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Textos asturianos de los siglos IX_y X: ¢Latin barbaro 0 romance escrito? Rocer Wri UNIVERSIDAD DE LIVERPOOL Armando Cotarclo Valledor tlamé a la segunda mitad del siglo IX “una época de total decadencia literaria” (19333538) Manuel Gémez Moreno llamé al texto de la Crénica Albel- dense “clisico dentro de su barbarie” (1932565), y al texto rotense de la Cronica de Alfonso Ill de “estilo birbaro” (1932:585). La lengua de este texto también viene califcada de “bérbara” por Valdeavellano (1952:480), Sinchez Alonso (194":111) y otros. Miguel Stero se refirié a su “latin torpe” (1946:126). Pero el rey Alfonso III y los de su corte no eran nj barbaros ni torpes ni totalmente decadentes, y ya es hora de reenfocar, de una manera més generosa y més compren- siva, la evaluacién que damos a sus textos, Es lo que se pre- tende conseguir en esta contribucién. 1. La Cronica de Alfonso IIL ‘Tres veces en los tiltimos afios se han editado las dos ver- siones de la Crénica de Alfonso Ill; lo han hecho el aleman Jan Prelog en el afio 1980, Juan Gil en 1985, y el fraincés ‘Yves Bonnaz en 1987. Como se sabe, la primera versién que sobrevive de esta Crénica, la llamada “rotense”, se prepard fen lengua poco clésica. Prelog la edité més 0 menos asf como Ja encontramos en los manuscrites més viejos, lo que ‘a Bonnaz no le agrad6: Quoique bien supérieure aux précédentes, lle est accompagnée dun apparat critique un peu lourd, et le texte nest pas suffisamment dépouilé des formes Incorrectes et des atérations graphiques des manus- tits les plus anciens, dont le maintien ne parat pas toujours juste. (vis) Bonnaz no lo hace as{ en st propia edicién: [Nous avons donc choisi dans nétre édition la vat ante conforme au latin classique chaque fois que ‘nous avons jugé possible... nous avons enfin re- couru 8 la correction personnelle, Glv-xI) Eso es, Bonnaz escoge Io que cree que se debié escribir, aunque sepa que asi no seria siempre el texto original; su- pone -como se solia creer hace déadas- que sea probable que cada variante no clésica se deba a copistas malos, aun- {que ahora sabemos que los copistas solian mas bien corregit que deformar. Considerando la “extremada corrupcién” del latin de las copias més antiguas, Bonnaz hace esta pregunta que quiere que se entienda como ret6rica: Fallaitil conserver toutes ces formes incorrectes 2 sous prétexte quelles venalent de manuscits de haute Gpoque et que leur Jatin aurait 646 le plus conforme au latin en usage au IXe side? En réalié, le fit quielles ne se répbtont pas systématiquement dans cos manuscrits et quiclles volsinent avec les formes grammaticales les plus classiques permet de penser quielles ne sont pas toujours tts significa tives. Gai) Juan Gil en cambio contestaria que sf; que conviene man- tener los detalles originales siempre que sea posible, advirtiéndonos que: EL lector se va a encontrar con un texto que le va a semejar a voor biebato y easticn, muy lejos de las ediciones puleras y normalizadas al uso clisico que ‘estén de moda. asf, en su supuesta barbatie, texto nos sobrecoge més y nos introduce en otro ‘mundo... (59-60) ‘Asi que él también se refiere a la supuesta barbarie, aun- que reproduciéndola, Los lingaistas, desde luego, preferimos que los manuscri- tos se editen sin enmienda alguna. Necesitamos todos los detalles auténticos, por muy poco significativos que parezcan a los historiadores. Este deseo se oye gritado cada ‘vez més fuerte: un volumen entero mciente de la revista de Jos medievalistas estadounidenses, Speculum (el 65.1, de e- nero de 1990), se dedica precisamente a articularlo. Si los textos se publican con disfraz clisico, nunca podremos ex- aminar su lengua con la debida exactitud. Ast que, por ejemplo, lo que dice Bonnaz sobre el escaso valor de ortografias malas pero poco consistentes. se encuentra to- talmente opuesto a la verdad. Como sabemos de los estu- dios de J6zsef Herman (p. ej. Herman 1990), las estadisticas relativas, tanto de las formas “correctas” e “incorrectas” tex- tuales como entre las distintas “Incorrecciones”, nos dan un importante indicio de la naturaleza del romance temprano; como sabemos de los estudios recientes de Erica Garcia (p. j. 1985), Jos cambios en progreso se revelan precisamente ‘mediante cambios en tales proporciones estadisticas de las variantes; y como sefiala Cravens en un atinado estudio re- Gente, dentro de los textos que se quieren respetables todo. error puede tener significacién enorme. Pero comparando las ediciones recientes de la version rotense de nuestra Crénica, vemos que a veces Bonnaz le ha alterado ligera- mente la ortograffa y la morfologia. As{ que Bonnaz hace 1o mismo que hizo Lucas de Tuy; lo que hicieron los copistas del texto en el siglo XVI, que no sablan dejar el texto sin ir + “adecuindolo a las exigencias clésicas” (Gil, p59), lo