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José Ortega y Gasset INTRODUCCION A UNA ESTIMATIVA é¢QUE SON LOS VALORES? Introduccién de Ignacio Sénchez Camara 15 2004 Herero de José Onepay Gasset ‘Ea: Obras Completa, tomo 6, 9p. 315-335, “Manes Eto, Madd 1583 (© 2004 Edicones Encuento, SA. queda siguosanente profubid, sn la autorzalon exert de os {Tulare del Copyright, bajo las sancones estabecilas en las lejos, br veproduocion tral © paca de eta cra por cualguee ‘Rtato o procedimieno,incidoe la reprognaia y el watamierso Intoentcs, y la databacibn de ejemplies de ella mediante Aiuiler 0 presamo publics. ara cualquier nformacin sobre ls obras publcads oen progam + pum propeesas de nuevas publicaciones, digs 2 TRedaccon de Ediciones Encuentro cedaceroe, 328 28014 Nac Tel. 91582 26 07 reeediciones-encuento 8 tla éttca de Ortega y Gasset ni, on general, su flosofia, pueden ser cabaimente comprendidas sin la referencia a sit ‘adbesion ala teor‘a de los valores. La determinacién y et landlists de las categortas fundamontates de la vida buma- ‘na, la tooria de la minoria seleca, sus reflesiones acerca de Tas valoraciones de Ia vida, contenidas, por ejemplo, en El tema de nuestro tiempo, la distincion entre la vida ascen- dente la descendent, la vida noble y la vulgar; la teorva de ta perspectica y, on definiva, su metafsica, étca y estética, silo son inteligibles después de un tratamtento sistemdtico de a realidad y del modo peculiar de ser de los valores. INo falian en sus escritos las referencias entusiasias 4 le obra dle Max Scheler. La influencia es temprana y profunda, {Bn su articulo -Un didlogoy, recogido en ol volumen Espirit de la letra, escrtbe: “Hombres como Scheler, Guardini, Pray twaara, se han tomaido el trabajo de recrear una sensibilidad catblica partiendo del alma actual. (Obras Completas, 1, Bditorial Revista de Occldente, Madrid 1947, p. 565). Bn Tnsimismamiento y alteraci6n, no escatima elogios al flé- sofo aleman: +No hace muchos arios, mi grande ainigo Scbolor una de las mentes mas fetles de nuestro tiempo, ‘que vivia en incesante trradiactén de sdeas— se murié de ‘no poder dormir (OG, V, p. 301). Ya su muerte, le dedto6 5 tun bellisimo articulo que termina con estas palabras: 1a ‘muerte de Max Scheler deja a Buropa sin la mente mejor que ‘poseta, donde nuestro tiempo gazaba en refljarse con pas- ‘mosa precision. Ahora es preciso completar su esfuerzo ana- diendo lo que le falts, arguéstoctura, orden, sistema- (Max Scheler. Un embriagado de esencias, O.C., IV, p. 510). En el niimero IV de Revista de Occidente, correspondien- te.a octubre de 1923, aparecié la primera version del ensa~ 30 que el lector tiene en sus manos, bajo ef titulo Qué son los valores? Iniciacién en la Estimata.. En las Obras Completas, @ partir de la primera edicign de 1947, se publi- ca con una modificacién en su titulo: dntroducctén a una Bstimativa, Qué son les valores?-(O.C., VI, pp. 315-335). Bs fen este ensayo, breve » excelente, donde se contiene, de ta forma mas detallada’y rigurosa, la concepeiin de Ortega ‘sobre ls valores, El pensador encuentra on el rencvado inte- és que aprecia en su tlempo por las cuestiones estimativas ada menos que uno de los sintomas mas certeras de la rueva sensibilidad de la época. La meta de su investigacién es la determinacion de qué ‘cosa sea el valor en general, no el valor moral o el econdmi- 0 0 el estético, Para ello parte de la constatacién de a wni- ersalidad del fendmeno de la estimativa, de la frecuencia (on la vida humana de los actos de prefertr y postergar. El ‘analiss le conduce a la comprobacién de la existencia de ddos mundos: el mundo del ser y el mundo del valor. A con- tinuacton, Ortega examina las dos principales respuestas que en la flosofia reciente se han dado a ta cwestién det valor, al problema de su naturaleza y fundamento. La pri- mera respuesta, la mas inmediata, la que primero se nos ocurre es la que fue propuesta por Alexius Meinong. Segiin ell, una cosa es valiosa cuando nos agrada y en