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El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges
El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges
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El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges

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El célebre catálogo de cosas predilectas que Borges refiere en "Borges y yo" incluye una sola referencia literaria y es a la prosa de Stevenson. El nombre de Stevenson, pues, funciona para Borges como criterio de cualidad literaria y talismán personal, y sus resonancias pueden encontrarse en numerosos pasajes de su obra. Durante muchos años Borges ha desconcertado a sus críticos al insistir en la importancia que han tenido para él escritores como Stevenson, Wells, Chesterton y Kipling; y más aún, al declarar que toda su obra deriva de ellos. Por otro lado, es posible comprobar, en varias de las entrevistas dadas a lo largo de los años, su falta de interés por una larga serie de autores de los siglos xix y xx, mientras que un nombre reaparece insistentemente como el de su maestro: Robert Louis Stevenson. Entre los críticos que se dieron al ejercicio de entender por qué Borges se interesó en los que él reconocía sus precursores y de qué manera las lecturas que hizo de ellos influyeron en sus escritos, el nombre de Daniel Balderston se inscribe en primer lugar. Publicado en Argentina a mediados de la década del 80 –a instancias de Enrique Pezzoni y Josefina Ludmer–, El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges se convirtió rápidamente en un texto de referencia ineludible para cotejar el deslumbrante uso creativo que Borges hizo de sus lecturas de Stevenson. Al citar a Stevenson, dice Balderston, Borges se cita a sí mismo citando a Stevenson. El precursor es distanciado y velado por medio de la alusión. La infinita serie de citas en que todos los originales se pierden (el texto de Borges): un nuevo avatar de la paradoja de Zenón.
LanguageEspañol
Release dateSep 1, 2021
ISBN9789876996068
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    El precursor velado - Daniel Balderston

    cover.jpg

    Daniel Balderston

    El precursor velado

    R. L. Stevenson en la obra de Borges


    Belderston, Daniel

    El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges / Daniel Belderston. -1a ed.- Villa María: Eduvim, 2019.

    Libro digital, EPUB - (Proyectos especiales)

    Archivo Digital: descarga y online

    Traducción de: Eduardo Paz Leston.

    ISBN 978-987-699-606-8

    1. Crítica Literaria. I. Paz Leston, Eduardo, trad. II. Título.

    CDD E823


    © Daniel Balderston, 2019.

    © de la traducción: Eduardo Paz Leston

    © 2019. Editorial Universitaria Villa María

    Chile 253 – (5900) Villa María,

    Córdoba, Argentina

    Tel.: +54 (353) 4539145

    www.eduvim.com.ar

    Editor: Emanuel Molina

    Diseño de tapa y maquetación: Gabriela Callado

    Título del original en inglés: Borges’s Frame of Reference: The Strange Case of Robert Louis Stevenson

    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones publicadas por EDUVIM incumbe exclusivamente a los autores firmantes y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista ni del Director Editorial, ni del Consejo Editor u otra autoridad de la UNVM. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema

    informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio electrónico,

    mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo y expreso del Editor.

    Índice general

    Prólogo a esta edición

    Daniel Balderston

    Introducción

    I. Juego de niños y lecturas infantiles

    II. Enérgica fijación: estasis y cinesis

    en la escena visual

    III. El cuento breve: selección, exageración,

    caricatura

    IV. Más allá del dualismo: tratamiento

    del motivo del doble

    V. El asesinato considerado

    como una de las bellas artes

    VI. La dudosa paternidad: peligros y placeres

    Conclusiones

    Prólogo a esta edición

    En 1981 defendí una tesis doctoral de literatura comparada, Borges's Frame of Reference: The Strange Case of Robert Louis Stevenson, en Princeton. Sylvia Molloy había sugerido que yo mirara la relación entre Borges y Stevenson (tema que ella trató muy de paso en Las letras de Borges en 1979), y me dirigió la tesis (con Clarence Brown, especialista en Mandelstam y literatura rusa, impuesto como co-director por el Departamento de Literatura Comparada). Poco después de la defensa fui dos meses a Buenos Aires, donde alquilé el departamento en la calle Serrano (actual calle Jorge Luis Borges) de Néstor Perlongher, que se iba al Brasil. En ese momento regalé copias de la tesis a Enrique Pezzoni y a José Bianco, que me habían ayudado mucho en mi primer viaje a la Argentina en 1978 (y de hecho es a ellos a quienes dediqué Out of Context, en 1993, a su memoria). El ejemplar de Enrique terminó en el baúl de su coche, en una pequeña montaña de libros y manuscritos, hasta que por alguna rara casualidad Josefina Ludmer le habló del tema de Borges y Stevenson y él se acordó de que tenía mi tesis. Ella la leyó y le recomendó que la publicara en Sudamericana. Eduardo Paz Leston (Teddy Paz) la tradujo y salió en 1985. Tuvo una excelente acogida pero luego, cuando Sudamericana comenzó a sufrir las consecuencias de dejar de ser una empresa familiar y nacional a formar parte de un imperio editorial multinacional, lo sacaron del catálogo y los últimos ejemplares fueron a las mesas de remate durante la crisis de 1989.