mismo {que hizo Ambrosio de Morales enfrentado con las obras de Eulogio de Cérdoba (gracias a lo cual, los escritos de Eulo- gio quedan casi sin valor para las investigaciones lingOsticas); lo mismo que hacen todos los editores de las Etymologiae de Isidoro de Sevilla, incluso los més recientes; y lo mismo que hizo el redactor de la versién “erudita” (Ad Sebastianum) de esta Crénica, que se hizo en el X. Todos latinizan un texto que les parece demasiado birbaro, Y sabemos que el redactor de la versién “erudita” de la Crénica no estaba corrigiendo la misma rotense sino otra versién anterior a las dos, como vemos del stemma que ahora parece ser més 0 menos seguro ("La Crémica de Alfonso I procede de otto manuscrito leanés, que ha sido retocado antes de su transcripcién en al rotense”, Diaz y Diaz 1979: 37); la misma versién rotense lleva encima correcciones y adiciones (del mismo copista), aunque se supone versién ‘laborada sobre la anterior; y ésta a su vez es probable que haya sido versién retocada de un borrador. Asf que aun ta version més “bérbara” que tenemos representa un peldarto bastante avanzado de esta escalera secular de clasicizacién Gémez Moreno se refirié a la “barbarie” del texto, di- endo sin embargo que “todos sus defectos... son rasgos de espontaneidad y viveza inestimables” (1932585); le doy la razén en parte, pero no se puede ercer que este texto ro- tense haya sido espontineo en el sentido de ser transcripcidn del habla de los autores. Se ha lenado de citas biblicas, referencias martirolégicas, fraseologia legal, y ras- ‘gos de estilo literario de gusto visigético. Estos detalles de- bben de haberse atadido por el deseo de alzar el nivel del estilo hasta més alto de Jo esponténco; si seguimos queri- tendo que todo uso poco clésico se lame bérbaro, el texto ‘original (perdido) debe de haber sido todo una barbaridad. Sin embargo. la perspectiva normal con la que se ha soli- do mirar estos textos leva consigo una peticién de prin- pio. Se supone que los autores hayan querido escribir et latin, concibiéndolo come otra lengua distina de su verndcula normal. Pero es probable que no hayan querido fen absoluto escribir el latin, ni el latin clisico del lejano pasado, ni el latin medieval del imprevisible porvenir, sino ‘el estilo més respetable que podian de su propia lengua, vernécula, romance. No era fécil, porque todavia no tenian otra manera oficial de escribir sino la anticuada, porque atin no habjan inventado ni la escritura romance ni las trans- cripciones fonéticas; y querfan producir, puliendo y li- ‘mando, un texto cada vez més respetable; pero en el fondo es un texto romance, escrito en un estilo altfsimo y a veces pesado, més bien que un texto latin escrito en un estilo bajfsimo. (Sélo digo romance sin precisar més; no creo que vvalga Ja pena hacer precisiones geogréficas, antes del siglo trece, ni creo que las hayan erigido tampoco ellos, y por eso no lo lamo “el asturiano temprano”; véase Wright, en prensa, b). De esta manera devolvemos su dignidad pro- fesional a estos autores asturianos, porque no escribfan mal «i latin, sino que escribian bien el romance de su dia. No ‘eran tontos de remate sino profesionales inteligentes. 2. EL romance temprano y la filologta roménica Conviene aqui recordar cémo ve la filologia roménica al estado lingistico de la Peninsula Ibérica de los siglos nueve y diez. Primero se debe notar que la lengua que hablaban ellos no se puede en absoluto llamar “bérbara” en si. ‘A veces se ha dicho que tanto la evolucién de las lenguas roménicas desde su raiz en el latin hablado del imperio ro- ‘mano, como su divergencia entre sf, s¢ deben, al menos en gran parte, a la desintegracién politica del Imperio. Algunos fil6logos de la primera mitad de este siglo (por ejemplo, Muller, 1929) aplazaron la fecha, tanto de la evolucién como de la divergencia, hasta principios del siglo siete. Esta fecha tan tardia les parece ahora inverosimil a los lingiistas, porque se sabe de cierto que la evolucién Linguistica no puede detenerse asf durante varios siglos enteros. Sin em- Dargo, algunos historiadores y latnistas, desgraciadamente, siguen confiando en esta fecha. En lugar de ésta, algunos fil6logos reconstruccionistas han preferido trasladar la fecha de las evoluciones y de las divergencias hasta mucho antes de fines del imperio, € incluso hasta antes de su principio: De Dardel (1983), por ejemplo, data la separacién del proto- romance sardo del proto-romance general al segundo siglo antes de Jesucristo. Esta fecha a su vez les parece inverosfmil a los latinistas e historiadores, que no ven que hayan existido intérpretes que mediaran entonces entre los sardos y Jos romana. De esto resulta, desafortunadamente, que los especiaistas de la flologia roménica los de la his toria medieval temprana han dejado de tomarse en serio los tun0s a os otros, Pero en verdad no