ta medida 6 en que nos agrada. Esta tests conduce inexorablemente al subjetiismo y al escepticismo. FI valor no residiria, segin alla, en las casas y en los objets sino que se introduciria por el sentimiento—subjetivo— de placer y agrado que ellos nos (proporcionan. Bsia tesis es féctimente asumida por el bom- bre moderno, que es un subjetivsta nato. Sin embargo, fren- tw aella cabe objetar que a la esencia de la verdad son indi- Jforentes las vieisitudes del sujragio universal 9 que un ‘andiliss fenomenoligico del acto de valorar conduce a la ‘esis contraria, pues pereibimos el valor como algo que pro- cade del objeto no como algo que proyecta nuestro arbitrio 0 nuestra subjetividad sobre él. La complacencia es suscita- da por el objeto, no decretada por la mera subjetividad. La segunda teorfa es la propuesta por Ebrenfels, para quien son valtasas las casas que deseamos, las que atin no existen. Bt valor reside en muesiro desearlas. También recae, como la tests ce Meinong, en el psicologismo xy on el subjetivismo. La tarea, segtin Ortega, consist en ir desligando el valor de los estados psicoldgicos sentimentales 0 apetitivos. a tesis fundamental de nuestro autor, que sigue la senda trazada por Scheler, resulta clara. Los valores son algo abjo- tivo y no subjetivo, Tlenen su valider con independencia de ‘nuestros intereses sentinsiontos. Nose trata de una cuestion de hecho sino de derecho. Los valores son cualidades irrea- les residentes en las cosas. Resulta acaso problemdtico el uso del término -irreal, pues podria sugerir algo inexistente 0 (feticio. Mas bien cabria bablar de inmaterial 0 ideal. Mas a idea orteguiana resulta, a pesar de la utltzacton det ocablo, clara, Las valores son «reales. s6lo en el sentido de inmateriales 0 ideales, no en el de inexistentes 0 ficticios. Cabe bablar de wn ser del valor, de un ipo de realidad pro- ‘pio de él, No bay que olvidar que el calificativo de «ireale 7 también es predicado por Ortega de los objetos matematicos. recisamenteafirma que el conocimiento de los valores es ‘absoluto y cuastmatemético. Componen un sistema de ver- ldades evidentes e inamouibles.Poseen también una sero de ‘dimensiones polardad, jerarquta y materia. Orega propo- tne un critero de clasficacion de los valores que difiere algo del propuesto por Scbeler ‘aabeston ata fosofa de los valores entrafta wna asun- cién implica del personaismo ético, pues silo la persona puede capar en sus diversas grades a realidad valisa y rea lizar, ast, los valores morales, Bl tratamiento de las reaida- des valiocas permite también comprobar cémo la teora orte- ‘pina de a perspectva no puede ser interpretada en sentido Subjtvista, Hl becho de que fa persona silo pueda tener un conocimionto circunstancial de la realidad no entra la negacion de la objetividad del conocimiento. Tenemos wna ‘isin, imitada y circunstancial, y, por lo tanto, sujetion, ‘pero de una realidad objetiva El perspetvismo no entrar ‘una concepctin subjtvista de la verdad. ‘Hl cardcterabsokuto y cuasimatematico del mundo de los valores no significa que se trate de realidades striciamente racionales, Por el contrart, el mundo del valor perenece al “mbito de fos fects y sentimtento. Lo que sucede es que bay que revisar'y refutar la dea que pretende que el ambt- 10 de los sentimientos sea arbitrario 0 iracional. Acaso ef [gran tema de ruestro Hemp consista en la sistemattzacion del mundo del semtimiento, en a elaboracion de una -ldg- a del corazéns (PascaD y en la rigurosa determinacion de Ia existoncia y contenido de un sordo amon (san Agustin, Schele). 