    Por motivos profesionales –me había dejado de interesar la literatura comparada como disciplina y había comenzado a trabajar como profesor de literatura latinoamericana– nunca publiqué una versión de la tesis en inglés, pero los estudiosos de Stevenson la encontraron en su versión cruda (en la Biblioteca Nacional escocesa en Edimburgo y otros lugares) y comenzaron a citarla, como muestra de la contemporaneidad de Stevenson. Michel Le Bris tradujo (sin permiso) las entrevistas mías a Borges y Bioy (tres a Borges, una a Bioy) que estaban en un apéndice de la tesis; para reclamar mi derecho de autor a esas entrevistas, Iván Almeida y Cristina Parodi las publicaron en Variaciones Borges en su época danesa en 1999, y Carlos Oliva Mendoza las tradujo al español y las publicó en La Jornada en 2004. Mi contacto con los estudiosos actuales de Stevenson se concretó en mi participación en dos congresos sobre el escritor escocés, uno en el Lago di Garda, que después se incluyó como artículo en Robert Louis Stevenson: Writer of Boundaries (compilado por Richard Dury y Richard Ambrosini y publicado por la University of Wisconsin Press en 2006) sobre la relación entre The Master of Ballantrae de Stevenson y El sueño de los héroes de Bioy, y otro en Edimburgo (publicado después en Variaciones Borges en 2007) sobre una Suma o antología que pensaban hacer Borges y Bioy de Stevenson en la década del sesenta (que pude reconstruir gracias a una hoja que encontró Ernesto Montequín en el archivo de los Bioy). Esa Suma fue publicada en 2017 en inglés por el escritor escocés Kevin MacNeil, que se basó en mi artículo de Variaciones para armar la antología que pensaban hacer Borges y Bioy.

    Da una sensación rara revisitar una obra temprana después de más de tres décadas. Sin duda hay cosas que analizaría de modo diferente ahora, y la bibliografía actual sobre Stevenson, y sobre las relaciones entre Borges y sus escritores preferidos, es mucho más abundante de lo que era a principios de los ochenta. Pero sí puedo entender mi método de trabajo de aquel entonces, que de algún modo me sirvió de base para los dos trabajos siguientes: el índice a la obra de Borges, The Literary Universe of Jorge Luis Borges (Greenwood Press, 1986) y Out of Context (Duke University Press, 1993; Beatriz Viterbo, 1996). Primero hice una lista extensa de todas las referencias a Stevenson en las obras de Borges y en sus entrevistas, las glosé, y luego comencé a pensar en los problemas narrativos que surgían de la relación entre ambos escritores. Los temas de los capítulos –las lecturas infantiles, las escenas visuales, la estructura del cuento, el motivo del doble, la ficción policial y la colaboración– fueron comunes a los dos, así que la tesis trataba de indagar en la estructura y el proceso creativo de ambos escritores, y no sólo en lo que Borges había visto en Stevenson. Creo que eso es lo que interesó después a los estudiosos de Stevenson.

    Si tratara de reescribir este libro ahora trataría de mitigar algunas huellas demasiado visibles de cierto estructuralismo (había leído bastante narratología) y alejarme mucho más de lo que lo hice de Harold Bloom y su ansiedad de la influencia (aunque ya en la tesis de 1981 afirmo mi falta de acuerdo con su libro de 1973). También tendría que tomar en cuenta las excelentes ediciones críticas que está publicando la University of Edinburgh Press de la obra de Stevenson (para una eventual edición crítica en numerosos tomos, bajo la dirección de Stephen Arata, Richard Dury, Katherine Linehan, Penny Fielding y Anthony A. Mandal), las biografías de Stevenson posteriores a la escritura de la tesis, y las ediciones de su epistolario que existen ahora (bastante superiores a las anteriores). A la vez, sin duda tendría que reconocer las contribuciones de críticos como Richard Ambrosini, Richard Dury, Robert Abramson, Stephen Arata y otros al estudio de Stevenson, que han renovado las lecturas que cito en el libro, que son sobre todo de los años sesenta y setenta.