resulta dificil concliar las dos perspec tivas, En efecto, muchas evoluciones ‘roménicas, sf, em- pezaron temprano, pero para todos los fines pricticos la divergencia geogréfica suandié muy tarde. Alberto Varvaro (psi. 1991) 10 viene solucionando con bastante claridad, ya que tiene en cuenta las experiencias sociolingisticas de las comunidades modemas de parecida extensién (como las del inglés, del franofs © incluso del italiano modernos). Todas estas comunidades abarcan dentro de sf gran variacién, seogrética, sociolingtistica y estilltica, y cuando surgen nuevos fenémenos lingiisticos -lo que sucede cada dis- swe consiguen caber dentro del gran mosaico. Ast pode- 1mos vishumbrar gue muchas de las evoluciones fonéticas y rmorfosintécticat que quieren postular los fl6logos roméni- cos s{ empezaron temprano, esos, antes de fines del Impe- rio, sin que las formas antiguas que tenfan la misma funcién a hayan desaparecido totalmente sino hasta muchos siglos después. Menéndez Pidal propuso més 0 menos lo mismo hace afios ya (1926) mediante ss uso de la frase estado la- lente. Usando esta perspectiva vislumbramos una sola comunidad de habla monolingie protorromance occidental hasta el siglo ocho e incluso el nueve; este monolingaismo se volvi6 poco a poco més complejo, pero aun asf no parece que a nadie se le haya ocurride entonces la idea explicita de que las dificultades comunicativas fueran tantas que se trataba de lenguas diversas, ni diastréticas ni diat6picas (sta es la conclusi6n reciente de, por ejemplo, Herman 1988, Van Uytfanghe 1989, Banniard 1989). Se trataba de un _monolingiiismo comple. En su libro reciente el medievalista francés, Michel Ban- niard, por ejemplo, escribe que los habitantes de la Romania de estos siglos pertenecian a un nico ensemble linguistique (187) en eh que seguia existiendo una simbiosis funcional centre las formas habladas y las escritas (197). Los analfabe- tos, por ejemplo, tenfan suficiente pericia pasiva como para entender las homilias y las historias de santos y otras cosas {que se les lefan (204). Esta perspectiva, del monolingaismo complejo, mantiene lo que de veras establecié Maller, eso fs, que nadie hizo en aquellos siglos distinciones metalin- ‘iisticas entre el latin y el romance, sin su conclusién de que el latin pudo permanecer 3 principios del siglo siete sms 0 menos igual que lo que era en el primero. No habla nunca un estado de inmovilismo lingiistico, El latin, lo mismo que todos los otros idiomas, nunca se fj en estado estable, No se ha detenido nunca su de perfec evolucién, ni antes del Imperio, ni durante el Imperio, ni tampoco después. No tiene sentido considerar la pregunta de “cuéndo empezé a cambiar el latin?”, Llimese el indo- europeo, el itélico, el latin, © el romance, no ha dejado nunca de evolucionar (cmbiese su nombre o no). Sigue evolucionando hoy en dia, sin que por ello debamos lamar “parbaro” a ninguno de estos estados de lengua. ero aunque parece absurdo, se ha calificado de barbarie al habla de comunidades enteras durante siglos enteros. Muchas veces se ha dicho que el romance temprano era de por sf de una calidad “inferior” al latin del Imperio. No creo que este juicio tenga mucho sentido, ni en general, ni fen la fonética, ni en la morfosintaxis, ni en la seméntica. Habia cambios culturales, claro esté. Por ejemplo, algo que sf podemos conjeturar es que las comunidades de habla r0- ‘mance de entre los siglos cinco y once eran menos letradas que las del Imperio; eso es, que escribian menos. Como seftala Banniard, sin embargo, ya que segufan usando table- tas de cera y papiros faciimente biodegradables, es probable que hayan escrito mucho més de lo que ahora pensamos, sin querer guardarlo durante siglos. También escribfan en izarras, algunas de las cuales por casualidad sobreviven (Diaz y Diaz 1986; Velazquez, en Fontén y Moure 1987:135- 38). EI romance temprano, cuando se excribia, no tenfa més remedio que manifestar (al menos en el borrador inicial de cualquier texto) més rasgos de estilos orales que los que se ven en Jos estilos escritos artficales del latin clésico. Los rasgos de oralidad no son, en sf mismos, ni malos nit deca- dentes. En los contextos orales, todos los idiomas ofrecen mis flexibilidad y mayores matices que en los contextos escritos; permiten efectos sutiles de la entonacién, del orden de palabras, de la topicalizacién, de los defcticos, de la prag- itica, de estlos y de registros muy variados entre sf, de efectos causados por las relaciones entre la informacion ya ssbida y la nueva, dela interaccién con wn pico allt pr sente, ete; en total, muestran una exuberancia, y una com- plejidad, que apenas se logra nunca en Jo escrito, ni siquiera en las obras de los mejores dramaturgos. Pero los testimonios que sobreviven estin todos, desde Tego, escritos. La lengua escrita suele estar, casi por necesi- dad, estandarizada, La