1a ica de Ortega se fundamenta en la existencia y obje- tividad de ls valores; es una étca de ls valores. HI porspec- 8 tivismo deta vida moral no entrana la asuncién de ninguna forma de relativismo. La bondad y la maldad se imponen a ‘Partir de la vocacién y dela eircunstancta dela persona. La ‘moral lujosa y deportiva no es arbltrara ni la, por el con. trario, es la mas exigente. Nietesche dijo que debiamos poner ‘on muesiras vidas la seriedad que pone el nitio en sus juegos. Lo que para una persona puede ser un deber inexcusable, Para otra puede no serio, pues difieren sus vocaciones y cfr- ‘cunstancias vitales, pero nada de eso refiuta el cariclerin- exorable de los eberes y los tdeales. No es la de Ontega s6lo tuna ica de ia autenticidad. Bsta es condicion necesaria, ‘mas no sufictente, de una vida moral, Inporta la altura de Ja meta a ta que cada cual proyecta su vida. ¥ la fidelidad @.una meta de escasa altura no puede bastar. Por io demas, 4a idea de la vida noble contrapuesta ala vulgar entrar a ‘asuncién de un orden objetivo de valores e tdeales. Es a rea- lidad de tos walores la que confiere su objeividad a la ética de Ortega, No es, por ello, en absolute, contradictoria ta idea de Scheler de lo bueno -en si para mb. Algo puede ser bueno de manera absoluta pero solo para una persona concreta ‘Tampoco puede ser interpretado en sentido relativista 0 sub- Jetivista el echo innegable de que el proceso de descubri- ‘miento de los valores sea bistérico. Ei atento lector de este ‘ensayo puede comprobar por sf mismo el cardcter objetivo ‘que tiene la moral para Oniega. Y, de paso, tambien puede comprender mejor algunas de las causas principales de la anomaiia moral que aqueja a nuesiro wempo, tan formida- ble y, ala vez, tan precari, Ignacio Sinchex Camara (Unwworsidad de La Corusa) Descie hace algin tiempo, en los estudios flos6ficos, en las cobras lteraras y aun en la conversaci6n de las gentes pulidas parecen con mucha insistencia los vocablos «valores, -valo- ricién., valorae, Las gentes de espiity agrio que no saben fotongarse a si mismas el Iujo de comprender las cosas din {que se trata de una moda, Sin embargo, la preocupacién ted- tea y prictica en tomo a los valores es uno de los hechos mis hondamente reales del tempo nuevo. Quien ignore el senti- do e imponancia de esa preocupacion se halla a cien leguas de sospechar Io que hoy esté aconteciendo en los profundos ‘senos dla realidad contemporines, y mis lejos atin de entre- ver el maaana que hacia nosotros rapido avanza Se trata de una de las mis fértles conquistas que el siglo XX ha hecho y, ala par, de uno de los rasgos fisiognémi- cos que mejor definen el perfil de la época actual Hasta fines del tltimo siglo no existan mis estudios sobre el valor que los referentes al valor econémico’. ‘Un vide, ben que vag, de lost que hoy tno ne nee ‘suena que nd sings Bas bas de Ftcheson,Shaltesary {aun de Ata Sih se espe mbes qe, mas dead, consteuye Joy aera de or kre No ota, os piners peusadores be desc ‘yon one ler un problana sea) ape hun sido Hevban 76184, Bence CHB 1860 7 kore (ANT-IBH).Corwlee ded ace sete qe a ‘th nt de ose (sta Rk Mer ee mente que ver con sors de os vaere que aor nor Oc u En Btica y en Estética, en Sociologia y en Psicologia se ‘empleaba @ menudo el término -valon, sin que intentase adie someter su sentido a especial indagacién. En los libros éticos de Kant, sobre todo en sus Fumdamentos para tuna metafisica de las castumbres, se habla varias veces en cada pagina de «valon, y no extrinseca o fortuitamente, ‘sino del modo més formal. Ios temas decisivos dentro del Sistema moral Kantiano son planteados o son resueltos en Formulas donde la palabra valor interviene. Una vez y cra leemos expresiones como «valor absoluto», walor rola- tivoy svalor propio o intimo de la persona», walor moral, fete, sin que para fjar las graves alusiones de e305 voca- blos nos oftezca Kant ni por casualidad una definicién, nominal al menos, del valor, no hablemos de una invest igacion premeditada del problema objetivo que el término 'No menos usual es la conversacion de walores estéticos, valores vitales, «valores politicos, «valores culturales~ Toda ‘una generacion se ha encendido al calor que irradiaba el Tema de Nietwsche; Transmutacion de fos valores. Puede advertise, desde luego, que se recurre al vocablo «valor precisamente cuando parecen inservibles todos los demiis Conceptos para entender ciertos fendmenos. Lo