You are on page 1of 5

El don de la bienvenida

Hebreos 13:1-2 Permanezca el amor fraternal.


2
No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo,
hospedaron ángeles.

La ocasión en que invitamos a comer a familias de cinco naciones sigue


siendo un recuerdo maravilloso. De alguna manera, la conversación no se
dio de a dos, sino que todos participamos del debate sobre la vida en
Londres, aportando perspectivas de diferentes partes del mundo. Esa
noche, mi esposo y yo reflexionamos en que habíamos recibido más de
lo que habíamos dado, incluida la calidez que sentimos al desarrollar
amistades nuevas y aprender sobre culturas diferentes.
El escritor de Hebreos concluyó sus conceptos con algunas exhortaciones
respecto a la vida comunitaria; entre ellas, que sus lectores debían
continuar recibiendo a los extranjeros. Al hacerlo, «algunos, sin saberlo,
hospedaron ángeles» (13:2). Tal vez se refería a Abraham y Sara,
quienes, como vemos en Génesis 18:1-12, recibieron a tres extraños,
fueron generosos con ellos y les prepararon un festín, tal como se
acostumbraba en los tiempos bíblicos. No sabían que las visitas eran
ángeles que les llevaban un mensaje de bendición.
No invitamos a personas a nuestra casa esperando recibir algo a cambio,
pero, a menudo, recibimos más de lo que damos. Que el Señor extienda
su amor a través de nosotros y dé la bienvenida a aquellos con quienes
compartimos.
Señor, quiero glorificarte compartiendo con otros lo que me has dado.

Amor y zapatos viejos


A veces, mi esposa y yo completamos las frases el uno del otro. Después de
30 años de matrimonio, cada vez conocemos mejor la manera de pensar y
hablar del otro. Incluso, a veces ni siquiera tenemos que terminar una frase;
solo una palabra o una mirada basta para expresar lo que pensamos.
Todo esto tiene su lado placentero… como un par de zapatos que uno sigue
usando porque son tan cómodos. A veces, hasta nos llamamos afectuosamente
el uno al otro: «mi zapato viejo»; ¡elogio que te resultaría difícil entender si no
nos conocieras bien! Con los años, nuestra relación ha generado un lenguaje
propio, con expresiones que son el resultado de décadas de amor y confianza.
Es placentero saber que Dios nos ama con una profunda familiaridad. David
escribió: «aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la
sabes toda» (Salmo 139:4). Imagina tener una conversación tranquila con
Jesús y contarle lo que más pesa en tu corazón. Mientras luchas por encontrar
las palabras, Él te sonríe y dice exactamente lo que no puedes expresar. ¡Qué
bueno es saber que no necesitamos decir las palabras correctas para hablar con
Dios! Él nos ama y nos conoce lo suficiente para entender.
¡Señor, gracias por entenderme por completo! Ayúdame a amarte y seguirte
hoy.
Dios mira más allá de nuestras palabras; ve nuestro corazón.
139 Oh SEÑOR, tú me has escudriñado y conocido. 2 Tú conoces mi
sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos.
3 Tú escudriñas mi senda y mi descanso[a], y conoces bien todos mis

caminos. 4 Aun antes de que haya[b] palabra en mi boca[c], he aquí,


oh SEÑOR, tú ya la sabes toda. 5 Por detrás y por delante me has cercado,
y tu mano[d] pusiste sobre mí. 6 Tal conocimiento es demasiado
maravilloso para mí; es muy elevado, no lo puedo alcanzar.
7 ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia?
8 Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú; si en el Seol[e] preparo mi

lecho, allí estás tú. 9 Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más
remoto del mar, 10 aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
11 Si digo: Ciertamente las tinieblas me envolverán[f], y la luz en torno

mío será noche; 12 ni aun las tinieblas son oscuras para[g] ti, y la noche
brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para ti.

