A partir de 1 los reyes hebreos ya no necesitan ni obtienen tal sancién. La ‘casa’ real esti ya ‘afianzada’ , al menos en el reino de Judé; en el reino de Israel, la continua inestabili- dad politica testimonia la debilidad de la institucién monérquica y su falta de legiti- macién. Pero se trata de una inestabilidad al parecer provocada por ambiciones per- sonales, no especificamente determinada por decisiones comunales. Pero alin en Judé los ’andé yhdh / ‘am ha’ Gres parecen retener a lo largo de historia un poder po- litico determinant en el mantenimiento de la Iinea dindstica (Margalit 2000). 31 srael 2001 (némadas sin tierra); Teixidor 2003; Liverani (2003b: 32ss: 15. Uno stato senza re: Vinvenzione dei Giudici; 8858). Véase a este respecto Miller 2004; Ishida 1992. Sobre el aspecto religioso de Ja monarquia israclita véase la obra cldsica de de Fraine 1954. Para una visién olésica del testimonio biblico véase Tadmor 1982. La reduccién historlogréfica que hoy en dia se hace de tales ‘figuras’ permite com mayor raz6n suponer el cardctet domé- stico y tribal que el texto biblico deja entrever en la constitucién de estas monargufas ‘persona- les’. Cf. Thompson (1992: 1085s); Finkelstein-Silberman (2001: 149ss.); Liverani (2003b: 885s.: 4 11 processo formative [ca. 1050-930], 340ss.: 16. L’opzione monarchica: I'invenzione del regno unito’). 32 33 230 Gregorio del Olmo Lete Reinos arameos La documentacién que nos ha llegado sobre la sociedad aramea a este respecto es escasa, si prescindimos del testimonio biblico, que podria (?) considerarse como un prototipo general extrapolable a toda la Siria(-Palestina) de finales del If milenio. La afinmacién de los reinos arameos del Norte de Siria,** en el momento del colapso del Imperio Hitita y en confluencia con las invasiones dorias (‘pueblos del mar’),** suponen, sin duda, una continuidad de la situacién socio-politica y regio-dindstica dominante en las zona en el periodo previo.” Pero el testimonio documental nos certifica que ésta, en el Ambito central, sufte una renovada presin exterior ‘aramea’ en forma de invasién militar. Lo ‘arameo’ resulta as{ un estadio evolutivo de la pro- pia sociedad semita occidental (Siria), en paralelo con el estadio evolutivo ‘cananeo’ que se desarrolla en la zona costera y meridional (Fenicia-Palestina~Transjordania), pero con la asinailacién del influjo de la presién y toma del poder politico de la po- blacién periférica. Esta presién y toma de poder, que en Occidente va posiblemente del siglo XII al IX a.C., cuando ya los reinos arameos aparecen histéricamente con- solidados en Oriente parece alargarse mas (y hacerse més evidente como toma mi- litar (externa) del poder), hasta la afirmacién definitiva del Imperio Neobabilénico (siglos VIL-VD. Pero antes de esta hegemonia mesopotémica, sin duda que Babilonia hacfa sigios que era ya ‘aramea’ y dindstica (Caldea; Dion 1997: 22ss.). Este periodo de transicién hacia la afirmacién y consolidacién politica se ha de cousiderar como un periodo de poder delegado y reftendado por la estructura tribal del ‘Consejo de ancianos’. Este dato que apenas es comprobable documentalmente en la zona occidental, halla su testimonio en la dinastia aramea neo-babilénica, quizh como elemento reminiscente, aunque minimamente operativo, de sus origenes semi- némadas,”’ plenamente absorbidos ya por la cultura mesopotdmica, a la que con todo ‘arameiz6’. Dandamaiey resumen asi la funcién del ‘Consejo de ancianos’ (pubru // ‘LU 5i-bil-tu) en esta sociedad: “The centuries-old rivalry between the royal court and the popular asembly had already under the Chaldean kings ended in the defeat of the assembly, and only property disputes and private offences of a local nature were now subject to its jusridiction”. CE Sader (1987: 2713s.); Schwarts (1989: 277ss.); Dion (1997: 19ss.); Ikeda (1999: 271-302); Lipiiski 2002, La situacién de los reinos neo-hititas, que continiian (?) una tradicién regia més clara, resulta algo diferente. Cé. Jasink (1995: 11ss). CE. Singer (1988: 239-250; 1994: 282-338). Ultimamente véase la sintesis de Oren 2000. CE Sader (2000: 62ss., 70ss.), que sefiala Ja situacién interna de la sociedad aramea como principal causa de Ia nueva situacién. Dandamaiev (1982: 36-41); cf. Adamthwaite (2001: 179); Pitard (1996: 298-301). El modelo podria rastrearse también en Hatra (‘reyes’ y ‘sefiores’), Palmira, Petra, e incluso en Fenicia y en las monarquias micénicas, profundamente ‘domésticas’, en las que el ‘egemdn més rico resulta ser el basileis de la ciudad-estado. La épica omérica refleja esa situacién. 