cual equk vale a reconacer que allt donde se habla de walor- existe algo irreductible a todas las demds categorfas, algo nuevo y distinto de los restantes Ambitos del ser. {No fuera, por 10 rmismo, tanto mas obligado precisar un poco en qué con- siste es0 que llamamos «valor? “Tal es el propésito de las piginas subsiguientes: quisiera por el camino ms corto conduc al lector hasta una nocién Clara y rigorosa de lo que son los valores. No es, pues, hhuestro asunto una clase panicular de valores; no qué sea 2 el lor mori © € lr econtinin 0 lettin, ho qué sex ular ek pent ar seer eaten Ro = pote Cn che CER tnd mn scope peel aur sans come cas ure moat Nec creo hc ns roti cone Se lone ty ese hen co be if potions dececonpieno ot eons Fae el problema del valor, parce, no ya essamenteatendido, Sine toons orion wat or eee pants ‘ein th ae ee au se i poe peri. Pec ti pens insta) sesapeee pole ster tte 16 teins bs Cane eines scone ets, to hn promca Win tre tenga de! nd bees tn rere oat ‘esti otiain pele nse pn eae thee Guus bijs sigue: foe onmas ce te cue, et poet tonne preserean € rv ingen feria ete caste tpoe pe did ice constr su alumi dado el pe a a hve ut nin sine pees acts lvl es en de en, Durand dele busts ha wdo yo svoxod tas Pence $k ia ine vom pobre ln a soatna, ee Blltib 4s runs cewek, tan epee aaamnetve' acuscetee sandete a pa ole ene egitim he sebecy skecl cane sleth moe pope! ca: Un ern arc es. ue digs pts eae cedoty eft exe de eons cu ee oe 3 porales o fisicos. Ninguna otra clase de objetos habia entra- fo adn en el campo de su inteleceién. Consecuentemente, para ellos no exisia Ia distinci6n, tan obvia para nosotros, ‘entre el ser y el ser fisico o corporal. Solo este timo cono- ‘Gan, Y, por tanto, en su ideario cuerpo y ser valen como sindnimos. El ser se define por la corporeidad, y su filo- sofia es fstologfa, Mas he aqui que Pitigoras, errabundo en Italia, hace el dramitico descubrimiento de unos objetos ‘que Son incorpéreos y, sin embargo, oponen la. misma resistencia a nuestro intelecto que los corporales a nuestras ‘manos: son los niimeras y las relaciones geométricas. En vista de esto, no podremos, cuando hablemos del ser, entender la corporeidad. Junto a ésta, como otra especie del ser, esti la idealidad de los objetos matematicos. Tal uplicacin de los seres nos hace caer en la cuenta de nuestra ignorancia sobre qué era el ser. Conociamos 10 especitico de la comporeidad, pero no lo que de ser en general hay en ésta. Pues andlogamente, al hablar del Bien, Uegaremos tan s6lo a conocer una forma especifica del valor, sin que sos- pechemos tras ella el género valor. Y prueba inmediata de {que es algo muy distinto tenemos en la sencilla considera- cién de que el Bien y el Mal se excluyen, son el uno lo con- tuatio del ouo y, sin embargo, uno y oxo son valor: el Bien, un valor positivo; et Mal, un valor negativo, , -legante, distro suene,ssletor ~o bien orto lnlesante, sorpe, sdbil, vulgar, significa a la ved realidades "alors: Es mse hier una explorcin del lccons. tio con el dnimo de revit rods las palabras de semtdo completamente esitvo, pasmaa a fabuloss dant fn de cmc yas ars ayo lon Preguntémenos, pues, con align rigor y urgenca: aque fon etos valores seguro que ala tented esr se den leas respuesas al pregunta, co probable que el ‘orden en que aparezcan sa el msmo ¢h que eas tsps tn han sudo en el proceso cen, Dos de ella ene men tas as demas y son como etaciones del camano di Ietco que todo esi sigue pra legar auna noon nda purrs exacts y ms clara del valor 1. Los valores no son tas casas agradables Antes que nada, se nos ocure pensar esto: una cosa es valiosa, tiene valor, cuando nos agrada y en la medida en (que nos agrada, Tiene valor negativo cuando nos desagra- dla y en Ja medida en que nos desagrada, Fue Meinong el primero que de una manera formal y ‘axativa planted el problema general del valor e intent6 su yy teoria en Investigaciones érico:psicoliglcas para una teoria tdol valor, publicadas en 1894, “Quign no hallaré plausible