Dos retratos
… ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestro gozo (Juan 16:22).
La orgullosa abuela sostenía con fuerza dos fotografías mientras las mostraba
a sus amigos en la iglesia. Una era de su hija, en Burundi, África. La otra, de
su nieto recién nacido. Sin embargo, la hija no sostenía al bebé, ya que había
muerto al dar a luz.
Una amiga se acercó y miró las fotos. Tomó entre sus manos el rostro
de aquella querida abuela… y lo único que pudo decir entre lágrimas fue: «Te
entiendo, te entiendo».
Y, sí, la entendía. Hacía dos meses, había sepultado a su hijo.
Hay algo especial en el consuelo de quienes han experimentado el mismo
dolor. Entienden. Antes de ser arrestado, Jesús advirtió a sus discípulos: «De
cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará».
Pero, de inmediato, los consoló: «pero […] vuestra tristeza se convertirá
en gozo» (Juan 16:20). Horas más tarde, los discípulos quedarían devastados,
pero, poco después, su agobiante tristeza se transformó en un gozo
inimaginable cuando lo vieron vivo de nuevo.
Isaías profetizó sobre el Mesías: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,
y sufrió nuestros dolores» (53:4). Tenemos un Salvador que no solo entiende
sobre nuestro dolor; lo vivió. Jesús entiende y le interesa cómo nos sentimos.
Un día, nuestra tristeza se convertirá en gozo.
Señor, cuando te veamos, la tristeza se convertirá en gozo.
Cuando ponemos nuestras preocupaciones en sus manos, Dios pone paz
en nuestro corazón.

Uno de nosotros
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a
los que son tentados (Juan 2:18).

En el funeral de Charles Schultz (1922-2000), creador de la historieta Charlie


Brown, su amiga y también humorista Cathy Guisewite habló de su
humanidad y compasión: «Le dio al mundo personajes que sabían
exactamente cómo nos sentimos todos, que nos hacían sentir que no
estábamos solos nunca. Además, se dio a sí mismo e hizo que siempre nos
sintiéramos acompañados […]. Nos alentaba. Se compadecía con nosotros.
Nos hacía sentir que era exactamente igual a nosotros».
Cuando sentimos que nadie nos comprende ni puede ayudarnos, podemos
recordar que Jesús se dio a sí mismo y que sabe exactamente cómo somos y lo
que estamos enfrentando hoy.
Hebreos 2:9-18 presenta la asombrosa verdad de que Jesús compartió
plenamente nuestra humanidad durante su vida en la Tierra (v. 14). Gustó la
muerte por todos (v. 9), destruyó el poder de Satanás (v. 14) y libró «a todos
los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre» (v. 15). Jesús se hizo como nosotros: «semejante a sus
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a
Dios se refiere (v. 17).
Señor, gracias por participar de nuestra humanidad para que podamos hoy
sentir tu ayuda y vivir en tu presencia para siempre.
Nadie entiende como Cristo.

Acepta tu asignación

“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas


obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en
práctica”
EFESIOS 2:10 (NVI)

Fuiste puesto en la tierra con un propósito: para servir a Dios y a los demás.
Este es el cuarto propósito de Dios para tu vida. Siempre que sirves a otros de
cualquier manera, verdaderamente estás sirviendo a Dios y cumpliendo uno de
tus propósitos. No estamos en la tierra solo para respirar, comer, ocupar un
espacio y divertirnos. Dios nos formó individualmente para que hiciéramos un
aporte singular con nuestras vidas.
Dios te redimió para que hicieras su obra santa. Tú no eres salvo por buenas
obras, sino para hacer buenas obras. En el reino de Dios, tienes un lugar, un
propósito, un rol y una función que cumplir. Esto le da a tu vida un gran valor
y significado. Una vez que has sido salvado, Dios intenta usarte en sus planes.
Él te tiene un ministerio en su iglesia y una misión en el mundo.
“Él es quién nos salvó y escogió para su obra santa, no porque lo
merecíamos sino porque estaba en su plan”
2 TIMOTEO 1:9 (BAD)
Jesús dijo: “Tu actitud debe ser igual a la mía, porque yo, el Mesías, no
vine a ser servido sino a servir y a dar mi vida”
MATEO 20:27-28 (BAD)
Para los cristianos, el servicio no es opcional, algo que debe incluirse en
nuestros horarios si disponemos de tiempo. Es el corazón de la vida cristiana.
Jesús vino a servir y a dar, y esos dos verbos también pueden definir tu vida
en la tierra. Servir y dar, en resumen, son el cuarto propósito de Dios para tu
vida.

You might also like