35 36 De la tienda al palacio // de Ja tribu a la dinastia 231 3. La sociedad urbana estructurada: la dinastia La creacién del nicleo urban plenamente desarrollado, la ciudad,®* se caracteriza por la estructuracién de las relaciones de poder y produccién de tipo unificado y permanente, cuya expresién mds clara es la realeza dindstica o hereditaria. Esta ar- ranca de una delegacién o toma del poder de una vez por todas, con posibles colap- sos y reinicios del proceso en virtud de nuevas tomas de poder de manera violenta. Esta estructura genera ua nuevo sistema politico que se define como ‘reino’, por el cual la ciudad somete entorno a si unidades menores de tipo aldea o familia, gene- rando super-estructuras de poder y produccién que la transcienden: comercio exte- rior, ejército, administracién impositiva, actividad edilicia, etc. Tales estructuras son de por si expansivas y tienden a configurarse en ‘imperio’. De todas las maneras es clara su heterogeneidad en relacién con el sistema ‘familiar’ y proto-urbano, que mantiene una estructura de poder de clara base participativa.? 4COmo se produce este cambio en la estructura de poder? {Qué es lo que permite aun individuo erigirse en jefe de los demas? Y lo que es més, ,qué hace que un hijo de hombre-rey nazca rey? ;Qué circunstancia crea una familia aparte, detentora del poder absoluto sobre las demis y con unas prerrogativas e incluso una escatologia peculiar? Hay en la cultura politica de Oriente, con clara convergencia en otras culturas, incluidas las indo-europeas (hititas, romanos ...), un elemento que tiene estrecha re- lacién con esta evolucién y afirmacién del poder: la divinizacién del rey;“ caracterizacién que sélo a él alcanza, pero que reverbera en su ‘casa’, donde tal pro- ceso se transmite y plasma. El poder puede haberse logrado por via de delegacién o preeminencia carismética. Pero lo que lo convierte en ‘regio’ y distinto es una nueva reinterpretacién del mismo como ‘venido del cielo’. Se llega asi a la superacién de la tribu o familia a partir de la ‘ideologfa regia’ segim la cual dios esté por encima del ‘pater-familias’, en vistud, precisamente, de su cardcter divino de ‘padre de dioses y hombres’. Toda toma del poder incluye asi una interpretacién teolégica del mismo, si quiere asegurarse su reconocimiento como poder ‘regio’, Se trata de un proceso que abarca desde Mesopotamia a Israel, pasando, entre otros ‘reinos’, por Mari y Usatit. En la generacién de este proceso juegan sin duda un papel primordial el mito y el tito: la capacidad de generar un relato convincente de la predestinacién divina, den- 38 Las relaciones ciudad(-capital/aldeas suponen la pervivencia de los dos modelos: en las aldea ‘manda’ el Consejo de ancianos, aunque pueda haber a veces en él un delegado de palacio, como en el caso de Ugarit; cf, Vidal (2006: 142ss.). Véase también a este propésito el caso de Jezrael y sus ancianos (2 Rey 21:8ss.). { Sobre los caracteres de la ‘realeza’ cf. Jacobsen (1957: 143ss.); Cassin 1987. En el mundo cristiano ocoidental, donde el coucepto de divinizaciéa resulta menos asumible, ‘tenemos el equivalente de la realeza ‘por la gracia de Dios’; realeza absoluta, claro, si viene di- rectamente de Dios. 40 232 Gregorio del Olmo Lete tro del esquema de la propia fe religiosa. Esta se apoyaré tanto en el carisma manifestado por el lider como en su ascendencia remota o milagrosa, que le conecta con la decisién divina. Los relatos de infancia o las listas regias pretenden cumplir ese papel, como fundamentos basicos de la ‘idelologia regia’, obra de poetas y (avalistas) mitdlogos,"! de la misma manera que la exaltacién de Ja ‘justicia’ del rey tiende a asegurar su aceptacién social. El rito, por su parte, la sancionard, blindéndola sacralmente ¢ incrustandola en el dmbito de lo ‘distinto’, ‘intocable’ y trascendental. Es ésta funcién de ‘sacerdotes’ y ‘profetas’, como queda patente en el caso de Zimri-lim de Mari. Todo lider fundador de dinastia sabri rodearse de estos ‘servidores’ de Ja ‘casa real’, que elaboraran su hierds légos dindstico (Zirari-Lim, David, Hammurapi ...). El punto culminante de este proceso, que transforma esa diferencia en el origen del poder y su ejercicio en una diferencia de destino final, es 1a ‘divinizacién’ del rey. Este se substrae al destino comin de los mortales y pasa a la esfera de los ‘in- mortales’, como elemento esencial de la mentada ideologia y de