    Del lado de los estudios de Borges, que sin duda ha sido mi campo principal de investigación en las más de tres décadas que me separan de este texto, ha habido algunos acercamientos nuevos (algunos publicados en Variaciones Borges) a la relación entre Borges y Stevenson, pero sobre todo tendría que reconocer la aparición de toda una serie de importantes estudios de Borges y X: Laura Jensen sobre Borges y los clásicos, Gonzalo Salvador y Lucas Adur sobre Borges y la Biblia, Erica Durante y Humberto Núñez-Faraco sobre Borges y Dante, Emron Esplin sobre Borges y Poe, Patricia Novillo Corvalán sobre Borges y Joyce, etcétera. Los estudios comparativos sobre las lecturas de Borges de determinados autores, y la relación entre esas lecturas y su escritura, han sufrido un cambio cualitativo después de las sucesivas actualizaciones del Finders Guide del Borges Center (basado inicialmente en mi Literary Universe of Jorge Luis Borges pero ampliado vertiginosamente con la publicación de las numerosas obras y colecciones póstumas de Borges), la publicación por parte de Daniel Martino de selecciones del enorme diario de Bioy, publicado inicialmente como Borges en 2006, en una edición de más de mil seiscientas páginas, suplementado por un índice a la obra que preparó Martino y que colgamos en la página del Borges Center,¹ y a partir de 2010 por la publicación del tomo Borges, libros y lecturas, de las anotaciones manuscritas de Borges en los libros que regaló a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 1973, en transcripciones comentadas por Laura Rosato y Germán Álvarez. Ese libro ya salió en una segunda edición ampliada y corregida, y le seguirá un par de tomos más: uno, de publicación próxima, de libros anotados por Borges en otras bibliotecas de Buenos Aires, y eventualmente otro de las anotaciones de Borges en los más de diecisiete mil libros de la biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo que fueron donados recientemente a la Biblioteca Nacional. Sin duda a base de esas nuevas informaciones, y de la mayor comprensión que tenemos ahora de cómo funcionaba el proceso creativo de Borges, tema que acabo de estudiar en How Borges Wrote (University of Virginia Press, 2018), se podrán seguir conectando las muy variadas lecturas de Borges con la escritura de sus textos.

    En el diario de Ricardo Piglia, en los originales que están en Princeton, hay una anotación del 18 de agosto de 1978, que dice: Reunión anoche en lo de Pezzoni. Estuvieron Anita Barrenechea, Pepe Bianco, Libertella, joven becario de USA. Ese joven becario después escribió la tesis que formó la base de este libro, un libro que Ricardo siempre elogiaba (cosa que me contrariaba un poco, ya que me sentía cada vez más lejano de este estudio inaugural, interesándome después en la presencia de los referentes históricos, de la construcción de la masculinidad, de la función de la lectura y de las técnicas composicionales de Borges). Reconozco que es una obra pionera de ciertas cuestiones de técnica narrativa en Borges y de sus usos creativos con sus lecturas, y en el caso de Stevenson, con una obra de un escritor que siempre definió como uno de sus autores preferidos.

    Agradezco la generosidad de Carlos Gazzera, que me propuso la reedición de este libro, 34 años después de su publicación inicial, en la Editorial de la Universidad de Villa María, y la buena disposición de Teddy Paz por dejar reeditar su traducción de la versión original en inglés. Es un gusto, y un reto, poner en circulación un texto de iniciación, y espero que esta nueva edición llegue a nuevos lectores, muchos de los cuales sin duda habrán nacido después de las primeras incursiones de ese joven becario de USA que fui yo en las letras rioplatenses.