la idea de Meinong? Yo doy ‘valor a una cosa, aquel a otra; yo prefiero lo que éste pos- pone, y viceversa, Lo que me agraca es valorado positiva- ‘mente; Io que me enoja, negativamente. He agui renovarse, con motivo del valor, exactamente el ‘mismo razonamiento que, alli en Grecia, sivid de funda- mento al escepticismo, Cada cual tiene su opinién y juga {que es ella Ia verdad; estas opiniones, presuntamente ver daderas, producen la més atroz disonancia, Tal es el vene- rable ‘ropor 0 argumento de Agripa el académico, el ‘tropo- fundado en la diversidad inarménica de las opinio- nes —rév dnd hg Biaduvlas Tay BobGv—. Res og. os de Hota enc, Phe Lnertuchungen ser Webooris 154, Vesela con hres ae ‘Rags huge frac er Werbung aed Wr (ce aoe y V0, Sey eS fr gutmanche Pompe, 195 om 1, ¥ sacl Oe ‘Teste was Sed nds each snd Gabe setinentos de ex (Got sut au no on, en el dre fr ae gsomtePcha tor I, 0, SEES ae face darchmen (bees animone), ey 1910, dls a ‘ot e apa eB putt devia de Meneng en et pce x ampli Mme Grade or Uiban ene ie Veluanon tr nature dks 19 ‘SoTbacs consi sue ean seman. Sa eat, odos aucls to ‘BpPde tenon ave fat ocipa yprescpedo Cuete aoe sf ox dtr cen Se eis re ana i i Sedo cca de ea expr I seca verdad gue ys ‘Brentano habla ya dexadet on 18, ben que refers problens del Hee SGucat ionemene I idet de eser H folee penal de ‘Brentano, done se la por ver pea ene Kant lo doe yo go ei ‘pis oneal de anne fc acta Yom Carico Brion {tfc sopnol de Teno ad 202 Lassen de ret sre ps tology tik an consigueron prendre so XI, en cao, ek ‘Grn estan cor capes —une einng ay, ben ‘Etmz gute los poco anos desig XX qe on cries. eu ‘Sade son pos como cas feriesoaheson a deemiades ae tke 18 Pero lo mismo que en el caso de la verdad, en et del valor, el stopo: de Agripa, de gran efecto emocional, pasa ala vera del problema sin herilo, como una flecha desvia- da. Ala esencia de la verdad son inlferentes las viisitudes del sufragio universal, La coincidencia de todos los hombres en una misma opiniéa no daria a ésta un quilate més de verdad; s6lo nos proposcionaia una mayor tanquilidad y conflanza subjeivas, porque, en el fondo, somos les hom- bres humildes y débilesy nos aterra quedarmos con nuestro critero. Sin embargo la idea de Meinong nos parece obvia: es la primera que se nos ocure. Todos, al preguntarnos «qué es € valoz., nos hemes primeramente respondido: valor es el cariz. que sobre el objeto proyectan les sentimientos de agrado y designdo del sujeto. Las cosas no son por si ‘alias, Todo valor se origina en una valoraci6n previa, y ésta consiste ea una concesién de dignidad y rango que hace el sujeto a las cosas sega el placer 0 enojo que le No cs un azar que esta idea en que se comienza por negat el caticter objetivo del valor y se le hace emanar del sujeto sea la primera que se nos ocure. Se trata de una predisposicién nativa que en todos los érdenes caracteriza al hombre moderno, sobre todo al contempordneo, y le ‘diferencia radicalmente del hombre antiguo. Para este lo espontineo ¥ primero es pensar qu los cbjetos —cosas, verdades 0 normas— son independientes del sujeto, son ‘ransubjetivos, Slo en virud de un gran esfuerz0 mental, de que s6lo algunos individuos geniales fueron capaces, llega la humanidad antigua a sospechar que tal vez todo ese mundo de objetos y rlaciones objtiva es mera ilusién se reduce a una emanacién del sujeto. Ea el hombre 19 moderno, que se inicia en el Renacimiento y llega en el Siglo XIX a sus Gltimas consecuencias, esta suspicacia es fhormal y espontanea; no necesita de razones especiales para llegar a ella: la encuentra originariamente formando el strato mis hondo de su espirita, Somos, en efecto, subje- tivistas natos!, Es curioso advertir la facilidad con que el hombre medio de nuestra época acepta toda tesis en la cual lo que parece ser algo objetivo es explicado como mera proyeccion subjetiva. A nadie se le antoja parad6jica, por ejemplo, la idea de Stuart Mil, y de todo et positvis- ‘mo, que hace de las cosas circundantes —este tintero, esta ‘mesa— un conglomerado de sensiciones y nada més. Como a pesar de estas teorias el tintero y la mesa nos ‘seguirdn inevitablemente pareciendo entidades distintas de nosotros, independientes de nuestros estados subjetivos, quiere decirse que esta manera de pensar implica el reco- nocimiento de que estamos condenados a un inexorable cespejismo ya un perpetuo quid pro quo. En el caso de los valores, la situacion es pareja. Tal vez presenta con mayor claidad el error del positivismo, que, 1 pesar de su titulo y aspiracién —ser una filosofia de los puros hechos, de los fendmenos—, comienza siempre por desconocer el fenémeno mismo que quisiera explicar Porque es el hecho, Jo positive, que en el momento de vvalotar algo como bueno no vemos la bondad proyectada sobre cl objeto por nuestro sentimiento de agrado, sino al revés, como viniendo, como imponiéndose a nosotros desde el objeto. Ante un acto justo, es él quien nos parece 7 serie ea ae read que ae ea bo ldo nombre de “dla Bowe, 20 8 quien diputamos por bueno, como el verde de la hoja fos aparece en la hoy es propiedad de ella. De modo que lejos de pareceros bueno un hombre porque nos agra, Jo que positivamente aeaece en nuestra conciencia e3 que nos agrada porque nos parece bueno, porque hallamos en ese caricter valioso de la bondad, Este porque no es una palabra al aire. Nuestro agrado no se produce simplemente después de haber advertdo la bondad del hombre; no se trata de una mera sucesin, sino que se presenta el agado unido por un nexo consciente a esa bondad, del mismo modo que la conclusion no s6lo sigue a las premisas, sino que se funda en ellas 0 de elias emerge Ja complacencia es cietamente un estado subjetvo, pero no nace del suet, sino que es suscitada y nutrida por alin objeto. Toda complacencia es complacerse en algo. Hl ori- gen de ella no puede ser ella misma, o, dicho en forma gvo- tesca, lo apradable no lo es porque agrads, sino, al contra- fo, agrada por su graci 0 virud objetiva Por lo tanto, el valor del objeto tiene que hallasse ante nuestra conciencia previamente al orto de nuestro agrado, luego no es nuestro sentimiento de complacencia quien da Ww otorga el valor a la cosa; antes bien, es, por deciclo asi, quien lo recibe y con él 0 en él se regal eer eek eee painres pes anoes teste ee eae eee oe Sa ore eat eee cape Peers rete a 2. las valores no son las cosas deseadas 0 deseables Si, como Meinong en su teorfainicial pretende, el valor de una cost no fuese mis que el resultado del agrado que thos produce, sélo serfan valiosos los objetos existentes, ‘Ahora bien, valoramos sobre todo lo inexistente, la rique: za que no poscemos, la salud que nos falta, Los grances Valores son los ideales, esto es, lo que aia no se ha reali- zado. ‘Esta advertencia condujo a Ehrenfels, compafero de escuela flos6fica de Meinong, a ensayar una nueva res- puesta 2 nuestra pregunta sobre qué es cl valor. También es ‘lla una idea obvia que a todos se nos ha ocurrido alguna ‘vez, Por lo mismo, ¢8 no menos subjtivsta que la anterior, y v4 inducida por andlogo afin de atender a la disconfor- Imidad de las valoraciones humanas. Segtin Ehrenfels, son Yliosas las cosas que deseamos. Nuestro desearlas es 10 Tinico real que hay en su valor. Del sentimiento como crea dor de los valores pasamas al apetto, a la inclinacion, al interés, a lo que vulgarmente llamamos deseo. Siempre, 0 ‘obstante, seguimos buscando el valor de los objetos en Ix intimidad de los sujetos. Ta tesis de Ehrenfels dio Iugar a una famosa polémica con réplicas y contrarréplicas entre él y Meinong. Esta ppolémica, desnuda de todo lo accidental, puede resumir- Se en un didlogo imaginatio donde cada posiciOn y recti- fieacion representa un avance en el progreso dialéctico {que eleva y perfecciona progresivamente nuestra idea del valor. 