estandarizacion de la excritura sue hacerselimitando la opciones que existen ya en la oralidad, cescogiendo de entre esta extensa gama de posibilidades. ‘Como consecuencia de esto, muchos ra9gosorales que no se than escogido en un principio para que se representen en la norma escrita, van a parecerles después, a los gramiticos, que tienden a confundir la moralidad con Ia normalizacién escrita, como casos de decadencia, Los rasgos orales no escogidos tienden a desaparecer asf de los textos, aunque sigan vives en el habla normal. Este ora el efecto del Ars Grammatin; muchos usos normales del habla se decretaban como malos, y apenas se usaban en la escritura; ¥ por es, como ya vimos, copias hechas de obras ya escritas se cam- baron a propésito para concordar con la norma, La llegada de los nuevos risg0s morfosintéticos del 10 mance temprano, en la. medida en que podemos ahora vis Tumbrarlos, muchas veces habfan tenido la consecuendia de ofrecer al habla mayor flexibiided y versatiidad que la que habia tenido antes. La nueva posbilidad no cfsica de usar combinaciones de verbos auxiliares, por ejemplo (Green 1982), como en construciones espafolas tales como habrian sido hechas, 0 la. de emplear construciones que usaban Ta palabra. se con funcién seméntica pasiva més bien que re- flexiva, trajeron consigo Ja posibilidad de explotar en el ha- bla més matices seménticos que los que habian existido an- tes. Esto no era barbarismo, sino versatilidad. La legada de las alternativas nuevas ha enriquecido los recursos de la len- gua al proporcionarle materia titil con qué establecer con- trastes con lo ya existente que muchas veces seguia durante siglos sin desaparecer. : Después del Imperio, y antes del siglo doce, a técnica de cscribir (Ars Grammatica) seguia todavia la tradiciGn estricta que habia establecido Donato; la tradici6n continus en la Espatla vsigética hasta Julién de Toledo, y se seguia usando después de la invasién, tanto en la Espata musulmana como en Ia cristina, A voces podemos vislumbrar otros inétodos de escribir més bien experimentales, usados en tex- tos de poca importancia tales como la famosa Nodicie de Jeses (de fines del siglo X); pero si un texto se destinaba a que se guardara durante siglos, se le limpiaban la ortografia, y a morfologia, naturalmente, para conformar con la tradici6n. Porque en aquella época como en otras, la alter- nativas lingistieas se concebfan en ténninos morales; los tos distintos se contrastaban no s6lo como antiguos 0 novedows, espontinens 0 pesados, formales o informales, te, sino “eorrectos” 0 “incorrectos”; y la correccién creian que consitia en seguir los preceptos antiguos. Los escrtores profesionales del romance temprano, de este complejo mo- saico monolingte, buscaban ante todo la correccin. Desgraciadamente para los flslogos actuales, la correcién no consistfa en absoluto en tratar de aproximarse a una transcripeién exacta de los hibitos orales. No es aston la ac- tualidad moderna, y no lo era entonces tampoco. Una de las tareas mis importantes de los escrtores de obras importan- 6 tes era la de descartar del borrador del texto toda cosa que no les habtia parecido “correcta” a los graméticos de los siglos cuarto y quinto, Desde luego, esto les restringia ‘mucho en la escritura la flexibilidad lingdistica del habla. Por eso estas erénicas parecen ahora tener estilo tan inedmodo; crefan que fuera preciso hacerlo asi, creian que ‘en esto consistia la correccién, En es0s siglos no tenfan més remedio. Es cierto que més tarde, al menos después del fio mil, la fonética y la morfo- sintaxis de las vernéculas francesas se representaban (en Francia) algunas veces en el pergamino sin su disfraz ar- caizante, y algunas regiones espafiolas, las que tenian con- tactos franceses, pueden legarnos testimonios de que habfan ofdo hablar de esta costumbre extrafta. Los glosadores riojanos, al menos, parecen haberla imitado (y todos debe- ‘mos darnos cuenta tanto de las investigaciones de Bézler, 1984/1985, que sugiere que la versiGn original del manus- crito glosado de Silos debe haberse escrito después del aflo "1060, como de las de Stengaard (19912), que muestra cémo se usaban las glosas de diversos tipos al leer en alta voz). PPero antes de la legada de la escritura romance en Espata, s@ escribfa bien imitando a los vicjos, En la Créniae escribfan bien el romance. 