    Daniel Balderston


    ¹ Véase https://www.borges.pitt.edu/

    Introducción

    Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo

    xviii

    , las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson…

    (OC, 808).¹

    A lo largo de los años Borges ha desconcertado a sus críticos al insistir en la importancia que tienen para él escritores como Stevenson, Wells, Chesterton y Kipling, y más aún al declarar que toda su obra deriva de estos y otros escritores.² George Steiner comenta: Los escritores para él más significativos, que sirven casi de máscaras alternativas de su propia persona, son De Quincey, Stevenson, Chesterton y Kipling. Sin duda estos son maestros, pero de carácter tangencial,³ mientras que William Gass ridiculiza a Borges por un gusto que sigue siendo adolescente, un gusto apaciguado en un rincón tranquilo, y una mente seriamente interesada en ciertas formas dudosas o inmaduras, formas que deben ser superadas, no meramente utilizadas,⁴ como los cuentos fantásticos, las novelas de aventuras y los relatos policiales. Lo extraño de estos comentarios es que, en lugar de entender por qué Borges está seriamente interesado en tales escritores y sus invenciones, los críticos mencionados lamentan que no se ocupe de lo que a ellos les interesa. El juego crítico, desarrollado en numerosas entrevistas de los setenta y ochenta, y al que Borges accedió con perverso deleite, era preguntarle qué piensa de Larra, Austen o Mann, con previsibles (y a menudo deleitables) réplicas de Borges.⁵ Sin embargo, es razonable preguntarse si no sería más provechoso que la atención de la crítica se dirigiera a entender por qué Borges se interesa en los que él declara sus precursores, y de qué manera las lecturas que hizo de ellos influyeron en sus escritos. Al hacerlo cabría esperar que se llegara a un conocimiento más profundo de la inteligencia crítica y creativa de Borges, y la perspicacia con que se refiere a sus precursores podría ayudarnos a recuperar o revelar aspectos de las obras de aquellos autores que han escapado a la atención de los críticos.

    En las mismas entrevistas en que Borges manifiesta su falta de interés por una larga serie de escritores del siglo xix y modernos, un nombre reaparece insistentemente como el de su maestro: Robert Louis Stevenson. Primero lo menciona entre los modelos de Historia universal de la infamia (OC, 239), y luego lo considera como cierto amigo muy querido que la literatura me ha dado en el prólogo a Elogio de la sombra (OC, 975). El famoso catálogo de cosas predilectas en Borges y yo incluye una sola referencia literaria y es a la prosa de Stevenson. El nombre de Stevenson, pues, funciona para Borges como criterio de cualidad literaria y talismán personal.

    Esta doble cualidad que Borges le atribuye a Stevenson –a la vez maestro literario y amigo personal– en ninguna parte está mejor representada que en su Introducción a la literatura inglesa, que incluye uno de los pocos pasajes extensos⁶ que Borges ha dedicado al escritor escocés:

    La breve y valerosa vida del escocés

    robert louis stevenson

    (1850-94) fue una lucha contra la tuberculosis, que lo persiguió de Edimburgo a Londres, de Londres al sur de Francia, de Francia a California, y de California a una isla del Pacífico, donde, al fin, lo alcanzó. Pese a tal asechanza, o tal vez urgido por ella, ha dejado una obra importante que no contiene una sola página descuidada y sí muchas espléndidas. Uno de sus primeros libros, las Nuevas mil y una noches, anticipa la visión de un Londres fantástico, y fue redescubierto mucho después por su fervoroso biógrafo Chesterton. Esta serie incluye la historia de El Club de los suicidas. En 1886 publicó El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde; debe observarse que esta breve novela fue leída como si fuera un relato policial y que la revelación de que los dos protagonistas eran realmente uno tiene que haber sido asombrosa. La escena de la transformación le fue dada a Stevenson por un sueño. La teoría y la práctica del estilo lo preocuparon siempre; escribió que el verso consiste en satisfacer una expectativa en forma directa y la prosa en resolverla de un modo inesperado y grato. Sus ensayos y cuentos son admirables; de los primeros citaremos Pulvis et Umbra; de los segundos Markheim, que narra la historia de un crimen. De sus extraordinarias novelas solo recordaremos tres: La resaca, El señor de Ballantrae, cuyo tema es el odio de dos hermanos, y Weir of Hermiston, que ha quedado inconclusa. En su poesía alterna el inglés literario con el habla escocesa. Como a Kipling, la circunstancia de haber escrito para niños ha disminuido acaso su fama. La isla del tesoro ha hecho olvidar al ensayista, al novelista y al poeta. Stevenson es una de las figuras más queribles y más heroicas de la literatura inglesa (OCC, 845).

    Nótese el tono laudatorio: la vida de Stevenson fue heroica, merecedora del fervor de Chesterton (y el nuestro), mientras que su obra fue extraordinaria, asombrosa, admirable.

    En este breve resumen de la vida de Stevenson, Borges distorsiona sutilmente la relación entre sus viajes y su enfermedad,⁸ haciendo que los viajes parezcan el esfuerzo heroico y desesperado de un hombre que lucha incesantemente por arrebatarle tiempo a la muerte (una suerte de versión decimonónica escocesa de Jaromir Hladik). La muerte de Stevenson en Samoa se convierte, pues, en la culminación de su vida y la confirmación de su leyenda como héroe literario, una idea que también se encuentra en los versos que Borges dirige a Stevenson en su poema Blind Pew:

    A ti también, en otras playas de oro,

    te aguarda incorruptible tu tesoro:

    la vasta y vaga y necesaria muerte (OC, 826).

