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¿Ocurrirme
Eso a Mí?
¡Nunca!
E s una de las peores pesadillas. Infunde tal temor que hasta nega
mos toda posibilidad de que pueda ocurrir. Nos decimos que
es sencillamente imposible que algo así nos ocurra a nosotros y le
damos la espalda. No queremos ni pensar en eso.
Y aun así, tal vez recemos y pidamos que nunca nos toque pasar
por eso—o que desaparezca ya mismo si por casualidad la vida de
alguien a quien amamos se ve irrevocablemente afectada por un
accidente cerebrovascular.
Sean cuales sean las emociones, la ira, el dolor, la desesperación
y la angustia, cuando un miembro de nuestra familia sufre un acci
dente cerebrovascular, una cosa se impone como absolutamente
cierta: nuestras vidas nunca serán las mismas.
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xii L a V i da después de un A c c i d e n t e C e r e b rova s c u l a r
año.
El accidente cerebrovascular ocupa actualmente el tercer
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cerebrovascular.
abuelita que trabaja”, pero confieso que, aunque adoro a mis nietos,
aceptar que ya soy abuela no siempre me deleita.
Cuando un centro comercial cercano amenazó robarme a algu
nas de mis clientas, trabajé más duro que antes, muchas más horas.
Hasta los domingos. No me iba a dejar robar a mis clientas así
como así. Una tarde estaba en el almacén de atrás, sacando de las
cajas los vestidos que acababan de llegar. Comenzaba a poner uno
de ellos en el colgador—recuerdo que era un vestido negro de cóc
tel bordado con lentejuelas—y de repente la mano izquierda se me
quedó paralizada. Tenía el colgador en la derecha, pero no pude
sostener el vestido en la izquierda. Cayó al piso. No me podía
mover. No tenía sensación ninguna. Sentía todo el lado izquierdo
del cuerpo entumecido, pesado como un plomo.
Grité. Mi propia voz me sonaba como si viniera de muy lejos,
como si estuviera hablando por teléfono y la línea tuviera demasia-
da estática. No podía mover bien los labios. Volví a gritar, aunque me
parecía tonto. Tuve que gritar. Mi asistente estaba en el piso, atendi
endo a una clienta. Echó a correr hacia donde yo estaba y vio que
estaba de pie en medio de un mar de lentejuelas negras. Me aferra
ba al escritorio con la mano derecha. Si la hubiese soltado, hubiese
caído al piso. No tenía control ninguno de mis movimientos.
Fue la sensación más extraña que he tenido en mi vida. No
tenía dolor, sólo entumecimiento.Y podía pensar. Quiero decir que
sabía quién era y que algo me estaba sucediendo. Tampoco sentía
temor, por lo menos a un nivel. Todo lo que deseaba era irme a mi
casa y acostarme a dormir. Me sentía totalmente exhausta.
En algún lugar de mi conciencia sabía que había tenido un
accidente cerebrovascular”.
Esta mujer de negocios y abuela navegó con suerte. Sufrió un
accidente cerebrovascular, pero su efecto fue sólo temporal. Por
fortuna prestó atención a la señal de alarma e hizo lo necesario para
manejar mejor el estrés. Contrató a otra persona para que la ayu-
dara en la boutique. Fue al médico y se sometió a una evaluación
xiv L a V i da después de un A c c i d e n t e C e r e b rova s c u l a r
El Telón de Fondo
La definición de la American Stroke Association nos lo dice todo:
“El accidente cerebrovascular ocurre cuando el flujo de sangre al
cerebro se ve interrumpido por un bloqueo en un vaso sanguíneo
o por la ruptura de un vaso sanguíneo”.
Punto. Pero esta interrupción del flujo de sangre, aparente
mente súbita puede fraguarse a través de varios años. Puede ser
consecuencia de oclusiones en los vasos sanguíneos del cerebro, de
la acumulación gradual de depósitos de colesterol que produce la
aterosclerosis.
La interrupción en el flujo normal de la sangre también puede
producirse como consecuencia de un coágulo que se desplaza hacia
el cerebro desde otro lugar del cuerpo, un coágulo que puede alo
Introducción xv