3. Fonética romance y ortografis tradicional En general, no hay por qué quejarse de la estandarizacién ortogréfica, Tiene fines pricticos aunque a veces las tradi- ciones ortogréficas nos ocultan gran variabilidad fonética. Por ejemplo, en los textos asturianos del siglo diez la letra t podia representar al sonido inicial (t1 (como en la palabra cescrita tenere), al sonido [d] e incluso al sonido (6] inter- vocilicos (como en la palabra escrita pratum; véase Walsh, 1991), al sonido [dz] (como en la palabra escrita ratine), al sonido [ts] (como en la termi cscrita -entia) antes de la yyod, 0 incluso a nada (o final, como en Ia palabra escrita sunt). Al leer Io ya escrito, estas imprecisiones no importa ban en absolut. La mayor finalidad prictica que tiene ta cescritura es la de que los lectores reconozcan las unidades Iéxicas, sean cuales sean los fonemas; ast funciona la escri- tura logogritica del chino, y asf funcionaba en gran parte la Jectura del romance espafiol del siglo diez. Los que habian aprendido a leer habian aprendido las normas tradicionales, no tenfan problemas para reconocer la palabra escrita tenet como Ia Iiéne} hablada, a la palabra escrita pratum como Iprédol (o {préso), « la palabra escrita sunt como [son], etc. ‘A los que no habian aprendido a leer no les habria ayudado para nada otra escritura més “fonética”, 050 es, més isomérfica con Jos fonemas, y los letrados ya sabian hacerlo de la manera tradicional. Es lo que pasa en el francés y en €1 inglés modernos, en que las tentativas de establecer rueva ortografia fonética siempre fracasan por tales razones [précticas. Por es0, como sabemos, las formas escritas de una manera “correcta” anticuada no llevan consigo la implica- ‘ign de que no haya cambiado la pronunciacién después de Ia estandarizacién ortografia, ni en la Crénica de Alfonso IIL ni en los libros modernos ingleses o espaftoles. Ni debemos andar despistados por el caso contrario, en que parece haber habido una uniformidad relativa de pronunciacién que sin embargo se representaba en la escri tura mediante una variedad de formas excritas. Como ya sefalé Alarcos Llorach (198225), tal variedad escrta no sig- nifca, no nos puede significar, que evista exactamente la misma gama de formas fonéticas que la de las formas escr- tas. Segin el aparato de Prelog, algunas palabras de la CCeénica llevan hasta ocho variants escrtas en los manuscri- tos, pero no es de suponer que se pronunciaba la palabra de ‘ocho maneras distintas. Veamos, como pequefio ejemplo, imo se escrbié el nombre del rey Bermudo en la rotense. Es €l supto sinéctico de sus dos usos en el capitulo 20; en- ‘contramos las formas escritas Ueremudus, Ueremudo, Uere- mundus y Ucremundo. Prelog imprime Veremuio, Gil Uere- ‘muéus, Bonnaz. Veremundus. La rotense misma lleva Uere- ‘ude, y me parece que conviene imprimirlo as, porque cler- tamente no se usaba en el habla nila {n} nila desinencia f-us),y las formas que levan escritas ny -us las presentan s6lo por el afin de la correccién. Muchas veces la falta de tuniformidad se produce por tentatvas inconsistentes de al- canzar Ia comeesion ortogréfica. Muchos fl6logos ahora se ddan cuenta de Jo que pasaba aqui, en los casos en que la confusiGn era mis bien ortogréfica que fonética; véanse los ‘dos studios valiosos, por ejemplo, de Puentes Romay (1986a, b) y el estudio importantsimo de Carmen Pensado Ruiz (1991). Esta ha investigado las faltas de consistencia ortogréfica dentro de los documentos legales leoneses de esta €poca, deduciendo que los escrtores medievales esta- toan, al menos, consistentes en tratar de escribir su lengua lo mejor que sabian. Las variaciones ortogréficas no significan nada mas que esto. Trataban de hacerlo bien, segin reglas (Ps, “representar €l sonido {we} como la letra 0; usar desi- nencias en vez de preposiciones”, ete), pero no consegufan a aplicar las reglas de una manera consistente. La conelusién que podemos sacar en cuanto a la fonstica ¥ Ia ortogrifia es ésta: de que el latin del Imperio, el ro- mance temprano, y el castellano del siglo trece, y el de hoy, abarcan todos dentro de sf variacién fonética de un tipo rormal y funcional, sin desmoronamientos. No hace falta lamar a la fonética del romance del siglo diez ni “deca- dente” ni “balbuciente” ni “incipiente” ni “desintegrada” ni “inferior” a la del latin imperial, ni tampoto a ta del caste- ano moderno; y si su ortografia muchas veces ni era la del siglo cuarto ni era transcripci6n fiel de su fonética, esto no habria sido muy importante en la préctica. 4. Le morfsintaxis, Se puede decir lo mismo de la morfosintéxis: que hay ani- somorfismo entre el habla y la escritura “correcta”, pero que esto no era en sf sintoma de barbarie. Ya vimos que la lle gada de las nuevas alternativas dentro del habla del Imperio tardfo aumenté la versatilidad y la flexbilidad del habia. Igualmente, en la morfosintaxis del castellano medieval habia a la vez formas nuevas y antiguas, pero esto no caus6 problemas entonces mayores que los de hoy ni que los del Imperio Romano. Como ya vimos, esta variacién tenia tu valor prictico mas que nada en el habla. Por ejemplo, en el siglo X habia dos formas “pluscuamperfectas”:fiziera (< FE CERAT), la forma tradicional, y avia fecko (< HABEBAT FACTUM), la més nueva, compuesta con auiiliar. A primera vista, quizés esta coexistencia parece ejemplo de