su mito. De esta manera, la realeza bajada del cielo sube al cielo, arrebatando y reasumiendo a sus destinatarios o agraciados. Los modelos de tal divinizacién son muy diversos: desde los naturalistas (neo-sumerio 0 egipcio) a los adopcionistas (judaico), pasando por los de tipo que llamariamos ‘fanerario’ o post mortem (cananeo: ugaritico, fenicio). Pero en todo caso, el ser divinal ‘ya’ o ‘todavia no’ del rey le sitiia en una esfera di- ferente que legitima su autoridad y ejercicio absoluto del poder. Toda estructura di- sefiada para participar en el mismo lo hard slo de manera subsidiaria y en virtud de una delegacién, de direccién inversa (de arriba hacia abajo) a la que permitié el paso del régimen tribal al proto-urbano. Este proceso, de cardcter netamente ‘ideolégico’, que puede apreciarse en las culturas del Proximo Antiguo Oriente, se desarrolla también en otras monarquias a Jo largo de 1a historia. Mientras tanto, el modelo ‘griego’ o ‘ilustrado’ de origen del poder desde abajo se va abriendo camino lentamente en nuestra historia modema, siempre amenazado por ‘mesianismos’ y ‘liderazgos carismaticos’ (dictaduras) que pretenden superponerse. La aparente estructura laica de éstas ultimas deja traslucir con todo claramente, en su propio absolutismo, su pretensién diferenciadora y ‘divi- nizante’, generando para ello su propio mito y ritual. 41 C& Liverani (2004; 2003a: 337ss.); Laundderville 2003. Este proceso de justificacién celeste del porder regio tiene un claro antecedente en Ia exaltacién de los soberanos babilénicos en la liturgia de Ur. Cf. Charpin (1986: 273ss.: “Pasteur au nom prononcé, dont le saint Amu a fixé dans les cieux Je grand destin”, inicio del himmo de coronacién (7) de Rim-Sin, El mismo proceso se advierte en Egipto, de acuerdo con la interpretation de Wettengel (2003); se trataria de segurar la ascendencia divina de la dinastia. De la tienda al palacio // de Ja tribua la dinastia 233 Bibliografia Adamthwaite, MR. (2001). Late Hittite Emar. The Chronology, Synchronisms, and Social- Political Aspects of a Late Bronze Age Fortress Town). Leuven. ‘Amiet, P. (2002). ‘A la recherche d’un modéle explicatif de la ‘revolution urbaine’: Ie role des, nomades’, RA 96: 97-102. ‘Anbar, M. (1985). Amorites Tribes in Mari and the Settlement of the Israelites in Canaan (en hebreo). Tel Aviv. Bonechi, M. (1997). ‘Lexique et idéologie royale 4 ’époque proto-syrienne’. 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Wie fiir jene Zeit tiblich, beginnt der Brief mit dem sog. tagbil, dem symbolischen Ausdruck des Kiissens der Hand des Acressaten oder des Boden, auf dem er sich befindet, wo- bei der Text ab dem inneren Aklcusativ tagbilan, des das einleitende yugabbilu auf- nimmt, in ein neunzeiliges Gedicht im Versma8 des Verktirzten Kamil tibergeht, das den Prosareim weiterfiihrt. Der Passus lautet, wobei aus dem Gedicht die ersten drei Verse zitiert sind yugabbilu I-yada l-aliyata ¢-Saldbiyata — 1a zilat salthata 3-iiyami safihata d-diyam — 7 bali |-basitata Lkarimata — Id baribat waisitata *igdi I-karam — / balt ara l-munt- (fata bi-uililihi ~ Id fat? at mawéjina n-ni‘ami wa-mawéfi'a” ult I-himam —/ tagbila mal’ ani I-gand * ni bi-wuddihi! dina 'umam / mutanaddimin li-firagihi * law kina yanfa'uhit n-nadam /yaStiqu min tilg@ ikt * wa-law annahii tayfimn “alamm Ex (se. der Absender) kii8t die hohe Hand von “Trefflichkeit der Religion’ — sie moge Wweiterhin treffliche Wesenszilge besitzen und Regen vergieBen weit und breit -, / nein, vielmehr die edle basitah — sie sei auch Kinftig an der Halskette des Edelmuts als Mittelsttick aufgereibt -, / nein, vielmebr die Erde, erhaben, weil er sich auf ihr niederlie’ — sic sei auch fiirderhin ein Oxt, der die Gnadenerweise beheimatet, und ein Ort, auf den jene ibren Fu setzen, die zu Helarem bereit ~ / Mit dem Kuf eines, des- sen Herz erfillt ist * von solcher Liebe 2u ihm, daf er alle Volker lift beiseit’, / Eines, der die Trennung von ihm bedauert, * als ob ihm Bedauern einen Vorteil verleiht, / Der sich nach Begegnung mit ihm sehnt, * und wire er auch nur ein nichliches Phantom, das za Besuch kim fiir kurze Zeit! as-Safadi: Alhdn, Teil 3, fol. 109v, 1-6 = ag-Safadi: A‘yan IS. 193, 6-10 ‘ Der Anzepscharakter des Vokals von -fu/-hi ist in dieser Arbeit mur in Poesie beriicksichtigt, da ernur dort relevant ist und seine Berticksichtigung in vielen eher nachklassischen Prosabelegen dieser Arbeit obnehin ahistorisch ware.

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