    Así alcanza Stevenson, con su vida y su muerte, la categoría de mito.

    Entre las obras de Stevenson, Borges destaca los relatos de índole policial, señalando que Treasure Island ha dado la imagen de un escritor para niños en vez de un novelista y ensayista serio,⁹ imagen que Borges considera más apropiada. (Stevenson hubiera objetado esta dicotomía, como después veremos.) Borges atribuye a Stevenson la invención de un Londres fantástico¹⁰ que más tarde encontraremos en Chesterton. El adjetivo fantástico sugiere que el tercer miembro de la serie es el propio Borges, un autor siempre consciente de haber creado a sus precursores.

    La creación de sus precursores (comentada en los ensayos sobre Kafka y Hawthorne), el infinito juego de los espejos enfrentados, lo confirma un pequeño detalle de su Introducción a la literatura inglesa. La frase que Borges atribuye al ensayo de Stevenson sobre el estilo, que el verso consiste en satisfacer una expectativa en forma directa y la prosa en resolverla de un modo inesperado y grato, es una adecuada síntesis de varias ideas expresadas en el ensayo de Stevenson,¹¹ pero textualmente se asemeja más a una frase de uno de los primeros ensayos de Borges, La simulación de la imagen, en el que se refiere a el verso, juego de satisfacer una expectativa, la prosa, juego de chasquearla infinitamente.¹² Al citar a Stevenson, Borges se cita a sí mismo citando a Stevenson. El precursor es distanciado y velado por medio de la alusión. La infinita serie de citas dentro de citas en que todos los originales se pierden (el texto de Borges): un nuevo avatar de la paradoja de Zenón.


    ¹ OC significa Obras completas de Borges, Buenos Aires, Emecé, 1974.

    ² Véase entrevista de Irby, incluida como apéndice a The Structure of the Stories of Jorge Luis Borges [La estructura de los cuentos de Jorge Luis Borges], tesis doctoral, University of Michigan, 1962, pág. 314, también publicada en

    Irby

    ,

    Murat

    y

    Peralta

    , Encuentro con Borges, Buenos Aires, Galerna, 1968.

    ³

    Steiner

    , G., Tigers in the Mirror, The New Yorker 46:18, 20 de junio de 1970, pág. 116. También incluido en Jaime

    Alazraki

    , J., Jorge Luis Borges: El escritor y la crítica, Madrid, Taurus, 1976, pág. 245.

    ⁴ Gass, W., Fictions and the Figures of Life, New York, Knopf, 1970, pág. 124.

    ⁵ Un ejemplo de tal intercambio: durante una conferencia sobre la poesía de Borges en el Dickinson College de Pennsylvania, en abril de 1983, un eminente crítico español le preguntó a Borges cómo podía afirmar que Eça de Queiroz era el mejor escritor peninsular del siglo

    xix

    cuando en ese siglo hubo en España cuatro grandes escritores. Borges, traviesamente, preguntó cómo se llamaban. Larra, Bécquer, Galdós y Clarín, respondió el crítico español. Borges comentó: Mi sentido pásame, entonces.

    ⁶ Otro extenso pasaje es el prólogo de Borges para la traducción de las Fábulas de Stevenson que realizó con Roberto Alifano. El prólogo cita el famoso poema de Stevenson, Requiem y se refiere al autor como un hombre ático (véase OC, pág. 975), y dice de las fábulas: En la vasta obra de Stevenson este libro es un libro lateral, una breve y secreta obra maestra. Aquí también están su imaginación, su coraje y su gracia, Fábulas, Buenos Aires, Legasa, 1983, pág. 11. Al usar el adjetivo lateral Borges emplea uno de los términos más importantes de su vocabulario crítico, ya que para él lo supuestamente marginal a menudo constituye una especie de centro secreto. Véase Sylvia Molloy, Las letras de Borges, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, pág. 60. En el prólogo citado Borges escribe: En todas (las fábulas) se combinan cosas heterogéneas, y Casi en cada renglón hay una sorpresa, frases que por poco convierten a Stevenson en un poeta ultraísta.

    OCC significa Obras completas en colaboración de Borges, Buenos Aires, Emecé, 1979.

    ⁸ Por

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