decadencia, © al menos de confusién. Pero las formas distintas tienen fines distintos, y en esto la lengua medieval se muestra més sutil que la moderna y que la del Imperio Romano, Cheva- lier (1984) indica que las formas con avia deben analizarse como el imperfecto de las formas en ha, més bien que el pluscuamperfecto del presente; y Lunn y Cravens (1991) sefialan que en el Poema de Mio Cid las dos formas desempefian funciones pragméticas diversas, en que avia {echo indica al oyente que “préstese atenciGn: estas noticias son nuevas” y fiziera que “estas noticias ya se conocen en el discurso”. fsta es una distinci6n de valor sobre tado oral. Igualmente, es de moda ahora estudiar los pronombres 4tonos pleondsticos y al parecer redundantes. Riiho 1988) ‘examiné estos usos de manera exhaustive y concluyé que ‘po Hlevaban ninguna funcién estrictamente gramética, pero que tampoco planteaban problema alguno en su contexto, siendo sfntoma de la “exuberancia” del habla més bien que de decadencia ni de confusi6n. Silva Corvalén (1984) los * analizé en el Poema de Mio Cid, concluyendo que reflejan los usos orales, desempeftando la funciGn de dirigir la atencién de los oyentes en el sentido apropiado. La versatilidad oral parece redundancia escrita en los textos; estos pronombres son sintomas del registro oral, y podemos suponer que cxistian también en el habla del siglo diez. Pero en et siglo diez sabian que no se debian incluir en un texto bien escrito, y por eso no lo incluian; asf que a propésito oculta- ‘ban Ja “espontancidad y viveza” que visiumbré Gémez Moreno, porque ast se escribia bien su propia lengua, seguin re les habia ensefiado. Diaz y Diaz (1976:225) se refiris a la “pobreza expresiva” de la rotense, pero eso era lo que hacta falta conseguir; as{ mostraban disciplina més bien que falta de disciplina. La conclusién morfosintictica es igual que la fonética; no hhabia en el habla desmoronamiento morfosintéctico, ni comunidades de habla menos eficaces. La lengua servia las necesidades de sus hablantes. Pero aqui como en la fonética, las relaciones entre el habla y la escritura se iban compli ‘cando cada vez més. Las variaciones morfosintécticas de la lengua de las Asturias del siglo nueve iban coincidiendo ‘cada vez, menos con Jo que se les ensefiaba al aprender a escribir. EI problema surgia al escribir, més bien que en la lectura oral ni ex, el entendimiento de lo leido en alta voz. Parece seguro que la gente entendia muchas construcciones que no solfa usar en su propia habia. Eso es, la competencia pasiva de entender lo escrito, y lo leido en alta voz, sobre- pasaba con mucho la competenia activa. Ast que habia ras- {05 morfosntéctics del habla que no solfan aparecer en Jo cexcrito, ademés de rasgos escrtos que no solan aparecer en 1 habla, Sin embargo, en general, Ia forma excita tradi- ional de la lengua, aun cuando el texto tenia fines pricticos importantes, segufa entonces comprensible 10 s6lo en las Asturias sino hasta en la Francia caroingia, como ha mos- trado con seguridad MeKiterick (1985). Esta también ea perspectiva pan-romance de Banniard (ps, 1989:19), Como hhan mostrado de manera muy convincente Green (1991) y Stengaard (1991b5.21, por ejemplo, las formas sinéticas de la vor pasiva se entendfan por lo comin en este siglo diez, aunque a lo mejpr casi nadie ya las usaba de manera expontines, Siempre hay un abismo entre el uso activo y el pasivo: los espaftoles modemos entienden el futuro del sub- juntivo sin usarlo, os franceses entienden sus formas ver bles pretéias sin usarlas; pero en las Asturias del siglo diez estas discrepancias se iban poco a poco acentuando, Las Artes Grammaticae tradicionales se concentraban més que nada en la morfologia, y con ellas resulté posible escribir bien las inflexiones tales como -itus o -atur. En la Crénica de Alfonso III encontramos muchos usos de la voz pasiva sintética que no parecen en absoluto necesarios; los autores se habrian jactado de éstos, que mostraban a ex- celencia y la seriedad de la obra. P.ej: “arma adsumunt, eri- guntur fundivali, abtantur funde, migantur enses, crispantur aste hac incessanter emittuntur sagitte”, cap.10 (Gil, p28). La palabra escrita emittunt de la rotense se convirtié en emittuntur en la version erudita y también en copias de la ‘misma rotense, para la mayor gloria atin de la sintaxis. Con las desinencias nominales no tenian el mismo éxito; parece ‘que sablan manepr las desinencias escrtas, pero sin estar iertos de cuéndo era preciso. Por eso encontramos la forma normal de la vernicula, derivada del antes “acusativo” (pero que parece a veces “ablativo”), en cualquier posicién sintéctica (como Veremudo con, ya mencionado). 