7 cha von hefes Sto der Wertbor, 158 2 “Meinong: El valor de una cosa no puede identificarse ccon el ser deseada © apetecida, Desear no es valorar, Porque se desea s6lo lo que no se posee; por tanto, lo in- cexistente (0 situaciones objetivas inexistentes). Ahora bien: es innegable que reconocemos valor a no pocas cosas exis- tentes que poseemos y gozamos. Comienza propiamente la valoracién con la existencia del objeto, y el apetito cesa con ella ‘Bbrenfels: Es un error afirmar que no reconocemos valor a 10 inexistente; la riqueza de que carecemos, el talento que no tenemos tienen valor, y 10 tienen porque apetecemos tales cosas, Como Meinong busca el origen del valor en la complacencia que | actualidad presente del objeto provoca en el sujeto, se ciega para cl hecho pri ‘mario de que valoramos lo inexistente, término de nuestro apetito, ‘Metnong: Reconozco mi error en un punto: lo lejano, ausente o inexistente también tiene valor para el sujcto. Pero ol sentido de esa valoracion es la conciencia de que si el objeto llegase a exists ¥ serme presente me producitia grado, Distinguiré, pues, un walor de actualidac, el tenido ppor el objeto presente que me complace, y un walor de potencialidac, el que, por ejemplo, ese mismo objeto tiene ‘cuando esti ausente. La teorfa de la valoracién como un fenémeno sentimental, empleada asi se robustece. En cam- bio, Bhrenfels, partiendo del apetito que va a lo inexisten- te, deja fuera los valores de Io actual Ebrenfels También eabe ampliar mi concepto. Lo exis- tente no excita nuestro apetito, pero en todo instante nos ormamos la idea de que ciestas cosas que poscemos, si no las poseyésemos, si fueran inexistentes, las deseariamos, Diremos, pues: valor es el ser deseado o deseable. % ‘Con esto da fin Ja dialéctica contienda entre los dos pen- sadores austriacos. No es dudoso que siguiéndola hemos Aafinado nuestia puntesia_y hemos desechado posiciones insuficlentes, Subrayemos una nota comin a ambas teorias litigan- tes. Para una y otra, el valor no es nada positivo en el abjeto, sino emanacién del sentimiento o del apetito sub- jetivos. Estos son estados psiquicos que poscen mayor 0 ‘menor intensidad. Los valores tendrin que ser funcion de cellos y consecuentemente aumentar o disminuir con aquella intensidad. A mayor apetito o a mayor agrado, ‘mayor valor. Bastarfa esto para sugerir el radical error que padecen ambas teorias psicologisias, subjtivistas. ‘Al sentimiento de desagrado no corresponde un valor epitivo proporcionado, porque quien sufte una herida por salvar a un prdjimo suffe un enojo y, sin embargo, valora positivamente el hecho que la produjo, la salvacion del oto, Es falso superlativamente que los rangos de los valores y aun su caricter positivo 0 negativo sean funcién del agrado y del enojo, del deseo o la repulsion. El apeti- to que un hombre siente cuando lleva dos dias sin comer € indudablemente mas intenso que el que ese o cualquier ‘otro hombre siente hacia la Iliada y la Justicia, que tienen ‘© pueden tener mucho mis valor que cierto alimento y aun que todo alimento, Venderi la Ifiada para comer y ‘aun, por ventura, la Justicia; pero en tanto que toma los treinta dineros forzado por la violencia meciinica de su apetito, seguiré valorando en mas aquellos sublimes obje- tos, El hambre y sed de justicia, la conciencia de este valor como de todos las demas— no comporta un més 0 un ‘menos de intensidad y pertenece a aquella clase de fend- a menos psiquicos que carecen de est variblidad dndmi- G3. Asi no eibe pensar con mayor menor fuera que dos ¥ dos Son eur. O se plensa 9 n0 se pins es dec © 2 sve con genuina evidencia ln verdad de tsa propos. Cin aor ent vr cb ums oun un de rad en lo visto, pero no tina myor © meno intent dad en el -vers, re i “Todas eas advenencas nos mucren a ir desigando el valor de los actos senimentle yapetives, qe, en ef to, andan siempre por usta alias cerca de valor, mots © desperados, amuzados © repamidos por és, pero que no son ela mina, ‘Mag a el valor de una cost no const en que In cosa complaics ence, nen que sea deseada © pot fo menod deseable, gen que puede consi? Gal sempre queen a dnc selega aun punto donde nos parece haber agotido vanmente fos les concepts tn una sere de enstyos exes, e que nos halla pr ximos a ln solucn satacona Ess ensayos aparente tment ines han sido los esfuerzos egies para Una mls Perit mise cu pot de inten. 