5. Vocabulario y seméntica De Ja misina manera, en estas sociedades del temprano ‘medioevo romance, la mayorfa de la gente podia entender muchas entidades léxicas que ya no usaban de manera ac- tiva, Los escritores, buscando lograr la correccién, muchas ‘veces imitaban a propésito textos del pasado. Esto es siempre 10 que hacen los abogados, desde Iucgo, pero ‘cuando 1os investigadores modernos buscan modelos anti- 2 {g008 de Ia fraseologia de los textos més lterarios del siglo rnueve también Jos encuentran, hasta para las frases al pare- cer menos significantes. Lo hace Bonnaz en su edicién de la Cronica, por ejemplo, sin que consigamos saber si las frases is tempranas eran coincidencia © modelo. Para nosotros, Jos roménticos de un milenio después, esta técnica cui- dadosa de composicién mediante imitaciones nos parece contraproducente, En la Crénion de Alfonso IIT no se trata rmeramente de seguir las otras Historias que les servian de fuentes; ali, por ejemplo, como indica muy claramente Gil en su edicién, la conversacién que entablan Pelayo y Oppa antes de la batalla de Covadonga en el capitulo mueve tiene modelos detallados en la Biblia y en la hagiografia. Ni noso- tros ni los primeros lectores de esta Crénica habrfan postido saber si se escondia algo verdadero debsjo del relato asf presentado, pero e:0 no les importaba gran cosa a los au- tores; as{escribfan bien. Este tambien es un sintoma de las discrepancias que habia, entre el habla y la escritura. No significa nada de por sf en cuanto a la naturaleza del habla. La hipétesis tan reterada, de que no tenfan més que una lengua birbara y balbuciente, parece a veces sélo factible si queremos sugerir que nadie haya hablado en absoluto durante siglos enteros. Se ha dado por sentado, segsin parece, entre algunos fillogos que todos Jos habitantes de la Espafta Medieval eran estipidos, de modo que no hace falta construir una explicaci6n vernsimi de los textos que escribieron. Tal hipbtesis no les agrada a Jos historiadores, que vislumbran allf a muchos individuos inteligentes que trataban de superar obsticulos préctcos en suchas Areas de la vida normal, no s6l0 en la escrtura, En general, la Espaa de estos siglos no era 6poca de total bar- 30 barismo intelectual, decadencia lingtifstica y estupider ge- neral. Era una época de cultura esencialmente oral; se iban acentuando cada vez més las diferencias (que existen en todas partes) entre el habla activa y lo escrito, pero los indi- vviduos no mostraban en general menos inteligencia que ahora. Quizés en la primera parte del siglo trece sea la ‘inica época en que era en general posible escribir on un es- tilo més 0 menos oral, sin las limitaciones y pedanterias de la estandarizacién, como Io era también en Francia (Ficisch- ‘man, 1990). 6. La lengua de la Crénica Espero haber mostrado que el habla de las Asturias del siglo diez no era en sf “bérbara”. {En qué, entonces, consiste Ja supuesta barbarie? Parece que ésta se ha notado sélo en Jos esfuerzos intensos que hicieron para escribir de la ma- rnera dicha “correcta”, descartando a muchas de las con- strucciones del habla normal, ateniéndose a la escritura casi logogréfica tradicional, usando palabras y giros que encon- traban en los textos antiguos y respetados. Eso no es bar- Dari, es seriedad, Pero aun disfrazados, reconocemos que los textos son del romance de su siglo por detalles que no era posible escribir de manera correcta, 0 que no se les podian ocurrir que debfan cambiar. Ya se sabe que los nombres de personas 4rabes, por ejemplo, no tenian forma “correcta”. Tenfan que improvisar. Lo mismo con los arabismos, y Corominas, entre otros, ha explicado bien que la palabra escritamollte (cap 25: alium mollite nomine Alporz) es la palabra que surge después en el topénimo Mutleies y que se dice ahora mu- iad, Los cambios semantics que se hallan dentro de ests tex- tos también representan un indicio valioso (ya lo die en Wright, 1987), Estos no se mencionan en sus graméticas, ni fn su ensefanza, Por ejemplo, usaban ta palabra normal Ipobiar (con et sentido que todavia tiene poblan, y to cscribfan popular, que parece excelente, sin darse cuenta de aque en el latin orginal esta palabra significaba “devastar” (véase Bonnaz, 135-6). Cito la edicion de Gil =-quum ciuitas Uiseo et suburbis eius jussum nostrum esset populatus (cap7, p.122). Estas palabras de la version rotense se encuentran algo “corregidas” en Ia versién erudita, sin que este redactor se ‘haya porcatado de la anomalfa seméntica: -quum Uiseo ciuitas et suburbana eius a nobis populata cesset (p29). Hay otros usos iguales de la palabra en ls capitulos 11 y 14 (los dos igualmente dotados de voz pasiva admirable innecesaria). No era dificil conseguir la voz pasiva, truco de su profesiGn, ni la ortografia (que era més facil que muchas de las formas ortogréficas del francés moderno, por ejem- plo), pero no podian ni sospechar la existencia del cambio Seméntico. (Las dos versiones usaban también la palabra romance [despobléron] (mas tarde escrita despoblaron), representindola “correctamente” con depopulauerunt.) ‘Se ha notado también que Ja palabra escrita consubrinus tone en este texto el sentido moderno de “sobrino” en vez del original de “primo”: Cindasuindus rex magnifice suscepit & in caniungio con- subrinam suam dedit (cap. p.110). Magno uiro Egicani consubrino Bambani Regi (cap3, pals). Estos eran sobrinos de veras. Pero parece que en este caso €l cambio no se habla completado. Es probable que el cam- bio se haya efectuado mediante el uso de la palabra no pre- finda (la que sobrevivié como sobrino) para designar a un primo de la goneracién menor (San Isidoro, Etymologie 1X6); y esto se nota en el cap.20, en el que la palabra subrinum se usa para designar al futuro Alfonso Il, hijo del primo del rey Bermudo. Ueremudus... subrinum suum Adefonsum... sibi in reg- num successorem insttult. Pasa lo mismo si se han visto cambios seménticos en la ‘morfologia. Por ejemplo, el participio pasivo del romance no cera dotado de tiempo verbal, pero antes se habia usado cspecificamente para referirse al pasado. As{ que en el ro- ‘mance, para significar el pluscuamperfecto de la voz pasiva afiadian al partiipio del verbo léxico las formas pluscuam- perfectas del verbo auxiliar, cuando antes habian aftadido las del imperfecto. Al principio de la versi6n rotense leemos 1s palabras sepultus fuisset (Gil, p.114); en ese siglo la pala- bra pronunciada [fwése] (y més tarde escrita fuese) todavia 31 Tovaba sentido pluscuamperfecto. Antes, para sige “habia sido enterado” en modo subjuntivo, habian usado eset. En l siglo XVI, el copista del manusctto M lo cambis en este, pero antes, no. Aqui leemos Ja forma con la semfntica del romance. Estos fendmenos no e que representen fa “inluencia” de Ja fengua hoblada; Ia son, nada més. No necesitan ora cexplicacién. Los que sf Ia necestan son loe que no Iason, y su explicacn se puede buscar en el ansia de ia comexcién, Conclusion eCémo describir, entonces, la lengua de esta Crénica? Los hay que hablan de “latin bérbaro; Diaz y Diaz hasta la ama “latinidad ulcerada” (1976225); Stero se refiere a su estilo miserable”, etc. Yo vengo llamindolo “romance escrito en estilo alto’. Hoy en dia solemos hacer esta distincién conceptual entre el latin y el romance qué ain no se habfa inventado en la corte de Alfonso Ill. Crefan tener ‘un sola lengua, y conviene darles la razén'. Tal vez parece {que por esta misma raz6n no importa mucho si la llamamos “romance” o “latin”, Pero sf, es importante; afecta 1s evalua- + Usaban Ia palabra mulge (y cognadas) para referirse al uso normal de Ia época, sin hacer dstincon metalinguitiensinerénica, pero a ‘veces contrastando el uso moderno con el uso antiguo (véanse Van Uyllanghe, 198, sobre 1a Francia; Wright, en prensa (a), sabre la Vite Dominici Sensis; ete). BI tinico uso de wlgo en esta Crénica 8 as, al principio de la rotense: in ullam propriam uenit, cui nomen erat Gertins, quod mune « bulco appellatur Bamba (Gi, p14, Pretog, pS). ‘Morale lo traduce bien (p.199): *..que ahora es Hamada por la gente Bamba’. Después de proparar esta contibucion he leido ef articulo de Collins (1990), me slegra ver que, mediante razoremients enter: mente diverse, loga a concusiones parccidas a las mas. ‘ign que Jes damos. Llamarla “latin birbaro” sugiere que hayan sido birbaros, conclusién que no surge en absoluto si Tamamos a gu lengua “romance escrito en estilo alto”. Ha- iar de barbarie sslo seria, congruente si todos los asturianos de la corte de Alfonso III hubieran sido mentecatos, incultos € incompetentes; no creo, ni quiero creer, que todos hayan, sido asi, y supongo que los asturianos modernos no querréis creerlo tampoco. Construian iglesias, confeccionaban manus- ‘citos, viajaban, se interesaban por el pasado y planeaban reconquistas, ideaban maniobras politicas y diplométicas, Nevaban una vida activa y compleja. Si cabe concluir que escribian bien Ja énica lengua que tenfan, lengua polifacética, versity vital, y Hamamos a la lengua de los textos “romance bien escrito” -Jo cual me parece no sélo més justo sino también més acertado- podremos deducit aque al menos algunos de los asturianos de esa corte eran in- ‘ligentes, profesionales dignos y serios. Esto parece ser no 610 mucho mas generoso sino mucho més probable. Referencias + Alarcos Llorach, E, (1982), El espaol, lengua milenaria, Val- Iadolid, Ambito + Bonniard, M, (1989), Gendse eulturelle de Europe: V-VII sitle, Pats, Du Sel + Bealer,F, (1984), ‘Pour une revision de la date des Gloses de Silos, Recherches Ibriques Strasbourg I, 2:1-10 (1985), Pénitence chréienne et oF mvesulman, dans VEspagne du Cid!, Recherches Ibériques Strasbourg Il, 3:68.90. ‘© Bonnaz, Y,, (1987), Chroniques asturiennes (fin IX* sidcle), Paris, CNRS. + Chevalier, J.C, (1984), ‘Du plus-que-parfait’, Cahiers de Lin- _guistique Hispanique Métigole, 9:5-47. 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