3. Los valores son algo objetivo y no subjetivo «Deseable: es un término equivaco. Cuando menos tiene dos sentidos diferentes que se refieren a dos fenémenos completamente distintos. En primer lugar, sdeseable- significa lo que Ehrentfels dice: a posibilidad de ser deseados. Ser deseado equiva- lea que algo tolere, permita, ofrezca el pretexto o la oca- sién para que lo deseemos, para que ejecutemos hacia 25 ello un acto de inclinacién, de interés 0 apetito. En tal sentido, la cualidad ser deseable» que a un objeto atribu- yamos no nos dice nada peculiar sobre el valor, es una Cualidad vacia, negativa. Porque nada bay que posible- mente no excite auestro deseo, Todo lo que es ¥ lo que ho es puede ser deseado. Con la definicion de Ehrentels, pues —aparte los dems errores de su teoria—, no obte- hemos diferenciacion alguna entre el ser y el valor, entre lun objeto cualquiera y ese mismo objeto cuando ademis de sus propiedades reales resulta tener esta otra que lla- ‘mamos valor. Pero en segundo lugar, «deseable- significa, no el ser deseado ni cl poder serlo mafiana o en ajgGn instante por alguien, sino el merecer ser deseado, el ser digno de ello fun cuando de hecho nadie jamis lo desee ni aun, en cierto modo, pueda desearlo. El -merecer, el ser digno de algo es, en tal sentido, una cualidad de las cosas indi- Ferente a los actos reales de agrado 0 deseo que el sue- to ejercite ante ellas 0 con motivo de ellas. Se trata, por el contrario, de una exigencia que el objeto nos plantea. Como la amarillez del lim6n nos exige juzgar de él «que ces amarillo y no azul, asf la bondad de una accién, Ia belleza de tn cuadro nos aparecen como imperativos que de esos objetos descienden sobre nosotros, en virtud de los cuales nuestros deseos y sentimientos adquieren cier- to caricter virtual de adecuados 0 inadecuados, de rectos (© errneos. Exactamente por las mismas razones que cconsideramos una falsedad atribuir a un objeto blanco la cualidad de negro, cuzndo algo nos parece bueno consi- deramos un error que alguien © nosotros mismos reac- ione ante ello con un sentimiento de antipatia o una repulsién. 26 En esta significacin de lo «deseables como lo que mere- ce ser deseado entrevemos, al modo que por un resquicio, toda una nueva fisonomia del problema de los valores en ue estos presentan un caricter objetivo, ahora podemos advert que también lo -agradable- contiene esa significa- ‘Gién trascendente segin la cual es agradable, no lo que de hecho agrada 0 pueda agradar, sino lo que merece y exige ‘nuestro agrado. Y lo mismo podemos decir de lo amable, de lo que es digno de ser amado aun cuando tal vez no Io amamos efectivamente’. No es, pues, nuestro deseo ni nues- two agrado ni nuestro amor, no es acto alguno del sujeto quien da el valor a Ia cosa, Es imposible lepa a una sufi ciente nocién del valor mientras se le busque suponiendo que es esencial alos valores constituir las metas de nuestros intereses 0 apetitos, La estrategia de Napoleén tiene para mi uun gran valor sin que yo me sorprenca jams en flagrante petito de ella, siendo como soy hombre de toga y no de espada. Claro es que todas las complacencias y enojos, todos los deseos y repulsiones estén motivados por valores, pero estos no valen porque nos agraden o los deseemos, ‘ino al revés, nos agradan y los deseamos porque nos pare. ce que valen. Por tanto, tienen los valores su validez antes ¢ independientemente de que funcionen como metas de ‘nuestro interés y nuestro sentimiento. Muchos de ellos son Jn ese somo ws, por empl, leach el mino ama Dis sme pouant pos vole gu ka woos Qu sees sent vantage ‘moins ben qu'un pus gan ban, eet ce, gus sane davanage ce goles sable que ce ql ex pls aos (Dee ache de a 1 lo TV, capt Como se ve, pte Macbranche son os valores iz

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